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La Academia de Niñas de Morelia

Concepción Gimeno de Flaquer

He hablado en otra ocasión, del estado de progreso a que ha llegado la mujer en Jalisco y en Coahuila; réstame hablar de la mujer moreliana.

Los adelantos de la mujer en Michoacán, débense indudablemente a la Academia de Niñas, Academia, a la que presta su mayor atención el digno Gobernador del Estado, el muy honorable General Mariano Jiménez.

El Sr. Jiménez, padre amantísimo y esposo intachable, comprende, que en el orden de la familia se funda la felicidad de las naciones, que la familia es la piedra angular del edificio del Estado, y que el representante de las virtudes de la familia es la mujer, como sacerdotisa del hogar. Ella trasmite la verdad o el error, ella graba con indelebles caracteres en el débil cerebro del niño las nociones del bien o del mal, ella deposita en su corazón el germen de la virtud o el vicio, germen que es siempre fecundo. La mujer propagadora de los sentimientos tiernos, inicia las grandes ideas e inspira los grandes heroísmos.

Destinada la mujer por la naturaleza a ser la primera educadora de los hijos, necesita ser ilustrada, porque la ilustración no solo rasga las densas tinieblas del espíritu, no solo es luz, sino también moralidad.

El salvaje no tiene idea de la moral, porque nadie ha educado sus sentimientos; en el salvaje no existe la conciencia, porque nadie ha desarrollado en él los instintos de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto: por el contrario en la criatura civilizada, despierta rápidamente la conciencia para aprobarle las acciones honradas y reprobarle las malas acciones. Inmensa es la responsabilidad del que corrompe la conciencia de una niña, porque esta, destinada a ser madre, podrá convertirse en corruptora de muchas generaciones.

Uno de los mayores cuidados que ha tenido el Señor Gobernador del Estado de Michoacán, celoso protector de la Academia de Niñas, ha sido la elección de profesores. En esto quedan demostrados una vez más, el talento y la rectitud del Sr. Jiménez. ¿Qué garantía pueden ofrecer los profesores de malas costumbres?

La maestra es después de la madre, la primera influencia moral, la maestra es nuestro mentor y si no sabe guiarnos estamos en peligro de caminar hacia el abismo. La maestra necesita un criterio firme, una voluntad a toda prueba, una gran fortaleza para sostener guerra sin tregua, contra la ignorancia y el error. ¡Cuántas virtudes necesita la maestra! El que tiene que reprender debe ser irreprensible, el que amonesta debe predicar con el ejemplo.

La primera idea del Sr. Jiménez ha sido poner al frente de la importante institución a que me refiero, una maestra dechado de virtudes, que es secundada en sus tareas por maestros honrados e inteligentes.

La escuela es templo; el profesorado, sublime sacerdocio.

El esmero con que ha velado el Sr. Jiménez por el engrandecimiento de la Academia de Niñas, está produciendo excelentes frutos: las mujeres morelianas son cultas.

El Estado de Michoacán debe esperar su esplendor moral de ese centro de instrucción, en donde se formarán madres ilustradas, educadoras de futuras generaciones.

Hase dado mayor latitud a los estudios desde hace dos años, habiéndose aumentado las clases con las muy importantes de teneduría de libros, telégrafos y botánica.

Con la teneduría de libros podrá la mujer que quede viuda, ponerse al frente de los negocios de la casa, sin que sea engañada por un administrador inmoral que podría arruinarla. Con el estudio de la telegrafía adquirirá un empleo bien retribuido, que le librará de la miseria: librar a la mujer de la miseria es salvar su honra; mediten acerca de esta verdad los pensadores. La botánica le servirá a la mujer para estudiar los vegetales útiles a la especie humana, ya aplicados a la medicina, ya a la industria, y le revelará también por medio de la floricultura los secretos de las flores que tanto interesan a su fantasía. Porque las flores, lectoras mías, son seres animados, muy semejantes a las mujeres. La fragancia es en la flor lo que la inteligencia en la mujer, los colores su belleza, el rocío las lágrimas desprendidas de la ternura de su alma. ¿No habéis visto alguna vez a la sensitiva cerrar su corola cuando pasa cerca de ella un caballo? Muchos botanistas han observado el fenómeno de que os hablo: es que la púdica sensitiva cierra su corola asustada de todo ruido inarmónico, ajeno a la dulce tranquilidad que disfrutan las flores, como debe cerrar su oído la joven virgen a toda frase que ofenda el pudor.

La mujer, tan semejante a las flores, no debe desconocer los misterios que se realizan entre el pedúnculo y el cáliz de una azucena, entre la corola y los pistilos de un lirio.

Dedícase gran preferencia en la Academia de Niñas, a la gramática, estudio importantísimo que nos enseña a hablar y a escribir bien.

¡Si vierais, lectoras mías, qué mal efecto les producen a las personas ilustradas los disparates que entretejen en sus conversaciones las mujeres ignorantes! Os aseguro que si yo fuera hombre, me desencantaría la mujer más hermosa si la oía hablar desaliñadamente. Pensad, lectoras mías, que el amor no entra siempre por los ojos, alguna vez entra por el oído.

Un marido puede acostumbrarse a una mujer fea, porque la belleza se parece a los perfumes del tocador, que a fuerza de respirarlos constantemente no se llegan a advertir; pero a lo que no puede acostumbrarse un marido, es a que su mujer le ponga constantemente en ridículo con los barbarismos producidos por su ignorancia. Ya sabéis que el hombre es vanidoso, aunque no lo confiesa, por ser la vanidad pasión femenina. El hombre que se ve en ridículo por su mujer, no puede amarla. Es absolutamente indispensable que la mujer sepa ortografía, para que el novio no se burle de sus cartas.

El hombre a quien se le ofrece un abrazo con h debe rechazarlo. ¡Cuán triste es que no se distinga la carta de una señorita, de la carta de una cocinera!

Os ruego, lectoras mías, que no escribáis cartas si no las sabéis escribir.

Volviendo a ocuparme de la Academia de Niñas, debo decir que la higiene está perfectamente atendida en el establecimiento; para que así fuese invirtió el general Jiménez 20 000 pesos en comprar un local destinado a las escuelas. Ocúpase actualmente el digno protector de la Academia en mejorar la biblioteca.

¡Cuán consolador es que un gobernante fatigado de las tareas del poder, se dedique con entusiasmo a fomentar centros de ilustración para la mujer!

He oído decir al general Jiménez que cuando se halla abrumado por las tareas de su cargo, o triste por los desengaños que le ofrece su experiencia, entra en la Academia de Niñas y al ver el progreso de las educandas se pone de buen humor, porque le parece que de ese templo de la inteligencia ha de irradiar la felicidad de las familias y con ella la felicidad del Estado que tanto ama.

¡Hermosas frases! No pude oírlas sin conmoverme.

¡Mil años de vida y de ventura al gobernante que proteja la ilustración de la mujer, mil bendiciones al honorable protector de la Academia de Niñas!

México, Noviembre de 1889.