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ArribaAbajoCanciones




I


ArribaAbajo Este ardor invencible que al verte
al momento en mi pecho se inflama,
este incendio voraz, esta llama,
que deslumbra mi débil razón;

       No es vano apetito  5
      como el de los brutos;
      son, sí, los tributos
      que da el corazón.

   Los suspiros sensibles que exhalo
y que llevan mi aliento amoroso,  10
los pesares, las ansias y el gozo
que se alternan al ver tu beldad;

      No son los deseos
      del deleite impuro,
      sino afecto puro  15
      de la voluntad.

   La alegría, placer y contento
que en angustia, dolor y tristeza
se convierten, al ver tu belleza
causadora de tal aflicción;  20

      son del amor casto,
      por ley del destino,
      a un bien peregrino
      tierna inclinación.

   Ya conoces, mi bien, ya conoces  25
de mi pecho la triste dolencia,
y así debes mirar con clemencia
de este amante infeliz la pasión.

      Si acaso es delito,
      adorar tu cielo,  30
      el tener anhelo
      tu dulce perdón.




II


ArribaAbajo   Largo tiempo mi dueño querido
consagrado te tengo mi amor:

      rigor, rigor parece
      el premio dilatar;
      mi bien, mi bien me debes,  5
      me debes ya premiar.

   Prometiste hacerme felice,
y yo pienso que en ti no hay doblez:

      tal vez, tal vez pudiste
      tu promesa olvidar;  10
      mi bien, mi bien me debes,
      me debes ya premiar.

   Aguardando tal día he vivido
en angustia continua y dolor:

      amor, amor ordena  15
      el premio pronto dar;
      mi bien, mi bien me debes,
      me debes ya premiar.

   Es loable cumplir la promesa
lo más pronto posible, mi bien:  20

      desdén, desdén tan solo
      me brindas sin cesar;
      mi bien, mi bien me debes,
      me debes ya premiar.




III


Salaverry marchando al cadalso


ArribaAbajo   Al suplicio me llevan: la muerte
no me infunde, peruanos, temor;
sólo siento dejar a la Patria
de ignominia cubierta y baldón.

   Al concierto de fúnebre marcha,  5
bala en boca, desnudo el acero,
los secuaces del vil extranjero
me conducen con pausa feroz.
Sus quehaceres la plebe abandona
y la escena terrible desea;  10
la campana fatal clamorea;
compatriotas y amigos ¡adiós!...

   Al suplicio me llevan: la muerte
no me infunde, peruanos, temor;
sólo siento dejar a mi esposa  15
y a mis hijos de herencia el dolor.

   Un consejo vendido al tirano
sin justicia ni ley me condena
porque quise romper la cadena
que a la patria labrara un traidor.  20
Ocho bravos ilustres patriotas
participan del lance funesto,
morirán como yo; mas protesto,
de su muerte y la mía, ante Dios.

Al suplicio me llevan: la muerte  25
no me infunde, peruanos, temor;
sólo siento dejar a la Patria
de ignominia cubierta y baldón.

   No me importa, vencido, la vida;
pero quiero salvar mi renombre  30
y a mis hijos dejarles un nombre
que no cubra su faz de rubor.
No, peruanos, no soy delincuente,
lo sabéis harto bien. Prisionero,
sometido al capricho, yo muero  35
del cobarde, feliz vencedor.

   Al suplicio me llevan: la muerte
no me infunde, peruanos, temor;
sólo siento dejar a mi esposa
y a mis hijos de herencia el dolor.  40

   ¡Caros hijos!... ¡Esposa adorada!...
¡¡Mujer digna de hallar mejor suerte!!...
Cuando sepas de mí, ya la muerte
habrá helado mi fiel corazón.
Sé prudente; mis yerros perdona,  45
y desecha pesares prolijos;
mas que muestres te encargo a mis hijos
de mi historia sangrienta el renglón.

