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Elogio de José María Soler García con motivo de haber sido distinguido con el «Premio Montaigne»

Gratiniano Nieto Gallo





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«Lo que por sí sólo se alaba no es menester alaballo», dice el dicho popular que cobra especial entidad en el caso que hoy nos congrega, pues las realizaciones y logros que, a lo largo de su vida, ha llevado a cabo José M.ª Soler, hablan de manera elocuente del puesto destacado que hoy ocupa como investigador, de campo y de archivo, cuyo trabajo, bien conocido, le han hecho acreedor al Premio Montaigne 1982 con que hoy se le distingue.

Por esta circunstancia, comprenderéis fácilmente, que haya acogido con satisfacción la oportunidad que la Fundación -«F.V. S.» de Hamburgo y la Fundación «Juan March» me han deparado, de intervenir en un acto que me proporciona la ocasión de rendir público homenaje al amigo y al hombre ejemplar quien, con una vocación ilusionada, ha consagrado su vida a leer e interpretar esas páginas únicas que, en el libro de la Historia, fueron escribiendo los hombres que desde el Paleolítico, han ocupado el fértil y atractivo campo de Villena, que si en la actualidad es conocida por sus industrias y sus vinos, no lo es menos por la serie de descubrimientos que, con tesonera y ejemplar paciencia, ha llevado a cabo la afición ilusionada de José M.ª Soler cuyo nombre, por derecho propio, quedará para siempre vinculado a la Historia de Villena, de la que ha desvelado miles de páginas hasta ahora desconocidas.

José M.ª Soler es uno de esos tipos humanos para los cuales difícilmente se pueden encontrar paradigmas, dada su polifacética actividad.

Para mí, es uno de los pocos ejemplos que sobreviven de aquellos silenciosos eruditos que tantas aportaciones importantes han hecho a la investigación y a la ciencia españolas, merodeando en campos muy diversos, y a los que todavía no se ha hecho público reconocimiento de cuánto han contribuido al mejor conocimiento de nuestras culturas locales y en consecuencia de la Cultura Nacional.

Musicólogo eminente, nos ha dejado un testimonio de su preparación en este campo en sus trabajos sobre «La antigua Capilla Musical de Santiago de Villena», sobre «El polifonista villenense Ambrosio Cotes» y en su «Cancionero Popular Villenense»; de su dedicación al conocimiento de las viejas costumbres e industrias de Villena, son fruto los estudios que ha dedicado a historiar las «Comparsas de Moros y Cristianos» y de la que fue importante industria villenense de relojes de pared, caracterizados por los muñecos mecánicos que se movían al unísono de las horas. La historia particular y general de Villena, ha sido   —12→   también objeto de especial estudio por José M.ª Soler -en trabajos como «Breve Historia de la Prensa local de Villena», «Aportación al estudio del pleito de los Alhorines», y, sobre todo, en su libro Villena, Prehistoria, Historia, Monumentos, nos ha dejado un testimonio de cómo conoce la historia de su ciudad natal en los diversos aspectos que la integran, de lo que así mismo nos dejó buen ejemplo en su «Biografía de los hijos más notables de Villena» y en su «Bibliografía de Villena y su Partido Judicial».

Cualquiera de estos trabajos sería suficiente para acreditar el fervor apasionado que José M.ª Soler siente por su ciudad natal, pero todo ello queda en un discreto segundo término, si se compara con la intensa y fecunda labor que ha llevado a cabo en el campo de la Arqueología, en el cual, sin ser profesional, ha logrado que su nombre figure, por derecho propio, entre los profesionales, y que, como consecuencia, el nombre de Villena se haya incorporado a la bibliografía arqueológica internacional, ya que, algún capítulo de nuestra historia primitiva, difícilmente podría escribirse sin hacer referencia a los trabajos y descubrimientos que José M.ª Soler ha llevado a cabo, los cuales afectan a diferentes momentos y horizontes culturales.

Efectivamente, si repasamos un poco nuestra historia primitiva, tomando como punto de referencia esos documentos -que son los testimonios arqueológicos, podemos constatar que José M.ª Soler ha sido, primero, feliz descubridor de estos monumentos y después, puntual lector e intérprete de los mismos.

