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Al obtener que Rodolfo de Habsburgo renunciase a las pretensiones
sobre territorios italianos, los papas creyeron asegurada la independencia
de la Italia; pero los emperadores no cesaron de molestarla. La Francia
tomó parte en los asuntos eclesiásticos, consiguiendo que la sede
pontificia fuese trasladada a su país, durante lo que se llamó esclavitud
babilónica. A Clemente V, que había pasado a Francia, sucedió Juan XXII
que estuvo en pugna con Luis de Baviera y con las Órdenes mendicantes,
las cuales censuraban con su pobreza el escandaloso lujo de los prelados;
Urbino de Casal publicó el Defensor pacis, donde supeditaba el clero al
voto del pueblo, mientras que Ockham (334) y otros doctores sostenían los
derechos del imperio contra la Santa Sede. |
1316 |
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Benedicto XII fue pacífico y reformador; Clemente VI favoreció
demasiado a sus parientes, perturbó la Italia, y adquirió Aviñón como
donativo de Juana de Nápoles. Inocencio VI trató de realzar el papado en
Italia, adonde Urbano V trasladó nuevamente la sede; pero volvió pronto a
Provenza. Gregorio IX, a instancia de Santa Brígida y Santa Catalina de
Siena, trasladó su residencia a Roma; pero a Urbano VI, su sucesor, los
cardenales le opusieron otro Papa, Clemente VII. Aquí empieza el cisma;
durante cincuenta años, la cristiandad estuvo dividida entre dos jefes, que
se denigraban y excomulgaban mutuamente, mientras que su autoridad era
minada por príncipes y doctores, por libros y sátiras. A la muerte de uno,
los cardenales de su obediencia elegían otro que le sucediera; hubo hasta
tres papas a la vez, y en vano se convocaban sínodos para reconciliarlos.
Fue famoso el concilio de Constanza, que trató de reformar muchos
abusos, la corrupción de los frailes, la charlatanería de los predicadores, la
sofistería de los doctores, que degeneraba a veces en herejía, como la de
los Hermanitos, que pretendían que la Iglesia no existía ya fuera de los
frailes mendicantes. Juan Huss había predicado en Bohemia contra las
indulgencias y difundido errores, de los cuales quiso hacerle abjurar el
concilio, adonde acudió él con un salvo-conducto de Segismundo; pero en
vista de que sostenía sus creencias, fue condenado a la hoguera con
Jerónimo de Praga. |
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1334 |
1352 |
1370 |
1378 |
1414 |
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Huss |
1416 |
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En aquel concilio los papas abdicaron, y fue elegido Martín V; luego,
para completar las reclamadas reformas, se trasladó el concilio a Basilea.
Eugenio IV, elevado entonces a la sede pontificia, aceptó muchas
restricciones hechas a su poder en favor de los cardenales, y abrió el
concilio con la intención de corregir los abusos; pero pronto los Padres se
declararon superiores al pontífice, y éste fue desde aquel momento
considerado como cismático. Convocose el concilio en Florencia, donde
intervinieron los Griegos, y se realizó la unión de la Iglesia oriental con la
latina, unión que duró muy poco. Por renuncia del duque Amadeo de
Saboya, que se había hecho elegir Papa con el nombre de Félix V, terminó
el gran cisma bajo Nicolás V. Pero quedaba preparado el campo para
futuras y más largas divisiones, atendida la superioridad que el concilio
pretendía tener sobre el Papa. |
1431 |
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1439 |
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El suplicio de Huss puso a sus secuaces en abierta revolución en
Bohemia, con el nombre de Hussitas, Calixtinos y Taboritas; Juan Ziska
los capitaneó contra el rey Segismundo, y la Bohemia fue teatro de
horribles represalias. Martín V predicó la Cruzada contra los Hussitas,
pero los ejércitos alemanes sufrieron repetidas derrotas, hasta que los
sublevados se destruyeron mutuamente, y Segismundo fue admitido
como rey, concediendo la libertad de cultos y los privilegios antiguos.
Pero en vez de apaciguar al país y reprimir a los Turcos, perdió tiempo y
dignidad en Italia. |
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1433 |
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1301 |
Sin embargo, pudo asegurar a su familia el trono de Hungría. Con
Andrés III había concluido la dinastía de Arpad, y fue elegido Carlos
Roberto, hijo de Carlos Martel, en quien empezó la rama de los Anjou;
casándose con Juana, heredera de Nápoles, dio a su segundo hijo Andrés
la esperanza de sentarse en aquel trono. Su primogénito Luis le sucedió y
adquirió el título de Grande, porque conquistó el reino de Nápoles, quitó
Ragusa, Espalatro y Zara a Venecia; reunió en sus manos el gobierno de
Polonia y la soberanía de la Bosnia, la Servia, Bulgaria, Moldavia y
Valaquia; combatió a los Turcos; fundó una Universidad, plantó las viñas
de Tokay, y promulgó buenas leyes. |
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1382 |
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Su hija María ocupó el trono, aunque durante poco tiempo, pues sus
enemigos proclamaron a Carlos de Durazzo, ya rey de Nápoles; murió
éste, y la corona fue dada a Segismundo, esposo de la destronada María.
Pero ocupado éste en Bohemia y en el Imperio, pudo a duras penas
reprimir a Ladislao, hijo de Carlos y rey de Nápoles hostigó a los
Venecianos, e indujo a los Estados a declarar la corona hereditaria en la
casa de Austria. |
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A su yerno Alberto sucedió Ladislao el Póstumo en la Hungría, como
en el Austria y en la Bohemia, mientras regía el imperio Federico III, que
reinó más tiempo que ninguno de sus predecesores, aunque con debilidad
e inepcia. En vano Pío IV, que con el nombre de Eneas Silvio
Piccolomini, le había servido de secretario, le aconsejaba que se armase
contra los Turcos, a los cuales dejó hacer sus correrías hasta Carniola;
concentradas en él las ramas de Austria, Estiria y el Tirol, se retiró a
Viena, elevando su Casa al colmo de la grandeza, mientras se arruinaba
el imperio. |
1440 |
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Carlos el Temerario (cap. 162), dueño de vastísimos Estados, deseaba
convertir la Borgoña en reino, y para granjearse la amistad del
emperador, casó a su hija única con Maximiliano, hijo de Federico III.