   Al suplicio me llevan: la muerte
no me infunde, peruanos, temor;  50
sólo siento dejar a la Patria
de ignominia cubierta y baldón.




IV


ArribaAbajo ¿Quién me vende que le compro,
quién me vende un corazón?...

      Basta de libros, basta;
      fuera pluma y tintero;
      consumirme no quiero  5
      en más meditación.
      La vida se me gasta
      del tiempo a los estragos,
      sin gozar los halagos
      de una tierna pasión.  10

¿Quién me vende que le compro,
quién me vende un corazón?...

      Mujeres amorosas
      en cuya donosura
      depositó natura  15
      la dicha del varón,
      escuchad, generosas,
      la voz de un infelice
      que entusiasmado os dice
      en férvida canción:  20

¿Quién me vende que le compro,
quién me vende un corazón?...

      El día me fastidia;
      por la noche, mi lecho
      solitario y estrecho  25
      aumenta mi aflicción;
      y me mata de envidia
      la suerte venturosa
      del que tiene una hermosa
      en quieta posesión.  30

¿Quién me vende que le compro,
quién me vende un corazón?...

      Vivir con una bella
      en dulce compañía,
      más grato cada día  35
      mientras mayor unión;
      y ser amado de ella
      con ingenua ternura,
      ¿habrá mayor ventura,
      mayor satisfacción?...  40

¿Quién me vende que le compro,
quién me vende un corazón?...

      Vosotras las trigueñas
      de gracia indefinible,
      de cintura flexible,  45
      y el ojo retozón;
      y vosotras, risueñas,
      las del blondo cabello
      y del nevado cuello,
      oíd mi petición:  50

¿Quién me vende que le compro,
quién me vende un corazón?...

      Un corazón que aprecio
      de las virtudes haga,
      y al calor se deshaga  55
      de mi tierra pasión,
      que ofrezco dar en premio
      de joya tan preciosa,
      amor hasta la fosa,
      eterna adoración.  60

¿Quién me vende que le compro,
quién me vende un corazón?...

      No tengo, no, fortuna,
      mas sé ganar la vida,
      y busco una querida  65
      sin cofres ni blasón.
      Y por si acaso alguna
      a entenderse conmigo
      se decide, prosigo
      mi férvido pregón:  70

¿Quién me vende que le compro,
quién me vende un corazón?...




V


A la tumba de Corbacho


ArribaAbajo   Humilde tumba que abrigas
las cenizas de un peruano
que por lanzar al tirano
murió en la flor de su edad;
permíteme que te adorne  5
con esta pompa mortuoria,
mientras con otra de gloria
te adorna la libertad.

   Con este paño de luto,
igual con la noche oscura  10
de la servidumbre dura
en que gime la nación,
cubriré el túmulo triste
que sobre el cadáver frío
del hombre virtuoso y pío  15
levantó la compasión.

   Y encima dél esta daga,
preludio de la esperanza,
y signo de la venganza,
con impulso clavaré;  20
y esta corona marchita,
que arrancó vil populacho
de las sienes de Corbacho,
bajo la daga pondré.

   Alrededor de ambas cosas,  25
y por los cuatro costados,
en candeleros dorados
que a la vista engañarán,
pondré estas antorchas claras
prendidas en libre fuego,  30
emblemas de las que luego
en el Perú lucirán.

   Y vendré todas las noches,
encubierto y disfrazado,
trayendo el libro sagrado  35
de nuestra Constitución;
y a la luz de las antorchas,
en este campo de muerte,
si algún traidor no me advierte,
leeré con atención.  40

   Estudiaré con esmero
las garantías del hombre,
donde se halla el dulce nombre
de Ley y de Libertad.
Consultaré con los manes  45
de Corbacho, mi ignorancia;
y del hombre la importancia
miraré con claridad.

