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Encarece de animosidad la elección de estado durable hasta la muerte

   Si los riesgos del mar considerara,

ninguno se embarcara, si antes viera

bien su peligro, nadie se atreviera,

ni al bravo toro osado provocara;

   si del fogoso bruto ponderara
5

la furia desbocada en la carrera

el jinete prudente, nunca hubiera

quien con discreta mano le enfrenara.

   Pero si hubiera alguno tan osado

que, no obstante el peligro, al mismo Apolo
10

quisiere gobernar con atrevida

   mano el rápido carro en luz bañado,

todo lo hiciera; y no tomara sólo

estado que ha de ser toda la vida.


Para explicar la causa a la rebeldía, ya sea firmeza de un cuidado, se vale de opinión que atribuye a la perfección de su forma lo incorruptible en la materia de los cielos; usa cuidadosamente términos de escuelas

   Probable opinión es que conservarse

la forma celestial en su fijeza,

no es porque en la materia hay más nobleza

sino por la manera de informarse;

   porque aquel apetito de mudarse,
5

lo sacia de la forma la nobleza,

con que cesando el apetito, cesa

la ocasión que tuvieran de apartarse.

   Así tu amor, con vínculo terrible,

el alma que te adora, Celia, informa;
10

con que su corrupción es imposible

   ni educir otra con quien no conforma,

no por ser la materia incorruptible,

mas por lo inamisible de la forma.


Aplaude la ciencia astronómica del padre Eusebio Francisco Kino, de la Compañía de Jesús, que escribió del cometa que el año de ochenta apareció, absolviéndole de ominoso

   Aunque es clara del cielo la luz pura,

clara la luna y claras las estrellas,

y claras las efímeras centellas

que el aire eleva y el incendio apura;

   aunque es el rayo claro, cuya dura
5

producción cuesta al viento mil querellas,

y el relámpago que hizo de sus huellas

medrosa luz en la tiniebla obscura;

   todo el conocimiento torpe humano

se estuvo obscuro sin que las mortales
10

plumas pudiesen ser, con vuelo ufano,

   Ícaros de discursos racionales,

hasta que el tuyo, Eusebio soberano,

les dio luz a las luces celestiales.


Lamenta con todos la muerte de la señora marquesa de Mancera

   Mueran contigo, Laura, pues moriste,

los afectos que en vano te desean,

los ojos a quien privas de que vean

la hermosa luz que a un tiempo concediste.

Muera mi lira infausta en que inflüiste
5

ecos que lamentables te vocean,

y hasta estos rasgos mal formados sean

lágrimas negras de mi pluma triste.

   Muévase a compasión la misma Muerte,

que, precisa, no pudo perdonarte;
10

y lamente el Amor su amarga suerte,

   pues si antes, ambicioso de gozarte,

deseó tener ojos para verte,

ya le sirvieran sólo de llorarte.


Presentando un reloj de muestra a persona de autoridad, y su estimación, le da los buenos días

   Los buenos días me allano

a que os dé un reloj, señor,

porque fue lo que mi amor

acaso halló más a mano.

Corto es el don, mas ufano
5

de que sirve a tus auroras;

admítele, pues no ignoras

que mal las caricias mías

te pudieran dar los días,

sin dar primero las Horas.
10

   Raro es del arte portento

en que su poder más luce,

que a breve espacio reduce

el celestial movimiento;

y, imitando al sol, atento
15

mide su veloz carrera,

con que, si se considera,

pudiera mi obligación

remitirte mayor don,

mas no de mejor esfera.
20

   No tiene sonido en nada,

que fuera acción indecente

que tan pequeño presente

quisiera dar campanada;

sólo por señas le agrada
25

decir el intento suyo;

con que su hechura concluyo,

con decir de su primor,

que fue muestra de mi amor,

mas ya es de sol, siendo tuyo.
30

   Y no pienses que me agrada

poner mensura a tu vida,

que no es quererla medida

pedírtela regulada;

y en aciertos dilatada
35

solicita mi cuidado,

para que el mundo, admirado,

pondere al ver tu cordura,

el vivir, muy sin mensura,

y el obrar, muy mensurado.
40


En un anillo retrató a la señora condesa de Paredes: dice por qué

Este retrato que ha hecho

copiar mi cariño ufano,

es sobreescribir la mano,

lo que tiene dentro el pecho,

que, como éste viene estrecho
5

a tan alta perfección,

brota fuera la afición

y en el índice la emplea,

para que con verdad sea

índice del corazón.
10


Al mismo intento

Éste, que a la luz más pura

quiso imitar la beldad,

representa su deidad,

mas no copia su hermosura.

