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ArribaAbajoEspíritu de Santo Tomás de Aquino en sus relaciones con el problema filosófico actual

Scias quod non perficitur homo in philosophia, nisi ex scientia duorum philosophorum Aristotelis et Platonis.

Sepas, oh tú, novel filósofo, que no llegarás a ser doctor perfecto, si no admites a la vez los sistemas de Aristóteles y Platón.


(Palabras del B. Alberto Magno, maestro de Sto. Tomás de Aquino. -Apud Dubois: De Exemplarismo Divino.)                


Excelentísimo Señor2:

Ilustrísimo Señor3:

Muy queridos Comprofesores:

Amadísimos alumnos y demás hermanos míos en Ntro. Sr. Jesucristo:

I

Salve, flor de la Teología; salve, esplendor de la Filosofía; salve, ornamento de las ciencias; salve, delicia de los sabios; sagrario de la Religión; rayo de la iglesia; escudo de la fe Católica; Doctor angélico; martillo de herejes; luz de las escuelas; el más docto de los santos y el más santo de los Doctores; ¡salve, Santo Tomás de Aquino!4 .

Te las dijo la Sorbona de París el año 1325, y sus palabras no han sido marchitadas aún, ni tan siquiera ajadas, por los siglos ¡ellos que todo lo corroen! Permite, pues, que yo las repita ahora:

Salve, lumbre refulgente de la Iglesia universal; fuente de Doctores; candelabro insigne y luciente que iluminas a cuantos siguen los caminos de la verdad y suben por la escalera de las sanas doctrinas; por ti, por tu doctrina la Iglesia resplandece de luz y hermosura en todo el orbe de la tierra, como la Luna nos ilumina mediante la luz que del Sol recibe. ¡Salve, una y mil veces, Santo Tomás de Aquino!5 .

Celebramos hoy, hermanos míos, una solemnidad religiosa, pero al mismo tiempo académica; pues los festejos que en este día tributan los Seminarios a su Doctor y Maestro y Patrono no pueden ser despojados, en manera alguna, de su carácter más o menos científico.

Por otra parte, santos, muchos los hay; empero los Tomases de Aquino, es decir, los sabios como Tomás de Aquino, no abundan; permitidme, de consiguiente, que os hable del sabio Tomás de Aquino.

No repetiré los elogios que de él han dicho los Concilios, Papas, Cardenales, Obispos, sabios, los hombres, en fin, eminentes de todas las escuelas y religiones -que en todas partes los halla la Historia. -Si ya los sabéis, ¿por qué repetirlos?

Tampoco voy a explicaros su significación filosófica y teológica en los siglos medios; ni la necesidad de restaurar la doctrina tomista para salir victoriosos de los mil sistemas de filosofía que, en la época moderna, ha engendrado la Escuela racionalista.

Todo esto, de puro repetido, lo sabéis de memoria; y, si a las alturas filosóficas a que hoy hemos llegado, es decir, si ante la crisis filosófica actual -que no os debe ser desconocida- me entretuviera yo en desarrollar aquellos manoseados temas, iba a pareceros, hermanos míos, y no sin razón, que yo, a semejanza de los poetas noveles que no pueden respirar el ambiente robusto y varonil de las literaturas adultas, me dedicaba a componer y dirigir endechas... a la Primavera.

No, hermanos míos; nuestras disquisiciones filosóficas han de responder siempre a los postulados de la vida, y, claro está, de la vida presente, de la vida actual; hemos de inspirarnos siempre en lo que exige la marcha de los hombres y de las cosas.

Y la vida es evolución continua.

La filosofía de Santo Tomás de Aquino no ha de ser para nosotros idea muerta, museo de antigüedades, sistema petrificado; sino, al revés, realidad viviente, organismo sano y robusto, fórmula cálida y vivificadora.

Bueno es, a veces, el tradicionalismo; pero siempre será pernicioso el parasitismo. Jamás hemos de ser parásitos de nadie: ni aun de Santo Tomás de Aquino.

En una palabra, el Tomismo, como la verdad, evoluciona, pero nunca se desmiente ni muere.

Hoy día, después del Cardenal Newman, nadie duda en manifestar esta última idea y en declararla con las palabras con que lo hago yo.

Ved, pues, Excelentísimo Señor, el tema que ocupará por unos momentos la benévola atención de Vuestra Excelencia y demás oyentes míos:

Espíritu de Santo Tomás de Aquino en sus relaciones con el problema filosófico actual.

