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1

No habíamos hecho mención de las maestras, que en el tiempo transcurrido desde que se escribió el libro han adquirido más importancia y mejorado su condición económica. También en el ramo de Telégrafos se admiten telegrafistas del sexo femenino, pero sólo como apéndices de sus hermanos o maridos y recibiendo menos retribución que ellos. La novedad de más trascendencia es consentir a las mujeres que aprendan en los Institutos y Universidades y expedirles certificados lo mismo que a cualquier alumno que aprueba una asignatura o termina una carrera; pero aquí la contradicción es mayor que en ninguno de los casos mencionados. A la mujer que estudia se le da un documento que acredita su suficiencia, pero se le prohíbe ejercer la profesión para la que se le reconoce aptitud. La autoridad le dice: te concedo que sabes, pero si aplicas tus conocimientos te perseguiré porque... mando la Guardia civil y obedezco a las preocupaciones.

 

2

Con satisfacción grande señalamos un progreso en la ley civil que concede a la viuda patria potestad. Pero si la justicia triunfa, la contradicción aumenta, porque o con la muerte del marido la mujer adquiere cualidades y aptitudes que antes no tenía, o mientras viva él posee las suficientes para no ser tratada toda su vida como menor, sin poder administrar ni disponer de sus bienes, aunque el esposo infiel los emplee en ofenderla, en dar mal ejemplo a sus hijos, en torcer la justicia si acude a los Tribunales y en hacerla la guerra por mil medios si no se resigna a todo.

 

3

Los que posteriormente han observado el aprovechamiento de las mujeres de los Estados Unidos en los estudios superiores continúan afirmando su aptitud para ellos. Hoy no son sólo discípulas aventajadas, sino profesoras notables las que se distinguen en los centros de enseñanza superior.

 

4

Cartas a los delincuentes.

 

5

En los años transcurridos desde que se escribió este libro, la experiencia ha ido confirmando lo que el raciocinio anticipaba; en Suecia, en Rusia y, sobre todo, en los Estados Unidos las mujeres ejercen la medicina en gran número y con buen éxito.

 

6

Tal vez con el tiempo parezca que hemos pagado tributo a las preocupaciones del nuestro, no queriendo que la mujer aplique las leyes penales. Si así fuese, sírvanos de excusa lo crueles y degradantes que son todavía en la mayor parte de los países, y especialmente en el nuestro, la manera depravadora e inhumana de cumplirlas.

En algunos territorios de los Estados Unidos, las mujeres son ya jurados, habiéndolas llevado allí, lo mismo que a los colegios electorales, con un fin moralizador y la esperanza de poner algún coto a la impunidad, esperanza que no ha sido defraudada. Es decir, que contra lo que parecía natural (tanto se han alejado las leyes y las costumbres de la naturaleza), contra lo que parecía natural, las mujeres, por un sentimiento de justicia más vivo en ellas que en los hombres, han contribuido a la mayor severidad de los fallos, sobre todo cuando se trata de ataques a las personas, absueltas por jueces del sexo masculino que no dejan el revólver ni aun para sentarse en la sala del Tribunal, y que no siempre están a cubierto de las sospechas de venalidad.

Al escribir lo que queda dicho en el texto, confesamos habernos dejado llevar más del sentimiento que consultado a la fría razón y querido alejar conflictos entre la sensibilidad y la conciencia de la mujer antes que buscar garantías de que se hará justicia a los acusados. No se nos oculta que éstos ganarían con que sus jueces se impresionasen y preocupasen mucho al juzgarlos, en vez de la indiferencia con que suelen ser juzgados, casi puede decirse mecánicamente.

 

7

En algunos de los Estados Unidos tienen ya derechos políticos y votan las mujeres, y según informes oficiales y autorizados, con gran ventaja, tanto respecto al decoro y buenas formas en los colegios electorales como para el mejor acierto en la elección. Muchos hombres, no pocos de mérito eminente, que piden derechos políticos para las mujeres angloamericanas es principalmente con el objeto de moralizar las elecciones, y en aquellas en que han tomado parte hasta aquí, parece que, en efecto, han sido elemento moralizador. Como la prueba no tiene ni extensión ni tiempo para constituir experiencia, carece de autoridad decisiva. Además, en los Estados Unidos puede ser buena una cosa, pero sin aplicación a España, cuyas mujeres no tienen hoy la instrucción, el prestigio, el carácter, la firmeza que necesitarían para servir de dique a la depravación criminal que se desborda por lo común donde quiera que se elige un diputado a Cortes, y tememos que, en vez de sanear la atmósfera electoral, se contaminarán con ella. Es posible que se purifique en el porvenir, pero está muy lejano: la pestilencia va en aumento al presente.

 

8

Escribimos para la España de hoy. En otro país y en otro tiempo podrá pedirse y, tal vez con ventaja, lograrse más; pero de todos modos no se logrará el fin sino por los medios indicados, ni el progreso podrá infringir su ley, que es ser lento y graduado.