Gracias a él, el horizonte histórico de Villena y el de España, se ha ampliado considerablemente. Así vemos que el Paleolítico Inferior, que, hasta el descubrimiento de Soler, -se creía que sólo estaba representado en la región levantina por los yacimientos de Játiva y Alcoy, se amplió con los materiales de la Cueva del Cochino, con útiles musterienses.

En el Paleolítico Superior se creía, hasta hace poco tiempo, que esta zona no había estado habitada y esta afirmación que, por falta de yacimientos conocidos, era comúnmente aceptada, se vino abajo cuando Soler encontró útiles solutrenses en la Viña de Huesa Tacaña.

Para el conocimiento en la región de esa discutida fase cultural que representa el Epipaleolítico, o Mesolítico como Soler prefiere llamar a esta etapa, también ha hecho valiosas aportaciones y estudios.

Los materiales que encontró en Cueva Grande y en la Cueva Chica de Huesa Tallada, así como en el Pinar de Tarruella, en Casa de Lara, en el Arenal de la Virgen y sobre todo en la Cueva del Lagrimal, a los que tantas referencias hacen Tarradell, Fortea y Aparicio, en sus recientes trabajos, son bien representativos de los tipos de sílex que utilizaron aquellos cazadores que representan el enlace con la etapa neolítica.

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Litografía de José María Soler

Retrato del Sr. don José María Soler García litografiado por el Sr. Petro Marco

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En el Período Neolítico, como es sabido, la Península registra nuevas formas de vida, nuevos usos y nuevas costumbres.

De una economía de tipo recolector y cazador, se va a pasar a una economía que estará basada en la agricultura y en la que contarán además, como principales conquistas, el descubrimiento de la cerámica, en cuya invención debió ser la mujer principal protagonista.

Para el conocimiento de esta época, en la que con propiedad se puede aludir a «la pacífica revolución neolítica», José M.ª Soler ha hecho también aportaciones de singular interés. Ello hace que acuciemos al ilustre homenajeado a que, cuanto antes nos regale con la publicación pormenorizada de la Cueva del Lagrimal en la que estoy seguro que aportará datos de singular interés para el estudio del Neolítico, de la etapa que inmediatamente le precede y de la calcolítica que le sigue.

Los yacimientos de Casa Lara y del Arenal de la Virgen, que ya han sido dados a conocer al mundo científico por José M.ª Soler representan hitos fundamentales, de referencia obligada, en el estudio de nuestro neolítico.

El Arenal de la Virgen y Casa de Lara, son demostrativos de que la «cerámica cardial», que se encuentra en la base de esta etapa, no sólo era característica y exclusiva de los yacimientos ubicados en cuevas, sino que se daba también y perfectamente diferenciada, en yacimientos de llanera, (correspondientes a pequeñas aldeas, situadas en zonas llanas y abiertas, emplazadas en lugares favorables como es el que se desarrolló en torno al Arenal de la Virgen, emplazado en los bordes de una laguna, lugar especialmente apto para que pudiera prosperar un incipiente poblado basado en la nueva economía).

Cuando Soler realizó el descubrimiento de «cerámica cardial» en un yacimiento abierto de llanura, causó una conmoción en el mundo científico, para el que constituía aquel hallazgo una singular novedad.

Soler, desde el primer momento, se apercibió la importancia del descubrimiento que acababa de realizar, y con su intuición de «zahorí campero», no vaciló en escribir unas líneas con las que se adelantó proféticamente, a lo que poco después sería contrastado por hechos reales. (Por expresivo, no me resisto a transcribir lo que escribió cuando informó de su descubrimiento: «No es presumible, decía, que este neolítico cardial de llanera sea exclusivo de la comarca villenense. El haber podido localizar sus lugares de habitación permitirá a los investigadores, de ahora en adelante, descubrir nuevos yacimientos de esta cultura en parajes a los que no se había prestado especial atención», predicción que pronto se vio confirmada por el propio José M.ª Soler en el yacimiento de La Macolla en Villena y en otros yacimientos de las provincias de Valencia y Castellón).