De ello resultará, según mi humilde parecer, un Panegírico del Santo muy a gusto de los modernos. Pues, si el espíritu de Santo Tomás -que floreció en el siglo XIII- puede aún guiarnos hoy día -en el siglo XX- para la solución del problema filosófico actual, clara cosa es que el Tomismo vive todavía; clara cosa es que el Tomismo es la verdad; ya que la vida es la piedra de toque para conocer la verdad, la vida es un coeficiente de verdad. ¿Una cosa vive por larguísimos siglos? Luego es verdadera.6 .

A los modernos pragmatistas, así racionalistas como católicos, les va a parecer de perlas ese mi trabajo, si alcanzo yo a llevarlo a cabo cumplidamente; y, no disertación crítico-filosófica, sino Panegírico integral del Santo van a llamarlo a boca llena: el propio, el adecuado, el único que admiten sus inclinaciones y gustos.

Ninguna verdad es perfecta e integral -dicen algunos- si no llega a maridarse con la vida; ninguna verdad es perfecta e integral, si no alcanza a gobernar y encarnar en la vida. Vengo a demostraros, pues, hermanos míos, que el Tomismo puede maridarse con la vida presente; que el Tomismo puede gobernar y encarnar en los tiempos actuales.

¡Oh, Angélico Doctor Tomás de Aquino! Tú que, para conseguir la revolución saludable en el pensamiento medieval, que exigían los hombres y las cosas, comenzaste a ser original en todas tus explicaciones; tú que, según escribieron Bartolomé de Luca y Guillermo de Tocco, conocidos tuyos y amigos, tenías una manera de decir completamente nueva, movías cuestiones nuevas, las explicabas de un modo nuevo, hallabas relaciones nuevas, enseñabas cosas nuevas y aducías nuevas razones, de manera que parecías iluminado por Dios con una luz nueva...; dame ahora, en estos precisos momentos, luz intelectual y palabras convenientes para exponer y demostrar el tema que he señalado: tema nuevo, sí, pero no menos necesario. Tan nuevo y a la vez necesario, como nuevo y necesario es, a la vez, el pan que todos comemos cada día.7 .

Y vosotros, hermanos míos, ayudadme a implorar lo mismo de la Virgen Santísima, saludándola, reverentes y agradecidos, con las palabras del Arcángel: AVE MARÍA...

II

Scias quod non perficitur homo in philosophia, nisi ex scientia duorum philosophorum Aristotelis et Platonis.


(Palabras del Bto. Alberto Magno, maestro de Sto. Tomás de Aquino. -Apud Dubois De Exemplarismo Divino.)                


Al tener que estudiar el Espíritu de Santo Tomás de Aquino siéntome, Excelentísimo Señor, casi anonadado. Y no son estas palabras, en mis labios, una figura retórica, sino la manifestación de una verdad verísima.

¿Qué es el espíritu de un filósofo, de un pensador? -Es la fuerza resultante de su pensamiento y corazón.

Y ¿no han reconocido al unísono todos los intelectuales, no importa la confesión religiosa de su pertenencia, que tuvo Tomás de Aquino


pensamiento más alto que el cielo,
corazón más profundo que el mar?

¿Cómo, pues, hermanos míos, no sentirse casi anonadado, al tener que subir a lo más alto de los cielos, al tener que descender a lo más profundo del mar?

*  *  *

Al inquirir el espíritu de un filósofo, entendemos hablar de su estructura mental, del ritmo peculiar de su entendimiento, de las notas características de su mentalidad de las leyes originales por las que se regía su intelecto, de su temple intelectual, en una palabra, de la manera propia cómo concebía la ciencia.

Porque habéis de saber, hermanos míos, que, si bien la Filosofía en sí misma es una (como la verdad, cuya imagen es, asimismo es una), no obstante, esa Filosofía toma notas diversísimas según sea la diversidad de los pensadores. ¿De todos? -No; tan sólo de los que tienen la suficiente virtualidad para imprimir el sello de su genio en la ciencia filosófica. A esos últimos pertenecía Santo Tomás de Aquino.8 .

¿Deseáis algunas noticias sobre el temple intelectual del Doctor Aquinatense? -Era su mentalidad cual uno de esos diamantes de innumerables facetas a cual más hermosas y maravillosas y embelesadoras. Estudiarlas todas constituye un trabajo a par de gigante.

Ni tampoco es ése nuestro propósito, ya que, según arriba declaramos, estudiaremos el Espíritu del Angélico Doctor únicamente en sus relaciones con el problema filosófico actual.9 .

¿Cuál es el problema filosófico de la época en que vivimos? ¿Cuál es la más alta de las aspiraciones racionales de nuestros tiempos? ¿Hacia dónde dirige sus miradas la moderna generación, ávida de luz, de verdad, de progreso?

