La cédula y la letra de cambio son obligaciones contraídas para pagar o hacer que se pague una suma, ya sea en otro tiempo u ya en otro lugar.
El derecho anejo a esta orden de pago (aunque su valor no sea exigible en el instante mismo y en el lugar en que se está) le da sin embargo un valor actual más o menos considerable. Así, un efecto de comercio de cien francos pagadero en París dentro de dos meses, se negociará, o, si se quiere, se venderá por el precio de 99 francos; y una letra de cambio de igual suma, pagadera en Marsella dentro del mismo plazo, valdrá quizá actualmente en París 98 francos.
En el hecho de que una letra de cambio, o una cédula tienen un valor actual en virtud de su valor futuro, se puede emplear como moneda en toda especie de compras: y por eso se arreglan y ejecutan con letras de cambio la mayor parte de las grandes especulaciones del comercio.
Sucede algunas veces que la cualidad que tiene una letra de cambio, de ser pagadera en otro lugar, aumenta su valor en vez de disminuirle, lo que depende de la conveniencia recíproca, y de la situación del comercio. Si el comercio de París tiene que hacer muchos pagos en Londres se consentirá en dar en París, por una letra de cambio sobre Londres, más dinero que el que se ha de recibir en Londres, por este papel. Así aunque una libra esterlina no contiene más plata fina que la que se halla en 24 francos y 74 céntimos se podría muy bien pagar 25 francos, poco más o menos por cada libra esterlina pagadera en Londres265.
Esto es lo que se llama curso del cambio, el cual no es otra cosa que la cantidad de metal precioso que consentimos en dar, para adquirir el derecho de tomar cierta cantidad del mismo metal en otro lugar. La cualidad que tiene el metal de existir en tal paraje, le da o le quita valor, con respecto al mismo metal que existe en otro paraje.
Un país, la Francia por ejemplo, tiene el cambio a su favor cuando se da en Francia algo menos de metal precioso que el que se ha de recibir en el extranjero con letra de cambio que se adquiere; o bien cuando se da en el extranjero algo más de metal que el que se ha de tomar en Francia por medio de una letra de cambio sobre Francia. Nunca es la diferencia muy considerable, como que no puede exceder de los gastos de transporte de los metales preciosos; porque si el extranjero que tiene necesidad de una suma en París para hacer allí un pago pudiese enviarla en moneda con menos gasto que la pérdida que le causa el curso del cambio, es seguro que la enviaría en moneda266.
Se figuran algunos que es posible pagar a los extranjeros con letras de cambio todo lo que se les debe; y en consecuencia se han adoptado u promovido disposiciones para favorecer este pretendido modo de salir de deudas: lo cual es una verdadera locura; porque la letra de cambio no tiene ningún valor intrínseco. Si se gira una letra sobre alguna ciudad es porque se debe en ella la suma que expresa; y si se debe esta suma, es porque se envió allá un valor real equivalente. Así, las importaciones de un estado no pueden saldarse sino por medio de exportaciones, y al contrario. Las letras de cambio no son más que un signo de lo que se está debiendo, es decir, que los negociantes de un país no pueden girar letras de cambio a cargo de los de otro sino por el importe de las mercancías, incluso el oro y la plata, que enviaron a él directa o indirectamente. Si la Francia, por ejemplo, ha enviado a Alemania mercancía por valor de diez millones, y ésta a aquella por valor de doce, se podrá pagar hasta la concurrencia de diez millones con letras de cambio que representen el valor de lo que envió la Francia; pero no se podrán satisfacer del mismo modo los dos millones restantes, a no ser en letras de cambio sobre otro país, por ejemplo sobre Italia, adonde se hubiesen enviado mercancías de Francia por un valor equivalente.
Hay a la verdad tratas o letras de cambio, que llaman los cambistas papel de circulación o de giro, cuyo importe no representa ningún valor real. Un negociante de París, de acuerdo con otro, de Hamburgo, gira a su cargo letras de cambio que satisface este último vendiendo a su vez en Hamburgo letras de cambio a cargo de su corresponsal de París. Todo el tiempo que estas tratas han estado en manos de una tercera persona, hizo ésta la anticipación de su valor. Negociar letras de cambio de circulación es un modo de tomar dinero a préstamo, y un modo bastante costoso, porque obliga a pagar, además del descuento, esto es, de la pérdida que sufre este papel en razón de la distancia de su vencimiento, otra pérdida que resulta de la comisión del cambista, del corretaje y de los otros gastos de esta operación. Semejantes letras de cambio no pueden saldar de ningún modo las deudas que tiene un país con otro, porque las tratas son recíprocas y se igualaban mutuamente. Las de Hamburgo deben nivelarse con las de París, supuesto que han de servir para pagarlas; y como las primeras se destruyen con las segundas, el resultado es nulo.
Es visto que un país no tiene otro medio de pagar a otro que el de enviarle valores reales o mercancías (en cuya denominación comprehendo siempre los metales preciosos) por un valor igual al que recibió. Si no envía directamente valores efectivos en bastante cantidad para saldar lo que compró, los envía a otra nación, la cual los transporta a la primera en productos de su industria. ¿Cómo pagamos los cáñamos y las maderas de construcción que sacamos de Rusia? Enviando vinos, aguardientes, telas de seda, &c., no solamente a Rusia, sino también a Amsterdam y Hamburgo, que por su parte envían a Rusia géneros coloniales y otros productos de su comercio.
Suelen desear los gobiernos que en las remesas de mercancías que nos hacen los extranjeros entre la mayor parte que sea posible de metales preciosos, y que en las que nosotros les hacemos suceda todo lo contrario. Ya he tenido ocasión de observar hablando de lo que se llama impropiamente, balanza del comercio, que si conviene al negociante del país enviar al extranjero metales preciosos más bien que cualquiera otra mercancía, también tiene interés el estado en que los envíe, porque el estado no pierde ni gana sino por medio de sus ciudadanos; y con respecto al comercio extranjero, lo que mas conviene al ciudadano, es igualmente, lo que más conviene a la nación267. Así, cuando se ponen trabas a ta exportación que los particulares desearían hacer de metales preciosos, no se hace más que obligarlos a reemplazar esta remesa con otra menos ventajosa para ellos y para el estado.
Las frecuentes comunicaciones de un país pequeño con los circunvecinos derraman en él continuamente las monedas acuñadas por éstos; no porque el país pequeño no tenga su moneda propia, sino porque la necesidad de recibir muchas veces en pago piezas extranjeras en lugar de las nacionales obliga a dar a aquellas un precio fijo que expresa cierta porción de moneda nacional, y a recibirlas por este precio u tasa en los negocios corrientes.
El uso de estas monedas extranjeras está sujeto a muchos inconvenientes; pues sobre haber gran diferencia en su peso y calidad, suelen ser muy antiguas y estar muy gastadas y cercenadas, por no haber sido siempre comprehendidas en las refundiciones hechas en el país que las puso en circulación: algunas veces no corren en él; y aunque se hayan tenido presentes estas circunstancias en el valor corriente que se les atribuye, no por eso dejan de formar una moneda bastante desacreditada.
Como las letras de cambio giradas por el extranjero sobre tal país, se han de pagar con esta moneda que ha llegado a hacerse corriente, se negocian en el extranjero con alguna desventaja; pero las que se giran sobre el extranjero, y se han de pagar por consiguiente en moneda cuyo valor es más fijo y mejor conocido, se negocian en el país a más alto precio, por razón de que el sujeto que las adquiere no puede dar en cambio sino una moneda corriente degradada. En una palabra, la moneda corriente no se compara ni se cambia jamás por la extranjera sino con pérdida.
He aquí pues, el remedio que han imaginado los estados pequeños de que se trata268:
Han establecido bancos en que cada negociante deposita, ya en buena y legítima moneda del estado, ya en barras, o ya en piezas, extranjeras que se reciben como barras, un valor cualquiera expresado en moneda nacional de la ley y peso determinados por el gobierno. El banco abre al mismo tiempo una cuenta a cada uno de los que hacen el depósito, y sienta en el crédito de esta cuenta la suma depositada. Cuando un negociante quiere después hacer un pago, no hay que tocar al depósito, sino que basta trasladar el importe de la suma, de la cuenta de un acreedor del banco a la de otra persona. De este modo se pueden pasar continuamente los valores de un sujeto a otro sin más que una simple traslación hecha en los libros del banco; siendo de notar que como en toda esta operación no se traslada materialmente ninguna moneda de una mano a otra, resulta que la que se depositó al principio, la que tenía entonces el valor intrínseco que debía tener, la que sirve de prenda al crédito que se traslada de uno a otro, no pudo padecer ninguna alteración por el uso, por la malicia ni aun por la instabilidad de las leyes.
De consiguiente, cuando la moneda que se mantuvo en circulación se cambia por moneda de banco, esto es, por inscripciones en el banco, debe perder a proporción del menoscabo que experimentó. De aquí el agio, u la diferencia de valor que había en Amsterdam, por ejemplo, entre el dinero de banco y el dinero corriente. Este último cambiado por el de banco, perdía comúnmente de 3 a 4 por ciento.
Bien se deja entender que las letras de cambio pagaderas en una moneda tan segura e invariable deben negociarse mejor que las otras: por lo que, se observa en general que el curso de los cambios es favorable a los países que pagan en moneda de banco, y contrario a los que sólo pueden ofrecer en pago moneda corriente.