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El estudio analítico que Soler ha hecho de los yacimientos por él descubiertos, le ha permitido sumar nuevos argumentos a los puntos de vista expuestos por Aparicio y San Valero, y que ya Pericot había apuntado, en relación con la existencia en la zona levantina de una etapa «protoneolítica» anterior a la de cerámicas impresas, en la que junto a materiales más antiguos encontramos cerámica lisa, a cuyo nivel se superpone la cardial. Esta secuencia que Pericot intuyó, ha sido constatada en Villena por José M.ª Soler, con lo cual se establece una perfecta y lógica continuidad entre las últimas manifestaciones mesolíticas y la etapa neolítica, que se inician por los niveles en que reflejan la más primitiva utilización de objetos de cerámica cardial, luego los niveles en que aparece cerámica con decoración incisa sobre los que apoyan los correspondientes a la etapa metalúrgica.

Con ser importantes las páginas ilustradas por José M.ª Soler referentes a estadios más primitivos de la Historia de Villena, donde ha hecho las aportaciones más espectaculares, sin duda, ha sido en el capítulo correspondiente a la Edad en el que el hombre llevó a cabo otra de las grandes conquistas que tanto había de contribuir al desarrollo de la humanidad: la metalurgia, etapa de singular importancia, ya que representa la incorporación de nuevas técnicas, de nuevos útiles derivados de ellas y de una sociedad que se preparaba para llevar, a sus últimas consecuencias, la transformación que con tan buenos augurios, y con tan importantes logros, se había iniciado en la etapa anterior.

Al momento inicial de esta etapa, que se ha englobado bajo la palabra eneolítico, denominación que muchos propugnamos sea sustituida por la de etapa Calcolítica o E. del Cobre, José M.ª Soler ha dedicado su último trabajo intitulado «El Eneolítico en Villena» en el que estudia catorce yacimientos de los muchos que de este momento auroral de la metalurgia ha descubierto, en donde, además de los niveles correspondientes de Casa de Lara y del Arenal de la Virgen y Cueva del Lagrimal, alude a más de cincuenta yacimientos líticos de superficie, de este momento, demostrativos de la actividad que debieron desarrollar en la zona villenense los primeros prospectores metalúrgicos; actividad que debieron compartir con la agricultura y con la caza, a juzgar por los útiles encontrados, entre los que cuentan como más significativas las ricas series de puntas de flecha de pedernal de talla bifacial y múltiples formas.

Lejos de infatuarse ante tan espectaculares resultados, Soler los presenta con la sencillez y humildad que son innatas a su temperamento y no se resiste a aceptar puntos de vista que a veces no coinciden con los suyos, por entender que su misión ha quedado bien cumplida con tantos descubrimientos como ha hecho, cuya valoración individualizada ha puesto de relieve.

A los descubrimientos anotados hay que sumar los que Soler ha realizado de yacimientos pertenecientes a las etapas media y final de la Edad del Bronce.

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Estos yacimientos son testimonio de una sociedad que había pasado de una economía agrícola y ganadera fundamentalmente, en razón a que ha entrado en posesión de otra de las grandes conquistas que ha realizado la humanidad consistente en el aprovechamiento de los metales.

Al beneficio del cobre nativo sucedió el conocimiento del bronce arsenical primero, y luego aleado con estaño; el perfeccionamiento de la metalurgia trajo como consecuencia el mejoramiento de la agricultura, ya que a mejores herramientas para trabajar el campo el rendimiento de este era mayor; paralelamente se comienza a beneficiar la plata y el oro y es precisamente en este metal, en donde ha sido más impresionante y pródiga la comarca de Villena como veremos.