Humildemente entiendo yo, Excelentísimo Señor, que nosotros, los pensadores católicos, tenemos actualmente dos problemas en que fijar la atención.

El primero es de ayer, es de hoy, e igualmente será el problema de mañana. El segundo, sí, es el característico de los tiempos actuales; su solución, total, perfecta, integral, satisfactoria, pídela hoy con extraordinaria insistencia nuestra juventud estudiosa.10 .

Para los filósofos católicos, el primer problema de toda ciencia es la defensa del dogma católico, la conciliación y armonía de la fe con la razón, el mantener incólume el depósito de la filosofía perenne, eterna (podríamos decir), de aquella que ha merecido el aplauso unánime de las generaciones cristianas (que en esto -cuando menos- se confunden con las sanas y sensatas); y, además, aumentar aquel depósito con el verdadero progreso filosófico que nos vayan proporcionando los siglos.

Eacute;ste es el problema de ayer, de hoy, de mañana, de siempre.

Omnia et in omnibus Christus. -Christus heri hodie et cras. -Nisi credideritis non intelligetis. -Philosophia est ancilla Theologiæ.11 .

Y ¿cuál será el segundo problema, el característico de los tiempos modernos? -Es la conciliación entre Platón y Aristóteles, es decir, el problema integral del origen del conocimiento.

No lo digo yo. Leed las revistas filosóficas de Francia, Bélgica, Italia, Alemania y las que en España son eco de aquéllas; hojead las obras de los grandes filósofos modernos que llamamos Mercier, Dubois, Trendelenburg, Fouillée, Zeller, Tiberghien, Lange y nuestro Menéndez y Pelayo; ved al insigne Peillaube, el ilustre profesor del Instituto Católico de París y celebrado director de la Revue de Philosophie; vedle -digo- en la empresa que tan a pechos ha tomado y para la cual pide el concurso de cuantos en algo estimen el progreso de la Filosofía y de pensadores se precien.

¿De qué trata toda esa pléyade de sabios meritísimos? ¿En qué se ocupan sus privilegiadas plumas? ¿Qué problema filosófico traen entre manos? ¿Cuál dicen ser la cuestión magna de los tiempos actuales?

Todos, en substancia, dicen lo mismo: hay que conciliar a Platón con Aristóteles; hay que demostrar que el sistema ideológico y cosmológico de Aristóteles, en vez de ser una contradicción respecto del de su Maestro, no es sino un desarrollo parcial e incompleto del mismo, aunque Aristóteles, cegado por la ambición de ser cabeza de secta, se empeñase en aparentar lo contrario, zahiriendo las ideas de su Maestro siempre que las encontraba a mano, sin dejar entre tanto de aprovecharse de ellas...

Para los Escolásticos, Platón y Aristóteles eran a modo de dos gallos ingleses envueltos en continua pelea. Pero hoy ¿quién niega que «Aristóteles depende estrictamente de Platón», como ha dicho el docto alemán Lange en su «Historia del Materialismo?» (Menéndez y Pelayo; La Ciencia española; tomo III, pág. 60 y 61.)12 .

Pero bien -diréis vosotros-; para los filósofos católicos lo primero es lo primero, es a saber, primero es la defensa del dogma católico, primero es la asimilación (por parte de la filosofía tradicional) de los modernos progresos de la ciencia, que la solución del problema de la concordia platónico-aristotélica.

Entendámonos. Sí, es verdad; primero es la adaptación de la filosofía tradicional o tomista a las exigencias del presente y a las necesidades actuales de la Religión, que la solución de un problema determinado por trascendental que sea y por muy inoculado que esté en el ambiente filosófico que respire nuestra época.

Mas, escuchad: yo os digo, y conmigo os lo dicen ilustres pensadores de la Escuela católica, que, por lo que toca a las objeciones actuales del Racionalismo, la Filosofía cristiana está suficientemente vindicada, la Religión católica está plenamente defendida. Y, en segundo lugar, que el Tomismo se ha hecho ya suyos todos los progresos filosóficos y científicos que hallamos en la moderna heterodoxia. O, lo que es lo mismo: los discípulos de Santo Tomás -que somos todos los católicos- hemos cumplido ya la misión que nos imponen el sentido común y el mismo Cristo de buscar la verdad donde quiera que se encuentre, aunque sea en la heterodoxia, pues el autor de toda verdad es uno mismo, Dios Nuestro Señor, el Cristo de nuestros altares.

-¿Cómo? ¿Cuándo? ¿En dónde?