   Y cuando venga la aurora,
ante la tumba postrado,  50
salir de este odioso estado
de esclavitud, juraré;
y hasta la noche siguiente
del cadáver venerado
del más valiente soldado,  55
tierno, me despediré.




VI


La peruana


ArribaAbajo   Toma pronto la espada, mi dueño,
y en los campos de gloria y de honor
de la Patria romper las cadenas
por precepto te impone mi amor.

   En cadenas la Patria querida,  5
traspasada de fiero dolor,
entre injurias, infamias y afrentas
es de todos oprobio y baldón.
¿Sufrir puedes con frente serena
la ignominia que al hijo del Sol  10
le ha inferido la mano sangrienta
del más fiero y aleve agresor?...
Si su llanto contrista tu pecho,
si sus bienes gozaste cual yo,

Toma pronto la espada mi dueño, etc.  15
y en los campos de gloria y de honor
de la Patria romper las cadenas
por precepto te impone mi amor.

   ¿Borrar puedes la ley que en el pecho
compasiva, natura grabó?...  20
Ella os dice que en bien de la Patria
vida y bienes perder es honor.
No desdigan tus obras las leyes;
no sofoques tu ardiente valor;
y rodeado del humo y del polvo,  25
y al estruendo del fiero cañón,
mil laureles serán recompensa
de tu asiduo trabajo y ardor.

Toma pronto la espada mi dueño, etc.
y en los campos de gloria y de honor  30
de la Patria romper las cadenas
por precepto te impone mi amor.

   En la tierra del Inca querido
la existencia mi ser recibió,
y mis ojos miraron en ella  35
los primeros albores del Sol.
Soy peruana: por eso me aflige
de este suelo la fiera opresión.
Si me quieres y me amas cual dices,
si tu labio verdad me juró,  40
a luchar, a luchar con denuedo
te suplica mi fiel corazón.

Toma pronto la espada mi dueño, etc.
y en los campos de gloria y de honor
de la Patria romper las cadenas  45
por precepto te impone mi amor.

   Ya no existen los héroes valientes
cuyos hechos la fama aplaudió:
¡ya no existen!... Por eso la Patria
de cadenas cargada se vio.  50
Si miraran la afrenta que sufre
de un caudillo por fiera traición,
de su brazo invencible el acero
blandirían al bélico son:
mas por darle renombre murieron,  55
y eso mismo te toca hacer hoy.

Toma pronto la espada mi dueño, etc.
y en los campos de gloria y de honor
de la Patria romper las cadenas
por precepto te impone mi amor.  60




ArribaAbajoLetrillas




I


ArribaAbajo Si tú no me olvidas,
lo mismo haré yo.

   Mi dueño adorado,
mi amor, mis delicias,
con cuyas caricias  5
era afortunado;
a pesar del hado
que nos separó.

Si tú no me olvidas,
lo mismo haré yo.  10

   Desde este retiro,
donde a estar me obliga
mi suerte enemiga,
sin cesar te miro;
y al verte suspiro  15
de pena y dolor.

Si tú no me olvidas,
lo mismo haré yo.

   Recuerdo el instante
que juré en tus brazos  20
con tiernos abrazos
el serte constante;
y hoy, siempre amante,
clamo con fervor:

Si tú no me olvidas,  25
lo mismo haré yo.

   Es larga la ausencia
para los que se aman,
por eso la llaman
del cielo inclemencia;  30
y aunque tu presencia
no aviva mi amor,

Si tú no me olvidas,
lo mismo haré yo.

   A cualquier distancia  35
te amaré rendido;
que si amor fingido
encuentra mudanza,
en firme constancia
mi amor se fundó.  40

Si tú no me olvidas,
lo mismo haré yo.

   Y que emplee el cielo
contra mis amores
todos sus rigores  45
con ansia y desvelo,
siempre con anhelo
clamará mi voz:

Si tú no me olvidas,
lo mismo haré yo.  50




II


ArribaAbajo Prenda mía idolatrada,
recibe mi último adiós.