Cuando Carlos fue muerto en Murat, debían heredar la corona los hijos
de aquella; pero la Francia pretendía muchas provincias; por fin, la mayor
parte tocó al Austria, cuya grandeza quedó asegurada desde aquel
momento. |
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Servía de barrera a los Turcos la Hungría, cuya corona había sido dada
a Wladislao I (335), ya rey de Polonia; Juan Huniade (336) venció a los
Otomanos en Jaloyaz. Titulándose soldado de Cristo, Juan fue elegido
regente de Hungría, y se decidió a reconocer a Ladislao Póstumo; pero
muerto este, a la edad de 17 años, la Hungría fue cedida a Matías
Corvino, hijo de Huniade; y la Bohemia a Jorge Podiebrado, el cual fue
depuesto por el Papa, y sustituido por Ladislao II, hijo del rey de Polonia. |
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1457 |
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Matías Corvino, como su padre, no cesó de combatir a los Turcos, y
por otra parte cultivó las letras, reformó la justicia con el Decretum
majus, y quiso convertir la Hungría en una segunda Italia. |
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La casa de Habsburgo era originaria del país montañoso que
constituyó la antigua Helvecia, y que tomó de uno de sus cantones
(Schwitz) el nombre moderno de Suiza. La religión había favorecido
aquel país. Gall y Sigeberto fueron desde Irlanda a fundar allí abadías,
que llegaron a ser después Saint-Gall (337) y Dissentis; una simple ermita
se convirtió (338) en el magnífico convento de Einsiedlen; e igual origen
tuvieron las ciudades de Zúrich y Lucerna; la celda de un abad fue con el
tiempo Apenzell; y fueron centros de población y cultura las abadías de
San Mauricio, de Romans-Moutiers, y de San Ursino. En torno de
aquellos monasterios construían sus cabañas los pastores; eran
cultivados los terrenos; se plantaban viñas, y formábanse comunidades
de hombres libres, gobernados por patricios. Los principales, entre estos,
eran los señores de Zaringen; habiendo muerto el último de ellos en
1218, las familias aliadas con la casa y dependientes inmediatamente del
Imperio, o bien señores eclesiásticos, se repartieron sus dominios. Los
Zaringen habían fundado la ciudad de Berna (1191), que fue declarada
libre por Federico II, y a la cual acudieron muchos señores del Oberland,
de la Argovia y del Uchtland, formando una vasta confederación. Zúrich
era gobernada en común. Entre los condes inferiores prevalecían al
Sudoeste los de Saboya, en el centro y Septentrión los de Kiburgo,
Tokemburgo y Habsburgo. Pero cuando éstos adquirieron el imperio y el
ducado de Austria, amenazaron la libertad; por lo cual los cantones
campestres de Schwitz, Uri y Unterwalden (339), constituyeron una liga
para salvar sus privilegios. En cambio, Alberto de Austria trató de
imponerles sus bailes (Gessler, Guillermo Tell), pero al ser asesinado
(cap. 164), los libres montañeses osaron oponerse a los caballeros
guiados por Leopoldo de Austria, a quien derrotaron en la batalla de
Morgarten. Entonces se confederaron otros países, como Lucerna, Glaris
y Zug; y los naturales vencieron y dieron muerte a otro Leopoldo de
Austria en la batalla de Sempach. Conseguida la paz, los Cantones
ordenaron su confederación, y formaron una milicia, que combatió
después al servicio de extranjeros, mayormente en Italia. |
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Habsburgo |
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1298 |
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1315 |
1386 |
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Por otra parte, en la Retia se habían constituido las ligas de la Grisia,
la Caldea, las Diez Derechuras, formando la república de los Grisones.
De un modo parecido se emanciparon y coaligaron Apenzell, Lucerna y
Saint-Gall, sosteniéndose contra la Francia y el Imperio. Habiendo
perdido sus últimas posesiones en Turgovia, el Austria reconoció la
libertad de la Suiza. Gravemente amenazó a esta Carlos el Temerario,
duque de Borgoña (cap. 166), que llevó allí la formidable artillería con
que había hecho temblar a los Países Bajos; hubo sangrientas batallas,
pero Carlos fue vencido en Morat y muerto poco después. El inmenso
botín recogido sobre su ejército, dispertó el amor a las riquezas, que
corrompió la primitiva sencillez y dio margen a hostilidades entre los
confederados; de aquí nació el vicio de vender su brazo a los
extranjeros. Nicolás de Flüe, piadoso ermitaño, procuró sellar con la paz
el fin de aquellas discordias. Los Grisones se confederaron también con
los Suizos, a los cuales se habían unido Friburgo, Soletta, Basilea y
Schaffhouse, formando trece Cantones, a los cuales se habían asociado
Ginebra, Mulhouse, Bienne, Neufchatel y el Valais. Cada uno tenía su
constitución propia, siendo distintos su origen, su idioma y sus
costumbres, pero se hallaban todos unidos bajo el nombre de república y
en el sentimiento de libertad. |
1468 |
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1476 |
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Transcurrieron 60 años sin que ningún emperador fuese a Italia;
circunstancia de que se aprovecharon los Güelfos, por cuanto el país fue
rigiéndose, y desarrollándose por sí mismo, mientras que los Gibelinos
sentían que no hubiese un tirano que sometiese a los señores militares, e
impidiera que «el jardín de Imperio estuviese desierto». En realidad, las
repúblicas formadas después de la paz de Constanza, se habían
convertido en herencia de príncipes, sucesivamente encumbrados o
hundidos según prevalecía tal o cual de los dos partidos, o según la
fortuna de tal o cual ambicioso. |
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En las Dos Sicilias se había establecido Carlos de Anjou, pero la
antigua nobleza aborrecía a los extranjeros que atacaban sus privilegios
y alteraban las costumbres del país. Por esto conspiraban, y, en las
famosas Vísperas Sicilianas, degollaron a todos los Franceses que se
encontraban en la isla. Carlos se armó para la venganza; pero los
Sicilianos se habían entregado a Pedro de Aragón, lo cual dio origen a
una larga guerra; quedó el reino dividido entre los Angevinos en el
continente, y los Aragoneses en la isla, la cual fue, no obstante, separada
del reino de Aragón, a favor de Jaime, hijo de Pedro. Después de mutuos
manejos y hostilidades, se firmó la paz en Calatobellota, quedando la
Sicilia bajo el dominio extranjero. Carlos II, para ganarse el afecto de los
Napolitanos, les dio una constitución algo liberal, y adquirió derecho al
trono de Hungría por su mujer María. Su hijo Roberto el Sabio fue
durante mucho tiempo jefe de los Güelfos y hombre de gran influencia
en Italia. |
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1302 |
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Los Gibelinos tenían por partidarios a los tiranuelos, sobre todo a los
señores de Lombardía, máxime desde que los papas residían en Aviñón.
El Milanesado se lo disputaban los Torriani y los Visconti. A su caída,
estos incitaron al emperador Enrique VII a penetrar en Italia. Agradó el
plan al genio caballeresco de Enrique, y este fue a Italia sin armas ni
riquezas, pero sostenido por los grandes señores; reconcilió a los
Torriani con los Visconti; se hizo coronar en Milán; asedió a Brescia;
favoreció a Pisa contra Florencia, la cual era siempre el cuartel general
del partido güelfo; se hizo coronar también en Roma, pero se halló
abandonado de sus caballeros y quedó a merced de las facciones,
siempre escaso de dinero, pronunciando inútiles condenas contra los
Güelfos y Roberto de Nápoles, hasta que murió en Buenconvento. |
El Milanesado |
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1310 |
1312 |
1313 |
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Entonces reaparecieron con más bríos los tiranuelos (Uguccione de la
Fagiuola, Castruccio) y todo el país andaba revuelto. En tanto el partido
contrario elevaba a Roberto de Nápoles, que a la Apulia añadía el
dominio de muchas ciudades del Piamonte, la Provenza, la alianza de
los Güelfos y la protección del Papa Juan XXII, el cual, en imperio
vacante, le había nombrado vicario. Tenía en contra a la liga de los
Gibelinos, capitaneados por los Visconti de Milán y por los Scaligeri de
Verona; y contra los Gibelinos se dirigió Bernardo del Poggetto,
cardenal legado del Papa. |
Luis el Bávaro |
Luis de Baviera, tan pronto como prevaleció sobre su émulo Federico
de Austria (cap. 164), pasó a Italia fiado en los Gibelinos y se hizo
coronar en Milán; pero el Papa le mandó que dimitiese la corona
imperial que injustamente llevaba, y lo excomulgó. Sin embargo, Luis
siguió adelante, sostenido por Castruccio, tirano de Lucca, y, habiendo
sido elegido el anti-papa Nicolás V, se hizo coronar por éste en Roma.
