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1

Juan G. Arintero, O. P.: Desenvolvimiento y vitalidad de la Iglesia; libro IV, pág, 340.

 

2

El Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo de Urgel, Doctor D. Juan Benlloch y Vivó, Príncipe Soberano de Andorra.

 

3

El Ilmo. Cabildo de Canónigos Prelados de la Catedral de Urgel.

 

4

(A). Apellatur divus Thomas Theologiae flos, Philosophiae decus, scientiarum ornamentum, ingeniorum delicium, religionis sacrarium, Ecclesiae fulmen, catholicae fidei scutum, Doctor Angelicus, haereticorum maellus, scholarum lux, sanctorum Doctissimus, sanctissimus Doctorum. (Ribadeneira; Vita Sancti Thomae).

 

5

(B). Universalis Eclesiae lumen praefulgidum; fontem Doctorum; candelabrum insigne et lucens per quod omnes qui vias vitae et scholas sanae doctrina ingrediuntur, lumen vident; cujus doctrina toto orbe commendabili fulget Eclesia, ut Sole Luna. (Decreto expedido en recomendación de los libros de Tomás de Aquino).

 

6

(C). Condenamos el Pragmatismo de Bergson, James, Buonaiuti y otros que ponen el criterio de verdad en la acción, en lo útil, en el interés práctico, en la vida. Véase la Encíclica Pascendi.

Muy otro es el concepto cristiano de la vida.

La filosofía cristiana, concediendo siempre a la vida su justa y no pequeña importancia para conocer la verdad, no obstante, condenará perpetuamente toda filosofía anti-intelectualista, toda filosofía que quiera subordinar la noción de la verdad especulativa a las orientaciones de la acción.

En este último sentido, si alguien de ello gusta, puede llamarse pragmatista; a la manera que dijo Pío X haber un buen modernismo.

Suponemos que los trabajos continuados y muy insistentes de D. Eugenio Ors para introducir el Pragmatismo en Cataluña, tienen por objetivo el tradicional pragmatismo de la Iglesia.

 

7

(D). Isto tempore, frater Thomas, tenens studium Romae, quasi totam philosophiam Aristotelis sive naturalem sive moralem composuit, et in scriptum sive commentum redegit; sed praecipue Ethicam et Metaphysicam quodam singulari et novo modo tradendi. (Bartolomé de Luca, en su Historia Ecclesiastica, libro 22, cap. XXIV).

Bartolomé de Luca era discípulo y confesor del Doctor Aquinatense. Nos lo dice en el libro 23 de la misma obra, cap. 8: Qui saepius confessionem ejus (del hermano Tomás de Aquino) audivi; et cum ipso multo tempore conversatus sum familiari ministerio, ac ipsius auditor fui.

El dominico Guillermo de Tocco fue discípulo de nuestro Santo cuando éste enseñaba en Nápoles. Escribió la Vida del Angélico, y en ella encontramos estas palabras:

«Erat enim novos in sua lectione movens articulos, novum modum et clarum determinandi inveniens et novas reducens indeterminationibus rationes; ut nemo qui ipsum audisset nova docere et novis rationibus dubia definire, dubitaret quod eum Deus novi luminis radiis illustraret, qui statim tam certi coepisset (esse) judicii, ut non dubitaret novas opiniones docere et scribere quas Deus dignatus esset noviter inspirare.»

Bien podemos imitar, pues, nosotros, los modernos, las novedades y osadías de Tomás de Aquino.

 

8

(E). Lo que hace el filósofo-individuo, lo hace también el filósofo-nación.

Las naciones de mentalidad madura y robusta -lo mismo que los grandes pensadores- estampan el sello propio de su genio en las ciencias filosóficas.

Decimos que hay filosofía tomista, y filosofía escotista, y filosofía luliana, y filosofía cartesiana, y filosofía kantiana, y filosofía hegeliana. Del mismo modo que afirmamos haber filosofía griega, filosofía alemana, filosofía inglesa, filosofía catalana.

No os cause extrañeza, queridos lectores: la filosofía como tal, es de sí misma indeterminada, incompleta, imperfecta. Su ser complementario, su determinación, su perfección, lo recibe o del filósofo-individuo o del filósofo-nación.

Ella es a la manera de una materia prima que tiene necesidad de un filósofo o de una nación -como de forma substancial- que le dé su ser específico.

Las filosofías que inmediata o mediatamente no son nacionales, no son perfectas o integrales.

Las filosofías que llevan inseparablemente el apelativo de un gran pensador, si las penetramos en su fondo, si examinamos los repliegues más escondidos de su alma, veremos al fin que son nacionales, ya que el pensador resulta siempre una pulsación consciente o inconsciente de un gran pueblo.

La misma filosofía de Santo Tomás alguien ha dicho, entre los tomistas, ser la filosofía nacional de Italia.