En él, mi culto asegura
5

su veneración mayor;

mas no muestres el error

de pincel tan poco sabio,

que para Lisi es agravio,

el que para mí es favor.
10


Esmera su respectoso amor; habla con el retrato, y no calla con él, dos veces dueño

   Copia divina en quien veo

desvanecido al pincel,

de ver que ha llegado él

donde no pudo el deseo;

alto, soberano empleo
5

de más que humano talento,

exenta de atrevimiento,

pues tu beldad increíble,

como excede a lo posible,

no la alcanza el pensamiento.
10

   ¿Qué pincel tan soberano

fue a copiarte suficiente?

¿Qué numen movió la mente?

¿Qué virtud rigió la mano?

No se alabe el arte vano
15

que te formó peregrino;

pues en tu beldad convino

para formar un portento,

fuese humano el instrumento,

pero el impulso, divino.
20

   Tan espíritu te admiro,

que cuando deidad te creo,

hallo el alma que no veo,

y dudo el cuerpo que miro;

todo el discurso retiro,
25

admirada en tu beldad

que muestra con realidad,

dejando el sentido en calma,

que puede copiarse el alma,

que es visible la deidad.
30

   Mirando perfección tal

cual la que en ti llego a ver,

apenas puedo creer

que puedes tener igual;

y a no haber original
35

de cuya perfección rara

la que hay en ti se copiara,

perdida por tu afición,

segundo Pigmaleón,

la animación te impetrara.
40

   Toco, por ver si escondido

lo viviente en ti parece;

¿posible es que de él carece

quien roba todo el sentido?

¿Posible es que no ha sentido
45

esta mano que le toca

y a que atiendas te provoca

a mis rendidos despojos?,

¿que no hay luz en esos ojos?,

¿que no hay voz en esa boca?
50

   Bien puedo formar querella

cuando me dejas en calma,

de que me robas el alma

y no te animas con ella;

y cuando altivo atropella
55

tu rigor, mi rendimiento,

apurando el sufrimiento,

tanto tu piedad se aleja,

que se me pierde la queja

y se me logra el tormento.
60

   Tal vez pienso que, piadoso,

respondes a mi afición;

y otras teme el corazón

que te esquivas, desdeñoso.

Ya alienta el pecho, dichoso,
65

ya infeliz al rigor, muere,

pero, como quiera, adquiere

la dicha de poseer,

porque a fin en mi poder

serás lo que yo quisiere.
70

   Y aunque ostentes el rigor

de tu original fïel,

a mí me ha dado el pincel,

lo que no puede el amor.

Dichosa vivo al favor
75

que me ofrece un bronce frío,

pues aunque muestres desvío,

podrás, cuando más terrible,

decir que eres imposible,

pero no que no eres mío.
80


Memorial a un juez, pidiéndole por una viuda que la litigaban la vivienda

   Juzgo, aunque os canse mi trato,

que no os ofendo, en rigor,

pues en cansaros, señor,

cumplo con vuestro mandato;

y pues éste fue el contrato,
5

sufrid mis necias porfías

de escuchar todos los días

tan continuas peticiones,

que aquestas mis rogaciones

se han vuelto ya letanías.
10

   Una viuda desdichada

por una casa pleitea;

y basta que viuda sea,

sin que sea descasada.

De vos espera, amparada,
15

hallar la razón propicia

para vencer la malicia

de la contraria eficacia,

esperando en vuestra gracia

que le habéis de hacer justicia.
20


Rehúsa para sí, pidiéndola para un inglés, la libertad, a la señora virreina

   Hoy que a vuestras plantas llego,

con el debido decoro,

como a deidad os adoro

y como a deidad os ruego.

No diréis que el culto os niego
5

pretendiendo el beneficio

de vuestro amparo propicio,

pues a la deidad mayor,

le es invocar su favor,

el más grato sacrificio.
10

   Samuel a vuestra piedad

recurre por varios modos,

pues donde la pierden todos,

quiere hallar la libertad.

Su esclavitud rescatad,
15

señora, que los motivos

son justos y compasivos

de tan adversa fortuna,

y haced libres vez alguna

de cuantas hacéis cautivos.
20

   Dos cosas pretende aquí,

contraria mi voluntad:

para el inglés, libertad,

y esclavitud para mí,

pues, aunque indigna nací
25

de que este nombre me deis,

en vano resistiréis

de mi esclavitud la muestra,

pues yo tengo de ser vuestra

aunque vos no me aceptéis.
30

   Contraria es la petición

de uno y otro, si se apura,

que él la libertad procura

y yo busco la prisión;

pero vuestra discreción
35

a quien nunca duda impide,

podrá, si los fines mide,

hacernos dichosos hoy

con admitir lo que os doy

y conceder lo que él pide.
40


Reconociendo el cabildo de Méjico el singular acierto que tuvo en la idea de un arco triunfal a la entrada del virrey, señor conde de Paredes, marqués de la Laguna, que encargó a soror Juana Inés, estudio de tan grande humanista y que ha de coronar este libro, la presentó el regalo que dice y agradece

   Esta grandeza que usa

conmigo vuestra grandeza,

le está bien a mi pobreza

pero muy mal a mi musa.