-¿Eso preguntáis, hermanos míos?

La solución del problema filosófico, que es primario y capital para los pensadores católicos, tuvo su comienzo el día que salió a luz la Encíclica Æterni Patris restaurando y prescribiendo el estudio de la Filosofía escolástica en su más genuino representante el Doctor Aquinatense; y obtiene su perfección y coronamiento en las últimas producciones que nos llegan de Lovaina con las firmas del Cardenal Mercier, de Wulf, de Nys, Thiéry, Michotte y otros que sobradamente conocéis.

Las obras filosóficas y científicas de toda clase a que ha dado lugar la mencionada Encíclica de León XIII, desde su aparición en 1879 hasta el presente, forman toda una biblioteca. ¿A qué citar nombres, si los tenéis en los labios?

La fuerza resultante de todas aquellas obras es una defensa del dogma, de conformidad con las modernas exigencias, cual no hallamos otra -tan magistral, tan brillante, tan cumplida y perfecta- en los anales de la Filosofía.

Cristo venció; y venció por medio de la Filosofía tomista.

¡Viva el Cristo que ama a la Filosofía tomista!

Faltaba una sola cosa; faltaba que ingresaran en el tesoro de la filosofía perenne, de la filosofía escolástica, de la filosofía tomista, los adelantos innegables (y numerosísimos) que, en todos los ramos de la Filosofía y del saber, han hecho los modernos, la mayor parte, de la escuela racionalista: verdades de orden filosófico y de orden científico que no hallamos en Santo Tomás de Aquino.

Y ¿qué hace León XIII, el Papa de la Escolástica, el Papa de las cruzadas intelectuales?

Llama a sí a los más distinguidos pensadores católicos; se desprende de cien mil francos de su propio peculio, y se los da al hoy Cardenal Mercier y entonces humilde Canónigo de Malinas, para que funde en Lovaina el Instituto Superior de Filosofía que todos conocéis. El objetivo y finalidad de la Institución de Lovaina no son otros que el asimilarse todo lo nuevo y verdadero de la moderna ciencia heterodoxa.

Y bien, hermanos míos; al nombrar el Papa Pío X al humilde Canónigo de Malinas, y en una sola ocasión, Obispo, Arzobispo, Cardenal y Primado de Bélgica, declaró al orbe entero que estaba satisfecho de los Profesores de Lovaina; que el Instituto Superior de Filosofía había cumplido satisfactoriamente la misión que le señalara su inolvidable Fundador, el nunca bastantemente llorado León XIII; declaró, en una palabra, al orbe entero, que, desde entonces, Cristo quedaba reintegrado en todos sus derechos filosóficos, es decir, que habían ingresado ya en el tesoro de la filosofía tomista los progresos de orden racional y de orden natural de la moderna heterodoxia.

Ahora bien, Excelentísimo Señor, siendo esto así, como realmente es, o sea, solucionado completa y satisfactoriamente el problema filosófico que es primario y capital para los pensadores católicos, ¿me será lícito preguntar humildemente si ha llegado la hora de abordar el segundo problema, el propio y característico de los tiempos presentes, el que sugestiona vivamente a las generaciones actuales, el problema de la conciliación platónico-aristotélica?

Yo creo que sí, y conmigo lo creen otros muchísimos que son honra y prez de las letras españolas, y aun otros que lo son de naciones extranjeras.

Asegurado el presente, ¿por qué no abordar el porvenir? Inexpugnable la filosofía tomista en las posiciones adquiridas, ¿por qué no seguir adelante; por qué no progresar de conformidad con las modernas orientaciones filosóficas?13 .

Al llegar aquí, acaso preguntéis: ¿puede seguirnos Santo Tomás de Aquino en esa nueva empresa? O mejor: ¿podemos tomarle a él por caudillo de la nueva cruzada? La conciliación o armonía de que hablamos ¿es por ventura, o no, antitética a las doctrinas del Angélico? En las obras de nuestro Santo ¿hay, cuando menos, el punto de partida para la solución del consabido problema?

Sí, hermanos míos, sí; el Ángel de las Escuelas puede ser nuestro caudillo; en él se halla el punto de partida de la solución que buscamos.

De él podemos decir, en cierto modo, como de Cristo:


Divus Thomas, heri, hodie et cras.

Vamos a verlo, no con la extensión que el caso requiere, sino con la premura que acosa a todo predicador.

Abrid la Suma Teológica, primera parte, cuestión 84, artículo V.

Y asimismo podríamos citar otros muchísimos lugares de sus obras.

-¿De qué se trata allí? ¿Qué pregunta ese artículo?

