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165.- Asuntos eclesiásticos. Gran cisma. Concilios de Constanza y Basilea

       Al obtener que Rodolfo de Habsburgo renunciase a las pretensiones sobre territorios italianos, los papas creyeron asegurada la independencia de la Italia; pero los emperadores no cesaron de molestarla. La Francia tomó parte en los asuntos eclesiásticos, consiguiendo que la sede pontificia fuese trasladada a su país, durante lo que se llamó esclavitud babilónica. A Clemente V, que había pasado a Francia, sucedió Juan XXII que estuvo en pugna con Luis de Baviera y con las Órdenes mendicantes, las cuales censuraban con su pobreza el escandaloso lujo de los prelados; Urbino de Casal publicó el Defensor pacis, donde supeditaba el clero al voto del pueblo, mientras que Ockham (334) y otros doctores sostenían los derechos del imperio contra la Santa Sede.
1316
 
 
 
       Benedicto XII fue pacífico y reformador; Clemente VI favoreció demasiado a sus parientes, perturbó la Italia, y adquirió Aviñón como donativo de Juana de Nápoles. Inocencio VI trató de realzar el papado en Italia, adonde Urbano V trasladó nuevamente la sede; pero volvió pronto a Provenza. Gregorio IX, a instancia de Santa Brígida y Santa Catalina de Siena, trasladó su residencia a Roma; pero a Urbano VI, su sucesor, los cardenales le opusieron otro Papa, Clemente VII. Aquí empieza el cisma; durante cincuenta años, la cristiandad estuvo dividida entre dos jefes, que se denigraban y excomulgaban mutuamente, mientras que su autoridad era minada por príncipes y doctores, por libros y sátiras. A la muerte de uno, los cardenales de su obediencia elegían otro que le sucediera; hubo hasta tres papas a la vez, y en vano se convocaban sínodos para reconciliarlos. Fue famoso el concilio de Constanza, que trató de reformar muchos abusos, la corrupción de los frailes, la charlatanería de los predicadores, la sofistería de los doctores, que degeneraba a veces en herejía, como la de los Hermanitos, que pretendían que la Iglesia no existía ya fuera de los frailes mendicantes. Juan Huss había predicado en Bohemia contra las indulgencias y difundido errores, de los cuales quiso hacerle abjurar el concilio, adonde acudió él con un salvo-conducto de Segismundo; pero en vista de que sostenía sus creencias, fue condenado a la hoguera con Jerónimo de Praga.
 
1334
1352
1370
1378
1414
 
Huss
1416
 
   
       En aquel concilio los papas abdicaron, y fue elegido Martín V; luego, para completar las reclamadas reformas, se trasladó el concilio a Basilea. Eugenio IV, elevado entonces a la sede pontificia, aceptó muchas restricciones hechas a su poder en favor de los cardenales, y abrió el concilio con la intención de corregir los abusos; pero pronto los Padres se declararon superiores al pontífice, y éste fue desde aquel momento considerado como cismático. Convocose el concilio en Florencia, donde intervinieron los Griegos, y se realizó la unión de la Iglesia oriental con la latina, unión que duró muy poco. Por renuncia del duque Amadeo de Saboya, que se había hecho elegir Papa con el nombre de Félix V, terminó el gran cisma bajo Nicolás V. Pero quedaba preparado el campo para futuras y más largas divisiones, atendida la superioridad que el concilio pretendía tener sobre el Papa.
1431
 
1439
 
 




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166.- Hussitas. La Hungría

       El suplicio de Huss puso a sus secuaces en abierta revolución en Bohemia, con el nombre de Hussitas, Calixtinos y Taboritas; Juan Ziska los capitaneó contra el rey Segismundo, y la Bohemia fue teatro de horribles represalias. Martín V predicó la Cruzada contra los Hussitas, pero los ejércitos alemanes sufrieron repetidas derrotas, hasta que los sublevados se destruyeron mutuamente, y Segismundo fue admitido como rey, concediendo la libertad de cultos y los privilegios antiguos. Pero en vez de apaciguar al país y reprimir a los Turcos, perdió tiempo y dignidad en Italia.
 
1433
 
1301      Sin embargo, pudo asegurar a su familia el trono de Hungría. Con Andrés III había concluido la dinastía de Arpad, y fue elegido Carlos Roberto, hijo de Carlos Martel, en quien empezó la rama de los Anjou; casándose con Juana, heredera de Nápoles, dio a su segundo hijo Andrés la esperanza de sentarse en aquel trono. Su primogénito Luis le sucedió y adquirió el título de Grande, porque conquistó el reino de Nápoles, quitó Ragusa, Espalatro y Zara a Venecia; reunió en sus manos el gobierno de Polonia y la soberanía de la Bosnia, la Servia, Bulgaria, Moldavia y Valaquia; combatió a los Turcos; fundó una Universidad, plantó las viñas de Tokay, y promulgó buenas leyes.
 
1382
     Su hija María ocupó el trono, aunque durante poco tiempo, pues sus enemigos proclamaron a Carlos de Durazzo, ya rey de Nápoles; murió éste, y la corona fue dada a Segismundo, esposo de la destronada María. Pero ocupado éste en Bohemia y en el Imperio, pudo a duras penas reprimir a Ladislao, hijo de Carlos y rey de Nápoles hostigó a los Venecianos, e indujo a los Estados a declarar la corona hereditaria en la casa de Austria.
       A su yerno Alberto sucedió Ladislao el Póstumo en la Hungría, como en el Austria y en la Bohemia, mientras regía el imperio Federico III, que reinó más tiempo que ninguno de sus predecesores, aunque con debilidad e inepcia. En vano Pío IV, que con el nombre de Eneas Silvio Piccolomini, le había servido de secretario, le aconsejaba que se armase contra los Turcos, a los cuales dejó hacer sus correrías hasta Carniola; concentradas en él las ramas de Austria, Estiria y el Tirol, se retiró a Viena, elevando su Casa al colmo de la grandeza, mientras se arruinaba el imperio.
1440
 
 
 
 
     Carlos el Temerario (cap. 162), dueño de vastísimos Estados, deseaba convertir la Borgoña en reino, y para granjearse la amistad del emperador, casó a su hija única con Maximiliano, hijo de Federico III. Cuando Carlos fue muerto en Murat, debían heredar la corona los hijos de aquella; pero la Francia pretendía muchas provincias; por fin, la mayor parte tocó al Austria, cuya grandeza quedó asegurada desde aquel momento.
       Servía de barrera a los Turcos la Hungría, cuya corona había sido dada a Wladislao I (335), ya rey de Polonia; Juan Huniade (336) venció a los Otomanos en Jaloyaz. Titulándose soldado de Cristo, Juan fue elegido regente de Hungría, y se decidió a reconocer a Ladislao Póstumo; pero muerto este, a la edad de 17 años, la Hungría fue cedida a Matías Corvino, hijo de Huniade; y la Bohemia a Jorge Podiebrado, el cual fue depuesto por el Papa, y sustituido por Ladislao II, hijo del rey de Polonia.
 
