Parte II
El Abad de Condillac en su libro intitulado El Comercio y el Gobierno, explica con mucha exactitud las nociones del valor y del precio de las cosas(14). Precio y valor, dice, son dos cosas distintas; porque el valor es la estimación que hacemos de las cosas, cuya estimación está fundada sobre la opinión que tenemos de su utilidad; como por exemplo los habitantes de la África meridional desprecian el oro, que juzgan inútil, y dan valor al hierro, cuya utilidad reconocen. Por útil, añade, se entiende todo aquello que nosotros creemos, que puede satisfacer nuestras necesidades naturales, o facticias: esto es, lo que satisface aquellas inclinaciones que naturalmente tenemos, o aquellos deseos, e imaginaciones a que estamos habituados. Todas las cosas que nos parecen útiles, tienen valor en nuestra, estimación: y así el fuego y el agua, que por ser tan comunes no tienen precio, tienen valor para nosotros; y si llegan a hacerse raros, no hay cosa alguna que tenga mayor precio, como se ha visto muchas veces en las Ciudades sitiadas.
Algunos creen que el valor de las cosas depende de su abundancia, o carestía; pero los que así piensan, no distinguen entre el fundamento del valor, y lo que le aumenta, o disminuye en nuestra estimación. Un género se llama raro, quando los hombres que le buscan están persuadidos, que no hay de él bastante copia para llenar sus deseos; y al contrario se dice que abunda, quando los hombres piensan que sobra para satistifacer las necesidades de los que le buscan. Es verdad que quando el género es raro, aumenta su estimación y valor, el qual decae mucho quando creemos que es abundante; mas con todo, el fundamento del valor de las cosas es la opinión que tenemos de su utilidad. Por eso nadie estima aquellas cosas que son inútiles, o dañosas por más raras que ellas sean.
Por precio entiende Condillac la estimación relativa de una cosa comparada con otra, cuya comparación se hace en los cambios; por exemplo, si por una arroba de aceyte se diesen dos arrobas de vino, el aceyte sería el precio del vino, y este del aceyte: de suerte que se podría decir, que el aceyte tenía doble precio que el vino; y en esta estimación relativa de unas cosas a otras consiste su precio. De aquí deduce su aserción, que precio y valor son dos cosas distintas: porque si todos abundasen de todas las cosas útiles, todas ellas tendrían valor, y ninguna tendría precio. Pero como en la sociedad humana unos hombres abundan de lo que a otros les falta, la necesidad de permutar sus géneros les puso en la precisión de considerar qual de ellos tenía mayor estimación; y de este modo se introduxo el precio de las cosas.
Supuestas estas nociones, que no son menos ciertas que importantes, veamos ahora de dónde depende el que los hombres estimen mas unas cosas que otras: esto es, de dónde depende el mayor, o menor precio de las cosas. Pero antes debemos hacer una observación, y es, que el trabajo del labrador no es regular que tenga tanto precio como el del artesano(15); porque el hijo del labrador a los siete u ocho años ya está en estado de poder ayudar a su padre, y procurar en parte su sustento; al contrario los artesanos emplean mucho tiempo en el aprendizage. Por lo que si los Artesanos no hallaran mayor utilidad en su trabajo a proporción del tiempo que estuvieron aprendiendo el oficio, de la dificultad, e incertidumbre que hay para llegar a ser hábiles en él, y de otras cosas semejantes: nadie dedicaría sus hijos a las artes. Con que el precio del trabajo de los artesanos ha de ser mayor que el de los labradores, de suerte que equivalga a todas estas circunstancias que hemos dicho, y a otras de este género que son fáciles de conocer.
Ahora pues para determinar el precio de las cosas recurriremos a una inducción de casos particulares muy sencillos y comunes. Si dos fanegas de tierra produxesen igual cantidad de frutos, y con igual trabajo, el precio de estos frutos sería igual(16). Del mismo modo, si dos piezas de paño se hubieran fabricado de la misma lana, y con igual trabajo, tendrían igual precio. Pero si una de ellas, aun siendo la misma calidad de lana, fuese más fina, a proporción del trabajo que costaba más, sería mayor su precio. Luego el precio de las cosas es proporcionado a la cantidad de la tierra, y a la cantidad del trabajo que se emplea en su producción.