-Lo siguiente:

Si es posible adquirir verdades científicas mediante las Eternas Razones, o séase, los atributos de la Divinidad.

O, lo que es lo mismo, si podemos levantar el palacio de la ciencia sirviéndonos de los materiales que nos proporcionarían los conceptos, los juicios y los razonamientos habidos o formados con los divinos Atributos, ya absolutos ya relativos (mientras éstos sean ad intra), tales como: Bondad, Grandeza, Eternidad, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad, Gloria, Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.

Éste es el problema planteado por el Angélico Doctor en el artículo citado.

Sabida cosa es, Excelentísimo Señor, que el procedimiento lógico e ideológico preconizado y practicado por Santo Tomás de Aquino, no es otro que el procedimiento aristotélico.

¡El ascenso del entendimiento! He aquí lo que enseñara el Filósofo de Estagira y siguieron a pies juntillas, esto es, exclusivamente, Alberto Magno, Buenaventura, Duns Escoto, Tomás de Aquino, Ocam y los innumerables discípulos de tales Maestros.

Cuando el hombre va en busca de la verdad -decíase- sube tres peldaños: los sentidos externos, los sentidos internos y el entendimiento agente y posible. Por ellos adquiere la ciencia.

En esto el Cristianismo no adelantó un ápice sobre Aristóteles.

Pero sabida cosa es, del mismo modo, Excelentísimo Señor, que, anteriormente al Liceo, brilló a Academia, y en ésta enseñaba el divino Platón que podíamos adquirir perfectamente verdades científicas con el auxilio de las ideas arquetipas.

¿Qué son las ideas arquetipas?

Responda por nosotros San Agustín, el discípulo más notable de la Filosofía platónica:

Son -dice- los atributos de la Divinidad, ya absolutos ya relativos (mientras éstos sean ad intra), tales como: Bondad, Grandeza, Eternidad, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad, Gloria, Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.14 .

Este procedimiento lógico e ideológico es llamado el Descenso del entendimiento.

¿Veis aquí bien claros, determinados y separados, hermanos míos, los dos procedimientos lógicos e ideológicos que se disputan el imperio del mundo?

De una parte, Aristóteles; de la otra, Platón y San Agustín.

Estando así las cosas, preséntase Santo Tomás de Aquino; llama a su tribunal a la Escuela de enfrente; y pregunta con claridad meridiana, si el procedimiento platónico-agustiniano es legítimo y verdadero, si tiene algún valor en la ciencia, si a él podemos fiar la suerte de la Filosofía.

Y ¿qué responde? -Responde que sí; que es un procedimiento legítimo y verdadero; que tiene su valor en la ciencia; que a él podemos fiar seguros la suerte de la Filosofía; con tal que limitemos la ciencia al círculo de las verdades del orden universal y necesario, y, además, siempre que no pretendamos leer la verdad científica en las dichas Razones eternas inmediata e intuitivamente: vemos sí -dice el Angélico- la ciencia por medio de las Razones eternas, o sea, por la participación de dichas eternas Razones.

Que es lo que han dicho siempre y dicen todavía los continuadores de Platón y San Agustín, y que propugnan y aplican el Descenso del entendimiento.15 .

De manera, Excelentísimo Señor, que el Tomismo no es antitético, como algunos equivocadamente han creído, a la conciliación y armonía platónico-aristotélica; Santo Tomás no es refractario, como algunos dicen, al problema filosófico de los tiempos presentes; el Doctor Angélico puede servirnos de punto de partida para la solución del problema filosófico actual; el Ángel de Aquino viene a decir lo mismo que oyera tantas veces de boca de su Maestro el Beato Alberto Magno, cuyas palabras he puesto yo por tema de este mi sermón o discurso: Scias quod non perficitur homo in philosophia, nisi ex scientia duorum philosophorum Aristotelis et Platonis.16 .

Y no podía menos el Angélico Doctor de admitir, siquiera en principio (ya que su época no exigía otra cosa), el Descenso del entendimiento.

Su espíritu conciliador, amplio, atento a las pulsaciones de lo natural, observador diligentísimo de las leyes del pensamiento, respetuoso con San Agustín y por ende con la tradición platónica que la Iglesia nos muestra siempre en su seno (siendo, como es, San Agustín el más notable representante de aquélla), habíale de inclinar forzosa y poderosamente a admitir la legitimidad del Descenso del entendimiento. Con todas las limitaciones que queráis, que al fin y al cabo no son otras que las señaladas asimismo por los discípulos modernos de Platón y San Agustín.

