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Romances




ArribaAbajo

- I -


Romance que resuelve con ingenuidad sobre problemas entre las instancias de la obligación y el afecto


ArribaAbajo    Supuesto, discurso mío
que gozáis en todo el orbe,
entre aplausos de entendido,
de agudo veneraciones,

    mostradlo en el duro empeño  5
en que mis ansias os ponen,
dando salida a mis dudas,
dando aliento a mis temores.

    Empeño vuestro es el mío;
mirad que será desorden  10
ser en causa ajena agudo
y en la vuestra propia torpe.

    Ved que es querer las causas,
con efectos desconformes,
nieves el fuego congele,  15
que la nieve llamas brote.

    Manda la razón de estado
que, atendiendo a obligaciones,
las partes de Fabio olvide,
las prendas de Silvio adore.  20
-64-

    O que al menos, si no puedo
vencer tan fuertes pasiones,
cenizas de disimulo
cubran amantes ardores.

    ¡Qué vano disfraz la juzgo!  25
Pues harán, cuando más obren,
que no se mire la llama
no que el ardor no se note.

    ¿Cómo podré yo mostrarme,
entre estas contradicciones,  30
a quien no quiero, de cera,
a quien adoro, de bronce?

    ¿Cómo el corazón podrá,
cómo sabrá el labio torpe
fingir halago, olvidando,  35
mentir, amando, rigores?

    ¿Cómo sufrir abatido,
entre tan bajas ficciones,
que lo desmienta la boca
podrá un corazón tan noble?  40

   ¿Y cómo podrá la boca
cuando el corazón se enoje,
fingir cariños, faltando
quien le ministre razones?

    ¿Podrá mi noble altivez  45
consentir que mis acciones
de nieve y de fuego sirvan
de ser fábula del orbe?

    Y yo doy, que tanta dicha
tenga, que todos los ignoren:  50
para pasar la vergüenza
¿no basta que a mí me conste?

    Que aquesto es razón me dicen
los que la razón conocen:
¿pues cómo la razón puede  55
forjarse de sinrazones?
-65-

    ¿Qué te costaba, hado impío,
dar al repartir tus dones
o los méritos de Fabio
o a Silvio las perfecciones?  60

    Dicha y desdicha de entrambos
la suerte les descompone,
con que el uno su desdicha
y el otro su dicha ignore.

    ¿Quién ha visto que tan varia  65
la fortuna se equivoque
y que el dichoso padezca
porque el infelice goce?

    No me convence el ejemplo
que en el Mongibelo ponen,  70
que en él es natural gala
y en mi violencia disforme.

   Y resistir el combate
de tan encontrados golpes
no cabe en lo sensitivo  75
y puede sufrirlo un monte.

   ¡Oh vil arte cuyas reglas
tanto a la razón se oponen,
que para que se ejecuten
es menester que se ignoren!  80

    ¿Qué hace en adorarme Silvio?
¿Cuando más fino blasone,
quererme es más que seguir
de su inclinación el norte?

    Gustoso vive en su empleo  85
sin que disgustos le estorben:
¿pues qué vence, si no vence
por mí en sus inclinaciones?

    ¿Qué víctimas sacrifica,
qué incienso en mis aras pone,  90
si cambia sus rendimientos
al precio de mis favores?
-66-

    Más hago yo; pues no hay duda
que hace finezas mayores
que el que voluntario ruega,  95
quien violenta corresponde.

    Porque aquél sigue obediente
de su estrella el curso dócil,
y éste contra la corriente
de su destino se opone.  100

    Él es libre para amarme,
aunque otra su amor provoque.
¿Y no tendré yo la misma
libertad en mis acciones?

    Si él restituir no puede,  105
su incendio mi incendio abone:
violencia que a él le sujeta,
¿qué mucho que a mí me postre?

    ¿No es rigor, no es tiranía,
siendo iguales las pasiones,  110
no poder él reportarse
y querer que me reporte?

    Quererle porque él me quiere
no es justo que amor se nombre:
que no ama quien para amar  115
el ser amado supone.

   No es amor correspondencia:
causas tiene superiores,
que las concilian los astros
o la engendran perfecciones.  120

    Quien ama porque es querida,
sin otro impulso más noble,
desprecia el amante y ama
sus propias adoraciones.

    Del humo del sacrificio  125
quiere los vanos honores,
sin mirar si al oferente
hay méritos que le adornen.
-67-

    Ser potencia y ser objeto
a toda razón se opone;  130
porque era ejercer en sí
sus propias operaciones.

    A parte rei se distinguen
el objeto que conoce;
y lo amable, no lo amante,  135
es blanco de sus arpones.

    Amor no busca la paga
de voluntades conformes;
que tan bajo interés fuera
indigna usura en los dioses.  140

    No hay cualidad que en él pueda
imprimir alteraciones
del velo de los desdenes,
del fuego de los favores.

    Su ser es inaccesible  145
al discurso de los hombres;
que aunque el efecto se sienta,
la esencia no se conoce.

   Y en fin, cuando en mi favor
no hubiere tantas razones,  150
mi voluntad es de Fabio:
Silvio y el mundo perdonen.




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- II -


Acusa la hidropesía de mucha ciencia, que teme inútil, aun para saber, y nociva para vivir


ArribaAbajo    Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario.

    Que pues sólo en la aprehensión  5
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.
-68-

    Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso  10
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.

    Todo el mundo es opiniones,
de pareceres tan varios,
que lo que el uno, que es negro,  15
el otro prueba que es blanco.

    A uno sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado,
y lo que éste por alivio
aquél tiene por trabajo.  20

    El que está triste censura
al alegre de liviano
y el que está alegre se burla
de ver al triste penando.

   Los dos filósofos griegos  25
bien esta verdad probaron;
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

    Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,  30
sin que cuál acertó esté
hasta ahora averiguado.

    Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta  35
sigue cada cual el bando.

    Uno dice que de risa
sólo es digno el mundo vario,
y otro que sus infortunios
son sólo para llorados.  40

    Para todo se halla prueba
y razón en que fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.
-69-

    Todos son iguales jueces,  45
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.

    Pues si no hay quien lo sentencie
¿por qué pensáis vos, errado,  50
que os sometió Dios a vos
la decisión de los casos?

