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Arriba Una conferencia

Victoria Ocampo ha leído en la Residencia de Señoritas, de Madrid, una conferencia: la disertación sobre Harlem que el público culto de Buenos Aires conoce. La prensa española no trae el eco de dicha lectura y el tono general de las crónicas a su respecto -su entusiasmo y calor- definen la resonancia profunda que en las atmósferas de altura obtienen las palabras dotadas de tal autoridad y belleza.

En su lectura de Madrid, Victoria Ocampo agregó al texto conocido las siguientes palabras finales:

Si mi paso por Madrid no hubiera sido tan rápido, si me hubiera dejado disponer de algún tiempo, hubiera querido escribiros unas páginas sobre algunos aspectos de la otra América, de la mía, de la que, en cierto modo, es también vuestra. Hubiera con vosotros intentado mirarla desde lejos, hubiera querido mirarla desde aquí, interponiendo, para verla mejor, toda vuestra tierra entre ella y yo. Pero ahora me es imposible. Considerad que estoy invadida por vuestra España.

En cada calleja de esos pueblos castellanos, ante los paisajes que me eran desconocidos y a la vez familiares, me siento a punto de descubrir el lugar mismo del que yo partí hace siglos. La más pobre casucha blanqueada con cal me conmueve porque reconozco en ella lo que nunca he dejado de amar, lo que por una extraña e invencible predilección mía he llevado, sin darme cuenta, desde España a América.

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No es sólo El Escorial el que me puede hablar al corazón y al gusto en un lenguaje más mío que el de los monumentos más bellos de Francia o de Italia. Visité uno de estos días con Victoria Kent la Cárcel de Mujeres, de Alcalá. Aquellos muros blancos, aquellos tiestos de flores chillonas, aquella desnudez limpia, y el campo árido y tirante, clavado en cada una de las ventanas, todas aquellas cosas se apoderaron de mí súbitamente. He amado todo eso por instinto antes de conocer a España, antes de ver que lo que me obsesionaba en este violento preferir era la esencia misma de España.

El otro día pasamos por Illescas y, naturalmente, fuimos a ver el «San Ildefonso» del Greco. Había en la carretera una luz deslumbradora. Al entrar en la iglesia nos sentimos casi ciegos, incapaces de distinguir, al pronto, los colores del cuadro. Tuvimos que esperar hasta que nuestros ojos quedasen domesticados por la penumbra.

Me encuentran ahora ustedes en trance análogo. Lleno de un inmenso camino vacío y anegado de luz. Mis ojos ciegos, deslumbrados de América, caen en esta España, rica de sombras magníficas; sombras de su pasado, que es también el nuestro. Y espero humildemente, como ante el «San Ildefonso» del Greco, que jirón a jirón me sea restituido mi tesoro.









ESTE CUARTO NÚMERO DE SUR ACABÓ
DE IMPRIMIRSE EN NOVIEMBRE DE 1931
EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE
FRANCISCO A. COLOMBO
SAN ANTONIO DE ARECO
Y BUENOS AIRES