Mi esperanza feneció;
terminose mi alegría,
la dicha que poseía  5
   fue soñada;
pues, con bárbaro rigor,
ya la fortuna envidiosa
de tu vista deliciosa
   me separa.  10

Prenda mía idolatrada,
recibe mi último adiós.

Daré, pues, curso veloz
al suspiro y al lamento
que del pecho el sentimiento  15
   cruel exhala,
al ver que a mi tierno amor,
entre angustias y pesares,
las exequias funerales
   se preparan.  20

Prenda mía idolatrada,
recibe mi último adiós.

Suavizarás mi dolor
si sepulcro en tu memoria
dieses a mi antigua gloria  25
   ya pasada;
que aún en medio del horror
de la suerte que me espera,
llevaré tu imagen bella
   retratada.  30

Prenda mía idolatrada,
recibe mi último adiós.

¿Olvidarás que por ti
padecí penas atroces?...
¿Serás ingrata a las voces  35
   del que te ama?...
Un imprevisto terror
se apodera de mi mente,
al pensar estar ausente
   de mi amada.  40

Prenda mía idolatrada,
recibe mi último adiós.




III


ArribaAbajo      ¡Ay!... ¿Que dirás, bien mío,
cuando sepas las penas
en que yo vivo?

   En estas soledades,
en este cruel retiro,  5
todo yo soy tormentos,
angustias y martirios,
pensando sólo en verte
e idolatrarte fino.

¡Ay!... ¿Que dirás, bien mío, etc.  10
cuando sepas las penas
en que yo vivo?

   Melancólico, triste,
y en el dolor sumido,
paso días y noches  15
llorando mi destino;
y no halla en parte alguna
mi tierno amor alivio.

¡Ay!... ¿Que dirás, bien mío, etc.
cuando sepas las penas  20
en que yo vivo?

   Si en letargo profundo
yace el mortal rendido
del trabajo y fatiga,
tan sólo yo respiro,  25
turbando de la noche
la quietud con suspiros.

¡Ay!... ¿Que dirás, bien mío, etc.
cuando sepas las penas
en que yo vivo?  30

   En este triste albergue
que escucha mis gemidos,
te ofrezco y te consagro
mi amor y mi cariño,
renovando en mis penas  35
la fe que os di rendido.

¡Ay!... ¿Que dirás, bien mío, etc.
cuando sepas las penas
en que yo vivo?

   Mis ansias amorosas,  40
mis suspiros te envío;
mis ayes y desvelos;
para que, en el abrigo
de tu constante pecho,
repitan mis martirios:  45

¡Ay!... ¿Que dirás, bien mío, etc.
cuando sepas las penas
en que yo vivo?

   Del corazón te mando
penetrantes suspiros,  50
para que de mis males
ellos te den aviso,
que, como lo padecen,
se expresarán al vivo.

¡Ay!... ¿Que dirás, bien mío, etc.  55
cuando sepas las penas
en que yo vivo?




IV


ArribaAbajo   Entregué mi libertad
sin pensar en lo que hacía,
y me tienen noche y día
en una cruel sujeción.
   Sufro vil cautividad;  5
pero a pesar de mis penas
apetezco las cadenas,
no me tengan compasión.

   Con inhumano rigor
me trata mi ingrato dueño,  10
y sólo su airado ceño
aterra mi corazón;
   mas, aunque el mismo dolor
circulara por mis venas,
apetezco las cadenas,  15
no me tengan compasión.

   En medio de su crueldad,
con una sola mirada,
disipa en mi alma angustiada
los tormentos y aflicción.  20
   Si he de ver de su beldad
las claras luces serenas,
apetezco las cadenas,
no me tengan compasión.

   De un inaccesible amor  25
yo mismo conozco el daño:
sin ilusión, sin engaño,
procuro mi perdición;
   pero no tengo valor
para acabar con mis penas,  30
apetezco las cadenas,
no me tengan compasión.