No es del caso que analicemos aquí si los hallazgos llevados a cabo en el campo de Villena pertenecen a esa cultura que comenzó a desarrollarse en torno al 2000 y que ha sido bautizada con el nombre de C. del Algar o si por el contrario deben incluirse, como Aparicio propugna, dentro del área propia de la Cultura del Bronce Valenciano. Es un problema a discutir entre los especialistas que en nada afecta a la real importancia que tienen los descubrimientos que ha llevado a cabo José M.ª Soler en yacimientos pertenecientes a la época que nos ocupa, en la que no sólo una nueva economía hace su aparición, sino que también aparece una nueva industria y unos tipos nuevos de cerámica sin decorar pero de bella tersura y perfiles, se echan las bases de un incipiente comercio, se desarrolla un tipo de vida urbano, aparecen nuevas costumbres funerarias y hasta nuevas ideas religiosas parecen latir en aquellas gentes que desarrollaron su vida a lo largo de las etapas bien definidas de la Edad del Bronce en su etapa media y final, en las que, como complemento de todo lo anterior, hay que poner de relieve el hecho de que empieza a manifestarse una clara diferenciación en la actividad de los individuos, una inclinación bien definida a vivir en núcleos urbanos y una tendencia bien acusada a organizar la sociedad dentro de unas normas de jerarquía y autoridad, basada precisamente en la necesidad que toda vida urbana tiene de desarrollarse dentro de unas normas que permitan la convivencia colectiva.

Los yacimientos del Peñón de la Zorra, (-arete de plata-), de las Peñicas (-brazalete de oro macizo-), del Cerrico de la Escoba (-espiral de plata con colgante de oro-), de Cabezo de la Casa del Molinico, (-cuenta de aro-) Terlinques y sobre todo de Cabezo Redondo (Tesorillo) y de la Rambla del Panadero (Tesoro) ponen de manifiesto la densidad con que estuvo poblada la zona en la Edad del Bronce.

En Las Peñicas se encontraron los clásicos cuencos de cerámica lisa o decorada con cordones en relieve característicos de la zona: (tinajas, ollas, posibles «pesas de telar»), -dientes de hoz de sílex -testimonio de una actividad agrícola,   —17→   hojas, lascas y núcleos, cuentas de collar de piedra, brazales de arquero y el fragmento de un brazalete del mismo material. También se encontraron botones de hueso con perforación en V, punzones y bellotas calcinadas, etc.

En el poblado de Terlinques encontró Soler testimonios de un hábitat de casas humildes pero significativas de cómo eran las viviendas del momento, (de las que se encontraron hoyos para hincar postes y estos calzados con piedras; en ellos restos calcinados, también se encontraron dientes de hoz, de sílex, molinos de mano de granito, punzones y cuentas de collar de hueso, gran cantidad de sílex en superficie, puntas de flecha de sílex y de bronce, con pedúnculo, brazaletes de arquero y un pendiente de oro, espiral de plata y fragmentos de cobre, moldes, crisoles y martillo acreditativos de conocimientos metalúrgicos; este ajuar se completa con la clásica vajilla de cerámica oscura, lisa a base de cuencos, vasijas carenadas, etc.). De este poblado se ha obtenido una fecha mediante análisis de C 14 que representa junto a la obtenida en el poblado de Cabezo Redondo a que nos referiremos después, un hito fundamental para llegar a desentrañar el problema de la cronología absoluta de la etapa que nos ocupa. C-14 1850 ± 75 a. de J. C.

Pero todos los yacimientos explorados por José M.ª Soler ceden en importancia ante el poblado de Cabezo Redondo el cual es de punto obligado de referencia para cuantos se ocupan de historiar esta etapa.

En Cabezo Redondo se han encontrado una serie de habitaciones hechas con muros de piedra, cuya regularidad ha llevado a algunos a clasificarlos como de época ibérica. En los muros se han encontrado orificios rellenos de madera carbonizada y un trozo de poste sin carbonizar. El techo de estas habitaciones debía ser cañas y barro, con enlucido interior de cal y sostenido por postes, que han dado para este yacimiento las siguientes fechas 1600 ± 55 y 1350 ± 50, que algún investigador ha puesto en duda, pero que ahí están con toda su problemática elocuencia.

El material recogido en las viviendas de este poblado es el habitual en los yacimientos de la misma índole de esta época: (De cerámica, cuencos, ollas y tinajas sin decorar, como singular un vaso geminado, unos fragmentos de cerámica excisa, y varios fusaiolos, de sílex se han recogido las clásicas piezas de hoz, molinos de mano y un brazalete de arquero, de hueso punzones y abundantes restos de fauna: ovejas, cabras, caballos, perros, toro, pescado, etc.) Se han recogido también gran cantidad de cebada carbonizada y de trigo, suelas y cuerdas de esparto de cobre y bronce: puntas de flecha (de aletas y pedúnculo), (punzones), (pasadores) y de oro se encontró un interesante «Tesorillo» integrado por treinta y cinco piezas que pesan 147 gramos, alguna de las cuales tiene singular significación; hallazgo casual que tuvo lugar en 1963, que se salvó gracias a la diligencia   —18→   de José M.ª Soler y que era como el anticipo del extraordinario hallazgo que tuvo lugar a los pocos meses en la «Rambla del Panadero».

