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ArribaAbajoCapítulo XIII

Práctica del Descenso del entendimiento


Introducción

§. 1.

Me propongo demostrar aquí, por medio de ejemplos, que Dios, al dictar o fijar las leyes del humano entendimiento, tuvo muy en cuenta sus divinos Atributos; y que, en la armonía y concordancia de los conceptos humanos correspondientes a dichos Atributos, hállase la solución de cuantas cuestiones científicas, o sea, de orden universal y necesario, puedan interesar al hombre.

2.- Los divinos Atributos son las razones efectrices de toda criatura; las participaciones finitas de esos Atributos constituyen unas esencias parciales cuya fuerza resultante es la esencia de toda criatura: material, inmaterial, espiritual y angélica.

La esencia total del humano entendimiento no es sino la fuerza resultante de las consabidas participaciones. La Bondad, Grandeza, etc., son esencias-nociones constitutivas del entendimiento del hombre.

Las leyes del ser de nuestro entendimiento vienen reguladas por esas esencias que son verdaderas nociones; y las leyes del obrar siguen a las del ser.

3.- No podemos dudar, en manera alguna, de que la esencia del humano entendimiento sea la fuerza resultante de las participaciones finitas de los divinos Atributos, en cuanto son las razones efectrices de toda criatura, desde el momento que, en sentir del Filósofo del Platonismo cristiano, San Agustín, la lumbre de la mente del hombre no es sino el mismo Verbo de Dios, en cuanto por medio del Verbo han sido hechas todas las cosas», conviene a saber, una participación finita del Verbo de Dios, o lo que es igual, una participación de los divinos Atributos en cuanto son las consabidas razones efectrices. «Rationales mentes, in quo genere homo factus est ad imaginem Dei, non habent veram lucem suam nisi ipsum Verbum Dei per quod facta sunt omnia.» (De Genesi ad literam, lib. V, cap. 10).

4.- Además, la verdad en Dios tiene que consistir forzosamente en la armonía y concordancia de sus divinos Atributos, y la verdad en la criatura es la imagen de la verdad divina.

Todo esto lo llevamos ya probado.

5.- Siendo esto así, como realmente es, ¿cómo no afirmar que una verdad cualquiera lo es porque es conforme a la armonía y concordancia de las ideas o nociones de Bondad, Grandeza, etc.?

Si es cierto, como dice Kepler, en el principio de su Prodomus, que «Dios, creando el Universo y al arreglar los cielos y su disposición, tuvo presentes los cinco poliedros regulares de la Geometría, célebres desde Pitágoras y Platón», no es menos cierto que este mismo Dios, al dar sus leyes al entendimiento del hombre, tuvo muy presentes sus divinos Atributos.

Mucho mejor que Herbart con sus ecuaciones diferenciales, el Beato Raimundo Lulio ha fijado tan sólidamente el mundo de las ideas, como Copérnico y Kepler el mundo de los cuerpos celestes, por medio de las ideas de Bondad, Grandeza, etc., en cuanto son las nociones esenciales constitutivas de nuestro entendimiento.

§. 2.

6.- ¿En qué consiste, substancialmente, la práctica del Descenso luliano del entendimiento, aplicado a la Sagrada Teología?

-En buscar la armonía y concordancia de los divinos Atributos. En esa armonía y concordancia hay que buscar la solución de toda cuestión teológica.

Aquello será verdad, que esté conforme con dicha armonía y concordancia.

Será falso, lo que contradiga dichas armonía y concordancia. (Declaratio Raymundi per modum dialogi edita, pág. 97; edición Keicher, Munster, 1909).

7.- ¿En qué consiste, substancialmente, la práctica del Descenso del entendimiento aplicado a la Filosofía y demás ciencias especulativas, en lo que tienen de universal y necesario (lo único a que se aplica el Descenso)?

-En buscar la armonía y concordancia de los conceptos universalísimos (no simplemente universales) de Bondad, Grandeza, etc. En esa armonía y concordancia hay que buscar la solución de toda cuestión filosófica.

Una proposición cualquiera enunciará una verdad, si dicha proposición esta conforme con aquella armonía y concordancia; y será falso lo que esté en contradicción con la armonía y concordancia de las ideas consabidas. «Et in his principiis (Bonitate, Magnitudine, etc.) omnia entia implicata sunt aut explicata secundum eorum essentiam et naturam; ac per ordinatam mixtionem ipsorum principiorum... significantur secreta et veritates naturae secundum quod intellectus humanus in hac vita ipsa attingere potest.» (Lugar citado).

§. 3.

8.- Dicen Aristóteles y Santo Tomás: fórmense las ideas universalísimas (no simplemente universales) de ser, no-ser, necesario, contingente, causa, efecto, todo, parte, etc.; y luego formúlense proposiciones en que dichas ideas estén en perfecta armonía y concordancia.

A estas proposiciones (continúan diciendo el Estagirita y el Angélico) las llamamos Axiomas o primeros principios de la ciencia.

En esa armonía y concordancia hay que buscar la solución de toda cuestión filosófica.

Será verdad lo que esté conforme con dichos Axiomas, con los cuales, según dijimos, hállanse armónicas y concordantes las consabidas ideas universalísimas.

Será falso lo que disuene de aquellos Axiomas, es decir, de aquella armonía y concordancia.

9.- Dice el Beato Lulio, en esta parte continuador de Aristóteles y reformador de Platón, fórmense las ideas universalísimas (no simplemente universales) de Bondad, Grandeza, etc.

Estas ideas reconocen el mismo origen que las formadas por Aristóteles; tienen el mismo carácter; de consiguiente, gozan de las mismas prerrogativas y excelencias. Lo demostramos arriba.

Formulemos en seguida (añade el Filósofo mallorquín) unas proposiciones en que entren dichas ideas universalísimas; pero no así como quiera, sino procurando cuidadosamente que guarden armonía y concordancia aquellas ideas universalísimas.

¿Está hecho? -Sí.

Pues ¿qué razón habrá que nos prive de decir ahora que esas proposiciones constituyen unos nuevos Axiomas o primeros principios de la ciencia? -A nuestro entender, ninguna.

Sí, los Axiomas del Descenso luliano son tan legítimos como los del Ascenso, o sea, los de la Escuela Peripatética, y, por tanto, tienen el mismo valor en la ciencia.

Aquello será verdad, que esté conforme con los Axiomas formados mediante las ideas de Bondad, Grandeza, etc.; aquello será falso que esté en contradicción con estos Axiomas.

§. 4.

10.- Los Axiomas del Descenso del entendimiento son de tres clases:

a) Definiciones de los Principios (bondad, grandeza, etc.);

) Condiciones (o sea, proposiciones formadas con los principios);

c) Reglas (o sea, razonamientos formados con las Condiciones).

Hasta aquí el tecnicismo luliano.

A esto damos nosotros las siguientes denominaciones:

1) Definiciones de los Conceptos.

2) Juicios.

3) Axiomas.

11.- ¿Cómo se adquiere la verdad científica mediante el Descenso? -Aplicando a la cuestión particular que se inquiere

a) o las Definiciones de los Conceptos

) o los Juicios

c) o los Axiomas.

12.- ¿Se puede usar indistintamente de cualquiera de estos tres grados o peldaños del Descenso? -Sí, señor.

En efecto; toda cuestión puede ser investigada, o por las Definiciones, o por los Juicios, o por los Axiomas.


ArribaAbajoArtículo 1.º

Los Conceptos del Descenso Luliano, o sea, los Principios del ser y del conocer.


13.- «Supone todo Arte la materia en que ha de obrar el artífice, y sólo da reglas a éste para que de ella fabrique el artefacto; pero tan singular es el Luliano, que da al entendimiento la materia de que se ha de servir en su discurso; y como es general para conocer todas las cosas, es universal la materia que propone.

«La principal materia de que se sirve el entendimiento para el discurso son los fundamentos o principios sólidos de que infiere las conclusiones; y como esos discursos pertenezcan a las ciencias que trata, debe tener cada ciencia, para ser perfecta, propios principios de su esfera en que se funden las verdades que descubre.

«El Arte y Ciencia de Lulio es universal, y así la materia, cuyo uso prescribe como Arte, son los fundamentos o principios universales que, como Ciencia, le pertenecen.» (Pascual: Examen de la Crisis... tomo II, pág. 2).

14.- Los fundamentos del Descenso luliano son las ideas universalísimas de Bondad, Grandeza, Eternidad, o Duración, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad, Gloria, Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.

«Estos términos primariamente significan y se toman por las perfecciones o atributos de Dios, y secundariamente por las proporcionadas perfecciones que se hallan en cualquier criatura.» (Lugar cit., pág. 4)

«De convenir estos principios a Dios, necesariamente se sigue que competen a todas las criaturas; porque, siendo todas efectos de Dios, tiene cada una en sí, según su capacidad y orden natural, la semejanza de todas las divinas perfecciones.» (Pág. 7).

15.- «Luego los términos o principios y fundamentos del Arte Luliana son universales, pues convienen a todo lo que tiene ser, que es Dios y la criatura; también son principios reales, porque realmente son atributos de dichos extremos; son primitivos, porque son la raíz de todo el ser y no se derivan de otros; y finalmente, son necesarios, porque sin ellos no pudiera ser Dios, ni menos la criatura...»

16.- «Por la misma razón estos atributos son los principios de conocer todas las cosas, pues, según el axioma filosófico, los principios que pertenecen al ser son los de conocer el ser de las mismas cosas.»

17.- «Y con gran fundamento se asevera esto de los Principios Lulianos, porque, perteneciendo realmente a Dios, en tanto puede haber en Él algún predicado, así según su esencia; como operación, en cuanto es bueno, grande, etc., pues sólo puede convenirle por ser tan noble y perfecto, que no se puede concebir otro mejor, lo que no puede ser sino por razón de la bondad, grandeza, etc. de Dios.»

18.- «Por esto el medio de conocer si algún predicado compete, o no, a Dios, es ver cómo conviene con la bondad, grandeza, etc., que son los colores y la luz para descubrir lo que se busca en el Supremo Bien.»

19.- «A este modo se ha de discurrir proporcionadamente de la criatura. Porque, como ésta, en tanto tiene ser en cuanto participa e imita las divinas perfecciones o contiene las semejanzas o vestigios de ellas; en tanto naturalmente le puede competer algún predicado, así según su ser, como según su operación, en cuanto conviene con la bondad, grandeza, etc., que contiene como semejanzas de las divinas perfecciones.»

20.- Porque, siendo éstos sus atributos, en los que más inmediatamente participa el Ser de Dios y más propiamente lo imita, deben ser la razón primitiva y fundamento principal de lograr cualquiera predicado, pues todo su ser y operación natural no puede ser otra cosa que una participación e imitación del ser y operación divina. Y como todas las criaturas participen e imiten el ser de Dios, sus perfecciones criadas, que son las semejanzas de las divinas, son el medio fundamental de conocer lo que compete a cada una.» (Pág. 9 y 10)179.

21.- Inferimos nosotros de ahí, que

a) todos los atributos de Dios, absolutos y relativos ad intra, imprimen sus semejanzas creadas en toda criatura, ni pueden dejar de hacerlo;

) estas semejanzas no son perfecciones de la criatura, sino esencias parciales de la misma: esto es muy importante, pues, si fueran perfecciones del ente, no podrían ser los principios del conocimiento del ente: por olvidar esta doctrina, algunos han puesto reparos al Descenso luliano);

c) la verdad relativa a Dios hay que buscarla en la armonía y concordancia de los divinos Atributos;

d) la verdad relativa al hombre y al mundo (Cosmología, Ideología, Lógica, Ontología, Criteriología, Ética y Derecho natural), hay que buscarla en la armonía y concordancia de los conceptos o esencias de bondad, grandeza, etc.;

e) no obsta a la doctrina luliana el que entre Dios y la criatura no haya más que semejanza de analogía, no de univocidad; porque la semejanza de analogía importa semejanza de proporción, según San Buenaventura, lib. I, dist. I, dub. 5: «secundum similitudinem proportionis»; y esta semejanza de proporción es más que suficiente para que las semejanzas creadas de los divinos atributos constituyan las esencias parciales de cuya fuerza resultante se origina la esencia total de la criatura; y, en última consecuencia, siendo aquellas semejanzas creadas los principios del ser, ellas han de ser asimismo los principios del conocer.

23.- No tendría razón el Beato Lulio, si hubiese algún atributo divino, o absoluto o relativo ad intra, que dejara de imprimir su semejanza en la criatura; pero esto, en buena lógica, no puede sostenerse. Dice el Padre Pascual: «En todo intenta Dios ser conocido y honrado, y se da a conocer por su semejanza que produce en el efecto; luego produciendo en la criatura la semejanza sola de alguna o algunas de sus perfecciones, sólo quisiera fuesen éstas conocidas.

«Y como la honra se arregle al conocimiento, sólo intentara que tributáramos a éstas el incienso de nuestros corazones, dejando las otras al improperio de desconocidas: para aquéllas excitara nuestro cuidado, y en orden a éstas motivara nuestro descuido: ocasionando a la facilidad del entendimiento humano el juzgar que las que ponen en las criaturas su estampa, o como más hermosas se descubren, o como más vecinas se registran; y que las otras, o como menos decentes se rebozan, o como más soberanas se esconden.

«Y siendo carácter del Ser Infinito la suma igualdad de sus prendas, esto es, que en todo y por todo sean igualmente conocidas y honradas, es repugnante a la infinita grandeza de sus Atributos, que no den todos su igual semejanza a las criaturas.» (Lugar cit., pág. 8).

23- NOTA. -Y... burla burlando... ahí tienes, lector querido, en estos razonamientos del Padre Pascual, un pequeño ejemplo de la Práctica del Descenso luliano: en la armonía y concordancia de los divinos Atributos ha encontrado la solución de lo que inquiría, es decir, si todos los Atributos de Dios imprimen su semejanza en las criaturas. (Hablamos únicamente de los atributos absolutos y relativos ad intra, que son los únicos que afectan necesariamente a Dios. Es obvio y evidente que ahí no han de entrar para nada los atributos relativos ad extra.)

24.- Dada la debilidad del humano entendimiento, no basta, en muchos casos, el conocimiento y la práctica de los Conceptos, sino que es necesario

1) definirlos,

2) combinarlos entre sí, de donde nacen los Juicios,

3) y, por último, combinar los Juicios, de donde nacerán los Axiomas o primeros principios de la ciencia.

25.- Pero hay que saber aplicar debidamente esas Definiciones y Juicios y Axiomas.

Advertencia notabilísima: siendo universales, reales, primitivos y necesarios los Conceptos, inferimos nosotros, en buena lógica, que las Definiciones, Juicios y Axiomas serán también universales, reales, primitivos y necesarios.




ArribaAbajoArtículo 2.º

Definiciones de las nociones-esencias: Bondad, Grandeza, etc.


§. 1.

Su verdad y exactitud.

26.- No basta conocer las Definiciones; es necesario demostrar que son verdaderas y exactas.

27.- «No pide Lulio más para definir que manifestar alguna propiedad de la cosa definida, tanto si es esencial, como extra-esencial, mientras a ella sola por su naturaleza la convenga.

«Las definiciones del Maestro son definiciones por el acto propio, v. gr. de la bondad, por el bonificar.»

«Esas definiciones, miradas con la debida reflexión, son las más exactas, porque lo más propio y connatural a las esencias o formas es su acto propio. Verdad es que las descripciones comúnmente dan mayor conocimiento que las definiciones; pero, si bien se repara, se verá que la propiedad a que se reducen, o en que se fundan, es la que se entiende por el acto propio.»

28.- «Para entender la verdad y exactitud de estas Definiciones... es preciso advertir que se han de mirar y considerar únicamente en orden al principio que se define, según su pura y precisa naturaleza, o según lo que le pertenece... ex natura rei, sin considerarlo contraído o determinado a alguna razón especial, sino como contenido en el ser universal.

«Por lo que, cuando se define la Bondad por ser aquella razón por la que lo bueno obra lo bueno, se explica según su pura y precisa naturaleza, que tiene tal propiedad.»

29.- «Y como la mutua habitud y correspondencia que tienen entre sí estos principios, les sea connatural, siempre se definen unos en orden a otros; pues uno no puede ser sin el otro, y cada uno tiene exigencia de todos, porque todos igualmente pertenecen al ser universal.»

30.- La piedra de toque con que se manifiestan verdaderas y exactas estas Definiciones es el mismo Dios.

«Ninguno, por corta razón que tenga, deja de saber que Dios es un ser tan noble y cumplido que no puede concebirse otro mejor y más noble, y, por consecuencia, que se le debe atribuir la mayor bondad, nobleza y perfección.

«Por medio de esta tan clara y sabida máxima, intento manifestar los fundamentos del Arte Luliana.»

31.- «El modo de practicarlo es reducir a Dios, o considerar en él mismo, la definición que se propondrá; y como a Dios se haya de atribuir lo más noble, bueno y perfecto, si lo que se dice en la definición de un principio es lo más noble y perfecto, contiene precisamente a aquel principio en cuanto es atributo de Dios.»

32.- «La perfección que se halla en el Sumo Bien se comunica proporcionadamente a la criatura, por ser ésta una participación e imitación de Dios; y así, lo que conviene a un principio o atributo divino, conviene proporcionadamente a aquel principio de la criatura que, como semejanza, le corresponde.»

33.- «Por lo que, conviniendo aquella Definición al principio increado y creado, con rectitud se asienta que es definición universal, que naturalmente compete al principio definido.» (Pascual: Examen de la Crisis, tomo II, págs. 11, 12 y 18).

§ 2.

Definición de las nociones-esencias llamadas Bondad, Grandeza, Duración.

34.- «La primera definición que se nos ofrece es la de la Bondad, que es aquella razón o ente por lo que lo bueno obra lo bueno.

«Tal es la bondad en Dios; pues a no ser razón de obrar lo bueno, estaría ociosa.

«Y como el ocio sea defecto sumamente repugnante a Dios, es preciso sea razón de obrar lo bueno.

«También es cierto, que en el ente bueno es perfección obrar lo bueno, por ser tan amable el hacer bien.

«Por lo que es necesario que la bondad divina, que es la mayor que puede considerarse, sea razón de obrar lo bueno.» (Pascual: obra citada, pág. 12).

35.- Dice Alonso de Zepeda: «En esta definición el ente sirve en lugar de género; y lo bueno obra lo bueno en lugar de diferencia; y así se ha de entender en las demás definiciones.» (Comentarios al Introductorio del Arte Magna y General para todas las ciencias, pág. XVI).

36.- Las palabras Bondad, Grandeza y demás principios del Descenso luliano, no han de tomarse en la acepción ordinaria que nos dicen todos los Diccionarios; no han de tomarse en la acepción de las otras Escuelas filosóficas; no significan las cualidades o perfecciones del ente; sino que han de tomarse por los principios constitutivos, esenciales y metafísicos de toda criatura; esto es, son las esencias parciales cuya fuerza resultante forma la esencia total de toda criatura.

Tomando en este sentido la Bondad, Grandeza, etc., son verdaderas las definiciones que damos de las mismas. No se olvide esto.

37.- Hay en todos los seres de la creación, y, por ende, hasta en el mundo llamado vulgarmente inorgánico, una esencia parcial que bien puede llamarse Bondad.

Esta esencia creada es la realización de una de las ideas arquetipas lulianas; es una participación finita, pero real, efectiva y substancial, del atributo de la Divinidad que conocemos con el nombre de Bondad.

38.- La Bondad que nos ocupa es, pues, un principio universal, primitivo, verdadero y necesario, porque todas las cosas, en cuanto existen, han de participar forzosamente de los atributos de Dios.

39.- Continúa el P. Pascual: «La Grandeza es aquella razón por que la Bondad, Duración y demás principios son grandes, de maneta que comprende la Grandeza toda la extensión del ser.

«Esto es, que, por razón de la Grandeza, cada cosa está cumplida en todo lo connatural a su ser; pues, en tanto es grande, en cuanto tiene el complemento de la perfección que le compete; y en cuanto no adecua los números de su connatural exigencia, es pequeña o menoscabada.

«En Dios es tan cumplida su grandeza, que por ella es en todo grande, porque en todo tiene un todo de perfección...» (Pág. 13).

40.- Siendo verdadera en Dios esta Definición, forzosamente ha de serlo asimismo en la criatura.

Otro tanto afirmamos de la definición de Bondad, ya dada, y de cuantas siguen a continuación.

41.- Zepeda: «Esta Grandeza es substancial, es quidditativa o esencial.

«Y en este sentido la Grandeza es la suficiencia que tiene cada cosa según su capacidad esencial; y por eso se llama plenitud, por razón de que sin la Grandeza estarían todas las cosas en la minoridad y pequeñez. Y si no hubiera este principio en todas las esencias según su capacidad, hubiera en ellas el vacuo, que aborrece tanto la naturaleza.» (Obra cit. pág. XVI).

42.- La Grandeza que nos ocupa es una de las esencias parciales de todo ser creado; y esta esencia parcial es una finita participación del atributo de la Divinidad llamado Grandeza.

43.- Esta esencia parcial tiene propiedades, o sea, determinaciones que, sin pertenecer a la esencia de dicha Grandeza, proceden, sin embargo, necesariamente de la misma, y no pueden, por tanto, separarse de ella: en una palabra, esta esencia tiene, como todas, manifestaciones o irradiaciones extrínsecas.

En los cuerpos, manifiéstase por la extensión; en los seres inmateriales y espirituales, por la intensión.

44.- Dice Kircher en su Ars Magna sciendi «Estque principium universale, generalissimum, primitivum et necessarium, cum nullum in rerum natura ens sit quod non suas habeat magnitudinis rationes, quae vel in extensione, uti in rebus corporeis, vel in intensione, quae incorporeis competunt, consistunt.» (Pág. 30. -Amstelodami, 1669).

45.- «La Duración es aquella razón por la que la Bondad, Grandeza y demás principios, duran o permanecen en ser.

Notoria es esta explicación, pues a todo entendimiento es patente, que las cosas, que permanecen en su ser, deben a su propia duración esta permanencia, como a su bondad el ser buenas y amables.» (Pascual: obra y lugar citados).

46.- El divino atributo, llamado Eternidad, imprime su creada semejanza en toda criatura; y esa semejanza será, de consiguiente, una esencia parcial de toda criatura, pues la criatura, en tanto dura o permanece en ser, en cuanto participa del Atributo llamado Eternidad.

Inferimos nosotros de aquí que habrá en todo ser creado un constitutivo esencial y metafísico que bien puede llamarse Duración; y que esa Duración será un principio universal, primitivo y necesario, porque sin él nada existiría.

47.- «Duratio nihil aliud est quam rei cujuscumque in suo esse permanentia; quod enim perseverat in eo quod est, durare dicitur.» (Kircher; obra cit., pág. 32).

§. 3.

Definición de las nociones llamadas Poder, Sabiduría, Voluntad.

48.- El Padre Pascual: «El Poder es aquella razón o ente por la que la Bondad, Grandeza y demás principios pueden ser y obrar.

«No sólo debe el Poder ser razón de ser o existir, sino también de obrar; porque de su propia naturaleza pide ser grande y cumplido.

«Por lo que ha de ser poder de obrar; pues, a no serlo, fuera ocioso y le faltara una prenda tan buena y apetecible como es el obrar; y no se conformara con el poder de Dios, que no puede estar ocioso.» (Obra y lugar citados).

49.- El Poder es una esencia parcial de la criatura, porque en ésta ha impreso su creada semejanza el atributo de la Divinidad, llamado Poder.

Escribe el Beato: «Si Potestas non esset substantialis pars, non posset de substantia.

«Nulla Potestas posset tantum de Magnitudine quantum de parvitate, si non esset de substantiali natura.

«Si omnis Potestas esset accidens, substantia plus posset per accidens, quam per se ipsam.» (Liber Proverbiorum; parte II, cap. VI).

50.- Traducimos de Kircher: «El Poder o potencia es un principio universalísimo, primitivo, substancial, necesario, porque, sin él, no habría ser creado que pudiese obrar; y así entendemos por Poder o potencia aquello con lo cual todas las cosas son aptas para obrar. (Obra cit., pág. 34).

51.- «La sabiduría es aquella razón por la que el sabio entiende.

«El término Sabiduría se entiende aquí (según la universalidad del Arte) por aquella razón abstracta y general común al entendimiento de las substancias racionales y al instinto natural de las demás cosas...

«En Dios hay un soberano entendimiento con que todo lo conoce; y así en todas las cosas hay una semejanza de aquel conocimiento, por la que cada una conoce a su modo lo que le compete, conforme a su naturaleza.» (Pascual: obra cit., pág. 14).

52.- Dice Kircher: «Principium quo unumquodque cognoscit ea quae ad conservationem, sui sunt necessaria.» (Obra citada, pág. 35).

53.- El atributo de Dios, llamado Sabiduría produce o causa, en todas las criaturas, hasta en las conocidas con el nombre de inorgánicas o inanimadas, una semejanza creada de sí mismo.

Esa creada semejanza es una esencia parcial de toda criatura, hasta de las llamadas vulgarmente inanimadas.

51.- Decimos generalmente que la sabiduría creada es quíntuple: la Angélica, la Racional, la Estimativa, la Sensual o fantástica y la Instintiva.

Pues bien; todo esto no es más que manifestaciones o irradiaciones extrínsecas de la esencia parcial que nos ocupa y que hallamos en el Ángel, en el hombre y en el bruto.

55.- Pero, en las plantas y en los seres vulgarmente dichos inanimados, ¿encontramos asimismo ese principio cognoscitivo? -Sí, porque el Instinto, que es propio de los brutos, lo es a su modo de las plantas, ya que éstas absorben lo que les es conveniente para la vida y expelen lo que les es nocivo; y también es propio de los seres llamados vulgarmente inanimados, ya que se manifiesta en éstos por las acciones que llamamos simpáticas y antipáticas.

56.- Esa esencia parcial es en verdad un principio cognoscitivo o instintivo absoluto; y no parece haber grandes inconvenientes en que le llamemos, si bien en sentido latísimo, Sabiduría.

Infiero yo de lo dicho que la Sabiduría es un principio substancial, necesario, primitivo y universal.

57.- Continúa el P. Pascual, en el lugar citado: «La Voluntad, o principio apetitivo, es aquella razón por la que la Grandeza y demás principios son amables o apetecibles.