Supongamos que una libra de lino trabajada en encaxes finos de Bruselas requiera el trabajo de catorce hombres por un año, o lo que es lo mismo, el trabajo de un hombre por catorce años, el precio de esta libra de lino manufacturado debe ser suficiente para mantener una persona por catorce años, y a más para pagar a los mercaderes que se emplean en su comercio. Y en efecto su precio es suficiente para llenar todos estos objetos. El precio del agua junto a la fuente es ninguno, porque es una materia inmensa, que no se puede agotar; pero en las casas se paga por ella un precio proporcionado al trabajo del aguador. Por estas inducciones, y otras infinitas que fácilmente se pudieran hacer, se conoce claramente, que el precio, o valor intrínseco de las cosas es como la medida de la cantidad de la tierra y de la cantidad del trabajo que se requieren para su producción, atendida la calidad de la tierra y la calidad del trabajo.
Esta opinión que acabamos de exponer, la debemos a Mr. de Chantillon, autor del libro anónimo intitulado Ensayo sobre el Comercio, de quien también tomó el Abad de Condillac gran parte de la obra que hemos citado arriba; y dista mucho de la opinión común que constituye el precio de las cosas en la cantidad de ellas respecta al número de los compradores. Porque dicen vulgarmente los autores económicos, que quando hay mucha abundancia de algún género y son pocos los compradores, baxa notablemente su precio; y al contrario, quando son muchos los compradores y corta la cantidad de las cosas, se aumenta notablemente su precio(17): de donde deducen esta proporción, que el precio de las cosas está en razón compuesta de la directa del número de los compradores y de la inversa de la cantidad de las cosas. Pero aunque sea cierto que en los mercados se establece momentáneamente el precio de las cosas por la abundancia, o carestía de ellas; con todo, en su origen y constantemente se establece por las relaciones que acabamos de exponer. Porque el artesano que por su obra no hallase el valor de su mantenimiento, abandonaría el taller, y se harían raros aquellos géneros, hasta que por su carestía llegase el precio de las manufacturas a igualar el valor del sustento que el artesano necesita. Del mismo modo el labrador que no sacara de sus frutos el precio que corresponde a la cantidad de la tierra que emplea en su producción, y a la cantidad de su trabajo: ocuparía la tierra en otras cosechas, hasta que aquellos productos por su rareza llegasen a tener un precio proporcionado a la cantidad de la tierra y del trabajo que se emplea en su producción. Luego la regla constante para determinar el precio de las cosas es la que nosotros tenemos establecida.
Se puede decir con razón, que la tierra es la materia, y el trabajo la forma de todos los géneros y mercaderías; y como los que trabajan subsisten del fruto de la tierra, por precisión ha de haber alguna relación oculta entre el valor del trabajo y los frutos de la tierra: de donde depende el precio del trabajo(18), que es lo que ahora vamos a explicar. Ya hemos dicho que las tierras pertenecen a un corto número de personas. Pues supongamos ahora para hacer más sencillas estas ideas, que los proprietarios para el cultivo de sus heredades se sirven sólo de esclavos, y que tienen igualmente otros esclavos como sobrestantes, o inspectores para acalorar el trabajo, que del mismo modo tienen otros esclavos artesanos, con sus inspectores también esclavos, para que proporcionen las cosas a sus usos. En este caso los proprietarios habrán de mantener a sus esclavos, y habrán de mantener a las mugeres, e hijos de estos, para en caso de su muerte reemplazar las labores de sus padres. Se ha calculado que el mantenimiento de los hijos que no pueden trabajar, y de la muger cuyo trabajo es de menor producto, vale otro tanto como el mantenimiento del trabajador. Luego al dueño el trabajo del más ínfimo esclavo le costara el doble de su mantenimiento; y este será el precio del trabajo de estos esclavos. Esto es lo que sucede no sólo en muchos establecimientos de la América, sino también en casi todas las Regiones del Asia.
