Pues no te
canse, señor, |
|
si te pusiere delante |
|
las altas obligaciones |
|
de tu regia, clara sangre; |
365 |
pues demás de que es
cumplir |
|
las órdenes de tu
padre, |
|
no desdice del intento |
|
de persuadirte y rogarte |
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con los partidos de paz, |
370 |
|
—129→ |
el que te ponga delante, |
|
de tu real progenie ilustre |
|
todas las antigüedades. |
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Pues si los ejemplos son |
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los que mejor persüaden, |
375 |
¿cuáles mejores que
aquellos |
|
que no en el volumen
frágil |
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del papel imprime tinta, |
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sino los que en el diamante |
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de su valor, reconoces |
380 |
que grabó tu propia
sangre? |
|
Del gran
patriarca Noé |
|
los descendientes, que antes |
|
ocuparon breves sitios, |
|
llegando a multiplicarse, |
385 |
por ensanchar sus dominios |
|
poblaron aquellas partes |
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de las provincias de Escandia, |
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donde los rayos solares |
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tan oblicuamente hieren, |
390 |
tan escasa lumbre esparcen, |
|
que, sincopada la luz, |
|
aun ya muere cuando nace. |
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Poblaron a la Süecia, |
|
Norvegia y Gotia; y en partes |
395 |
dividida ésta, llamaron |
|
a los que más
orientales |
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estaban, los ostrogodos; |
|
y para diferenciarse, |
|
los que al Occidente estaban, |
400 |
aunque todo era un linaje, |
|
se llamaron visigodos. |
|
Y porque
adviertas cuán grande |
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inconveniente es, de un reino, |
|
el de las parcialidades, |
405 |
esta leve diferencia |
|
ocasionó separarse |
|
en dos distintas coronas, |
|
y que reyes aclamasen |
|
de dos diversas familias: |
410 |
que en regias
antigüedades, |
|
|
—130→ |
aunque la serie se ve, |
|
el principio no se sabe, |
|
si no es, que los ostrogodos |
|
un príncipe de la
sangre |
415 |
de los ámalos
hacían, |
|
a quien rendir vasallaje, |
|
y los visigodos otro |
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del regio, claro linaje |
|
de los baltos, apellido |
420 |
que desde su origen trae |
|
sobrescrito su valor, |
|
pues en su antiguo lenguaje |
|
significaba atrevido. |
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No sé qué mayor
realce, |
425 |
qué alcurnia más
congrüente, |
|
ni qué nombre más
loable |
|
puedan tener nuestros reyes |
|
entre sus timbres reales, |
|
que el sobrenombre de baltos: |
430 |
que a las generosidades |
|
de un león español,
conviene |
|
el que Atrevido se llame. |
|
Pero volviendo
al intento, |
|
digo que a multiplicarse |
435 |
llegaron, de modo que |
|
siéndoles los patrios
lares |
|
a la muchedumbre estrechos, |
|
y mucho más al coraje |
|
que ya buscaba impaciente |
440 |
pretextos de dilatarse, |
|
determinaron salir |
|
a provincias más
capaces, |
|
donde creciese el imperio |
|
y el dominio se ensanchase, |
445 |
bien como el rayo oprimido, |
|
que impaciente de la
cárcel, |
|
rasgando el seno a la nube |
|
es escándalo del aire. |
|
Sintieron de su
valor |
450 |
las nocivas vecindades, |
|
Vandalia y después la
Escitia, |
|
|
—131→ |
como las más
confinantes; |
|
Ilírico y Macedonia, |
|
Tracia y diversos lugares |
455 |
de Asia, después; y
temiendo |
|
aun los monarcas más
grandes, |
|
más que al número, al
valor, |
|
se guardaron de incitarle: |
|
pues el grande macedón |
460 |
nunca quiso aventurarse |
|
con ellos; el rey de Epiro, |
|
Pirro, sus fogosidades |
|
llegó a temer; Julio
César |
|
tuvo por cuerdo dictamen |
465 |
el no irritarlos; Augusto |
|
solicitó por
süaves |
|
medios, con el parentesco, |
|
que su quietud no turbasen. |
|