    ¿O por qué, contra vos mismo
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce  55
queréis elegir lo amargo?

    Si es mío mi entendimiento
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?  60

    El discurso es un acero
que sirve por ambos cabos:
de dar muerte, por la punta;
por el pomo, de resguardo.

    Si vos, sabiendo el peligro,  65
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?

   No es saber, saber hacer
discursos sutiles vanos;  70
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

   Especular las desdichas
y examinar los presagios
sólo sirve de que el mal  75
crezca con anticiparlo.

    En los trabajos futuros
la atención sutilizando
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.  80
-70-

    ¡Qué feliz es la ignorancia
del que indoctamente sabio
halla, de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!

    No siempre suben seguros  85
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.

    También es vicio el saber,
que si no se va atajando,  90
cuanto menos se conoce
es más nocivo el estrago.

    Y si el vuelo no le abaten,
es sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso  95
olvida lo necesario.

    Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quitan la sustancia al fruto
la locura de los ramos.  100

    Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.

    En amenidad inútil  105
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño
que ostente flores el mayo?

    ¿De qué le sirve al ingenio
el producir muchos partos  110
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?

   Ya esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,  115
si no muerto, lastimado.
-71-

   El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.  120

    Es de su propio señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.

   Este pésimo ejercicio,  125
este duro afán pesado,
a los hijos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.

    ¿Qué loca ambición nos lleva,
de nosotros olvidados?  130
Si es que vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?

   ¡Oh, si como hay de saber
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar  135
se enseñaran los trabajos!

    ¡Qué felizmente viviera
el que flojamente cauto
burlara las amenazas
del influjo de los astros!  140

    Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso
tanto le usurpo a los años.

  -72-  


ArribaAbajo

- III -


Discurre, con ingenuidad ingeniosa, sobre la pasión de los celos. Muestra que su desorden es senda única para hallar al amor y contradice un problema de don José Montoro, uno de los más célebres poetas de este siglo


ArribaAbajo    Si es causa amor productivo
de diversidad de afectos,
que, con producirlos todos,
se perficiona a sí mesmo:

    y si el uno de los más  5
naturales son los celos,
¿cómo sin tenerlos puede
el amor estar perfecto?

    Son ellos de que hay amor
el signo más manifiesto:  10
como la humedad del agua
y como el humo del fuego.

    No son (que dicen) de amor
bastardos hijos groseros;
sino legítimos, claros  15
sucesores de su imperio.

    Son crédito y prueba suya,
pues sólo pueden dar ellos
auténticos testimonios
de que es amor verdadero.  20

    Porque la fineza, que es
de ordinario el tesorero
a quien remite las pagas
amor de sus libramientos,

    ¿cuántas veces, motivada  25
de otros impulsos diversos,
ejecuta por de amor
decretos de galanteo?
-73-

   El cariño ¿cuántas veces,
por dulce entretenimiento,  30
fingiendo quilates, crece
la mitad del justo precio?

   ¿Y cuántas más el discurso,
por ostentarse discreto,
acredita por de amor  35
partos del entendimiento?

    ¿Cuántas veces hemos visto
disfrazada en rendimientos
a la propia conveniencia,
a la tema o al empeño?  40

   Sólo los celos ignoran
fábricas de fingimientos,
que, como son locos, tienen
propiedad de verdaderos.

   Los gritos que ellos dan son,  45
sin dictamen de su dueño,
no ilaciones del discurso,
sino abortos del tormento.

   Como de razón carecen,
carecen del instrumento  50
de fingir, que aquesto sólo
es en lo irracional bueno.

   Desbocados ejercitan
contra sí el furor violento,
y no hay quien quiera en su daño  55
mentir, sino en su provecho.

   Del frenético, que fuera
de su natural acuerdo
de despedaza, no hay quien
juzgue que finge el extremo.  60

    En prueba de esta verdad,
mírense cuántos ejemplos
en bibliotecas de siglos
guarda el archivo del tiempo.
-74-

    A Dido fingió el troyano,  65
mintió a Adriadna Teseo,
ofendió a Minos Pasife
y engañaba a Marte Venus.

    Semíramis mató a Nino,
Elena deshonró al griego,  70
Jasón agravió a Medea
y dejó a Olimpia Vireno.

    Betsabé engañaba a Urías,
Dalila al caudillo hebreo,
Jael a Sísara horrible,  75
Judit a Holofernes fiero.

    Éstos y otros, que mostraban
tener amor, sin tenerlo,
todos fingieron amor,
mas ninguno fingió celos.  80

    Porque aquél puede fingirse
con otro color, mas éstos
son la prueba del amor
y la prueba de sí mesmos.

    Si ellos no tienen más padres  85
que el amor, luego son ellos
sus más naturales hijos
y más legítimos dueños.

   Las demás demostraciones,
por más que finas las vemos,  90
pueden no mirar a amor
sino a otros varios respectos.

    Ellos solos se van con él,
como la causa y efecto:
¿hay celos?, luego hay amor;  95
¿hay amor?, luego habrá celos.

    De la fiebre ardiente suya
son el delirio más cierto;
que, como están sin sentido,
publican lo más secreto.  100
-75-

    El que no los siente, amando,
del indicio más pequeño,
en tranquilidad de tibio
goza bonanzas de necio.

    Que asegurarse en las dichas  105
solamente puede hacerlo
la villana confianza,
el propio merecimiento.

   Bien sé que tal vez furiosos
suelen pasar desatentos,  110
a profanar de lo amado
osadamente el respeto.

    Mas no es esto esencia suya,
sino un accidente anexo,
que tal vez los acompaña  115
y tal vez deja de hacerlo.

    Mas doy que siempre: aún debiera
el más soberano objeto,
por la prueba de lo fino,
perdonarles lo grosero.  120

   Mas no es, vuelvo a repetir,
preciso que el pensamiento
pase a ofender del decoro
los sagrados privilegios.

    Para tener celos basta  125
sólo el temor de tenerlos;
que ya está sintiendo el daño
quien está sintiendo el riesgo.