El depósito hecho en el banco queda allí perpetuamente, porque se perdería demasiado en sacarle. En efecto se sacaría una moneda buena, íntegra, y con todo su valor primitivo, y cuando se llegase a darla en pago, no pasaría sino como moneda corriente y degradada; porque la pieza más nueva e íntegra, una vez que se pone en circulación con otras se toma por cuenta y no por peso, sin que sea posible darle en los pagos más valor que el que tienen las piezas corrientes. Sacar pues moneda del banco para ponerla en circulación sería querer perder el exceso de valor que tiene con respecto a la otra.
Tal es el fin con que se establecieron los bancos de depósito. En la mayor parte de ellos se añadieron algunas operaciones a las que dimanaban del objeto principal de su institución, pero no corresponde aquí hablar de ellas.
La ganancia de los bancos de depósito consiste en un derecho que se les paga por cada traslación de crédito, y en algunas operaciones compatibles con su institución, como préstamos sobre depósitos de barras.
Fácilmente se comprehende que una de las condiciones esenciales para el fin que se proponen, es la inviolabilidad del depósito que les está confiado. En Amsterdam debían responder de él los cuatro burgomaestres u oficiales municipales, quienes al acabar el ejercicio de sus funciones le entregaban todos los años a sus sucesores, y estos después de comprobarle comparándole con los registros del banco, se obligaban con juramento a entregarle intacto a los magistrados que hubiesen de remplazarlos. Este depósito fue respetado desde el establecimiento del banco en 1609 hasta 1672, época en que el ejército de Luis XIV, penetró hasta Utrecht. Entonces se devolvió a los interesados: y parece que después no se guardó tan religiosamente el depósito del banco, porque cuando los franceses se apoderaron de Amsterdam en 1794, y hubo de declararse el estado de las cajas, se halló que sobre este depósito se había prestado a la ciudad de Amsterdam, a la compañía de las Indias, y a las provincias de Holanda, y de West-Frisia una suma de 10.624.793 florines, que estas corporaciones no podían reintegrar.
Pudiera temerse que semejante depósito fuese aun menos respetado en un país en que se ejerciese la autoridad pública sin ningún freno ni responsabilidad.
Hay otros bancos fundados en principios enteramente distintos. Redúcense a unas asociaciones de capitalistas que por medio de acciones suministran fondos con los cuales hacen diversos servicios que les producen una ganancia, y principalmente el descuento de las letras de cambio; es decir, que el banco anticipa, mediante un interés llamado descuento (que él se reserva) el valor de los efectos de comercio, cuyo plazo aun no ha vencido.
Con el fin de aumentar la masa de sus capitales y de sus negocios suelen estas asociaciones emitir cédulas de crédito u promesas de pagar a la vista al portador la cantidad de oro u plata estipulada en la cédula. La prenda de estas cédulas existe en su cartera en efectos de comercio firmados por particulares abonados, supuesto que la asociación, no dio sus cédulas sino para descontar, o si se quiere para comprar aquellos efectos.
Cuando los efectos de los particulares tienen un término u plazo, no pueden servir en verdad para el reembolso de las cédulas que son pagaderas a la vista. Por eso los bancos de giro que se conducen con acierto, no anticipan dinero u cédulas pagaderas a la vista en dinero, sino por efectos a plazos muy cortos y guardan siempre en caja una suma considerable en especie de moneda, una tercera parte, por ejemplo u tal vez la mitad del importe de las cédulas emitidas; sucediendo alguna vez que a pesar de esta precaución se hallan en grandes apuros, cuando por falta de confianza en sus fondos, o por cualquier acontecimiento se agolpan en la caja los portadores de cédulas a pedir su reembolso. En un caso semejante se vio precisado el banco de Londres a recoger toda la plata menuda (seis pences) que pudo hallar, a fin de que la excesiva lentitud de los pagos hechos en esta especie de moneda diese lugar al vencimiento de una parte de los efectos que poseía. La caja de descuentos de París, dominada en 1788 por el gobierno, recurrió a subterfugios no menos miserables.
Es muy considerable la ganancia de los bancos de giro. La porción de cédulas que tiene por prenda letras de cambio les produce un interés, porque estos efectos se compraron con la deducción del descuento; pero es necesario deducir de esta ganancia el interés de la prenda en dinero efectivo que deben guardar en caja, el cual es un capital muerto.
El banco de Inglaterra y el de Francia no hacen anticipaciones sino sobre letras de cambio, y sólo conceden créditos hasta la concurrencia de las sumas que se les entregan indemnizándose de la molestia de recibir y pagar por cuenta de particulares, con la utilidad que sacan de los fondos que el giro deja accidentalmente en su poder.
Además de esto se encargan, mediante un interés de comisión, del pago de los censualistas del estado, y uno y otro hacen anticipaciones a sus gobiernos.
Estas diversas operaciones aumentan sus ganancias; pero la última es totalmente contraria a su objeto, como se verá muy luego. Las anticipaciones hechas al antiguo gobierno de Francia por la caja de descuentos, y al gobierno inglés por el banco de Inglaterra, pusieron a estos establecimientos en la necesidad de solicitar leyes para que tuviesen sus cédulas un curso forzado: lo cual los desquicia enteramente. Por eso se desplomó el primero de estos bancos, y el segundo...
El establecimiento de muchos bancos que emitan cédulas de crédito es mejor que el de uno solo, porque entonces aspiran todos a merecer el favor del público, ofreciéndole mejores condiciones y prendas más sólidas.
Los bancos emiten sus cédulas, ya tomando letras de cambio a descuento, esto es, dando su cédulas a la vista para que circulen como dinero en pago de efectos que tienen plazo, y con la deducción del interés, que es lo que hacen el banco actual de Francia y todos los de Inglaterra, o ya prestando a interés a personas abonadas, como lo ejecutan los bancos escoceses. Los negociantes acreditados sacan de estos últimos las sumas necesarias para su giro corriente, de modo que cada negociante puede emplear todos sus capitales en sus empresas sin reservar nada para atender al movimiento ordinario de sus mercancías. El negociante de Londres, y el de París deben cuidar de tener constantemente en el banco u en sus cajas las sumas necesarias para realizar sus pagos; pero el de Edimburgo está libre de este cuidado, por la seguridad que tiene de que el banco pagará por él si le ocurre hacer un pago accidental.
El banco de giro produce la utilidad de que la suma que guarda en caja para subvenir a las necesidades corrientes es menos considerable que las sumas reunidas que habrían de guardar todos aquellos por quienes paga: lo cual es una economía de capitales.
Corno las cédulas de banco u de crédito, pagaderas a la vista y circulantes como moneda, tienen grande influjo en la riqueza nacional, y han dado origen a muchos errores que se encuentran en obras apreciables por otra parte, es necesario examinar aquí con mucho cuidado su naturaleza y efectos.
Advierto ante todas cosas que sólo me propongo hablar de las cédulas a que da curso la confianza, y que se pueden reducir a dinero en el instante en que se crea que es peligroso guardarlas.
Sin duda es tan curioso como importante el saber si unas cédulas, unos papeles sin valor intrínseco, añaden algo a la masa de las riquezas sociales, y en tal caso de que así sea, cuál es el término en que se detiene este efecto; porque sino tuviese término, es claro que tampoco tendrían límites las riquezas que podría adquirir un estado en muy poco tiempo por medio de algunas resmas de papel. La solución de estas cuestiones merece colocarse en el número de las más bellas demostraciones de Smith: pero siendo muchas las personas que no las han entendido, voy a tratar de hacerlas usuales.
Las necesidades de una nación exigen cierta cantidad de cada especie de mercancía, cantidad determinada por el estado actual de los progresos que haya hecho esta nación. Las mercancías que en cada especie exceden a estas necesidades, o no se producen, o cuando llegan a producirse, decae su valor, y van a otra parte a buscar quien las adquiera a mayor precio fuera del país.
Sucede con la moneda lo mismo que con todas las demás mercancías. Es un agente cómodo, y por consiguiente se emplea en todos los cambios; pero la necesidad que hay de ella depende de la extensión y actividad de los cambios que se hacen en cada país. Una vez que existe el numerario suficiente para efectuar todos los cambios que hay que hacer de los géneros, o no se verifica demasía, o si llegase a haberla, desaparece buscando el paraje donde tiene más precio y donde es mayor su utilidad. Nadie, o casi nadie, guarda una suma superior a las necesidades diarias de su comercio u de su consumo269. Todo lo que excede a estas necesidades se aleja como cosa que no produce utilidad ni interés: y cuando cada uno está así provisto de la porción de numerario correspondiente a sus negocios y a sus bienes, tiene la sociedad entera todo el que necesita.
Se puede dejar al interés personal el cuidado de aprovecharse del mejor modo posible del numerario sobrante después de atendidas las necesidades de la circulación. Pretender que pierde el estado todo lo que sale de sus fronteras, es pretender que pierde un fabricante todo el dinero que sale de sus manos para comprar los géneros o las primeras materias de su industria; es pretender que los particulares, que son los que componen el estado regalan al extranjero todas las sumas de que se desprenden.
No tratemos sino de que el numerario que circula en un país, está limitado por las necesidades de la circulación del país mismo.
Si en tal estado se encuentra un medio de reemplazar con cédulas la mitad del numerario u de la mercancía-moneda, es evidente que desde este punto hay superabundancia de moneda. Esta superabundancia disminuye su valor; pero no habiendo razón para que baje éste en otros lugares donde no se hayan creado cédulas de crédito, y donde por consiguiente no hay superabundancia, la mercancía-moneda se derrama en aquellos lugares donde ha conservado más valor, y donde por consiguiente puede cambiarse por mayor cantidad de mercancías: en otros términos, la moneda busca los parajes donde están más baratas las mercancías, y vuelve en estas un valor igual al que salió en dinero.