Salieron, en fin, de Gotia, |
470 |
como suelen los enjambres |
|
de solícitas abejas |
|
a ocupar prados y valles: |
|
entraron por el Imperio, |
|
donde, por largas edades, |
475 |
en una prolija guerra |
|
se mantuvieron constantes, |
|
regidos de Atanarico; |
|
y él muerto, los
capitanes |
|
eligieron a Alarico, |
480 |
aquel que supo triunfante |
|
sujetar la ciudad que era |
|
la reina de las ciudades. |
|
A éste
sucedió Ataúlfo, |
|
que por llegar a casarse |
485 |
con Gala Placidia, hija |
|
de Teodosio, hizo las paces |
|
con Honorio emperador, |
|
cediéndole de su parte, |
|
por vía de
donación, |
490 |
las provincias y lugares |
|
que en Italia poseía; |
|
y el emperador, con darle |
|
|
—132→ |
las de la Galia y
España, |
|
le pagó: con que los
Alpes |
495 |
pasó animoso
Ataúlfo, |
|
primer rey que a coronarse |
|
de los godos en España |
|
llegó, dando a la más
grande |
|
monarquía que el Sol
mira, |
500 |
principio con sus afanes, |
|
no habiendo faltado el cetro |
|
en príncipes de su
sangre |
|
hasta ahora que (heredando |
|
sus espíritus
marciales) |
505 |
han dádole a su dominio |
|
por término los dos
mares. |
|
El decimosexto
rey |
|
es Leovigildo, tu padre; |
|
y desde que de la Gotia |
510 |
salieron a hacer examen |
|
de su valor, y tocaron |
|
los términos
imperiales, |
|
dejando la idolatría |
|
de sus bárbaros
altares, |
515 |
de los arrïanos dogmas |
|
admitieron las verdades, |
|
que en fe de serlo, del cielo, |
|
con evidentes señales, |
|
impetraron los auxilios, |
520 |
consiguieron las piedades. |
|
A este fin solo,
he querido |
|
¡oh, señor!,
representarte |
|
de tus regios ascendientes |
|
los triunfos inmemoriales. |
525 |
Si de la secta arrïana, |
|
siempre firmes y constantes, |
|
ellos nunca se apartaron, |
|
¿por qué quieres
tú apartarte? |
|
Si el seguir a los mayores |
530 |
siempre es la más
importarte |
|
máxima de los
gobiernos, |
|
¿por qué vas por otra
parte? |
|
Si ves que por testimonio |
|
|
—133→ |
de cuánto al cielo le
agrade |
535 |
la ley arrïana, da |
|
por premio de sus secuaces, |
|
triunfos, cetros y coronas, |
|
y al católico
arrogante, |
|
que la contradice, da |
540 |
muerte por castigo, y
cárcel, |
|
¿por qué tú
quieres, señor, |
|
seguir a estos miserables |
|
en el castigo, si puedes |
|
en la gloria, a los
triunfantes? |
545 |
La razón
de estado fue |
|
de tus mayores más
grave, |
|
mantener a los vasallos |
|
en la religión iguales. |
|
Y ya que en aqueste punto |
550 |
quieras seguir tu dictamen, |
|
¿qué razón
honesta puedes |
|
hallar para rebelarte |
|
contra aquél de quien el
ser |
|
y la fortuna heredaste? |
555 |
¿No ves que esas armas
mismas, |
|
que enseñas a
desleales, |
|
después
ejercitarán |
|
esa doctrina en tu sangre? |
|
El francés, que tus
designios |
560 |
fomenta, sólo lo hace |
|
porque de nuestras rüinas |
|
su fortuna se levante. |
|
Del poco seguro griego |
|
esas tropas auxiliares |
565 |
esperarán la
ocasión |
|
de que de entrambos se gasten |
|
en civil guerra las fuerzas, |
|
por triunfar de entrambas
partes. |
|
Si impaciente de
la vida |
570 |
del rey, por apresurarte, |
|
quieres quitarle el laurel |
|
y del cetro despojarle, |
|
poco podrá ya durar, |
|
y más en tales pesares; |
575 |
|
—134→ |
y entre tanto, la edad misma |
|
te irá entregando las
llaves |
|
del manejo y del gobierno. |
|
Considéralo bien antes, |
|
y no destruyas tú mismo |
580 |
el reino que es bien ampares, |
|
ni en la fama de tu gloria |
|
pongas mancha tan notable, |
|
como que a tu padre mismo |
|
la vida y reino quitaste. |
585 |
¡Vuelve en
tu acuerdo, señor! |
|
Si quieres reconciliarte |
|
con tu padre, ya te espera |
|
con sus brazos paternales |
|
desarmados; pero si |
590 |
obstinado los armares, |
|
volverá en ira el amor |
|
y en castigo las piedades. |
|
No quieras dar ocasión |
|
a que una guerra se trabe |
595 |
tan afrentosa, que no |
|
será menos lamentable |
|
al vencedor que al vencido; |
|
pues el que victoria aclame, |
|
será con llanto de
haber |
600 |
vertido su propia sangre. |
|