«Conforme se ha dicho de la Sabiduría, se ha de tomar aquí la Voluntad por una razón universal al apetito natural y a la que es propiamente voluntad; y en esta inteligencia no parece tener dificultad la Definición, pues en todas las cosas hay razón de amar o apetecer.»

58.- «Appetitus est incitatio vel impetus quidam manans a naturali facultate, cujus vi vel per se vel aliunde res ad aliquid excitatur, estque principium generale, primitivum et necessarium, sine quo nihil est amabile, nihil desiderabile, nihil odibile.» (Kircher: obra cit., pág. 37).

59.- El divino Atributo llamado Voluntad, al tener lugar la Creación, no puede dejar de producir una esencia parcial que entre a formar parte, con las demás causadas por los restantes atributos divinos, del constitutivo substancial y total de toda criatura, desde la angélica a la puramente material. ¿Qué razón hay para que esa esencia parcial se halle en una criatura y no en otra?

60.- En sentido latísimo, todo ser o supuesto es volens, dice Lulio. He aquí cómo define la esencia Voluntad: «Voluntas est id per quod Bonitas, Magnitudo, etc., sunt desiderabiles sive amabiles, et per quod suppositum bonum, magnum, etc., est volens.» (Tabula Generalis; pág. 8, tomo V, Maguncia).

61- Hállase, pues, hasta en los seres minerales. Llámase entonces facultad natural, y es quíntuple, según el mismo jesuita Kircher: «Attractrix, Retentrix, Alteratrix, Concoctrix, Expultrix; quibus jungitur Sympathia et Antipathia rerum.» (Lugar citado).

§. 4.

Definición de las nociones-esencias llamadas Virtud, Verdad, Gloria.

62.- Habla el P. Pascual: «La Virtud es aquella razón de la que se origina la unión de la Bondad, Grandeza y demás principios en el ser y obrar de las cosas.

«La unión aquí también se toma por la conjunción de distintas perfecciones (o mejor, esencias parciales) como por la identidad de las indistintas en Dios.

«Quiere decir la Definición, que la virtud en cada cosa es el origen y raíz de estar en ella unidas todas sus perfecciones (o mejor, todas sus esencias parciales); pues en tanto una cosa es virtuosa en su ser y obrar, en cuanto las contiene juntas y juntamente las ejercita en su operación, haciéndola buena, grande, etc...

«Por la infinita virtud de Dios, estando identificados sus atributos, convienen igualmente a su ser y operación: a cuya proporción debe ser la virtud creada»; conviene a saber, ¿por qué razón están unidas en la criatura todas sus esencias parciales, y ejercítanse juntamente en la operación de la criatura? Respuesta: en fuerza de la esencia parcial llamada Virtud. (Lugar citado.)

63.- «Virtus hoc loco considerata, est principium generale, primitivum et necessarium, quo non existente omnia vitiosa forent.

Et definitur: facultas bonarum rerum conciliatrix et constitutrix, vis benefica rerum bonitate affectarum, atque ideo omnium et per omnia.

Estque ratio cur bonum, magnum, durabile, etc., vigorosum sit et virtutibus viribusque ad operandum necessariis instructum.» (Kircher, pág. 38).

64.- Toda criatura participa, según su capacidad y orden natural, del atributo de Dios, llamado Virtud.

Esa participación es una de las esencias parciales de la criatura.

La Virtud que nos ocupa es real y verdaderamente substancial. Dícelo el Maestro en el Liber Proverbiorum, parte II: «Si non esset ulla Virtus substantialis, omne accidens haberet majorem virtutem, quam ulla substantia.» (Cap. X).

65.- ¿Qué papel representa en la criatura la esencia parcial denominada Virtud? Respondemos: toda criatura, atendida su pura naturaleza, obra absolutamente sin impedimento ni defecto de su parte: ¿no es verdad? Indudable. Pues esto se debe a la esencia parcial llamada Virtud.

El obrar supone en la criatura, dice el comentarista Zepeda, el ser y el poder obrar absoluto; y así a la esencia parcial llamada Virtud se debe la unión de todas las restantes esencias parciales para que la cosa tenga toda perfección en su ser, poder y obrar. (Obra citada, pág. XVIII).

66.- Del Padre Pascual: «La Verdad es lo que es verdadero de la Bondad, Grandeza y demás principios.

«Esto es, que por la Verdad son y obran verdaderamente la Bondad, Grandeza y demás cosas verdaderas (o esencias parciales).

«Tanto en Dios, como en la criatura, se conoce claramente ser ésta la verdad que tienen.» (Lugar citado).

67- «Por la Verdad todos los principios (o esencias parciales) son primitivos, reales, verdaderos, necesarios y naturales.

Y así es forzoso que ella lo sea también, porque si no fuese primitiva y necesaria, todas las cosas, que tienen ser primitivo, no serían necesarias ni verdaderas, siendo así que la Verdad presupone el ser, el poder y el obrar con perfección, pues, según Aristóteles (II Metaphysicorum), Verissimum est quod est causa aliis ut sint vera.

Y así, la Verdad es primitiva y necesaria, para que los entes (o esencias parciales) primitivos y necesarios sean verdaderos.» (Comentarios de Alonso de Zepeda a la obra de Lulio Introductorio del Arte Magna, pág. XIX. -Bruselas, 1663).

68.- Habla Kircher: «Veritas secundum Peripateticos est adaequatio rei ad intellectum.

Secundum nos Veritas ratio est qua omnia vera sunt; nam si Veritas non esset, omnia falsa essent, quod implicat.

Est itaque Veritas principium generale, primitivum et necessarium: hoc ipso enim quod quidpiam est, etiam verum est.» (Pág. 40).

69.- La ciencia parcial, llamada Verdad, que hallamos en toda criatura, es una finita participación del divino Atributo del mismo nombre.

Hablamos de una Verdad substancial; en toda substancia creada hay una parte substancial, no accidental, que bien puede llamarse Verdad.

«Si in substantia nulla Veritas esset substantialis, substantia esset magis vera per accidens, quam per se ipsam.» (Liber Proverbiorum; parte II, cap. II).

70.- Es del todo necesario que, entre las esencias parciales del ente creado, haya una que llamamos Verdad. A este propósito dice el Beato: «De necessitate convenit quod haec substantialis Veritas sit substantialis pars substantiae, ut Bonitatem ponat in vero cum Magnitudine sui ipsius, et Magnitudinem cum Bonitate sui ipsius, et sic de aliis.

Unde sequitur quod Veritas complete et abundanter satisfaciat principiis substantiae, et principia illi, quae satisfactio esset impossibilis si Veritas non esset substantialis pars substantiae, et sequeretur quod Veritas deficeret principiis, et principia illi.»

Sobre el papel que representa, en la constitución de la criatura, la esencia parcial Verdad, escribe el mismo Beato, «... substantialis Veritas, quae est pars substantiae, quae transmittit suam similitudinem in alias compartes, in quantum illas facit existere veras in eo quod sunt, et etiam existere verum hoc quod substantia agit sub ratione illarum.» (Lectura Artis Inventivae et Tabulae Generalis, dist. II, pág. 20, tomo V, Moguncia).

71.- De la existencia de las demás esencias parciales, síguese la necesidad de que exista la esencia parcial Verdad. Lo declara la misma definición de Verdad: «Veritas est id quod est verum de Bonitate, Magnitudine, etc.

Est igitur Bonitas, Magnitudo, etc.

Et ex quo Bonitas est, oportet quod sit Veritas, quoniam sine Veritate Bonitas esse non potest.

Est ergo Veritas, in qua Bonitas est sustentata et constituta.

Igitur Veritas est hoc per quod Bonitas et caetera principia existunt substantiae; et quoniam principia sunt plura, se multiplicat Veritas generalis in plures veritates speciales de quibus principia sunt habituata.» (Tabula Generalis; Dist. II, pág. 9, tomo citado).

72.- Continúa el P. Pascual: «La Gloria consiste en aquel deleite en que la Bondad, Grandeza y demás principios se aquietan.

«Comúnmente no conocemos otro deleite que el sensible.

«Pero, así como por lograr lo que nos conviene y da gusto sentimos el deleite, todas las cosas tienen proporcionadamente su deleite por obtener lo conveniente.

Y así lo tienen estos principios (o esencias parciales) en su ser y operación, por cuyo motivo es un comprincipio natural la Gloria; y a proporción de la que tienen en Dios sus Atributos en su ser y operación, la tiene cada cosa conforme a su naturaleza.» (Pág. 15, obra citada).

73.- Comento de Zepeda: «La Gloria es igual o desigual. Aquella existe en solo Dios que es el fin de todas las cosas y su reposo. La desigual es la delectación que se halla en las demás cosas creadas.

Y si no fuera por este principio, todas las cosas existirían en trabajo y pena; porque, de la misma manera que por la Virtud están todas las cosas en el principio del obrar, así están en el último término por la Gloria.» (Lug. cit).

74.- Kircher: «Definitur autem Gloria, ratio qua omnia suo modo gloriosa sunt, id est, omnia fine suo et quiete sua gloriantur.

Est delectatio et boni fruitio qua unumquodque quiescit, ut lapis quiescit et gloriatur in quiete, centri adeptione: minerale quodvis in appropiata sibi fodina: arbor fructificatione: planta in semine, florum foliorumque possessione: animal in conservationis vitae suae, suaeque propagationis speciei statu.» (Pág. 41).

75.- La fuerza creadora del divino atributo llamado Gloria produce, en la creación, su creada semejanza. Sí, toda criatura tiene una finita participación de aquel atributo divino.

Y esa participación es substancial, no accidental, porque toda criatura, en tanto existe o tiene esencia, en cuanto participa de los atributos de Dios.

Infiero yo de aquí que hay en las criaturas una esencia parcial que bien puede llevar el nombre del divino atributo del cual es una creada semejanza.

Tenemos, pues, la esencia parcial llamada Gloria.

76.- Después de haber dicho nuestro Doctor y Maestro que la esencia Gloria consiste en aquel deleite en que la Bondad y demás esencias parciales se aquietan, pone en seguida este comentario: «Gloria est universale principium, ratione cujus entia habent placitum et delectationem secundum modum existendi et agendi; quia esse est multum delectabile secundum respectum sui ipsius et ipsius non-esse, et entia habent magnum placitum quando alia possunt agere in aliis et in se ipsis secundum naturas et proprietates principiorum ex quibus sunt composita et aggregata.»

77.- La Gloria que nos ocupa no es un principio accidental, sino substancial. «Gloria est principium substantiale, quia in ipsa quiescunt principia substantiae, in qua non possent quiescere, si esset accidentalis tantum, cum quies et delectatio melius conveniant cum rebus quae sunt magnae in Bonitate et Duratione, quam cum illis quae non sunt magnae in Bonitate et Duratione.» (Lectura Artis Inventivae et Tabulae Generalis; dist. II, pág. 21).

El Doctor Arcangélico sintetiza su doctrina sobre este particular en los siguientes Proverbios: «Si Gloria non esset substantialis, nulla substantia haberet Gloriam per suam naturam.

Nulla accidentalis gloria potest esse finis substantiae.

Delectatio per vegetare est Gloria plantae.» (Liber Proverbiorum; parte II, pág. 47).

78.- Conclusión.- Toda esencia completa ha de estar dotada de ser, poder y obrar; pues bien, las tres primeras esencias parciales (Bondad, Grandeza, Duración) corresponden al ser; las tres siguientes (Poder, Sabiduría, Voluntad) corresponden al poder; y las tres últimas (Virtud, Verdad, Gloria) corresponden al obrar.

¿Hay en Dios otros atributos absolutos? Innumerables.

¿Imprimen todos su creada semejanza en la criatura? -Sí, sin duda alguna.

¿Por qué el Beato Lulio, al estudiar la constitución esencial y metafísica de la criatura, y al examinar los atributos absolutos de la Divinidad cuyas creadas semejanzas son esencias parciales de la criatura, se fija solamente en los nueve atributos consabidos? -Porque éstos solos bastan, al fin que se propone el Maestro.

79.- Nunca nos cansaremos de repetir que las palabras Bondad, Grandeza, etc., no han de ser tomadas en la acepción ordinaria, que es la común al vulgo y a las escuelas filosóficas distintas de la Luliana. Ni tampoco han de tomarse aquellas palabras por las perfecciones del ente, como lo han hecho algunos mal aconsejados lulistas.

Entiende Lulio por Bondad, Grandeza, etc., los principios substanciales o esencias parciales cuya fuerza resultante constituye la esencia o substancia total de toda criatura: material, inmaterial, espiritual y angélica.

80.- Únicamente tomadas en este sentido las palabras Bondad, Grandeza, etc., resultan verdaderas las Definiciones que damos de Bondad, Grandeza, etc.

Y a dichas esencias parciales llámalas el Maestro con los nombres de Bondad, Grandeza, etc., porque estas esencias son finitas participaciones o creadas semejanzas de los divinos atributos del mismo nombre. He aquí todo.

§. 5.

Definición a las nociones-esencias llamadas Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.

81.- Dice el Beato Lulio: Si Dios existe, no hay duda que Dios será lo mejor que pensarse pueda. Y como la operación ad intra es mucho mejor que la operación ad extra, habremos de afirmar que hay en Dios una operación ad intra.

-Toda operación, hasta la llamada ad intra, ha de constar forzosamente de acción, pasión y unión de entrambas. He aquí la Trinidad.

Siendo esto así, como realmente es, debemos sentar que hay en Dios atributos relativos ad intra. Estos atributos no pueden ser más que seis: Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.

Ahora bien; como en Dios todo es Dios, los atributos relativos ad intra son de la misma naturaleza y esencia que los atributos absolutos. Sí, en Dios, las relaciones son subsistentes; son personales; las relaciones son reales; las relaciones constituyen las Personas divinas; las relaciones son Dios.

82.- ¿Qué más? -Pues muy sencillo: cada uno de los atributos relativos ad intra (como son de la misma esencia y naturaleza que los llamados absolutos) no puede dejar de crear su finita semejanza al verificarse el acto creador del Omnipotente.

Esas creadas semejanzas, o finitas participaciones de los atributos relativos ad intra, serán esencias parciales de toda criatura, por la razón tantas veces apuntada, a saber, porque la criatura en tanto existe o tiene esencia, en cuanto participa de Dios, o séase, de los divinos atributos.

A estas nuevas esencias parciales les daremos el nombre de los atributos de los cuales son finitas participaciones. Vamos a definir, pues, las esencias llamadas Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.

83.- Únicamente tomadas en este sentido las palabras Diferencia, Concordancia, etc., resultarán verdaderas las Definiciones que daremos de Diferencia, Concordancia, etc.

Dejemos, pues, a un lado la acepción ordinaria, común al vulgo y a las escuelas filosóficas distintas de la Luliana, de las palabras Diferencia, Concordancia, etc., y aceptemos de una vez el tecnicismo luliano.

84.- Así como en Dios, los atributos relativos ad intra (Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad) no denotan relaciones accidentales, sino reales, subsistentes, personales; de un modo semejante, la Diferencia, Concordancia, etc., que nos ocupan, al tratar del constitutivo esencial y metafísico de toda criatura, no denotan, no, relaciones accidentales, sino que denotan principios real y verdaderamente substanciales, conviene a saber, verdaderas esencias parciales.

85.- «Por la Diferencia, la Bondad, Grandeza y demás principios, son razones inconfusas y claras.

«Y esto, tanto en Dios, como en las criaturas. Pues, aunque en la substancia divina sólo se distingan realmente las Personas, no obstante los Atributos realmente indistintos son inconfusos y claros, porque tiene cada uno su razón y acto propio sin confusión alguna.

«Pero, en la criatura, su claridad e inconfusión es con la real distinción de todos sus predicados (o esencias parciales).» (Pascual, obra cit., pág. 15).

86.- El jesuita Kircher: «Differentia primum principium respectivum generalissimum, substantiale, primitivum et necessarium est, omnes differentias includens, quia sine hac omnia essent idem, omnia unum, omnia indistincta, quod est imposibile...

Unde in Arte definitur claritas absque omni confusione conceptuum; hac enim Bonitas a Magnitudine, Duratione, Potentia, et quaecumque ad ea revocantur, distinguuntur.» (Pág. 42).

87.- Aunque la palabra Diferencia denote relación, no obstante, es de saber que, entre las esencias parciales del ser de toda criatura, hay una esencia parcial que bien puede llamarse Diferencia, por las razones que luego dirá el Beato Lulio.

En consecuencia, la Diferencia se toma aquí por un principio universal y substancial: universal, porque lo hallamos en toda criatura; y substancial, porque es una de las esencias parciales constitutivas del ser creado.

88.- Habla el Maestro: «Oportet autem quod Differentia sit universale et substantiale principium in substantia, ut res esse valeant substantialiter distinctae et differentes ad invicem; et ut Differentia sub ratione Magnitudinis, Durationis et Potestatis stare faciat sub generibus multas species, et sub speciebus multa individua substantialiter, ita quod una species non sit alia, nec unum individuum aliud, et ut in qualibet partium substantiae Differentia essentialis et substantialis sit ratio ad essentialia substantialia uno distincto ab alio sub ratione actionis et passionis, sicut in Bonitate in qua est substantiale et essentiale activum, passivum et conjunctivum eorum (seu forma, materia et unio earum)... quod fieri non posset, si Differentia esset principium accidentale tantum, nam omnia quae sunt essent unum idem numero substantialiter et multa forent accidentalia.» (Tabula Generalis, dist. II, pág 10, tomo V, ed. Moguntina).

89.- «La Concordancia es razón por la que la Bondad, Grandeza y demás principios (o esencias parciales) concuerdan o convienen en una o muchas cosas.

«Todas las esencias parciales concuerdan en un ser que constituyen, y cada una con otra por la mutua participación y habitud; y según los fines o apetitos del sujeto, en que se hallan, concuerdan variamente entre sí.

«En Dios, por su infinita concordancia, convienen infinitamente sus perfecciones; y, a proporción, concuerdan en la criatura sus predicados (o mejor, esencias parciales).» (Pascual; lugar citado).

90.- Oigamos a Kircher: «Concordantia est principium respectivum omnino generale in sua coordinatione, primitivum et necessarium; quia sine illa omnia essent discordia, dissoluta, inconvenientia, quod dici non potest, cum nihil in natura rerum inveniatur quod non cum aliquo in aliquo concordet.» (Pág. 48).

91.- La Concordancia es en Dios una perfección sin defecto alguno, ni más ni menos que los atributos llamados absolutos.

La Concordancia divina es substancial.

Y su creada semejanza, impresa en las criaturas, ha de ser igualmente substancial.

Cuenta, pues, toda criatura, entre los principios esenciales y metafísicos que la constituyen, uno que se denomina Concordancia.

La esencia parcial, que decimos Concordancia, es una creada semejanza del atributo divino del mismo nombre.

Es en virtud de esta esencia parcial, que la criatura participa del atributo divino ad intra que llamamos Concordancia. ¿Puede existir la criatura sin participar, en alguna manera, de las perfecciones de Dios? ¿Por ventura es otra cosa el ser creado que una participación finita del ser divino?

92.- Y no es para olvidar nunca, en toda la doctrina luliana, que todos los divinos Atributos (absolutos y relativos ad intra) son igualmente operativos, conviene a saber, todos imprimen, con igual virtualidad y eficacia y en virtud de la misma exigencia, sus creadas semejanzas (que son verdaderas esencias parciales) en el mundo mineral, animal, espiritual y angélico.

93.- «El Principio es lo que tiene alguna razón de prioridad a todo aquello de que es principio.

«La prioridad aquí no se toma en rigor, sino con latitud, conforme se entiende el principio que es la razón primitiva u origen de que proviene algún ser o línea de predicados. En este sentido, la Bondad es principio, porque es la primitiva esencia de toda la línea de bueno, de que proviene todo bien...

«En Dios cada atributo es principio, porque es la razón esencial de todo lo que hay de su línea en la divina substancia; a cuya proporción son principios las correspondientes perfecciones creadas (o esencias parciales). (Pascual; pág. 16).

94.- La esencia parcial denominada Principio es la realización de una de las ideas arquetipas lulianas, conviene a saber, es una participación finita del atributo relativo ad intra que hallamos en la Divinidad y conocemos con el nombre de Principio.

Hay en Dios un atributo relativo ad intra que llamamos Principio.

Este atributo es tan infinito in existendo et in agendo como todos los demás, por ejemplo, la Bondad.

En consecuencia, así que tuvo lugar el acto creador del Omnipotente, el divino atributo llamado Principio estampó su creada semejanza en todas las criaturas, viniendo éstas a contar entre sus constitutivos esenciales y metafísicos a uno que podemos denominar Principio.

95.- La esencia parcial, llamada Principio, es un principio universal, primitivo y necesario, sin el cual no habría efecto alguno en la naturaleza.

¿Qué es el Principio? -Es aquello de lo cual procede algo.

96.- Como en Dios cada atributo es principio, de un modo semejante cada una de las nueve esencias parciales que llevamos examinadas (Bondad, Grandeza, Duración, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad, Gloria) es también principio.

97.- El Principio, que al presente nos ocupa, es substancial, no accidental.

«Si non esset substantiale Principium, finis substantiae esset accidentalis.

Substantia non esset principiabilis, sine substantiali Principio.

Quia omne principiare est majus in principio substantiae, quam accidentis; convenit quod aliquod Principium sit substantiale.» (Liber Proverb.; parte II, cap. 16.)

98.- El Principio de que al presente hablamos equivale a Causa, como lo advierte oportunamente Kircher; y en este Principio se contienen de un modo implícito todos los principios genéricos, específicos e individuales difundidos por todas las partes de la substancia.

Hase de advertir también que todas las causas son principios, pero no todos los principios son causas; como se ve en los nueve predicamentos, los cuales son principios, pero no causas, pues la razón de causa les compete tan sólo en virtud de la substancia en la que se hallan. Hasta aquí son palabras de Kircher, pág. 57.

Por esto advertimos nosotros que el Principio que nos ocupa equivale a Causa.

99.- «El Medio es el sujeto por donde el Fin influye al Principio, y el Principio refluye al Fin, de modo que sabe a la naturaleza de entrambos.

«Como el Medio se toma en una general latitud, se entiende el influir y refluir, del mismo modo, por la participación, respecto o habitud con que las cosas se han entre sí mediante alguna otra.

En esta inteligencia, una Perfección divina es medio de todas las otras, porque conduce a la infinita comunicación mutua de todas.» (Pascual; loco citado).

Así diremos también que, en la constitución del ser creado, A, B, C, cada una de las esencias parciales es medio de todas las otras, porque conduce a la mutua comunicación de todas.

100.- Alguien preguntará aquí: ¿Por qué todas estas nociones-esencias siempre se definen unas en orden a otras? -Responderemos: Por la razón alegada anteriormente, y que nunca ha de olvidarse, conviene a saber, porque la mutua habitud y correspondencia que tienen entre sí estas nociones, que son a la vez esencias, les es connatural.

Pues siempre hemos de tener presente que una de estas nociones-esencias no puede existir sin la otra, y cada una tiene exigencia de todas, porque todas igualmente pertenecen a la esencia de nuestro entendimiento y a la esencia de todos los demás seres de la creación.

101.- Son palabras de Kircher: «Via ad Finem Medium est. Est ergo Medium id quod est Principium respectivum, generale, primitivum, necessarium, sine quo nulla rerum daretur conjunctio, nullus nexus aut unio, sed omnia vacua, quod foret absurdum.» (Pág. 59).

102.-Este Medio es substancial, transcendental y real.

«Y es aquella semejanza de la influencia y reinfluencia de dos extremos, constituyendo una substancia de ambos connotando su unión, medida y conjunción.» (Zepeda, obra citada, pág. XXIV).

103.- Sabemos que hay en Dios un atributo relativo ad intra, conocido con el nombre de Medio.

Y excusado es sentar, después de lo dicho, que todos los divinos atributos son igualmente eficientes u operativos, así sean absolutos, como relativos ad intra.

En Dios las relaciones son subsistentes; son la misma divina Esencia.

Siendo, pues, la criatura una participación del ser de Dios, participa, por tanto, del atributo relativo ad intra llamado Medio.

Por donde, esa participación no es, ni puede ser otra cosa que un constitutivo substancial del ser creado.

Las semejanzas creadas de las perfecciones de Dios han de ser forzosamente substanciales, puesto que, si existen substancias creadas, éstas no son ni pueden ser sino semejanzas creadas de dichas Perfecciones. Porque la criatura, en tanto es o existe, en cuanto es una participación o semejanza del Ser divino, o sea de sus Perfecciones.

De consiguiente, hay en todos los seres creados una esencia parcial que podemos llamar Medio, y cuya definición damos arriba.

104.- El Medio que nos ocupa es substancial, no accidental.

«Si forma et materia non haberent substantiale Medium, de ipsis non resultaret substantia.

Nullum accidentale Medium est tam magnum, sicut substantiale.» (Liber Proverb., parte II, cap. 17).

105.- «El Fin es aquello en lo cual el Principio se aquieta; pues, teniendo posesión de él, se para y no mira a otra cosa.

«En Dios una perfección tiene su fin en la otra y en el mismo Ser divino; y a su imitación se finaliza también sus semejanzas en la criatura.» (Pascual; lugar citado).

En efecto, en todo ser creado, cada una de sus esencias parciales tiene su fin en la otra y en el mismo ser creado.

106.- Continúa diciendo el Padre Pascual: «Advierto que los tres términos Principio, Medio y Fin, según la generalidad del Arte, se entienden por simples y universales perfecciones de principiar, mediar y finalizar, como la Bondad es simple universal razón de bonificar, la Grandeza de magnificar, etc.; y conforme a esta inteligencia se han de entender principalmente sus definiciones expuestas.

Pero, como ser principio, medio y fin no sólo conviene a las simples razones (o esencias parciales), sino también a todo ente completo en orden a otro, les están adaptadas sus definiciones, explicándolas también conforme a los respectos que tienen tomados en esta inteligencia.»

107.- El jesuita Kircher: «Finis est generale principium primitivum et necessarium, sine quo nullus in natura rerum esset appetitus, nihil bonum, nulla actio, nullus volitae rei ad terminum consequendum impulsus.

Est igitur Finis id in quo Principium quiescit.» (Pág. 62.)