Perdonadme si, confusa
5

o sospechosa, me inquieta

el juzgar que ha sido treta

la que vuestro juicio trata,

pues quien me da tanta plata,

no me quiere ver poeta.
10

   No ha sido arco, en realidad,

quien mi pobreza socorre,

sino arcaduz por quien corre

vuestra liberalidad.

De una llave la lealtad
15

a ser custodia se aplica

del caudal, que multiplica

quien oro me da por cobre,

pues por un arco tan pobre,

me dais una arca tan rica.
20

   Aun viendo el efecto, dudo

que pudiese el tiro errado

de un arco mal disparado

atravesar tanto escudo;

mas a mi silencio mudo
25

sólo obedecer le toca,

pues, por si replico loca

con palabras desiguales,

con tantos sellos reales

me habéis tapado la boca.
30

   Con afecto agradecido

a tantos favores, hoy

gracias, señores, os doy,

y los perdones os pido

que con pecho agradecido
35

de vuestra grandeza espero,

y aun a estas décimas quiero

dar, de estar flojas, excusa;

que estar tan tibia la musa

es efecto del dinero.
40


Favorecida y agasajada, teme su afecto de parecer gratitud y no fuerza

   Señora, si la belleza

que en vos llego a contemplar,

es bastante a conquistar

la más inculta dureza,

   ¿por qué hacéis que el sacrificio
5

que debo a vuestra luz pura,

debiéndose a la hermosura,

se atribuya al beneficio?

   Cuando es bien que glorias cante

de ser vos quien me ha rendido,
10

¿queréis que lo agradecido

se equivoque con lo amante?

   Vuestro favor me condena

a otra especie de desdicha,

pues me quitáis con la dicha
15

el mérito de la pena;

   si no es que dais a entender

que favor tan singular,

aunque se pueda lograr,

no se puede merecer.
20

   Con razón, pues la hermosura,

aun llegada a poseerse,

si llegara a merecerse,

dejara de ser ventura;

   que estar un digno cuidado
25

con razón correspondido,

es premio de lo servido

y no dicha de lo amado,

   que dicha se ha de llamar

sola la que, a mi entender,
30

ni se puede merecer

ni se pretende alcanzar,

   ya que este favor excede

tanto a todos, al lograrse,

que no sólo no pagarse,
35

mas ni agradecer se puede;

   pues desde el dichoso día

que vuestra belleza vi,

tan del todo me rendí,

que no me quedó acción mía;
40

   con lo cual, señora, muestro,

y a decir mi amor se atreve

que nadie pagaros debe

que vos honréis lo que es vuestro.

   Bien sé que es atrevimiento,
45

pero el amor es testigo

que no sé lo que me digo

por saber lo que me siento.

   Y en fin, perdonad por Dios,

señora, que os hable así,
50

que si yo estuviera en mí,

no estuvierais en mí vos.

   Sólo quiero suplicaros

que de mí recibáis hoy,

no sólo al alma que os doy,
55

mas las que quisiera daros.


Segunda norabuena de cumplir años el señor virrey, marqués de la Laguna

   Llegóse aquel día,

gran señor, que el cielo

destinó dichoso

para natal vuestro.

   Suma el sol la cuenta
5

que escribe en aquellos

de estrellas guarismos,

rasgos de luceros.

   El dorado torno

que devana en bellos
10

hilos de sus rayos

claros crecimientos,

   de los doce signos,

con huellas de fuego,

pisó ya otra vez
15

los varios aspectos.

   Ya, otra vez, ha visto

los opuestos ceños

del alemán frío

y el adusto negro.
20

   Ya ostentó otra vez,

con varios efectos,

primavera, estío,

otoño e invierno.

   Ya ausente y ya cerca,
25

ha dado al noruego

ya perpetuas sombras,

y ya lucimientos.

   Ya, otra vez, la rueda

voluble del tiempo
30

clausuló del giro

un círculo entero.

   ¿Quién que el tiempo duda,

quién duda que Febo

los repite ufano
35

por ser años vuestros?

   Y yo más que todos,

gran Tomás excelso,

que más obligada

celebrarlos debo;
40

   yo, que a vuestros pies

ponerme no puedo

porque la fortuna

se opone al deseo;

   en prendas de fe,
45

en señal de feudo,

que mi corazón

debe a vuestro imperio,

   estos os envío

mal formados versos,
50

en quien la verdad

es sólo lo bueno.

   No os quiero decir

que pido a los cielos

ni que duréis siglos
55

ni que seáis eterno,

   que estos cortesanos

modos lisonjeros

son de los palacios,

no de los conventos,
60

   que ni aun de esa suerte

tengo por acierto,

el querer que el mundo

os logre perpetuo.

   Gentil Alejandro
65

lo juzgó pequeño,

¿pues qué hará un tan grande

católico pecho?

