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De la Conquista a la Independencia

Ernesto Mejía Sánchez






- I -

Volver a los libros que marcaron una vocación del espíritu más que tarea de gratitud, es, pasados los años juveniles de aprendizaje, un modo de examen de la conciencia. La «americanería andante» y el «aseo de América», que Reyes predicaba y ejerció hasta última hora, consiguieron el año 1944 un firmísimo espejo de justicia y de activa sabiduría: De la conquista a la independencia, de Mariano Picón-Salas. Es claro que la obra era y es mucho más que eso. Y para quien llegó a México en aquella fecha, con la cohibida pasión americana de los veinte años, el libro fue más aún: revelación capital, antídoto contra cualquier sentimiento de necia extranjería, primer cerco a la ignorancia. Y veinte años después, como quería el novelón y el señor de las humoradas, viene a ser confirmación premonitoria y excepción de la regla peyorativa a las relecturas. Cómo habrá sido de germinal que ahora se nos vuelve propio testimonio. Tantas ideas, que por años acariciamos personalmente, tienen ahí su origen; cuánto afán abarcador, desmesurado a nuestras fuerzas, sigue siendo ahí paradigma de rigor documental y síntesis clarificadora.




- II -

De la conquista a la independencia es obra bien reeditada y traducida. A sus veinte años puede decirse que guarda la frescura de criterio, la información y el ánimo de gran trazo del primer día. El estilo aquí es el adecuado, no se niega a la brillantez, pero no pretende el deslumbramiento. Y hay en el tema y la palabra que lo conduce un como optimismo generoso, casi sensual, que lo acerca más al ensayo literario que a la acostumbrada historia de la cultura. Amor y pedagogía de buena ley, que tanto nos hace falta y solo de tarde en tarde logramos reunir. Sin embargo, la obra no parece gozar por estos días de la recomendación profesoral ni de la relativa popularidad de obras similares, si bien nadie entre nosotros se atrevería a decir que la ignore. Esto me huele ya al respeto tradicional por el texto clásico. Y yo que la leí más tempranamente y tanto le debo, debía sentirme halagado por tener en mi biblioteca juvenil un libro que todos acatan y que merece tal reconocimiento. Pero, como otras veces, no estoy conforme.




- III -

Y no estoy conforme sino a últimos días. A los días de relectura a que obliga la cátedra anualmente, cuando elegimos los panoramas y manuales que ayuden a la iniciación del novicio. Y advierto que se trata únicamente de Literatura Iberoamericana. Pues bien, no hallo mejor ensayo de historia cultural de los tres siglos coloniales que la obra de Picón-Salas. No quiero incurrir en las odiosas comparaciones, quiero hacer tabla rasa. De Menéndez Pelayo a Anderson Imbert, de Pedro Henríquez Ureña a Luis Alberto Sánchez, de Torres Rioseco a Zum Felde podrán repasar profesores y alumnos, con mayor o menor provecho según el caso, pero no obtendrán el fruto de gran dibujo, de sabiduría cordial y de seguridad expositiva que informa el ensayo de Picón-Salas. Nada más sugerente para el novicio en cuestiones y materias americanas, sean éstas lo más puramente literarias que se quieran, que instalarse en un gran cuadro de síntesis cultural, ni frío ni patético, erudito y sin notas, lejos de toda arbitrariedad ideológica o temperamental. La seguridad de los datos no estorba el discurso. El legado indígena tiene aquí lugar inicial; la empresa española en Indias aparece representada en todos sus aspectos, desde el impacto conquistador hasta las utopías misioneras; las diversas formas del mestizaje; la complejidad barroca; el humanismo jesuita y la avalancha de la Enciclopedia, hasta llegar a la revolución de Independencia. Todo apoyado en los primeros hombres de la creación artística y de la historia de Las ideas; en los movimientos representativos, ya eruditos, y populares; y en una bien discriminada bibliografía y el genio personal. El catedrático y alumno podrán usar el cuadro a su antojo, ampliando o reduciendo algunos enfoques según los intereses particulares; siempre quedará testimonio de la noble mirada abarcadora de toda una patria cultural. Lo más a propósito para comenzar el estudio de las literaturas nacionales y de las personalidades literarias del XIX y del XX. No creo rebajar la obra al recrearla a nivel escolar. Escolares seguimos siendo, y a honra.





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