La porción de moneda que sale se toma solamente de aquella parte que tiene un valor en el extranjero, esto es, de la parte metálica. Pero, como no sale sin hacer que vuelva a entrar un valor equivalente, y como este valor que estaba antes en numerario, y destinado únicamente a las necesidades de la circulación, se halla ahora bajo la forma de un sin número de mercancías que constituyen parte del capital reproductivo de la nación, resulta de aquí (y esto es muy digno de notarse) que el capital nacional se aumentó en una suma igual a todo el numerario metálico que salió con este motivo.
No se priva por esto a la circulación interior de la moneda que necesita, supuesto que el metal que falta es reemplazado por cédulas que hacen exactamente el mismo servicio.
Por precioso que sea este acrecentamiento del capital nacional, no conviene sin embargo figurársele mayor de lo que es en realidad. He dado por supuesto, con el fin de simplificar, que podía reemplazarse con cédulas de crédito la mitad del numerario de un país; pero esta proporción es enorme, sobre todo si se considera que las cédulas no conservan su valor de moneda, sino cuando pueden cambiarse por ésta, sin dificultad y en el instante en que se quiera. Digo sin dificultad y en el instante en que se quiera, porque de lo contrario se preferiría la moneda, como que en todos los instantes, y sin que para ello haya que vencer ninguna dificultad, tiene valor de moneda. Estas condiciones suponen, no sólo que hay siempre en caja suficientes valores en efectos o en dinero para pagar todas las cédulas que pueden presentarse, sino que el portador de cédulas tiene cerca la caja: por lo que en un país algo extenso, donde hubiese tantas cédulas que formasen la mitad de la moneda necesaria para los contratos, sería indispensable multiplicar excesivamente las cajas de pago, para que todos los portadores de cédulas pudiesen acudir a ellas sin incomodarse.
Supongamos sin embargo, que la cosa es posible, y dando por sentado que las cédulas de crédito, puedan reemplazar la mitad del numerario que exige la circulación, tratemos de valuar la importancia de este aumento con respecto al capital nacional.
Ningún autor de nota ha valuado el numerario que se necesita para la circulación en más de un quinto de los productos anuales ordinarios de una nación, y según los cálculos de algunos no llega a un trigésimo. Regularle por consiguiente en un quinto de los productos anuales, es la valuación más subida que puede hacerse, y por lo que a mí toca la creo muy superior a lo que sucede en realidad. Pero démosla por cierta. Entonces un país que tuviese 20 millones de francos de productos anuales, no tendría más de 4 millones de numerario. Suponiendo pues que la mitad de este numerario, u 2 millones, pudiesen reemplazarse con cédulas de crédito, y emplearse en aumento del capital nacional, no le aumentarían (y téngase esto entendido para todos los casos) más que en un valor igual a los dos veintenos o al décimo de los productos de un año.
Quizá sería también muy subida la valuación de los productos anuales, si se regulasen en un décimo del valor del capital productivo nacional; y yo los gradúo así, suponiendo que los capitales productivos rindan uno con otro cinco por ciento, y otro tanto la industria que fomentan. Si las cédulas de crédito han suministrado un auxilio igual al décimo del producto anual, no habrán acrecentado el capital nacional productivo más que en un centésimo, valuando aquel auxilio del modo más alto.
Aunque la emisión posible de cédulas de crédito proporcione, como se ve, en un país medianamente rico, un aumento de capital muy inferior al que se ha querido figurar en muchas ocasiones, no por eso deja de ser sumamente precioso, pues a no ser por una producción muy activa como la de Inglaterra, o por un espíritu de economía muy general y sostenido, como el que se observa en Holanda, jamás llega una nación, aunque prospere, a substraer de su consumo improductivo sino una pequeña parte de sus rentas para añadirla a sus capitales productivos. Sabido es que las naciones que siempre permanecen en el misino estado, no aumentan sus capitales, y que las que van en decadencia consumen una parte de ellos todos los años.
Cuando un banco emite más cédulas que las que exigen las necesidades de la circulación, y las que son compatibles con la confianza que se le concede vuelven aquellas continuamente para su reembolso y pierde el banco los gastos que le es forzoso hacer para que entre de nuevo en su caja el dinero que sale de ella a cada momento. No habiendo sabido contenerse siempre en un punto tan delicado los bancos de Escocia, a pesar de que han sido muy útiles, se han visto precisados en ciertas épocas a mantener agentes en Londres con la única ocupación de recoger dinero que les costaba hasta dos por ciento, y desaparecía en pocos instantes. El banco de Inglaterra en iguales circunstancias tenía que comprar tejos de oro y reducirlos a moneda que se fundía a proporción que los daba en pago, a causa del alto precio que se veía precisado a dar a los tejos, para subvenir a la abundancia de los reembolsos que le exigían: con lo que perdía todos los años de 2 1/2 a 3 por ciento en una suma de cerca de 850 mil libras esterlinas (más de 20 millones de francos)270. No hablo de lo que ha sucedido últimamente a este mismo banco, cuando se ha dado a sus cédulas un curso forzado, variando enteramente su naturaleza.
Como las cédulas puestas en circulación por un banco, aun por el que no tiene fondos propios, no se dan jamás gratuitamente, suponen siempre en su caja un valor equivalente, ya sea en dinero, o en créditos con interés. Esta última porción es la única que constituye verdaderamente la suma prestada por el banco; y así no debe componerse jamás de créditos a largo plazo, porque estos son la prenda de otro crédito que está en manos del público, y tiene el más corto de todos los plazos, supuesto que es pagadero a la vista. Para que un banco pudiese cumplir constantemente sus obligaciones y merecer la confianza que exige, sería necesario que los efectos de comercio, que son la prenda de sus cédulas, fuesen todos pagaderos a la vista; pero siéndole difícil tener efectos sólidos que produzcan interés y sean pagaderos a la vista, le conviene que sus créditos tengan el más corto plazo que sea posible; de cuyo principio no se han separado en ningún tiempo los bancos que han sido dirigidos con acierto.
Resulta de todo lo que precede una consecuencia fatal a muchos sistemas y proyectos; y es que las cédulas de crédito, sólo pueden reemplazar una parte de aquella porción del capital nacional que hace oficio de moneda y circula de mano en mano para efectuar los cambios de las demás cosas, y que ni un banco de giro ni las cédulas de crédito a pesar de cuantos nombres especiosos se les den, no pueden suministrar por consiguiente a las empresas agrícolas, fabriles o comerciales ningunos fondos para construir edificios y máquinas, abrir minas y canales, desmontar tierras incultas, o emprender especulaciones lejanas; en una palabra, ningunos fondos destinados a emplearse como capitales fijos. La naturaleza de las cédulas de crédito consiste en ser perpetuamente exigibles; y así, cuando la totalidad de su valor no se halla en dinero en la caja del banco debe estar a lo menos en efectos de muy corto plazo; porque mal podrá cumplir semejantes obligaciones la empresa que emplea los fondos que toma a préstamo de modo que no pueda disponer de ellos cuando quiera.
Hagamos esto más palpable por medio de un ejemplo.
Supongo que un banco de giro presta en cédulas de crédito equivalente a dinero treinta mil francos a un propietario territorial, hipotecados sobre sus haciendas. La prenda no puede ser mas sólida. El propietario emplea estos fondos en obras que necesita para mejorar sus fincas, a cuyo fin se ajusta con un arquitecto, y le paga los treinta mil francos en cédulas de banco. Suponiendo ahora que el arquitecto quiera cobrar al cabo de algún tiempo el importe de las cédulas, es evidente que el banco no puede hacer uso de la prenda que tiene para pagarlas, pues aunque la prenda de esta suma de cédulas es una obligación muy sólida en realidad, no es exigible.
Advierto que los efectos que posee un banco, con tal que estén firmados por personas abonadas, y no sean sus plazos demasiado largos, deben ser para el concepto del público una prenda suficiente de todas las cédulas que hubiese emitido. Para poder pagarlas todas, le basta no emitir otras nuevas, y dejar que venza el plazo de los efectos de comercio que tiene en su poder; porque estos efectos han de ser pagados con dinero u con cédulas de banco. En el primer caso recibe éste con que pagar sus cédulas, y en el segundo queda dispensado de pagarlas.
Si por cualquier razón que sea se retiran las cédulas de un banco de giro, no queda éste encargado del cuidado de reemplazar su moneda ficticia, así como no tomó a su cargo el cuidado de aprovecharse del numerario metálico que resultó superfluo por efecto de su establecimiento. Puede, como acabamos de verlo, recoger todas sus cédulas con los efectos que tiene en su poder. La dificultad es entonces para el público, el cual tiene que buscar un nuevo agente de circulación, ya sea trayendo moneda metálica, o ya supliéndola por medio de obligaciones particulares; pero es probable que en este caso volvería a recurrir el público a un banco bien dirigido271.
Ahora se comprehende la razón de que mil proyectos de bancos agrícolas en que se ha pretendido poder fundar cédulas que hagan oficio de moneda, sobre sólidas hipotecas territoriales, y otros de igual naturaleza, se hayan desplomado siempre en poco tiempo, con más o menos pérdida de los accionistas o del público272. La moneda equivale a una cédula de total solidez y pagadera al instante: por lo cual no puede ser reemplazada sino con una cédula no sólo de perfecta solidez, sino también pagadera a la vista; y la mejor hipoteca no puede servir para pagar semejantes cédulas.