El Tesoro del «Cabezo Redondo» se encontró de manera casual, cuando, una excavadora que trabajaba en una cantera abierta en el Cabezo, extraía piedra para una fábrica de yeso. Conocedor del hecho por un joyero de Villena, se puso de inmediato en movimiento José M.ª Soler y pudo recuperar las treinta y cinco piezas de oro que constituyen este Tesoro que hoy se expone en el Museo Municipal «José M.ª Soler» de Villena.

Pero la actuación de Soler no se detuvo en la recuperación del Tesoro; conocedor directo de la importancia científica del poblado se preocupó de la salvaguarda de este evitando su destrucción, y en esta tarea tuve la satisfacción de poder, de lejos, colaborar con él y ayudarle en sus afanes, paralizando los trabajos en aquella cantera que amenazaba con destruir tan importante yacimiento e incoando el expediente para declararle Monumento Histórico-Artístico con lo que su conservación quedaba garantizada. No resultó ciertamente fácil llegar a esta solución ya que ella daba lugar a un evidente enfrentamiento entre los intereses, legítimos sin duda, del que llevaba a cabo la explotación de la Cantera y los que desde el punto de vista cultural tiene el yacimiento, cuya defensa para la sociedad, estaba obligada a hacer la Dirección General de Bellas Artes, lo que no era fácil en un momento en que no existía todavía el ambiente favorable que hoy existe para llevar a cabo resoluciones de esta índole.


El «Tesoro de Villena»

A los pocos meses de haber recuperado el Tesorillo del Poblado de Cabezo Redondo, tuvo lugar el hallazgo del fabuloso Tesoro de la «Rambla del Panadero», universalmente conocido con el nombre de «Tesoro de Villena», impresionante conjunto de cuencos, jarros, brazaletes de oro y de piezas pertenecientes a un posible «cetro», conjunto que constituye uno de los más importantes y significativos «Tesoros» que se han encontrado en España de la época que nos ocupa, el cual ha sido interpretado como el Tesoro de un primitivo Régulo que señorearía la región.

Está integrado por sesenta y siete piezas, de las que sesenta son de oro, tres de plata, una de hierro con damasquinado de oro, una de cerámica y una de hierro de dudosa inclusión en el conjunto. Pesa 9'754 kg.

En razón a que hay una amplia referencia a él en las páginas del programa de este acto, no creo necesario alargarme en exponer lo que allí queda escrito, pero no resisto el no hacer mención de la participación inmediata, directa y especialmente eficaz, que tuvo José M.ª Soler para encontrar y salvar este tesoro, como   —19→   pocos meses antes la había tenido para salvar el del «Cabezo Redondo.»

El hallazgo casual de un brazalete, entre la grava que se utilizaba para la construcción de un edificio en Villena, fue el detonante que hizo estallar la «bomba», esta vez un gran cuenco de cerámica relleno con piezas de oro, que contenía el tesoro más impresionante de esta época que se ha encontrado en España.

Pero para no omitir ningún detalle de las circunstancias que rodearon a este singular hallazgo, nadie mejor puede hacerlo que el propio José M.ª Soler, quien, en la Memoria que publicó, informando al mundo científico de este sensacional descubrimiento, la hacía en los párrafos que literalmente voy a leer, ya que están redactados bajo las primeras impresiones que recibió su descubridor.


Historia del descubrimiento

«Al atardecer del día 22 de Octubre de 1963, una llamada telefónica del joyero D. Carlos Miguel Esquembre, puso en antecedentes de una extraordinaria joya de oro que le había sido mostrada por una mujer de descendencia gitana.»