   Quien puede aspirar

a pisar luceros,
70

¿ha de contentarse

con caducos premios?

   No, señor, que es ser

avaro el deseo

que, pudiendo más,
75

solicita menos.

   Lo que yo con Dios

para vos pretendo

es, tras larga vida,

el descanso eterno,
80

   gozando de Aquél,

cuyo nacimiento

en prendas de gloria

quiso unir al vuestro.


Al mismo asunto

   Vuestra edad, gran señor, en tanto exceda

a la capacidad que abraza el cero,

que la combinatoria de Kirkero

multiplicar su cuantidad no pueda.

   Del giro hermoso la luciente rueda
5

que el uno trastornó y otro lucero,

y el que fin fue del círculo primero,

principio dé feliz al que suceda.

   Vivid, porque entre propios y entre extraños

de mi plectro las claras armonías
10

celebren vuestros hechos sin engaños;

   y uniendo duraciones a alegrías,

a las glorias compitan vuestros años

y las glorias excedan a los días.


Coplas para música, en festín de cumplimiento de años de su majestad

   Enhorabuena el gran Carlos

sus felices años cumpla:

dichosos, porque los vive;

grandes, porque los ocupa.

   Enhorabuena, en obsequio
5

de su majestad augusta,

de su resplandor, ministros,

todos los astros concurran.

   Enhorabuena, en su rostro

que los dos mundos ilustra,
10

brillen encendidas flores,

florecientes rayos luzgan.

   Enhorabuena su mano

gloriosamente introduzga

en los dos mundos su yugo,
15

a los dos mares coyunda.

   De América, enhorabuena,

huelle la cerviz robusta,

que adora, en el pie que besa,

la mano que la sojuzga.
20

   Su vida, en buen hora, sea

de muchas vidas la suma,

porque como muchas dure

la que vale más que muchas.


Debió la austeridad de acusarla tal vez el metro; y satisface, con el poco tiempo que empleaba en escribir a la señora virreina, las Pascuas

   Daros las Pascuas, señora,

es en mi gusto y es deuda:

el gusto, de parte mía;

y la deuda, de la vuestra.

   Y así, pese a quien pesare
5

escribo, que es cosa recia,

no importando que haya a quien

le pese lo que no pesa.

   Y bien mirado, señora,

decid, ¿no es impertinencia
10

querer pasar malos días

porque yo os dé noches buenas?

   Si yo he de daros las Pascuas,

¿qué viene a importar que sea

en verso o en prosa, o con
15

estas palabras o aquéllas?

   Y más cuando en esto corre

el discurso tan apriesa,

que no se tarda la pluma

más que pudiera la lengua.
20

   Si es malo, yo no lo sé;

sé que nací tan poeta,

que azotada, como Ovidio,

suenan en metro mis quejas.

   Pero dejemos aquesto,
25

que yo no sé cuál idea

me llevó, insensiblemente,

hacia donde non debiera.

   Adorado dueño mío,

de mi amor divina esfera,
30

objeto de mis discursos,

suspensión de mis potencias;

   excelsa, clara María,

cuya sin igual belleza

sólo deja competirse
35

de vuestro valor y prendas:

   tengáis muy felices Pascuas,

que aunque es frase vulgar ésta,

¿quién quita que pueda haber

vulgaridades discretas?;
40

   que yo para vos no estudio,

porque de amor la llaneza

siempre se explica mejor

con lo que menos se piensa.

   Y dádselas de mi parte,
45

gran señora, a su excelencia,

que si no sus pies, humilde,

beso la que pisan tierra.

   Y al bellísimo Josef,

con amor y reverencia
50

beso las dos, en que estriba,

inferiores azucenas.

   Y a vos beso del zapato

la más inmediata suela,

que con este punto en boca
55

solo, callaré contenta.


Puro amor, que ausente y sin deseo de indecencias, puede sentir lo que el más profano

Lo atrevido de un pincel,

Filis, dio a mi pluma alientos,

que tan gloriosa desgracia,

más causa corrió que miedo.

Logros de errar por tu causa
5

fue de mi ambición el cebo;

donde es el riesgo apreciable,

¿qué tanto valdrá el acierto?

Permite, pues, a mi pluma

segundo arresgado vuelo,
10

pues no es el primer delito

que le disculpa el ejemplo.

Permite escale tu alcázar

mi gigante atrevimiento,

que a quien tanta esfera bruma
15

no extrañará el Lilibeo:

pues ya al pincel permitiste

querer trasladar tu cielo,

en el que siendo borrón

quiere pasar por bosquejo.
20

¡Oh temeridad humana!,

¿por qué los rayos de Febo,

que aun se niegan a la vista,

quieres trasladar al lienzo?

¿De qué le sirve al sol mismo
25

tanta prevención de fuego,

si a refrenar osadías

aun no bastan sus consejos?