Supongamos ahora que los proprietarios para cultivar sus tierras toman hombres libres a jornal; y que para las artes tienen criados a quienes pagan su jornal, con sus inspectores, o zeladores para acalorar el trabajo, como hemos dicho de los esclavos. En este caso el jornal, sueldo, o ración, no sólo ha de ser suficiente para mantener a los trabajadores, sino también para el sustento de sus familias; por que si no, los hombres libres se mantendrían solteros, y en feneciendo ellos no habría otros que reemplazaran sus trabajos. Con que del mismo modo el precio del trabajo, o jornal de los hombres libres ha de ser el doble de su mantenimiento. En este estado se hallan los jornaleros y criados de todas las naciones de Europa y de muchos otros países.
Supongamos finalmente que los jornaleros, o colonos ajustasen con el proprietario, que, pues en mantener a los trabajadores solía emplear las dos partes de los frutos de la tierra, y la tercera le quedaba libre, ellos le darían esta tercera parte y trabajarían por su cuenta. Este es el caso en que se hallan nuestros arrendadores, o renteros. Supongamos también que los criados artesanos ajustasen con los proprietarios que les diesen lo que solían costar sus obras y ellos trabajarían por su cuenta: que es lo que hacen nuestros artífices. En ambos casos los proprietarios darían por el trabajo de los colonos y artesanos el doble de su mantenimiento. Luego en general se podrá decir, que el precio del trabajo es el doble del mantenimiento del trabajador; y como todos los hombres subsisten de los frutos de la tierra, será el doble de la tierra que se necesita para mantener al trabajador. Por exemplo, necesite un cazador del distrito de media legua quadrada para mantenerse de su caza: el trabajo del cazador será igual en valor a una legua quadrada. Por esto en las Provincias meridionales de la China, donde la tierra produce arroz tres veces al año y da ciento por uno; y donde los hombres van medio desnudos y se mantienen de sólo arroz y agua, bastará tal vez una fanega de tierra para mantener ocho, o nueve habitantes.
Mas hay una notable diferencia entre este último caso, en el que los colonos y artesanos trabajan por su cuenta, y los primeros, en los que trabajan por cuenta del proprietario; porque en estos casos el sueldo es cierto y determinado: pero quando trabajan por su cuenta es incierto e indeterminado, porque unas veces sacarán mayor ganancia del doble de su mantenimiento, y otras menor. En los renteros las pérdidas de unos años se suelen compensar con las ganancias de otros. En los artesanos y las demás clases no es esto tan freqüente sino que lo que un artesano por su habilidad, o destreza gana más del doble de su mantenimiento, esto el otro artesano gana de menos: de suerte que el precio de su trabajo está sujeto a la suerte y a la casualidad. En los mercaderes se ve esto más claro: para que uno se enriquezca desmedidamente, es necesario que quiebren muchos.
Quando nosotros hemos dicho que todas las clases viven al sueldo del Príncipe y de los proprietarios, se ha de entender que viven por lo general a sueldo incierto, y de ahí nace tanta variedad en sus situaciones, o fortunas; lo que con lo dicho no será difícil de entender. Sólo resta hacer una breve reflexión, y es que el precio del trabajo es el doble del mantenimiento del trabajador atendida la calidad del trabajo: por exemplo, el precio del trabajo de un labrador será el doble de su mantenimiento físico: el de un sobrestante el doble de su mantenimiento; pero a este se le habrá de mantener con más comodidad atendida la confianza que de él se hace: el precio del trabajo de un artesano es proporcionado al doble de su mantenimiento, y a más del tiempo de su aprendizage: el de un célebre pintor al doble no sólo de su mantenimiento, sino también de los muchos que se dedicaron a la pintura y no adelantaron para que entre ellos se formase un artífice aventajado. Con estas limitaciones y otras de esta clase se ha de entender la regla que establecemos en general, que el precio del trabajo es igual al doble del mantenimiento del trabajador.
Entre las clases(19) que componen el Estado sólo las de labradores y artesanos producen bienes; las demás, aunque muy necesarias para su felicidad, se llaman con razón clases no producentes. Como nos hemos propuesto en estas Lecciones tratar de los medios de aumentar las riquezas del Estado: hablaremos con especialidad de las clases producentes, y de la de los comerciantes que las ayuda y fomenta, aunque con este motivo digamos también alguna cosa de las otras clases.