V


ArribaAbajo   Soy un joven desgraciado
sin protección ni fortuna;
infeliz desde la cuna
nací para padecer;
por eso, dueño adorado,  5
bienestar, comodidades,
dichas y felicidades
no te puedo prometer.

   Nada en el mundo poseo,
de todo auxilio privado  10
me encuentro desamparado
y expuesto a calamidad.
   Mudar condición yo creo
ser una cosa imposible,
pues hoy día no es sensible  15
la voz de la humanidad.

   Pero aunque estoy convencido
que ni aún esperanza tengo,
con mi industria me mantengo
en demasiada honradez.  20
   Ésta sólo, bien querido,
te prometo, sin reserva,
si vuestra alma no conserva
el apego al interés.

   De nada el ser poderoso  25
sirve para ser felice,
y al cariño contradice
la avaricia y la ambición.
   Si me amas seré dichoso
y feliz hasta la muerte;  30
y tú debes de esta suerte
corresponder mi pasión.

   Un amor irresistible,
una alma noble y sencilla,
do un maestro sabio semilla  35
de virtud puso tal vez;
   un corazón muy sensible
y una voluntad constante
son, pues, dotes que este amante
pone rendido a tus pies.  40




VIII


ArribaAbajo Estando Delia niña,
cuando a Teófilo vio,
cierto desasosiego
en su pecho sintió:
   y por la vez primera,  5
llena de confusión,
volando fue a su casa
y ansiosa preguntó:

   ¿Cómo viene a ser, madre,
   lo que llaman Amor?...  10

   Miré a un hermoso joven,
él también me miró,
y desde entonces siento
un fuego abrasador;
   la sangre por mis venas  15
circula con hervor,
y acá, dentro del pecho,
me late el corazón.

   ¿Es esto, madre mía,
   lo que llaman Amor?...  20

Siento dulce desmayo,
siento suave dolor,
que al paso que me afligen
me agradan con tesón;
   parece que fallezco  25
de esta dura opresión,
y a tal clase de muerte
la tengo inclinación.

   ¿Es esto, buena madre,
   lo que llaman Amor?...  30

La prudente señora,
riendo, contestó:
Incauta niña, espera,
te diré qué es Amor:
   es un letal veneno,  35
un amigo traidor,
un fiero cocodrilo,
un sangriento león:

   es el cancel de los males
   el que llaman Amor.  40

No les des, ¡ay!, cabida
en tu fiel corazón,
que es tósigo, y mata
con agudo dolor.
   Cuando no conocía  45
su influjo seductor
era, cual tú, dichosa,
mas hora no lo soy,

   porque también yo quise
   saber lo que era Amor.  50




IX


ArribaAbajo Como la tórtola viuda
que, solitaria en el bosque,
lamenta su esposo muerto
a la hora que el sol se esconde,

      así mis amores  5
      lamentan la ausencia,
      y en tristes arrullos
      exhalan su pena,
      mientras vivo lejos
      de mi amada prenda.  10

Sale el Sol, y su luz pura
ilumina a los vivientes;
a todos ellas da vida,
pero a mí me da la muerte.

      Que si yo no miro  15
      tus luces divinas,
      tu rostro gracioso,
      tu amorosa risa;
      de nada, de nada
      me sirve la vida.  20

Si a veces su negro manto
extiende la noche oscura,
desterrando sus horrores
se asoma la blanca Luna.

      Pero a las tinieblas  25
      que cubren a mi alma
      no hay quien las disipe
      con sus luces claras,
      pues mi mal terrible
      no tiene esperanza.  30




X


ArribaAbajo Mi afecto debes
corresponder.

Hete contado,
preciosa Inés,
cuánto te adoro,  5
cuánta es mi fe;
y en recompensa,
fina y cortés,

mi afecto debes
corresponder.  10

¡Bajas los ojos!...
¡callas!... ¿por qué?...
Amar, querida,
delito no es.
¿Dudas?... Pregunta,  15
sabrás que, fiel,

mi afecto debes
corresponder.