   Temer yo que haya quien quiera
festejar a quien festejo,  130
aspirar a mi fortuna
y solicitar mi empleo,

    no es ofender lo que adoro,
antes es un alto aprecio
de pensar que deben todos  135
adorar lo que yo quiero.
-76-

   Y éste es un dolor preciso,
por más que divino el dueño
asegure en confianza
prerrogativas de exento.  140

    Decir que éste no es cuidado
que llegue a desasosiego,
podrá decirlo la boca,
mas no comprobarlo el pecho.

    Persuadirme a que es lisonja  145
amor lo que yo apetezco,
aprobarme la elección
y calificar mi empleo;

    a quien tal tiene a lisonja
nunca le falte este obsequio:  150
que yo juzgo que aquí sólo
son duros los lisonjeros.

    Pues sólo fuera, a poder
contenerse estos afectos
en la línea del aplauso  155
o en el coto del cortejo.

    ¿Pero quién con tal medida
les podrá tener el freno
que no rompan desbocados
el alacrán del consejo?  160

    Y aunque ellos en sí no pasen
el término de lo cuerdo,
¿quién lo podrá persuadir
a quien los mira con miedo?

    Aplaudir lo que yo estimo,  165
bien puede ser sin intento
segundo; mas ¿quién podrá
tener mis temores quedos?

    Quien tiene enemigos, suele
decir que no tenga sueño;  170
pues ¿cómo ha de sosegarse
el que los tiene tan ciertos?
-77-

   Quien en frontera enemiga
descuidado ocupa el lecho,
sólo parece que quiere  175
ser del contrario trofeo.

    Aunque inaccesible sea
el blanco: si los flecheros
son muchos, ¿quién asegura
que alguno no tenga acierto?  180

   Quien se alienta a competirme
aun en menores empeños,
es un dogal que compone
mis ahogos de su aliento.

   ¿Pues qué será el que pretende  185
excederme los afectos,
mejorarme las finezas
y aventajar los deseos?

    ¿Quién quiere usurpar mis dichas?
¿Quién quiere ganarme el premio?  190
¿Y quién en galas del alma
quiere dejar más bien puesto?

    ¿Quién para su exaltación
procura mi abatimiento
y quiere comprar su gloria  195
a costa de mis desprecios?

    ¿Quién pretende, con los suyos,
deslucir mis sentimientos:
que en los desaires del alma
es el más sensible duelo?  200

    Al que este dolor no llega
al más reservado seno
del alma, apueste insensibles
competencias con el hielo.

    La confianza ha de ser  205
con proporcionado medio:
que deje de ser molestia
sin pasar a ser despego.
-78-

    El que es discreto, a quien ama
le ha de mostrar que el recelo  210
lo tiene en la voluntad
y no en el entendimiento.

    Un desconfiar de sí
y un estar siempre temiendo
que podrá exceder al mío  215
cualquiera mérito ajeno:

    un temer que la fortuna
podrá con airado ceño
despojarme por indigno
del favor que no merezco:  220

    no sólo no ofende; antes
es el esmalte más bello
que a las joyas de lo fino
les puede dar lo discreto.

    Y aunque algo exceda la queja,  225
nunca queda mal, supuesto,
que es gala de lo sentido
exceder de lo modesto.

   Lo atrevido es un celoso,
lo irracional y lo terco,  230
prueba es de amor, que merece
la beca de su colegio.

    Y aunque muestre que se ofende,
yo sé que por allá dentro
no le pesa a la más alta  235
de mirar tales extremos.

   La más airada deidad
al celoso más grosero
le está aceptando servicios
los que riñe atrevimientos.  240

    La que se queja oprimida
del natural más estrecho
hace ostentación de amada
el que parece lamento.
-79-

    De la triunfante hermosura  245
tiran el carro soberbio
el desdichado con quejas
y el celoso con despechos.

    Uno de sus sacrificios
es este dolor acerbo,  250
y ella, ambiciosa, no quiere
nunca tener uno menos.

    ¡Oh doctísimo Montoro,
asombro de nuestros tiempos,
injuria de los Virgilios,  255
afrenta de los Homeros!

    Cuando de amor prescindiste
este inseparable afecto
(precisión que sólo pudo
formarla tu entendimiento),  260

    bien se ve que sólo fue
la empresa de tus talentos
el probar lo más difícil,
no persuadir a creerlo.

   Al modo de aquellos que  265
sutilmente defendieron
que de la nube los campos
se visten de color negro.

    De tu sutileza fue
airoso, galán empeño,  270
sofística bizarría
de tu soberano ingenio.

    Probar lo que no es probable
bien se ve que fue el intento
tuyo, porque lo evidente  275
probado se estaba ello.

   Acudiste al partido
que hallaste más indefenso
y a la opinión desvalida
ayudaste caballero.  280
-80-

    Éste fue tu fin; y así,
debajo de este supuesto,
no es ésta, ni puede ser,
réplica de tu argumento,

    sino sólo una obediencia  285
mandada de gusto ajeno,
cuya insinuación en mí
tiene fuerza de precepto.

   Confieso que de mejor
gana siguiera mi genio  290
el extravagante rumbo
de tu no hallado sendero.

    Pero, sobre ser difícil,
inaccesible lo has hecho,
pues el mayor imposible  295
fuera ir en tu seguimiento.

   Rumbo que estrenan las alas
de tu remontado vuelo
(aun determinando al daño)
no lo intentara un despecho.  300

   La opinión que yo quería
seguir, seguiste primero;
dísteme celos, y tuve
la contraria con tenerlos.

    Con razón se reservó  305
tanto asunto a tanto ingenio;
que a fuerzas sólo de Atlante
fía la esfera su peso.

   Tenla, pues, que si consigues
persuadirla al universo,  310
colgará el género humano
sus cadenas en tu templo.

    No habrá quejosos de amor,
y en sus dulces prisioneros
serán las cadenas oro  315
y no dorados los yerros.
-81-

   Será la sospecha inútil,
estará ocioso el recelo,
desterrarase el indicio
y perderá el ser el miedo.  320

    Todo será dicha, todo
felicidad y contento,
todo venturas, y en fin
pasará el mundo a ser cielo.

    Deberanle los mortales  325
a tu valeroso esfuerzo
la más dulce libertad
del más duro cautiverio.