El espíritu de Santo Tomás no era exclusivista; y exclusivista hubiera sido, si hubiera rechazado la Lógica e Ideología de San Agustín.

No era revolucionario, no era radical; y como tal se hubiera declarado, si no hubiese querido tener en cuenta el platonismo cristianizado por San Agustín.

Era su espíritu eminentemente conservador; y por ello, así como aceptaba las verdades que hallaba él en Aristóteles, de la misma manera aceptaba las verdades que San Agustín hallara en Platón.

No era amigo de novedades; y novedad habría sido negar, a lo menos, su fundamento sólido a la Escuela platónico-cristiana; novedad habría sido combatir o rechazar una de las partes substanciales del Sistema filosófico de San Agustín. ¿Qué importa que él no aplicara esta parte del Sistema agustiniano? Aquella su época no se dirigía hacia allí. La novedad no estaba en no aplicarla; pero habría estado, sí, en negarla y combatirla.

Santo Tomás, antes de dar su asentimiento a una proposición o tesis cualquiera, consultaba la tradición sana y sensata, y jamás se separaba de ella. En virtud de esta su conducta (hija de un sentido filosófico de alto ejemplo), al Aristotelismo le declaró legítimo y verdadero, y además le siguió y aplicó, pues la tradición sana y sensata le exigía ambas cosas; al Platonismo cristianizado por San Agustín le declaró también legítimo y verdadero, pero no le siguió y aplicó. ¿Por qué? -Porque la tradición sana y sensata, si bien le pedía lo primero, no le exigía lo segundo. Pues la Escuela platónica-cristiana, ni en extensión, ni en intensidad puede compararse con el Aristotelismo cristianizado.

Había bastante, dadas las corrientes platónicas del siglo XIII, con admitir la legitimidad del procedimiento platónico-agustiniano. ¿Por qué, de consiguiente, seguirle y aplicarle, si las corrientes filosóficas de entonces no tomaban aquellas direcciones?

Lo que todos habían dicho ya, esto admitía nuestro Santo en su grande humildad; se lo asimilaba, lo metodizaba, e imprimía en ello el sello de su genio filosófico insuperable. -Pero, advertidlo bien, hermanos míos: lo admitía tal como lo hallaba en su época, en su tiempo. ¿Por qué hacer práctica y aplicación de procedimientos ilógicos e ideológicos no admitidos generalmente? Tanto es así, que un tomista del siglo XVI, y del valor de un Guillermo Estuvo, pudo afirmar, con toda razón y justicia, que el título más propio de Santo Tomás, y el más glorioso para él, al mismo tiempo, es el título de Doctor Común -Doctor Communis.

Ello es que Santo Tomás fue el lazo de unión, no sólo de todos los Doctores cristianos, sino aun de todos los filósofos dignos de este nombre; él es el lazo de unión de todas las especulaciones filosóficas, ora viniesen del paganismo, ora viniesen de la heterodoxia, ora viniesen del cristianismo.

La verdad puramente natural o filosófica no tiene patria ni Religión. Dios regala a los hombres la verdad, como les regala la luz: a justos y a pecadores. Y el filósofo cristiano debe buscarla donde quiera que se halle, porque toda verdad viene de Dios, del Dios de los cristianos: Deus scientiarum, Dominus est.

Las obras de Santo Tomás son el resumen acabado, metodizado, perfecto, integrado, de toda la sana filosofía anterior a él.

En una palabra; era su espíritu asimilador, constructivo, partidario del justo medio.

Tal es, hermanos míos, a grandes rasgos, el espíritu de Santo Tomás de Aquino en sus relaciones con el problema filosófico actual.

Siendo esto así, como realmente es, no podía menos de admitir juntamente el Ascenso, y el Descenso del entendimiento, pues son éstas las dos únicas tendencias lógicas e ideológicas de la humanidad, tan antiguas como el mundo, tan naturales como que son un reverbero de la luz divina, la impresión en las criaturas racionales de la misma lumbre de Dios.

Con mayor razón aún que el poeta latino, nuestro Santo preconizaba y aplicaba aquel gran principio: Homo sunt: humani nihil a me alienum puto.17

*  *  *

¿Qué falta pues, Excelentísimo Señor?

A mi entender lo siguiente: Estudiar y profundizar a Santo Tomás de Aquino, y marchar resueltos y animosos a la conquista, a la solución más satisfactoria, del problema filosófico de los tiempos presentes.

Estudiar en el Angélico Doctor la que hasta ahora no ha sido estudiado (por la sencilla razón de que no había necesidad de ello.)