108.- Este Fin es la esencia parcial que termina el ser, poder y obrar de todas las demás esencias parciales constitutivas de la criatura, por ejemplo, un mineral.

El Fin que nos ocupa es substancial; es una esencia verdadera y propiamente dicha. Lo enseña el Maestro en el Libro de los Proverbios, parte II, cap. 18.

«Si Finis non esset substantia, substantia esset magis perfecta, quam Finis.

Si Finis non esset substantia, esset major quies per accidens, quam per substantiam.

Si Finis non esset substantia, potestas plus posset de accidente, quam de substantia.»

109.- Dícenos la Teología católica, en el tratado De Deo Trino, que hay en Dios un atributo relativo ad intra llamado Fin.

Y los atributos relativos ad intra son tan operativos como los atributos absolutos.

Mas éstos imprimen en la criatura la semejanza creada de sí mismos.

Luego lo mismo hará el atributo llamado Fin.

Ahora bien; las semejanzas creadas de los Atributos absolutos forman los constitutivos esenciales y metafísicos de toda criatura.

De consiguiente, el Fin será otro de los constitutivos esenciales y metafísicos del ser creado.

110.- Otra razón. La criatura, en tanto existe (o tiene esencia), en cuanto participa de los divinos atributos.

Siendo esto así, como realmente es, en tanto existirá (o tendrá esencia), en cuanto participe del atributo divino llamado Fin.

Luego esa participación será esencial o substancial.

En última consecuencia, el Fin será una esencia parcial de toda criatura.

111.- «La Igualdad es aquella razón en que se aquieta o descansa el Fin de la Concordancia de la Bondad, Grandeza y demás Principios (o esencias parciales).

»Porque, como estas esencias parciales concuerdan entre sí para formar su concreto, tienen en él su descanso por su debida y proporcionada igualdad.

»Y porque en Dios están con la expresada igualdad sus Perfecciones, a su imitación son iguales los principios de la criatura (o esencias parciales).» (Pascual, pág. 17).

112.- El Padre Kircher: «Est Æqualitas principium substantiale generalissimum, primitivum et necessarium, utpote sine quo nulla daretur concordantia; estque substantialis, utpote in qua sustentantur aequalitates accidentales, et in qua fines concordantiae bonitatis et magnitudinis quiescunt et sunt partes essentiales substantiae.» (Pág. 66).

113.- En la esencia parcial llamada Igualdad, tiene su reposo la intención final de las demás esencias parciales, y éstas reciben en aquélla lo que les toca justamente, sin que les sobre o falte alguna cosa.

La Bondad, Grandeza, etc., son esencias parciales iguales para constituir cualquier substancia, por ejemplo, un mineral.

La esencia llamada Igualdad forma parte de todo ser creado; y como se halla substancialmente en todo ser creado, influye su semejanza en las operaciones exteriores de este ser creado; por ejemplo, cuando el hombre, debajo de la razón de la Igualdad, produce otro hombre. (Zepeda: Obra cit., pág. XXVI).

114.- Demuestran los escolares, en nuestros Seminarios, que, dada la Santísima Trinidad, y aun dados los solos atributos absolutos, hay en Dios un atributo relativo ad intra significado con el nombre de Igualdad.

Este atributo es igualmente infinito en su esencia, en su existencia y en su operación, como todos los demás que hemos dicho.

Dos consecuencias síguense de ahí:

a) que la Igualdad divina imprimió su creada semejanza en toda criatura;

) que esa nueva semejanza creada es un constitutivo substancial y metafísico de todos los seres.

115.- Conclusión. -En Dios los atributos absolutos y los relativos ad intra son indistintos, esto es, la Bondad es Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin e Igualdad; y así de la Grandeza, Eternidad, Poder, etc., aunque nosotros tengamos fundamento para distinguirlos.

Pues bien; lo mismo pasa proporcionadamente en la criatura; conviene a saber, cada una de las esencias parciales, que son participaciones de los divinos atributos absolutos, es Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.

De manera que las esencias parciales llamadas Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad, son ciertas modalidades de las esencias llamadas Bondad, Grandeza, Duración, etc.

116.- Escribe el Reverendísimo Abad del Císter: «Reflexionando generalmente sobre estas Definiciones es notorio que todas necesariamente convienen a los proporcionados Atributos divinos, y explican la propiedad que les compete. En cuya consecuencia, las semejanzas que les corresponden en la criatura (o esencias parciales de la misma) deben tener proporcionadamente aquella propiedad explicada.

»Por lo que, considerados estos principios (o esencias parciales) universalmente, por su propia razón y naturaleza (ex natura rei) tienen aquellas propiedades que explican sus Definiciones; y éstas, por lo mismo, deben convenir proporcionadamente a cada particular principio o esencia parcial) de todas las cosas.» (Pascual, pág. 17).

117.- Observación final. -En el Descenso luliano del entendimiento, Dios es la base y fundamento sobre que descansa el Palacio de la ciencia humana. He aquí el porqué:

a) adquirimos la ciencia por medio de los Axiomas del Descenso;

) la verdad de estos Axiomas se funda en los Juicios;

c) la verdad de los Juicios se basa en los Conceptos;

d) la verdad de los Conceptos se apoya en la definición de los mismos;

e) estas definiciones son verdaderas a condición de verificarse en Dios (entonces, y sólo entonces, se verificarán también en la criatura, y por estas Definiciones alcanzaremos la ciencia del hombre y del mundo, porque conocer una cosa es saber y penetrar su definición).

118.- De ahí resulta que, en el Descenso luliano del entendimiento, pasa a ser un hecho aquello de San Atanasio, o de quien sea el autor del célebre Tratado de las Definiciones, según el cual «Dios, y solamente Dios, es la definición de todas las definiciones».

§. 6.

Donde se solucionan algunos reparos lógicos.

119.- «Es falso que la definición deba constar de género y diferencia tomados en rigor. Muchos lo han negado, y yo lo niego constantemente...

»Ni Dios, ni trascendente alguno, tiene género rigoroso por el cual pueda definirse; ni la diferencia esencial, que es la rigorosa, es necesaria en las definiciones, porque está muy poco conocida por su propia noción, y rarísima es la definición que la explica.

»Y por eso los que tomaron, como debían, la regla de definir por género y diferencia, en lo que cabe, sólo señalan comúnmente por diferencia una expresión de alguna propiedad de lo definido, en que se indica, aunque no se explica por su propia noción, la diferencia esencial». (Pascual; obra citada, Prólogo Apologético, núm. 117.)

120.- La antigua Escuela Luliana no tenía inconveniente en suponer que la definición, a lo menos de lo que está en predicamento, debe constar de género y diferencia, siempre que se tomara ésta como únicamente puede entenderse (añadían los antiguos lulistas), esto es, por predicado propio distintivo, sea esencial o extra-esencial.

121.- Con las obras del Beato Lulio en la mano vese, con luz meridiana, que nuestro Doctor y Maestro conocía muy bien que las definiciones, en la mayoría de los casos, pueden y deben constar de género próximo y última diferencia. «Homo et leo per differentiam, differunt specie et per concordantiam conveniunt genere.» (Ars Brevis; parte XI, cap. 26. -Argentorati, 1651).

122.- Una página notable del Padre Pascual:

«El Beato Lulio inquiere si esta definición: 'Homo est animal homificans', o esotra: 'Homo est ens cui proprie competit homificare', es más manifestativa del hombre, que aquella: 'Homo est animal rationale.'

»Responde afirmando, y dice: 'La razón de esto es porque el homificar sólo conviene al hombre; pero la racionalidad conviene a muchos.'

»Dime, lector, ¿te parece que en esta razón ignora el Beato Lulio, que la definición consta de género y diferencia? ¿Puede haber ciego que no vea, que aquí expresa el carácter de la definición, que es notificar el predicado distintivo? ¿Qué es la diferencia, sino el predicado que sólo conviene al definido, sin convenir a los otros?...

123.- »Hablemos del asunto.

»La racionalidad ¿conviene a Dios y al Ángel? Sin falta: luego no es diferencia, por la que cabalmente se pueda definir el hombre.

»El mismo Padre Feijóo combate la definición: 'Homo est animal rationale', en su Teatro Crítico, tomo III, discur. 13, número 40.

»Bien sé que para explicar la racionalidad del hombre, como distinta de la de Dios y del Ángel, se vierten explicaciones e inteligencias; y que, particularmente para dar la razón esencial distintiva, se topa en una dificultad cujus rei non erit finis; pero, en suma, se deduce de todo, que por aquella sola noción rationale no se conoce lo distintivo del hombre, sino por las explicaciones que se le dan: lo que es defecto grande para la definición.

124.- »Vamos a la otra.

»Cuando se dice: 'Homo est animal homificans', se explica un acto tan propio del hombre, el homificar, que no puede convenir a otro.

»Sé que su expresión no es usada, pero su etimología lo explica claramente.

»Manifiesta el Beato Lulio que a toda criatura, como imitación de Dios, le conviene acto propio y connatural. Ésta es una verdad sólida, que respecto del hombre se explica en aquella definición; y, aunque parece poca inteligencia, es la más propia.» (Obra citada: Prólogo Apologético, números 117 a 120.)

125.- Afirmaciones que resumen la doctrina contenida en el presente Artículo.

1) Las Definiciones que Lulio nos da de las nociones-esencias Bondad, Grandeza, etc., son definiciones por el acto propio: «Fit etiam Definitio per actum proprium et necessarium subjecti sive potentiae sibi coessentialis, ut cum quaeritur, Quid est intellectus divinus? respondendum est: Intellectus divinus est ens habens actum intelligendi; videlicet, intelligere.» (Lógica Nova; dist. V, cap. 2. -Palmae Balear., 1744.)

2) Atendidos el fin que Lulio se proponía y la naturaleza de aquellas nociones-esencias, son muy propias las Definiciones que nos da nuestro Doctor y Maestro.

3) Las Definiciones lulianas son verdaderas y exactas, porque convienen a Dios y a la criatura.

4) Las Definiciones lulianas de Bondad, Grandeza, etc., explican la propiedad que compete a la Bondad, Grandeza, etc.

5) Estas Definiciones, como lo son de los transcendentes, no pueden constar rigorosamente de género próximo y última diferencia, ya que no los tienen en rigor.

6) Ordinariamente, las definiciones que constan de género y diferencia señalan por diferencia alguna propiedad de lo definido, en que se indica, aunque no se explica por su propia noción, la diferencia esencial; que es lo que hace el Beato Lulio en las Definiciones consabidas.

7) No todo puede definirse por género y diferencia.

8) Ni siquiera puede definirse todo, como dice el Cardenal Mercier, Lógica, curso superior, pág. 386. -Traducción castellana. -Madrid: sin año.

9) La definición de Bondad (de la cual, en cierto modo, se originan las demás, puesto que la Bondad exige la co-existencia de todas las demás esencias y éstas no pueden existir sin la Bondad), consta, en sentido lato, de género y diferencia. «Bondad es aquella razón o ente por el que lo bueno obra lo bueno.» Aquí el género es el ente, y la diferencia es el predicado propio distintivo esencial de la Bondad, esto es, el obrar lo bueno.

10) En las Definiciones lulianas hay indicada la diferencia, porque ésta no es, en suma, sino el predicado o propiedad que sólo conviene a lo definido, sin convenir a los otros; y ese predicado o propiedad explícanlo claramente las Definiciones consabidas.

11) La diferencia esencial, que es la rigorosa, no es necesaria en las definiciones, porque es muy poco conocida por su propia noción, y rarísima es la definición que la explica.

12) Las Definiciones lulianas de Bondad, Grandeza, etc., son definiciones esenciales. Estas nociones-esencias no admiten otra definición que la dada por el Maestro. Aunque, a primera vista, parece que dan poca luz (sobre todo al que desconoce la práctica del Descenso), hase de advertir, que esa poca luz es la más propia, y que aumenta considerablemente a medida que uno adelanta en la teoría y más particularmente en la práctica del Descenso.

13) Por último, al que nos exigiera más luz en las Definiciones de Bondad, Grandeza, etc., le diríamos aquellas discretísimas palabras del Cardenal Mercier:

«No puede definirse todo. De análisis en análisis tendremos que arribar, pronto o tarde, a conceptos no susceptibles de ulterior análisis; opuestos son los límites extremos del pensamiento, límites que circunscriben a todos nuestros conceptos, que no pueden, por otra parte, franquearlos. Estos límites son establecidos por las definiciones esenciales.» (Lugar citado.)

Tales son las definiciones de las nociones-esencias Bondad, Grandeza, etc.

§. 7.

De la aplicación de las Definiciones. -Ejemplos.

126.- Los ejemplos que ponemos a continuación son del mismo Beato Lulio, pero traducidos por el P. Pascual.

En la Tabula Generalis (Dist. V, parte 5) inquiere el Beato Lulio «si el género y la especie son entes reales», esto es, si las esencias o naturalezas que el Lógico llama géneros y especies, son realmente unas mismas en los inferiores o si son universales reales.

Resuelve la afirmativa, y la prueba por la definición de Duración.

Porque, siendo la «razón por la que la Bondad, Grandeza, etc. duran», es preciso (por la contracción y composición de la Definición de la esencia Duración a la definición del ser creado que tiene género y especie) que sea mayor razón para hacer durar estos principios, según la competente grandeza, en la substancia mayor que en la menor.

Y como la substancia universal sea mayor que la particular, por razón de su mayor grandeza y virtud, la Duración es mayor razón para hacer durar la Bondad, Grandeza y demás principios en una substancia corpórea realmente universal, que en las particulares.

Pues de esta suerte dura una bondad corpórea universal sobre varias grandezas particulares, etc.; y, por consecuencia, tiene la duración cumplida grandeza, porque se extiende a todos los extremos del ser, a saber, a lo universal y particular. (Tomo V, edic. Maguncia).

127.- La definición de Concordancia declara la misma resolución.

Porque, siendo «la que hace concordar los principios en una y muchas cosas», es razón por la que los varios cuerpos del Universo realmente concuerden en alguna unidad, y cuanto mayor sea la concordancia, tanto mayor será la unidad.

Y siendo la mayor unidad la de una misma substancia corpórea en todos los cuerpos, deben éstos tenerla, para que logren la mayor concordancia; porque la concordancia conviene con el ser, y la mayor concordancia conviene con el mayor ser.

Y si no fuera una misma la substancia corpórea en todos los cuerpos realmente, sino sólo intencionalmente, o por el concepto del entendimiento, mayor fuera la intención o concepto intelectual que la realidad, pues intencionalmente tendrían la mayor concordancia, y no realmente.

Y, en este caso, como se distingan realmente los cuerpos, sería real su diferencia y no su concordancia y así aquélla sería mayor que ésta.

Y como Dios por su diferencia y concordancia haya producido las del Universo, fuera mayor la divina diferencia que la divina concordancia, porque aquélla en el Universo habría producido mayor su semejanza, que ésta; lo que repugna180.

128.- En el Libro citado (parte 8, pág. 64) inquiere «si las potencias del alma racional son iguales en su ser y obrar», y resuelve la afirmativa por la definición de la Igualdad compuesta con la definición de la esencia Fin, que es «razón por la que la Bondad, Grandeza, etc. son iguales en un fin igual.»

Ahora bien; como el fin propio y principal, para que fueron creadas estas potencias, sea memorar, entender y amar a Dios, y Éste sea del todo igual, pues Dios es memorable, inteligible y amable por una total igualdad, es preciso que las potencias del alma, memoria, entendimiento y voluntad, sean del todo iguales en su ser y obrar.

129.- Inquiere «si se dan Ángeles» en la Brevis Practica Tabulae Generalis (dist. V, pág. 16.)

Resuelve que sí.

Supone que por Ángel se entiende una substancia espiritual cumplida en el orden natural, por cuya razón no es unida ni unible con algún cuerpo para hacer con él algún compuesto natural.

Lo prueba con la definición de Diferencia, por la que es preciso que haya cabal distinción entre sensual y sensual, sensual e intelectual, intelectual e intelectual, lo que no fuera si se negaran Ángeles; porque faltara en lo intelectual la diversidad de substancias que hay en lo sensual.

Pues en esta clase, además de las substancias que componen a otras, hay muchas cumplidas en el orden natural que no se ordenan a composición alguna; pero en la clase intelectual sólo hubiera almas racionales ordenadas a componer, y faltarían substancias cumplidas que repugnan a la composición.

Luego no habría perfecta diferencia en la clase intelectual; y se seguiría que más perfecta y grande sería la diferencia en la sensual que en la intelectual.

Y como lo intelectual sea mayor que lo sensual, mayor fuera la diferencia en la minoridad que en la mayoridad; lo que repugna. (Tomo V, Moguncia).

130.- En el Libro Quaestiones per Artem Demonstrativam solubiles, cuestión XXX, página 51, inquiere «si Dios pudo crear al Mundo eterno.»

Y manifiesta, en el número I, la resolución negativa con la Definición de Diferencia, que, compuesta con la Definición de Igualdad, hace distinguir igualmente las cosas iguales.

Y como todos los divinos Atributos sean totalmente iguales, debe la Duración o Eternidad divina igualmente distinguirse de la Duración creada, que la Bondad divina de la creada, etc.

Y por consecuencia, así como la Bondad divina se distingue de tal manera de la creada, que no la puede hacer infinita, la Duración divina o Eternidad se distingue tanto de la creada, que no la puede hacer infinita, esto es, que sea eterna, pues ésta no es más que una duración infinita; y así no pudo ser eterno el Mundo. (Tomo IV, Moguncia.)

131.- Después inquiere (en el mismo Libro, cuestión LX, pág. 80) «si las potencias del alma racional son esenciales al alma, o puramente accidentales.»

Y prueba, número I, la afirmativa por la Grandeza.

Pues el alma, que por sus potencias es memorativa, intelectiva y amativa de Dios, debe tener una cumplida grandeza proporcionada a la grandeza de su fin; la que no tuviera, si estas potencias no le fueran substanciales y esenciales.

Porque su virtud no sería substancial, sino accidental; y su mayor perfección, que le viene del memorar, entender y amar a Dios, le convendría por accidente, y no por substancia; y por consecuencia más perfecto sería el accidente que la substancia, lo cual repugna.

Luego las potencias son esenciales y substanciales al alma racional. (Obra citada, páginas 36 a 39).

132.- Continúa el mismo P. Pascual: «Bastan estos apuntamientos para que se conozca la aplicación de las Definiciones lulianas, la que dará mayor desengaño en los Libros del Beato, entre los cuales el Arte Inventiva tiene más clara y perceptible esta práctica; pues en su Distinción IV se ponen nueve cuestiones y cada una se resuelve por tres modos, siendo el primero el uso y aplicación de todas las Definiciones del Arte (o Descenso intelectual).

«El resolver por la práctica de este método, cuanto más particulares son las cosas, es más dificultoso de comprender; por cuyo motivo creo que usa más el Beato Lulio de la aplicación de las Condiciones (o Juicios), lo que más fácilmente se entiende, que de las Definiciones.» (Lugar cit.).

133.- Como es fácil observar, en la aplicación de las Definiciones a las cuestiones científicas que se inquieren, seguiremos siempre las siguientes normas:

a) si se trata de cuestiones teológicas, buscamos la armonía y concordancia entre los Atributos de Dios, y damos en seguida como ciencia cierta lo que se deduce lógicamente de aquella armonía y concordancia; procedimiento seguido principalmente por los Santos Padres y otros escritores anteriores al Escolasticismo;

) tratándose de cuestiones relativas al hombre y al mundo, buscamos la armonía y concordancia de las nociones-esencias de Bondad, Grandeza, etc.; y damos en seguida como ciencia cierta lo que se deduce, en buena lógica, de aquella armonía y concordancia; lo cual es un procedimiento bueno y verdadero, porque nuestras nociones intelectuales y las esencias de todas las criaturas son participaciones de los divinos Atributos, y, por tanto, de la armonía y concordancia de estos Atributos;

c) afirmamos siempre y sentamos como ciencia cierta e indubitable, que se verifica y realiza en toda criatura, lo que dicen las Definiciones de las nociones-esencias de Bondad, Grandeza, etc.; mejor dicho, que debe verificarse y realizarse, con toda necesidad, en el hombre y en el mundo, cuanto dicen aquellas Definiciones; lo cual para nosotros es indudable, desde el momento en que dichas Definiciones se verifican en Dios: verificándose en Dios, fuerza es que se verifiquen en toda criatura, por las razones ya alegadas más arriba.




ArribaAbajoArtículo 3.º

Estudio de los Juicios del Descenso luliano.


§. 1.

Todos los Juicios posibles se reducen a uno que llamamos universal, y en él se fundan. -Este Juicio es un medio general para demostrar la verdad e infalibilidad de todos. -Hay que considerar los Juicios de un modo transcendental.

1.- El segundo fundamento del Arte Luliano (o Descenso) consiste en las Condiciones (o Juicios), que son las proposiciones formadas de la combinación de los Principios (o Conceptos).

Las Condiciones se demuestran por las definiciones de los Principios.

No obstante, para manifestarlas más sólida y claramente, las reduciré a Dios, del mismo modo que las Definiciones. Pues, así como por hallarse estos Principios en Dios, que es el sumo Ser, deben convenir proporcionalmente a cualquier otro ser, porque éste ha de imitar al Sumo; por la misma razón, la Condición, o combinación de Principios, que evidenciaré verificarse en Dios, debe proporcionadamente verificarse de cualquier otro ser.

2.- El modo de manifestarse que alguna Condición se halla en Dios, es por la regla señalada de convenirle necesariamente todo lo que dice perfección; y, por consecuencia, siempre que denoten perfección las Condiciones, deben verificarse de Dios.

3.- De varios modos se pueden formar las Condiciones, según que son diversas las habitudes o respectos que tienen entre sí los Principios en el ser universal, en que dicen mutua y necesaria conexión.

Pero, como el doctísimo Salzinger (Praecursor... dist. II, cap. 2 de Conditionibus, tomo III, Moguncia), según doctrina del Beato Lulio, redujo oportuna y felizmente todas las Condiciones formables o componibles a una universal, la explicaré, para que, entendido su fundamento, se puedan demostrar todas las particulares.

4.- Advierto, para esta explicación, que en cada uno de los Principios universales, que son positivos, por causa de la oposición, se entienden sus contrarios o privativos; v. gr. en la bondad se entiende la malicia, en la grandeza se entiende la pequeñez, etc. Y, por consecuencia, para el más fácil uso del Arte (o Descenso), la malicia, pequeñez y demás privativos deben considerarse en general, así como la bondad, grandeza y demás, positivos.

5.- La Condición (o Juicio) universal a que todas se reducen y en que se fundan, es ésta:

Todos los positivos concuerdan o convienen entre sí, y contrarían o repugnan a los privativos; y los privativos concuerdan entre sí y repugnan a los positivos.

Esto es de modo que la Bondad, v. gr. (que por sí e inmediatamente concuerda con la Grandeza, Duración, Poder, etc.) inmediatamente repugna a la Malicia, y mediatamente (es a saber, mediante la Grandeza, Poder, etc.) repugna a la Pequeñez, Impotencia, etc. Y al revés la Malicia por sí e inmediatamente repugna a la Bondad, y mediante la Pequeñez, Impotencia, etc. (con las que concuerda inmediatamente) repugna a la Grandeza, Poder, etc.

6.- La expresada Condición universal se demuestra verdadera aplicándola a Dios, porque su bondad, grandeza y demás atributos infinitamente concuerdan entre sí y repugnan o se oponen infinitamente a la malicia, pequeñez y demás privativos, pues a Dios sumamente repugnan estos defectos. Y, en consecuencia, la bondad, grandeza y demás positivos, de su propia razón y naturaleza (ex naturâ rei), concuerdan entre sí y repugnan a los privativos; y éstos (ex naturâ rei) convienen entre sí y se oponen a los positivos.

7.- Así como las Definiciones explican los Principios (o Conceptos) según su propia naturaleza y habitud natural que tienen entre sí universalmente, del mismo modo las Condiciones (o Juicios) se han de formar y entender según la natural habitud de los Principios.

8.- Y como las Condiciones, o son afirmativas (que atribuyen lo que conviene al sujeto), o son negativas (que aportan lo que no le conviene o repugna); las afirmativas deben formarse de los principios que concuerdan, y las negativas de los que repugnan. En cuya conformidad diré que la bondad es grande, y que la grandeza es buena; pero no proferiré que «la bondad es pequeña», ni que «la grandeza es mala.»

También diré que «la malicia es pequeña» y no grande, y que «la pequeñez es mala, y no buena; porque la bondad y grandeza convienen entre sí y repugnan a la malicia y pequeñez, y éstas convienen entre sí y repugnan a aquéllas.

9.- No sólo convienen todas las posibles Condiciones en la Universal, que he propuesto, y de algún modo se reducen a ella, sino que a la habitud o respecto de concordancia y contrariedad, que explica entre los Principios, se arreglan las demás habitudes o respectos, según los que pueden formarse las Condiciones. Y según la misma habitud se conoce cómo deben formarse verdaderas las Condiciones que expresan los demás respectos; v. gr. según el respecto de lugar, que declara la preposición en, diré que «la grandeza es amable en el poder», pero no que «es amable en la falta de poder;» porque la grandeza y voluntad concuerdan con el poder, y no con la falta de poder.

10.- También por el respecto de instrumentalidad (que se conoce por la preposición con o sin) diré que «el poder no es amable sin la virtud», pero no que «es amable sin la virtud», o que «es apetecible con el vicio», o que «no es deseable sin el vicio»; y esto por razón de la concordancia de los positivos, y de la contrariedad con sus privativos o contrarios.

11.- Así como los respectos propuestos se reducen al de concordancia y contrariedad, y por él se regula el modo de formar rectamente sus Condiciones (que por el mismo se manifiestan verdaderas); del mismo modo deben reducirse todos los demás respectos al expresado, y en su conformidad han de formarse respectivamente sus Condiciones (que por el mismo se demostrarán verdaderas).

12.- De lo expuesto, debe notarse que la dicha Condición universal, a que todas se reducen, es un buen medio general para demostrar la verdad e infalibilidad de todas. Porque, siendo verdad infalible, que los universales Principios positivos por su naturaleza convienen entre sí y repugnan a los privativos; y que los privativos por su propia razón convienen entre sí y repugnan a los positivos; se sigue necesariamente que todas las Condiciones afirmativas, en que (según las proporcionadas habitudes) se atribuyen unos positivos a otros y unos privativos a otros, y todas las negativas, en que se niegan los positivos de los privativos y los privativos de los positivos, son indefectiblemente verdaderas y sus opuestas son falsas.