    Mucho te deberán todos,
y yo más que todos debo  330
las discretas instrucciones
a las luces de tus versos.

    Dalos a la estampa, porque
en caracteres eternos
viva tu nombre, y con él  335
se extienda el común provecho.




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- IV -


Romance que en sentidos afectos produce el dolor de una ausencia


ArribaAbajo    Ya que para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,

    háblente los tristes rasgos,  5
entre lastimeros ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros.

   Y aún ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto;  10
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.
-82-

    Hablar me impiden mis ojos,
y es que se anticipan ellos
viendo lo que he de decirte,  15
a decírtelo primero.

    Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos.  20

    Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobras turbados
mis confusos pensamientos.

   Mira cómo ya el vivir  25
me sirve de afán grosero,
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.

    Mira la muerte, que esquiva
huye, porque la deseo;  30
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio.

    Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,  35
sólo en el sentir es cuerpo.

   Mira cómo el alma misma
aún teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.  40

   En lágrimas y suspiros,
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua
y ésta se resuelve en viento.

    Ya no me sirve la vida,  45
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.
-83-

    ¿Mas por qué gasto razones
en contar mi pena, y dejo  50
de decir lo que es preciso
por decir lo que estás viendo?

    En fin, te vas: ¡ay de mí!,
dudosamente lo pienso;
pues si es verdad, no estoy viva,  55
y si viva, no lo creo.

    ¿Posible es que ha de haber día
tan infausto, tan funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?  60

    ¿Posible es que ha de llegar
el rigor a tan severo
que no ha de darle tu vista
a mis pesares aliento?

   ¿Que no he de ver tu semblante?  65
¿Que no he de escuchar tus ecos?
¿Que no he de gozar tus brazos?
¿Ni me ha de animar tu aliento?

   ¡Ay, mi bien! ¡Ay, prenda mía!
¡Dulce fin de mis deseos!  70
¿Por qué me llevas el alma,
dejándome el sentimiento?

    Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto
tanta muerte en una vida  75
tanto dolor en un muerto.

   Mas ya que es preciso (¡ay triste!)
en mi infelice suceso
ni vivir con la esperanza
ni morir con el tormento,  80

    dame algún consuelo tú
en el dolor que padezco,
y quien en el suyo muere
viva siquiera en tu pecho.
-84-

   No te olvides que te adoro,  85
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.

    Acuérdate que mi amor,
haciendo gala del riesgo,  90
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.

    Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber  95
empezado ya en empeño.

   Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos,
y lo que juró tu boca
no lo desmienten tus hechos.  100

    Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor el dolor
que se contiene en lo atento.

    Y adiós, que con el ahogo  105
que me embarca los alientos
ni sé ya lo que te digo
ni lo que te escribo leo.




ArribaAbajo

- V -


En que expresa los efectos del Amor Divino, y propone morir amante, a pesar de todo riesgo


ArribaAbajo    Traigo conmigo un cuidado,
y tan esquivo, que creo
que aunque sé sentirlo tanto
aún yo mismo no lo siento.

   Es amor, pero es amor  5
que, faltándole lo ciego,
los ojos que tiene son
para darle más tormento.
-85-

    El término no es a quo,
que causa el pesar que veo  10
que siendo el término el bien
todo el dolor es el medio.

   Si es lícito y aún debido
este cariño que tengo,
¿por qué me han de dar castigo  15
porque pago lo que debo?

   ¡Oh, cuánta fineza! ¡Oh, cuántos
cariños he visto tiernos!
Que amor que se tiene a Dios
es calidad sin opuestos.  20

    De lo lícito no puede
hacer contrarios conceptos,
con que es amor que al olvido
no puede vivir expuesto.

    Yo me acuerdo (¡ah, nunca fuera!)  25
que he querido en otro tiempo
lo que pasó de locura
y lo que excedió de extremo.

    Mas como era amor bastardo
y de contrarios compuesto,  30
fue fácil desvanecerse,
de achaque de su ser mesmo.

    Mas ahora (¡ay de mí!) está
tan en su natural centro
que la virtud y razón  35
son quien aviva su incendio.

    Quien tal oyere dirá
que si es así ¿por qué peno?
Mas mi corazón ansioso
dirá que por eso mesmo.  40

   ¡Oh, humana flaqueza nuestra,
adonde el más puro afecto
aún no sabe desnudarse
del natural sentimiento!
-86-

    Tan precisa es la apetencia  45
que a ser amados tenemos,
que aun sabiendo que no sirve
nunca dejarla sabemos.

   Que corresponda a mi amor
nada añade; mas no puedo  50
(por más que lo solicito)
dejar yo de apetecerlo.

   Si es delito, yo lo digo;
si es culpa, ya lo confieso;
mas no puedo arrepentirme  55
por más que hacerlo pretendo.

   Bien ha visto quien penetra
lo interior de mis secretos
que yo misma estoy formando
los dolores que padezco.  60

   Bien sabe que soy yo misma
verdugo de mis deseos,
pues muertos entre mis ansias
tienen sepulcro en mi pecho.

    Muero (¿quién lo creerá?) a manos  65
de la cosa que más quiero,
y el motivo de matarme
es el amor que le tengo.

    Así alimentando triste
la vida con el veneno,  70
la misma muerte que vivo
es la vida con que muero.

    Pero valor, corazón,
porque en tal dulce tormento,
en medio de cualquier suerte  75
no dejar de amar protesto.

  -87-  


ArribaAbajo

- VI -


Al mismo intento


ArribaAbajo    Mientras la gracia me excita
por elevarme a la esfera,
mas me abate a lo profundo
el peso de mis miserias.

    La virtud y la costumbre  5
en el corazón pelean
y el corazón agoniza
en tanto que lidian ellas.

    Y aunque es la virtud tan fuerte
temo que tal vez la venzan,  10
que es muy grande la costumbre
y está la virtud muy tierna.

    Oscurécese el discurso
entre confusas tinieblas;
pues ¿quién podrá darme luz,  15
si está la razón a ciegas?

   De mí misma soy verdugo
y soy cárcel de mí mesma:
¿quién vio que pena y penante
una propia cosa sean?  20

    Hago disgusto a lo mismo
que más agradar quisiera,
y el disgusto que doy
en mí resulta la pena.