1457
 
     Matías Corvino, como su padre, no cesó de combatir a los Turcos, y por otra parte cultivó las letras, reformó la justicia con el Decretum majus, y quiso convertir la Hungría en una segunda Italia.




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167.- Suiza

       La casa de Habsburgo era originaria del país montañoso que constituyó la antigua Helvecia, y que tomó de uno de sus cantones (Schwitz) el nombre moderno de Suiza. La religión había favorecido aquel país. Gall y Sigeberto fueron desde Irlanda a fundar allí abadías, que llegaron a ser después Saint-Gall (337) y Dissentis; una simple ermita se convirtió (338) en el magnífico convento de Einsiedlen; e igual origen tuvieron las ciudades de Zúrich y Lucerna; la celda de un abad fue con el tiempo Apenzell; y fueron centros de población y cultura las abadías de San Mauricio, de Romans-Moutiers, y de San Ursino. En torno de aquellos monasterios construían sus cabañas los pastores; eran cultivados los terrenos; se plantaban viñas, y formábanse comunidades de hombres libres, gobernados por patricios. Los principales, entre estos, eran los señores de Zaringen; habiendo muerto el último de ellos en 1218, las familias aliadas con la casa y dependientes inmediatamente del Imperio, o bien señores eclesiásticos, se repartieron sus dominios. Los Zaringen habían fundado la ciudad de Berna (1191), que fue declarada libre por Federico II, y a la cual acudieron muchos señores del Oberland, de la Argovia y del Uchtland, formando una vasta confederación. Zúrich era gobernada en común. Entre los condes inferiores prevalecían al Sudoeste los de Saboya, en el centro y Septentrión los de Kiburgo, Tokemburgo y Habsburgo. Pero cuando éstos adquirieron el imperio y el ducado de Austria, amenazaron la libertad; por lo cual los cantones campestres de Schwitz, Uri y Unterwalden (339), constituyeron una liga para salvar sus privilegios. En cambio, Alberto de Austria trató de imponerles sus bailes (Gessler, Guillermo Tell), pero al ser asesinado (cap. 164), los libres montañeses osaron oponerse a los caballeros guiados por Leopoldo de Austria, a quien derrotaron en la batalla de Morgarten. Entonces se confederaron otros países, como Lucerna, Glaris y Zug; y los naturales vencieron y dieron muerte a otro Leopoldo de Austria en la batalla de Sempach. Conseguida la paz, los Cantones ordenaron su confederación, y formaron una milicia, que combatió después al servicio de extranjeros, mayormente en Italia.
 
Habsburgo
 
1298
 
1315
1386
 
 
       Por otra parte, en la Retia se habían constituido las ligas de la Grisia, la Caldea, las Diez Derechuras, formando la república de los Grisones. De un modo parecido se emanciparon y coaligaron Apenzell, Lucerna y Saint-Gall, sosteniéndose contra la Francia y el Imperio. Habiendo perdido sus últimas posesiones en Turgovia, el Austria reconoció la libertad de la Suiza. Gravemente amenazó a esta Carlos el Temerario, duque de Borgoña (cap. 166), que llevó allí la formidable artillería con que había hecho temblar a los Países Bajos; hubo sangrientas batallas, pero Carlos fue vencido en Morat y muerto poco después. El inmenso botín recogido sobre su ejército, dispertó el amor a las riquezas, que corrompió la primitiva sencillez y dio margen a hostilidades entre los confederados; de aquí nació el vicio de vender su brazo a los extranjeros. Nicolás de Flüe, piadoso ermitaño, procuró sellar con la paz el fin de aquellas discordias. Los Grisones se confederaron también con los Suizos, a los cuales se habían unido Friburgo, Soletta, Basilea y Schaffhouse, formando trece Cantones, a los cuales se habían asociado Ginebra, Mulhouse, Bienne, Neufchatel y el Valais. Cada uno tenía su constitución propia, siendo distintos su origen, su idioma y sus costumbres, pero se hallaban todos unidos bajo el nombre de república y en el sentimiento de libertad.
1468
 
1476
 
 




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168.- Italia. Tiranos. Vísperas Sicilianas (340). Enrique VII. Roberto de Nápoles

     Transcurrieron 60 años sin que ningún emperador fuese a Italia; circunstancia de que se aprovecharon los Güelfos, por cuanto el país fue rigiéndose, y desarrollándose por sí mismo, mientras que los Gibelinos sentían que no hubiese un tirano que sometiese a los señores militares, e impidiera que «el jardín de Imperio estuviese desierto». En realidad, las repúblicas formadas después de la paz de Constanza, se habían convertido en herencia de príncipes, sucesivamente encumbrados o hundidos según prevalecía tal o cual de los dos partidos, o según la fortuna de tal o cual ambicioso.
       En las Dos Sicilias se había establecido Carlos de Anjou, pero la antigua nobleza aborrecía a los extranjeros que atacaban sus privilegios y alteraban las costumbres del país. Por esto conspiraban, y, en las famosas Vísperas Sicilianas, degollaron a todos los Franceses que se encontraban en la isla. Carlos se armó para la venganza; pero los Sicilianos se habían entregado a Pedro de Aragón, lo cual dio origen a una larga guerra; quedó el reino dividido entre los Angevinos en el continente, y los Aragoneses en la isla, la cual fue, no obstante, separada del reino de Aragón, a favor de Jaime, hijo de Pedro. Después de mutuos manejos y hostilidades, se firmó la paz en Calatobellota, quedando la Sicilia bajo el dominio extranjero. Carlos II, para ganarse el afecto de los Napolitanos, les dio una constitución algo liberal, y adquirió derecho al trono de Hungría por su mujer María. Su hijo Roberto el Sabio fue durante mucho tiempo jefe de los Güelfos y hombre de gran influencia en Italia.
 
 
1302
 
       Los Gibelinos tenían por partidarios a los tiranuelos, sobre todo a los señores de Lombardía, máxime desde que los papas residían en Aviñón. El Milanesado se lo disputaban los Torriani y los Visconti. A su caída, estos incitaron al emperador Enrique VII a penetrar en Italia. Agradó el plan al genio caballeresco de Enrique, y este fue a Italia sin armas ni riquezas, pero sostenido por los grandes señores; reconcilió a los Torriani con los Visconti; se hizo coronar en Milán; asedió a Brescia; favoreció a Pisa contra Florencia, la cual era siempre el cuartel general del partido güelfo; se hizo coronar también en Roma, pero se halló abandonado de sus caballeros y quedó a merced de las facciones, siempre escaso de dinero, pronunciando inútiles condenas contra los Güelfos y Roberto de Nápoles, hasta que murió en Buenconvento.
El Milanesado
 
 
 