La filosofía sólo es perfecta e integral en la unión de sus dos elementos consubstanciales: el material y el formal.

El elemento material es la filosofía o verdad en sí misma; el elemento formal es el filósofo individuo, o, mejor aún, el filósofo-nación.

(Véanse mis obras:

La Filosofía Nacional de Catalunya; in totum.

El Sistema Científico Luliano; cap. 51.

Las Doctrinas lulianas en lo Congrés Universitari Catalá; discurso).

 

9

(F). Hasta el presente todos los grandes pensadores, así católicos como de la escuela racionalista, han podido ser guiados por el espíritu del Santo para orientar los latidos, las pulsaciones y tendencias filosóficas de cada época y para dar satisfactoria solución a los problemas filosóficos de candente actualidad.

La luz potente que despide el genio de nuestro Doctor ha podido iluminar nada menos que siete siglos.

Casi puede decirse de él, que ha sido cual una de esas colosales a par de inmensas canteras a donde acuden pueblos y generaciones para la edificación de ciudades suntuosas, monumentales y seculares, sin que ella parezca empequeñecerse.

Realmente, el genio es la imagen de lo infinito.

Y Santo Tomás en todo fue verdaderamente genial.

¿Va a suceder lo mismo de aquí en adelante?

Ello depende de las futuras evoluciones y derroteros del humano pensamiento (los que nos son totalmente desconocidos, siendo difícil cosa hacer profecías sobre ello); y depende, además, de las riquezas que oculte en su seno la llamada filosofía escolástica, cuyo representante más genuino es, sin disputa, el Ángel de las Escuelas.

Porque toda filosofía genial -y lo es la de nuestro Doctor- no despliega siempre y en toda ocasión las muchísimas modalidades de su riquísimos seno.

A medida que la ocasión se presenta, o la necesidad, aparecen ellas; no antes, ni después.

El genio filosófico, siendo la imagen de la Divinidad, es por lo mismo una semejanza de la divina Providencia.

¿Han sido aprovechadas ya por las generaciones de siete siglos los tesoros todos de la Filosofía tomista? -Puede que sí, y puede que no.

Lo que afirmamos, sí, es que él solo, o, si queréis, la Escolástica a quien representaba, se ha bastado para siete siglos; y que, además, puede aún guiarnos su espíritu para dar cumplida satisfacción al problema filosófico de la presente actualidad.

Del mañana no queremos hablar nosotros. Jamás hemos sentido vocación de profeta.

O mucho nos engañamos, o en sus obras hallamos nosotros el punto de partida y elementos apreciabilísimos para la solución del problema filosófico actual. No son ellas refractarias a las orientaciones del presente momento.

¿Está en ellas propuesto en su totalidad y solucionado el problema que nos ocupa? -No.

-¿Por qué no lo hizo, pues?

Porque la necesidad, ni tan siquiera la ocasión, era llegada.

La filosofía en Santo Tomás no era un sport.

Nuestro Santo filosofaba según las exigencias del presente, y las orientaciones del momento histórico.

No era partidario de la filosofía por la filosofía, sino de la filosofía por la utilidad del presente.

Era su espíritu, positivista, práctico, realista.

Los problemas, si son propuestos del todo y solucionados cumplidamente cuando las circunstancias no lo demandan, no son comprendidos, y por ende son olvidados, aunque sean muy transcendentales.

Que es lo que le pasó al Beato Raimundo Lulio. Solucionó el problema de la armonía entre Platón y Aristóteles, y demostró cumplidamente el valor científico del Descenso del entendimiento; mas, como uno y otro cometido no respondían a la marcha de los hombres y de las cosas, no eran exigidos por la época, los trabajos del Beato fueron olvidados, y por lo mismo la solución de dichos problemas quedóse en la sombra, permaneció desconocida.

De manera, estimados lectores, que el Angélico Doctor puede aún vivir entre nosotros, en pleno siglo vigésimo; y por ello, con razón exige de nuestros pragmatistas el reconocimiento de la beligerancia tomista.

¿Creéis, por ventura, que es pequeña esa gloria? Si tal dijerais, con ello daríais a entender que vivís divorciados del moderno concepto de la gloria filosófica.

El espíritu de Santo Tomás de Aquino se cierne todavía sobre los tiempos presentes, sobre el problema filosófico de nuestra más candente actualidad.

¿Cómo, preguntáis?

Vamos a verlo.

 

10

(G). Habíala pedido también en otros tiempos, o, mejor dicho, siempre; empero por razones que sería prolijo indicar (y, por otra parte, manifestadas quedan en la Historia de la Filosofía), no obtuvo satisfacción en sus tendencias y deseos. Otros problemas más perentorios de momento le salieron al paso a aquél, y así tuvo que ser relegado al olvido.