¿De qué sirve que, a la vista

hermosamente severo,
30

ni aun con la costa del llanto,

deje gozar sus reflejos,

si locamente la mano,

si atrevido el pensamiento

copia la luciente forma,
35

cuenta los átomos bellos?

Pues, ¿qué diré, si el delito

pasa a ofender el respecto

de un sol (que llamarlo sol

es lisonja del sol mesmo)?
40

De ti, peregrina Filis,

cuyo divino sujeto

se dio por merced al mundo,

se dio por ventaja al cielo;

en cuyas devinas aras,
45

ni sudor arde sabeo,

ni sangre se efunde humana,

ni bruto se corta cuello,

pues del mismo corazón

los combatientes deseos
50

son holocausto poluto,

son materiales afectos,

y solamente del alma

en religiosos incendios,

arde sacrificio puro
55

de adoración y silencio.

Éste venera tu culto,

éste perfuma tu templo;

que la petición es culpa,

y temeridad el ruego.
60

Pues alentar esperanzas,

alegar merecimientos,

solicitar posesiones,

sentir sospechas y celos,

es de bellezas vulgares,
65

indigno, bajo trofeo,

que en pretender ser vencidas

quieren fundar vencimientos.

Mal se acreditan deidades

con la paga; pues es cierto
70

que a quien el servicio paga,

no se debió el rendimiento.

¡Qué distinta adoración

se te debe a ti, pues siendo

indignos aun del castigo,
75

mal aspirarán al premio!

Yo pues, mi adorada Filis,

que tu deidad reverencio,

que tu desdén idolatro

y que tu rigor venero:
80

bien así como la simple

amante que en tornos ciegos,

es despojo de la llama

por tocar el lucimiento;

como el niño que, inocente,
85

aplica incauto los dedos

a la cuchilla, engañado

del resplandor del acero,

y, herida la tierna mano,

aún sin conocer el yerro,
90

más que el dolor de la herida

siente apartarse del reo;

cual la enamorada Clicie

que al rubio amante siguiendo,

siendo padre de las luces,
95

quiere enseñarle ardimientos;

como a lo cóncavo el aire,

como a la materia el fuego,

como a su centro las peñas,

como a su fin los intentos;
100

bien como todas las cosas

naturales, que el deseo

de conservarse las une

amante en lazos estrechos...

Pero, ¿para qué es cansarse?
105

Como a ti, Filis, te quiero;

que en lo que mereces, éste

es solo encarecimiento.

Ser mujer, ni estar ausente,

no es de amarte impedimento,
110

pues sabes tú que las almas

distancia ignoran y sexo.

Demás, que al natural orden

sólo le guardan los fueros

las comunes hermosuras,
115

siguiendo el común gobierno,

no la tuya, que gozando

imperiales privilegios,

naciste prodigio hermoso,

con exenciones de regio;
120

cuya poderosa mano,

cuyo inevitable esfuerzo,

para dominar las almas

empuñó el hermoso cetro.

Recibe un alma rendida
125

cuyo estudioso desvelo

quisiera multiplicarla

por solo aumentar tu imperio;

que no es fineza, conozco,

darte, lo que es de derecho
130

tuyo, mas llámola mía

para dártela de nuevo,

que es industria de mi amor

negarte, tal vez, el feudo,

para que al cobrarlo dobles
135

los triunfos, si no los reinos.

¡Oh, quién pudiera rendirte,

no las riquezas de Creso,

que materiales tesoros

son indignos de tal dueño,
140

sino cuantas almas libres,

cuantos arrogantes pechos,

en fe de no conocerte

viven de tu yugo exentos!

Que quiso próvido Amor,
145

el daño evitar, discreto,

de que en cenizas tus ojos

resuelvan el universo.

Mas, ¡oh libres desdichados,

todos los que ignoran, necios,
150

de tus divinos hechizos

el saludable veneno!

Que han podido tus milagros,

el orden contravirtiendo,

hacer el dolor amable,
155

y hacer glorioso el tormento.

Y si un filósofo, sólo

por ver al señor de Delos,

del trabajo de la vida

se daba por satisfecho,
160

¿con cuánta más razón yo

pagara el ver tus portentos,

no sólo a afanes de vida,

pero de la muerte a precio?

Si crédito no me das,
165

dalo a tus merecimientos,

que es, si registras la causa,

preciso hallar el efecto.

¿Puedo yo dejar de amarte

si tan divina te advierto?
170

¿Hay causa sin producir?

¿Hay potencia sin objecto?

Pues siendo tú el más hermoso,

grande, soberano, excelso,

que ha visto en círculos tantos
175

el verde torno del tiempo,

¿para qué mi amor te vio?,

¿por qué mi fe te encarezco

cuando es cada prenda tuya

firma de mi captiverio?
180

Vuelve a ti misma los ojos,

y hallarás, en ti y en ellos,

no sólo el amor posible,

mas preciso el rendimiento,

entre tanto que el cuidado,
185

en contemplarte suspenso,

que vivo, asegura, sólo

en fe de que por ti muero.