Muerto Castruccio, Luis tuvo que retirarse, vendiendo ciudades y
dominios y dejando envilecida la autoridad imperial. |
1327 |
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1329 |
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Prevaleció entonces el partido güelfo; pero las ciudades de Romania,
aprovechándose del alejamiento del Papa, se agitaron y sometieron a
varios señores, tales como los Malatesta, los Varano, los Montefeltro; o
lucharon entre facciones llamadas de los Gozzadini, de los Beccadelli,
de los Pepoli. Solo Florencia consolidó la libertad popular. |
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Juan de Luxemburgo, rey de Bohemia, que trataba de establecer la
Paz (cap.164), fue llamado a oponerse a las exageradas pretensiones del
cardenal Poggetto; queriendo complacer a papistas [y] a imperiales, se
disgustó con todos, y vendió las ciudades a quien mejor se las pagaba:
tráfico escandaloso a que se reducía el oficio de emperador. |
1354 |
El emperador Carlos IV era hijo del caballeroso rey Juan; pasó a Italia,
donde fue adulado, a pesar de su inepcia y de sus vicios. En tanto andaba
todo revuelto. |
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En Verona, los Scaligeri (341) (Can el Grande) extendían su dominio, y
agregaron a su territorio la ciudad de Padua; Mastino aspiró al dominio
de toda Italia; pero los Visconti, que se habían hecho poderosísimos en
Milán, le quitaron parte de su dominio, con la ayuda de los Venecianos y
de los Florentinos. Al mismo tiempo se alzaban los Gonzaga en Mantua,
los marqueses de Este en Ferrara, Módena y Parma; los Paleólogos en
Monferrato. Amadeo V, tronco de la casa de Saboya en Piamonte
(1285-1325), fue creado príncipe del imperio por Enrique VII. Sus
sucesores conquistaron a Chieri, Cherasco, Savigliano y Cuneo; y
compraron otros países más allá de los Alpes. Amadeo VII el Rojo
adquirió a Niza, Ventimiglia, Villafranca y el valle de Barceloneta.
Amadeo VIII heredó el Ginebrino, recibió de Segismundo el título de
duque y se dejó nombrar antipapa (cap. 165). |
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Génova no sabía permanecer en paz, y a cada instante cambiaba de
gobierno. Simón Bocanegra fue elegido abate por el pueblo, antes que
por los nobles, como era costumbre, por cuyo motivo, éstos se retiraron a
sus castillos. Mientras tanto, sus flotas era batidas en el mar de Azov y en
la Cerdeña; acobardados, los Genoveses se entregaron a Juan Visconti,
pero pronto se desprendieron de él. |
1339 |
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Cada ciudad tiene su historia particular, de interés local, pero de poca
influencia sobre la suerte común. |
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Todo iba de mal en peor a causa del modo de ser de los papas; caía en
el mayor desprestigio el principio de autoridad; y Roma, al arbitrio de las
casas principales, se hundía en la miseria y en la perversión. Semejante
situación indignó a Nicolás, hijo de Lorenzo y admirador entusiasta de la
antigua república romana; empezó a arengar al pueblo, y sostenido por
éste, se convirtió en su tribuno y aspiró a reconciliar la Italia con el
papado, y a restaurar la grandeza de Roma como capital del mundo. Su
entusiasmo se comunicó al principio a toda la Italia, pero se extinguió
pronto; estremeció el rigor con que castigó a varios nobles, y movieron a
risa las ceremonias con las cuales creía realzar su propia dignidad; de
modo que al fin tuvo que huir. Habiendo recibido entonces del Papa la
orden de apaciguar a Roma, el pueblo lo acusó de traidor y le dio muerte.
El legado pontificio Egidio Albornoz reunió a los diputados de las
ciudades de Romania que había sometido y publicó para ellas las
Constituciones egidianas. |
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Nicolás Rienzi |
1348 |
1354 |
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Las incesantes guerras de aquel tiempo favorecieron la formación de
compañías mercenarias, con sus respectivos jefes, que militaban a favor
de quien las pagase. Las ciudades, dedicadas al comercio, a las artes y a la
agricultura, preferían este modo de ataque y defensa. Las primeras
guerrillas se compusieron de soldados que, habiendo llegado con los
emperadores, al partir éstos, quedaron al mando de sus capitanes, sin el
sentimiento de la patria, ni de la humanidad, ni del honor. Compró una
compañía Lodricio Visconti, con la cual quiso tomar a sus primos la
ciudad de Milán, pero fue derrotado en la batalla de Parabiago. El duque
Guarnieri devastó toda la Italia y acumuló once millones. Fray Moriale
acostumbró a los suyos a robar y asesinar con orden; exigió gruesos
rescates de todas las ciudades de Toscana, hasta que cayó en poder de
Rianzi, quien lo mandó decapitar |
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1839 |
1348 |
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1358 |
Al frente de estos mercenarios se puso el conde Lando, formando la
Gran compañía, que devastó la Italia central e inferior, pero que fue
destrozada al fin por los labradores entre las gargantas del Apenino. Estos
jefes generalmente eran alemanes, e inglés Juan Acuto, que sirvió al
marqués de Monferrato, después al de Pisa contra Florencia, y siguió
luego por espacio de treinta años combatiendo por quien le pagaba, e
introduciendo útiles innovaciones en los armamentos y en los ejercicios. |
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Alberico de Barbiano trató de poner remedio al oprobio de aquella
nueva tiranía extranjera, formando con Italianos la compañía de San Jorge,
con la cual atacó las bandas extranjeras, y de la cual salieron valientes
capitanes, como Jacobo del Verme, Facino Cane, Ottobon Terzo, Braccio
de Montone y Sforza Attendolo, los cuales durante algún tiempo fueron
árbitros de los destinos de Italia. |
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Como no combatían impulsados por la ira, sino sólo por oficio,
convenían en hacerse el menor daño posible. El arte de gobernar consistía
en encontrar dinero para pagar tropas; y los ciudadanos, no avezados a las
armas, se hallaban a veces a merced de cualquier vil mercenario. Los
capitanes tenían sistemas propios de táctica y de estrategia; canjeaban los
prisioneros, sólo se derramaba sangre por inadvertencia; procuraban hacer
prisioneros más bien que matar, y sobre todo economizar los caballos,
menos fáciles de reemplazar que los hombres; por fin la guerra fue una
especie de torneo, donde se ponían en juego la habilidad, el ingenio, la
astucia, más bien que el valor. Quienes salían perjudicados eran los
particulares, cuyos campos eran devastados. |