1310
1312
1313
     Entonces reaparecieron con más bríos los tiranuelos (Uguccione de la Fagiuola, Castruccio) y todo el país andaba revuelto. En tanto el partido contrario elevaba a Roberto de Nápoles, que a la Apulia añadía el dominio de muchas ciudades del Piamonte, la Provenza, la alianza de los Güelfos y la protección del Papa Juan XXII, el cual, en imperio vacante, le había nombrado vicario. Tenía en contra a la liga de los Gibelinos, capitaneados por los Visconti de Milán y por los Scaligeri de Verona; y contra los Gibelinos se dirigió Bernardo del Poggetto, cardenal legado del Papa.
Luis el Bávaro      Luis de Baviera, tan pronto como prevaleció sobre su émulo Federico de Austria (cap. 164), pasó a Italia fiado en los Gibelinos y se hizo coronar en Milán; pero el Papa le mandó que dimitiese la corona imperial que injustamente llevaba, y lo excomulgó. Sin embargo, Luis siguió adelante, sostenido por Castruccio, tirano de Lucca, y, habiendo sido elegido el anti-papa Nicolás V, se hizo coronar por éste en Roma. Muerto Castruccio, Luis tuvo que retirarse, vendiendo ciudades y dominios y dejando envilecida la autoridad imperial.
1327
 
 
1329
     Prevaleció entonces el partido güelfo; pero las ciudades de Romania, aprovechándose del alejamiento del Papa, se agitaron y sometieron a varios señores, tales como los Malatesta, los Varano, los Montefeltro; o lucharon entre facciones llamadas de los Gozzadini, de los Beccadelli, de los Pepoli. Solo Florencia consolidó la libertad popular.
     Juan de Luxemburgo, rey de Bohemia, que trataba de establecer la Paz (cap.164), fue llamado a oponerse a las exageradas pretensiones del cardenal Poggetto; queriendo complacer a papistas [y] a imperiales, se disgustó con todos, y vendió las ciudades a quien mejor se las pagaba: tráfico escandaloso a que se reducía el oficio de emperador.




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169.- Desórdenes. Nicolás Rienzi

1354      El emperador Carlos IV era hijo del caballeroso rey Juan; pasó a Italia, donde fue adulado, a pesar de su inepcia y de sus vicios. En tanto andaba todo revuelto.
     En Verona, los Scaligeri (341) (Can el Grande) extendían su dominio, y agregaron a su territorio la ciudad de Padua; Mastino aspiró al dominio de toda Italia; pero los Visconti, que se habían hecho poderosísimos en Milán, le quitaron parte de su dominio, con la ayuda de los Venecianos y de los Florentinos. Al mismo tiempo se alzaban los Gonzaga en Mantua, los marqueses de Este en Ferrara, Módena y Parma; los Paleólogos en Monferrato. Amadeo V, tronco de la casa de Saboya en Piamonte (1285-1325), fue creado príncipe del imperio por Enrique VII. Sus sucesores conquistaron a Chieri, Cherasco, Savigliano y Cuneo; y compraron otros países más allá de los Alpes. Amadeo VII el Rojo adquirió a Niza, Ventimiglia, Villafranca y el valle de Barceloneta. Amadeo VIII heredó el Ginebrino, recibió de Segismundo el título de duque y se dejó nombrar antipapa (cap. 165).
       Génova no sabía permanecer en paz, y a cada instante cambiaba de gobierno. Simón Bocanegra fue elegido abate por el pueblo, antes que por los nobles, como era costumbre, por cuyo motivo, éstos se retiraron a sus castillos. Mientras tanto, sus flotas era batidas en el mar de Azov y en la Cerdeña; acobardados, los Genoveses se entregaron a Juan Visconti, pero pronto se desprendieron de él.
1339
 
 
     Cada ciudad tiene su historia particular, de interés local, pero de poca influencia sobre la suerte común.
       Todo iba de mal en peor a causa del modo de ser de los papas; caía en el mayor desprestigio el principio de autoridad; y Roma, al arbitrio de las casas principales, se hundía en la miseria y en la perversión. Semejante situación indignó a Nicolás, hijo de Lorenzo y admirador entusiasta de la antigua república romana; empezó a arengar al pueblo, y sostenido por éste, se convirtió en su tribuno y aspiró a reconciliar la Italia con el papado, y a restaurar la grandeza de Roma como capital del mundo. Su entusiasmo se comunicó al principio a toda la Italia, pero se extinguió pronto; estremeció el rigor con que castigó a varios nobles, y movieron a risa las ceremonias con las cuales creía realzar su propia dignidad; de modo que al fin tuvo que huir. Habiendo recibido entonces del Papa la orden de apaciguar a Roma, el pueblo lo acusó de traidor y le dio muerte. El legado pontificio Egidio Albornoz reunió a los diputados de las ciudades de Romania que había sometido y publicó para ellas las Constituciones egidianas.
 
 
Nicolás Rienzi
1348
1354
 




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170.- Los guerrilleros

       Las incesantes guerras de aquel tiempo favorecieron la formación de compañías mercenarias, con sus respectivos jefes, que militaban a favor de quien las pagase. Las ciudades, dedicadas al comercio, a las artes y a la agricultura, preferían este modo de ataque y defensa. Las primeras guerrillas se compusieron de soldados que, habiendo llegado con los emperadores, al partir éstos, quedaron al mando de sus capitanes, sin el sentimiento de la patria, ni de la humanidad, ni del honor. Compró una compañía Lodricio Visconti, con la cual quiso tomar a sus primos la ciudad de Milán, pero fue derrotado en la batalla de Parabiago. El duque Guarnieri devastó toda la Italia y acumuló once millones. Fray Moriale acostumbró a los suyos a robar y asesinar con orden; exigió gruesos rescates de todas las ciudades de Toscana, hasta que cayó en poder de Rianzi, quien lo mandó decapitar
 
1839
1348
1358      Al frente de estos mercenarios se puso el conde Lando, formando la Gran compañía, que devastó la Italia central e inferior, pero que fue destrozada al fin por los labradores entre las gargantas del Apenino. Estos jefes generalmente eran alemanes, e inglés Juan Acuto, que sirvió al marqués de Monferrato, después al de Pisa contra Florencia, y siguió luego por espacio de treinta años combatiendo por quien le pagaba, e introduciendo útiles innovaciones en los armamentos y en los ejercicios.
     Alberico de Barbiano trató de poner remedio al oprobio de aquella nueva tiranía extranjera, formando con Italianos la compañía de San Jorge, con la cual atacó las bandas extranjeras, y de la cual salieron valientes capitanes, como Jacobo del Verme, Facino Cane, Ottobon Terzo, Braccio de Montone y Sforza Attendolo, los cuales durante algún tiempo fueron árbitros de los destinos de Italia.
     Como no combatían impulsados por la ira, sino sólo por oficio, convenían en hacerse el menor daño posible. El arte de gobernar consistía en encontrar dinero para pagar tropas; y los ciudadanos, no avezados a las armas, se hallaban a veces a merced de cualquier vil mercenario. Los capitanes tenían sistemas propios de táctica y de estrategia; canjeaban los prisioneros, sólo se derramaba sangre por inadvertencia; procuraban hacer prisioneros más bien que matar, y sobre todo economizar los caballos, menos fáciles de reemplazar que los hombres; por fin la guerra fue una especie de torneo, donde se ponían en juego la habilidad, el ingenio, la astucia, más bien que el valor. Quienes salían perjudicados eran los particulares, cuyos campos eran devastados.
       Los Visconti se sirvieron de los guerrilleros para ensanchar sus dominios. Juan Galeazzo (342) quitó de en medio a los Scaligeri y a los Carrareses, hostigó a Florencia, y como contaba con lo más florido de los guerrilleros, aspiró a la corona de Italia; quiso prescindir de la elección popular que, al menos en apariencia, se verificaba cada vez que el trono estaba vacante, y con cien mil florines compró al emperador Wenceslao el título de duque. Juan Galeazzo comenzó la construcción de la Cartuja de Pavía y la catedral de Milán.
1395
 