Endecasílabo

Satisface, con agradecimiento, a una queja que su excelencia tuvo de no haberla esperado a ver

¡Qué bien, divina Lisi,

tu sacra deidad sabe

para humillar mis dichas,

mezclarme en los favores los pesares!

No esperar fue el delito
5

que quieres castigarme;

¿quién creerá que fue culpa

no esperar lo que no puede esperarse?

Casualidad fue sola

quien pudo ocasionarme,
10

que nunca a un infelice

faltan para su mal casualidades.

En leyes de palacio,

el delito más grave

es esperar; y en mí
15

fue el delito mayor el no esperarte.

Acusas mi cariño,

como si fuera fácil

pensar yo que tú piensas

que dejar de adorarte puede nadie.
20

Desconfiar de aquello

que es preciso ignorarse,

es gala de lo cuerdo

y fuera imperfección en las deidades.

Más tú, divino dueño,
25

¿cómo puedes negarme

que sabes que te adoro,

porque quien eres, de por fuerza, sabes?

Baste ya de rigores,

hermoso dueño, baste,
30

que tan indigno blanco

a tus sagrados tiros es desaire.


Mezcla con el gracejo la erudición, y da los años que cumple la excelentísima señora condesa de Paredes, no por muchos, sino por augmento

Excusado el daros años,

señora, me ha parecido,

pues quitarlos a las damas

fuera mayor beneficio;

y por esto no os los diera,
5

pero después he advertido

que no impera en las deidades

el estrago de los siglos.

Y así más años viváis

que aquel pájaro fenicio
10

ha vivido, no en Arabia,

sino en símiles prolijos

(por erudición primera

esa avecilla os remito,

que al festín de vuestros años
15

puede servir de principio);

más que dolores ardientes

sintió en el leño encendido,

de Egea el amante tierno,

por la venganza del tío;
20

más que el cuello de Medusa

vertió venenosos hilos

que, cayendo en rojas gotas,

levantaron basiliscos;

más que el Cíclope celoso
25

dio al infeliz mozo gritos,

que aun después de transformado

se le escapó fugitivo;

más que el doloroso acento

del dulce de Tracia hijo,
30

suspendió en canciones, furias,

desató en dulzuras, grillos;

más que al que al sol se atrevió

a hurtar el rayo lucido,

y en el Cáucaso atormenta
35

diuturno fiero ministro;

más que al infeliz Faetón

el fraternal llanto pío

lloró, bálsamo oloroso,

si empezó humor cristalino;
40

más que las cuarenta y nueve

pagan en duros castigos,

la obediencia al fiero padre

contra los incautos primos;

más que en estragos Medea,
45

de sus músicos hechizos,

probó los males que causa

el celoso precipicio;

más que le costaron daños

por el juvenil delirio,
50

un hermoso robo a Troya

y a España un honor perdido.

Mas, ya que estaréis cansada

de estos mases, imagino,

que suele moler un más
55

más que un mazo y un martillo.

Y así en cifra os lo diré

por no dejar de decirlos:

sed más que todos los mases

de los modernos y antiguos.
60

Y en fin, en lo que viváis,

con vuestro consorte digno,

vuestra fama sola pueda

igualaros el guarismo.

Llevad la inmortalidad
65

a medias, como los hijos

de Leda hermosa, llevando

de más el lucir unidos.


De amor, puesto antes en sujeto indigno, es enmienda blasonar del arrepentimiento

   Cuando mi error y tu vileza veo,

contemplo, Silvio, de mi amor errado,

cuán grave es la malicia del pecado,

cuán violenta la fuerza de un deseo.

   A mi mesma memoria apenas creo
5

que pudiese caber en mi cuidado

la última línea de lo despreciado,

el término final de un mal empleo.

   Yo bien quisiera, cuando llego a verte,

viendo mi infame amor, poder negarlo;
10

mas luego la razón justa me advierte

   que sólo se remedia en publicarlo;

porque del gran delito de quererte,

sólo es bastante pena, confesarlo.


Prosigue en su pesar, y dice que aun no quisiera aborrecer tan indigno sujeto, por no tenerle así aun cerca del corazón

   Silvio, yo te aborrezco, y aun condeno

el que estés de esta suerte en mi sentido;

que infama al hierro el escorpión herido,

y a quien lo huella, mancha inmundo el cieno.

   Eres como el mortífero veneno
5

que daña a quien lo vierte inadvertido,

y en fin eres tan malo y fementido,

que aun para aborrecido no eres bueno.

   Tu aspecto vil a mi memoria ofrezco,

aunque con susto me lo contradice,
10

por darme yo la pena que merezco;

   pues cuando considero lo que hice,

no solo a ti, corrida, te aborrezco,

pero a mí, por el tiempo que te quise.