    Amo a Dios y siento en Dios,  25
y hace mi voluntad mesma
de lo que es alivio, cruz,
del mismo puerto, tormenta.

   Padezca, pues Dios lo manda;
mas de tal manera sea,  30
que si son penas las culpas
que no sean culpas las penas.

  -88-  


ArribaAbajo

- VII -


A Cristo Sacramentado, día de comunión


ArribaAbajo    Amante dulce del alma,
bien soberano a que aspiro,
tú que sabes las ofensas
castigar a beneficios;

   divino imán en que adoro:  5
hoy que tan propicio os miro,
que me mimáis la osadía
de poder llamaros mío:

    hoy que en unión amorosa
pareció a vuestro cariño  10
que si no estabais en mí
era poco estar conmigo;

    hoy que para examinar
el afecto con que os sirvo
al corazón en persona  15
habéis entrado vos mismo,

    pregunto: ¿es amor o celos
tan cuidadoso escrutinio?
Que quien lo registra todo
da de sospechar indicios.  20

    Mas ¡ay, bárbara ignorante,
y qué de errores he dicho,
como si el estorbo humano
obstara al lince divino!

    Para ver los corazones  25
no es menester asistirlos,
que para vos son patentes
las entrañas del abismo.

    Con una intuición presente
tenéis en vuestro registro  30
el infinito pasado
hasta el presente finito.
-89-

    Luego no necesitabais
para ver el pecho mío,
si lo estáis mirando sabio,  35
entrar a mirarlo fino.

    Luego es amor, no celos,
lo que en vos miro.




ArribaAbajo

Romance decasílabo


Pinta la proporción hermosa de la excelentísima señora condesa de Paredes, con otra de cuidados, elegantes esdrújulos, que aún le remite desde Méjico a su excelencia


ArribaAbajo    Lámina sirva el cielo al retrato,
Lísida, de su angélica forma;
cálamos forme el sol de sus luces,
sílabas las estrellas componga.

    Cárceles tu madeja fabrica,  5
dédalo que sutilmente forma
vínculos de dorados Ofires,
Tíbares de prisiones gustosas.

    Hécate, no triforme, mas llena,
pródiga de candores asoma,  10
trémula no en tu frente se oculta,
fúlgida su esplendor desemboza.

    Círculo dividido en dos arcos,
pérsica forman lid belicosa:
áspides que por flechas disparas,  15
víboras de halagüeña ponzoña.

   Lámparas, tus dos ojos, febeas,
súbitos resplandores arrojan;
pólvora que a las almas que llega
tórridas abrasadas transforma.  20

    Límite de una y otra luz pura,
último, tu nariz judiciosa,
árbitro es, entre dos, confinantes,
máquina que divide una y otra.
-90-

    Cátedras del abril tus mejillas,  25
clásicas dan a mayo estudiosas
métodos a jazmines nevados,
fórmula rubicunda a las rosas.

    Lágrimas del aurora congela,
búcaro de fragancia tu boca,  30
rúbrica con jazmines escrita,
cláusula de coral y de aljófar.

   Cóncavo es, breve pira, en la barba,
pórfido en que las almas reposan;
túmulo les eriges de luces,  35
bóveda de luceros las honra.

    Tránsito a los jardines de Venus,
órgano es de marfil, en canora
música tu garganta, que en dulces
éxtasis aun al viento aprisiona.  40

    Pámpanos de cristal y de nieve,
cándidos tus dos brazos provocan,
Tántalos, los deseos ayunos,
míseros sienten frutas y ondas.

    Dátiles de alabastro tus dedos,  45
fértiles de sus dos palmas brotan;
frígidos, si los ojos los miran;
cálidos, si las almas los tocan.

    Bósforo de estrechez, tu cintura,
cíngulo ciñe breve por zona;  50
rígida (si de seda) clausura,
músculos nos oculta ambiciosa.

    Cúmulo de primores tu talle,
dóricas esculturas asombra,
jónicos lineamientos desprecia,  55
émula su labor de sí propia.

    Móviles pequeñeces tus plantas,
sólidos pavimentos ignoran;
mágicos, que a los vientos que pisan
tósigos de beldad inficionan.  60
-91-

   Plátano, tu gentil estatura,
flámula es que a los aires tremola;
ágiles movimientos que esparcen
bálsamo de fragantes aromas.

   Índices de tu rara hermosura,  65
rústicas estas líneas son cortas;
Cítara solamente de Apolo
méritos cante tuyos sonora.



  -[92]-     -93-  
ArribaAbajo

Endechas




ArribaAbajo

- I -


Que expresan cultos conceptos de afecto singular


ArribaAbajo   Sabrás, querido Fabio,
si ignoras que te quiero,
que ignorar lo dichoso
es muy de lo discreto;

   que apenas fuiste blanco  5
en que el rapaz arquero
del tiro indefectible
logró el mejor acierto,

    cuando en mi pecho amante
brotaron el incendio  10
de recíprocas llamas
conformes ardimientos.

   ¿No has visto, Fabio mío,
cuando el señor de Delas
hiere con armas de oro  15
la luna de un espejo,

    que haciendo en el cristal
reflejo el rayo bello
hiere repercusivo
al más cercano objeto?  20

    Pues así del amor
las flechas, que en mi pecho
tu resistente nieve
les dio mayor esfuerzo,
-94-

    vueltas a mí las puntas,  25
dispuso amor soberbio,
sólo con un impulso,
dos alcanzar trofeos.

    Díganlo las ruinas
de mi valor deshecho  30
que en contritas cenizas
predican escarmientos.

    Mi corazón lo diga,
que en padrones eternos
inextinguibles guarda  35
testimonios del fuego.

    Segunda Troya, el alma,
de ardientes Mongibelos
es pavesa a la saña
de más astuto griego.  40

   De las sangrientas viras
los enervados hierros
por las venas difunden
el amable veneno.

    Las cercenadas voces,  45
que en balbucientes ecos,
si el amor las impele,
las retiene el respeto.

    Las niñas de mis ojos,
que con mirar travieso  50
sinceramente parlan
del alma los secretos.

    El turbado semblante
y el impedido aliento
en cuya muda calma  55
da voces el afecto.

