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La mujer de Jalisco

Concepción Gimeno de Flaquer

Jalisco, que en la época virreinal llevó el nombre de Nueva Galicia, tierra de hombres valientes y de poetas tan inspirados como José Rosas Moreno, segundo estado de la República por su población, es el primero en mujeres bonitas.

Las mujeres de Jalisco elegantes y esbeltas cual la palmera, tienen talle de sílfide, pie de bayadera, arrogancia de diosas. Sus fúlgidos ojos negros como el azabache, son abismos de pasión, asomarse a ellos es sentir vértigo. Cuando relampaguean en sus pupilas la cólera o los celos, no hay rayos olímpicos que tengan su fuerza destructora.

Las jaliscienses poseen una gracia indescriptible; no he conocido mujeres más salerosas que ellas. Son las andaluzas de México, dignas del pincel de Goya y de la pluma de D. Ramón de la Cruz.

Hase dicho de la jalisciense cual de la sevillana, que lleva el puñal en la liga; no, la jalisciense lo lleva en los ojos.

Esfuérzanse muchos en buscar el significado de la palabra tapatía aplicada a la hija de Jalisco; pero es en vano, no hallarán etimología que les satisfaga. Cuando los compañeros de Cortés denominaron tapatía a la hermosa india que se presentó ofreciéndoles tortillas de maíz, querrían decir sandunguera. Si no lo pensaron así los españoles del siglo XVI, lo pensamos los españoles del siglo XIX.

Propongo que el diccionario de la lengua admita como sinónimas las voces tapatía y sandunguera. El andar garboso, el donaire y natural desparpajo de la jalisciense, hacen de ella una mujer adorable. Agregad a sus gracias físicas, nobles cualidades morales. La mujer mexicana se distingue por saber sufrir; pero la mexicana sufre con resignación, la jalisciense con valentía. Dotada de carácter enérgico, de poderosa voluntad y de firme perseverancia, no se abate ante el infortunio, le contempla frente a frente sin declararse vencida. La hija de Jalisco es notable por su valor moral y por su abnegación.

Guadalajara, la ruina de Occidente, puede enorgullecerse de encerrar en su seno mujeres encantadoras. Porque la jalisciense no se contenta con prenderse coquetamente la mantilla española, con saber entrelazar guirnaldas de flores en las negras trenzas de su abundoso cabello, y con manejar hábil e intencionadamente el abanico, la jalisciense pica más alto, vive con el hombre la vida intelectual, recorriendo con él, ilimitadas esferas del espíritu.

La mujer de Jalisco es progresista; ama las innovaciones provechosas, detesta lo rutinario, la retrogradación. Comprendiendo que no se puede establecer el matrimonio de las almas entre individuos de ideas antitéticas, se asocia a la vida moral de su marido, y cuando este regresa de la tribuna o del club, y le refiere algún triunfo, encuéntrase con una mujer de elevado criterio, de inteligencia cultivada, que sabe sentir las satisfacciones de amor propio que él ha sentido.

¡Cuán grato debe ser para un hombre el aplauso inteligente de la mujer amada! La mujer de Jalisco por su cultura, por su clara inteligencia, por su buen gusto para las artes, es amena en su conversación: mientras los hombres de otros pueblos bostezan aburridos en hogares que solo ofrecen hastío, el jalisciense halla mil deleites en su casa, porque la compañera de su vida, es hada prodigiosa que transforma un erial en vergel.

Marcada es la tendencia que se va notando en la mujer de los pueblos hispano-americanos hacia el estudio, pero la mujer de Jalisco, es en la tierra mexicana la primera que ha enarbolado la bandera. No llegan las naciones a un alto grado de progreso, mientras la mujer no ama la instrucción: si el sexo masculino es ilustrado y el femenino ignorante, la mitad de la humanidad vive en tinieblas.

En ningún pueblo de esta República han dado las mujeres tan gigantescos pasos en la senda de la ilustración como en Guadalajara. En esa ciudad hay poetisas y pintoras, y como si esto no fuera bastante acaba de aparecer un grupo de entusiastas damas, que han fundado un templo de la sabiduría, un Partenón donde piensan rendir culto a las bellas letras bajo la égida de Minerva. Con el nombre de la diosa de Atenas inauguraron su círculo literario. Feliz ha sido la elección de Minerva para presidir torneos artísticos, justas intelectuales y pugilatos científicos. La poética imaginación de los griegos no ha producido nada superior a la creación de esta diosa.