«Inmediatamente nos personamos en el indicado establecimiento, y no tardó mucho en presentarse la que dijo llamarse Esperanza Fernández García, portadora del brazalete señalado. Según declaró, la joya fue hallazada por su esposo, albañil de profesión, entre las gravas utilizadas para el hormigón de un edificio que se estaba construyendo en la calle de Madrid.»

«Requerida por nosotros la presencia de este albañil, un gitano llamado Francisco Contreras, nos confirmó la declaración de su esposa y nos hizo entrega del brazalete mediante el correspondiente resguardo.»

«Pusimos el hecho inmediatamente en conocimiento del Sr. Alcalde de la población. Don Luis García Cervera, y ante la posibilidad de que el brazalete hubiera sido mutilado por sus inventores o que se hubiese falseado el lugar de su verdadera procedencia, comparecimos al día siguiente, ante el Señor Juez de Primera Instancia e Instrucción, Ilmo. Sr. D. Ramón Escoto, para denunciarle aquellas posibilidades. Las indagaciones comenzaron enseguida y pusieron de manifiesto que el brazalete no había sido encontrado por el gitano Contreras, sino por uno de sus compañeros de trabajo llamando Francisco García Arnedo, quien lo entregó a su capataz Ángel Tomás Martínez en la creencia de que se trataba de una de las piezas que forman parte del engranaje de los camiones que transportaban la gravilla. Así lo creyó también el Sr. Tomás, quien dejó suspendida la joya en lugar visible hasta que pasó a manos del gitano Contreras, cuya esposa la llevó al joyero para que le informase, según dijo, del presunto valor de la pieza.»

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«Un mes después, cuando ya desesperábamos de encontrar circunstancias aclaratorias del extraordinario hallazgo, de nuevo el joyero D. Carlos Miguel Esquembre nos comunicó telefónicamente, la presencia en su establecimiento de otra mujer portadora de un brazalete similar al anterior, aunque menos rico.»

«Encarnación Martínez Morales, que así se llamaba aquella mujer, iba acompañada de su esposo, el transportista de gravas Juan Calatayud Díaz, y ambos aseguraron que la joya había pertenecido a la difunta abuela de Encarnación y que había permanecido durante mucho tiempo en un arcón de la casa.»

«A las catorce horas del mismo día, 26, antes de comparecer ante el Juzgado, se presentó en nuestro domicilio el transportista Juan Carlos Calatayud para confesarnos que el brazalete no perteneció a la abuela de su mujer, como se había declarado, sino que había sido hallado por él mismo en una de las ramblas de las que extraía las gravas que conducía luego a la población.»

«Aseguró que el primer brazalete fue también transportado por él, sin saberlo, al edificio en construcción de la calle de Madrid».

«A pesar de esta declaración, las diligencias judiciales siguieron su curso, y, entre ellas, la de una inspección ocular en una de las ramblas de la sierra del Morrón, señalada por Juan Calatayud como lugar de procedencia de los brazaletes. Esta diligencia fue llevada a cabo el 30 de noviembre de 1963.»

«Tras haber informado a la Dirección General de Bellas Artes, regentada a la sazón por quien tiene el honor de hablaros, se ordenó por ésta telefónicamente, hacer una prospección en el lugar en donde se habían encontrado los primeros brazaletes. Al mismo tiempo se interesó por la citada Dirección, un informe del Delegado de la zona del Servicio Nacional de Excavaciones, Prof. Miguel Tarradell quien, en efecto, dio su autorizada opinión sobre el hallazgo.»






La excavación

«Con los hermanos Enrique y Pedro Domenech Albero, sigue diciendo José M.ª Soler, a los que acompañaban sus respectivos hijos, Enrique y Pedro, comenzamos los trabajos de la excavación de la rambla a las diez de la mañana del domingo 1 de diciembre de 1963.»

«Los informes del transportista Juan Calatayud, habían señalado una zona del cauce, situada al pie de unas ruinas medievales existentes a media ladera del monte inmediato, como posible lugar de aparición del brazalete que recogimos. Pero el Sr. Juez de Instrucción pudo observar, durante la inspección ocular, a unos diez metros aguas abajo de dicha zona, un corte del que había sido extraída gran cantidad de grava, y en los márgenes, algunas ramas frescas de olivo,   —21→   sujetas por piedras que podría ser indicio de haber querido haber dejado señalado aquel lugar. En dicho corte dimos comienzo a nuestros trabajos que presumíamos habrían de ser dilatados.»