No quiere pasar por olvido lo descuidado

   Dices que yo te olvido, Celio, y mientes

en decir que me acuerdo de olvidarte,

pues no hay en mi memoria alguna parte

en que, aun como olvidado, te presentes.

   Mis pensamientos son tan diferentes
5

y en todo tan ajenos de tratarte,

que ni saben si pueden olvidarte,

ni, si te olvidan, saben si lo sientes:

   Si tú fueras capaz de ser querido

fueras capaz de olvido; y ya era gloria,
10

al menos, la potencia de haber sido;

   mas tan lejos estás de esa victoria,

que aqueste no acordarme no es olvido

sino una negación de la memoria.


Sin perder los mismos consonantes, contradice con la verdad, aún más ingeniosa, su hipérbole

   Dices que no te acuerdas, Clori, y mientes

en decir que te olvidas de olvidarte,

pues das ya en tu memoria alguna parte

en que, por olvidado, me presentes.

   Si son tus pensamientos diferentes
5

de los de Albiro, dejarás tratarte,

pues tú misma pretendes agraviarte

con querer persuadir lo que no sientes.

   Niégasme ser capaz de ser querido,

y tú misma concedes esa gloria,
10

con que en tu contra tu argumento ha sido;

   pues si para alcanzar tanta victoria

te acuerdas de olvidarte del olvido,

ya no das negación en tu memoria.


La excusa de lo mal obrado, lo empeora

Tenazmente porfïado

intentas, Silvio, molesto,

porque erraste lo compuesto,

componer lo que has errado.

Yerro cometes doblado:
5

pues cuando mil tretas usas

con que confesar rehúsas

y en no haber culpa te cierras,

por excusar lo que yerras,

yerras todo lo que excusas.
10


Pinta la proporción hermosa de la excelentísima señora condesa de Paredes, con otra de cuidados, elegantes esdrújulos, que aún le remite desde Méjico a su excelencia

Lámina sirva el cielo al retrato,

Lísida, de tu angélica forma;

cálamos forme el sol de sus luces,

sílabas las estrellas compongan.

Cárceles tu madeja fabrica:
5

dédalo que sutilmente forma

vínculos de dorados ofires,

tíbares de prisiones gustosas.

Hécate, no triforme, mas llena,

pródiga de candores asoma,
10

trémula no en tu frente se oculta,

fúlgida su esplendor desemboza.

Círculo dividido en dos arcos,

pérsica forman lid belicosa:

áspides que por flechas disparas,
15

víboras de halagüeña ponzoña.

Lámparas, tus dos ojos, febeas,

súbitos resplandores arrojan;

pólvora que a las almas que llega,

tórridas abrasadas transforma.
20

Límite, de una y otra luz pura,

último, tu nariz judiciosa,

árbitro es entre dos confinantes,

máquina que divide una y otra.

Cátedras del abril, tus mejillas,
25

clásicas, dan a mayo, estudiosas,

método a jazmines nevados,

fórmula rubicunda a las rosas.

Lágrimas del aurora congela,

búcaro de fragancias, tu boca;
30

rúbrica con carmines escrita,

cláusula de coral y de aljófar.

Cóncavo es, breve pira, en la barba,

pórfido en que las almas reposan;

túmulo les eriges de luces,
35

bóveda de luceros las honra.

Tránsito a los jardines de Venus,

órgano es de marfil, en canora

música, tu garganta, que en dulces

éxtasis aun al viento aprisiona.
40

Pámpanos de cristal y de nieve,

cándidos tus dos brazos, provocan

tántalos, los deseos ayunos,

míseros, sienten frutas y ondas.

Dátiles de alabastro tus dedos,
45

fértiles de tus dos palmas brotan,

frígidos si los ojos los miran,

cálidos si las almas los tocan.

Bósforo de estrechez tu cintura,

cíngulo ciñe breve por zona,
50

rígida (si de seda) clausura,

músculos nos oculta, ambiciosa.

Cúmulo de primores, tu talle,

dóricas esculturas asombra,

jónicos lineamientos desprecia,
55

émula su labor de sí propria.

Móviles pequeñeces tus plantas,

sólidos pavimentos ignoran;

mágicos que, a los vientos que pisan

tósigos de beldad inficionan.
60

Plátano, tu gentil estatura,

flámula es que a los aires tremola

ágiles movimientos, que esparcen

bálsamo de fragantes aromas.

Índices de tu rara hermosura,
65

rústicas estas líneas son cortas;

cítara solamente de Apolo,

méritos cante tuyos, sonora.