13.- Esta sola razón basta para evidenciar todas las Condiciones o máximas (Juicios) que lleva el Beato Lulio en sus Libros, y las demás que, según su Arte (o Descenso), pueden formarse. Porque todos los Principios (o Conceptos), de que pueden componerse, necesariamente dicen el respecto de concordancia o contrariedad.

Pero, sin embargo, para mayor explicación, declararé en el presente discurso algunas Condiciones por la misma Condición universal, además de otros modos que practicaré según ocurran.

14.- Quiero advertir una cosa que me causó dificultad, cuando empecé a estudiar este Arte (o Descenso), porque es regular que a otros suceda lo mismo; y es que cuando oía o leía alguna de las máximas universales (o sea, las Condiciones o Juicios), no las reflexionaba en su universalidad y según la natural habitud de sus principios, sino sólo la consideraba contraída a alguna materia particular, que parecía repugnar a la verdad de la máxima universal, y así no la comprendía y dificultaba darla asenso: v. gr. si esta Condición: «El poder grande es bueno», se considera aplicada, no parece verdadera, porque no se juzga bueno el gran poder de un tirano, ni la grande actividad de un veneno. Lo mismo que parece en la aplicación de esta máxima, nos sucederá en otras.

15.- El modo de salir de estas dificultades (que son importunas y detienen el entendimiento), es reflexionar que se trata de una proposición universal, para cuya verificación o falsificación únicamente se ha de atender a la connatural y precisa habitud que por su propia razón (ex naturâ rei) dicen los Principios de que se forma, según su concordancia o contrariedad.

Y como la bondad, grandeza, y poder, que por su propia razón y naturaleza concuerdan, se atribuyan o se afirmen en dicha proposición, por eso ella y las demás semejantes en su universalidad son necesariamente verdaderas.

16.- Pero, porque a esta reflexión metafísica parece que siempre se opone aquella aplicación o contracción a materias particulares, para quitar del todo el embarazo, advierto que, si bien se reflexiona, en la aplicación y contracción a materias particulares que haga repugnar el asenso a las legítimas máximas universales, jamás se comparan los Principios del mismo modo y según el mismo preciso respecto que expresa la proposición universal.

17.- Sirva de ejemplo la misma Condición y aplicación propuesta. En esta proposición: «el poder grande es bueno», únicamente se comparan el poder, grandeza y bondad, que totalmente concuerdan, sin otro respecto ni determinación alguna.

Pero cuando la aplicamos, diciendo: «el gran poder de un tirano es bueno», mezclamos el término tiranía (que es una especie de maldad o malicia, y es un privativo contrario a aquellos positivos); por cuyo motivo no observamos el puro respecto de concordancia, que tiene la Condición universal, sino que añadimos el de contrariedad; que hace falsa la proposición especial que suena así: «el poder de la maldad es bueno»; porque la maldad, y por consecuencia la tiranía, no concuerda con el poder, grandeza y bondad.

18.- Aseguro que, si en las demás aplicaciones de las máximas universales (Condiciones o Juicios) se desentraña la comparación de los Principios (o Conceptos) y sus respectos, se conocerá claramente ser verdaderas las universales, aunque sean falsas las particulares, por no observarse en éstas la comparación de los Principios según los debidos respectos, y particularmente por faltar al de concordancia o contrariedad.

19.- También advierto (para quitar las confusiones y estorbos que experimenté en mis primeros estudios) que nuestro entendimiento, estando acostumbrado a usar de la imaginación para figurar las cosas objetadas, concebirlas y penetrarlas, al proponérsele algunas de estas universales máximas, luego quiere imaginar sus contenidos; y como no caben en la esfera de la imaginación, por ser los Principios abstractos y transcendentes, se cansa sin provecho: por lo que es menester habituarse a que no se detenga, ni aplique a este fin la imaginación, sino precisarle a trascenderla, considerando estas máximas en la universalidad explicada, según la propia razón y naturaleza de estos Principios. (Todo el presente § 1 es del P. Pascual: Examen de la Crisis... tomo II, pág. 18-23).

§. 2.

Consecuencias de la doctrina precedente.

20.- De todo lo expuesto hasta aquí se infiere lo siguiente:

a) los Juicios del Descenso luliano son las leyes por las que debe regirse el humano entendimiento, ya que son combinaciones legítimas de las ideas-esencias cuya fuerza resultante constituye la esencia total del entendimiento del hombre; esto es, ellos son las leyes del ser del entendimiento, luego son las leyes del obrar del mismo entendimiento;

) los juicios del Descenso luliano son las leyes del ser de todas las cosas creadas que están fuera de nuestro entendimiento, porque son combinaciones legítimas de las esencias de toda criatura, esencias que llamamos Bondad, Grandeza, etc.; en consecuencia, ellos serán las leyes del obrar de toda criatura que está fuera de nuestro entendimiento;

c) de consiguiente, para conocer una verdad científica relativa al ser o al obrar de toda criatura, absolutamente de toda (el hombre, el mundo, la moral), no más hay que aplicar dichos Juicios a la cuestión que se inquiere: será verdadero lo que no se oponga a lo manifestado en los Juicios; será falso lo que se oponga a ellos;

d) lo que digan los Juicios debe verificarse forzosamente en toda criatura; porque ello se verifica en Dios, y todo lo que se realiza o verifica en Dios ha de verificarse proporcionalmente en toda criatura según la capacidad y orden natural de ésta; pues sabida cosa es que toda criatura, en tanto existe, en cuanto participa de todos los Atributos de Dios, absolutamente de todos, por poco que sea. Y esto ¿por que? -Porque esos Juicios son legítimas combinaciones de las Definiciones, y éstas, como dicho queda, se verifican en Dios y en toda criatura;

e) toda cuestión científica, que pertenezca empero al orden universal y necesario, no al orden particular y contingente (pues para esto sólo sirve el Ascenso intelectual), ha de ser examinada y solucionada a la luz de esos Juicios;

f) si esos Juicios se verifican en todo lo relativo al ser de una criatura, clara cosa es que, llegando a conocer dichos Juicios, conoceremos el ser de una criatura. Ahora bien; ¿es cosa fácil conocer esos Juicios? -Facilísimo, porque son combinaciones naturalísimas (y, por tanto, de fácil comprensión) de las ideas primordiales y esenciales a nuestro entendimiento, ideas que adquirimos por el ejercicio de los sentidos y por una impresión de la Divinidad en nuestra alma;

g) otrosí, verificándose esos juicios en todo lo relativo al obrar de las criaturas, una vez nos sean ellos conocidos, obtendremos la ciencia del obrar de todos los seres: y, obteniendo el conocimiento del ser y del obrar de todas las criaturas, habremos levantado el áureo Palacio de la ciencia humana;

h) por último, como los Juicios se verifican en Dios y en todas y cada una de las criaturas, de ahí se deduce que debe haber infaliblemente, así en Dios como en cada criatura, todo lo que necesariamente se infiere de aquellos Juicios.

§. 3.

Donde se demuestra la solidez e infalibilidad de los Juicios del Descenso luliano.

21.- Tiene la palabra el Abad del Císter, P. Pascual (todo el presente §. 3 es suyo):

«Son innumerables las Condiciones (o Juicios) que de estos Principios (o Conceptos) pueden formarse, comparando dos, tres, cuatro o más de ellos, y haciendo al uno sujeto y al otro predicado.

Gran parte trae (según todas las habitudes o respectos que tienen entre sí) el Beato Lulio en el Arte universal (tomo I, Moguntina), en el Arte demostrativo (tomo III), en el Arte inventivo (tomo V), en el Arte Magna y casi en todos los Libros de Arte (o Descenso).

22.- Vano sería el trabajo de examinarlas todas; y así, para demostrar su infalibilidad, sólo manifestaré algunas, que servirán de norma para las demás, sacándolas del Arte universal y del Arte inventivo; y porque el doctísimo Salzinger en su obra Praecursor Introductoriae... abrevió la del Arte universal, para la mayor facilidad examinaré las abreviadas.

23.- La Condición 40 es ésta: «La concordancia es mayor en la mayor diferencia, y menor en la menor diferencia.»

Usando del fundamento universal demostrativo según la concordancia y contrariedad arriba explicado, se hace evidente esta máxima; porque la concordancia conviene con la diferencia, grandeza y mayoridad, y así es mayor en la mayor diferencia, y menor en la menor, pues en todo se le proporciona.

La misma Condición aplicada a Dios es manifiesta, porque su infinita concordancia es suma en su infinita diferencia.

Y así toda concordancia que deba imitarla (o creada) es mayor o menor según fuere la diferencia.

24.- La Condición 81 dice: «El medio, que se forma del menor principio y fin, convienen con la minoridad.»

Porque, conviniendo y proporcionándose a ellos, debe ser mayor o menor, según fuere su mayoridad o minoridad.

Y como en Dios el medio sea sumo en principio y fin infinitos, se sigue, por lo contrario, que el medio será menor cuando ellos están en minoridad.

25.- La Condición 25 es ésta: «La mayor obra de largueza conviene con la mayoridad, y la menor con la minoridad.»

Esta condición, con lo que acabamos de decir, queda tan evidenciada, que no necesita de aplicación.

26.- La Condición 69 dice: «La obra del amor puede ser mayor en aquel sujeto en quien la perfección está más distante de la imperfección.»

El amor y su obra convienen con la perfección, y por consecuencia será mayor su obra cuando el sujeto diste más de la imperfección y sea más perfecto.

Y en Dios, que dista infinitamente de la imperfección, es suma la operación del amor.

27.- En el Arte inventiva, Dist. 3, puestos por título dos Principios, cuyo conjunto llama Cámera el Beato Lulio, se forman sobre ellos las Condiciones mezclándolos con los demás.

28.- Sobre la Cámera «Bondad-Grandeza» la Condición 11 es ésta: «Aquella bondad es grande, que en la grandeza principia algún ente bueno.»

La natural concordancia entre la bondad, grandeza y principio manifiesta la firme verdad de esta máxima; y en Dios, cuya suma bondad da principio a todo lo bueno, es evidente del todo.

29.- La Condición 2 de la Cámera «Bondad-Eternidad» dice: «Imposible es que se sepa que la bondad en la eternidad sea causa de la malicia.»

Esta proposición es evidente, si atendemos a la precisa concordancia de la bondad, sabiduría, eternidad y principio (a que se reduce la causa), y a la oposición que tienen con la malicia. Y lo confirma la suma perfección de Dios, en quien precisamente se verifica.

30.- En la Cámera «Bondad-Poder» la segunda Condición es: «Malo es no querer el acto de la bondad y poder.»

Porque la bondad y poder convienen con su acto, y la voluntad conviene con ellos, es preciso que no querer aquel acto sea malo, pues en Dios es sumamente bueno el quererlo.

31.- De la Cámera «Grandeza-Voluntad» la primera Condición es: «Imposible es hallarse la virtud ociosa en la voluntad grande.»

¿Es esto verdad? Sí, porque la voluntad, virtud y grandeza repugnan al ocio, que es grande imperfección y defecto; y por eso no están ociosas la infinita virtud y voluntad de Dios.

32.- La segunda Condición de la Cámera «Grandeza-Diferencia» dice: «En la diferencia más puede concordar la grandeza, que contrariar la pequeñez.»

Porque, conviniendo la grandeza con la concordancia y diferencia y con el poder y mayoridad, más puede concordar la grandeza que repugnar su opuesta pequeñez; como lo demuestra la grandeza divina, que hace concordar infinitamente.

33.- Para no ser prolijo en referir las Condiciones que pone el Beato Lulio en sus Libros, repito que, de cualquier modo, y con cualquier respecto que se unan y mezclen los Principios, mientras se observe el debido respecto de concordancia y contrariedad, salen verdaderas las máximas (o Juicios), que fácilmente pueden demostrarse por los medios señalados.

34.- Y cada uno puede a su arbitrio formarlas y usar de ellas, sin que necesite buscarlas en los Libros, sino combinar Principios, v. gr.:

a) La verdad es amable en la sabiduría;

) Cuanto mayor es la verdad, tanto mayor poder de alcanzarla tiene la sabiduría;

c) No es gloria, sino pena, que falte a la virtud toda la grandeza del poder;

d) No fuera la bondad principio perfecto, si dejara de principiar en la mayor diferencia;

e) Con la mayor diferencia de principios es más perfecto el orden de las cosas.

Y podemos contraer más este Juicio diciendo: Con la mayor diferencia de principios substanciales, que son mayores, es más perfecto el orden de la naturaleza.

f) El menor principio se ordena y proporciona al mayor; y siendo el accidente menor principio, se ordena y proporciona a la substancia, que es mayor; y, tanto mayor es su orden, cuanto mayor es la proporción con que la mira;

g) El principio se ordena al fin; y faltara el orden perfecto, si el principio menor no se ordenara al fin del principio mayor, que es su fin;

h) La concordancia es mayor en la mayor diferencia; y la causa más puede concordar su efecto, cuanto mayor es la diferencia de principios que produce en él; etc., etc.

35.- Todas estas y semejantes máximas (o Juicios) que pueden formarse, como las demás que lleva el Beato Lulio en sus Libros, fácilmente se demuestran verdaderas con los fundamentos propuestos; y las que por ejemplo se han declarado bastan para asegurar que las Condiciones (o Juicios) del Arte Luliano (o Descenso intelectual) son universales, verdaderas e infalibles, como lo son sus Principios (o Conceptos) y Definiciones.

§. 4.

En el Descenso luliano del entendimiento, fúndase la ciencia en un hecho, que es Dios.

36.- Una ley, expresión de un hecho infinito, Dios, es fecundísima: de ella pueden desdoblarse y desenvolverse toda suerte de ideas como simples modificaciones de la misma.

Pues aquella ley, expresión de un hecho infinito, Dios, se cumple en Dios (como es obvio) y además en todas las criaturas según la capacidad y orden natural de cada una; y no solamente en el ser de las criaturas, sino también en sus obras.

37.- Todos esos innumerables cumplimientos constituyen las ideas innumerables que integran el humano discurso.

Y todas esas ideas son desdoblamientos y desenvolvimientos de aquella ley.

Y dicha ley (como hemos dicho) es la expresión de un hecho infinito: Dios.

38.- He aquí, pues, un procedimiento ideológico fundado en un solo hecho; he aquí que hemos llegado a fundar toda la ciencia en un solo hecho, pues desdoblamos y desenvolvemos todas las ideas que integran el humano discurso como simples modificaciones o expresiones de aquel hecho.

39.- Ahora bien; aquella ley, expresión de un hecho infinito, Dios, no puede ser sino todos y cada uno de los divinos Atributos, absolutos y relativos ad intra: Bondad, Grandeza, Eternidad, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad, Gloria, Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.

40.- Dicha ley, o séase, todos y cada uno de los mentados Atributos divinos se cumplen en toda suerte de criaturas, porque éstas, en tanto existen, en cuanto participan, en su ser y obrar, de todos y cada uno de aquellos Atributos.

41.- La ley, que es expresión de un hecho infinito, Dios, además de venirnos expresada por los divinos Atributos, también nos vendrá manifestada o expresada por las Definiciones que hemos dado de estos Atributos, ya que la definición se identifica con la cosa definida.

Y como esas definiciones se cumplen, es decir, se verifican en Dios, inferimos nosotros de aquí, que se cumplirán o verificarán igualmente en toda criatura, ya que toda criatura es un Dios breve o pequeño.

42.- Además, toda combinación legítima de los divinos Atributos; conviene a saber, toda proposición o juicio donde los conceptos manifestativos de aquellos Atributos se hallaren bien concordados y armonizados, tendrá que ser forzosamente una nueva manifestación (pero legítima, natural y propia) de aquella Ley que hemos dicho ser la expresión de un hecho infinito: Dios.

43.- Esas proposiciones o Juicios ¿se cumplirán o verificarán en Dios? -Claro que sí.

Luego se cumplirán o verificarán en toda criatura. -Evidente.

44.- Y si tomamos dos o más de esos Juicios y formulamos su equivalente en una nueva proposición; es decir, si redactamos el Axioma que late al fondo y en las entrañas mismas de aquellos dos o más Juicios; es cierto e indudable que habremos obtenido una cuarta expresión de la ley manifestativa o expresiva del hecho infinito: Dios.

45.- Esos Axiomas también se cumplirán en Dios, pues serán una nueva modalidad de la ley expresiva del Hecho infinito; y ninguno de ellos dejará de cumplirse en la criatura, porque todo lo que pasa en Dios pasa en la criatura según su capacidad y orden natural: toda criatura es un Dios breve o pequeño.

46.- Pero las cuatro modalidades manifestativas de la Ley, que es una expresión del Hecho infinito, ¿se cumplirán o verificarán en el humano entendimiento? -No cabe duda, porque, así las cosas extra-mentales, como el entendimiento mismo, en tanto existen en cuanto tienen por esencias parciales, constitutivas de su esencia total respectiva, las participaciones de los divinos Atributos.

Mas el entendimiento del hombre es una cosa puramente intelectual; de donde se infiere que sus esencias parciales han de ser puramente intelectuales, esto es, han de ser ideas.

47 - De ahí se sigue que la Bondad, Grandeza, etc., que en los seres extra-mentales son esencias más o menos materiales, según la naturaleza del ser que constituyen, en el humano entendimiento son esencias puramente intelectuales, es decir, ideas.

De manera que la esencia del entendimiento del hombre viene constituida o formada por una idea; y esa idea es una participación de la Ley expresiva del Hecho infinito, Dios.

48.- Y como las definiciones de la Bondad, Grandeza, etc. y los Juicios y los Axiomas son legítimas modalidades o amplificaciones de la Ley expresiva del Hecho infinito, ¿nos será lícito afirmar que lo expresado por las Definiciones, los Juicios y los Axiomas, son propia y naturalmente leyes esenciales del humano entendimiento, ya que son una amplificación legítima y natural de la esencia del entendimiento?

Sí, no cabe duda: las leyes esenciales de nuestro entender son las consabidas ideas de Bondad, Grandeza, etc., las Definiciones de esas ideas-esencias, los Juicios y los Axiomas.

Eacute;stas son las leyes del ser y del obrar de nuestro entendimiento.

49.- Pero las leyes del ser y del obrar de las cosas extra-mentales son las mismas que las del entendimiento del hombre; y por otra parte, sabida cosa, que decimos fundadamente haber alcanzado la verdad científica de una cosa cualquiera, cuando conocemos las leyes del ser y del obrar de la cosa en cuestión; por consiguiente, para levantar el palacio de la Ciencia verdadera y propiamente dicha impónese el medir toda cuestión científica por los consabidos Conceptos, Definiciones, Juicios y Axiomas: aquello será verdad que concuerde con los Conceptos, Definiciones, Juicios y Axiomas; aquello será falso que los contradiga.

50.- ¿Podrá el hombre pensar o razonar mediante otros Conceptos, Definiciones, Juicios y Axiomas, que los explicados en el presente Descenso?

-No, porque el hombre nada tiene que no lo haya recibido de Dios; y esa verdad de sentido común nos viene confirmada por la experiencia (y por la experiencia de cada uno), ya que, si bien lo analizamos, todas las ideas, palabras o términos que emplea el hombre en sus razonamientos, hállanse todos contenidos, absolutamente todos, o explícita o implícitamente en las dichas Bondad, Grandeza, etc.

Lo mismo decimos de las Definiciones, Juicios y Axiomas; pues, si analizamos con la debida atención cuantas definiciones esenciales formula el lógico, cuantos juicios enuncia, cuantos axiomas o primeros principios de la ciencia establece, no nos será difícil observar que todos, absolutamente todos, hállanse contenidos, o de un modo explícito, o de un modo implícito, en las Definiciones, Juicios y Axiomas del Descenso luliano del entendimiento.

51.- Todos los conceptos y definiciones esenciales posibles, todos los juicios y axiomas posibles, no son más que desdoblamientos lógicos y naturales de los Conceptos, Definiciones, Juicios y Axiomas del Descenso que nos ocupa.

52.- Por consiguiente:

a) los Conceptos, las Definiciones, los Juicios y los Axiomas del Descenso luliano, son leyes que expresan un Hecho infinito, Dios;

) de consiguiente, se cumplen o verifican en el ser y obrar del humano entendimiento;

c) y también, en el ser y obrar de todas las cosas extra-mentales;

d) de donde inferimos que de esas leyes (Conceptos, Definiciones, Juicios y Axiomas) puédense desdoblar toda suerte de ideas como simples modificaciones de las mismas leyes;

e) toda idea, toda definición esencial (que es la única definición verdadera y propiamente dicha), todo juicio, todo axioma, es un desenvolvimiento de aquellas leyes;

f) hay que buscar en esas leyes toda verdad verdaderamente científica;

g) habremos obtenido una verdad científica cuando lo que digamos de una cosa guarde una total conformidad con esas leyes (Conceptos, Definiciones, Juicios y Axiomas).

53.- Conclusión.- Ahora vas a ver, estudioso lector, cómo el Padre Pascual, al presentarse a sí mismo una cuestión filosófica o teológica busca en seguida una Condición o Juicio y da la solución afirmativa o negativa de la cuestión propuesta según afirme o niegue la Condición o Juicio que ha tomado.

Pues bien; para que no te cause extrañeza ese procedimiento de investigación filosófica y teológica, tan nuevo para ti, he aquí por qué hemos querido manifestarte todo cuanto acabas de leer en el presente § 4.

§. 5.

En qué consiste lo más útil y dificultoso del Descenso luliano. -Para aplicar los Juicios a las cuestiones que se inquieren, es necesario contraerlos a estas cuestiones.

54.- Toda la doctrina del presente § 5 es del Padre Pascual, en su Examen de la Crisis... tomo II, pág. 2 y sig.

Dice así:

«Lo más útil y dificultoso del Arte (o Descenso) es la aplicación de sus universales fundamentos a las materias particulares: es lo más útil, porque con éste tiene el entendimiento la ciencia que desea; y es lo más dificultoso, porque, siendo tanta la variedad de los especiales, es preciso entre tanta diferencia estar siempre firmes en la uniformidad de los universales, la que parece diformarse cada vez que se aplica: por eso dijo el Beato Lulio que la aplicación es el todo de su Arte (o Descenso).

55.- Esta aplicación en los Libros Lulianos está explicada con la mayor claridad, pues todos son un continuo uso y práctica de su Arte (o Descenso), en los que mejor se puede conocer por el ejemplo, que por toda la habilidad del hombre más científico...

56.- Es constante máxima luliana que, para que se averigüe la verdad de alguna cosa particular, es necesario saber quid dicitur per nomen, esto es, en qué consiste, conociendo el entendimiento, antes de la investigación, alguna propiedad de ella.

Porque, como los universales fundamentos (Conceptos, Definiciones, Juicios y Axiomas) no sirvan para descubrir la verdad, sino mediante la contracción y especificación, es preciso el conocimiento de la propiedad especial para que se contraigan y espec y especifiquen los universales según la conveniencia y proporción que dicen con aquella propiedad.

57.- No se diga por esto que el Arte (o Descenso) para instruir universalmente al entendimiento en la cognición de todas las cosas, necesita... que primero se aprendan todas las ciencias; porque, aunque el conocimiento de dicha especial propiedad pertenece a las ciencias especiales, como sin cursarlas puede haberse, no es preciso que preceda el estudio de ellas; sino que, presuponiendo el conocimiento de alguna especial propiedad de las cosas, y practicando la aplicación de los universales fundamentos, se pueden conocer las verdades particulares.

58.- La razón es porque, siendo verdaderas e infalibles, como se ha manifestado, las Definiciones, Condiciones (o Juicios) y Reglas universales (o Axiomas), es preciso que se verifiquen, según su connatural y propia inteligencia, en cada cosa que pueda ser objeto de la inquisición de nuestro entendimiento; en cuya consecuencia debe infaliblemente haber en cada una todo lo que necesariamente se infiere de aquellos universales fundamentos...

59.- El modo más claro de hacerse esta aplicación (y que declara ser matemático el método de discurrir luliano) es el que explicó el Beato Lulio en su Arte inventiva (dist. III, regla 4, de Contracción), por el cual el género se contrae o determina a la especie, y, mediante ésta, al individuo; v. gr. la definición de la Bondad contraída a Dios es ésta: «La bondad divina es la razón por la que lo bueno divino obra lo bueno divino.»

Y especificada en la criatura, dice: «La bondad creada es la razón por la que lo bueno creado obra lo bueno creado.»

60.- Pasando a más inferior contracción, diremos: «La bondad creada substancial es la razón por la que lo bueno creado substancial obra lo bueno creado substancial.»

Y bajando otro grado: «La bondad creada substancial corpórea es la razón por la que lo bueno substancial corpóreo obra lo que es bueno substancial corpóreo.»

Y de un modo semejante se puede bajar de grado en grado por toda la categoría substancial hasta los individuos.

61.- A proporción del modo de contraer esta Definición es el de las otras; y según el mismo se regula la contracción de las Condiciones universales (o Juicios).

62.- Superfluos parecerán a los inteligentes todos estos ejemplos; pero, porque no todos los lectores son de igual comprensión, he querido exponerlos para hacer más demostrable el método luliano; el que, por difuso, no practica con esta extensión el Beato Lulio en sus Libros, sino que inmediatamente pasa al término en que se ha de rematar la contracción; v. gr. tratándose del hombre, se contrae a él inmediatamente la definición de la Bondad, diciendo: «La bondad humana es la razón por la que lo bueno humano obra lo bueno humano.» Este método usaré en los ejemplos de aplicación que quiero proponer.

63.- Cada uno de los fundamentos universales (Conceptos, sus Definiciones, Juicios y Axiomas) es por sí capaz de descubrir y manifestar cualquiera verdad determinada; pero como esto, a lo menos al principio, es dificultoso de practicarse, lo más oportuno es tomar aquella Definición, Juicio o Axioma cuyos principios más se traslucen en la cuestión propuesta: para lo que no se necesita más que compararles la cuestión, observando a qué términos generales (o Conceptos) se reducen sus especiales, reflexionando la concordancia o contrariedad, u otros respectos, que dicen con ellos.

Y, practicado esto, se tomará por fundamento de decidirla aquella Definición, Juicio o Axioma que más parezca convenir con ella.»181.

