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La patria, Caracas y el 19 de abril de 1810

José Félix Díaz Bermúdez





La patria nos convoca en una de sus fechas sublimes... ¡ah... la patria...! ¿Cómo decir todo lo que tú eres?

La patria es eterna, la patria es sagrada, la patria es hermosa, la patria es el honor, la patria es la virtud, la patria es la gloria...

La patria es el ser, es el espacio de vida y sentimientos que une nuestro afecto con la tierra de la que provenimos; es la deidad suprema ante la cual depositamos toda las esperanzas, todos los sacrificios, todos los sueños... ¡la patria!...

La patria es el alma del patriota, para tributarle afanosamente sus esfuerzos y sus luchas; es la sagrada esencia de nuestras vidas, es la suprema resolución de servirle y amarle; es la justificación maravillosa y principal por la que debemos vivir; es la justificación inevitable por la que debemos morir, si fuere necesario.

La patria está aquí al recordar los hechos admirables de la historia del pueblo, como aquel que ocurriera hace ya 200 años, en la plaza mayor de una ciudad modesta de América Española, donde la monarquía ejercía su autoridad a nombre de un Rey.

¡Caracas...! donde fuera cruenta la resistencia contra Losada y Fajardo; ¡Caracas...! donde el valle no se dejaba someter y fuera necesario el transcurrir de casi 20 años de conquista; ¡Caracas...! donde la colonia implantó su cultura de guarnición y templos, pero donde era, sin embargo, pronta y suspicaz la inteligencia del criollo, la reciedumbre de los negros, la soledad del indio, y que apreciara Humboldt, a los pies del avileño cerro, dispuesta a rebelarse contra sus antiguos opresores, amos de toda América.

Vista general de Caracas

Vista general de Caracas finalizando el siglo XIX
(Litografía original)

La ciudad primigenia de la independencia del continente, la que nos diera en medio de sus hijos a Miranda, a Bello, a Rodríguez, a Ribas... pero entre todos y por sobre todos, a Bolívar, el genio del Mundo Nuevo; aquella a la que Sucre tributara en la pampa de Ayacucho, día glorioso, gracias y honores singulares con el apelativo formidable de: «la patria del Libertador... la Ciudad Sagrada...», en sus emprendimientos de ese día de victoria y de salvación. Ayacucho y el manto de Pizarro, para Caracas...

Simón Bolívar

Simón Bolívar
(Ernesto de Samper, Bolívar, 1884)

Aquel 19 de abril en las discusiones del cabildo, ya no sujeto a la voluntad del Gobernador y Capitán General, en el nombramiento de los diputados de los pardos y del clero, José Félix Rivas y Madariaga; en la resolución de Francisco Salias de exigirle a Don Vicente Emparan que cumpliese su deber ante el pueblo; en el arrojo de decirle «No lo queremos» deponiendo de esa forma al primer funcionario del Rey en el Nuevo Mundo conquistado, Caracas se atrevía a iniciar la Revolución de Independencia de toda la América del Sur.

Y son de Caracas los hechos, y son de Caracas las actas, y son de Caracas los manifiestos... Gloria a Bolívar, a Roscio, a Rivas, a Salias, a Espejo, a Madariaga, a Montilla, a Sanz, a Coto Paúl, a Ponte, a Sosa, a Briceño, a Alamo, a Muñoz Tébar, a todos los rebeldes de 1810. Gloria a Miranda que desde lejos los inspira...

De allí salieron las primeras misiones al resto de la Provincias invitando seguir aquel ejemplo; de allí salieron los primeros diplomáticos que solicitaban forjar la libertad al mundo que faltaba. El primer gesto de rebeldía fue de ella, la primera lección de democracia fue de ella; la primera resolución de voluntad y de soberanía, fue de Caracas y de otras ciudades que la secundaron para ser en poco tiempo de la mayoría de las Provincias de la antigua Venezuela, excepto Coro y Maracaibo.

Caracas, el recuerdo, la añoranza, el deber, el sagrario donde depositara para siempre Bolívar su corazón...; y aquella para siempre su recuerdo, sus cenizas, su alma.





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