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Los Visconti se sirvieron de los guerrilleros para ensanchar sus
dominios. Juan Galeazzo (342) quitó de en medio a los Scaligeri y a los
Carrareses, hostigó a Florencia, y como contaba con lo más florido de los
guerrilleros, aspiró a la corona de Italia; quiso prescindir de la elección
popular que, al menos en apariencia, se verificaba cada vez que el trono
estaba vacante, y con cien mil florines compró al emperador Wenceslao el
título de duque. Juan Galeazzo comenzó la construcción de la Cartuja de
Pavía y la catedral de Milán. |
1395 |
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Su dominio fue dividido entre Juan María y Felipe María; pero de
hecho estaba al arbitrio de capitanes aventureros. Felipe María se casó con
Beatriz de Tenda, viuda de Facino Cane, y se aseguró de este modo los
tesoros, las ciudades y los soldados de éste, llegando sus dominios a
extenderse desde el San Gotardo hasta el mar de Liguria, y desde los
confines del Piamonte hasta los Estados del Papa. Sombrío y desconfiado,
llevó al suplicio a Beatriz; elevó al capitán Francisco de Carmagnola (343), y
cuando le hubo utilizado para vencer, lo rechazó. Carmagnola, para
vengarse de su señor, formó una alianza con Venecia, con el marqués de
Ferrara, el señor de Mantua, los Sieneses, los duques de Saboya y
Monferrato, los Suizos y el rey de Aragón. Los Suizos ocuparon la
Levantina, abriéndose paso para Italia. Florencia se alzó con Ferrara y
Venecia. Felipe llamó en contra de éstos al emperador Segismundo, que
no hizo más que complicar la situación, y se volvió a su país después de
haberse hecho coronar. |
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Carmagnola, que había pasado al servicio de los Venecianos, fue
condenado a muerte por éstos. Entonces dirigió la guerra otro capitán,
Attendolo Sforza, que dejó un buen ejército a su hijo Francisco, con quien
Felipe María casó a su hija natural Blanca. Tuvo por émulo a Nicolás
Piccinino, otro aventurero; y Felipe se aliaba tan pronto con el uno como
con el otro, en tanto que Italia se arruinaba. |
1447 |
Al morir Felipe sin hijos varones, los Milaneses proclamaron la
república; pero Sforza, apoyado en los derechos de su mujer, y sobre todo
en su buena espada, sometió a los republicanos y fue uno de los mejores
duques de Milán. Supo hacerse respetar de Federico III, que pasó a Italia
con las antiguas pretensiones imperiales; se alió con muchas casas
dominantes; honró a las artes; devolvió al gobierno el vigor sin la crueldad
de los Visconti; fue, en suma, el más afortunado, y puede decirse que el
último de los guerrilleros. |
República
Ambrosiana |
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Para conservar la Italia, se mantenía cierto equilibrio entre los Estados,
uniéndose varios contra el que pretendía prevalecer. Francisco Sforza
concibió el pensamiento de confederarlos a todos, para excluir a los
extranjeros y conservar la paz; y por mediación de fray Simoneto, fue
estipulada la Paz en Lodi entre él, Cosme de Médicis, los señores de
Saboya, de Monferrato, de Módena y de Mantua, las repúblicas de
Venecia, Siena, Luca y Bolonia, el rey Alfonso y el Papa. |
Paz de fray
Simoneto |
1451 |
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1466 |
Su hijo Galeazzo María, alentado con el apoyo de los Florentinos y de
Luis XI, rey de Francia, su cuñado, rompió la paz, y se mostró tan
voluptuoso y cruel, que indignó a todo el país y fue asesinado. Su viuda
Bona y el hábil ministro Cicco Simonetta lograron poner en lugar de
Galeazzo María a su hijo Juan Galeazzo; pero éste se vio amenazado por
los Genoveses, que se sustrajeron a su dominio; por los Suizos, que en
Giornico derrotaron a los ducales; por su tío Luis el Moro, que para
derribarlo invitó a Carlos VIII, rey de Francia, a una expedición, con la
cual principian mayores desastres para Italia. |
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1476 |
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En Florencia, el partido güelfo dominante favorecía la libertad del
pueblo disminuyendo el poder de los nobles. Jacobo Gabriel de Gubbio,
capitán de la guardia, trató de privarles de los castillos que poseían en un
radio de veinte millas al rededor de la ciudad. Fue después tirano de
Florencia Gualtero de Brienne, duque de Atenas, que se aprovechó de las
pasiones de todos para oprimir a todos. Rodeose de guardias, se alió con
los Estenses, los Pepoli y otros tiranuelos, y dominó en nombre de la
democracia; pero no tardó en ser arrojado del poder, y aun hoy se celebra
aquel acontecimiento el día de Santa Ana. El gobierno fue reorganizado en
la forma republicana. |
1335 |
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1375 |
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Florencia prosperaba en extremo, a pesar de las discordias civiles, de
las epidemias y de la quiebra de los Bardi y los Peruzzi. Aunque aliada de
la Iglesia, sabía resistir a las exuberancias del clero y de la Inquisición, y
hasta llamaba a los eclesiásticos al tribunal ordinario. Cuando el legado
pontificio trató de ocupar a Toscana y excitó contra ésta a las bandas de
Juan Acuto, Florencia no vaciló en nombrar a los ocho de la guerra, los
cuales mandaron el ejército a Romania y sublevaron a ochenta ciudades,
sin temor de las excomuniones; pero el legado Roberto de Ginebra
devastó a las ciudades sublevadas; y por último se restableció la paz,
merced a la intervención de santa Catalina de Siena. |
Los Ciompi |
En el interior luchaban las facciones de los Albizzi y de los Ricci;
después se sublevó la plebe, dando los cargos y los derechos a los gremios
de artes y tomando por jefe a Miguel Lando, honrado hijo del pueblo que
puso coto a las violencias; pero pronto los Ciompi (plebeyos) fueron
excluidos nuevamente de la señoría, compuesta de cuatro miembros de las
artes mayores y cinco de las menores. Maso, de los Albizzi, reprimió la
insurrección, desterró a los jefes del pueblo, repuso en sus puestos a los
grandes, y durante treinta y cinco años dirigió el Estado con habilidad y
valor, introduciendo excelentes reglamentos. |
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1417 |
A su muerte, levantaron la cabeza las familias proscritas. Juan de
Médicis, que se había enriquecido con negocios de banca y había
adquirido popularidad, fue elevado al empleo de gonfalonero (alférez), y
trasmitió su crédito y autoridad a sus hijos Cosme y Lorenzo. Cosme, no
menos experto en las cosas públicas que en las mercantiles, y protector de
las letras, vivió con opulencia sin abandonar la vida privada, y eclipsó a
los Albizzi, si bien éstos consiguieron hacerlo desterrar. Pero en el
destierro adquirió más crédito que nunca, y fue deseado; regresó