 
     Su dominio fue dividido entre Juan María y Felipe María; pero de hecho estaba al arbitrio de capitanes aventureros. Felipe María se casó con Beatriz de Tenda, viuda de Facino Cane, y se aseguró de este modo los tesoros, las ciudades y los soldados de éste, llegando sus dominios a extenderse desde el San Gotardo hasta el mar de Liguria, y desde los confines del Piamonte hasta los Estados del Papa. Sombrío y desconfiado, llevó al suplicio a Beatriz; elevó al capitán Francisco de Carmagnola (343), y cuando le hubo utilizado para vencer, lo rechazó. Carmagnola, para vengarse de su señor, formó una alianza con Venecia, con el marqués de Ferrara, el señor de Mantua, los Sieneses, los duques de Saboya y Monferrato, los Suizos y el rey de Aragón. Los Suizos ocuparon la Levantina, abriéndose paso para Italia. Florencia se alzó con Ferrara y Venecia. Felipe llamó en contra de éstos al emperador Segismundo, que no hizo más que complicar la situación, y se volvió a su país después de haberse hecho coronar.
     Carmagnola, que había pasado al servicio de los Venecianos, fue condenado a muerte por éstos. Entonces dirigió la guerra otro capitán, Attendolo Sforza, que dejó un buen ejército a su hijo Francisco, con quien Felipe María casó a su hija natural Blanca. Tuvo por émulo a Nicolás Piccinino, otro aventurero; y Felipe se aliaba tan pronto con el uno como con el otro, en tanto que Italia se arruinaba.
1447      Al morir Felipe sin hijos varones, los Milaneses proclamaron la república; pero Sforza, apoyado en los derechos de su mujer, y sobre todo en su buena espada, sometió a los republicanos y fue uno de los mejores duques de Milán. Supo hacerse respetar de Federico III, que pasó a Italia con las antiguas pretensiones imperiales; se alió con muchas casas dominantes; honró a las artes; devolvió al gobierno el vigor sin la crueldad de los Visconti; fue, en suma, el más afortunado, y puede decirse que el último de los guerrilleros.
República Ambrosiana
 
 
       Para conservar la Italia, se mantenía cierto equilibrio entre los Estados, uniéndose varios contra el que pretendía prevalecer. Francisco Sforza concibió el pensamiento de confederarlos a todos, para excluir a los extranjeros y conservar la paz; y por mediación de fray Simoneto, fue estipulada la Paz en Lodi entre él, Cosme de Médicis, los señores de Saboya, de Monferrato, de Módena y de Mantua, las repúblicas de Venecia, Siena, Luca y Bolonia, el rey Alfonso y el Papa.
Paz de fray Simoneto
1451
 
   
1466      Su hijo Galeazzo María, alentado con el apoyo de los Florentinos y de Luis XI, rey de Francia, su cuñado, rompió la paz, y se mostró tan voluptuoso y cruel, que indignó a todo el país y fue asesinado. Su viuda Bona y el hábil ministro Cicco Simonetta lograron poner en lugar de Galeazzo María a su hijo Juan Galeazzo; pero éste se vio amenazado por los Genoveses, que se sustrajeron a su dominio; por los Suizos, que en Giornico derrotaron a los ducales; por su tío Luis el Moro, que para derribarlo invitó a Carlos VIII, rey de Francia, a una expedición, con la cual principian mayores desastres para Italia.
 
 
1476
 




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171.- Toscana. Los Médicis

       En Florencia, el partido güelfo dominante favorecía la libertad del pueblo disminuyendo el poder de los nobles. Jacobo Gabriel de Gubbio, capitán de la guardia, trató de privarles de los castillos que poseían en un radio de veinte millas al rededor de la ciudad. Fue después tirano de Florencia Gualtero de Brienne, duque de Atenas, que se aprovechó de las pasiones de todos para oprimir a todos. Rodeose de guardias, se alió con los Estenses, los Pepoli y otros tiranuelos, y dominó en nombre de la democracia; pero no tardó en ser arrojado del poder, y aun hoy se celebra aquel acontecimiento el día de Santa Ana. El gobierno fue reorganizado en la forma republicana.
1335
 
1375
     Florencia prosperaba en extremo, a pesar de las discordias civiles, de las epidemias y de la quiebra de los Bardi y los Peruzzi. Aunque aliada de la Iglesia, sabía resistir a las exuberancias del clero y de la Inquisición, y hasta llamaba a los eclesiásticos al tribunal ordinario. Cuando el legado pontificio trató de ocupar a Toscana y excitó contra ésta a las bandas de Juan Acuto, Florencia no vaciló en nombrar a los ocho de la guerra, los cuales mandaron el ejército a Romania y sublevaron a ochenta ciudades, sin temor de las excomuniones; pero el legado Roberto de Ginebra devastó a las ciudades sublevadas; y por último se restableció la paz, merced a la intervención de santa Catalina de Siena.
Los Ciompi      En el interior luchaban las facciones de los Albizzi y de los Ricci; después se sublevó la plebe, dando los cargos y los derechos a los gremios de artes y tomando por jefe a Miguel Lando, honrado hijo del pueblo que puso coto a las violencias; pero pronto los Ciompi (plebeyos) fueron excluidos nuevamente de la señoría, compuesta de cuatro miembros de las artes mayores y cinco de las menores. Maso, de los Albizzi, reprimió la insurrección, desterró a los jefes del pueblo, repuso en sus puestos a los grandes, y durante treinta y cinco años dirigió el Estado con habilidad y valor, introduciendo excelentes reglamentos.
   