Por la misma razón, las letras de cambio llamadas papel de circulación o de giro, no son una prenda suficiente para las cédulas de crédito. Cuando vencen estas letras de cambio se pagan con otras que tienen plazo más largo, y se negocian haciendo el sacrificio del descuento. Llegado el plazo de estas últimas se pagan con otras que vencen más tarde, y se descuentan igualmente. Ya se deja entender que semejante operación, cuando el banco toma este papel a descuento, no es más que un préstamo perpetúo, pues el primero se cubre con el segundo, el segundo con el tercero, y así de los demás. El inconveniente que de aquí resulta para un banco es el de hacer que circule mayor cantidad de sus cédulas que las que exigen las necesidades de la circulación y el estado del crédito del banco: las cédulas así tomadas a préstamo no sirven para el cambio y movimiento de valores reales, pues en este caso no los hay, y de consiguiente vuelven a todas horas al banco para reducirse a dinero. Por eso cuando estaba bien dirigida la antigua caja de destos de París, hacía todo lo posible para eximirse de descontar papel de giro, como lo ejecutan también ahora el banco de Francia y el de Inglaterra.
El mismo inconveniente se presenta cuando un banco hace al gobierno anticipaciones continuas o a largos plazos: de lo cual resultó la bancarrota del banco de Inglaterra; porque no siendo exigible el crédito que tenía contra el gobierno, no pudo pagar las cédulas que sirvieron para hacer aquella anticipación, de modo que sus cédulas dejaron de ser cédulas de crédito, y tuvieron un curso forzado. No pudiendo el gobierno suministrarle medios para pagarlas, le dispensó de esta obligación273.
Todo banco que emite cédulas de crédito, si está bien dirigido y libre del influjo del gobierno, casi no expone a ningún riesgo a los portadores de ellas.
La mayor desgracia que puede sucederles, suponiendo que por una falta absoluta de confianza se agolpen a un mismo tiempo todas sus cédulas para la reducción o reembolso, sería la de ser pagados en buenas letras de cambio a corto plazo, con el abono del descuento, esto es, en aquellas mismas letras de cambio que compró el banco por medio de sus cédulas. Si el banco tiene un capital propio, es ésta una garantía más; pero en un país sometido a un poder que no reconoce responsabilidad, o la que tiene es puramente ilusoria274, ni esta garantía ni la de las letras de cambio que posea el banco son de ningún valor. En semejantes países no hay más garantía que la política del gabinete, que da la ley; y toda confianza es una verdadera imprudencia.
Tal es, sino me engaño, el efecto que producen en las riquezas generales y particulares los bancos de giro y la emisión de sus cédulas.
Smith representa el efecto de estas operaciones con una imagen extraña e ingeniosa. El suelo de un vasto país figura según este autor los capitales que existen en él. Las tierras cultivadas son los capitales productivos; y los caminos reales el agente de la circulación, esto es, la moneda por cuyo medio se distribuyen los productos en la sociedad. Invéntase una gran máquina que transporta por los aires los productos del suelo: he aquí las cédulas de crédito. Desde este instante se pueden ya cultivar los caminos reales.
«Sin embargo, continua Smith, el comercio y la industria de una nación, pendientes de las alas icarias de las cédulas de banco, no caminan de un modo tan seguro como por el terreno sólido del oro y de la plata. Además de los accidentes a que los exponen la imprudencia o el poco conocimiento de los directores de un banco, hay otros que no puede preveer ni evitar el talento humano. Una guerra funesta, por ejemplo, que hiciese pasar a manos del enemigo la prenda que sostiene el crédito de las cédulas ocasionaría una confusión mucho mayor que si la circulación del país estuviese fundada en el oro y la plata. Perdiendo entonces todo su valor el instrumento de los cambios, no podrían ser éstos más que unos trueques que se harían con gran dificultad; y además, habiéndose pagado hasta entonces en cédulas todos los impuestos, nada hallaría el Príncipe en sus arcas para pagar sus tropas, ni para llenar sus almacenes. Por consiguiente, el Príncipe que desee defender en todo tiempo, de un modo ventajoso, su territorio y su poder, debe precaverse no sólo de esa multiplicación enorme de cédulas de crédito, que llega a ser ruinosa a los bancos y funesta al país, sino también de una multiplicación moderada en la apariencia, cuyo objeto fuese solamente el de reemplazar en sus estados una parte demasiado grande del agente natural de los cambios».
Basta la falsificación de las cédulas para introducir el desorden en los negocios del banco mejor establecido. La falsificación es mucho más de temer por lo que hace a las cédulas que al dinero, porque aquellas excitan más la codicia de los falsificadores, supuesto que se gana más en elevar al valor de dinero un pliego de papel que un metal, que por despreciable que sea tiene siempre cierto valor intrínseco, sobre todo si está cubierto u mezclado con alguna porción de un metal más precioso; y quizá también los preparativos necesarios para la falsificación de las cédulas exponen menos a sus autores. En fin, la moneda falsa no puede perjudicar al valor de la buena, la cual le tiene en sí misma con independencia de toda alteración, al paso que la opinión del público sobre que corren cédulas falsificadas con tal arte que no se pueden distinguir de las verdaderas, basta para que no se admitan unas ni otras. Por eso se ha visto que algunos bancos han querido más pagar cédulas que les constaba ser falsas, que exponer las verdaderas al riesgo de ser desacreditadas.
Un medio de impedir la excesiva multiplicación de las cédulas es prohibir que su importe baje de cierta suma; de manera que puedan servir para la circulación de las mercancías que pasan de un negociante a otro, y sean embarazosas en la circulación que se verifica entre el mercader y el consumidor. Pero ¿tiene derecho el gobierno para impedir que los establecimientos particulares emitan cédulas pequeñas o de corto valor, si el público quiere recibirlas? ¿Debe violar en este punto la libertad de los contratos que está obligado a defender? Sin duda; del mismo modo que está autorizado para estorbar la construcción de un edificio privado que amenazase a la seguridad pública.
He reservado el nombre de papel-moneda propiamente tal, para aquellas obligaciones que quiere el Soberano se reciban en pago de las ventas a créditos estipulados en moneda.
Digo obligaciones, aunque no obligan a la autoridad que las emite a un reembolso, a lo menos inmediato; pero contienen por lo común la promesa de un reembolso a la vista, el cual no se efectúa, o de un reembolso a cierto plazo, del cual no hay garantía alguna, o de un reembolso en tierras, cuyo valor examinaremos muy luego.
Una obligación, ya sea que esté firmada por el gobierno, u por particulares, no se transforma en papel-moneda sino por la autoridad del gobierno, que es el único que puede autorizar a los deudores de moneda para que paguen con papel. No es este un acto legítimo de la autoridad, sino un acto arbitrario, u por mejor decir, el último término de la alteración de las monedas.
Según los principios que dejamos establecidos, parece que una moneda que no tiene ningún valor como mercancía, no debería tenerle tampoco en los contratos libres que se celebran después de su emisión: y esto es, lo que viene a suceder tarde o temprano. Las cédulas del banco llamado impropiamente banco de Law, y los asignados que se crearon durante la revolución francesa, no fueron jamás formalmente abolidos; y sin embargo no habría hoy quien diese un maravedí por la mayor de aquellas cédulas. Mas ¿por qué no se reducen así desde su origen a su verdadero valor?
Depende esto de muchas medidas ya artificiosas, ya violentas, cuyo efecto subsiste siempre por algún tiempo.
Y desde luego, un papel con que se pueden pagar las deudas, bien que fraudulentamente, recibe de esta circunstancia una especie de valor. El papel-moneda sirve también para pagar una deuda que se renueva perpetuamente, esto es, las contribuciones públicas.
Algunas veces se tarifan los géneros, y se fija el máximum de su precio: lo que a la verdad hace que cese casi enteramente la producción de las mercancías a que se ha puesto la tasa; pero esto es lo que da al papel-moneda una parte del valor de los objetos ya existentes. En fin, la existencia sola del papel-moneda causa la exportación del numerario metálico, el cual, no pudiendo ya ser ofrecido sino por un valor igual al del papel-moneda, acude al extranjero a buscar quien le adquiera por lo que vale. Queda pues sólo el papel-moneda para subvenir a los usos de la circulación, y la absoluta necesidad que hay de un intermedio para los cambios contribuye a sostener su valor275.
Es tal esta necesidad, que hemos visto que el papel-moneda de Inglaterra (las cédulas de banco) ha subido, por decirlo así, hasta el valor de la moneda, sin más diligencia que el cuidado que ha tenido el banco de limitar su suma a las necesidades de la circulación.
Los pueblos que se han visto precisados a emprender guerras sin haber podido juntar de antemano los capitales necesarios para sostenerlas, y sin tener aun bastante crédito para adquirirlos por medio de empréstitos, han recurrido casi siempre al papel-moneda, o a un equivalente.
Durante la guerra que para asegurar su independencia sostuvieron los Holandeses contra el Rey de España, hicieron moneda de papel, de cuero y de otras muchas materias. En circunstancias semejantes se sirvieron también de papel-moneda los Estados Unidos de América; y el que facilitó a la república francesa los medios de resistir a los principales esfuerzos de la primera coalición se hizo célebre con el nombre de asignados.
