21
LUENGO, op. cit., pp. 221-222.
22
Ibidem, p. 244.
23
Ibidem, p. 251.
24
P. OLCINA, op. cit., parte 1.ª, pp. 118-199. Citando por NONELL, op. cit., pp. 249-250.
25
NONELL, op. cit., p. 246. ROUSSEAU, Françoise: Règne de Charles III d'Espagne (1759-1788), Paris, Pion, 1907, t. I, p. 236.
26
LUENGO, op. cit., t. I, pp. 158-160.
27
El P. OLCINA, op. cit., parte
1.ª, pp. 118-119, recoge
el testimonio de uno de los padres: «Yo tuve por cierto que de noche nos
echarían en alguna playa desierta de Italia: y este mi
ofrecimiento fue tortas y pan pintado respecto del que otros
tuvieron; pues observando que los marineros recogían con
cautela y disimulo y ponían a mano espadas, sables,
escopetas y otras armas de fuego, entraron en vehementes temores de
que todos los patrones tenían orden de barremar en alta mar
las embarcaciones para echarnos a todos a
fondo...»
.
28
Sobre la correspondencia diplomática del momento para resolver este asunto, cfr. nota 2.
29
ROUSSEAU, op. cit., t. I, p. 238.
30
El pequeño puerto de Bastia sólo pudo acoger al primer convoy llegado, el de la provincia de Aragón. Según los Diarios de quienes iban a bordo, al tener dicho puerto su entrada abierta por levante; al soplar este viento, los buques se balanceaban como si estuviesen en alta mar: rompíanse a veces las maromas con que se los sujetaba; y algunas muy poco faltó para que no se abriesen las naves a la violencia de los choques de unas con otras.