1417      A su muerte, levantaron la cabeza las familias proscritas. Juan de Médicis, que se había enriquecido con negocios de banca y había adquirido popularidad, fue elevado al empleo de gonfalonero (alférez), y trasmitió su crédito y autoridad a sus hijos Cosme y Lorenzo. Cosme, no menos experto en las cosas públicas que en las mercantiles, y protector de las letras, vivió con opulencia sin abandonar la vida privada, y eclipsó a los Albizzi, si bien éstos consiguieron hacerlo desterrar. Pero en el destierro adquirió más crédito que nunca, y fue deseado; regresó triunfante, proclamado padre de la patria, y sin subvertir la Constitución fundó la tiranía de la riqueza. Tenía por compañero a Neri Capponi, sutil en los consejos y áspero en las armas, y gracias a su apoyo fue restablecida la tranquilidad en Florencia. Contra Cosme levantose Lucas Pitti, que fabricó el gran palacio en el monte, mientras que en el llano conservaban los Médicis la hermosa pero sencilla casa de la calle Larga. Cosme se rodeaba de sabios y de artistas; fundó una biblioteca, iglesias y piadosas instituciones, sin abandonar sus explotaciones de minas, ni sus negocios; hacía tratos con los príncipes, mayormente con Francisco Sforza, y permaneció treinta años a la cabeza de la república sin ser tirano.
 
1429
 
 
1440
 
1464
 
 
       Pedro, su hijo único, de condiciones muy distintas, reclamó, a consecuencia de algunas quiebras, los capitales prestados, lo que dio lugar a graves desconciertos. Lucas Pitti, a título de restaurador de la libertad, movió guerra a Venecia y a los señores de Romania (batalla de la Molinella). Cuando Lorenzo y Julián sucedieron a su padre como príncipes del Estado, la familia feudal de los Pazzi se conjuró contra ellos con Sixto IV, los Riario y los Salviati. Julián fue muerto. Lorenzo se vio acosado por pontificios y napolitanos, pero supo apaciguarlos. Entonces aumentó en poderío, organizó las magistraturas, conservando las formas republicanas, pero sirviéndose de ellas como instrumento para dominar; extendió la preponderancia de Florencia por toda la Toscana, y mereció el título de magnífico por el esplendor de su corte, frecuentada por lo mejor de Italia. Las artes se desenvolvían en pinturas, mascaradas y representaciones, con las cuales se acusa a Lorenzo de haber preparado a las ciudades para tolerar dominaciones peores que las suyas, destruyendo la vida interior y la energía de la voluntad.
1469
Conjuración de los Pazzi
 
 




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172.- Las Dos Sicilias

       El rey Roberto, que durante medio siglo había permanecido al frente de los Güelfos de Italia, trató en vano varias veces de recuperar la Sicilia; y habiéndose distraído en otras empresas, dejó que los barones napolitanos recobrasen fuerzas hasta mover guerras particulares. El estado de aquel reino fue mucho peor después de la muerte de Roberto. Éste había destinado para esposo de su heredera Juana, nacida del hijo que había perdido, a Andrés, hijo de su hermano Caroberto, rey de Hungría (cap. 166). En aquella corte, la más espléndida de Europa, se urdieron intrigas entre la facción húngara y la italiana. Andrés fue estrangulado. Luis el Grande de Hungría corrió a vengarlo y a castigar a Juana como cómplice, la cual cedió al Papa la ciudad de Aviñón para hacerse declarar inocente; reunió dinero para resistir a un nuevo ataque de los Húngaros, e hizo coronar a Luis de Tarento, su nuevo esposo. Muerto éste, se casó Juana con Jaime de Aragón, y no dejando hijos, designó como sucesora suya a su sobrina Margarita, casada con Carlos de Durazzo, llamado el de la Paz. Disgustada de Margarita, Juana eligió a Luis de Anjou, hijo de Juan II de Francia, lo que motivó luchas que costaron la vida a Juana. Luis y Carlos continuaron hostigándose, y después de ellos, sus hijos sucesivamente coronados, festejados, expulsados y excomulgados.
 
 
1343
1382
       Ladislao, valiente y hábil, habiendo obtenido hasta la corona de Hungría, se aprovechó del gran cisma (cap. 165) para ocupar a Roma y titularse rey de la misma; pero los Florentinos y el Papa le opusieron a Luis II de Anjou y la banda de Braccio de Montone. Ladislao murió a la edad de 38 años; su hermana Juana II, fea y voluptuosa, fue dominada por favoritos, entre ellos el señor Gianni Caracciolo. Para contrariarlo, Attendolo Sforza reanimó a las facciones de los Durazzo y de los Angevinos; invitó a Luis de Anjou a recobrar sus derechos; de aquí guerras e intrigas; Sforza murió ahogado; se dio muerte a Gianni; concluyó con Juana la primera casa de Anjou, que reinaba hacía 163 años, y sin que se tuviera en cuenta a Renato, que aquella había designado como sucesor suyo, el reino fue unido a la Sicilia
1414
1435
1296      Esta isla había pasado en poder de Federico de Aragón, que se granjeó sus simpatías concediéndole privilegios, favoreciendo a los nobles y dejando al mismo tiempo que se desarrollaran los municipios, de los cuales no podían participar los nobles; de modo que permanecían divididos el cuerpo vecinal y el aristocrático; introdujo en el Parlamento, con el clero y los Barones, un tercer brazo, es decir, los representantes del pueblo. De modo que la Sicilia tuvo una organización monárquica, única en Italia. Pero los nobles se alzaron con sus pretensiones, y los partidos lucharon entre sí bajo el nombre y la dirección de los Alagona y los Chiaramonti, de los Palizzi y los Ventimiglia, haciendo que todo se desmoronara, de lo cual se valieron los reyes de Nápoles para hacer valer sus antiguas pretensiones.
       No teniendo Federico II hijos varones, casose a su hija María con D. Martín de Aragón, y de este modo la Sicilia pasó a ser provincia de aquel reino, siendo destrozada por las parcialidades latina y catalana. Alfonso de Aragón pretendió el reino de Nápales, como heredero adoptado por Juana II, por cuyo motivo entró en lucha con Renato; pero su flota fue derrotada por la genovesa en Ponza, donde él mismo, con los suyos, cayó prisionero. Hombre culto, devoto y de gran corazón, se amistó con Felipe María Visconti, quien le proporcionó medios para recuperar el reino; de aquí una nueva guerra, con rasgos de valor y de generosidad. Alfonso penetró en Nápoles, donde estableció una espléndida corte con los literatos más insignes de su tiempo, e instituyó la corte suprema de justicia, llamada de Santa Clara, y dejó el reino de Nápoles a Fernando mientras su hijo Juan ocupaba la Sicilia, la Cerdeña y los demás Estados de Aragón. Fernando se sostuvo con el apoyo de los capitanes Sforza y Piccinina; intervino con desacierto en los negocios de Italia, turbando su tranquilidad; y para castigarlo, los Venecianos excitaron a los Turcos, que desembarcaron en Otranto, matando a doce mil habitantes y llevándose diez mil como esclavos. Los barones, disgustados de la violencia con que los trataba, se conjuraron; pero bajo apariencias de perdón, fueron cogidos y degollados. Inocencio VIII declaró depuesto a Fernando, y Carlos VIII, rey de Francia, como heredero de la casa de Anjou, se dirigió a conquistar el reino.
1392
1416
1435
1442
 
 
 
 
Conjuración de los barones
 




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173.- Estado pontificio. Condiciones generales

       La esclavitud de Aviñón había sembrado el desconcierto en los Estados pontificios, y en el Concilio de Basilea se discutió si la Iglesia adquiriría o no mayor pureza renunciando a la dominación terrestre. Por otra parte, aquella misma esclavitud había demostrado cuán mal se regía la Santa Sede en un país de ajeno dominio. Puede decirse que Martín V tuvo que conquistar el patrimonio de la Iglesia, ocupado por Ladislao y otros señores. Disputábanse el dominio de las ciudades los Sforzeschi y los Bracceschi, que atacaron a Roma, de donde tuvo que huir Eugenio IV; pero Piccinino, capitán aventurero, devolvió los antiguos dominios a San Pedro.
 