No hay razón para atribuir a Law los males causados por lo que en Francia se llama el sistema. Aquel hombre no tenía ideas equivocadas acerca de las monedas, como se puede ver en un escrito que publicó en Escocia para persuadir al gobierno de su país que estableciese un banco de giro276. El banco que formó en Francia en 1716 estaba fundado en estos principios, y las cédulas que puso en circulación decían así:
«El banco promete pagar al portador a la vista... libras en moneda del mismo peso y de la misma ley que l moneda de este día, valor recibido. París, &c.».
El banco, que no era todavía más que una empresa particular pagaba puntualmente sus cédulas siempre que se le presentaban. No eran aun éstas papel-moneda: y tal fue el estado de las cosas hasta 1719, sucediendo todo prósperamente277, cuando el Rey, o por mejor decir, el regente reembolso a los accionistas, se hizo dueño del establecimiento, le dio el nombre de banco Real, y se expresaron las cédulas en la forma siguiente:
«El banco promete pagar al portador a la vista... libras en moneda de plata, valor recibido. París, &c.».
Esta alteración, leve en la apariencia, era fundamental, porque las primeras cédulas estipulaban una cantidad fija de plata, esto es, la que se conocía en el momento de la fecha con la denominación de libra: y como las segundas sólo estipulaban libras, admitían todas las variaciones que el poder arbitrario quisiese introducir en el valor real de las piezas a que daría siempre el nombre de libras. Llamose esto fijar el papel-moneda, y era bien al contrario convertirle en una moneda infinitamente más susceptible de variaciones, y que varió de un modo muy deplorable. Law se opuso vigorosamente a aquella alteración; pero los principios incontestables de la ciencia hubieron de ceder a la fuerza del gobierno; y los desaciertos de éste, citando se advirtieron sus fatales consecuencias, se atribuyeron a la falsedad de los principios.
Los asignados que se crearon durante la revolución francesa valían aun menos que el papel-moneda de la regencia; porque al fin prometía éste un pago en dinero; el cual hubiera podido reducirse considerablemente por la alteración de las monedas; pero si el gobierno hubiera sido más moderado en la emisión de su papel-moneda, y más escrupuloso en el cumplimiento de sus obligaciones habría podido reembolsarle tarde o temprano; al paso que los asignados no daban derecho alguno al reembolso en dinero sino sólo a la compra de bienes nacionales. Veamos pues lo que valía aquel derecho.
Los primeros asignados expresaban que eran pagaderos en la caja del fondo extraordinario, donde realmente no se pagaban. Es verdad que se admitían en pago de los bienes nacionales que compraban los particulares en pública subasta; pero no bastaba el valor de estos bienes para determinar el de los asignados, porque aumentaba su precio nominal en la misma proposición en que decaía el del asignado. No sentía el gobierno que subiese nominalmente el precio de los bienes nacionales, pues veía en esto un medio de recoger mayor cantidad de asignados, y por consiguiente el de emitir otros sin alimentar su masa; pero no advertía que no era el precio de aquellos bienes el que aumentaba, sino el de los asignados el que disminuía, y que cuanto más disminuía éste, tantos más tendría que emitir para comprar los mismos géneros.
Los últimos asignados no contenían ya la expresión de que eran pagaderos a la vista; y apenas se hizo alto en esta alteración, porque ni unos ni otros se pagaban.
Pero con esto se descubre mejor el vicio de su institución. En efecto, se leía en un pliego de papel: Bienes nacionales: asignado de cien francos. ¿Y qué significaban las palabras cien francos? ¿De qué valor daban idea? ¿De la cantidad de plata o de dinero que se llamaba antes cien francos? No; pues era imposible adquirir esta cantidad de dinero con un asignado de cien francos. ¿Daban idea de una extensión de tierra igual a la que hubiera valido cien francos en dinero? Tampoco; pues por efecto de las subastas, no se podía obtener, ni aun de mano del gobierno, aquella porción de tierra con un asignado de cien francos, así como no se podían obtener de él cien francos en dinero. Era necesario comprar bienes nacionales en subasta con asignados en la mano; y había decaído tanto el valor de este papel que con un asignado de cien francos no se podía comprar en subasta un palmo de terreno.
De modo que, prescindiendo de todo descrédito, una suma en asignados no daba idea de ningún valor; y aun cuando el gobierno hubiese gozado de la confianza que no tenía, no podían dejar de caer los asignados en una desestimación total.
Se conoció después el error, cuando ya no fue posible comprar ningún género, por corto que fuese su valor, aunque se ofreciese la mayor suma de asignados. Entonces se recurrió a la creación de mandatos, esto es, de un papel por cuyo medio se podía adquirir sin subasta una cantidad determinada de bienes nacionales; pero se cometieron errores en la ejecución, y por otra parte no era ya tiempo de plantear semejantes proyectos.
FIN DEL TOMO PRIMERO
-Prólogo del traductor.
-Advertencia que precede a la tercera edición.
-Sobre esta cuarta edición.
-Prólogo de D. Manuel María Gutiérrez.
-Discurso preliminar del autor.
No se perfecciona una ciencia hasta que se llega a fijar bien sus límites.
Diferencia entre la Economía política y la Política. Etimología de su nombre.
Qué es la que distingue de la Agricultura, de las Artes y del comercio.
La naturaleza de las cosas es el fundamento de todo conocimiento positivo.
Hay dos órdenes de hechos.
La Estadística se distingue de la Economía política.
La Estadística es un compuesto, siempre incompleto de hechos que son frecuentemente inexactos.
Cómo pueden los hechos hacernos caer en errores.
Falsa oposición entre la práctica y la teórica.
Los hombres preocupados y amantes de la rutina son sistemáticos. Ejemplos.
Los sistemas (tomada esta palabra en mal sentido) son unas doctrinas fundadas en hechos incompletos, mal observados, o de las cuales se dedujeron falsas consecuencias. Ejemplos.
Defínense los principios.
No es posible llegar a la solución de los problemas de la Economía política por medio de las Matemáticas.
Historia rápida de los progresos de esta ciencia. Idea que formaron de ella los antiguos, y en seguida los modernos hasta el siglo XVIII.
De los autores italianos.
De los autores españoles.
De los autores franceses.
De los Economistas del siglo XVIII.
De los escritores a que han dado origen los Economistas.
Doctrina de Adan Smith. Nuevas verdades establecidas por este autor. Sus errores: lo que dejó por descubrir: su obra imperfecta en la forma y en la substancia.
Progresos de la Economía política desde el tiempo de Smith. Objeto de esta obra.
Nuevos tratados de Economía política publicados después.
Crítica de la obra de Mr. Ricardo.
Refutación de los detractores de la ciencia.
Las naciones están todavía lejos de la prosperidad a que pueden aspirar.
Esperanzas bien fundadas de los grandes progresos que se han de hacer muy pronto en el estudio de la Economía política.
Felices resultados que deben esperarse de estos progresos.
Las nociones que da la Economía política no interesan exclusivamente a los que gobiernan los Estados, sino que son útiles a toda clase de personas.
No pueden ser ilustrados los gobiernos, cuando no lo es la clase media de la nación.
Funestas consecuencias de la versatilidad. No puede evitarse ésta sino cuando una nación tiene opiniones fijas: lo que no puede verificarse hasta que las luces estén medianamente esparcidas; y esto es obra del tiempo.
No es necesario que las buenas doctrinas se sigan en un todo para que produzcan felices resultados.
Los estudios económicos son útiles para la administración de los bienes particulares.
Progresos con que debe caracterizarse el siglo XIX.
LIBRO PRIMERO.
De la producción de las riquezas.
(Desde el capítulo I. hasta el XIII inclusive se explica el modo con que se forman las riquezas.)
CAPÍTULO PRIMERO. Qué es lo que debe entenderse por producción.
Las riquezas se componen de las cosas que tienen valor por sí mismas.
Es necesario que este valor esté reconocido.
El conocimiento de su naturaleza y de la dirección que sigue es el objeto de la Economía política.
El valor de las riquezas está fundado en sus usos.
Cuando el valor apreciado, u el precio, se establece libremente, es una medida de la utilidad de las cosas, y por consiguiente lo es también de la producción.
Crear utilidad en una cosa es hacer de ella un producto: es producir.
Los aumentos forzados en los precios son un valor que se saca de mano de aquel a quien se obliga a pagarle, para dársele al que le recibe.
CAP. II. De las diferentes especies de industria, y cómo concurren a la producción.
Los bienes naturales no tienen valor, porque se goza de ellos sin necesidad de adquirirlos.
Los que tienen valor, son productos de la industria agrícola, fabril o comercial.
Un producto es ordinariamente el resultado de más de un género de industria.
Toda industria es el uso que, para utilidad del hombre, se hace de los agentes que ofrece la naturaleza.
Cómo contribuyen las diferentes industrias a dar valor a las cosas.
Errores de los economistas del siglo XVIII, de Raynal, de Condillac y de otros sobre esta materia.
Los valores que consumen los productores en su uso, creando un producto, no deben deducirse del valor creado por ellos.
La producción se compone, no sólo del producto neto, sino también del producto en bruto.
La nación que tiene pocos productos agrícolas, no es más asalariada que otra cualquiera.
La riqueza se aumenta y disminuye, independiente de toda comunicación exterior.
Errores de Steuard, de Forbonnais, &c.
CAP. III. Qué cosa sea un capital productivo, y de qué modo concurren los capitales a la producción.
Nada puede hacer la industria sin un capital.
El capital productivo se compone:
Del valor de los instrumentos empleados por la industria,
Del valor de las anticipaciones que exige la manutención de los productores durante la producción,
Del valor de las materias en bruto que sirven de ocupación a la industria.