    Aquel decirte más,
cuando me explico menos,
queriendo en negaciones
expresar los conceptos.  60
-95-

    Y en fin, dígaslo tú,
que de mis pensamientos,
lince sutil, penetras
los más ocultos senos.

    Si he dicho que te he visto,  65
mi amor está supuesto,
pues es correlativo
de tus merecimientos.

    Si a ellos atiendes, Fabio,
con indicios más ciertos  70
verás de mis finezas
evidentes contextos.

   Ellos a ti te basten,
que si prosigo, pienso
que con superfluas voces  75
su autoridad ofendo.




ArribaAbajo

- II -


Que explican un ingenioso sentir de ausente y desdeñado


ArribaAbajo    Me acerco y me retiro:
¿quién sino yo hallar puedo
a la ausencia en los ojos
la presencia en lo lejos?

    Del desprecio de Filis  5
infelice me ausento:
¡ay de aquel de quien es
aún perdida el desprecio!

    Tan atento la adora,
que en el mal que padezco  10
no siento sus rigores
tanto como el perderlos.

    No pierdo al partir sólo
los bienes que poseo,
si en Filis, que no es mía,  15
pierdo lo que no pierdo.
-96-

    ¡Ay de quien un desdén
lograba tan atento
que por no ser dolor
no se atrevió a ser premio!  20

    Pues viendo en mi destino
preciso mi destierro,
me desdeñaba más
porque perdiera menos.

   ¡Ay! ¿Quién te enseñó, Filis,  25
tan primoroso medio:
vedar a los desdenes
el traje del afecto?

    A vivir ignorado
de tus luces me ausento,  30
donde ni aun mi mal sirva
a tu desdén de obsequio.




ArribaAbajo

- III -


Consuelos seguros en el desengaño


ArribaAbajo   Ya, desengaño mío,
llegasteis al extremo
que pudo en vuestro ser
verificar el serlo.

   Todo lo habéis perdido:  5
mas no todo, pues creo
que aun a costa es de todo
barato el escarmiento.

   No envidiaréis de amor
los gustos lisonjeros  10
que está un escarmentado
muy remoto del riesgo.

   El no esperar alguno
me sirve de consuelo,
que también es alivio  15
el no buscar remedio.
-97-

   En la pérdida misma
los alivios encuentro,
pues si perdí el tesoro,
también se perdió el miedo  20

   No tener qué perder
me sirve de sosiego,
que no teme ladrones
desnudo el pasajero.

    Ni aun la libertad misma  25
tenerla por bien quiero,
que luego será daño
si por tal la poseo.

    No quiero más cuidados
de bienes tan inciertos,  30
sino tener el alma
como que no la tengo.




ArribaAbajo

- IV -


Demostrando afectos de un favorecido que se ausenta


ArribaAbajo    Divino dueño mío,
si al tiempo de apartarme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males,  5

    aliéntese el dolor
si puede lamentarse
y a vista de perderse
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire,  10

    apenas de tus ojos
quise al Sol elevarme
cuando mi precipicio
da en sentidas señales
venganza al fuego, nombre a los mares.  15
-98-

    Apenas tus favores
quisieron coronarse,
dichoso más que todos,
felice como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.  20

    Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten.  25

   ¡Ay dura ley de ausencia!
¿Quién podrá derogarte,
si adonde yo no quiero
me llevas sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?  30

   Será de tus favores
sólo el corazón cárcel,
por ser aún el silencio,
si quiero que los guarde,
custodio indigno, siglo frágil.  35

    Y puesto que me ausento,
por el último valle,
te prometo rendido
mi amor, y ser constante,
siempre quererte, nunca olvidarte.  40




ArribaAbajo

- V -


Que prorrumpen en las voces de dolor al despedirse por una ausencia


ArribaAbajo    Si acaso, Fabio mío,
después de penas tantas
quedan para las quejas
alientos en el alma;

    si acaso en las cenizas  5
de mi muerte esperanza
se libró por pequeña
alguna débil rama,
-99-

    adonde entretenerse,
con fuerza limitada,  10
el rato que me escuchas
pueda la vital aura;

    si acaso a la tijera
mortal que me amenaza
concede breves treguas  15
la inexorable parca,

   oye en tristes endechas
tiernas consonancias
que al moribundo cisne
sirven de exequias blandas.  20

    Y antes que noche eterna
con letal llave opaca
de mis trémulo ojos
cierre las lumbres vagas,

    dame el postrer abrazo,  25
cuyas tiernas lazadas,
siendo unión de los cuerpos,
identifican almas.

    Oigo tus dulces ecos,
y en cadencias turbadas  30
no permite el ahogo
entera la palabra.

    De tu rostro en el mío
haz amoroso estampa
y las mejillas frías  35
de ardiente llanto baña.

   Tus lágrimas y mías
digan equivocadas
que aunque en distintos pechos
las engendró una causa.  40

    Unidas de las manos
las bien tejidas palmas,
con movimientos digan
lo que los labios callan.
-100-

    Dame, por prendas firmes  45
de tu fe no violada,
en tu pecho escrituras,
seguros en tu cara;

    para que cuando baje
a las estigias aguas,  50
tuyo el óbolo sea
para fletar la barca.

    Recibe de mis labios
el que, en mortales ansias,
el exánime pecho  55
último aliento exhala.

    Y el espíritu ardiente,
que vivifica llama
de acto sirvió primero
a tierra organizada,  60

    recibe, y de tu pecho
en la dulce morada
padrón eterno sea
de mi fineza rara.

    Y adiós, Fabio querido,  65
que ya el aliento falta,
y de vivir se aleja
la que de ti se aparta.




ArribaAbajo

- VI -


Que discurren fantasías tristes de un ausente


ArribaAbajo   Prolija memoria,
permite, siquiera,
que por un instante
sosieguen mis penas.

   Afloja el cordel,  5
que (según aprietas)
temo que reviente
si das otra vuelta.
-101-

   Mira que si acabas
con mi vida, cesa  10
de tus tiranías
la triste materia.

    No piedad te pido
en aquestas treguas,
sino que otra especie  15
de tormento sea.