1423
 
 
1447      Nicolás V protegió a los hombres de ciencia, y fabricó espléndidos edificios; pero después que Esteban Porcari hubo tratado de hacerle prisionero con todos los cardenales, se mostró receloso y severo.
1453
     Calixto III desplegó gran celo contra los Turcos, pero se hizo antipático favoreciendo demasiado a sus sobrinos los Borgia.
       Eneas Silvio Piccolomini de Siena, secretario del emperador Federico III, había intervenido mucho en los negocios públicos y en los Concilios de Constanza y Basilea, con opiniones poco favorables a la Santa Sede, de las cuales se retractó al ser elegido Papa con el nombre de Pío II. Cuando se disponía a guiar la Cruzada contra los Turcos, murió y le sucedió Paulo II, veneciano. Además de atender éste a la guerra contra los Turcos, procuraba engrandecer a sus sobrinos; y habiendo castigado a los redactores de los breves pontificios, que traficaban con sus funciones, lo denigraron a porfía, como persecutor de la literatura.
1458
1461
 
       Sixto IV hizo uso de una política poco leal; si por una parte consiguió arrojar a los Turcos de Otranto, por otra parte sembró la discordia en Nápoles, Florencia y Milán; prodigó empleos a los Riario y a los Della Rovere, sus sobrinos; se alió ora con un Estado ora con otros, y abusó de las excomuniones.
1471
     También Inocencio VIII se mostró demasiado condescendiente con su sobrino Cibo, quien hacía crear cargos para venderlos.
     Este decaimiento de los papas es una de las desgracias primordiales de Italia, donde los señoríos quedaban reducidos a unos pocos; de manera que Ladislao y Juan Galeazzo Visconti pudieron concebir la unidad italiana. Para que un Estado no prevaleciese sobre otro, ora se dictaban leyes, ora se hacían guerras, y los guerrilleros (condottieri) contribuyeron mucho a mantener el equilibrio. Mientras tanto, cada Estado trabajaba para su prosperidad, que llegó entonces a su mayor altura, no siendo posible el triunfo de las ambiciones que traen consigo guerras y opresión. Dieron ejemplo de fuerza cuando hubo necesidad de oponerse a los Turcos, quienes tuvieron que cesar en sus amenazas.
     La vida era cada vez más refinada, con lujo vanamente enfrenado por leyes suntuarias, y propagado de las Cortes a los ciudadanos. De ahí alteraciones y corrupción de costumbres, que nos han revelado, en demasía tal vez, El Decamerón y otros novelistas.




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174.- Ciudades comerciales

     Las ciudades marítimas tenían vida propia. En ninguna parte el comercio era considerado como deshonroso; en Toscana, hasta la casa de los príncipes lo ejercía; Luqueses, Florentinos, Lombardos y Genoveses se esparcían por todo el mundo, comerciando. Eran importantes las manufacturas de la lana, a las cuales se unieron pronto las de la seda, extendiéndose el cultivo del moral. El banco, es decir el procedimiento de hacer pagar en un punto las cantidades recibidas en otro, se había introducido mediante las sumas que la Corte romana percibía, aun de países lejanos. El dar a préstamo era considerado por muchos como usura, y esto dejaba el campo abierto a los Hebreos para abusar del comercio del dinero; por cuyo motivo se procuraba ponerles coto con leyes que la mayor parte de las veces tendían a expoliarlos mediante crecidos impuestos. Venecia y Génova introdujeron bancos, o montes, donde los particulares depositaban el dinero, recibiendo billetes que se ponían en circulación, y además un beneficio. El banco de San Jorge fue una de las Principales instituciones de Génova, y llegó a comprar a Caffa en Crimea. Luego se introdujeron los Montes de Piedad para ofrecer a los particulares necesitados la comodidad de tomar prestado, sin caer en manos de usureros.
     Venecia y Génova acapararon todo el comercio marítimo, cuando Pisa hubo sucumbido en la Meloría, y Grecia se vio oprimida por los Turcos; las naves del Norte no llegaban al Mediodía. Eran extensísimos el tráfico y las posesiones de Venecia y Génova; remotos reinos se hacían tributarios suyos; sus flotas contribuían a que se reconciliaran pontífices y reyes; los de Inglaterra confiaban empleos a los Genoveses, y acudían a los Florentinos para los empréstitos; los mismos Mahometanos de África concedían privilegios a los Genoveses, como el Egipto a los Venecianos; y los unos desde la Colonia de Pera, y los otros de la de Caffa, dirigían el comercio de Levante.
     Las colonias venecianas daban origen a una nobleza, diferente de la continental, pero que hubiera podido emanciparse, a no haber sido contenida por los Diez y por los Inquisidores de Estado, que ponían límites a la adquisición de riquezas, y excluían a los ciudadanos del mando de los ejércitos, recurriendo a capitanes aventureros, sometidos a la vigilancia de dos nobles. El dux Marino Faliero, que conspiró para deprimir a la aristocracia, fue decapitado (1335).
       Abatiendo a los Scaligeri, Venecia adquirió la libre navegación del Po, y aumentó sus posesiones en Italia, mientras los Turcos le reducían las del Asia. A menudo sostuvo desastrosas batallas con los Genoveses; principalmente con motivo de la posesión de la isla de Ténedos, sostuvo con ellos la guerra de Chipre, complicada por las alianzas y las enemistades de los príncipes italianos; la flota genovesa penetró hasta Chioggia y Malamocco; pero los Venecianos la derrotaron (Víctor Pisano), si bien la paz les privó de todas sus posesiones de Tierra Firme.
 