§. 6.

Para la más fácil práctica de contraer los Juicios a las cuestiones que se inquieren, dichos Juicios se pueden componer y convertir entre sí. -En qué se fundan la composición y conversión. -Su utilidad.

64.- Continúa hablando el P. Pascual en el lugar citado:

«Para la más fácil práctica de contraer las Definiciones y Condiciones, advierte el Beato Lulio, que se pueden componer y convertir entre sí.

La composición se hace uniendo dos, tres o más términos al principal, de quien es la Definición o Condición; v. gr. la definición de la Bondad se compone con la Grandeza y Poder, diciendo: «La bondad grande y poderosa es la razón por la que lo bueno, grande y poderoso obra lo bueno, grande y poderoso.»

Y esta Condición suya: «La bondad sin poder no es virtuosa», se compone con la Grandeza y Duración, diciendo: «La bondad sin gran poder no es durablemente virtuosa.»

A semejanza de estos ejemplos se pueden componer todas las demás.

65.- La conversión consiste en atribuir a un principio (o Concepto) el mismo carácter de definición o condición, que tiene el otro; v. gr. convierto la definición de la Bondad en la de la Grandeza, diciendo: «La grandeza en la razón por la que lo grande obra lo grande.»

Y convertiré esta Condición de la Bondad: «Sin bonificar no es principio perfecto la bondad», en Condición de la Grandeza diciendo: «Sin magnificar no es la grandeza principio perfecto.»

66.- Fúndanse la composición y conversión expresadas en que todos los principios (o Conceptos) dicen entre sí una exacta proporción y conexión; por lo que todo lo que se verifica de uno, a proporción debe verificarse del otro; y la misma verdad e infalibilidad, que tiene por sí una Definición o Condición, conserva después de compuesta o convertida.

67.- Pero la utilidad que de esto se saca para la contracción es que si la cuestión parece convenir más con su principio (o Concepto) que con otros, y su resolución indica tener mayor dependencia de la Definición o Condición de otros, se convierte la Definición o Condición de éstos en la de aquél; o se compone; y de este modo con mayor facilidad y claridad se sabe la resolución de lo cuestionado.

Lo dicho basta para entender la aplicación de los Juicios del Descenso luliano del entendimiento.»182. Hasta aquí el P. Pascual.

§ 7.

Donde, mediante algunos ejemplos, se demuestra que los Juicios del Descenso sirven para descubrir verdades científicas.

68.- Todos los ejemplos que siguen son tomados del P. Pascual, quien a su vez los toma de los libros del Beato Lulio.

Dice así el Examen de la Crisis... pág. 40 y sig.:

En la Tabla general (dist V, parte 8) inquiere el Beato Lulio «si el hombre por su naturaleza, y prescindiendo de los defectos adventicios, tiene mayor poder para obrar bien, que para obrar mal.»

Resolviendo la afirmativa, se funda en esta Condición: «El poder es más grande en la concordancia, que en la contrariedad.»

Como todas las perfecciones, o principios naturales del hombre, naturalmente concuerdan con el poder y bondad, y por consecuencia repugnan por sí a la malicia, el poder del hombre naturalmente debe ser mayor para el bien que para el mal.

69.- Inquiere allí mismo el Beato Lulio «si un muchacho, cuando entra en el uso de la razón, empieza a entender negando primero, que afirmando.»

Y funda la resolución afirmativa en esta Condición especial (o menos universal): «La negación está más cercana a la confusión, que la afirmación.»

Y como el muchacho, cuando empieza a entender, tenga en su entendimiento una confusión de especies, que percibe y ha percibido antes que la claridad y distinción de ellas, el primer paso que da, saliendo de esta obscuridad, es a la negación, como más cercana, pues niega que una cosa sea la otra; v. gr. niega que el hombre sea bestia, antes que afirme lo que conviene, v. gr. el que sea racional.

70.- La Condición especial de que se deduce la resolución se funda en otra más universal: «El medio está más cercano al principio que al fin.»

Porque el fin, a que mira el entendimiento, queriendo salir de la confusión de especies, es conocer clara y determinadamente los objetos; y como en el fin esté la mayor perfección y complemento, el modo más claro y perfecto de conocer es el fin del entendimiento.

Este modo se halla en la afirmación, pues por ella se conoce determinadamente lo que es una cosa, o se percibe su ser, a diferencia de la negación, por la que sólo se conoce el no-ser.

Luego la afirmación es el fin de aquella confusión de especies, y por consecuencia el medio es la negación, pues por ella el entendimiento se avecina a la afirmación.

71.- En el libro de Cuestiones sobre el Arte demostrativa e inventiva, cuestión 37, inquiere «si en el Paraíso tienen igual gloria las potencias del alma.»

Funda la afirmativa en esta Condición: «La Concordancia es mayor en la igualdad que en la desigualdad.»

Se sigue de esta Condición que la concordancia del alma con Dios en el Cielo es mayor en la igualdad de gloria de sus tres potencias, que en la desigualdad.

Luego tienen igual gloria; pues, no siendo de esta suerte, faltaría la mayor concordancia entre el alma y Dios y entre las mismas potencias; y obraría Dios en ella lo menos, dejando de obrar lo más: lo que repugna al supremo bien del alma y a la mayor comunicación con que Dios se le comunica.

72.- Inquiere en la cuestión 65 del mismo Libro, «si las almas racionales son iguales entre sí.»

Prueba la negativa con esta Condición: «Donde hay mayor distinción en concordancia, hay mayor orden.»

Y como siendo las almas desiguales según su naturaleza, haya en ellas mayor distinción en su concordancia, por estar diversificadas en la graduación de mayoridad y minoridad, es preciso que sean desiguales para tener el mayor orden que conviene con el mayor ser y perfección.

73.- Finalmente, en la cuestión 103 inquiere «si la virtud sensitiva del hombre es engendrada.»

Funda la afirmativa en esta Condición: «Entre el principio, medio y fin debe existir la mayor proporción, disposición y participación.»

Porque, siendo engendrada la sensitiva del hombre, el padre y la madre (que son el principio que mira al fin de engendrar el hijo) tienen su operación natural mayor y más noble, y con mayor razón son padre y madre, y el hijo es hijo; pues no sólo le comunican, y éste participa de ellos, la substancia corpórea, sino también la sensitiva.

Y como el hijo participe de ellos más substancia, que es la sensitiva además de la corpórea, tiene con ellos mayor parentesco, el que no consiste sino en la participación y comunicación de substancia.

Luego, como en esto consista la mayor proporción, disposición y participación, que debe existir entre el principio y fin de la generación humana, es preciso que sea engendrada la sensitiva del hombre.

74.- Dirán algunos que esta razón luliana prueba también que es engendrada el alma racional, pues parece serla, adaptable todo lo dicho de la sensitiva.

De ningún modo; porque, suponiendo que el hombre, además del cuerpo, debe incluir otra parte espiritual que no tenga origen ni dependencia de la naturaleza, sino otro superior principio, es evidente, según aquella Condición aplicada al hombre, que la proporción, disposición y entre el principio y el fin de la generación humana (que es una operación natural) debe únicamente fundarse en aquel principio substancial que depende y se origina de la naturaleza, y está del todo sujeto a su operación, determinación e influjo.

Y como esto solamente deje de verificarse en el principio intelectual del hombre, que es el alma racional (la que debe tener superior origen, y ser libre y exenta de la basta impresión de la naturaleza) no debe ser engendrada; antes bien, si lo fuera, dejaría de ser la más noble la generación humana, pues el hombre no sería tan perfecto.




ArribaAbajoArtículo 4.º

Diálogos cortos, pero muy importantes.


75.- Parece ser que usted formula Juicios, no sólo mediante los consabidos términos de Bondad, Grandeza, etc., sino también mediante otros muy distintos.

-Claro que sí, porque todas las ideas positivas que integran el discurso humano hállanse contenidas, de un modo explícito, o de un modo implícito, en las ideas de Bondad, Grandeza, etc.; y todas las ideas negativas hállanse igualmente contenidas en las ideas contrarias o repugnantes a las de bondad, grandeza, etc., o sea, hállanse contenidas en las ideas de malicia, pequeñez, etc.

76.- Pero eso que es visible y palpable en la mayoría de las palabras del Diccionario, en otras la cosa ofrece algún tanto de dificultad. Por ejemplo, es cosa harto fácil observar que la idea de «ser» puede reducirse a la idea de «bondad»; pero la idea de «no ser», ¿a qué Concepto luliano vamos a reducirla?

-Hemos de reducirla a la idea le malicia; puesto que, transcendentalmente hablando, «no ser» es lo mismo que «defecto, falta de bondad, malo, malicia.»

77.- Y la idea de «malicia», ¿a qué concepto luliano hay que reducirla?

-Hay que reducirla a la idea de «bondad» per oppositum.

-Y eso ¿por qué?

-Porque, según dicen todas las escuelas filosóficas, opposittorum eadem est ratio.

78.- Y ¿qué hacer entonces?

-Entonces, claro está, hay que razonar o discurrir (con los términos repugnantes a los conceptos de bondad, grandeza, etc.) per oppositum, o sea contrariamente, a la manera como razonamos o discurrimos con las ideas de bondad, grandeza, etc.

79.- Sabría usted darme algunas reglas para esa reducción o amoldamiento de los términos o palabras de una cuestión científica cualquiera a los Conceptos del Descenso luliano?

-Atienda usted:

a) Hay que reducir a un Concepto del Descenso luliano todos sus «sinónimos» correspondientes;

) Hay que reducir al mismo Concepto todos los «repugnantes» que le correspondan; pero, como esa reducción es per oppositum, hay que razonar con los repugnantes o negativos per oppositum o contrariamente a la manera como razonamos con los positivos o afirmativos;

c) Hay que reducir a los términos repugnantes todos sus sinónimos;

d) Hay que reducir a los Conceptos de bondad, grandeza, etc., todas las palabras concretas de las formas abstractas, y todas las formas abstractas de los términos concretos, que simpatizan a dichos Conceptos de bondad, grandeza, etc., o bien a los sinónimos de las mismas bondad, grandeza, etc.;

e) Hay que reducir a los términos «repugnantes» de la bondad, grandeza, etc., todas las palabras concretas de las formas abstractas, y todas las formas abstractas de los términos concretos, que simpatizan a los repugnantes o a los sinónimos de éstos;

f) Hay que reducir a los Conceptos de bondad, grandeza, etc., todos los términos conjugados de tales Conceptos;

g) Hay que reducir a los términos repugnantes todos los conjugados de los repugnantes.

80.- Habrá seguramente algún lulista que explique con más detención todas esas reducciones, ¿no es verdad?

-Sí, señor: don Alonso de Zepeda en sus Comentarios a la obra del Maestro «Introductorio al Arte Magna y General para todas las ciencias»; y el franciscano Francisco Marsal en sus Comentarios al «Arte Breve», del mismo Beato.

§. 2.

81.- Esas reducciones o amoldamientos de todas las ideas que integran el humano discurso a los conceptos de Bondad, Grandeza, etc., serán todo lo artificiosas que usted quiera; hasta voy a conceder, si usted se empeña, que es hermoso y encantador ese procedimiento de unidad científica; pero, ¿es acaso una cosa natural? ¿Qué razón filosófica abona el que hayan de hacerse esas reducciones o amoldamientos?

-Pues sí, señor: todo eso es una cosa muy fundada en la naturaleza; y una vez probado que esas reducciones sean la cosa más natural del mundo, excusaré decirle toda otra razón filosófica, porque ¿qué mayor razón filosófica que «un hecho de nuestra naturaleza racional»? Vale más un «hecho», que cien «razones.»

-Ya escucho.

82.- Pues atienda usted bien.

Es de saber que el humano entendimiento es una esencia total constituida por la fuerza resultante de unas esencias parciales que, al mismo tiempo, son nociones o ideas, conviene a saber, los Conceptos del Descenso: bondad, grandeza, etc.

De ahí que el entendimiento no entienda sino por esas ideas: todas las demás hállanse, de un modo u otro, contenidas en ellas.

83.- Las ideas no contenidas explícitamente en los Conceptos universalísimos del Descenso son ideas individuales o particulares, de las cuales si separo, por la fuerza abstractiva de mi mente, sus notas individuantes, quédanse sólo las ideas universalísimas de bondad, grandeza, etc.

Así, por ejemplo, las ideas de nobleza, honestidad y otras semejantes, ¿quién no ve enseguida que contienen un fondo substancial de la idea de Bondad?

Luego la Bondad es la idea universalísima que yo formo por abstracción al hacer caso omiso de las notas individuantes con que se me presentan las ideas de nobleza y honestidad.

Dígase lo propio de las ideas individuales de extensión y abundancia con respecto a la idea universalísima de Grandeza.

84.- Todas las ideas del humano discurso hállánse como bañadas por la luz de las ideas de Bondad, Grandeza, etc., o inesenciada en las mismas.

Sí, no tenga usted duda: todas las ideas que pueden integrar el discurso del hombre hállanse contenidas en los Conceptos del Descenso: Bondad, Grandeza, Duración, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad, Gloria, Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.

El hombre no entiende, sino por estos Conceptos.

85.- Cuando yo entiendo una idea no contenida explícitamente en aquellos Conceptos, la entiendo porque, por una especie de memoria oculta, no he dejado de conocer el Concepto a que pertenece dicha idea. Ni podría conocer la idea particular en cuestión, sin conocer antes el Concepto universal correspondiente.

86.- ¿Por qué esa memoria oculta, dirá usted?

Pues muy sencillo: porque los Conceptos del Descenso hállanse inesenciados en nuestra alma: la fuerza resultante de ellos forma la esencia del humano entendimiento.

No olvide usted eso.

87.- Muy bien, hombre, muy bien. Todo eso, cuando menos, es claro. Y, si al fin de cuentas resulta ser verdad lo que decía el divino Platón (y puede también que Descartes), o sea, que la claridad es inseparable de la verdad, no tendremos más remedio que dar la razón a usted y a todos los que, como usted, nos predican la utilidad del Descenso luliano del entendimiento.

Pero, a la verdad, de momento yo no acabo de convencerme.

«Porque ese será un modo de probar muy elástico, convencional, y que más nos estorbará que ayudará para descubrir la verdad que buscamos; porque cabe mucha vaguedad en el designar qué conceptos van incluidos bajo tal o cual perfección del Ente.» -(Bolletí de la Societat Arqueològica luliana; Octubre de 1908).

88.- No tal, muy señor mío: no hay ningún inconveniente en esa vaguedad.

Porque, aunque por mi impericia, al convertir una proposición del lenguaje usual y corriente en el Juicio correspondiente del Descenso, reduzca yo una idea de aquella proposición al Concepto universalísimo de Grandeza, por ejemplo, que propiamente había de haber reducido al de Bondad, no ha de seguirse de ahí ningún estorbo para descubrir la verdad que buscamos.

Pues sepa usted que, mientras en el Juicio que yo formule,

1) estén perfectamente concordados y armonizados los Conceptos que le integren;

2) y en él se guarden muy bien los respectos de concordancia y contrariedad;

3) y dicho Juicio se verifique o realice en Dios

(y por fuerza tendrá lugar ese tercer requisito, si tienen lugar los dos anteriores);

epa usted, digo, que entonces el Juicio en cuestión se verificará en toda criatura, en cuya consecuencia debe infaliblemente haber en la criatura todo lo que necesariamente se infiere de aquel Juicio, y, por lo mismo, el Juicio formulado sirve a maravilla para descubrir la verdad que buscamos.

La idea individual o particular de «nobleza» ha de reducirse propiamente al Concepto universalísimo de Bondad; pero ¿qué importa que la reduzca yo al Concepto universalísimo de Grandeza (siempre que guarde en el Juicio formulado los requisitos ya dichos), siendo, como es, una verdad palmaria,

a) que todos los Conceptos del Descenso, en el fondo o substancialmente, significan lo mismo;

) que tienen entre sí una mutua habitud y correspondencia,

c) que esa habitud y correspondencia les es connatural;

d) que unos siempre se definen en orden a otros;

e) que uno no puede ser sin el otro

f) y que cada uno tiene exigencia de todos, porque todos igualmente pertenecen al ser universal, como escribe el Discípulo más aprovechado del Beato Lulio, en el lugar citado poco ha?

Porque claro está que no voy yo a ser tan tonto que reduzca una idea particular «negativa» a un Concepto universalísimo «positivo»; y que discurra o razone con las ideas negativas de conformidad a la manera de razonar o discurrir con los Conceptos positivos; pues hase advertido ya que entonces hay que razonar o discurrir per oppositum.

89.- No dudo en manifestar a usted que ese reparo que alguien opuso al Descenso va desvaneciéndose de mi mente; y que la convicción va enseñoreándose poco a poco de mi espíritu.

-No esperaba yo menos de sus conocimientos en filosofía, y, sobre todo, de su atención: sin atender muy mucho no hay conocimiento posible en esas materias algo abstractas, y, de consiguiente, tampoco es posible la convicción.

90.- Realmente, ¿puede que con más atención en la lectura de los Comentaristas del Beato, hubiese más partidarios del Sistema Científico Luliano?

-¿Me permite usted otra objeción?

-Con mucho gusto.

91.- Parece ser que «si dos se proponen la solución de la misma cuestión particular, ya sea en la ciencia filosófica, teológica, o en las físicas, si no se ponen antes de acuerdo, necesariamente ha de suceder que no se han de servir, los dos, de los mismos principios (o Conceptos) para resolverla, ni han de ver su solución en las mismas condiciones (o Juicios) y reglas generales (o Axiomas).»

-No hay necesidad alguna del acuerdo «previo», puesto que dice el P. Pascual, traduciendo al Beato, que cada uno de los Conceptos es por sí capaz de descubrir y manifestar cualquiera verdad determinada; y lo mismo ha de afirmarse de cada uno de los Juicios y de cada uno de los Axiomas. (Lugar citado.)

92.- Entonces, somos libres de tomar la Definición, el Juicio, o el Axioma, que más nos guste.

-Indudablemente.

93.- Pero hay cuestiones científicas cuyos términos parecen traslucirse más en esta Definición, o en este Juicio o Axioma, que en otros...

-Pues si ya observa usted eso, lo más oportuno (escribe el Lulista citado) es tomar aquella Definición, Juicio o Axioma cuyos principios más se traslucen en la cuestión propuesta.

94.- Si a primera vista no llego a observar yo eso, ¿es cosa difícil verlo?

-No, señor; para ello no se necesita más que compararles (a las Definiciones, Juicios y Axiomas) la cuestión propuesta, observando a qué Conceptos universales se reducen las ideas de la cuestión particulares, y reflexionando la concordancia o contrariedad, u otros respectos, que dicen con ellos.

95.- ¿Qué más?

-Practicado esto, se tomará por fundamento de decidir la cuestión propuesta, aquella Definición, Juicio o Axioma, que más parezca convenir con la cuestión. Hasta aquí el P. Pascual, en el lugar citado.

§. 3.

96.- Dos inconvenientes hallo aún en esa teoría. Recuerdo haber leído en páginas anteriores que la solución de las cuestiones científicas propuestas es más visible, palpable y satisfactoria cuando nos servimos de los Juicios o de los Axiomas, que al emplear las Definiciones. Bien. Pero como son «innumerables» los Juicios que el Beato Lulio formula en sus obras, ¿no es esto un grandísimo inconveniente? Puede que tenga que pasar varios días buscando, cual otro Diógenes con la consabida linterna, el Juicio más propio, satisfactorio y definitivo para descubrir la verdad que yo busque.

Además, ¿y si no me gusta ninguno de los «innumerables» que trae el Maestro? ¿Tendré yo entonces que torturar mi cabeza formando combinaciones y más combinaciones de Conceptos hasta encontrar el Juicio deseado?

97.- Prácticamente estos inconvenientes no existen.

Escuche usted bien.

Para practicar el Descenso luliano del entendimiento no es necesario formar las innumerables combinaciones de Conceptos, en que se entretiene nuestro Doctor y Maestro.

Pecó en eso Lulio, y pecó muy mucho.

Aquello sirve solamente a los principiantes. Bueno es el procedimiento, pero hay que simplificarlo muchísimo; porque, de lo contrario, en vez de inundar de luz la teoría luliana, cúbrela de tinieblas densísimas, que, sobre aburrir al mismo entusiasta del Maestro, hace que quienes miran ya con desconfianza el Sistema científico luliano, acaben por «persuadirse» de la inutilidad del procedimiento científico y proclamen en alta voz sus persuasiones, ya que no convicciones (pues la convicción supone un conocimiento cabal y verdadero).

E pur si muove! ¡Y, no obstante, es mucha la utilidad del Descenso.

98.- La sistematización del Descenso del entendimiento, hecha por el Beato Lulio, es rudimentaria, defectuosa... ¿Qué importa? La intuición del Descenso intelectual, al Beato la debemos; el cálculo, la sistematización definitiva, a nosotros nos incumbe.

99.- Y paso al segundo «inconveniente», que es, en cierto modo, una nueva modalidad del primero.

¿No ha observado usted que al escuchar una pieza musical de un gran maestro, por ejemplo, Mozart, Gounod, Wagner, Bellini; o al leer una poesía de un notable vate, Calderón, Zorrilla, Guimerá, Verdaguer, Costa y Llobera, pongo por caso, siéntese uno inspirado al momento y en disposición de tomar en seguida la pluma para crear una obra, ya que no de igual mérito a las de aquellos genios, cuando menos de alguna o de mucha importancia quizás?

Pues una cosa muy parecida acontece con la formación de argumentos o Juicios pertenecientes al Descenso.

100.- Una vez bien penetrado el escolar de la teoría del Descenso, sobria, clara, arquitectónica, y ante la presentación de una cuestión científica cualquiera, acuden a la mente combinaciones de Conceptos, o sea Juicios, más que suficientes para hallar la solución deseada.

Y ante el primer argumento o Juicio que acude, aunque éste no sea el más propio, ni, de consiguiente, el satisfactorio y definitivo, parece ser que nuestro espíritu se despierta súbitamente, y siéntese entonces como inspirado y no tarda en hallar el Juicio ad hoc, contundente, definitivo, último, que lleva la convicción a nuestro ánimo.

101.- Claro está que en eso (como en la mayor parte de lo relativo al estudio de las ciencias) representa un papel importantísimo la mayor o menor agudeza de nuestro ingenio; además, en el presente caso, el tiempo que llevemos empleado en la práctica consciente del Descenso.

102.- No refuerce usted más sus argumentos: teóricamente las doctrinas de usted no tienen vuelta de hoja; y como la práctica no puede ser demostrada sino con la práctica...

Pero la verdad es que son muchos los que, viendo en los libros teóricos del Descenso Luliano aquella lista interminable de Juicios, que pone Lulio, se cansan, se fastidian y desprecian las doctrinas lulianas, diciendo que todo aquello no puede tener una aplicación clara, razonada, satisfactoria.

103.- Lo mismo decía yo de los tan conocidos versos de la Lógica tomista:

Barbara Celarent Darii Ferio Baralipton

Celantes Dabitis Fapesmo Frisesomorum...

S vult simpliciter verti; P vero per accidens;

M vult transponi; C per impossibile duci; etc.

¿Cómo no afirmar de momento, que todos esos versos, y las leyes, figuras y modos del silogismo que llenan tantas páginas de los Manuales de Filosofía tomista de nuestros Seminarios Conciliares, en lugar de facilitar la formación de silogismos es un grandísimo estorbo para ello? ¿Cómo no afirmar de momento, que la Lógica tomista es un mar de confusiones?

¿Cómo creer de momento, y convencernos de que todo aquello puede tener una aplicación tan clara, razonada, satisfactoria y majestuosa, cual la vemos en la Summa Theologica, del Angélico.

Pues lo mismo pasa, exactamente lo mismo, con los Juicios del Descenso luliano.

104.- A primera vista, no gustan.

Pero, si abrimos luego cualquiera de los libros prácticos del Descenso luliano, por ejemplo Los Comentarios del Beato al Maestro de las Sentencias, vemos la aplicación y práctica de aquellos Juicios, tan clara, tan razonada, tan contundente, tan majestuosa, que nos vemos forzados a decir que es satisfactoria y definitiva.

105.- Y una cosa semejante podríamos decir del hombre que, ya entrado en años, quiere ser músico en cuatro días, y, a los dos meses de advertir su vocación musical, ya quisiese tocar en el piano la Walkyria... ¿No le descorazonarían los innumerables preceptos de los métodos de solfeo y de piano?

§. 4.

106.- Ya lo dije antes: va usted por fin a convencerme de que el Descenso luliano del entendimiento es incorporable a la sana y verdadera Filosofía.

Mas ahora recuerdo que, al ver la luz pública, hace unos cuatro años, la obra «El Sistema Científico Luliano» algunos doctos críticos oponían serios reparos a una de las principales afirmaciones allí contenidas, que es precisamente la cuestión que nos ocupa, o sea, la magna cuestión de los Juicios del Descenso.

Se dice en aquella obra, poco más o menos, que las Condiciones o Juicios son verdades que se verifican en Dios, esto es, leyes del ser y del obrar divino; y, por consiguiente, que también se verifican en toda criatura, siendo por lo mismo leyes del ser y del obrar de toda criatura; de donde se infiere, según usted, que debe infaliblemente haber en cada criatura todo lo que necesariamente se deduce de las consabidas Condiciones o Juicios. He aquí la razón potísima y suma por la que establecen ustedes que los Juicios del Descenso sirven a maravilla para descubrir toda clase de verdades científicas, mientras pertenezcan al orden de cosas necesario y universal.

107.- A esto objetaban algunos diciendo: «Conocemos a Dios de un modo imperfecto; sabemos de Él más lo que no es, que lo que es; y el conocimiento que de Él tenemos, nos lo formamos aplicándole los conceptos que descubrimos en las criaturas, quitándoles la imperfección que involucran al predicarlos de las criaturas. Y este conocimiento, ni los múltiples conceptos de las perfecciones que lo integran, no nos revelan las leyes del modo de ser de Dios, que al mismo tiempo, con la debida proporción, sean aplicables a las leyes y modo de ser de las criaturas, hechura de Dios.» Hasta aquí los citados críticos del Neo-Lulismo. -(Lugar citado últimamente).

