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Barrio del Trastevere

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Foto extraída de www.roma-online.de






ArribaAbajoRoma, fascinación devoradora

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Foto cedida por el Museo Ramón Gaya (Murcia).

Llevo ya un año aquí en Roma que es muy fascinadora. Y también sobre esa fascinación quisiera un día meditar para que no me devore.


(Carta de María Zambrano a Alfonso Reyes, fechada en Roma el 25 de agosto de 1954.)                





ArribaAbajoRoma, ciudad abierta y secreta

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Foto cedida por la Fundación María Zambrano (Vélez-Málaga).

Sucede con Roma que parece estar enteramente abierta, enteramente visible y presente, que, nada más llegar a ella, Roma está ahí ya, como preparada para ser recorrida, para ser vista, para ser abrazada. Mas, cuando el viajero o el pasajero -o el peregrino, más bien- se detiene, comienza a darse cuenta de que Roma es hermética y secreta, de que verla como la suele ver, así presente toda ella, es verla en realidad como una fotografía de sí misma, que a veces se abre. Y para este turista distraído o romano inclusive confiado, que cree conocer y vivir su ciudad, se puede abrir una grieta, un intersticio, un vacío.

Sucede también con Roma que es una ciudad laberíntica. Las ciudades del Mediterráneo suelen ser sensuales, presentes, activas, de tal manera que despiertan los sentidos antes de que se pueda formar el pensamiento. Las ciudades del Mediterráneo de un cierto grupo, de una cierta especie, son ante todo, sí, llamadas a los sentidos. Pero hay ciudades laberínticas. Son laberintos que hay que recorrer. Son, sin duda alguna, reflejos o improntas de una antigua y viejísima categoría de ciudad mítica, del laberinto de Creta, como también hay en las ciudades mediterráneas la necesidad de un coloso, de algo que se yergue.

En Roma se da todo esto. Es, a la par, abierta y laberíntica. Habría que verla en sentido horizontal, porque no es posible rechazar su brazo y su presencia ni tampoco es posible, aun viviendo en ella, liberarse de la sensualidad de su cielo y de su aire.


(Texto de María Zambrano, «Roma, ciudad abierta y secreta», en Diario 16, 2 de junio de 1985, Culturas, nº 8.)                






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