1378
 
1380
     Entonces prevaleció Génova, con sus galeones y más de 100 buques de carga, y reprimió a los Berberiscos; pero en el interior era armada por las facciones, ora bajo el dominio de los Visconti, ora bajo el de los franceses.
     Venecia, por el contrario, se mostraba muy celosa de su independencia; pronto recuperó sus posesiones en la Dalmacia y las de Tierra Firme, y por último a Padua, después de haber exterminado a los de Carrara. Esta fue la época de su apogeo. Los buques mercantes tomaban los géneros de la India y los llevaban hasta el Báltico, proporcionando grandes ganancias a los particulares y a las compañías; para conservar tales ventajas no reparaban en durezas ni vejaciones. En el interior prosperaban las manufacturas de cristalería, aceites, productos farmacéuticos y tinturas. Considerando el Adriático como suyo, Venecia pretendía un impuesto sobre todos los buques que lo surcaban. El dux Francisco Foscari lanzó la república a empresas que le proporcionaron más gloria que ventajas. De esto lo acusaron los Loredan, sus enemigos, que lograron hacer desterrar a su hijo y deponerlo a él.
     Recelábase tanto del dux, que éste ni siquiera podía leer sus cartas particulares, sino en presencia de sus consejeros; mientras él viviese, ni sus hijos ni sus sobrinos podían aceptar empleo o beneficio o dignidad alguna; los tres Inquisidores de Estado vigilaban a todo el mundo, hasta a los Diez, y podían castigar con la muerte.
     Jacobo de Lusignan (344), aspirante al reino de Chipre, carecía de dinero para sostenerse, cuando Luis Cornaro, veneciano, le cedió la mano de su hija Catalina con 100 mil cequíes de dote. Para que a la desposada no le faltase dignidad, la república la adoptó, merced a lo cual, cuando murió Jacobo, la misma república pretendió heredar aquella isla, que defendió contra los Turcos.




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175.- Ciudades anseáticas

     Lo que las ciudades italianas hacían en los mares meridionales, las anseáticas lo verificaban en el Norte; éstas se habían confederado a principios del siglo XIII, y a partir del año 1350 extendieron los pactos de esta alianza. La liga se dividía en cuatro secciones, teniendo al frente las ciudades de Lübeck, Colonia, Brunswick (345) y Dánzig (346); cada una ofrecía su contingente de hombres y buques, y pagaba un impuesto. En las dietas tenía voto el gran maestre de la Orden Teutónica (347); pertenecían a la liga casi todas las ciudades de la Prusia; y en el congreso se admitían representantes de los bancos extranjeros, y también príncipes, aunque sin voto. Tardaron en constituir un derecho mercantil uniforme. Su objeto era extender el comercio al exterior y obtener su monopolio, defenderse recíprocamente y zanjar sus diferencias por medio de arbitrajes. Tenían a mano la pesca, la minería, la industria de todas las costas del Báltico; en muchas ciudades poseían el mejor barrio, con casas y jardines, y almacenes accesibles a los buques. Cada jardín estaba ocupado por quince o treinta familias, llamadas partidas, con un jefe (husbonde), que ejercía autoridad sobre los subordinados, hasta el punto de imponerles castigos corporales. En 1368, 117 ciudades se unieron a Colonia y declararon la guerra a Valdemaro, rey de Dinamarca.
     Pero no supieron o no quisieron formar una confederación que las hiciese poderosas con respecto a sus vecinos, y pudiese imponer la voluntad del mayor número a las disidentes; por esto caían en la anarquía; limitaban sus resoluciones a expedientes de inexperta economía; y obstinábanse en las exclusiones y prohibiciones cuando los Estados adquirían nuevo impulso.
     Desde que Iván III se apoderó de Novogorod, y obligó a muchas personas ricas a trasladarse a lo interior, la Ansa sufrió considerablemente. Fundose en Suecia una Sociedad comercial que les quitó el monopolio de aquel reino. También en Noruega se trabajó para quitarles el monopolio, sobre todo el de la pesca del pejepalo. En todas partes los Ingleses y Holandeses hacían concurrencia a los Anseáticos, poniéndose en contra de éstos en los disturbios que se originaban, y obteniendo, o usurpando la entrada en el Báltico, en la Prusia, en las ciudades de la Ansa, al principio privilegiadas. De ahí que la liga Anseática, tan poderosa a fines de la Edad Media, decayese hasta ser aniquilada por la guerra de los Treinta Años, o más bien por la libertad, que es el principal elemento del comercio.




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176.- Escandinavia

       Los tres reinos escandinavos continuaban la guerra y se lanzaban a aventuras y correrías; los sabios recomendaban el conocimiento de varias lenguas; iban peregrinos a la Tierra Santa, o aventureros al servicio de Constantinopla. Entre los descendientes de Estrit, soberanos de Dinamarca, fue memorable Canuto IV, asesinado por el pueblo y canonizado después. Valdemaro el Grande domó a los Vendos idólatras. Valdemaro II pudo tomar el título de rey de los Daneses y de los Eslavos, duque de Jutlandia, y señor de la Nord-Albingia; mereció el dictado de legislador, y fue el primero que desplegó el Daneburg, bandera con la cruz blanca en campo rojo; pero pronto los Eslavos se separaron de los Escandinavos. Sostuviéronse vivas luchas con el clero, con sus consiguientes persecuciones y excomuniones. Enrique VIII publicó las Leyes feudales de la Estonia, adoptadas doquiera dominaban los caballeros Teutónicos. La monarquía fue menoscabada por la aristocracia noble y eclesiástica; tanto que estuvo dividida en seis ducados, hostiles entre sí, hasta que los reunió Valdemaro IV; este monarca, hábil y enérgico, reorganizó el ejército, impuso contribuciones y venció a los revoltosos y a las ciudades Anseáticas. Con él acaba la dinastía de los Estrititas, pues no quedaba más que su hija Margarita, casada con el rey de Suecia.
1086
1202
1320
 
1375
Noruega      La Noruega fue teatro de luchas entre pretendientes, hasta que en 1163 Magno VI (348) fue su primer rey, declarado electivo y coronado por un legado pontificio. Sverrer, el hombre más ilustre de la Noruega, mató a Magno y ocupó el trono, dando pruebas de gran capacidad; pero de pronto surgieron nuevamente las facciones. Hacquin VI sometió la Islandia y la Groenlandia (349) y Magno VII hizo declarar hereditaria la corona. En el siglo XII se hizo una compilación de usos municipales, que sirvió de derecho común entre los estatutos particulares. Magno VII modificó las leyes antiguas en el Gula-ting (350), ley común del reino hasta 1557. Enrique II, llamado el enemigo de los curas por su hostilidad contra estos, hizo una guerra desgraciada con la Liga Anseática, hasta que entró en ella. Extinguida la estirpe de los Inglings (351), Margarita, heredera de Dinamarca, hizo elegir rey de Noruega a su hijo Olao, el cual reunió los dos reinos.
 