Santo Tomás es un espíritu que no exprimen sus discípulos; ni aun los tan ilustres como Cayetano y Suárez.

Santo Tomás no es un sistema ya hecho, cerrado, ya completo, sino que es virtualidad y germen de progresos.18 .

Allí hay el germen del Descenso del entendimiento: a fecundarlo, pues. Y hagamos luego que se desarrolle y fructifique. Éste debe ser nuestro Tomismo.

¿Qué importa que los más célebres tomistas de otras épocas no advirtieran la existencia de dicho germen? Muchas, muchísimas, por no decir todas, son las cosas que no se advierten, hasta llegar circunstancias propicias para ello.

Lo mismo acontece en la historia de los dogmas cristianos. Los dogmas cristianos admiten verdadero progreso; ¿y no lo admitirá la doctrina científica de Santo Tomás?

Estudiar, pues, y profundizar al de las Escuelas en el sentido que indicamos.19

En segundo lugar no olvidemos que Platón echó la semilla del gran problema, el problema capital de toda metafísica; el problema, podríamos decir, eterno, esto es, la concordancia entre lo real y lo ideal.

Por último, San Agustín hizo desarrollar y crecer esta semilla; en sus manos fructificó ella, sin alcanzar empero el desarrollo total o conveniente.

Estando así las cosas, vemos hoy claramente que Santo Tomás de Aquino admitió la legitimidad del procedimiento platónico-agustiniano (aunque no pasara de ahí), digan lo que quieran los que no han estudiado profundamente, a la luz de los problemas actuales, al Doctor Aquinatense.

-En consecuencia, ¿qué conducta se nos impone?

-Debemos tomar a dichos pensadores, Platón, Agustín y Tomás, por punto de partida; sean ellos el norte que nos guíe, el faro que nos ilumine en el camino que vamos a emprender.

¿No hay otro Maestro? ¿No podemos acudir a otra fuente? ¿No tendremos más orientaciones que las dichas?

Sí, hermanos míos; vedle, es el Beato Raimundo Lulio.

Porque habéis de saber, que el Autor del Arte Magna solucionó ya en su tiempo, y de la manera más satisfactoria, el problema que nos ocupa. Si bien no es para olvidar, que, como lo solucionó cuando no se lo pedían la marcha de los hombres y de las cosas, las palabras y las obras de aquel Filósofo fueron olvidadas. Mas hoy los filósofos dignos de este nombre tienen la obligación de resucitar aquellas obras y ofrecerlas (de la manera conveniente) en el mercado científico, precisamente porque en ellas se trata del problema filosófico actual, porque en ellas se encuentra solucionado el problema filosófico de los tiempos presentes.

El Sistema Científico Luliano o Arte Magna es la conciliación y armonía entre la Academia y el Liceo. Ahí están sus obras que no me dejarán mentir.

Pertrechados con las enseñanzas de Platón, Agustín y Tomás, debemos comenzar el estudio del Lulismo. Aquí hallaremos la solución por la que tanto anhelamos.

-Y después ¿qué? ¿Petrificarnos en el Lulismo?

-Jamás.

Hay que depurar el Lulismo; hay que adaptar la Metodología luliana a los gustos de la época reinante; hay que vivir, hay que evolucionar, hay que progresar siempre, como quiera que la vida sea progreso y evolución, pues no en vano pasan los siglos sobre nuestras cabezas.

*  *  *

El Lulismo ¿es contrario al Tomismo? De ninguna manera. Quien lo afirmara, daría con ello una palmaria prueba de que no conoce ni a uno ni a otro sistema; de que desconoce al Beato Lulio lo mismo que a Santo Tomás.

La doctrina luliana es una extensión, una amplificación y una perfección de la doctrina tomista, como quiera que el Descenso del entendimiento (por ser tan natural, y lógico, y verdadero, y conveniente, y necesario como el Ascenso) es una extensión, una amplificación y una perfección del Ascenso del entendimiento.

Ambos pensadores -Tomás y Lulio- se completan y perfeccionan mutuamente.

El uno sin el otro no puede constituir ni siquiera formular la ciencia total, perfecta, integral. Porque, de ser exclusivistas a favor del uno o a favor del otro, mutilaríamos nuestra naturaleza racional. ¿Cómo no, si las tendencias lógicas e ideológicas, impresas por el Criador en nuestra mente, son dos, ni más, ni menos, el Ascenso y el Descenso del entendimiento?

Oíd. Por no admitir la Metafísica, dijo de la Escuela escocesa (Reid, Hamilton, Mansel, etc.) el gran Menéndez y Pelayo, que su doctrina era una doctrina castrada.