    Ni de mí presumas
que soy tan grosera
que la vida sólo
para vivir quiera.  20

    Bien sabes tú, como
quien está tan cerca,
que sólo la estimo
por sentir con ella,

    y porque perdida,  25
perder era fuerza
un amor que pide
duración eterna:

    por eso te pido
que tengas clemencia,  30
no porque yo viva,
sí porque él no muera.

   ¿No basta cuán vivas
se me representan
de mi ausente cielo  35
las divinas prendas?

   ¿No basta acordarme
sus caricias tiernas,
sus dulces palabras,
sus nobles finezas?  40

    ¿Y no basta que
industriosas crezcan,
con pasadas glorias,
mis presentes penas?
-102-

    ¿Sino que (¡ay de mí,  45
mi bien, quién pudiera
no hacerte este agravio
de temer mi ofensa!),

    sino que villano
persuadirme intentas  50
que mi agravio es
posible que sea?

   Y para formarlo,
con necia agudeza,
con cuerdas palabras,  55
acciones contestas.

   Sus proposiciones
me las interpretas
y lo que en paz dije
me sirve de guerra.  60

   ¿Para qué examinas
si habrá quien merezca
de tus bellos ojos
atenciones tiernas?

    ¿Si de otra hermosura  65
acaso le llevan
méritos más altos,
más dulces ternezas?

    ¿Si de obligaciones
la carga molesta  70
le obliga en mi agravio
a pagar la deuda?

   ¿Para qué ventilas
la cuestión superflua
de si es la mudanza  75
hija de la ausencia?

    Ya yo sé que es frágil
la naturaleza
y que su constancia
sola es no tenerla.  80
-103-

    Sé que la mudanza
por puntos, en ella
es de su ser propio
caduca dolencia.

   Pero también sé  85
que ha habido firmeza,
que ha habido excepciones
de la común regla.

    ¿Pues por qué la suya
quieres tú que sea,  90
siendo ambas posibles,
de aquélla, y no de ésta?

   Mas ¡ay! que ya escucho
que das por respuesta
que son más seguras  95
las cosas adversas.

    Con estos temores
en confusa guerra,
entre muerte y vida
me tienes suspensa.  100

    Ven a algún partido
de una vez y acepta
permitir que viva
o dejar que muera.



  -[104]-     -105-  
ArribaAbajo

Liras




ArribaAbajo

- I -


Expresa el sentimiento que padece una mujer amante de su marido muerto


ArribaAbajo   A estos peñascos rudos,
mudos testigos del dolor que siento,
que sólo siendo mudos
pudiera yo fiarles mi tormento,
si acaso de mis penas lo terrible  5
no infunde lengua y voz en lo insensible,

    quiero contar mis males,
si es que yo sé los males de que muero;
pues son mis penas tales,
que si contarlas por alivio quiero,  10
le son, una con otra atropellada,
dogal a la garganta, al pecho espada.

   No envidio dicha ajena,
que el mal eterno que en mi pecho lidia
hace incapaz mi pena  15
de que pueda tener tan alta envidia:
es tan mísero estado en el que peno,
que como dicha envidio el mal ajeno:

   No pienso yo si hay glorias,
porque estoy de pensarlo tan distante,  20
que aun las dulces memorias
de mi pasado bien, tan ignorante
las mira de mi mal el desengaño,
que ignoro si fue bien y sé que es daño.
-106-

    Estense allá en su esfera  25
los dichosos, que es cosa en mi sentido
tan remota, tan fuera
de mi imaginación, que sólo mido,
entre lo que padecen los mortales,
lo que distan sus males de mis males.  30

    ¡Quién tan dichoso fuera
que de un agravio indigno se quejara!
¡Quién un desdén llorara!
¡Quién un alto imposible pretendiera!
¡Quién llegara, de ausencia o de mudanza,  35
casi a perder de vista la esperanza!

    ¡Quién en ajenos brazos
viera a su dueño, y con dolor rabioso
se arrancara a pedazos
del pecho ardiente el corazón celoso!  40
Pues fuera menor mal que mis desvelos
el infierno insufrible de los celos.

   Pues todos esos males
tienen consuelo o tienen esperanza;
y los más son iguales,  45
solicitan o animan la venganza,
y sólo de mi fiero mal se aleja
la esperanza, venganza, alivio y queja.

    Porque ¿a quién sino al cielo,
que me robó mi dulce prenda amada,  50
podrá mi desconsuelo
dar sacrílega queja destemplada?
Y él con sordas, rectísimas orejas,
a cuenta de blasfemias pondrá quejas.

   Ni Fabio fue grosero,  55
ni ingrato, ni traidor, antes amante,
con pecho verdadero:
nadie fue más leal ni más constante;
nadie más fino supo en sus acciones
finezas añadir a obligaciones.  60

    Sólo el cielo envidioso
mi esposo me quitó: la Parca dura,
con ceño riguroso,
-107-
fue sólo autor de tanta desventura.
¡Oh cielo riguroso! ¡Oh triste suerte,  65
que tantas muertes das con una muerte!

    ¡Ay, dulce esposo amado!
¿Para qué te vi yo? ¿Por qué te quise,
y por qué tu cuidado
me hizo con las venturas infelice?  70
¡Oh dicha fementida y lisonjera,
quién tus amargos fines conociera!

   ¿Qué vida es ésta mía,
que rebelde resiste a dolor tanto?
¿Por qué, necia, porfía  75
y en las amargas fuentes de mi llanto,
atenuada, no acaba de extinguirse,
si no puede en mi fuego consumirse?




ArribaAbajo

- II -


Que expresa sentimiento de ausente


ArribaAbajo    Amado dueño mío:
escucha un rato mis cansadas quejas,
pues del viento las fío
que breve las conduzca a tus orejas,
si no se desvanece el triste acento  5
como mi esperanza en el viento.

    Óyeme con los ojos,
ya que están tan distantes los oídos
y de ausentes enojos
en ecos de mi pluma mis gemidos;  10
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda.

   Si del campo te agradas,
goza de sus frescuras venturosas,
sin que aquestas cansadas  15
lágrimas te detengan enfadosas;
que en él verás, si atento te entretienes,
ejemplo de mis males y mis bienes,
-108-

    Si el arroyo parlero
ves galán de las flores en el prado,  20
que amante y lisonjero
a cuantas mira íntima su cuidado,
en su corriente mi dolor te avisa
que a costa de mi llanto tienes risa.