1247
 
 
Suecia      En Suecia, las cuestiones eclesiásticas fueron resueltas en la dieta de Linkioping, dividiéndose el país en cuatro diócesis y fundándose un dinero de San Pedro para sostener un hospital en Roma. Enrique IX fue santificado, y se llama Ley de Enrique el conjunto de las leyes suecas. Con Valdemaro empezó la dinastía de los Folkunger, y fue fundado Estocolmo para cerrar la entrada del Melar a los piratas. El reino era electivo, aunque no se salía de la familia reinante; no había feudos; todos los bienes eran alodiales; por esto no estallaron guerras particulares; los nobles eran convocados a la asamblea nacional. Según el código de Magno II, la nación no estaba obligada a seguir al rey fuera de las fronteras del reino; cada nuevo rey tenía que jurar que no impondría contribuciones, ni cedería castillos o empleos a extranjeros, ni introduciría leyes nuevas a no ser con el asentimiento de la nación.
1152
 
1250
 
1347
       Desposeídos los Folkunger, Alberto de Meklenburg fue elegido rey, pero disgustó a los Suecos, que preferían a Margarita, ya reina de Noruega y regente de Dinamarca, la cual, después de prolongada lucha, consiguió hacer firmar en Kalmar el acta de unión de los tres países, no como posesión de una familia, sino como reinos, conservando cada uno su derecho propio. Parecía que la Escandinavia unida había de formar un Estado fuerte y rico bajo la Semíramis del Norte, pero poco tiempo duró la concordia, y tanto alaban a Margarita los Daneses como la censuran los Suecos. Su hijo Erico (352), inepto en la paz como en la guerra, trató en vano de recuperar el ducado de Schleswig (353), que Margarita había conferido a la casa de Holstein. Habiendo sido depuesto, fue elegido rey Cristóbal, Palatino del Rin, pero entonces se deshizo la unión. Carlos Kanutson (354) fue nombrado rey de Suecia. De Dinamarca lo fue Cristierno (355), conde de Oldemburgo, que también tuvo a la Noruega, aunque entre continuos trastornos; consiguió la reunión de Dinamarca y del Holstein, y de este modo aquellos reyes llegaron a ser miembros de la confederación germánica; fue acogido en Roma de una manera espléndida por Sixto IV, que le autorizó a fundar la Universidad de Copenhague. Luego se empleó largo tiempo en unir y descomponer a los tres reinos.
1397
1412
1441
1448
 
 




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177.- Polonia, Lituania y Prusia

       El duque Boleslao II se hizo coronar rey de Polonia en 1058, y degolló a Estanislao, obispo de Cracovia, que el pueblo tomó por patrono. Sus sucesores guerrearon con el imperio, con la Bohemia, con la Prusia y con la Pomerania, que había sido arrebatada al paganismo por San Otón. Los Mogoles incendiaron a Cracovia y repetidas veces devastaron el país. Premislao II reunió bajo su poder la mayor parte de la Polonia, y se hizo coronar rey; pero a cada elección renacían las facciones. Casimiro el Grande pacificó y conquistó; dio leyes, llamó a las dietas a los disputados de las ciudades inmediatas, fue llamado rey de los villanos por el cuidado que desplegó en librarlos del yugo de los nobles, y fundó la Universidad de Cracovia. A ésta y a otras ciudades concedió Boleslao II el régimen municipal, estableciendo tribunales regulares, y explotó las salinas de la Bocnia, riqueza del país. Parece que el reino era absoluto, tanto que el rey designaba a su sucesor. Bajo Casimiro III se cambió la Constitución, sometiendo a los estados la ratificación de los tratados y de los impuestos. Luis de Anjou, elegido heredero, era mal visto como extranjero, y tuvo que conceder grandes privilegios para granjearse la amistad de los nobles. Su hija Eduvigis no pudo reinar, sino casándose con Jagellón, gran príncipe de Lituania. Esta había permanecido en la idolatría, hasta que Eduvigis indujo a los suyos a recibir el bautismo y a destruir los bosques y las serpientes del antiguo culto. Erigiose en Vilna (356) una catedral en honor de San Estanislao, patrono de los Polacos. Jagellón, que se llamó Wladislao (357), y cuya familia reinó de 1386 a 1572, unió a la Polonia con la Lituania, y dio nuevos derechos a la nobleza, a fin de que fuesen elegidos sus hijos para sucederle en el trono. Su hijo Wladislao VI (358) pereció en la batalla de Varna; siguió un largo interregno; después Casimiro IV se obligó a no dictar leyes ni hacer la guerra a no ser con la aprobación de la dieta, que fue legislativa además de electiva. Solo los nobles tenían la plenitud de la ciudadanía, los honores y las dignidades civiles y eclesiásticas.
1295
 
1252
1431
 
Prusia      La Prusia había sido conquistada por la Orden Teutónica (cap. 150), cuyo capítulo y gran maestre se establecieron en Mariemburgo; ya no se llamaban hermanos, sino Señores Teutónicos, y se dejaron arrastrar por la ambición y los vicios. Habiéndose unido con los Porta-espadas, adquirieron además la Livonia; ocupáronse en someter a los Lituanos, en destruir la idolatría y en convertir los incultos campos en fértiles posesiones. Los caballeros no se dedicaban al comercio, pero lo estimulaban; muchas ciudades, admitidas en la Liga Anseática, se convertían en almacenes de granos, donde hacían sus provisiones los Polacos, los Rusos y los Lituanos. Se recogía y elaboraba el ámbar; se fundaron escuelas a las cuales eran invitados los jurisconsultos de Italia y Alemania, y se instituyeron conventos y hospitales.
1291
 
 
 
 
       Varias veces el Papa hizo predicar la Cruzada contra los Lituanos; valientes campeones tomaron las armas; uno de ellos, Juan de Luxemburgo (cap. 164), fue elegido rey de Polonia, y dio la Pomerania a la Orden, que la conservó. Habiéndose rebelado la Estonia, la Orden la compró, y la vendió luego a los Teutónicos de Livonia. Al debilitarse el ardor caballeresco, la Orden asalarió tropas para defender y extender sus conquistas.
1393
 
 
 
       A principios del siglo XV, la Prusia comprendía cincuenta y cinco ciudades amuralladas, cuarenta fortalezas, 19000 pueblos o aldeas y 1000 caseríos con dos millones de almas; y de la Orden tenía la renta de 8000 marcos de plata, sin contar las multas judiciales ni el producto del ámbar. Comprando la Nueva Marca, la Prusia se puso en comunicación con la Germania y la Samogicia. A causa de ésta, luchó con Wladislao V (359) de Polonia, que en la batalla de Tannenberg dio muerte a 600 caballos y a 40000 hombres del ejército teutónico, y pidió a los Prusianos que lo eligiesen rey. Pero Enrique Reuss de Plauen defendió a Marienburg, y en la paz de Thorn fueron restituidos los prisioneros y las conquistas. Las hostilidades renacieron; y no bastaron el valor y la prudencia de Enrique de Plauen, gran maestre, a restablecer la tranquilidad. En la misma Orden estallaron discordias; las ciudades aspiraban a emanciparse; los estados se pronunciaron en abierta rebelión, y uniéndose con la Polonia devastaron el país, hasta que en la paz de Thorn la Orden tuvo que ceder a la Polonia la Pomerania con Dánzig y otros países, conservando sólo la Prusia oriental como feudo de la Polonia, gobernada por los gran-maestres, y dependiente de aquellos que un día habían de ser sus súbditos.
 
 
1409
15 de julio
 
1411
 
 
1466
 

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