Todo viviente
ama, mi bien:  20
la planta, el bruto,
y el mudo pez;
y tú no siendo
de risco cruel,

mi afecto debes  25
corresponder.

¿Eres muy niña?...
Cierto, lo sé;
pero ya sientes
de amor la sed;  30
y de su néctar
para beber,

mi afecto debes
corresponder.

Late tu pecho  35
cuando me ves,
y se colora
tu hermosa tez,
estos indicios
te avisan que  40

mi afecto debes
corresponder.

A un lado deja
la timidez,
que amor da dichas,  45
gloria y placer.
Así, bien mío,
por tu interés,

mi afecto debes
corresponder.  50

En cuatro días
te enseñaré,
sin gran trabajo,
lo que es querer;
pero ante todo,  55
tierna y cortés,

mi afecto debes
corresponder.

Tener amores
delito no es;  60
sí, de natura,
precisa ley.
Te lo repito,
graciosa Inés,

mi afecto debes  65
corresponder.




XI


ArribaAbajo Bella trujillana
de morena tez,
hechiceros ojos,
labios de clavel,
desde el mismo instante  5
que te vi, te amé;
pero para darte
pruebas de mi fe,

declararme quiero,
y cómo no sé.  10

He determinado,
por más de una vez,
todos mis tormentos
referirte, fiel.
Quiero hablarte, y siento  15
mi semblante arder.
Me animo, recelo,
y en este vaivén

declararme quiero,
y cómo no sé.  20

Si confiar decido
mi afecto al papel,
no sabe la pluma
descifrarlo bien:
que los caracteres  25
de fuego han de ser
para que figuren
mi amorosa sed.

Declararme quiero,
y cómo no sé.  30

En tan duro trance
pídote, cortés,
linda trujillana,
dulce cual la miel,
que tus ojos lean  35
mi cariño, pues
cuando voy a hablarte,
yo no sé por qué,

declararme quiero,
y cómo no sé.  40

Mis suspiros oye;
mi semblante ve;
que ellos te demandan
compasión, merced;
cosas que pedirte  45
yo nunca podré,
porque si te miro,
o si tú me ves,

declararme quiero,
y cómo no sé.  50




XII


ArribaAbajo Cuando el Sol mostraba
su faz en Oriente,
y a todo viviente,
cortés, saludaba;
oí que cantaba  5
una dulce voz:

Gocemos, gocemos
las dichas de Amor.

Indagar quería
que músico fino  10
con tan suave trino
tal cosa decía;
y, a la vista mía,
cantó un ruiseñor:

Gocemos, gocemos  15
las dichas de Amor.

Estaba parado
en una ramita,
a su bella hembrita
diciéndole, osado:  20
Estoy abrazado
de mágico ardor:

Gocemos, gocemos
las dichas de Amor.

Ya el Sol por el cielo  25
avanza en su coche,
y pronto la noche
seguirá de duelo,
esparciendo hielo
por su alrededor:  30

Gocemos, gocemos
las dichas de Amor.

Muy pronto fracasa
la mísera vida;
gocemos, querida,  35
placeres sin tasa,
que todo se pasa
en curso veloz.

Gocemos, gocemos
las dichas de Amor.  40

Y ella no se esconde
ni se muestra esquiva,
que, alegre y festiva,
pïando responde;
seguir corresponde  45
al vendado Dios.

Gocemos, gocemos
las dichas de Amor.

Y en besos lascivos
y halagos picantes,  50
disfrutan amantes
placeres muy vivos,
repitiendo, activos,
con mayor fervor:

Gocemos, gocemos  55
las dichas de Amor.

Si las mismas aves
así aman, mi dueño;
si la vida es sueño,
como bien lo sabes;  60
¿por qué en gustos suaves
no estamos los dos?...