108.- Verdad es que conocemos a Dios de un modo imperfecto, y sabemos de Él más lo que no es, que lo que es: ¿cómo no, si Dios es infinito por naturaleza, y nosotros somos por naturaleza finitos?

Pero de ahí no se sigue que no conozcamos algo, real y positivo, de Dios: algo de lo que es.

Verdad es que el conocimiento que de Dios tenemos, nos lo formamos aplicándole los conceptos que descubrimos en las criaturas; pero de ahí no se sigue que, conociendo «algo, real y positivo de Dios», no podamos medir por este algo la ciencia que deseamos obtener de las criaturas.

109.- Ahora bien; como conocemos algo real y positivo de Dios (y, siendo real y positivo, este algo tiene que ser forzosamente una ley del ser y del obrar de Dios); y como el conocimiento real y positivo que de Dios tenemos nos sirva de medio para conocer lo que haya de real y positivo en la criatura (con lo cual habremos alcanzado las leyes del ser y del obrar de las criaturas); por eso decimos los Neolulistas que los Juicios del Descenso son leyes del ser y del obrar de Dios, y, en consecuencia, leyes del ser y del obrar de las criaturas.

Son leyes del ser y del obrar divino, porque son la expresión de algo, real y positivo (poco o mucho) que de Dios conocemos.

Son leyes del ser y del obrar de toda criatura; porque todo lo que real y positivamente se verifica en Dios, fuerza es que se verifique en la criatura, según la capacidad y orden natural de ésta; pues no puede Dios dejar de imprimir su creada semejanza en toda criatura ya que ésta, en tanto existe, en cuanto participa de Dios, como arriba declaramos.

110.- No siga usted en sus razonamientos, dígame ahora, pero al momento: ¿qué es ese algo, real y positivo, que de Dios sabemos? Formule usted ese algo en una proposición.

111.- Responderá San Anselmo por mí: «Hay que atribuir a Dios -dice el cap. V del Proslogio- todo lo que es mejor ser que no ser.»

Esto, que de Dios sabemos, no es un conocimiento negativo, sino positivo; cuando decimos esto de Dios, no decimos lo que no es, sino lo que es.

Sabiendo esto de Dios (lo cual es una cosa real y positiva) ¿quién nos priva de afirmar de Dios todo lo que se infiere legítimamente de ello?

Y esas afirmaciones nuestras (como serán verdaderas consecuencias de algo, real y positivo, que pasa en Dios) serán leyes del ser y obrar de Dios.

112.- ¿Ignora usted, por ventura, lo que hizo San Anselmo en el Monologio? Y ¿no ha leído lo que dice el prólogo del Proslogio?

En el Monologio demuestra las verdades relativas a Dios discurriendo por las divinas perfecciones, combinadas unas con otras, deduciendo lo que dice conexión con estas combinaciones. Que es exactamente lo mismo que hace el Beato Lulio con los Juicios del Descenso.

Y en el prólogo del Proslogio trata de buscar una razón que fuese por sí evidente y bastase ella sola a demostrar todo lo que con varios discursos había demostrado de Dios en el Monologio.

113.- ¿Cuál es esa razón o máxima? -La siguiente: «Hay que atribuir a Dios todo lo que es mejor ser que no ser.»

Y es tan exacta esta razón o máxima, que, aplicada a cuanto tiene dicho de Dios en el Monologio, todo se evidencia fijo y constante.

De manera que en el fondo, en la substancia por decirlo así, de todas las combinaciones de las perfecciones de Dios (o Juicios del Descenso) de que se vale San Anselmo para demostrar lo relativo a Dios, late esa razón o máxima: «Hay que atribuir a Dios todo lo que es mejor ser que no ser.» Es doctrina de San Anselmo. ¿Me será lícito ahora decir humildemente que a esta razón o máxima anselmiana redúcense todos los Axiomas del Descenso que, para inquirir la ciencia de Dios (no la relativa al mundo), pone Lulio en la Dist. II, parte 2, de su obra Compendium Artis Demonstrativae?

114.- Lo hemos dicho; y no hay que olvidarlo nunca: hay una trabazón íntima, natural, necesaria, entre los Axiomas y los Juicios y los Conceptos del Descenso: el procedimiento luliano es matemático.

115.- Por donde, mediante las perfecciones de Dios, así el Beato Lulio como San Anselmo, adquieren la ciencia de Dios; y esa ciencia no es negativa, sino positiva.

Adquieren el conocimiento, no de lo que Dios no es, sino de lo que Dios es.

En consecuencia, han llegado a conocer, los dos Santos, las leyes del ser y del obrar de Dios.

116.- ¿Quién duda que sabemos que Dios es bueno, grande, eterno, etc.?

¿Quién duda que ése sea un conocimiento positivo?

¿Quién duda que, verificándose en Dios lo que dice cada concepto de por sí (Bondad, Grandeza, Eternidad, etc.), también se verifica en Dios lo que dicen las varias combinaciones que pueden formarse con dichos conceptos?

¿Quién duda que nos será lícito afirmar de Dios todo lo que dice necesaria conexión con esas combinaciones?

Eacute;ste es el procedimiento teológico de San Anselmo.

Eacute;ste es el procedimiento teológico del Beato Raimundo Lulio.

117.- ¿Consecuencias? Dos muy importantes:

1) no tienen razón alguna en esto los críticos del Neo-lulismo;

2) ni el Beato puede ir mejor acompañado en las materias que se debaten, pues le vemos al lado de San Anselmo. Realmente, el Descenso luliano del entendimiento tiene sus orígenes en la Patrística.

118.- Muy bien. Declaro convencidamente que

a) sabemos algo de lo que real y positivamente pasa en Dios;

) que, conociendo ese algo, conocemos, no lo que Dios no es, sino lo que Dios es;

c) que ese algo, no sólo viene formulado por la proposición anselmiana, sino también por todas y cada una de las perfecciones de Dios simpliciter simplices, esto es, que no importan imperfección alguna, Bondad, Grandeza, etc., o sea, los Conceptos del Descenso;

d) que si la Bondad, Grandeza, etc., son perfecciones «simpliciter simplices» tomadas aisladamente, las combinaciones legítimas de tales perfecciones tendrán que ser asimismo perfecciones «simpliciter simplices;»

e) que en el fondo de esas combinaciones late la proposición anselmiana, y, por consiguiente, aquéllas y ésta se identifican;

f) que así la proposición anselmiana, como cada una de las consabidas perfecciones de Dios, y cada una de las combinaciones de esos divinos Atributos, son leyes del ser y del obrar de Dios;

g) que la ciencia de Dios podemos adquirirla mediante la aplicación de la sentencia anselmiana, y mediante la aplicación de las proposiciones donde están perfectamente armonizados y concordados los atributos de Dios, o sea, mediante los Juicios del Descenso luliano;

h) y, por último, que ese procedimiento teológico, que el Beato emplea, es una continuación, amplificación y perfección del procedimiento teológico empleado por San Anselmo.

§. 5.

119.- Hasta aquí la ciencia de Dios. Pero la ciencia del hombre y del mundo, ¿cómo obtenerla?

¿Conocemos, por ventura, algo real y positivo de Dios, de lo cual podamos inferir con razón la ciencia del hombre y del mundo?

Hasta aquí hemos llegado a saber algunas de las leyes del ser y del obrar de Dios; pero ¿y las leyes del ser y del obrar de las criaturas?

¿Es legítima la aplicación de las leyes del ser y del obrar divino, que ya conocemos, a las leyes del ser y del obrar de las criaturas?

120.- Sepa usted que la proposición o máxima de San Anselmo es una de las semillas o gérmenes del Descenso luliano del entendimiento; y como tal, o sea, atendida su naturaleza de semilla o germen, parece imposible que sea aplicable a la adquisición de la ciencia del hombre y del mundo.

Mas vea usted las combinaciones de los atributos de Dios a que se presta el estudio de la armonía y concordancia de esos Atributos.

Es evidente ser muy posible la aplicación de tales combinaciones (o Juicios del Descenso) a la adquisición de la ciencia del hombre y del mundo.

Y, no obstante, hemos dicho ya que el fondo de las combinaciones de los atributos de Dios no es otro sino la máxima de San Anselmo.

Realmente, aquellas combinaciones o Juicios del Descenso son aplicables a la adquisición de la ciencia del hombre y del mundo, porque, verificándose en Dios, por fuerza tienen que verificarse en toda criatura, según su capacidad y orden natural; y, en última consecuencia, tiene que haber infaliblemente en la criatura todo lo que se deduce con buena razón de aquellas combinaciones o Juicios del Descenso.

Con lo cual habremos alcanzado las leyes del ser y del obrar de las criaturas: tendremos la ciencia del hombre y del mundo.

121.- Soy yo muy preguntón, y confío me lo perdonará usted. ¿Hay alguna otra máxima de algún Santo Padre o Doctor de la Iglesia, que sea también semilla o germen del Descenso luliano (y que exprese algo real y positivo de Dios), mediante la cual, como por una especie de descenso intelectivo, podamos adquirir la ciencia del hombre y del mundo?

-Sí, señor. Esta vez hablará San Agustín. Fíjese usted bien: «Todo lo que con verdadera razón conocieres mejor, sepas que Dios lo hizo como Hacedor de todos los bienes.» Latín: «Quidquid enim tibi verâ ratione melius ocurrerit, scias fecisse Deum, tanquam, bonorum omnium conditorem.» (De Libero arbitrio; lib. III, cap. 5).

122.- Dos cosas hay que afirmar de esta máxima del Platón del Cristianismo:

1) por ella conocemos algo real y positivo de Dios; o sea, por ella conocemos, no lo que Dios no es, sino lo que Dios es;

2) en esta máxima nos habla el Santo de lo que Dios hace ad extra (hombre, mundo).

123.- Inferimos nosotros de ahí que la máxima agustiniana es aplicable a la adquisición de la ciencia del hombre y del mundo; conviene a saber, yo tengo razón de afirmar que existe, en realidad de verdad, fuera de mi entendimiento, todo lo que con verdadera razón yo conociere mejor.

124.- Y que esa máxima (o Axioma, o primer principio de la ciencia) sea aplicable a la adquisición de la ciencia del hombre y del mundo, dícelo el mismo San Agustín; pues, explicando y confirmando la expresada máxima, añade: «Puede haber algo en realidad que con tu razón no penetres; pero no puede dejar de ser lo que concibas con verdadera razón.

»Ni puedes pensar algo mejor en la criatura que no haya conocido el Artífice de la misma; porque el alma racional naturalmente unida a las divinas Razones, de las que pende, cuando dice: esto se haría mejor que lo otro, y ve lo que dice, lo ve en aquellas mismas Razones con las cuales dice conexión.» Hasta aquí el Platón del Cristianismo.

125.- La máxima de San Agustín es una ley del ser y del obrar de Dios; y como por ella sabemos, en opinión del mismo Santo, lo que Dios ha obrado ad extra, lo que existe fuera de mi entendimiento, resulta que dicha máxima es también una ley del ser y del obrar de las criaturas.

No es, pues, tan difícil como suponen nuestros críticos, llegar a conocer las leyes del ser y del obrar divino, que sean aplicables a las leyes del ser y del obrar de las criaturas.

126.- La máxima de San Agustín hay que desenvolverla y desdoblarla; y en ese desenvolvimiento, desarrollo y desdoblamiento vese con luz meridiana, y sin el más leve género de duda, que ella constituye una ley del ser y del obrar de Dios, y que esa ley es perfectamente aplicable al ser y al obrar de las criaturas.

127.- ¿Cómo conoceré yo lo mejor, o dónde veré yo, que esto se haría mejor que lo otro? Responde San Agustín: en las divinas Razones, conviene a saber, en las combinaciones armónicas y concordadas de los atributos de Dios.

Ahora bien; si son combinaciones de las perfecciones de Dios, luego son leyes del ser y del obrar de Dios, porque se verifican o tienen lugar en Dios.

Y si por esas combinaciones de los divinos atributos conozco yo lo que Dios ha obrado ad extra y existe fuera de mi entendimiento, clara cosa es que las leyes del ser y del obrar de Dios son aplicables a la adquisición de la ciencia del hombre y del mundo; puesto que entonces habrá de haber forzosamente en la criatura todo lo que se deduzca en buena lógica de las mentadas combinaciones o Juicios del Descenso.

128.- ¿Cómo no decirlo, pues, en voz muy alta? Los Juicios del Descenso luliano del entendimiento, o sea, las combinaciones de los atributos de Dios

1) son un desarrollo legítimo y un desdoblamiento de aquella máxima de San Agustín

2) y son leyes del ser y del obrar de Dios que nos descubren el ser y el obrar de las criaturas.

129.- Y la máxima de San Agustín, en sus términos precisos, es la Regla o Axioma del Descenso, que Lulio llama de Mayoridad y Minoridad, de que hablamos en páginas anteriores; por donde es evidente la trabazón íntima y natural que existe entre los Juicios y los Axiomas del Descenso luliano.

§. 6.

130.- De manera que, según esto, será verdad lo que dice el P. Pascual, o sea, que el Platón del Cristianismo no practicó sólo el Descenso luliano, sino que también propuso algo de su proyecto, sentando algunas máximas que, a pesar de pertenecer a Dios, servían a maravilla al Santo para descubrir toda clase de verdades científicas, así relativas al hombre, como al mundo.

-Exacto. ¿No ha leído usted el libro II de la obra agustiniana De Libero arbitrio?

a) Expone allí el Santo algunas proposiciones o principios per se notos, que, según dice, pertenecen a la Suma Sabiduría y Verdad, y por esas proposiciones o principios adquirimos, dice el Santo, la ciencia del hombre y del mundo. (Cap. X).

Las proposiciones o principios que sienta el Obispo de Hipona vienen a ser las combinaciones de los divinos Atributos, o sea, los Juicios del Descenso luliano.

¿Cómo conocemos «con evidencia» aquellas proposiciones o principios? Responde Agustín: por la Suma Sabiduría y Verdad.

Que viene a ser lo mismo que dice el Beato Lulio, conviene a saber: conocemos con evidencia los Juicios del Descenso, que son compuestos por los conceptos de Bondad, Grandeza, etc.; porque la esencia de nuestro entendimiento (que de Dios recibimos) es la fuerza resultante de las ideas de bondad, grandeza, etc.

) Enseña allí también el Santo que hay una Suma Verdad en la que brillan todas las verdades enunciadas o formuladas por aquellas proposiciones o principios; y que por la Suma Verdad, es decir, por las consabidas proposiciones o principios, juzgamos de todas las verdades relativas al hombre y al mundo. (Cap. XII).

¿Qué es esto, sino el fondo del Descenso luliano del entendimiento?

c) Establece, asimismo, que en cualquier criatura a que nos volvamos, hallaremos impresos unos vestigios de Dios, por los cuales Dios nos habla; y, además, que Dios pone formas o impresiones, dentro de nosotros, para que le conozcamos, y para que también conozcamos la ciencia del hombre y del mundo. (Cap. XVI).

En cuya conformidad escribió el Beato Lulio que la esencia total de una criatura es la fuerza resultante de unas esencias parciales denominadas Bondad, Grandeza, etc., las cuales son finitas participaciones de los divinos atributos del mismo nombre.

¿Dónde están, en la doctrina luliana, las «formas o impresiones» de que habla San Agustín? -Son las ideas de Bondad, Grandeza, etc., cuya fuerza resultante constituye la ciencia del humano entendimiento.

d) Añade después que no podemos aprobar ni reprobar lo que percibimos con el entendimiento o sentido, sin tener dentro de nosotros ciertas leyes de la hermosura a las que refiramos las cosas hermosas que percibimos; y como estas leyes provengan de Dios, todo está formado por la forma inconmutable que es Dios.

¿Cuáles son, en la teoría luliana, esas leyes de la hermosura, como también las leyes de todo conocimiento? Son los Conceptos, los Juicios y los Axiomas del Descenso que, como es sabido, provienen de Dios.

131.- En vista de esto escribe el P. Pascual: «Reflexionando sobre lo alegado, se ve que San Agustín, como el Beato Lulio, sienta por fundamento sólido para conocer todas las cosas al mismo Dios, Suma Verdad, de la que todas proceden.

»Y porque ninguna tiene ser ni verdad, sino en cuanto le imita, en Ella relucen todas, Ellas nos las manifiesta, y por Ella juzgamos de todas.

»Por cuya razón en todas hallamos sus vestigios, que son las semejanzas de las divinas perfecciones; y tenemos dentro de nosotros los primeros principios conformes a la Suma Verdad, por las que juzgamos de la hermosura o verdad de todas.

»Éste verdaderamente es el fondo del Método o Doctrina Luliana...

132.- «Esto notoriamente es enseñar, como el Beato Lulio, que el constante fundamento de conocer nuestra alma son las Razones o perfecciones divinas y sus combinaciones aplicadas a todo lo cognoscible.

»Y sin duda éste es el modo de filosofar con que San Agustín (libro II Contra Académicos, cap. 3) dice: «Tan evidentemente puede hallarse la verdad, que se manifieste más clara, que ser diez estos números juntos: 1, 2, 3, 4; ni se ha de desesperar que se logrará un conocimiento más claro, que de aquellos números.» Hasta aquí San Agustín.

«En cuya conformidad dijo el Beato Lulio (añade el P. Pascual), que por su Método se pueden demostrar más ciertamente las verdades, que con las demostraciones matemáticas.» (Examen de la Crisis... tomo II, pág. 102-103).

§. 7.

133.- Si no me engaño, toda la teoría y práctica de los Juicios del Descenso luliano se funda en inferir la realidad del concepto o de la idea...

-Realmente, no se equivoca usted; «pues, siendo mayor la realidad que nuestro concepto, es más conforme a razón que exista lo que el entendimiento rectamente concibe ser mejor; porque si no, mayor y más noble fuera el concebir de nuestra mente, que la realidad. Este modo de inferir la realidad del concepto, lo propone universal el Beato Lulio, para discurrir en todas las cosas; pero es necesario aplicarle con rectitud y cautela, para no desbarrar y exponerse a las infaustas consecuencias del que enseña Descartes, pues, por irregular, poco explicado, y mal entendido, puede producir muchos engaños.» (Pascual: Examen de la Crisis... tomo II, pág. 100).

134.- También parece fundarse la doctrina acerca de los Juicios del Descenso, en que Dios se comunica a las criaturas; y como Dios sea libérrimo en la comunicación de su semejanza, nos es imposible saber que (y hasta qué punto) se haya comunicado Dios a las criaturas.

-¡Alto ahí! La criatura, en tanto existe (o tiene esencia) y obra, en cuanto participa del ser y del obrar de Dios. Y esta proposición podría yo corroborarla con citas innumerables de Santos Padres y Doctores de la Iglesia.

Ahora bien; «esa finita participación del ser y del obrar de Dios», ¿quién negará que pueda ser llamada «una semejanza de Dios»?

Por consiguiente, «en el sentido de este argumento nuestro», no puede afirmarse que Dios sea libérrimo en comunicarse a las criaturas.

135.- Infiero yo de ahí que toda criatura, según su capacidad y orden natural, participa del ser y del obrar de Dios, o sea, participa de todos y cada uno de los atributos absolutos y relativos ad intra de la Divinidad. Y de ahí nace el Descenso luliano.

136.- ¿Hasta qué punto se comunica Dios a las criaturas? -Muy sencillo: se comunica a cada criatura según lo permite la capacidad y orden natural de ésta. Esto es obvio y evidente. ¿Por ventura no repugna a nuestro entendimiento el que Dios se comunique en igual grado a las piedras y a las almas racionales o a los ángeles?

Esa comunicación o semejanza no es de univocidad, sino de analogía, como se explica en las aulas de nuestros Seminarios. Y que esto no sea inconveniente alguno para nuestras teorías, demostrado queda más arriba.

137.- Voy a formular el último reparo, que, como todos los anteriores, es del sabio profesor del Seminario de Palma de Mallorca, Dr. don Jaime Borrás, en el lugar citado.

Cree este docto amigo mío, que el Descenso luliano no es incorporable a la sana y verdadera Filosofía, porque los Conceptos, Juicios y Axiomas del Descenso constituyen un conocimiento universal y no un conocimiento concreto.

Todo conocimiento universal, añade el Dr. Borrás, no es una perfección absoluta, sino relativa; mejor sería nuestro conocimiento, si pudiera tener noticia a la vez de todos los concretos.

Y concluye: en la inducción, en la que generalizamos nuestro conocimiento de los concretos, y en la deducción o silogismo, por el que bajamos de lo universal a lo particular y concreto, se halla toda la perfección del conocimiento. «Por esto, repito, la Ciencia Universal Luliana no es incorporable a la sana y verdadera Filosofía.» Hasta aquí el mentado Señor. (Bolletí de la Societat... citado).

138.- Ese reparo u objeción cae por su base, pues supone lo que no existe. Léase, si no, nuestra obra El Sistema Científico Luliano, pág. 174 y sig.

¿Qué lulista ha dicho jamás que el conocimiento universal, que importan los Conceptos, Juicios y Axiomas del Descenso o Ciencia universal, sea un conocimiento perfecto?

¿Qué lulista ha negado que la perfección del humano conocimiento se halle en la inducción y en la deducción?

139.- He aquí algunas citas de nuestra mentada obra:

a) Esta Arte, Ciencia (o Descenso luliano) sólo contiene unos principios generales a todas las cosas, y juntamente unas reglas para descubrir la verdad de todas ellas; y como este descubrimiento se ejecute por la aplicación y contracción de lo general a lo especial, en lo que se experimenta la mayor dificultad y trabajo, por eso el que sabe el Arte Luliano en su generalidad no por eso ha de saber y entender todas las ciencias especiales, porque aquellos principios y fundamentos generales no son sino como semillas de que por la aplicación y contracción se ha de sacar la noticia especial de las cosas. (Pág. 174).

) La Ciencia Universal Luliana o Descenso intelectual es sólo un hábito científico; es un conocimiento potencial, imperfecto, no acabado; jamás ha dicho Lulio que fuese un conocimiento actual, perfecto y acabado. ¿Qué necesita para pasar de la potencia al acto? La aplicación a las ciencias particulares. (Pág. 178).

c) ¿Qué es la Ciencia Universal? Es la ciencia común que resulta de la mutua habitud que tienen entre sí las ciencias particulares, o sea, los principios de una ciencia particular con los principios de todas las demás. Y dicho está que tal ciencia importa sólo un conocimiento potencial, no actual. (Pág. 181).

d) Así que, no siendo más la Ciencia Universal luliana que un conocimiento genérico, jamás obtendremos con ella ningún conocimiento específico, a no ser mediante la contracción y especificación referidas: por éstas, el conocimiento potencial (lo único que nos proporciona aquella Ciencia) pasa a la categoría de conocimiento actual; por éstas, el conocimiento imperfecto, que recibimos de la Universal, conviértese en conocimiento perfecto; por éstas, la generalización científica de los Principios Lulianos llega a ser, en último resultado, una realidad de conocimiento actual. (Pág. 187).

140.- Ahora bien; ¿quién no ve, en los textos citados, que nosotros establecemos con el Dr. Borrás que el conocimiento universal no es una perfección absoluta, sino relativa?

¿Quién no ve la inducción o silogismo en la contracción y especificación de los Conceptos, Juicios y Axiomas a las cuestiones particulares que se inquieren?

141.- Y como sabe muy bien nuestro amigo (y demostrado queda en aquella nuestra obra) que una de las dos partes esenciales del Sistema científico luliano es el Ascenso aristotélico o inducción escolástica; es cosa harto evidente que la Escuela Luliana afirma que en la inducción y en la deducción se halla toda la perfección del humano conocimiento.




ArribaAbajoArtículo 5.º

Estudio de los Axiomas del Descenso luliano


§. 1.

Origen de los Axiomas. -Los Axiomas son normas criteriológicas.

1.- El tercero y último peldaño del Descenso luliano consiste en unos Axiomas, o normas criteriológicas, aplicables a cuanto deseamos saber acerca de Dios, del hombre y del mundo, mientras ese conocimiento no lo sea de las cosas particulares y contingentes, sino de lo universal y necesario.

2.- ¿Qué es un axioma? -Es un razonamiento, que procede de necesarios principios, y sirve, a manera de un camino breve, para hallar soluciones teológicas y filosóficas. «Regula est quaedam utilis ordinatio, ex necessariis principiis procedens, tanquam via compendiosa seu medium veniendi ad finem optatum.» (Ars inventiva Veritatis; dist. III, pág. 37, tomo V, ed. Maguncia).

3.- Los Axiomas son amplificaciones de los Juicios que acabamos de estudiar; siendo amplificaciones, resultan ser unas proposiciones más concretas que los mismos Juicios, y, por lo mismo, más fáciles de aplicar a la cuestión que se inquiere; y vese en ellos, más claramente aún que en los Juicios, la solución deseada.

4.- Los Axiomas nacen de los Juicios; por ejemplo, si son verdaderos todos los Juicios (formados con los conceptos representativos de los Atributos de la Divinidad) en los cuales guarden perfecta armonía y concordancia los divinos Atributos, como realmente es así, ¿quién no ve que podemos decir con toda verdad que «de Dios siempre se ha de concluir aquello que manifieste ser sumo en todo, y sumas sus Dignidades en la mayor excelencia de ser y obrar?»

Eacute;ste es un Axioma del Descenso luliano.

En una Cátedra de Filosofía Luliana fácil cosa nos había de ser el ir demostrando que todos los Axiomas, propuestos por Lulio, derívanse, con todo rigor lógico, de los Juicios consabidos.

Por donde, la verdad de los Axiomas se prueba por la verdad de los Juicios; así como la verdad de los Juicios se prueba por la de las definiciones de los Principios, según llevamos dicho anteriormente.

5.- Hay que recordar aquí, porque ello constituye el nervio del Descenso luliano, lo que ahora procedería hacer, esto es, demostrar cómo un Axioma determinado viene o nace de su Juicio correspondiente; que éste se deriva, a su vez, del Concepto correspondiente; que la Definición de este Concepto es verdadera, porque se verifica en Dios, y, por lo tanto, en toda criatura; que los Conceptos del Descenso luliano son representaciones de los Atributos de la Divinidad, y, por consiguiente, de las leyes del pensamiento de Dios; que el hombre razona bien cuando razona por medio de las proporcionadas semejanzas de las leyes del pensamiento Divino-; que el hombre, en tanto razona o piensa, en cuanto participa de pensamiento de Dios.