Del valor de los ingenios y obras que se hacen en una finca,
Del valor de las monedas empleadas en los cambios.
Refutación del error con que se cree que el capital de una nación consiste solamente en su moneda. La moneda forma una parte muy pequeña del capital de cada nación.
CAP. IV. De los agentes naturales que sirven para la producción de las riquezas, y particularmente de los terrazgos.
La industria humana se sirve para producir, independientemente de los capitales, que son productos anteriores, de agentes naturales que no son productos.
La facultad productiva de los agentes naturales se mezcla y confunde algunas veces con la de los capitales.
El hombre se aprovecha de todas las producciones que obliga a ejecutar a los agentes naturales.
Esta es la causa principal de la gran multiplicación de los productos en los pueblos civilizados.
Error de Smith, que la atribuye principalmente a la división del trabajo.
Otro error de Smith, cuando pretende que toda riqueza representa un trabajo del hombre.
Los agentes naturales y los valores capitales suministran riquezas reales, independientemente del trabajo del hombre.
Analogía que hay entre los agentes naturales y los capitales.
Entre los agentes naturales hay unos que pueden llegar a ser propiedades, y otros que no pueden serlo.
CAP. V. De qué modo se reúnen la industria, los capitales y los agentes naturales para producir.
La persona que sólo tiene industria, toma capitales a préstamo, u tierras en arrendamiento.
La que sólo tiene capitales, asalaria a las que son industriosas.
La industria y los capitales bastan para que una nación obtenga inmensos productos, sin que sea necesario que posea tierras.
De consiguiente, lo que pone límites a la industria no es la extensión del terreno, sino la de los capitales.
Perjuicios de las naciones que tienen pocos capitales.
CAP. VI. De las operaciones comunes a todas las industrias.
El sabio observa el orden de la naturaleza.
El empresario de industria aplica los conocimientos adquiridos a las necesidades de los hombres.
El obrero ejecuta.
Admirables resultados de la industria.
Cuál de estas operaciones contribuye más eficazmente a la riqueza de las naciones.
Qué naciones hacen más progresos en las artes industriales y por qué.
De los ensayos que contribuyen a los progresos de las artes industriales: sus riesgos, y sus efectos, en la agricultura, en las fábricas y en el comercio.
CAP. VII. Del trabajo del hombre, del trabajo de la naturaleza y del de las máquinas.
Definición del trabajo
Cuál es el trabajo productivo.
El hombre obliga a la naturaleza a trabajar de concierto con él.
Las herramientas y máquinas son medios empleado por el hombre para aprovecharse de los agentes naturales.
El efecto de las máquinas, con relación a la Economía política, no es disminuir el valor de las rentas, sino pasarle a otras manos. Aumenta la renta del capitalista y del consumidor, y disminuye la del obrero.
Esta desgracia es inevitable, pero pasajera; y produce ulteriormente grandes bienes, aun para la clase trabajadora.
La principal ventaja de las máquinas es para los consumidores, esto es, para la sociedad entera.
Las máquinas introducidas en cualquier arte no sólo aumentan su producción, sino también la de todas las demás artes.
CAP. VIII. De las ventajas, inconvenientes y límites que se encuentran en la separación del trabajo.
La separación del trabajo aumenta la facultad que tiene de producir.
Cuáles son las razones de esto, deducidas por Smith.
El consumidor es el que más se aprovecha de la separación del trabajo.
No es interés suyo poner obstáculos al productor, no es interés de éste dedicarse a otro ramo de producción que aquel en que entiende o se ocupa especialmente.
Porque no se puede promover mucho la separación del trabajo,
En los productos cuyo consumo es limitado,
En los que no se pueden transportar a largas distancias,
En los objetos de lujo,
En la agricultura,
Y en ciertos casos, cuando no hay suficientes capitales.
Lo que se disminuye, con la separación del trabajo, la capacidad del hombre considerando individualmente.
CAP. IX. De los diferentes modos de ejercer la industria comercial y cómo concurren a la producción.
Cuál es el objeto del comercio en general.
Del comercio exterior (se puede carecer de él sin experimentar ninguna inferioridad).
Del comercio interior (es el más lucrativo de todos).
Del comercio por mayor.
Del comercio por menor.
El comercio interior es en todo país mucho más considerable que el comercio exterior.
Del comercio de especulación.
Del comercio de transporte.
De las relaciones del comercio marítimo con la fuerza militas.
CAP. X. Qué transformaciones padecen los capitales en el curso de la producción.
Una parte del capital de una empresa se compone del valor de las obras y establecimientos hechos para esta empresa.
Esta parte se restablece todos los años mediante la aplicación que se hace de una parte del valor de los productos a la conservación y reparos.
Otra parte se compone de las herramientas, utensilios, ganados &c., que se consumen más rápidamente, pero cuyo valor se restablece del mismo modo.
Otra parte se compone del valor de los alimentos, provisiones, dinero para salarios, &c. El valor de esta porción se disipa enteramente, y se restablece con el valor de los productos de la empresa.
Aplicación de estas observaciones a la agricultura, a las fábricas y al comercio.
Los capitales de las naciones existen bajo una multitud de formas, están esparcidos en todo el país, y algunas veces a muchos millares de leguas de sus frontera, y apenas vuelven a presentarse en la forma en que se empezó a emplearlos, sino cuando se hace la liquidación de una empresa.
La riqueza producida es con respecto a los particulares lo que les dejan sus negociaciones, deducidos gastos; y con respecto a la sociedad en general es igual al valor en bruto de los productos.
CAP. XI. De qué modo se forman y se multiplican los capitales.
Cuando el valor producido por una empresa es superior al valor consumido por la misma, se puede disponer del sobrante,
Retirándole de toda especie de empleo u servicio,
Disipándole estérilmente,
Empleándole en objetos durables, cuyo uso es un goce,
O empleándole reproductivamente.
En las tres primeras suposiciones no se disminuye la masa de los capitales; y sólo se aumenta en la cuarta.
Falsedad de la opinión que supone que el ahorro perjudica a los consumos.
Importa poco la forma en que se ahorran y acumulan los productos para servir de capitales.
En qué profesiones hay más facilidad para emplear reproductivamente los capitales ahorrados.
La acumulación de los capitales es lenta por su naturaleza.
Es un gran bien para la sociedad.
En casi todas las naciones modernas se hacen acumulaciones.
Si el aumento de los capitales en los tiempos modernos debe atribuirse a la Economía en los consumos, o a la superioridad en el arte de producir.
De la Economía en los consumos reproductivos.
Se fomenta la acumulación con la facilidad en el uso de los capitales.
Los capitales acumulados se dividen por medio de las herencias, sin que por eso se disminuya su suma total.
La acumulación de los capitales es una de las principales causas de la superioridad del hombre con respecto a los animales.
CAP. XII. De los capitales improductivos.
De qué se componen los capitales verdaderamente improductivos.
Perjuicio que causan a la sociedad.
La falta de seguridad, la superstición y la vanidad quitan capitales a la producción.
CAP. XIII. De los productos inmateriales, o de los valores que se consumen en el producto de su producción.
Los productos inmateriales son los valores que se consumen necesariamente al mismo tiempo que se producen.
Errores de Smith, de Verri y Garnier sobre esta materia.
No siendo capaces de conservarse los productos inmateriales, no se pueden acumular.
Favoreciendo su multiplicación, nada se hace en favor de la riqueza, y sólo se aumenta el consumo.
Los productos inmateriales son fruto de una industria y de una capital, y algunas veces de un terrazgo.
De aquellos en que tiene la industria la parte principal, y de los trabajos que se ejecutan para el recreo.
De aquellos en que tiene la mayor parte el capital.
De aquellos en que tiene la mayor parte el terrazgo.
Elogio de los sitios que son a un mismo tiempo productivos de recreo y de valores durables.
(Desde el capítulo XIV. hasta el XX. inclusive se trata de las circunstancias accidentales que favorecen o se oponen a la producción de las riquezas.)
CAP. XIV. Del derecho de propiedad.
De distinto modo es considerado el derecho de propiedad por el filósofo, por el jurisconsulto y por el político.
La Economía política no le considera sino como un poderoso estímulo de la producción.
En qué casos se puede decir que la propiedad está verdaderamente asegurada, y en cuáles no.
Cuáles son los casos en que parece que el interés mismo de la producción exige que se viole la propiedad.
La autoridad del gobierno, que conserva las propiedades, pone a los hombres en estado de proporcionarse todos los productos que forman su riqueza, y los goces que resultan del uso de estos productos.
El pobre está interesado en la conservación del derecho de propiedad.
CAP. XV. De las salidas.
No se compran productos sino con productos.
El dinero con que se compran, no pudo adquirirse sino en cambio de algún producto.
Todo producto, desde el momento en que está creado, ofrece una salida a otro producto.
La falta de salida de unos productos nace de la escasez de otros.
Aun las personas que no producen, no pueden comprar sino con productos.
1.ª Consecuencia: Cuanto más activa es la producción, tanto más fáciles son las salidas.
2.ª Consecuencia: Cada individuo está interesado en la prosperidad de todos.
3.ª Consecuencia: Ningún perjuicio se causa a la industria indígena por comprar los productos del extranjero.
4.ª Consecuencia: No se protege el comercio fomentando el consumo y la destrucción de los productos de la industria.
La naturaleza de los pedidos y la cantidad de las ganancias bastan para indicar a los productores sobre qué ramos debe recaer la producción.