triunfante, proclamado padre de la patria, y sin subvertir la Constitución
fundó la tiranía de la riqueza. Tenía por compañero a Neri Capponi, sutil
en los consejos y áspero en las armas, y gracias a su apoyo fue restablecida
la tranquilidad en Florencia. Contra Cosme levantose Lucas Pitti, que
fabricó el gran palacio en el monte, mientras que en el llano conservaban
los Médicis la hermosa pero sencilla casa de la calle Larga. Cosme se
rodeaba de sabios y de artistas; fundó una biblioteca, iglesias y piadosas
instituciones, sin abandonar sus explotaciones de minas, ni sus negocios;
hacía tratos con los príncipes, mayormente con Francisco Sforza, y
permaneció treinta años a la cabeza de la república sin ser tirano. |
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1429 |
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1440 |
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1464 |
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Pedro, su hijo único, de condiciones muy distintas, reclamó, a
consecuencia de algunas quiebras, los capitales prestados, lo que dio lugar
a graves desconciertos. Lucas Pitti, a título de restaurador de la libertad,
movió guerra a Venecia y a los señores de Romania (batalla de la
Molinella). Cuando Lorenzo y Julián sucedieron a su padre como
príncipes del Estado, la familia feudal de los Pazzi se conjuró contra ellos
con Sixto IV, los Riario y los Salviati. Julián fue muerto. Lorenzo se vio
acosado por pontificios y napolitanos, pero supo apaciguarlos. Entonces
aumentó en poderío, organizó las magistraturas, conservando las formas
republicanas, pero sirviéndose de ellas como instrumento para dominar;
extendió la preponderancia de Florencia por toda la Toscana, y mereció el
título de magnífico por el esplendor de su corte, frecuentada por lo mejor
de Italia. Las artes se desenvolvían en pinturas, mascaradas y
representaciones, con las cuales se acusa a Lorenzo de haber preparado a
las ciudades para tolerar dominaciones peores que las suyas, destruyendo
la vida interior y la energía de la voluntad. |
1469 |
Conjuración de
los Pazzi |
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El rey Roberto, que durante medio siglo había permanecido al frente de
los Güelfos de Italia, trató en vano varias veces de recuperar la Sicilia; y
habiéndose distraído en otras empresas, dejó que los barones napolitanos
recobrasen fuerzas hasta mover guerras particulares. El estado de aquel
reino fue mucho peor después de la muerte de Roberto. Éste había
destinado para esposo de su heredera Juana, nacida del hijo que había
perdido, a Andrés, hijo de su hermano Caroberto, rey de Hungría (cap.
166). En aquella corte, la más espléndida de Europa, se urdieron intrigas
entre la facción húngara y la italiana. Andrés fue estrangulado. Luis el
Grande de Hungría corrió a vengarlo y a castigar a Juana como cómplice,
la cual cedió al Papa la ciudad de Aviñón para hacerse declarar inocente;
reunió dinero para resistir a un nuevo ataque de los Húngaros, e hizo
coronar a Luis de Tarento, su nuevo esposo. Muerto éste, se casó Juana
con Jaime de Aragón, y no dejando hijos, designó como sucesora suya a
su sobrina Margarita, casada con Carlos de Durazzo, llamado el de la Paz.
Disgustada de Margarita, Juana eligió a Luis de Anjou, hijo de Juan II de
Francia, lo que motivó luchas que costaron la vida a Juana. Luis y Carlos
continuaron hostigándose, y después de ellos, sus hijos sucesivamente
coronados, festejados, expulsados y excomulgados. |
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1343 |
1382 |
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Ladislao, valiente y hábil, habiendo obtenido hasta la corona de
Hungría, se aprovechó del gran cisma (cap. 165) para ocupar a Roma y
titularse rey de la misma; pero los Florentinos y el Papa le opusieron a
Luis II de Anjou y la banda de Braccio de Montone. Ladislao murió a la
edad de 38 años; su hermana Juana II, fea y voluptuosa, fue dominada por
favoritos, entre ellos el señor Gianni Caracciolo. Para contrariarlo,
Attendolo Sforza reanimó a las facciones de los Durazzo y de los
Angevinos; invitó a Luis de Anjou a recobrar sus derechos; de aquí
guerras e intrigas; Sforza murió ahogado; se dio muerte a Gianni;
concluyó con Juana la primera casa de Anjou, que reinaba hacía 163 años,
y sin que se tuviera en cuenta a Renato, que aquella había designado como
sucesor suyo, el reino fue unido a la Sicilia |
1414 |
1435 |
1296 |
Esta isla había pasado en poder de Federico de Aragón, que se granjeó
sus simpatías concediéndole privilegios, favoreciendo a los nobles y
dejando al mismo tiempo que se desarrollaran los municipios, de los
cuales no podían participar los nobles; de modo que permanecían
divididos el cuerpo vecinal y el aristocrático; introdujo en el Parlamento,
con el clero y los Barones, un tercer brazo, es decir, los representantes del
pueblo. De modo que la Sicilia tuvo una organización monárquica, única
en Italia. Pero los nobles se alzaron con sus pretensiones, y los partidos
lucharon entre sí bajo el nombre y la dirección de los Alagona y los
Chiaramonti, de los Palizzi y los Ventimiglia, haciendo que todo se
desmoronara, de lo cual se valieron los reyes de Nápoles para hacer valer
sus antiguas pretensiones. |
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No teniendo Federico II hijos varones, casose a su hija María con D.
Martín de Aragón, y de este modo la Sicilia pasó a ser provincia de aquel
reino, siendo destrozada por las parcialidades latina y catalana. Alfonso de
Aragón pretendió el reino de Nápales, como heredero adoptado por Juana
II, por cuyo motivo entró en lucha con Renato; pero su flota fue derrotada
por la genovesa en Ponza, donde él mismo, con los suyos, cayó prisionero.
Hombre culto, devoto y de gran corazón, se amistó con Felipe María
Visconti, quien le proporcionó medios para recuperar el reino; de aquí una
nueva guerra, con rasgos de valor y de generosidad. Alfonso penetró en
Nápoles, donde estableció una espléndida corte con los literatos más
insignes de su tiempo, e instituyó la corte suprema de justicia, llamada de
Santa Clara, y dejó el reino de Nápoles a Fernando mientras su hijo Juan
ocupaba la Sicilia, la Cerdeña y los demás Estados de Aragón. Fernando
se sostuvo con el apoyo de los capitanes Sforza y Piccinina; intervino con
desacierto en los negocios de Italia, turbando su tranquilidad; y para
castigarlo, los Venecianos excitaron a los Turcos, que desembarcaron en
Otranto, matando a doce mil habitantes y llevándose diez mil como
esclavos. Los barones, disgustados de la violencia con que los trataba, se
conjuraron; pero bajo apariencias de perdón, fueron cogidos y degollados.