Gocemos, gocemos
las dichas de Amor.




XIII


ArribaAbajo ¡Mal haya cuando estudié!...

Sin tener con qué contar,
sin hogar,
triste, solo y sin querida,
a la mitad de la vida  5
me encuentro ¡fiero pesar!...
¿Y por qué?...
Porque mi tiempo gasté
enumerando guarismos
y formando silogismos.  10

¡Mal haya cuando estudié!

Traducir a Cicerón,
dar razón
de cómo se hace el dilema,
y resolver un problema,  15
no producen un doblón.
A más B
y asserit A, negat E
tienen mi vientre vacío,
mi corazón seco y frío.  20

¡Mal haya cuando estudié!

Si en vez de Esopo y Platón,
y Newton,
el buril tomado hubiera,
el martillo, la tijera,  25
la lezna o el cartabón;
yo bien sé
que estaría en otro pie,
porque teniendo dineros
disfrutara de otros fueros.  30

¡Mal haya cuando estudié!

Entonces la sociedad,
con bondad,
disimulara mis faltas
y me diera pruebas altas  35
de interés y de amistad.
También ¡eh!...
su fascinadora fe
y sus sabrosos placeres
me brindaban las mujeres.  40

¡Mal haya cuando estudié!

Pero sin ese barniz
mi desliz
sería un crimen tamaño;
como mi afecto es engaño,  45
mi pasión, farsa infeliz.
¡Ya se ve!
Como no tengo con qué,
mi voz carece de aliento
para encontrar valimiento.  50

¡Mal haya cuando estudié!

En vano, pues, con tesón
la pasión
mis sentimientos agita;
en vano violenta grita  55
dentro de mi corazón.
¿Mataré
su ardor naciente por qué
sus dichas y frenesí
no se hicieron para mí?...  60

¡Mal haya cuando estudié!

¿Pero siempre he de vivir
sin oír
de esposo y padre los nombres
que se dan a tantos hombres  65
que ni aún saben escribir?...
¿Y esto fue
lo que de aprender saqué?...
Reniego de la experiencia,
maldita sea la ciencia,  70

¡mal haya cuando estudié!




XIV


ArribaAbajo No me mires, Nise,
no me mires, no,
que tus lindos ojos
me matan de amor.

Cuando de mirarme  5
me haces el favor,
venenoso fuego
circula veloz
por todas las venas
de mi corazón.  10
Mi vista se turba;
me falta la voz;
y en dulce desmayo
no sé dónde estoy.

No me mires, Nise,  15
no me mires, no.

Ese rapazuelo
que llaman Amor,
huyendo, sin duda,
de algún hecho atroz,  20
detrás de tus soles
su refugio halló,
y de allí me asesta
sus tiros, traidor.
Bótalo, bien mío  25
bótalo por Dios,

que tus lindos ojos
me matan de amor.

Pero ¡ay!... no cometas
tan villana acción,  30
que basta le otorgues
asilo mejor
dentro de las telas
de tu corazón.
De allí menos males  35
me hará ese feroz;
pero mientras tanto,
¡ay!, por compasión,
no me mires, Nise,
no me mires, no.  40

De las malas artes
del travieso Dios
y sus malos juegos,
no tengas temor,
que a los hombres daña  45
y a las niñas no.
Por cuyo motivo
padeciendo yo,
ingrata y esquiva
ves, sin emoción,  50

que tus lindos ojos
me matan de amor.

Decídete ¡oh Nise!,
de mi ruego en pro,
que tú nada pierdes,  55
aunque gane yo;
pues si te resistes
a mi pretensión,
de día y de noche
clamará mi voz:  60

No me mires, Nise,
no me mires, no,
que tus lindos ojos
me matan de amor.




