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Exploradores y viajeros por España y el nuevo mundo

1536, Francisco Carvajal
(Arévalo, 1468?-Lima, 1548)

Este militar español que tomó parte en las batallas italianas de Rávena (1512) y Pavía (1525), pasó a Nueva España posteriormente, en fecha no determinada. Una vez allí, el virrey Mendoza le envió al Perú, con otros capitanes, en auxilio de Francisco Pizarro, con motivo del levantamiento inca de 1536. Se avecindó en Cuzco, de donde llegó a ser alcalde. En las guerras civiles, se decantó por el bando realista, poniéndose al servicio del gobernador Vaca de Castro, frente a los almagristas, y gracias a su sabia dirección militar se venció en la batalla de Chupas en 1542. Al llegar el virrey Blasco Núñez Vela en 1543, con instrucciones de poner en práctica las Nuevas Leyes que lesionaban los intereses de los encomenderos y propietarios, Carvajal quiso ser enviado a España para manifestarle al Emperador sus quejas por esta legislación. Al ser rechazada su pretensión, se colocó frente al virrey y engrosó las tropas de Gonzalo Pizarro. Cuando el virrey fue expulsado del Perú por la Real Audiencia, se dirigió al hermano de Pizarro para que éste disolviera sus fuerzas que entraron en la capital peruana a sangre y fuego. Comenzó aquí una larga y penosa peregrinación de Carvajal quien, entre batalla y batalla, pronto se hizo célebre por su extraordinaria movilidad y por sus rapiñas y crueldades por lo que se le conoció como «el Demonio de los Andes», a sus ochenta años largos.

Con la llegada al Perú del licenciado Pedro de La Gasca, con instrucciones muy severas del Emperador para acabar con la guerra civil entre españoles, Gonzalo Pizarro y Carvajal fueron derrotados en la batalla de Jaquijaguana, siendo ejecutados ambos en Cuzco el 10 de abril de 1548. Sus cabezas fueron puestas en la picota de Lima, encerradas en jaulas de hierro, y sus cuerpos descuartizados y repartidos, para ejemplar castigo, por los caminos. Fue demolida la casa de Carvajal en Lima y, como era costumbre, sembrado de sal el solar para que no creciese en él hierba alguna, en señal de ignominia.

Bibliografía básica

  • VV. AA. Diccionario de Historia de España. Madrid: Alianza Editorial, Madrid, 1979, 1981 y 1986. 3 volúmenes, vol. I, pp. 746-747.
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