Palas o Minerva reúne todos los méritos, todos los encantos, todas los virtudes. En ella se personifica la belleza, la sabiduría y el valor. Nace armada, no para lanzarse a la guerra, sino para proteger a las ciudades atacadas injustamente y para moderar los ímpetus belicosos de Marte; su escudo es el emblema de la mujer fuerte que sabe resistir, huye de las pasiones porque es la prudencia, la razón serena, que no se perturba jamás; distribuye la victoria porque es justa cual Astrea, su lanza hace brotar el olivo florido de la paz, porque ama las artes que se desarrollan a su sombra, vela por la familia y el hogar porque representa el orden cual Temis y entre sus atributos se ven el esfinge, símbolo de la inteligencia y la rueca, emblema del trabajo femenino, denotando que no son incompatibles las tareas intelectuales y domésticas.

¡Cuán bella alegoría! No es extraño que helenos, etruscos y romanos tributaran tan ferviente culto a la diosa que reúne todos los atributos y perfecciones de las divinidades femeninas.

Las mujeres de Jalisco han denotado una vez más su buen gusto buscando la protección de una divinidad hermosa y austera, prudente y sabia; han revelado su amor al progreso, queriendo ser ilustradas para responder a las exigencias de una era tan culta cual la nuestra.

La ilustración eleva y moraliza; la mujer que tenga el espíritu suficientemente alimentado, no será víctima de la ociosidad, manantial de corrupción, germen fecundo de todo mal.

Proporcionar a la mujer por medio de carreras especiales en armonía con su constitución física, los medios de ganarse decorosamente el sustento, es redimirla de la esclavitud, es salvar su honra amenazada tal vez por la miseria, es dar libertad a su corazón para que no tenga que doblegarse al espantoso yugo de un matrimonio sin amor.

Jamás se había levantado una verdadera cruzada contra la ignorancia de la mujer cual hoy; contará esa gloria más entre sus muchas glorias, el afortunado siglo XIX.

Mientras los nobles de la Edad Media enorgullecíanse de no saber firmar, los príncipes de nuestros días posponen el cetro al laurel apolino.

La reina de Bélgica dirige un periódico titulado La Jeune Fille, siendo sus colaboradoras entre otras aristocráticas damas, la princesa Estefanía y la archiduquesa Valeria. La directora se firma madame Royer. Las emperatrices de Alemania y Austria escriben y pintan.

La reina de Rumanía, conocida con el seudónimo de Carmen Silva, es decir, Cantora de las selvas, acaba de publicar un tomo de versos titulado Maine Ruh (Mi descanso).

La reina Victoria escribe sus Memorias, su bella hija la princesa Luisa envía cuadros a las exposiciones de pinturas, la desgraciada emperatriz Eugenia también ha escrito el diario de su vida que debe ser muy triste, la duquesa de Pomar, publica en París una revista que se denomina L'Aurore, la princesa Clementina de Bélgica escribe con el seudónimo Marthe d'Orey, Eulalia de Borbón casada con el infante Antonio, es notable acuarelista y su hermana la simpática Paz do Borbón, teniendo menos preocupaciones que otras princesas firma sus versos con su augusto nombre. Por eso ha dicho Alfred de Vigny: «Les rois font des livres, maintenent, tant il sentent bien que le pouvoir est la».

La primera aristocracia en nuestros días es la del talento: la corona del genio vale más que una corona imperial.

La entusiasta decisión que por ser ilustrada está manifestando la mujer moderna, hará que no existan hombres ignorantes, es indudable que se avergonzarán de serlo.

¡Hermosa es la ilustración porque es luz, y hermosa la luz porque es mensajera de la verdad!

Celebremos a las mujeres de Jalisco, nuevas sacerdotisas de Minerva, como fueron las aztecas sacerdotisas de la diosa Xochiquetzal. La mujer azteca llevaba con fervor al teocalli las ofrendas consagradas a la interesante Xochiquetzal, que reunía la belleza de Venus, el amor a las artes de Minerva, la castidad de Diana y los atributos de Flora y Cloris; la mujer mexicana prefiere al teocalli al Partenón y adora a Minerva.

¡Aplausos a la mujer de Jalisco iniciadora en la República del progreso femenino! ¡Gloria a la mujer modesta e ilustrada!

México, marzo 11 de 1889.