Inocencio VIII declaró depuesto a Fernando, y Carlos VIII, rey de Francia,
como heredero de la casa de Anjou, se dirigió a conquistar el reino. |
1392 |
1416 |
1435 |
1442 |
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Conjuración de
los barones |
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La esclavitud de Aviñón había sembrado el desconcierto en los
Estados pontificios, y en el Concilio de Basilea se discutió si la Iglesia
adquiriría o no mayor pureza renunciando a la dominación terrestre. Por
otra parte, aquella misma esclavitud había demostrado cuán mal se regía
la Santa Sede en un país de ajeno dominio. Puede decirse que Martín V
tuvo que conquistar el patrimonio de la Iglesia, ocupado por Ladislao y
otros señores. Disputábanse el dominio de las ciudades los Sforzeschi y
los Bracceschi, que atacaron a Roma, de donde tuvo que huir Eugenio
IV; pero Piccinino, capitán aventurero, devolvió los antiguos dominios a
San Pedro. |
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1423 |
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1447 |
Nicolás V protegió a los hombres de ciencia, y fabricó espléndidos
edificios; pero después que Esteban Porcari hubo tratado de hacerle
prisionero con todos los cardenales, se mostró receloso y severo. |
1453 |
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Calixto III desplegó gran celo contra los Turcos, pero se hizo
antipático favoreciendo demasiado a sus sobrinos los Borgia. |
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Eneas Silvio Piccolomini de Siena, secretario del emperador Federico
III, había intervenido mucho en los negocios públicos y en los Concilios
de Constanza y Basilea, con opiniones poco favorables a la Santa Sede,
de las cuales se retractó al ser elegido Papa con el nombre de Pío II.
Cuando se disponía a guiar la Cruzada contra los Turcos, murió y le
sucedió Paulo II, veneciano. Además de atender éste a la guerra contra
los Turcos, procuraba engrandecer a sus sobrinos; y habiendo castigado a
los redactores de los breves pontificios, que traficaban con sus funciones,
lo denigraron a porfía, como persecutor de la literatura. |
1458 |
1461 |
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Sixto IV hizo uso de una política poco leal; si por una parte consiguió
arrojar a los Turcos de Otranto, por otra parte sembró la discordia en
Nápoles, Florencia y Milán; prodigó empleos a los Riario y a los Della
Rovere, sus sobrinos; se alió ora con un Estado ora con otros, y abusó de
las excomuniones. |
1471 |
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También Inocencio VIII se mostró demasiado condescendiente con su
sobrino Cibo, quien hacía crear cargos para venderlos. |
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Este decaimiento de los papas es una de las desgracias primordiales de
Italia, donde los señoríos quedaban reducidos a unos pocos; de manera
que Ladislao y Juan Galeazzo Visconti pudieron concebir la unidad
italiana. Para que un Estado no prevaleciese sobre otro, ora se dictaban
leyes, ora se hacían guerras, y los guerrilleros (condottieri) contribuyeron
mucho a mantener el equilibrio. Mientras tanto, cada Estado trabajaba
para su prosperidad, que llegó entonces a su mayor altura, no siendo
posible el triunfo de las ambiciones que traen consigo guerras y opresión.
Dieron ejemplo de fuerza cuando hubo necesidad de oponerse a los
Turcos, quienes tuvieron que cesar en sus amenazas. |
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La vida era cada vez más refinada, con lujo vanamente enfrenado por
leyes suntuarias, y propagado de las Cortes a los ciudadanos. De ahí
alteraciones y corrupción de costumbres, que nos han revelado, en
demasía tal vez, El Decamerón y otros novelistas. |
|
Las ciudades marítimas tenían vida propia. En ninguna parte el
comercio era considerado como deshonroso; en Toscana, hasta la casa de
los príncipes lo ejercía; Luqueses, Florentinos, Lombardos y Genoveses
se esparcían por todo el mundo, comerciando. Eran importantes las
manufacturas de la lana, a las cuales se unieron pronto las de la seda,
extendiéndose el cultivo del moral. El banco, es decir el procedimiento
de hacer pagar en un punto las cantidades recibidas en otro, se había
introducido mediante las sumas que la Corte romana percibía, aun de
países lejanos. El dar a préstamo era considerado por muchos como
usura, y esto dejaba el campo abierto a los Hebreos para abusar del
comercio del dinero; por cuyo motivo se procuraba ponerles coto con
leyes que la mayor parte de las veces tendían a expoliarlos mediante
crecidos impuestos. Venecia y Génova introdujeron bancos, o montes,
donde los particulares depositaban el dinero, recibiendo billetes que se
ponían en circulación, y además un beneficio. El banco de San Jorge fue
una de las Principales instituciones de Génova, y llegó a comprar a Caffa
en Crimea. Luego se introdujeron los Montes de Piedad para ofrecer a los
particulares necesitados la comodidad de tomar prestado, sin caer en
manos de usureros. |
|
Venecia y Génova acapararon todo el comercio marítimo, cuando Pisa
hubo sucumbido en la Meloría, y Grecia se vio oprimida por los Turcos;
las naves del Norte no llegaban al Mediodía. Eran extensísimos el tráfico
y las posesiones de Venecia y Génova; remotos reinos se hacían
tributarios suyos; sus flotas contribuían a que se reconciliaran pontífices
y reyes; los de Inglaterra confiaban empleos a los Genoveses, y acudían a
los Florentinos para los empréstitos; los mismos Mahometanos de África
concedían privilegios a los Genoveses, como el Egipto a los Venecianos;
y los unos desde la Colonia de Pera, y los otros de la de Caffa, dirigían el
comercio de Levante. |
|
Las colonias venecianas daban origen a una nobleza, diferente de la
continental, pero que hubiera podido emanciparse, a no haber sido
contenida por los Diez y por los Inquisidores de Estado, que ponían
límites a la adquisición de riquezas, y excluían a los ciudadanos del
mando de los ejércitos, recurriendo a capitanes aventureros, sometidos a
la vigilancia de dos nobles. El dux Marino Faliero, que conspiró para
deprimir a la aristocracia, fue decapitado (1335). |
|
Abatiendo a los Scaligeri, Venecia adquirió la libre navegación del
Po, y aumentó sus posesiones en Italia, mientras los Turcos le reducían
las del Asia. A menudo sostuvo desastrosas batallas con los Genoveses;
principalmente con motivo de la posesión de la isla de Ténedos, sostuvo
con ellos la guerra de Chipre, complicada por las alianzas y las
enemistades de los príncipes italianos; la flota genovesa penetró hasta
Chioggia y Malamocco; pero los Venecianos la derrotaron (Víctor
Pisano), si bien la paz les privó de todas sus posesiones de Tierra Firme. |