La ilación del Descenso es rigurosa. Tenía Lulio un espíritu exigente.

Pero ¿quién va a hacer aquí todo esto? Tendría ello su lugar propio en una Cátedra de Lulismo.

6.- ¿Por qué los Axiomas son normas criteriológicas? -Porque se verifican en Dios, y, verificándose en Dios, clara cosa es que se verifican en toda criatura, si bien proporcionadamente; ya que la criatura participa de Dios cuanto puede, según su capacidad y el orden que ocupa en la escala natural.

Ahora bien; si tenemos unos Axiomas que, verdaderamente, se verifican en Dios y en toda criatura, no hay duda que ellos nos van a servir a maravilla para saber siquiera algo de lo que hay en Dios y en la criatura.

§. 2.

Axiomas o normas criteriológicas para conocer lo relativo a Dios.

7.- Pondremos solamente algunos:

a) De Dios siempre se ha de concluir aquello que manifieste ser sumo en todo, y sumas sus Dignidades en la mayor excelencia de ser y obrar. «De Deo semper concludendum est id per quod ipse Deus appareat esse summus in omnibus suis conditionibus, et per quod Dignitates ejus in existere et agere appareant excellentius esse summae.» (Comp. Art. Demonstrat. pág. 80, tomo III, ed. Maguncia).

) De Dios no se ha de determinar lo que parece convenir con una sola perfección considerada absolutamente, sino lo que todas combinadas piden, o con que concuerdan más. (Obra y lugar citados).

c) De Dios se ha de concluir aquello por lo que se manifiesta que la criatura le es más semejante, de suerte que las semejanzas de los divinos Atributos se manifiesten en la criatura mayores o más nobles y perfectas. «Concludendum est de Deo id per quod creatura est magis similis ipsi Deo, et per quod similitudines Dignitatum sint in creatura majores; ratio autem hujus est ista, quia remotâ inde omni imperfectione, et additâ omnimodâ perfectione, est id in Deo, quod est in creatura, et per quod creatura principaliter est nobilior, aliter non esset in esse id quod rectâ ratione melius, sed quod pejus posset ab omnibus considerari, quod est impossibile.» (Obra y lugar citados, pág. 81).

No hay duda que cuando el Beato escribió estas palabras: «aliter non esset in esse id quod rectâ ratione melius, sed quod pejus posset ab omnibus considerari», tenía presente lo que escribió San Agustín, en el libro III De Libero Arbitrio, cap. 5, diciendo: todo lo que con verdadera razón conocieres mejor, sabe que Dios lo hizo como Hacedor de todos los bienes: «quidquid enim tibi verâ ratione melius occurrerit, scias fecisse Deum, tanquam bonorum omnium conditorem.»

d) El que quiera conocer qué cosa se demuestra ser verdadera, ha de compararla con la Bondad divina y demás Atributos absolutos de Dios, y también con los Relativos ad intra; y si concuerda y conviene con ellos, prueba evidente es de que aquella cosa es verdadera. (Lib. Contempl.; tomo IX, 356, ed. Maguncia).

e) El que quiera conocer si su Fe o Religión es verdadera o falsa, atienda a lo que le dicen e indican las Perfecciones de Dios; porque la verdadera Fe siempre indica en Dios perfección; la falsa, en cambio, siempre indica en Dios defecto; (Lug., cit.).

f) La disputa en materia de Fe ha de basarse en los atributos de Dios, absolutos y relativos ad intra. Aquella Ley o Religión será verdadera, o mejor y más noble que las otras, que mejor signifique que todos aquellos Atributos son perfectos en la divina Esencia. Así, los Atributos de Dios, absolutos y relativos ad intra, significan qué cosa sea verdadera y cuál sea falsa. (Obra y lug. cit.; pág. 456.)

§. 3.

Axiomas o normas criteriológicas para conocer lo relativo al hombre y al mundo.

8.- He aquí algunas:

a) De la criatura se ha de concluir aquello que la manifieste más noble, perfecta y semejante a Dios, por ser mayores sus perfecciones o semejanzas divinas que participa. (Comp. Art. Dem: pág. 80).

) De los dos extremos opuestos de la cuestión se ha de concluir el que concuerda con la mayoridad, y dejar el que conviene con la minoridad; mientras a ello no se oponga la diferencia y concordancia de las criaturas. (Ars comp. inveniendiverit., pág. 14, tomo I, Maguncia).

c) Cuando se supone, o se sabe, que existe alguna cosa que conviene con la minoridad, se ha de inferir que mayor razón existe la otra que concuerda con la mayoridad. «Iste modus formatur de esse et de perfectione quae concordant cum majoritate, et de privatione et defectu, qui concordant cum minoritate: quia, si illud est, in quo est minoritas et defectus, quanto plus convenit illud esse in quo est majoritas et perfectio: quia, si hoc non esset, sequeretur quod privatio et defectus concordarent cum majoritate, et quod similiter esse et perfectio concordarent cum minoritate; sed hoc est impossibile.» (Lugar citado).

d) De cualquiera cuestión se ha de resolver aquella parte que conserva y mantiene el orden y diferencia de primera y segunda intención. (Obra citada, pág. 11).

e) Cuando de las dos partes opuestas de la cuestión, una concuerda con la primera intención, y la otra con la segunda, se ha de concluir aquella que conviene con la primera intención, despreciando su opuesta. (Lugar citado).

Breve explicación de los Axiomas D, E. -Escribe el Beato Lulio: «Prima Intentio semper respicit causam finalem, et assimilatur fructui; secunda autem assimilatur arbori, quae est propter hoc ut fructus sit...

Ars hujus modi est, quod S (el humano entendimiento) magis obediat cameris ipsius A (o sea, Juicios formados con los divinos Atributos), quam alicui aliarum; et quod magis obediat significationi substantiali, et intellectuali, et causae finali, et ordinatae primae intentioni, quam significationi accidentali, sensuali et causae efficienti, materiali, et formali, et secundae intentioni, et fortunae.» (Lugar citado).

El Padre Pascual: «Para mayor extensión de esta regla se declara que, siendo la primera intención más noble y mejor que la segunda, lo más noble y más perfecto conviene con la primera, y lo menos noble y perfecto con la segunda; y por consecuencia, más debe adherirse el entendimiento a lo más noble y perfecto, que es lo que concuerda con las Dignidades o Atributos divinos, con lo substancial, con lo intelectual, y con la causa final, que a lo que es menos noble y perfecto, que es lo que conviene con los principios creados, con lo accidental, con lo sensual, y con cualquiera de las otras.» (Examen de la Crisis... tomo II, disert. 1.ª, pág. 28).

f) Como en las cuestiones se inquiere el ser, o no ser, de las cosas, se ha de concluir que aquello es que conviene con la perfección, y que no es lo que concuerda con el defecto. (Ars comb. inven. verit.; dist. II, pág. 14).

Cuando parezca que ambas partes de la cuestión propuesta digan perfección, ¿qué Axioma procede seguir? -El siguiente:

«Se ha de concluir aquella parte que importa mayor perfección o mayoridad de bondad, grandeza y demás términos que convienen con la perfección.»

Otra pregunta: cuando no veamos con claridad qué parte de la cuestión ventilada importa mayor Perfección, ¿qué hacer?

«Unde convenit scire modum quo inter duo convenientia, aut plura, sciamus eligere illud quod est maxime conveniens, quia illud, quod est minus conveniens, convenit cum privatione propter illud quod est magis conveniens, quod tamen primo aspectu, antequam percipiatur, potest putari magis conveniens et concordare cum esse; v. gr. si homo esset aequalis naturae cum Angelis, haberet majorem intellectum respectu ipsius Dei: ergo Deus debuit hoc fecisse, scilicet, quod homo esset nobilioris naturae. Sed majus bonum reformat minus, scilicet, ordo universi, qui hoc non permittit.» (Introductoria Art. Demonst.; cap. XXX; pág. 23, tom. III, Maguncia).

¿Qué hacer -repetimos- entonces? -Para este caso, el Maestro establece tres Axiomas, que reduce a uno el Padre Pascual en la siguiente forma:

«Se ha de concluir aquella parte de la cuestión en que las perfecciones divinas y sus semejanzas, que son las perfecciones criadas, se manifiestan mayores.» (Examen de la Crisis... tomo II, pág. 32).

Los tres Axiomas que propone Lulio son éstos:

1) Diremos que a una criatura, que ocupa un lugar inferior en la escala natural, le es conveniente algo, si así lo permite el ser que ocupa un lugar superior en dicha escala, porque lo inferior ha de ser regulado por lo superior, y no al contrario.

«Unde caveas, ne dicas, aliquid simpliciter alicui convenire, antequam consideres, utrum illud, de quo aliquid vis affirmare tanquam conveniens, habeat superius; et si inveneris, quod habeat superius, considera concordantias ejus et totam naturam ejus... inquirendo utrum aliquid sid quod repugnet affirmationi illius convenientis de superiori; quia si affirmatio non potest stare sine inconvenienti in superiori, convenit affirmare oppositum: ut, non debemus dicere quod homo debeat esse aequalis Angelis, quia periret ordo universi, quod est majus bonum.»

2) No sólo hay que atender a la disposición o conveniencia de los seres superiores y más nobles, sino también a la disposición del Ser supremo.

«Secunda Regula est, quod praetermittitur, quod deberet accidere secundum causas medias propter ordinem Causae superioris; v. gr. Ezechiae, Regi Judae, dictum est ab Isaia: morieris tu, et non vives: et egressus Isaias statim rediit ex praecepto Domini, et dixit illi, quod non morietur; sed primum erat verum secundum dispositionem causarum naturalium, secundum erat verum secundum supernaturalem dispositionem Dei.

Etiam Moyses, qui occidit aegyptiacum, erat dignus morte secundum leges humanas, sed erat reservandus secundum legem Dei qui eum ordinaverat ad majora.»

3) Cuando parece ser conveniente una cosa, si atendemos a un determinado atributo de Dios, pero no parece serlo atendiendo a otro Atributo, entonces hay que establecer y afirmar todas aquellas cosas que más ennoblecen a la criatura en Dios, y negar todo lo contrario.

Por ejemplo: «quod mundus fuerit citius vel ab aeterno videtur consonare Divinae bonitati, quae nescit tarda molimina in sua communicatione; sed obstat finis et intentio quam habuit ad se et ad suam virtutem, nam propter se ipsum, scilicet, propter suam libertatem, se communicavit, et ad manifestandam suam virtutem, quâ manifestâ sequitur major communicatio illius... Unde quia divina Attributa sibi ipsis non repugnant secundum rem (sicut nec concordantiae alicujus rei, quia nihil repugnat sibi ipsi) ideo ita judicandum est secundum unum Attributum, ut non praejudicetur alteri.» (Obra citada, pág. 24).

g) Aquello es verdadero en el hombre y el mundo, que importa mayor orden y perfección en el hombre y el mundo. Es una consecuencia de todo lo anterior.

h) Aquello es verdadero en la criatura, que importa mayor armonía y concordancia entre Dios y la criatura. Consecuencia de lo anterior.

i) Aquello es verdadero en el hombre y el mundo, que importa mayor bondad y demás perfecciones en Dios. Consecuencia de lo anterior.

§. 4.

Donde se demuestra la verdad de los Axiomas. -Se verifican en Dios y en la criatura. -Luego son verdaderas normas criteriológicas.

9.- Es de suma importancia manifestarla verdad de los Axiomas; y el medio más claro, fácil y satisfactorio que para ello hay, consiste en probar como los Axiomas se verifican en Dios. El mismo Beato sigue esta regia, y todos sus discípulos le imitaron. Y no sin razón, pues, si se verifican en Dios, ¿quién afirmará que sean falsos? Por último, demostrada la verdad de los Axiomas, resulta legítima la aplicación que de los mismos hace la Filosofía Luliana.

Vengamos, pues, a ello.

1)

Axioma llamado de la Primera y Segunda Intención.

«De cualquiera cuestión se ha de resolver aquella parte que conserva y mantiene el orden y diferencia de primera y segunda intención.»

También establece este Axioma: «Cuando de las dos partes opuestas de la cuestión, una concuerda con la primera intención, y la otra con la segunda, se debe concluir aquella que conviene con la primera intención, despreciando su opuesta.»

Habla el P. Pascual: «Esta regla aplicada a Dios es evidente; porque Dios es la primera y suprema intención, pura substancia sin accidente, intelectual sin sensualidad alguna, causa final de todo, y lo más noble y perfecto que se puede concebir, y por consecuencia le conviene precisamente todo lo que importa las expresadas perfecciones. Y como a su imitación se ha de discurrir de la criatura, luego conviene a la criatura todo lo que dice mayor proporción a ellas.

Lo mismo se declara con la concordancia y contrariedad. Porque la primera intención conviene con la perfección, grandeza, etc., y por consecuencia con el ser; pero la segunda, en respecto de la primera, concuerda con la pequeñez y defecto, y por consiguiente con el no-ser. Y como lo substancial, intelectual, etc., convengan con la primera intención, y sus opuestos con la segunda, se ha de resolver en cualquiera cuestión aquel extremo que dice todas o alguna de las expresadas partidas.» (Examen de la Crisis, II, 28).

Resumen: este Axioma se verifica en Dios y en toda criatura, luego es una verdadera norma criteriológica.

2)

Axioma llamado de la Mayoridad y Minoridad.

«De los dos extremos opuestos de la cuestión se ha de concluir el que concuerda con la mayoridad, y dejar el que conviene con la minoridad.»

Una modalidad del mismo Axioma: «Cuando se supone, o se sabe, que existe alguna cosa que conviene con la minoridad, se ha de inferir que con mayor razón existe la otra que concuerda con la mayoridad.»

El P. Pascual: «Las dos partes de esta regla son evidentes en Dios, porque siendo la suma mayoridad sin minoridad alguna, hace ser preferible la mayoridad a su opuesta minoridad, y por consiguiente más influye al ser de la mayoridad que al de la minoridad; y concordando la mayoridad con la perfección y el ser, y la minoridad con el defecto y no ser, si existe lo que dice minoridad, con mayor motivo debe existir lo que importa mayoridad.» (Lug. cit.)

Resumen: verificándose en Dios, también se verifica este Axioma en toda criatura. Luego es verdadero. Luego es una verdadera norma criteriológica.

3)

Axioma exclusivo para la Teología.

«De Dios siempre se ha de concluir aquello que manifieste ser sumo en todo, y sumas sus Dignidades en la mayor excelencia de ser y obrar.»

Este Axioma es verdadero, «porque Dios es tan noble y perfecto, que no puede concebirse cosa más noble ni perfecta, y por consecuencia en todo se ha de manifestar sumo, y sumas sus Dignidades, pues más les conviene la mayor excelencia en ser y obrar, que la menor.» (Loc. cit.)

Siendo esto así, como realmente es, este Axioma es una verdadera norma criteriológica.

4)

Axioma aplicable a la Teología y a la Filosofía

«De Dios y su efecto se ha de concluir aquello por lo que se manifiesta que su efecto le es más semejante, de suerte que las semejanzas de sus Atributos se manifiesten en el efecto mayores o más nobles y perfectas.»

Pascual: Fúndase esta regla en que los divinos Atributos, por ser infinitos y sumos, más convienen con la perfección criada mayor y más noble, que con la menor y menos noble; y exigiendo la inmensa dignidad de Dios, que Dios se manifieste más liberal y comunicativo a su efecto, pide que sean mayores las semejanzas que le imprime.» (Obra cit., pág. 29).

Consecuencia: este Axioma es una verdadera norma criteriológica en Teología y en Filosofía.

5)

Axioma llamado Cuadrángulo Lógico

Con estos cuatro principios: ser, privación, perfección y defecto, formaban Lulio y sus discípulos el siguiente Axioma, que denominaban Cuadrángulo Lógico, y es la base de todos las demás: «Como en las cuestiones se inquiere el ser, o no ser, de las cosas, se ha de concluir, que aquello es que conviene con la perfección, y que no es lo que concuerda con el defecto.»

Dice el P. Pascual: «La razón, en que se funda esta regla, es porque la perfección concuerda con el ser, y el defecto o imperfección concuerda con el no-ser o privación; y por esta connatural coexigencia y concordancia precisamente la perfección ha de estar en ser, y el defecto o imperfección ha de estar en el no-ser o privación.

Como se demuestra en Dios, en quien la suma perfección y sumo ser necesaria e infinitamente concuerdan y se coexigen en cuya consecuencia la perfección, por su propia razón y naturaleza, concuerda con el ser y lo pide, y, al contrario, el defecto o imperfección conviene y pide el no-ser o privación. (Pág. 30).

Como se verifica en Dios, también se verifica proporcionadamente en toda criatura; en consecuencia, este Axioma es una verdadera norma criteriológica.

6)

Un Optimismo aceptable.

10.- Sí; los Axiomas, o normas criteriológicas del Descenso, para conocer lo relativo al hombre y al mundo, fúndanse en un optimismo, muy diverso del de Leibniz; y el optimismo luliano, en nuestro humilde sentir, es aceptable.

En efecto, dichos Axiomas vienen a reducirse al llamado de la Mayoridad y Minoridad, expresado en esta forma: «De los dos extremos opuestos de la cuestión se ha de concluir el que concuerda con la mayoridad, y dejar el que conviene con la minoridad.»

También establece que: «Cuando se supone, o se sabe, que existe alguna cosa que conviene con la minoridad, se ha de inferir que con mayor razón existe la otra que concuerda con la mayoridad.»

11.- Dirán algunos: «¡Esto es arbitrario!»

De ninguna manera. Está muy fundado en razón.

Prescindiendo, por el momento, de que este Axioma de la Mayoridad y Minoridad se funda en los Juicios del Descenso; y éstos, en los Conceptos y sus Definiciones; y los Conceptos son ideas universalísimas (no simplemente universales) que forma nuestro entendimiento en virtud de la fuerza abstractiva, y, en consecuencia, con sujeción, si bien remota, a las operaciones de los sentidos externos o corporales; lo cual quita toda especie o sombra de arbitrariedad a dicho Axioma; he aquí ahora otra razón por la cual, en nuestro humilde parecer, vese con luz meridiana que el Axioma de la Mayoridad y Minoridad tiene una base inconmovible, y no es arbitrario, ni mucho menos.

12.- ¿Qué es Dios? -Dios es el ser mayor y más perfecto que imaginarse pueda; por consiguiente hay que atribuirle lo mayor, lo mejor y lo más perfecto que pueda caber en la mente creada.

Pero como la criatura sea precisamente una imitación de Dios, y todo su ser consista en una proporcionada semejanza con el Ser de Dios; de ahí se sigue en rigor lógico que la criatura ha de tener la mayor perfección y nobleza posibles, dada su capacidad y el orden que ocupa en la escala natural de los seres creados; conviene a saber, hay que atribuir a la criatura aquella mayor perfección que la haga más semejante a Dios y que más declare las divinas Perfecciones, salvo el orden que existe en la escala de la naturaleza.

-¿Por qué?

-Porque de lo contrario, como la criatura haya recibido de Dios el ser que tiene, a la manera o a semejanza del mismo Dios, más concordaría Dios entonces con la menor perfección de la criatura, que con la mayor; y, como la existencia de la criatura no reconozca otro fin que manifestar y declarar, las divinas Perfecciones, las declararía y manifestaría en mayor grado por medio de una perfección menor, que mediante la mayor: lo cual repugna.

Siendo esto así, como realmente es, hay que reconocer en la criatura la mayor perfección posible; no la mayor perfección absoluta, sino la mayor perfección relativa, esto es, la mayor perfección que le es proporcionada en atención a la diferencia y concordancia de las criaturas; y esta mayor perfección le corresponde a la criatura per se y ex natura sua: por sí misma y en virtud de su naturaleza.

13.- Habla el Cardenal Cayetano del Lulismo: «Ad haec autem penitius intelligenda (para la mayor inteligencia del Axioma de la Mayoridad y Minoridad) notandum est quod, sicut Deus est id quo melius cogitari nequit ac proinde ipsi debet attribui quidquid majus, melius et perfectius, respective ad suum oppositum, reperitur: ita creatura, cum sit Dei imitatio, et totum suum esse consistat in quadam proportionata similitudine ad Dei esse, debet habere majorem perfectionem et nobilitatem intra ambitum creaturae et salvâ creaturarum in suo ordine diversitate: id est, debet attribui creaturae illa major perfectio, respective ad suum oppositum, per quam ipsa agnoscitur Deo magis similis vel magis exprimens divinas Perfectiones, salvo ordine creaturarum.

Quia, nisi ita esset, cum creatura a Deo habeat esse ad instar ipsiusmet Dei, magis se haberet Deus et magis concordaret cum minori creata perfectione, quam cum majori. Et cum creatura sit ut exprimat Dei perfectionem, magis exprime ret illam per minorem perfectionem, quam per majorem; quod repugnat.

Ac proinde in creatura debet etiam agnosci, tanquam per se et ex sua natura ei correspondens, major perfectio; non utcumque, sed illa major perfectio quae est ipsi proportionata, salvâ differentiâ et concordantiâ creaturarum.» (Pascual: Vindiciae Lullianae; I, disert. 1.ª, pág. 14).

Este pequeño texto del P. Pascual vale por un tomo voluminoso; hay en él más Filosofía y Teología, que en todos los comentaristas del Arte Combinatoria, de Lulio; dicho Padre es quien mejor ha enfocado las Doctrinas Lulianas.

7)

De la aplicación de los Axiomas.

14.- No pudiendo poner muchos ejemplos, contentémonos con unos cuantos.

1)

Cuestión: «Los actos de los Atributos divinos ¿son del todo iguales, aun en orden a la criatura?»

Respondemos afirmativamente en virtud del Axioma que dice: «De Dios se ha de concluir siempre aquello por lo que se manifieste ser sumo, y más nobles sus perfecciones en el ser y obrar.»

-¿Por qué?

-«Porque teniendo los divinos Atributos los actos iguales, se manifiestan todos con la suma grandeza y mayor excelencia; y si no estuvieran con una perfecta igualdad, el que tendría su acto menor sería menos noble y perfecto en obrar: lo que es contra la regla.» (Pascual: Examen de la Crisis... II, 43).

2)

Cuestión: «¿Por qué Dios no encarnó en muchos hombres, o no tomó muchas humanidades?»

Parece ser que el divino Verbo había de encarnar en muchos hombres, o tomar muchas humanidades, pues su poder es infinito; y, así, se manifestaría sumo y más nobles sus perfecciones en el ser y obrar, según el Axioma últimamente aplicado.

-No, señores; porque hay otro Axioma que dice: «De Dios no se ha de determinar lo que parece convenir con una sola perfección considerada absolutamente, sino lo que todas combinadas piden o con que concuerdan más.»

Oigamos al P. Pascual: «El Poder, considerado solo, parece que puede cuanto podemos excogitar; pero, reflexionado como una misma perfección con la Bondad, Grandeza, etc., ya no se considera poder algo contra la Bondad, Grandeza, etc., o que no concuerde con ellas. En cuya consecuencia, el Poder divino, que es una misma perfección con la Unidad y Distinción divinas, solamente obró en la Encarnación lo que más concuerda y se proporciona a la Unidad de Esencia y Distinción de Personas divinas, para expresar su mayor semejanza en ésta obra que es la mayor ad extra. Y, tomando el Verbo una sola humanidad, existe en la Encarnación la mayor semejanza, concordancia y proporción expresadas, pues hay un solo ser o compuesto admirable, que dice muchas naturalezas, así como hay un solo Dios que dice muchas Personas.» (Obra cit., pág. 43).

Las palabras del P. Pascual son traducción libre de las siguientes del Beato, donde, como siempre, funda sus razones teológicas en la armonía, concordancia y proporción de los divinos Atributos: «In Deo est Trinitas et Unitas. Cum autem Incarnatio Dei sit major extrinseca Operatio, quam Deus habeat supra effectum, convenit quod ipsa sit simillima intrinsecae Operationi Dei; ut, sicut ex intrinseca Operatione Dei est Trinitas, ita conveniat quod ex hac extrinseca operatione Dei, magis simili intrinsecae Operatione Dei, sit Trinitas in Unitate, ut sit in altiori gradu Distinctionis quam potuerit habere, videlicet, Divinitas Filii Dei et Anima et Corpus unius Hominis, scilicet, Jesu Christi.

Et ideo, si Deus esset incarnatus in pluribus hominibus, Unitas esset in ipso defectiva in Incarnatione ratione diversitatis personarum et naturarum plurium hominium, cum plures homines non possint esse unum, nec una persona cum Filio Dei, imo essent plures personae.

Unde ratione Magnitudinis, Bonitatis, etc. Unitatis Personae Deus noluit sumere carnem, nisi ratione Unitatis Suppositi consistentis in Trinitate; ut sit imago in qua humanus intellectus contempletur et voluntas diligat divinam Unitatem in Trinitate.» (Quaest. per Art. Demonst. solub., cuest. XXVIII, pág. 48, IV, Maguncia).

3)

Cuestión: «El alma racional ¿es inmortal?» -Sí, señores; por el siguiente Axioma: «Dei efecto de Dios (o sea, de la criatura) se ha de concluir lo que lo manifiesta más noble, perfecto y semejante a Dios, por ser mayores sus perfecciones o semejanzas que participa.»

El P. Pascual: «Porque si el alma racional no es inmortal, por faltarle la duración perpetua, no tiene la mayor semejanza con Dios, que conviene a su perfección y nobleza, según el fin a que es criada, pues no pudiera entender y amar a Dios perpetuamente; y como deban ser perpetuos estos actos, para que sea mayor la operación de los divinos Atributos en orden a la criatura, es preciso que el alma sea inmortal.» (Ob. cit., pág. 44).

En la obra de Lulio últimamente citada, cuestión LXIII, escribe el Maestro: «Secundum quod intelligimus finalem causam quare Anima est creata, debemus considerare durationem. Igitur quia Deus est multum recolibilis, intelligibilis et amabilis sine fine, convenit secundum Justitiam et Magnitudinem Dei, quod Anima duret sine fine, id est, in aevum, ut Deus multum recolatur, intelligatur et ametur.

Ergo est manifestum secundum operationes Animae, quod Anima sit immortalis; aliter Dignitates Dei deficerent fini Animae in Magnitudine Bonitatis et aliorum principiorum; quod est imposibile.» (Pág. 82).