«Eran aproximadamente las cinco de la tarde, y en esta ocasión no barruntaban tragedia, tras varias horas de trabajo infructuoso, comenzábamos ya a disponer el regreso, cuando un movimiento de azada de Pedro Domenech Albero, puso al descubierto el canto de un brazalete. A su izquierda yacía otro y ambos descansaban en el borde de una gran vasija que, por las trazas, se hallaba repleta de objetos similares.»

«Vano sería negar la profunda impresión que el hallazgo produjo en todos nosotros. No sólo habíamos conseguido documentar las piezas aparecidas en la población, sino que teníamos ante nuestros ojos un tesoro, fabuloso al parecer y de incalculable trascendencia para el futuro de los estudios prehistóricos. La fuerte tensión a que nos sometió el hallazgo no logró empero hacernos olvidar que era aquella una de las contadísimas ocasiones en que un tesoro de tal naturaleza iba a poder ser exhumado con toda suerte de garantías para su futuro estudio, y hubimos de hacer acopio de serenidad para templar nuestros nervios y los de nuestros excitados colaboradores, cuya explicable vehemencia podría hacer peligrar los resultados que estábamos obligados a obtener de tan excepcional coyuntura.»

«Mientras los chicuelos efectuaban la gestión de ir a buscar un taxi para trasladar el "Tesoro", nos dedicamos nosotros a aislar la vasija para su posterior exhumación, y pudimos comprobar entonces que yacían a su alrededor muchas de las piezas que el tiempo y los elementos habían hecho desbordar.»

«Nunca podremos olvidar, ni creemos que nuestros fieles colaboradores Enrique y Pedro la olviden tampoco, aquella espera dramática en el anochecer del día 1 de diciembre de 1963, ocultos en el fondo de una rambla perdida en hosco paraje del término villenense y a la luz de unas hogueras que hacían brillar, con destellos intermitentes, el oro de unos objetos que habían permanecido ocultos a las miradas humanas durante miles de años.»



«Allí hubiéramos permanecido la noche entera en el caso improbable que la gestión encomendada a los chicuelos no hubiese llegado a feliz término. Pero eran aproximadamente las siete de la tarde cuando alcanzaban la rambla el automóvil de don Alfonso Arenas, a quien se debe en parte la creación del Museo Municipal y el taxis conducido por Martín Martínez Pastor. Con ellos llegaron los dos muchachos que habían realizado su misión con gran celeridad y eficacia y nuestro buen amigo y colaborador D. Miguel Flor Amat, excelente aficionado a la Arqueología y al Arte Fotográfico. A la cámara de Flor se deben los únicos documentos fotográficos del hallazgo in situ». Hasta aquí las primeras impresiones   —22→   que nos ha transmitido José M.ª Soler de este sensacional descubrimiento.

La noticia del hallazgo saltó de inmediato a los medios de comunicación y, de inmediato también, surgieron presiones cerca de la Dirección General de Bellas Artes a fin de que el Tesoro fuera trasladado a Madrid para su conservación.

Entre los especialistas ésta era la opinión predominante y, en un momento en que nadie hablaba de autonomías ni de potenciar los valores culturales autóctonos, nos sentimos más autonomistas que muchos de los que ahora se proclaman como tales, y, tras detenida reflexión, llegamos a la conclusión de que en modo alguno podíamos moralmente privar a Villena de disfrutar del premio, bien merecido, con que se vio coronada una etapa de trabajo, noble y desinteresado, llevado a cabo por José M.ª Soler, so pena de malograr para siempre una actividad ilusionada y llena de eficacia, desarrollada a lo largo de toda una vida la cual había tenido, entre otros frutos, los hallazgos a que me he referido y la creación del Museo Municipal de Villena que hoy lleva su nombre.