Pues bien: si alguien quisiera ser lulista sin ser tomista, o, al revés, si alguien quisiera ser tomista sin ser lulista, de los tales podríamos decir muy bien, que sus doctrinas darían por resultado una ciencia infecunda, híbrida, por resultar opuesta a las leyes integrales de la naturaleza racional.20 .

Ante el problema filosófico que plantean los dos géneros de leyes del humano pensamiento, las dos tendencias lógicas e ideológicas del hombre, y mucho antes que brillaran, en el palenque intelectual Tomás y Lulio, el Beato Alberto Magno escribió estas palabras: Sepas, oh tú, novel filósofo, que no llegarás a ser doctor perfecto, si no admites a la vez los sistemas de Platón y Aristóteles.

Siendo esto así, como realmente es, séame lícito parafrasear esta sentencia del Maestro de Santo Tomás de Aquino y decir a mi vez:

Scias quod non perficitur homo in philosophia, nisi ex scientia duorum philosophorum Divi Thomae et Beati Lulli.

«Sepas, oh tú, novel filósofo, que no llegarás a ser doctor perfecto, si no admites a la vez las doctrinas de Santo Tomás y del Beato Lulio.»21

Infiero yo de aquí, que bien podemos parodiar unas palabras del Conde de Maistre y exclamar:

Si alguien, recorriendo su biblioteca, no se siente atraído por las obras de Santo Tomás y del Beato Lulio... ¡DIOS NO LE AMA!22 .

*  *  *

No seamos exclusivistas, amados alumnos, que todo exclusivismo científico es pernicioso. Penetremos y sigamos el espíritu amplio y conciliador de la Encíclica Æterni Patris: la verdad debe buscarse donde quiera que se halle.

¿Quién debe ser el general en jefe de nuestras cruzadas intelectuales? -Oíd al Papa León XIII en su memorable Decreto adjudicando al Angélico Doctor el Patronato Universal de las Escuelas Católicas: Sanctum Thomam, Doctorem Angelicum, suprema auctoritate Nostra, Patronum declaramus... scholarum catholicarum.

Su doctrina semeja al Océano, pues a ella confluyen innumerables ríos: todos los de la antigüedad: Doctrina quidem est tanta, ut sapientiam a veteribus defluentem, maris instar, omnem, comprehendat. (Ibidem).

Y de las aguas providenciales de ese grande mar pueden beber aún las generaciones actuales. In doctrinis Thomisticis eximiam quamdam inesse praestantiam, et ad sananda mala, quibus nostra praemitur aetas, virtutemque singularem. (Ibidem).

-Por eso, porque sus aguas son aún saludables en nuestros días, por ello nos aconseja el mismo Pontífice, que sea Tomás de Aquino el Ángel tutelar de todos los estudiosos, de todos los intelectuales: His de causis dignum prorsus Angelicum Doctorem judicamus, qui praestes tutelaris studiorum cooptetur.

Sí, amados seminaristas, Santo Tomás de Aquino ha de ser el ángel tutelar de todos los que emprendamos la áspera, difícil y peligrosísima peregrinación hacia la adquisición de la verdad, hacia la Filosofía, hacia el ideal de la Ciencia, porque Tomás semeja los angelicales espíritus, y sus doctrinas brillaron siempre cual sol hermosísimo: Divus Thomas angelicus spiritibus comparandus. (Ibidem). Ejus doctrina solis instar semper eluxit. (Æterni Patris).

Profesores y discípulos del Seminario Tridentino de Urgel: ¡una nueva cruzada intelectual se impone!

Ahora bien; muchos son los caudillos filosóficos a quienes podríamos escoger y seguir, todos igualmente sabios, todos igualmente católicos, todos igualmente santos, todos igualmente cien veces alabados por la Santa Sede; pero, entre todos ellos, sea Tomás de Aquino el general en jefe ad catholicae fidei tutelam et decus, como dice León XIII.

Santo Tomás de Aquino es el más legítimo representante de aquella Orden, celebérrima en las naciones e inmortal en los siglos, la cual, según el Dante


...per sapienza in terra fue
di cherubica luce uno esplendore,


(Paradiso, Canto XVIII).                


Efectivamente, el Doctor Angélico es luz, todo luz; es un resplandor creado de la Luz increada.

Y ¿qué ha de buscar el filósofo, sino luz, luz y siempre luz?

Digamos, pues, todos, al Santo aquellas palabras del mismo Dante Alighieri que no parecen escritas sino para el Patrono de las Escuelas Católicas:


Tu duca, tu signore e tu Maestro.


(Infierno, Canto II).