Pintura de los progresos y decadencia de una nación, según que la producción aumenta o decae.
CAP. XVI. Qué ventajas resultan de la actividad de circulación del dinero y de las mercancías.
Toda producción exige una circulación de dinero y mercancías, de compras y ventas.
Esta circulación es productiva, y su actividad es un bien, en cuanto ocupa menos tiempo los capitales, y disminuye los gastos de producción.
Una circulación improductiva, esto es, un agiotaje, multiplica los gastos de la producción, en vez de disminuirlos.
Circunstancias que originan una circulación lenta y forzada.
Pintura de la activa circulación que hubo en Francia cuando decayeron los asignados.
CAP. XVII. De los efectos de los reglamentos del gobierno, que tienen por objeto influir en la producción.
Objeto de los reglamentos. Peligro de los sistemas. Nadie tiene más sistemas que el que se precia de no tener ninguno.
§. 1.º Efecto de los reglamentos que determinan la naturaleza de los productos.
La naturaleza de las necesidades determina el valor de los productos, y el valor de los productos determina la naturaleza de la producción.
El producto que más rinde es el que más debe promover la sociedad, y el que le acarrea más ventajas.
Los mejores jueces de los productos que más rinden son los productores, y no el gobierno.
Aplicación de estos principios a los productos agrícolas,
A los productos manufacturados. Por qué se solicitan con tanto empeño los reglamentos. Ejemplos:
A los productos comerciales. En éstos han querido influir principalmente los gobiernos.
DIGRESIÓN sobre lo que se llama balanza del comercio.
Qué cosa es la balanza del comercio.
A que se reducen las operaciones del comercio con el extranjero.
El beneficio del comercio con el extranjero no es igual al valor que se recibe en numerario, sino a la diferencia entre el valor de los envíos y el de los retornos (nota).
Valor por valor, no conviene a una nación recibir metales preciosos con preferencia a cualquiera otra mercancía.
El valor de los metales preciosos decae cuando su cantidad excede a las necesidades.
Los motivos de preferencia que tiene la moneda para los particulares sobre las demás mercancías, no existen con respecto a las naciones.
La introducción del numerario, y de las materias de que se hace, no aumenta los capitales de un país más que la introducción de cualquier otra mercancía.
Los capitales de un país salen igualmente cuando se exportan mercancías que cuando se exporta numerario.
La exportación del numerario proporciona a la producción interior una salida igual a la exportación de las demás mercancías.
Los valores que se consumen lentamente, como el numerario, no son más favorables a la conservación de los capitales, que los valores que se consumen rápidamente, como los géneros.
La utilidad del numerario es limitada.
Es verdad que con el dinero se adquiere todo, pero, puede ser con condiciones onerosas.
Aun cuando fuese de desear una balanza constantemente favorable sería imposible obtenerla.
Causas del falso sistema seguido en toda Europa con respecto a la balanza del comercio.
FIN de la digresión sobre la balanza del comercio, y continuación del párrafo primero.
Los reglamentos que ponen trabas a la importación, establecen un monopolio en favor del productor indígena contra el consumidor indígena.
Pagamos siempre los productos extranjeros con productos de nuestra propia creación. Vale más producir aquellos en que le hacemos ventaja, y comprarle aquellos en que él nos hace.
Por qué es más útil proteger los intereses del consumidor que los del productor.
La carestía de los productos es una de las causas más generales de la pobreza de las naciones.
Conviene a una nación comprar lo más barato que pueda donde quiera que lo encuentre, aunque sean objetos manufacturados y de lujo, y aun cuando el interés, por ser muy subido en ella, acarree perjuicio a sus productores.
No todos los consumidores resarcen como productores el exceso de gastos que les obliga a hacer el monopolio como consumidores.
Además de aumentarse con las prohibiciones los gastos de los consumidores, se priva también a éstos enteramente de ciertos productos.
Las trabas, en vez de variar el curso de un comercio, suelen destruirle enteramente.
Respuesta a la objeción de que con el sistema de prohibiciones va en aumento la prosperidad.
Qué especie de perjuicio se hace al país extranjero cuyas mercancías se prohíben.
Las prohibiciones convierten en crímenes unos actos inocentes, por ejemplo, el contrabando.
Los derechos de entrada admisibles como impuesto sobre la producción.
De los tratados de comercio y de su utilidad.
Las prohibiciones consideradas como represalias.
Peligro que hay en abolirlas de repente.
Efecto de los estímulos que se conceden a la exportación de los productos indígenas.
Pagar una prima o premio de exportación es pagar anticipadamente al extranjero la ganancia que se quiere sacar de él.
Pagar una prima por fabricaciones interiores es querer obtener un producto que cuesta más de lo que vale y hacer un cambio perjudicial de anticipaciones por productos.
Excepciones. Refutación de la doctrina de Smith.
Abusos de los estímulos concedidos por los gobiernos. Las recompensas merecidas no llevan consigo ningún riesgo.
§. 2. Efecto de los reglamentos que determinan el modo de producción.
El influjo del gobierno sobre las operaciones de la agricultura ha sido casi siempre favorable, porque se ha limitado a propagar la instrucción y a mantener el buen orden.
Las fábricas han sufrido más el azote de los reglamentos, porque era más fácil sujetarlas a ellos.
Las corporaciones y las maestrías establecen un monopolio en favor de los productores contra los consumidores.
Por qué son vivamente solicitadas, y fácilmente concedidas.
No son eficaces para asegurar la perfección de los productos, y perjudican a su multiplicación.
La prosperidad de las artes ha acompañado siempre a la libertad de la industria
Los reglamentos son útiles para precaver los malos efectos de la impreicia, y cuando sirven para impedir un fraude, o para acreditar un hecho.
Las patentes o privilegios de invención no tienen inconveniente, siempre que no duren demasiado.
§. 3. De las compañías privilegiadas.
Las compañías privilegiadas hacen que pague el consumidor los productos de su comercio a más alto precio que si ellas no existiesen.
Si es verdad que no se puede comerciar con ciertos países sino por medio de compañías.
Si es verdad que las compañías compran más ventajosamente en el extranjero.
Las ganancias de las compañías privilegiadas no son para la nación sino que se adquieren a costa de ella.
No se aprovechan de su monopolio, y alejan la industria privada.
Las compañías pueden ser útiles para entablar un comercio enteramente nuevo.
§. 4. De los reglamentos relativos al comercio de granos.
Todo país tiene siempre tantos habitantes como puede alimentar.
Este número de habitantes tiene en un año bueno más víveres que los que necesita, y menos que los que exige su consumo, cuando el año es malo.
Las reservas de un año bueno en favor de otro malo son el único medio de evitar este inconveniente.
No se puede esperar esta precaución de los consumidores.
Ni de los especuladores.
Ni del gobierno.
Sino de las compañías responsables.
Las mejores provisiones y las más constantes son las del comercio más libre.
Preocupaciones populares contra los acopios de granos.
Y contra las ganancias de los comerciantes.
Los reglamentos administrativos han sido siempre más funestos que útiles.
El gobierno provee mal por sí mismo, y siempre a mucho más alto precio.
Qué cosa son los beneficios del gobierno (nota).
La mejor prima o premio de la importancia es el precio subido de los granos.
Por qué medios se podría conseguir que las escaseces fuesen más raras y menos funestas.
De los límites que debe poner la prudencia a la libertad del comercio de granos.
Dificultades que han resultado en Inglaterra de una producción de trigo demasiado costosa.
La provisión por medio del comercio es más igual que la que se obtiene con el cultivo.
Sin embargo, no conviene depender enteramente de aquella.
CAP. XVIII. Si el gobierno aumenta la riqueza nacional, haciéndose él mismo productor.
Cuando causa pérdida una empresa tomada por el gobierno, recae esta pérdida sobre la nación, a pesar de las ganancias que pueden resultar a los particulares.
Por qué razones es casi siempre el gobierno un mal empresario.
El gobierno, como productor, es un rival que perjudica a los particulares.
Si hay algunas empresas que el gobierno duba administrar por sí mismo.
El gobierno contribuye eficazmente, pero de un modo indirecto, a la producción de los particulares, haciendo u conservando caminos, canales, puertos, y establecimientos que conserven, aumenten y difundan las luces.
Pero el medio más eficaz que tiene para este objeto, es proporcionar a los particulares libertad y seguridad.
Si los tributos impuestos a las naciones subyugadas son un buen medio de proporcionar riquezas a la nación preponderante.
CAP. XIX. De las colonias y de sus productos.
Las colonias se distinguen de las factorías.
Hay dos sistemas de colonización, el de los antiguos y el de los modernos.
En el de los antiguos son al principio limitados los productos, porque los capitales y la población son poco considerables. Motivos de los rápidos progresos que hace después en ellos la producción.
En el sistema moderno se va a las colonias a hacer fortuna para volver luego a la metrópoli. Malos efectos de este sistema.
De la esclavitud y de sus efectos por lo tocante a la producción.
Del régimen reglamentario colonial y de sus efectos por lo tocante a la producción, en primer lugar con respecto a la colonia; y en segundo con relación a la metrópoli.
Gastos enormes que causa a la metrópoli la conservación de sus colonias.
Ha sido una felicidad para la Francia perder las suyas.
Baratura con que se podrían comprar los géneros equinocciales, llamados impropiamente coloniales.
CAP. XX. De los viajes y de la expatriación con respecto a la riqueza nacional.
