Café de la Rotonde
No es fácil encontrar los cafés que los exiliados españoles solían frecuentar durante los largos, muy largos años de su exilio. Buena parte de aquellos cafés han desaparecido bajo los golpes de pico y pala o la grúa impasible. Así el Café Europa, el Café de Madame Andrés, El abanico u otros más que estaban situados en el barrio de Belleville, donde vivía una importante colonia de exiliados españoles hoy son tan sólo espacio en la memoria de quienes los conocieron. Otros como el Café de Flore, La Coupole, Le Dôme, la Closerie des Lilas, el Lipp o el Café de Madrid creado en 1902 en el boulevard Montmartre donde solían reunirse numerosos periodistas (hoy, paradójicamente, ha tomado el nombre de Sunset boulevard) siguen en pie. Sus muros, sus mesas, sus mostradores de zinc acogieron numerosos exiliados de distintas procedencias, entre ellos numerosos españoles.
El Café de la Rotonde lleva, en su galería de retratos de personajes, los recuerdos de muchos españoles -algunos exiliados contra su voluntad; otros, itinerantes voluntarios- como Juan Gris, Miguel de Unamuno, Ramón Gómez de la Serna o Pablo Ruiz Picasso.
(Texto de Max Aub, La calle de Valverde, Madrid, Cátedra, 1985) |
Ubicado en el bulevar Saint-Germain, el Café de Flore fue un lugar muy frecuentado por los escritores, desde Albert Camus hasta Julio Cortázar. En los años 39-40, uno podía encontrarse con Jacques Prévert y su «pandilla», con Salvador Dalí que iba allí para destilar sus extravagancias, con Pablo Picasso, sus amigos y su círculo de admiradores. Picasso llegaba por la noche, rodeado de sus amigos españoles. En su libro Paris c´était hier la periodista americana Janet Flammer recuerda las venidas de Picasso al Flore:
Un alsaciano, Léonard Lippmann, creó a finales del siglo XIX la Brasserie des bords du Rhin sur le boulevard Saint-Germain. En 1920, el señor Marcelin Cazes compró el establecimiento y decidió atribuirle parte del apellido de su predecesor: Lipp. A partir de aquellos años, el café Lipp, al igual que sus vecinos Le Flore y Les Deux Magots, recibía la visita de muchos escritores y artistas. El poeta francés Léon-Paul Fargue dijo de este café que «es el único lugar donde, pagando una cerveza, uno puede tener el fiel resumen de un día en París»
. En su libro Paris est une fête, Hemingway se acuerda de que durante los años treinta solía comer en el Lipp:
... cuando el camarero me preguntó si yo quería una caña, pedí un sérieux, una gran jarra de vidrio que podía contener un buen litro, y una ensalada de patatas. |
Foto extraída de ON-LINE PICASSO PROJECT.
Foto extraída de ON-LINE PICASSO PROJECT.
Foto extraída de ON-LINE PICASSO PROJECT.
(Texto de Brassaï extraído de Conversaciones con Picasso, Madrid, Turner-Fondo de Cultura Económica, 2002) |
Foto extraída de ON-LINE PICASSO PROJECT.
Entre los cafés del barrio Saint-Germain que se volvieron polo de atracción de los escritores, está el café Les Deux-Magots, conocido lugar de encuentro de la corriente surrealista, donde André Breton, Antonin Artaud, Paul Eluard solían encontrarse. En los años treinta, la política se albergó en los Deux-Magots. Los participantes al Congreso Internacional para la Defensa de la Cultura, que se reunió en el palacio de la Mutualidad en 1935, prolongaban sus tertulias en este café. Fue en este café donde Picasso encontró a Dora Maar por primera vez, en ese mismo año 1935.
Antes de ser La Closerie des Lilas, este café fue primero una pequeña guinguette, rodeada de cerezos y manzanos. A partir de los años diez, Paul Fort eligió este café para realizar su revista Vers et prose y recibió numerosos escritores de todos los países, entre otros españoles. Pablo Picasso fue introducido por el poeta Guillaume Apollinaire y asistió a alguna de las célebres reuniones de los martes. En los años treinta, los surrealistas se juntaron a las tertulias y provocaron algunos escándalos para protestar contra el «chauvinismo» de algunos de los miembros del círculo literario que solían reunirse en la Closerie. En una de esa sesiones agitadas, en noviembre de 1928, Louis Aragon encontró por primera vez a Elsa Triolet, quien sería la compañera de su vida.
(Texto de Ernest Hemingway, París era una fiesta, Barcelona, Seix-Barral, 1985) |