ArribaAbajoMadrigales




I


ArribaAbajo Segunda vez ya siento acá en el pecho
esa dulce inquietud que sentí un día.
En un tierno deliquio está deshecho
mi triste corazón; y el alma mía
se aniega, a su despecho,  5
en ayes y suspiros,
en angustias y llantos.
¿Segunda vez acertarán los tiros
del cruel Amor a herir el pecho mío
después de penas y dolores tantos?...  10
No cabe duda, pienso,
que aqueste ardor intenso
que no puedo explicar, y este extravío,
si no es un nuevo amor, es desvarío.




II


ArribaAbajo Eres, querida Nise, muy hermosa,
gallarda y hechicera;
pero si te dijera
que he visto otra más linda y más garbosa,
y otra más seductora y más graciosa,  5
creo que no mintiera.
¿Luego con qué derecho has cautivado
mi voluntad rebelde a otras bellezas?...
Con tu talento claro y delicado,
tu genio y tus finezas.  10




ArribaAbajoIdilio



ArribaAbajo En los tiempos de mi infancia,
cuando de amor no sabía,
burlándome, yo decía,
con imprudente jactancia:
   Jamás sentiré el ardor  5
de la flecha de Cupido;
en el estudio embebido
los libros serán mi amor.

La juventud fue viniendo
circundada de delicias,  10
y con sus falsas caricias
fue mi pecho seduciendo.
   Mas pensando en el horror
de sus penas, yo decía:
Aprendiendo noche y día  15
serán los libros mi amor.

¿Qué dichas, pues, nos procura
de Amor el violento fuego?...
Nos quita tiempo y sosiego
y nos llena de amargura.  20
   No quiero, pues, Dios traidor
alistarme en tus banderas;
amo la ciencia de veras;
los libros serán mi amor.

Pero ¡ay de mí!, que al momento  25
en que no amar determino,
un objeto peregrino
deslumbró mi pensamiento.
   Ya del pecho el interior
se abrasa en un fuego activo;  30
ya soy mísero cautivo
y vasallo del amor.

No conozco la alegría;
nada, nada me divierte,
y el descontento me advierte  35
que la voluntad no es mía.
   No tiene el alma valor
para salir de este empeño:
soy esclavo de mi dueño
y vasallo del amor.  40




ArribaAbajoEpigramas




I


ArribaAbajo   Se preciaba una caballero
de ser hombre muy urbano
y que, con sombrero en mano,
saludaba al mundo entero;
a lo cual un compañero  5
le dijo: -mas no de grado-
pues desde que eres casado
ya no te para el sombrero.




II


ArribaAbajo Un solo beso te pido
en pago de mi ternura,
y me dices con frescura
que acceder a mi pedido
te está, Juana, prohibido.  5
   Pero aplica a tus ardides
la vara con que a otros mides,
y dime: ¿si en tu mercado
nada das adelantado,
como adelantado pides?...  10




III


ArribaAbajo ¿A carcajada tendida
de mi joroba te mofas?...
Pues juro por San Cléofas
dejarte, Nise, corrida.
   Una venganza cumplida  5
he discurrido al instante,
y es: ponerte por delante
lo que yo cargo detrás,
y entonces tú me dirás
quien tiene mejor talante.  10




IV


ArribaAbajo Juana se quejaba un día,
después de verse al espejo,
de que en huesos y pellejo
su beldad se convertía.
   La vecina que sabía  5
las gracias de la fulana,
al oír queja tan vana
la dijo: -quedo al oído-
¿si tus carnes has vendido
cómo has de estar gorda, Juana?...  10




V


ArribaAbajo ¿Conque te casas Manuel?
¡Bravo! Servirás a Dios;
y ella servirá a los dos...
Es decir, a ti y a él.




VI


ArribaAbajo Antes que mi amor emprenda
el quererte complacer,
si me quieres con placer
algo debes dar en prenda.
   He visto, pues, tu demanda  5
y yo no la contradigo;
sólo si en contra digo
que antes que yo te dé, manda.