Ningún país debe mirar como ganancia el dinero que deja en él un viajero de otra nación.
Su única ganancia es el beneficio que resulta de las rentas hechas al viajero.
Ridiculez de los gastos fastuosos que se hacen con el designio de atraer extranjeros.
Cuáles son los principales motivos que los atraen.
La expatriación es sumamente útil a la patria adoptiva.
Y funesta a la patria abandonada.
Es imposible impedir y precaver la extracción de los capitales.
Por qué medios se consigue atraer nuevos ciudadanos.
(Los capítulos XXI y XXII tratan de un producto particular que hace gran papel en la formación y circulación de las riquezas, esto es, de las monedas.)
CAP. XXI. De la naturaleza y uso de las monedas.
§. I. Consideraciones generales.
La mayor parte de los productos se consumen a consecuencia de un cambio.
Dificultad que se halla en un cambio en especie, para igualar un producto a otro, y acomodarle a las necesidades del consumidor.
La mercancía intermedia llamada moneda desvanece esta dificultad.
La cualidad que, en igualdad de valor, hace que se prefiera la moneda a cualquiera otra mercancía, es la de ser de un uso común a todos, porque todos tienen que hacer cambios (esto es, que comprar algo).
La moneda es tanto más necesaria cuanto más civilizada está la sociedad.
La costumbre y el uso dan a una mercancía la cualidad de moneda.
§. 2. De la materia con que se hacen las monedas.
No siendo la moneda un objeto de consumo, es indiferente su materia.
Sin embargo, es necesario que la moneda pueda tener un valor propio.
Que sin alterarse, se pueda proporcionar al valor de todos los demás productos.
Que no sea demasiado voluminosa con respecto a su valor.
Que su cantidad total no pueda aumentarse ni reducirse rápidamente.
Que tenga un valor propio en otros muchos lugares.
Los metales preciosos reúnen estas cualidades.
Además se dividen y reúnen sus partes sin alterarse.
Su cualidad es uniforme en toda la tierra.
Tienen bastante dureza para resistir al rozamiento de la circulación.
Pueden recibir marcas y sellos.
Se desprecia en los metales preciosos el valor de la liga y por qué.
§. 3. Del valor que añade a una mercancía la cualidad de ser moneda.
El servicio que hace el metal como moneda, aumenta sus usos y su precio.
La moneda absorbe gran parte de este metal, impidiendo que se emplee en cualquiera otra cosa.
Encarece su uso en utensilios.
El valor de la moneda se establece por las mismas leyes que el de todas las demás mercancías.
Aun en papel tiene un valor fundado en sus usos.
Valor del papel-moneda de Inglaterra.
Teniendo la moneda un valor que le es propio, es una riqueza real.
§. 4. De la utilidad del cuño de las monedas, y de los gastos de fabricación.
El cuño evita a los contratantes el embarazo y los gastos del peso y ensaye de los metales-moneda.
La fabricación exclusiva de moneda, que se reserva el gobierno, es favorable a los particulares.
Efectos de la legislación inglesa, que no atribuye al gobierno ningunos gastos de fabricación.
Los gobiernos pueden sacar mayores ganancias de esta fabricación en virtud del monopolio; pero estas ganancias dependen siempre del precio corriente de las materias de oro y plata.
Derechos de fabricación y señoraje absolutamente ilusorios.
Cuando no es gratuita esta fabricación, importa poco al gobierno que se fundan y exporten las monedas.
Y aun le es ventajoso que se exporten; porque este es un ramo de platería, y un manantial de ganancias.
El gobierno no puede retener con justicia los gastos de fabricación al que recibe un pago del gobierno mismo.
§. 5. De la alteración de las monedas.
La autoridad pública ha creído sin razón que podía determinar el valor de las monedas.
Ha aplicado sucesivamente el mismo nombre a cantidades de metal muy diversas. Resultados.
Qué cosa era la moneda fuerte. Motivos del gobierno para valerse de ella.
Diferentes medios con que se ha obscurecido la alteración de las monedas.
Malos efectos de las variaciones en el valor nominal de las monedas.
§. 6. La moneda no es signo ni moneda.
En todos los contratos de compra y venta es el valor real de la moneda lo único que se considera en ella.
Es falsa la opinión de que el valor de todos los géneros es igual a la suma total de la moneda.
Y la que sostiene que el precio de los géneros se determina por la relación que hay entre la cantidad total de los géneros y de las monedas.
El valor de la moneda no puede servir de medida, porque este valor, aun intrínseco, es variable.
Las valuaciones no son más que unas comparaciones que se hacen entre muchas cantidades variables.
Se pueden comparar dos valores que se tienen presentes; pero no dos valores separados por la distancia de tiempos y lugares.
La valuación exacta de los valores antiguos o distantes es la cuadratura del circulo de la Economía política.
Error de Montesquieu, el cual supone que el valor de las monedas puede ser invariable.
El trabajo es mal medio de valuar por aproximación. Se refuta a Smith.
El trigo es mejor término de comparación entre los valores antiguos y modernos.
Así como el oro y la plata para los valores separados por grandes distancias.
El negociante no necesita saber el valor absoluto de las cosas; sino que le basta saber su valor relativo en la época y lugar en que se hace cada cambio.
En los contratos, toda estipulación a plazo largo es necesariamente vaga.
§. 7. De una circunstancia que se debe tener presente al valuar las sumas de que se hace mención en la historia.
No basta conocer la cantidad de metales preciosos designada por la suma, sino que es necesario atender también a la variación ocurrida en el valor del metal mismo.
Ejemplos, y errores que se notan en Voltaire, Raynal, Vertot, La Harpe y Rollin.
Método aproximativo para estas valuaciones.
§. 8. No hay relación fija entre el valor de un metal y el de otro.
Se ha hecho mal en querer dar una denominación común a cierta cantidad de oro y a cierta cantidad de plata.
Lo que ha resultado de esto en Francia e Inglaterra.
El valor relativo de los metales perpetuamente variable, no está en proporción con las cantidades que suministran las minas.
Por qué la fijación del valor relativo entre el cobre y la plata no ha tenido los mismos inconvenientes que la fijación del valor relativo entre la plata y el oro.
§. 9. Lo que deberían ser las monedas.
Las monedas deberían ser unas piezas de metal sin otra denominación que el peso y la ley certificados por el cuño.
La ganancia de la fabricación podrá variar según el pedido.
La nación que hiciere esta buena especulación, suministraría numerario a otras muchas.
La necesidad indispensable de un agente de la circulación, basta para sostener el valor de una moneda que no tiene valor intrínseco.
Medio que se ha adoptado en Inglaterra para poner límites a la emisión del papel-moneda, y precaver su descrédito.
§. 10. De la moneda de cobre y de billón.
Las piezas de cobre y de billón no son en rigor más que unas cédulas de crédito que deberían cambiarse a la vista.
De lo contrario producen el mismo efecto que la liga de los metales, e influyen en el precio y curso del cambio.
Si se cambiasen en el acto de la presentación, se les podría dar un valor intrínseco, aunque muy pequeño.
Están expuestas a la falsificación.
§. 11. De la mejor forma de las piezas de moneda
Cilíndricas, aplanadas, pero gruesas, el cuño en hueco, y lo menos extendidas que sea posible.
§. 12. Quién debe sufrir la pérdida que resulta de la merma de las monedas.
Esta pérdida debe sufrirla el gobierno, y por qué razones.
CAP. XXII. De los signos representativos de la moneda.
§. I. De las cédulas y de las letras de cambio.
El valor actual de una letra de cambio se funda en el derecho que da de recibir dinero en un tiempo determinado.
Curso del cambio. Causas, y límites de sus variaciones.
No se puede pagar con letras de cambio, si no se ha enviado un valor equivalente en mercancías.
Qué cosa sean las letras de cambio llamadas de circulación.
§. 2. De los bancos de depósito.
Su utilidad. Suplen el numerario por medio de traslaciones en sus libros.
Por qué son más estimados los créditos que abren que la moneda corriente.
La inviolabilidad del depósito es para estos bancos de una necesidad fundamental.
§. 3. De los bancos de giro u de descuento, y de las cédulas de banco.
Objeto de estas asociaciones.
Emiten cédulas de crédito.
Reciben y pagan por los particulares y el gobierno, y algunas veces les hacen anticipaciones.
Ilústranse los principios con los ejemplos del banco de Inglaterra, de los bancos de Escocia, de la antigua caja de descuentos, y del banco de Francia.
¿Aumentan realmente las cédulas de crédito la masa de los capitales productivos de un país?
Sí: por qué razón, y hasta qué grado.
Consecuencia de una emisión de cédulas demasiado considerable.
Las cédulas de crédito no pueden suministrar fondos para que sirvan de capitales fijos.
La ignorancia de este principio es la que ha arruinado el banco de Inglaterra, y la que probablemente arruinará todos los demás.
La falsificación es uno de los inconvenientes que tienen las cédulas de crédito u de banco.
§. 4. Del papel-moneda.
Es un papel que un gobierno autoriza, a dar en pago de las obligaciones contraídas en moneda efectiva.
Cuáles son las causas que sostienen por algún tiempo el valor de los papeles-moneda.
Origen de las grandes ganancias que adquieren los especuladores cuando se degrada el valor de los papeles-moneda. (nota)
Cuáles son los casos en que una nación recurre al papel-moneda. Ilústranse los principios con el ejemplo de las cédulas del banco de Law, con los asignados y con los mandatos.
FIN DE LA TABLA ANALÍTICA DEL TOMO I