A la merced de alguna presea que la excelentísima señora doña Elvira de Toledo, virreina de Méjico, la presentó, corresponde con una perla y este romance, de no menor fuerza, que envió desde Méjico a la excelentísima señora condesa de Paredes

Hermosa, divina Elvira

a cuyas plantas airosas,

los que a Apolo son laureles

aun no las sirven de alfombra;

a quien Venus y Minerva
5

reconocen, envidiosas,

la ateniense, por más sabia,

la cipria, por más hermosa;

a quien si el pastor Ideo

diera la dorada poma,
10

lo justo de la sentencia

le excusara la discordia,

pues a vista del exceso

de tus prendas generosas,

sin esperar al examen,
15

te cediera la corona:

tú, que impedirle pudieras

la tragedia lastimosa

a Andrómeda, y de Perseo

el asunto a la victoria,
20

pues mirando tu hermosura

las Nereidas, ambiciosas,

su belleza despreciaran

y a ti te envidiaran sola,

ese concepto oriental
25

que del llanto de la Aurora

concibió concha lucida

a imitación de tu boca,

en quien la naturaleza,

del arte competidora,
30

siendo forma natural,

finge ser artificiosa,

quizá porque en su figura,

erudición cierta y docta,

a fascinantes contagios
35

da virtud preservadora;

con justa razón ofrezco

a tus aras victoriosas,

pues por tributo del mar

a Venus sólo le toca.
40

Bien mi obligación quisiera

que excediera, por preciosa,

a la que líquida en vino

engrandeció egipcias bodas,

o a aquélla que, blasón regio
45

de la grandeza española,

nuestros católicos reyes

guardan, vinculada joya;

pero me consuela el ver

que, si tu tocado adorna,
50

con prestarle tú el oriente,

será más rica que todas,

que el lucir tanto los astros

que del cielo son antorchas,

no es tanto por lo que son,
55

como donde se colocan.

Recíbela por ofrenda

de mi fineza amorosa,

pues para ser sacrificio,

no en vano quiso ser hostia;
60

mientras yo, para la prenda

de tu mano generosa,

como para mejor perla,

del corazón hago concha.


Llegaron a Méjico, con el hecho piadoso, las aclamaciones poéticas de Madrid a su majestad; que alaba la poetisa por más superior modo

   Altísimo señor, monarca hispano,

que a Dios, entre accidentes escondido,

cuando queréis mostraros más rendido,

es cuando os ostentáis más soberano:

   aquesa acción, señor, que al luterano
5

asombró en Carlos Quinto esclarecido,

y ésa, por quien el gran Rodulfo vido

del mundo el cetro en su piadosa mano,

   aunque aplaudida en el hispano suelo

ha sido con católica alegría,
10

no causa admiración a mi desvelo:

   quede admirado aquél que desconfía,

y de vuestra piedad, virtud y celo,

ésa y más religión no suponía.


A la Encarnación

Que hoy bajó Dios a la tierra

es cierto; pero más cierto

es, que bajando a María,

bajó Dios a mejor cielo.

Por obediencia del Padre
5

se vistió de carne el Verbo,

mas tal, que le pudo hacer

comodidad el precepto.

Conveniencia fue de todos

este divino misterio,
10

pues el hombre, de fortuna,

y Dios mejoró de asiento.

Su sangre le dio María

a logro, porque a su tiempo,

la que recibe encarnando
15

restituya redimiendo;

si ya no es que, para hacer

la redención, se avinieron,

dando moneda la Madre,

y poniendo el Hijo el sello.
20

Un arcángel a pedir

bajó su consentimiento,

guardándole, en ser rogada,

de reina los privilegios.

¡Oh grandeza de María,
25

que cuando usa el Padre Eterno

de dominio con su Hijo,

use con ella de ruego!

A estrecha cárcel reduce

de su grandeza lo inmenso,
30

y en breve morada cabe

quien sólo cabe en sí mesmo.


A lo mismo

Hoy es del divino amor

la encarnación amorosa,

fineza que es tan costosa,

que a las demás da valor.

Que aunque el bien en los nacidos
5

primero, fue el ser formados,

¿para qué era ser crïados,

sin poder ser redimidos?

Ni el poder solo gozar

el ser pudo ser placer;
10

porque, ¿para qué era el ser,

si era el ser para penar?

Los misterios eslabona

y es, para nuestro remedio,

del de la redención, medio,
15

del de la creación, corona.

¿Qué bien al mundo no ha dado

la encarnación amorosa

si aun la culpa fue dichosa

por haberla ocasionado?
20

Ni ella sola ser podía

causa, que si se repara,

para que Dios encarnara,

bastaba sola María.

Lo contrario no lo admito,
25

porque se me hace extrañeza,

poder más que su belleza,

el remedio de un delito.

Que aunque éste importó al consuelo

de un mundo en llanto profundo,
30

¿cuánto valdrá más que un mundo,

la que vale más que el cielo?

Aunque de haber encarnado

pudo ser doble el motivo:

de todos, por compasivo,
35

de ella, por enamorado.

Y así el bajar este día

al suelo, por varios modos,

fue por la culpa de todos

y la gracia de María.
40