Esta consideración por un lado y por otro la necesidad de cumplir con lo que la legislación vigente determina en casos semejantes, nos llevó a resolver de forma que el Tesoro en cuestión, propiedad del Estado, quedara depositado en el Museo Municipal de Villena -ciudad donde se había encontrado bajo la inspección técnica y el cuidado del Estado, siempre que, por parte del Ayuntamiento, se cumplieran una serie de requisitos encaminados a garantizar la conservación y seguridad de las piezas y que se exhibieran en una vitrina fabricada expresamente para esta finalidad; ambas fueron aceptadas y cumplidas por el Excmo. Ayuntamiento de Villena, que estaba regentado a la sazón por D. Luis García, quien, desde el primer momento, prestó su apoyo incondicional para adoptar toda clase de medidas tendentes a cumplir las obligaciones establecidas desde la Dirección General de Bellas Artes.

Ésta es la intrahistoria de este sensacional descubrimiento que, por si no tuviera ya suficientes títulos para que el nombre de José M.ª Soler se inscribiera en las listas de los hombres ilustres de Villena, vino a coronar, no con broche de oro pero sí con cuencos y con brazaletes de oro, una vida consagrada a la investigación y al estudio de la primitiva historia de Villena, la cual se ha iluminado, tomado vida y traspasado las fronteras, gracias al trabajo y al afán ilusionado de este hombre humilde y modesto, pero lleno de ilusión por desvelar páginas desconocidas de su patria chica y que, al hacerlo, ha contribuido, muy eficazmente también, a proyectar luz sobre lo que eran tinieblas en el libro de la Historia de su patria grande.

A pesar de los numerosos que son los logros que he apuntado, todavía quedan otros alcanzados por José M.ª Soler: Sus descubrimientos de yacimientos ibéricos   —23→   y de la época medieval y su estudio sobre el Castillo de Villena permiten seguir la Historia de esta Ciudad hasta días más próximos a nosotros; la serie de importantes publicaciones con que José M.ª Soler ha informado al mundo científico de los hallazgos que ha realizado, se han incorporado, por derecho propio, a la bibliografía especializada y a la de divulgación; por no ocupar más tiempo vuestra atención, no me refiero pormenorizadamente a ellas, limitándome a señalar que sobrepasan el medio centenar.

Lo que he enumerado, justifica la acertada propuesta que en su día hiciera Antonio Tovar al Patronato de la Fundación F.V.S. de que se concediera el premio Montaigne de 1982 a José M.ª Soler, como público reconocimiento a una vida consagrada al descubrimiento, estudio e interpretación de tantas páginas de historia como ha podido reconstruir.

Estoy seguro de que este Premio, que viene a sumarse a otros bien merecidos que posee: Medalla de Oro de Villena, Medalla de Bronce a las Bellas Artes, Premio de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, etc. lejos de envanecerle, le servirán de nuevo estímulo para seguir en la ilusionada y feliz tarea a la que desde hace tanto tiempo se viene dedicando con total desinterés y pleno acierto.

Querido José M.ª Soler: Espero no haber herido tu innata modestia si he puesto de manifiesto una parte de tu vida llena de fecundas realizaciones. Me he atrevido a adentrarme en tu intimidad y a exponerla ante tantos amigos y admiradores tuyos, por lo que nos puede servir de ejemplo y estímulo el contemplar las satisfacciones a que puede llevar una vida vivida con vocación ilusionada: Éste es el ejemplo, magnífico ejemplo, que nos das a cuantos en torno a ti nos congregamos hoy. Mis palabras te llevan el afecto y la admiración de todos. Son también portadoras de nuestras felicitación al Patronato de la Fundación «Juan March», organizadora de esta sesión, y al Patronato de la Fundación «F.V. S.» de Hamburgo, por el acierto que ha tenido al discernir el Premio Montaigne 1982.

Para esta Fundación, que ha sabido valorar tantos méritos como tienes, nuestra felicitación más sincera; nuestra felicitación entrañable, para ti, que ves premiado tu fecundo e ilusionado trabajo con tan preciada distinción.

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Diploma del premio

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Diploma del premio

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Imagen de la entrega del premio

Prof. Dr. Hans-Werner Ludwig, Vizepräsident der Eberhard-Karls-Universität Tübingen,
bei der Überreichung des Preises an Herrn
José María Soler García









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