    Si ves que triste llora  25
su esperanza marchita en ramo verde
tórtola gemidora,
en él y en ella mi dolor te acuerde
que imitan con verdor y con lamento
él a mi esperanza y ella mi tormento.  30

   Si la flor delicada,
si la peña, que altiva no consiente
del tiempo ser hollada,
ambas me imitaban, aunque variamente,
ya con fragilidad, ya con dulzura,  35
mi dicha aquélla, y ésta mi firmeza.

    Si ves el ciervo herido
que baja por el monte acelerado,
buscando, dolorido,
alivio al mal en un arroyo helado,  40
y sediento al cristal se precipita,
no en el alivio, en el dolor me imita.

   Si la liebre encogida
huye medrosa de los galgos fieros,
y por salvar la vida  45
no deja estampa de los pies ligeros,
tal mi esperanza en dudas y recelos
se ve acusada de villanos celos.

   Si ves el cielo claro,
tal es la sencillez del alma mía;  50
y si, de luz avaro,
de tinieblas emboza el claro día,
es con su oscuridad y su clemencia
imagen de mi vida en esta ausencia.

   Así que, Fabio amado,  55
saber puedes mis males sin costarte
-109-
la noticia cuidado,
pues puedes de los campos informarte,
y pues yo a todo mi dolor ajusto,
saber mi pena sin dejar tu gusto.  60

    Mas ¿cuándo (¡ay, gloria mía!)
mereceré gozar tu luz serena?
¿Cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto,  65
y de los míos quitarás el llanto?

    ¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos, delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,  70
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?

    ¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de glorias mis sentidos?
¿Y cuándo yo dichosa  75
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto?
¡Que tanto ha de penar quien goza tanto!

    ¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable  80
y aquel bien indecible,
a toda humana pluma inexplicable?
Que mal se ceñirá a lo definido
lo que no cabe en todo lo sentido.

    Ven, pues, mi prenda amada,  85
que ya fallece mi cansada vida
de esta ausencia pesada;
ven, pues, que mientras tarda tu venida,
aunque me cueste su verdor enojos,
regaré mi esperanza con mis ojos.  90



  -[110]-     -111-  
ArribaAbajo

Glosa



Exhorta a conocer los bienes frágiles


Presto celos llorarás


ArribaAbajo    En vano tu canto suena
pues no advierte en su desdicha
que será el fin de tu dicha
el principio de tu pena.
El loco orgullo refrena,  5
de que tan ufano estás,
sin advertir, cuando das
cuenta al aire de tus bienes,
que si ahora dichas tienes
presto celos llorarás.  10

    En lo dulce de tu canto,
el justo temor te avisa
que en un amante no hay risa
que no se alterne con llanto.
No te desvanezca tanto  15
el favor, que te hallarás
burlado y conocerás
cuánto es necio un confiado;
que si hoy blasonas de amado
presto celos llorarás.  20

    Advierte que el mismo estado
que al amante venturoso
le constituye dichoso,
le amenaza desdichado;
-112-
pues le da tan alto grado  25
por derribarle no más:
y así tú, que ahora estás
en tal altura, no ignores
que si hoy ostentas favores
presto celos llorarás.  30

    La gloria más levantada
que amor a tu dicha ordena
contémplala como ajena
y tenla como prestada.
No tu ambición engañada  35
piense que eterno serás
en las dichas pues verás
que hay áspid entre las flores
y que si hoy cantas favores
presto celos llorarás.  40



  -113-  
ArribaAbajo

Décimas



Esmera su respetuoso amor, habla con el retrato, y no calla con él, dos veces dueño


ArribaAbajo    Copia divina en quien veo
desvanecido al pincel,
de ver que ha llegado él
donde no pudo el deseo;
alto, soberano empleo  5
de más que humano talento,
exenta de atrevimiento,
pues tu beldad increíble,
como excede a lo posible,
no la alcanza el pensamiento.  10

    ¿Qué pincel tan soberano
fue a copiarte suficiente?
¿Qué numen movió la mente?
¿Qué virtud rigió la mano?
No se alabe el arte vano  15
que te formó peregrino,
pues en tu beldad convino,
para formar un portento,
fuese humano el instrumento
pero el impulso divino.  20

   Tan espíritu te admiro,
que cuando deidad te creo
hallo el alma que no veo
y dudo el cuerpo que miro:
todo el discurso retiro,  25
admirada en tu beldad;
-114-
que muestra con realidad,
dejando el sentido en calma,
que puede copiarse el alma,
que es visible la deidad.  30

    Mirando perfección tal,
cual la que en ti llego a ver,
apenas puedo creer
que puedes tener igual:
y a no haber original  35
de cuya perfección rara
la que hay en ti se copiara
perdida por tu afición
segundo Pigmalión
la animación te impetrara.  40

    Toco, por ver si escondido
lo viviente en ti parece.
¿Posible es que de él carece
quien roba todo el sentido?
¿Posible es que no ha sentido  45
esta mano que le toca?
¿Y a que atiendas te provoca
a mis rendidos despojos?
¿Que no hay luz en esos ojos?
¿Que no hay voz en esa boca?  50

    Bien puedo formar querella,
cuando me dejas en calma,
de que me robas el alma
y no te animas con ella;
y cuando altivo atropella  55
tu rigor mi rendimiento,
apurando el sufrimiento
tanto tu piedad se aleja,
que se me pierde la queja
y se me logra el tormento.  60

    Tal vez pienso que piadoso
respondes a mi afición,
y otras teme el corazón
que te esquivas desdeñoso:
ya alienta el pecho dichoso,  65
ya infeliz el rigor muere;
-115-
pero, como quiera, adquiere
la dicha de poseer,
porque al fin en mi poder
serás lo que yo quisiere.  70

    Y aunque ostentes el rigor
de tu original fiel,
a mí me ha dado el pincel
lo que no puede el amor:
dichosa vivo al favor  75
que me ofrece un bronce frío,
pues aunque muestres desvío,
podrás, cuando más terrible,
decir que eres imposible,
pero no que no eres mío.  80



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