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1378 |
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1380 |
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Entonces prevaleció Génova, con sus galeones y más de 100 buques
de carga, y reprimió a los Berberiscos; pero en el interior era armada por
las facciones, ora bajo el dominio de los Visconti, ora bajo el de los
franceses. |
|
Venecia, por el contrario, se mostraba muy celosa de su
independencia; pronto recuperó sus posesiones en la Dalmacia y las de
Tierra Firme, y por último a Padua, después de haber exterminado a los
de Carrara. Esta fue la época de su apogeo. Los buques mercantes
tomaban los géneros de la India y los llevaban hasta el Báltico,
proporcionando grandes ganancias a los particulares y a las compañías;
para conservar tales ventajas no reparaban en durezas ni vejaciones. En el
interior prosperaban las manufacturas de cristalería, aceites, productos
farmacéuticos y tinturas. Considerando el Adriático como suyo, Venecia
pretendía un impuesto sobre todos los buques que lo surcaban. El dux
Francisco Foscari lanzó la república a empresas que le proporcionaron
más gloria que ventajas. De esto lo acusaron los Loredan, sus enemigos,
que lograron hacer desterrar a su hijo y deponerlo a él. |
|
Recelábase tanto del dux, que éste ni siquiera podía leer sus cartas
particulares, sino en presencia de sus consejeros; mientras él viviese, ni
sus hijos ni sus sobrinos podían aceptar empleo o beneficio o dignidad
alguna; los tres Inquisidores de Estado vigilaban a todo el mundo, hasta a
los Diez, y podían castigar con la muerte. |
|
Jacobo de Lusignan (344), aspirante al reino de Chipre, carecía de dinero
para sostenerse, cuando Luis Cornaro, veneciano, le cedió la mano de su
hija Catalina con 100 mil cequíes de dote. Para que a la desposada no le
faltase dignidad, la república la adoptó, merced a lo cual, cuando murió
Jacobo, la misma república pretendió heredar aquella isla, que defendió
contra los Turcos. |
|
Lo que las ciudades italianas hacían en los mares meridionales, las
anseáticas lo verificaban en el Norte; éstas se habían confederado a
principios del siglo XIII, y a partir del año 1350 extendieron los pactos
de esta alianza. La liga se dividía en cuatro secciones, teniendo al frente
las ciudades de Lübeck, Colonia, Brunswick (345) y Dánzig (346); cada una
ofrecía su contingente de hombres y buques, y pagaba un impuesto. En
las dietas tenía voto el gran maestre de la Orden Teutónica (347);
pertenecían a la liga casi todas las ciudades de la Prusia; y en el
congreso se admitían representantes de los bancos extranjeros, y
también príncipes, aunque sin voto. Tardaron en constituir un derecho
mercantil uniforme. Su objeto era extender el comercio al exterior y
obtener su monopolio, defenderse recíprocamente y zanjar sus
diferencias por medio de arbitrajes. Tenían a mano la pesca, la minería,
la industria de todas las costas del Báltico; en muchas ciudades poseían
el mejor barrio, con casas y jardines, y almacenes accesibles a los
buques. Cada jardín estaba ocupado por quince o treinta familias,
llamadas partidas, con un jefe (husbonde), que ejercía autoridad sobre
los subordinados, hasta el punto de imponerles castigos corporales. En
1368, 117 ciudades se unieron a Colonia y declararon la guerra a
Valdemaro, rey de Dinamarca. |
|
Pero no supieron o no quisieron formar una confederación que las
hiciese poderosas con respecto a sus vecinos, y pudiese imponer la
voluntad del mayor número a las disidentes; por esto caían en la
anarquía; limitaban sus resoluciones a expedientes de inexperta
economía; y obstinábanse en las exclusiones y prohibiciones cuando los
Estados adquirían nuevo impulso. |
|
Desde que Iván III se apoderó de Novogorod, y obligó a muchas
personas ricas a trasladarse a lo interior, la Ansa sufrió
considerablemente. Fundose en Suecia una Sociedad comercial que les
quitó el monopolio de aquel reino. También en Noruega se trabajó para
quitarles el monopolio, sobre todo el de la pesca del pejepalo. En todas
partes los Ingleses y Holandeses hacían concurrencia a los Anseáticos,
poniéndose en contra de éstos en los disturbios que se originaban, y
obteniendo, o usurpando la entrada en el Báltico, en la Prusia, en las
ciudades de la Ansa, al principio privilegiadas. De ahí que la liga
Anseática, tan poderosa a fines de la Edad Media, decayese hasta ser
aniquilada por la guerra de los Treinta Años, o más bien por la libertad,
que es el principal elemento del comercio. |
|
Los tres reinos escandinavos continuaban la guerra y se lanzaban a
aventuras y correrías; los sabios recomendaban el conocimiento de varias
lenguas; iban peregrinos a la Tierra Santa, o aventureros al servicio de
Constantinopla. Entre los descendientes de Estrit, soberanos de
Dinamarca, fue memorable Canuto IV, asesinado por el pueblo y
canonizado después. Valdemaro el Grande domó a los Vendos idólatras.
Valdemaro II pudo tomar el título de rey de los Daneses y de los Eslavos,
duque de Jutlandia, y señor de la Nord-Albingia; mereció el dictado de
legislador, y fue el primero que desplegó el Daneburg, bandera con la cruz
blanca en campo rojo; pero pronto los Eslavos se separaron de los
Escandinavos. Sostuviéronse vivas luchas con el clero, con sus
consiguientes persecuciones y excomuniones. Enrique VIII publicó las
Leyes feudales de la Estonia, adoptadas doquiera dominaban los
caballeros Teutónicos. La monarquía fue menoscabada por la aristocracia
noble y eclesiástica; tanto que estuvo dividida en seis ducados, hostiles
entre sí, hasta que los reunió Valdemaro IV; este monarca, hábil y
enérgico, reorganizó el ejército, impuso contribuciones y venció a los
revoltosos y a las ciudades Anseáticas. Con él acaba la dinastía de los
Estrititas, pues no quedaba más que su hija Margarita, casada con el rey de
Suecia. |
1086 |
1202 |
1320 |
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1375 |
Noruega |
La Noruega fue teatro de luchas entre pretendientes, hasta que en 1163
Magno VI (348) fue su primer rey, declarado electivo y coronado por un
legado pontificio. Sverrer, el hombre más ilustre de la Noruega, mató a
Magno y ocupó el trono, dando pruebas de gran capacidad; pero de pronto
surgieron nuevamente las facciones. Hacquin VI sometió la Islandia y la
Groenlandia (349) y Magno VII hizo declarar hereditaria la corona. En el siglo
XII se hizo una compilación de usos municipales, que sirvió de derecho
común entre los estatutos particulares. Magno VII modificó las leyes
antiguas en el Gula-ting (350), ley común del reino hasta 1557. Enrique II,
llamado el enemigo de los curas por su hostilidad contra estos, hizo una
guerra desgraciada con la Liga Anseática, hasta que entró en ella.
