Mi patria es el teatro; y los dramas, las tragedias, las farsas, melodramas, sainetes, comedietas, milagros o misterios, toda la comedia humana, en fin, que en él se representan, es la que vivo. Las informaciones que se aprenden en él sobre el mundo y sus habitantes constituyen mis conocimientos; y mi experiencia de la vida sería bien pobre si no hubiese tenido, para enseñármela, el caleidoscopio precipitado y de aumento que la refleja para mí en el teatro. He conocido, en escena, más problemas, dificultades, incidentes, accidentes, fracasos, triunfos, placeres, alegrías, éxtasis, acontecimientos de toda clase y de toda envergadura de los que se podrían acumular en la más rica de las existencias. Viajé por todas partes en el espacio y en el tiempo. [...]
Habité en los palacios del Renacimiento, los castillos de la Edad Media, las ruinas del Imperio azteca. Cabalgué en las monturas de las amazonas. Pasé a través de las puertas cerradas. Atravesé los siglos. Anduve por el otro lado de los espejos. Sobreviví a la guerra, a la peste, incluso a la muerte. Fui la Muerte, y la Vida, y el Hombre, y la Mujer, una Planta, una Serpiente, una Isla en el océano Índico. Viví cien destinos. Padecí los más graves casos de conciencia. Maté. Traicioné. Fui verdugo y mártir. Sádico y masoquista. Tirana y esclava. Hombre y mujer. Representé las más bellas historias de amor. |