4)

Hay un Axioma que dice así: «Como en las cuestiones se inquiere el ser, o no ser, de las cosas, se ha de concluir que existe todo aquello que importa mayor perfección o mayoridad de bondad, grandeza y demás términos que convienen con la perfección.»

-Sí, señor. Adelante.

-Siendo esto así, parece ser que el mundo es eterno.

-¿Por qué?

-Porque, siendo eterno, hay en el mundo una mayor participación de la Bondad divina, que siendo creado en el tiempo.

-No, señores (responde el Beato Lulio), porque el mayor bien es el que se impone; y ese mayor bien es la mayor manifestación del poder divino, la cual alcanza su grado máximo en el supuesto de que sea Dios el único ser eterno, y de que creara el mundo en el tiempo.

En consecuencia, el predicho Axioma ha de ser considerado a la luz que irradia estotro: «Diremos que algo es conveniente a un ser inferior, si así lo permite el ser superior o más noble, porque las cosas inferiores deben ser reguladas por las superiores, y no vice versa.»

Habla el Maestro: «Item si omnes partes mundi fuissent ab aeterno, bonitas Dei fuisset magis participativa; sed majus bonum reformat minus, scilicet, major manifestatio divinae virtutis, quae maxime manifestatur per hoc quod Deus solus existens ab aeterno fecit mundum post non esse, nullâ praesuppositâ materiâ.

Unde, ad evitandam talem deceptionem, observa hanc regulam:

Quod aliquid dicatur esse conveniens in inferiori, secundum quod permittit suum superius aut majus, quia inferiora debent regulari secundum sua superiora, et non e converso.» (Introduc. Art. Demonst.; cap. XXX).

5)

Fijemos nuestra atención en el siguiente Axioma: «Como en las cuestiones se inquiere el ser, o no-ser, de las cosas, se ha de concluir que existe todo aquello que conviene con la perfección, y que no existe lo que concuerda con el defecto.»

«Esta regla -dice el P. Pascual- tiene grandísima extensión, porque de todos los términos opuestos, generales o especiales, sobre los que puede proceder nuestro discurso, uno necesariamente conviene con la perfección, y el otro con el defecto.

Y comparando las partes contrarias de la cuestión con algunos de estos términos que les corresponden, precisamente la una concuerda con alguno, y la otra con el opuesto.

Y porque el uno conviene con la perfección, y ésta con el ser; y el otro con el defecto, y éste con el no-ser; se debe concluir aquella parte que conviene con el término o términos que dicen perfección, y dejar la opuesta.

En cuya consecuencia, la cuestión se puede resolver de dos modos, a saber, o comparando expresamente sus partes a la perfección y defecto, o con algunos términos opuestos que respectivamente concuerdan con ellos.

Para practicarse fácilmente la expresada comparación, no hay sino... considerar cualesquiera términos opuestos, generales o especiales, que precisamente... convienen con la perfección, o defecto; y, practicado esto, debe resolver aquella parte que concuerda con alguno o algunos de estos términos que dicen perfección.

Para ejemplo pongo algunos de estos términos: Plenitud, hermosura, difusión, actualidad, propio, natural, intrínseco, necesario, orden, proporción, etc., convienen con la perfección; pero sus opuestos: vacuidad, fealdad, compresión, potencialidad, accidental, artificial, extrínseco, contingente, desorden, improporción, etc., concuerdan con el defecto.» (Examen de la Crisis... II, 30-31).

6)

Según el Axioma de la Mayoridad y Minoridad parece ser que los seres minerales deban pertenecer al reino vegetal; porque no hay duda que el ser que vegeta tiene una mayor perfección que el que no vegeta; pero, según dicho Axioma, de los dos extremos opuestos de la cuestión se ha de concluir el que concuerda con la mayoridad, y dejar el que conviene con la minoridad; por consiguiente, el Descenso luliano nos fuerza a reconocer funciones vegetativas en el ser puramente mineral.

Respuesta.

Este raciocinio se funda en un falso supuesto; pues se funda en que a una criatura cualquiera hay que atribuirle la mayor perfección absoluta, siendo así que solamente hay que atribuirle la mayor perfección relativa.

Sí, hay que atribuir a la criatura la mayor perfección posible, porque el ser creado, en tanto existe, en cuanto imita y es una semejanza de la Divinidad, y Dios es infinito en toda suerte de perfecciones positivas; pero este Axioma tiene, como dijimos, dos cortapisas, que no son para olvidar:

a) toda criatura participa de Dios solamente cuanto se lo permite su capacidad natural;

) toda criatura participa de Dios solamente cuanto se lo permite el orden que ocupa en la escala natural de los seres creados.

Siendo esto así, hay que decir que verdaderamente ha de atribuirse a la criatura la mayor perfección posible, guardando empero (no destruyendo) la diferencia y el orden de las criaturas.

Eacute;ste es el sentido que hemos de dar a las siguientes palabras del Doctor Arcangélico: «Benedictus Deus, quantum potest, assimilat sibi unamquamque creaturam talem, qualis ipsa est;» por las cuales venimos en conocimiento de que al ser creado hay que atribuirle la mayor perfección posible. (Quaest. per Art. Demonst. solub.; cuest. 125, pág. 126).

Ahora bien; es así que, atribuyendo funciones vegetativas al ser mineral, destruimos la diferencia y el orden de las criaturas que existe en la escala de la naturaleza; por consiguiente, la piedra no es vegetal.

«Unde, licet vegetare sit major perfectio, quam non vegetare, non propterea lapidi debet concedi illa perfectio major, quae convenit plantae, quia, si ita esset, non salvaretur differentia et ordo creaturarum. Et propterea creaturae solum convenit illa major perfectio quae est ipsi proportionata.» (Pascual: Vindiciae, I, disert. 1.ª, pág. 14).

7)

Cuestión: «Toda criatura ¿es activa en su género y según el orden que ocupa en la escala natural de los seres creados?» -Sí, señores. La razón de esto es porque de los dos extremos opuestos de la cuestión se ha de concluir el que concuerda con la mayoridad, y dejar el que conviene con la minoridad; mientras a ello no se oponga la diferencia y concordancia de las criaturas, o sea, la relatividad de la perfección que compete a cada criatura según el orden que ocupa en la escala de la naturaleza: dentro de esa relatividad, la perfección de la criatura debe ser, sí, máxima.

Pero el orden que, en la escala de la naturaleza, ocupan los seres creados, no impide, poco ni mucho, que toda criatura sea activa en su género. Por consiguiente, nos vemos forzados a admitir algún tanto de actividad intrínseca hasta en los mismos minerales.

He aquí el alma elementativa, o de los seres minerales, de que Lulio nos habla, y el por qué nosotros llamamos Biología del Reino Mineral a lo que las demás escuelas denominan Cosmología.

Por el mismo argumento afirmaríamos que el alma del hombre es racional, inmortal y libre: ¿cómo no, si a ello no se opone la diferencia y concordancia de las criaturas, y es esto, además, muy conforme al principio, incontestable, de que la criatura participa de la Divinidad en el mayor grado posible?

«Creaturae solum convenit illa major perfectio quae est ipsi proportionata; ut, exempli gratia, quia major perfectio et nobilitas creaturae est, quod sit activa in suo genere et ordine, quam quod non sit activa, ideo dici debet quod creatura in suo genere est activa.

Etiam quia major perfectio est, quod homo sit ex anima rationali informante corpus; et quod sit liber, quam quod non sit: ideo utrumque debet homini attribui.

Ex his facile potest cognosci, quae majoritas perfectionis debet concedi creaturae, salvo ordine sub differentia et concordantia.» (Obra cit., pág. 15).

8)

Los Axiomas no son formas de «apriorismo».

1)

15.- Para conocer el valor de las teorías lulianas no hay que olvidar nunca el origen de donde nacen y el nexo que las une a todas entre sí, pues al Sistema científico luliano le cuadra muy bien el lema de omnia in uno.

Los Axiomas del Descenso luliano ¿son fórmulas a priori? -De ninguna manera.

16.- Recapitulemos. El Descenso tiene su razón de ser en el Ascenso. El primer grado del Ascenso son los sentidos corporales; vienen luego la imaginación y el entendimiento; tercer grado, formación de ideas universales; cuarto, formación de ideas universalísimas; quinto, conocimiento intelectual relativo a objetos puramente espirituales; sexto, formación de Axiomas o primeros principios de la ciencia mediante las ideas universalísimas. Aquí termina el Ascenso.

La última afirmación del Ascenso es la siguiente: Dios es una suma Bondad, Grandeza, Eternidad, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad, Gloria, Diferencia, Concordancia, Principio, Medio, Fin, Igualdad.

17.- Pues bien; esta afirmación, que es la última del Ascenso, es la primera precisamente del Descenso.

El Descenso tiene tres grados:

1) los Conceptos, o Principios, que son Bondad, Grandeza, etc., y sus Definiciones;

2) los Juicios, o proposiciones formadas con los Conceptos;

3) los Axiomas (o primeros principios de la ciencia en el Descenso), que son razonamientos formados con los Juicios.

18.- Ahora bien; los Conceptos del Descenso tienen su origen en el Ascenso; los Juicios nacen de los Conceptos; y, por último, los Axiomas del Descenso nacen de los Juicios.

Siendo esto así, como realmente es, hemos de establecer que los Axiomas del Descenso luliano tienen su origen (mediato, claro está, y remoto) en el primer grado del Ascenso intelectual, o sea, en los sentidos corporales o externos.

Eacute;stas son, y no otras, las líneas generales del Arte Magna Luliana.

19.- ¿Última consecuencia? Sí, los Axiomas del Descenso, que nos ocupan, no son fórmulas a priori, sino clara y terminantemente a posteriori.

Y todo esto probado queda en las páginas anteriores.

20.- He aquí por qué nos asombramos en gran manera ante las palabras de nuestro docto amigo, Dr. D. Jaime Borrás, en su preciosa obrita Espíritu del Beato Ramón Lull, donde afirma que los Axiomas del Descenso son «fórmulas peculiares de apriorismo» (pág. 40); de lo cual deduce consecuencias harto desfavorables para dicho Descenso, que serían verdaderas si el supuesto en que se apoyan se fundase realmente en la verdad. Pero no hay tal.

21.- Nosotros comprendemos perfectamente que quien abre por primera vez un libro del Beato Lulio y da con la Teoría de los Axiomas del Descenso, diga en seguida que tales Axiomas son fórmulas apriorísticas. Pensadores ilustres han caído en ello. Pero quien sabe el punto de partida del Sistema Luliano y el estrecho encadenamiento de todas sus partes, no puede hablar así.

22.- Es muy complejo el Sistema Luliano; tanto o más que las matemáticas o bien un método de solfeo y piano; pero, así como ni en las matemáticas ni en los métodos de solfeo y piano hay nada a priori y arbitrario, así tampoco lo hay en el Sistema científico de nuestro Doctor y Maestro. Quiere esto decir que las diversas partes que integran dicho Sistema hay que estudiarlas con orden, y no al azar, si queremos señalar a cada una el valor que en sí misma tiene en realidad de verdad. En fin; estudiar el Lulismo como se estudian las matemáticas y los métodos de solfeo y piano, es a saber, comenzando por lo primero y no llegar al fin sin pasar antes por el medio.

23.- Las varias partes de que se compone así el Ascenso como el Descenso hállanse explicadas en diversas obras del Beato, no en una sola, ni tampoco por el orden en que las hemos explicado nosotros; pero hállanse todas realmente allí, y de ellas se compone el Ars Magna, como dice repetidas veces el mismo Lulio.

Sin embargo, podemos ofrecer a nuestros lectores la Distinción II del Compendium Artis Demonstrativae (pág. 74-79, tomo III, Maguncia), donde el Maestro enseña, si bien de un modo sintético, a practicar todas y cada una de las partes del Ascenso y del Descenso y por el mismo orden establecido por nosotros. «Continetur traditio regularum... ad speculandum sub compendio, videlicet, in summa, quidquid ordinatum est, dando viam et modum quo debeat Artista ascendere de effectu ad summam Causam et eam contemplari (Ascenso intelectual); et postmodum de ipsa Causa descendere ad effectum, et ipsum effectum secundum suam Causam primariam judicare (Descenso intelectual)

Ars requirit... discurrere... ita quod ab inferioribus incipiant ascendentia de gradu in gradum usque ad primam Causam; et tunc... intellectus humanus contempletur ipsam primam Causam in perfectionibus quas ipsa habet simpliciter in se (Ascenso); postmodum, humano intellectu sic contemplante converso in habitum, descendat ipse intellectus ad inferiora secundum illas impressiones quas recepit contemplative, quo descendente, tunc ratione illarum impressionum magis adhaereat intellectus in judicio de inferioribus in descensu de Causa ad effectum, quam in Ascensu de effectu ad Causam (Descenso). (Lugar citado).

Los textos lulianos no pueden ser más terminantes y decisivos: el Descenso radica en el Ascenso; y, siendo así, no puede afirmarse que los Axiomas del Descenso sean fórmulas apriorísticas.

2)

24.- Basándose en el supuesto que vimos ser falso, del apriorismo de los Axiomas, añade el docto Profesor del Seminario de Palma que los Axiomas del Descenso «en nada conducen al adelanto de las ciencias, sino que las colocarían en un estado estacionario, perniciosísimo al progreso de las mismas.» (Pág. 40-41).

25.- No hay que hablar nunca a bulto. ¿Qué entiende mi docto amigo por la palabra ciencias? Porque sabida cosa es que, en nuestros días, y, sobre todo en el campo heterodoxo, distínguese entre ciencia y filosofía, y niégase que la Filosofía sea ciencia. ¡Lo experimental!: he aquí el campo de la ciencia, dicen hoy día muchísimos escritores. ¡Lo puramente racional o metafísico!: éste es el campo de la Filosofía.

Si es éste el sentido en que habla el Dr. Borrás, la razón está de su parte; porque realmente los Axiomas del Descenso no sirven para las ciencias experimentales. Pero, en este caso, ¿nos será lícito manifestar nuestra estupefacción ante el peregrino supuesto, en quien conoce los libros del Beato, de que el Descenso sea aplicable a las ciencias experimentales?

26.- Tampoco es aplicable el Descenso a todas las cuestiones de la Filosofía, aun tomándola en la acepción de la verdadera ciencia, como realmente lo es; pues, como en todas las ciencias filosóficas, hay verdades de un orden particular y contingente y otras que lo son de un orden universal y necesario, es de advertir -y dicho queda ya en páginas anteriores- que el Descenso luliano tan sólo es aplicable a las cuestiones o verdades de un orden universal y necesario. Lo dice nuestro Doctor y Maestro en términos que no admiten duda. «Sunt quaestiones quae non pertinent ad nostram investigationem, sicut quae sunt circa individua et numerabilia, ut quot sunt lapides circa litus maris? quot sunt species rerum in Universo? et similia, quorum additio vel diminutio non repugnat naturae entis aut veri, nec dicit conveniens aut inconveniens. Sed de iis tantum est humana investigatio, quae adducunt ad conveniens vel inconveniens, vel repugnant naturae entis aut veri, vel necessario concordant; haec autem sunt in quibus praedicatum contradicit naturae subjecti, aut necessario aut convenienter concordat.» (Introduct. Art. Demonst.; cap. 38; tomo III, pág. 34, Maguncia).

27.- Siendo esto así, claro está que los Axiomas del Descenso en nada conducen al adelanto de las ciencias filosóficas en aquella parte que dice relación a lo particular y contingente; pero sí afirmamos que conducen al adelanto de las ciencias filosóficas tocante a las verdades del orden universal y necesario. Si es esto último lo que niega el Dr. Borrás, sírvase darnos sus razones, y las estudiaremos con mucho gusto.

28.- El Beato Lulio enseña que su Descenso conduce al adelanto de las ciencias. Al final del texto copiado últimamente por nosotros, ya hemos podido observar que, según él, nuestro entendimiento se adhiere más fuertemente a las conclusiones del Descenso que a las del Ascenso. La razón es porque -añade- todas las luces que tiene nuestra mente en el Ascenso, las tiene igualmente en el Descenso; pero no al revés, pues, en el Descenso, ilumínase nuestro entendimiento con la lumbre y la virtud de la Causa primera, de lo cual nos vemos privados en el Ascenso. Realmente, como los Conceptos, los Juicios y los Axiomas del Descenso parten de Dios, y no de la criatura, nuestra mente queda como bañada, en el Descenso, por la lumbre y la virtud de la Causa primera; de lo cual nos vemos privados en el Ascenso, ya que los Conceptos, los Juicios y los Axiomas del Ascenso parten de la criatura, y no de Dios, como recordarán nuestros lectores.

Habla el Maestro: «Ratio autem quam hoc ita est, stat in hoc, quia, quidquid virtutis habet intellectus ascendendo, habet similiter descendendo; sed non e converso; quia descendentia imprimunt in se ab intellectu contemplativo primae Causae lumen et virtutem, de quibus in descensu illuminantur potentiae animae de inferioribus judicantes. (Comp. Art. Demonst.; lug. cit.).

29.- El Ascenso tiene su valor científico; lo tiene también el Descenso; pero el Descenso depende del Ascenso, porque no puede ser practicado con fruto, ni con el éxito que de él es dado esperar, sino después de haber sido practicado el Ascenso. En consecuencia, el Descenso nada tiene de apriorístico. Esto es lo que nos dice el Beato en los pasajes transcritos; y por ello nos advierte que todas las luces que tiene nuestra mente en el Ascenso, las tiene igualmente en el Descenso. ¿Cómo no -pensaría Lulio- si el Descenso es inseparable del Ascenso?

3)

30.- Para nosotros es indudable que los Axiomas del Descenso conducen al adelanto de las ciencias en el sentido explicado. He aquí nuestras razones.

¿Cuándo podremos decir con razón que conducen al adelanto de las ciencias? -Sin duda, cuando por medio de ellos obtengamos la verdad que buscamos: ¿cuál es el objetivo de las ciencias, sino hallar la verdad?

31.- Ahora bien; en nuestro humilde sentir, todos los Axiomas del Descenso, o normas criteriológicas para conocer lo relativo al hombre y al mundo, se reducen al siguiente: Todo lo que con verdadera razón conocieres mejor, sepas que Dios lo hizo como Hacedor de todos los bienes. Léanse, si no, con atención todos los Axiomas que Lulio propone, y veráse, con luz meridiana, que, en el fondo de todos ellos, palpita esta máxima de San Agustín, que es el Platón del Cristianismo y el gran Precursor de Lulio. Éste es el optimismo luliano.

32.- Y este Axioma ¿dice verdad? ¿Es ilusorio, o es real y verdadero? Aplicado convenientemente a las cuestiones relativas al hombre y al mundo, ¿hallaremos la verdad que buscamos, o levantaremos con ello castillos suntuosos sobre la movediza arena? -Afirma el Doctor Máximo de la Iglesia, San Agustín, que este Axioma dice verdad, y que no es ilusorio, sino real y verdadero, y muy apto para hallar la verdad relativa al hombre y al mundo; y da en seguida sus razones, las cuales, hasta el presente, no hemos visto por nadie contestadas. He aquí sus palabras: «Puede haber algo en realidad, que con tu razón no penetres; pero no puede dejar de ser lo que concibas con verdadera razón; ni puedes pensar algo mejor en la criatura, que no haya conocido el Artífice de la misma.»

-¿Por qué?

-«Porque -añade el Santo- el alma racional, naturalmente unida a las divinas Razones, de las que pende, cuando dice: Esto se haría mejor que lo otro, si dice verdad, y ve lo que dice, lo ve en aquellas mismas Razones con las cuales dice conexión.» (De Libero Arbitrio; lib. III, cap. 5).

Eacute;ste y otros textos agustinianos son la base inconmovible sobre que se asienta el Descenso luliano del entendimiento, lo que prueba su utilidad, y, en consecuencia, que conduce al adelanto de las ciencias en el sentido restrictivo por Lulio y por nosotros señalado.

33.- En efecto, cuando nosotros afirmamos que existe real y objetivamente en el hombre y en el mundo, todo lo que dice armonía y concordancia con los Conceptos, los Juicios y los Axiomas del Descenso (si esa armonía y concordancia son reales y verdaderas), existe todo aquello en realidad de verdad; ¿y cómo vemos nosotros que existe? -Lo vemos -responde San Agustín- en las divinas Razones, porque el humano entendimiento es la fuerza resultante de unas Esencias-Nociones que son participaciones finitas de las divinas Razones. Lulio es el complemento de San Agustín.

34.- Toda la cuestión relativa a la conducencia del Descenso para el adelanto de las ciencias, consiste en admitir, o no, su dependencia del Ascenso.

El Descenso luliano ¿es una consecuencia y un complemento del Ascenso aristotélico? ¿Sí? Pues, entonces, tiene Lulio sobrada razón: todas las luces que posee nuestra mente en el Ascenso, las tiene igualmente en el Descenso. ¿Por dónde se ha de comenzar? -Por el Ascenso: nunca por el Descenso.

Pero, ¿quiérese que el Descenso sea independiente del Ascenso? ¿Se quiere negar el valor científico del Ascenso? Pretende alguno afirmar que el Descenso es apriorístico? ¿Se tiene la pretensión de comenzar por el Descenso? -Entonces todo cae por su base; el Descenso realmente no conduce al adelanto de las ciencias. Así hablaría un aristotélico; ¿no es verdad? Pues éste es precisamente el lenguaje de nuestro Doctor y Maestro.

35.- Ya hemos visto cómo, en su sentir, una vez practicado el Ascenso, si luego procedemos al Descenso, nuestro entendimiento asentirá más fuertemente a las conclusiones del Descenso que a las del Ascenso; pues bien, ahora nos va a decir, sin ambages, que quienes comienzan por el Descenso no pueden tener tanta sutileza como los que comienzan por el Ascenso: como quien dice, el Descenso no ha de ser apriorístico, al contrario es una consecuencia del Ascenso; añadiendo a continuación, que en esto se engañaron no pocos filósofos de la antigüedad: ¿se referirá nuestro Lulio a los platónicos radicales?

Oídle: «Ou, aquells qui comensen, Sènyer, a les coses generals e devallen a esser subtils en les coses especials sensuals, no poden aver tanta de subtilea com aquells qui comensen en les coses sensuals e pugen esser subtils en les coses generals, e assò esdevé per so car l'enteniment d'aquells qui comensen en les generalitats devalla a les coses sensuals, e l'enteniment d'aquells qui comensen en les coses sensuals, puja a les coses antellectuals; e per assò foren enganats los filosofs en moltes coses sá enrere a esguardament dels maestres qui tracten de philosophía e de teología acabadament e endressada per so car de les coses baxes pujen lur enteniment esser subtil en les coses altes.» (Libre de Contemplació; tom IV, pl. 392; Mallorca, 1911).

§. 8.

Conclusión.

36.- El presente Capítulo, por ser tan largo como es, pide a voces un resumen; además, las materias en él contenidas son de tamaña importancia, que, si las olvidamos, no podremos conocer el valor científico del Sistema Luliano; y para que se graben más y mejor en nuestra memoria, no hay medio más conducente que resumirlas de un modo sucinto, pero completo. He aquí, pues, un bello resumen, tomado del Padre Pascual, que cerrará sin duda, como con broche de oro, nuestra breve exposición del Sistema Científico Luliano en su parte descensiva. Dice así:

37.- «Lo poco que he expuesto de lo mucho que contiene el Arte Luliana es suficiente recomendación para que logre las aceptaciones de sistema útil y conducente; pues tiene principios, combinación de ellos y reglas (Conceptos, Juicios y Axiomas), que es todo lo que se pide para ser cumplido un sistema científico.

38.- Son tan universales los principios (Conceptos), que no hay cosa que quepa en la cognoscibilidad de nuestro entendimiento, que no contengan, envuelvan y penetren totalmente; son reales, porque el ser de todas las cosas consta de los mismos...; son primitivos, porque todo se deriva de ellos...; y finalmente son necesarios, porque precisamente se hallan en todas las cosas.

Las definiciones de estos principios, por las que se conoce respectivamente cada uno de por sí, se manifiestan tan verdaderas, necesarias y oportunas, que no admiten ni dejan dificultad en el modo y forma que se explican y atribuyen a cada uno de ellos.

39.- Sus combinaciones o condiciones (Juicios) se forman conforme a la naturaleza y razón de cada principio, manifestada en su definición, y a la mutua necesaria conexión y habitud que universalmente tienen entre sí; y cada una de estas condiciones, reflexionada a la luz de los fundamentos demonstrativos innegables que he propuesto, queda tan evidente, que no deja el menor reparo contra ella.

40.- Las reglas (Axiomas), como originadas de las definiciones y condiciones, por fundarse en ellas mismas, se demuestran tan firmes, que no pueden flaquear sus máximas: por lo que, observadas, indefectiblemente conducen a la exactitud de la obra que regulan.

41.- Quede, pues, sentado que los fundamentos universales del Método Luliano son científicos y del todo sólidos e infalibles, pues es tan firme su verdad universal y transcendente, que es necesaria e indefectible; de modo que debe verificarse y conservarse según todos sus quilates en todas las cosas respecto de las que son universales y transcendentes, porque lo particular no destruye, antes conserva, su universal, pues todo su ser depende y se funda en él.

42.- Sólo advierto que se repare el orden y conexión del Método Luliano. Sentados los universales principios (Conceptos), se proponen sus definiciones que los declaran y explican, después las condiciones o combinaciones de los principios (Juicios), que son las máximas universales; y finalmente las reglas (Axiomas), que prescriben el recto modo de usar de los dichos fundamentos, y determinan lo que se ha de resolver.

43.- En la aplicación, que es la práctica y uso del Arte (o Descenso del entendimiento), se observa el método demostrativo que en las Matemáticas, las que por esto se suponen exactamente científicas; pues, tomado uno de los fundamentos universales (Conceptos y Juicios), o se compone y mezcla con otros universales, para mayor declaración de lo que se pretende, o se contrae a alguna de sus especies que contiene debajo de sí, y de ésta a otra inferior, hasta llegar al sujeto particular cuya verdad se inquiere. Y este procedimiento es tan notoriamente científico, que para deducir la verdad, no conocida, de los principios o fundamentos conocidos, en que consiste el método verdaderamente demonstrativo, parece que no se puede señalar otro modo tan oportuno ni demonstrativo.» (Examen... II, 44-46).