Extinguida la estirpe de los Inglings (351), Margarita, heredera de Dinamarca,
hizo elegir rey de Noruega a su hijo Olao, el cual reunió los dos reinos. |
|
1247 |
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Suecia |
En Suecia, las cuestiones eclesiásticas fueron resueltas en la dieta de
Linkioping, dividiéndose el país en cuatro diócesis y fundándose un
dinero de San Pedro para sostener un hospital en Roma. Enrique IX fue
santificado, y se llama Ley de Enrique el conjunto de las leyes suecas. Con
Valdemaro empezó la dinastía de los Folkunger, y fue fundado Estocolmo
para cerrar la entrada del Melar a los piratas. El reino era electivo, aunque
no se salía de la familia reinante; no había feudos; todos los bienes eran
alodiales; por esto no estallaron guerras particulares; los nobles eran
convocados a la asamblea nacional. Según el código de Magno II, la
nación no estaba obligada a seguir al rey fuera de las fronteras del reino;
cada nuevo rey tenía que jurar que no impondría contribuciones, ni cedería
castillos o empleos a extranjeros, ni introduciría leyes nuevas a no ser con
el asentimiento de la nación. |
1152 |
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1250 |
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1347 |
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Desposeídos los Folkunger, Alberto de Meklenburg fue elegido rey,
pero disgustó a los Suecos, que preferían a Margarita, ya reina de Noruega
y regente de Dinamarca, la cual, después de prolongada lucha, consiguió
hacer firmar en Kalmar el acta de unión de los tres países, no como
posesión de una familia, sino como reinos, conservando cada uno su
derecho propio. Parecía que la Escandinavia unida había de formar un
Estado fuerte y rico bajo la Semíramis del Norte, pero poco tiempo duró la
concordia, y tanto alaban a Margarita los Daneses como la censuran los
Suecos. Su hijo Erico (352), inepto en la paz como en la guerra, trató en vano
de recuperar el ducado de Schleswig (353), que Margarita había conferido a la
casa de Holstein. Habiendo sido depuesto, fue elegido rey Cristóbal,
Palatino del Rin, pero entonces se deshizo la unión. Carlos Kanutson (354)
fue nombrado rey de Suecia. De Dinamarca lo fue Cristierno (355), conde de
Oldemburgo, que también tuvo a la Noruega, aunque entre continuos
trastornos; consiguió la reunión de Dinamarca y del Holstein, y de este
modo aquellos reyes llegaron a ser miembros de la confederación
germánica; fue acogido en Roma de una manera espléndida por Sixto IV,
que le autorizó a fundar la Universidad de Copenhague. Luego se empleó
largo tiempo en unir y descomponer a los tres reinos. |
1397 |
1412 |
1441 |
1448 |
|
|
|
El duque Boleslao II se hizo coronar rey de Polonia en 1058, y degolló
a Estanislao, obispo de Cracovia, que el pueblo tomó por patrono. Sus
sucesores guerrearon con el imperio, con la Bohemia, con la Prusia y con
la Pomerania, que había sido arrebatada al paganismo por San Otón. Los
Mogoles incendiaron a Cracovia y repetidas veces devastaron el país.
Premislao II reunió bajo su poder la mayor parte de la Polonia, y se hizo
coronar rey; pero a cada elección renacían las facciones. Casimiro el
Grande pacificó y conquistó; dio leyes, llamó a las dietas a los disputados
de las ciudades inmediatas, fue llamado rey de los villanos por el cuidado
que desplegó en librarlos del yugo de los nobles, y fundó la Universidad
de Cracovia. A ésta y a otras ciudades concedió Boleslao II el régimen
municipal, estableciendo tribunales regulares, y explotó las salinas de la
Bocnia, riqueza del país. Parece que el reino era absoluto, tanto que el rey
designaba a su sucesor. Bajo Casimiro III se cambió la Constitución,
sometiendo a los estados la ratificación de los tratados y de los impuestos.
Luis de Anjou, elegido heredero, era mal visto como extranjero, y tuvo
que conceder grandes privilegios para granjearse la amistad de los nobles.
Su hija Eduvigis no pudo reinar, sino casándose con Jagellón, gran
príncipe de Lituania. Esta había permanecido en la idolatría, hasta que
Eduvigis indujo a los suyos a recibir el bautismo y a destruir los bosques y
las serpientes del antiguo culto. Erigiose en Vilna (356) una catedral en honor
de San Estanislao, patrono de los Polacos. Jagellón, que se llamó
Wladislao (357), y cuya familia reinó de 1386 a 1572, unió a la Polonia con la
Lituania, y dio nuevos derechos a la nobleza, a fin de que fuesen elegidos
sus hijos para sucederle en el trono. Su hijo Wladislao VI (358) pereció en la
batalla de Varna; siguió un largo interregno; después Casimiro IV se
obligó a no dictar leyes ni hacer la guerra a no ser con la aprobación de la
dieta, que fue legislativa además de electiva. Solo los nobles tenían la
plenitud de la ciudadanía, los honores y las dignidades civiles y
eclesiásticas. |
1295 |
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1252 |
1431 |
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Prusia |
La Prusia había sido conquistada por la Orden Teutónica (cap. 150),
cuyo capítulo y gran maestre se establecieron en Mariemburgo; ya no se
llamaban hermanos, sino Señores Teutónicos, y se dejaron arrastrar por la
ambición y los vicios. Habiéndose unido con los Porta-espadas,
adquirieron además la Livonia; ocupáronse en someter a los Lituanos, en
destruir la idolatría y en convertir los incultos campos en fértiles
posesiones. Los caballeros no se dedicaban al comercio, pero lo
estimulaban; muchas ciudades, admitidas en la Liga Anseática, se
convertían en almacenes de granos, donde hacían sus provisiones los
Polacos, los Rusos y los Lituanos. Se recogía y elaboraba el ámbar; se
fundaron escuelas a las cuales eran invitados los jurisconsultos de Italia y
Alemania, y se instituyeron conventos y hospitales. |
1291 |
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Varias veces el Papa hizo predicar la Cruzada contra los Lituanos;
valientes campeones tomaron las armas; uno de ellos, Juan de
Luxemburgo (cap. 164), fue elegido rey de Polonia, y dio la Pomerania a
la Orden, que la conservó. Habiéndose rebelado la Estonia, la Orden la
compró, y la vendió luego a los Teutónicos de Livonia. Al debilitarse el
ardor caballeresco, la Orden asalarió tropas para defender y extender sus
conquistas. |
1393 |
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A principios del siglo XV, la Prusia comprendía cincuenta y cinco
ciudades amuralladas, cuarenta fortalezas, 19000 pueblos o aldeas y 1000
caseríos con dos millones de almas; y de la Orden tenía la renta de 8000
marcos de plata, sin contar las multas judiciales ni el producto del ámbar.
Comprando la Nueva Marca, la Prusia se puso en comunicación con la
Germania y la Samogicia. A causa de ésta, luchó con Wladislao V (359) de
Polonia, que en la batalla de Tannenberg dio muerte a 600 caballos y a
40000 hombres del ejército teutónico, y pidió a los Prusianos que lo
eligiesen rey. Pero Enrique Reuss de Plauen defendió a Marienburg, y en
la paz de Thorn fueron restituidos los prisioneros y las conquistas. Las
hostilidades renacieron; y no bastaron el valor y la prudencia de Enrique
de Plauen, gran maestre, a restablecer la tranquilidad. En la misma Orden
estallaron discordias; las ciudades aspiraban a emanciparse; los estados se
pronunciaron en abierta rebelión, y uniéndose con la Polonia devastaron el
país, hasta que en la paz de Thorn la Orden tuvo que ceder a la Polonia la
Pomerania con Dánzig y otros países, conservando sólo la Prusia oriental
como feudo de la Polonia, gobernada por los gran-maestres, y dependiente
de aquellos que un día habían de ser sus súbditos. |
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1409 |
15 de julio |
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1411 |
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1466 |
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