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Este trabajo forana parte del Proyecto de Investigación Análisis de la Literatura Ilustrada del siglo XIX, dependiente del Plan Nacional de I+D+I 2008-2011, ref. n.º FFI2008- 00035/FILO.
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Mesonero Romanos 1975, 359-360.
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Para Larra (El Español, 238, 25 de junio, 1836) la gran inmoralidad del drama de Dumas se relaciona con la imposición de un modo teatral ajeno a la realidad española de su tiempo y con la (a juicio de Fígaro) reivindicación de la inacción disfrazada de pasión irresistible: «creído de que la sociedad es injusta, y de que cierra la puerta a la industria, y al talento que no nace ya algo, no será nunca nada, porque desistirá de poner los medios para serlo»
. En Pérez Vidal 1997, 560.
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Así ya en 1839, en una colaboración en El Entreacto, señala: «Nos prometimos, vistas algunas tentativas de noveles ingenios, a inclinar la balanza en favor de nuestros antiguos poetas, que no sería difícil la emancipación literaria y que Dumas y Hugo solo habían servido para verificar un cambio sin establecer un tipo, o ya que lo establecieren, fuese de tal manera que, desvirtuado su origen, hubiera al fin de gastarse entre la influencia que ejerce precisamente el carácter distintivo de nuestra nación [...]»
(5 de mayo, 1839, 11, pp. 41-42).
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Se trata de trabajos ya clásicos en el tema: Parker y Peers 1932; Peers 1936; Gabbert 1936; Adams 1957. Más recientes son las aportaciones de Palenque 1998 o las de Dengler Gassin 1991; 1989; 1987. También son importantes las aportaciones al tema de Lafarga 1995.
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Caldera 2001, 107.
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Margarita de Borgoña. Drama en cinco actos y en prosa del célebre Alejandro Dumas, Madrid, Sancha, 1836; El paje, drama en cuatro jornadas en prosa y en verso, Madrid, Sancha, 1837; El bastardo, drama original en cinco actos, Madrid, Hijos de doña Catalina Piñuela, 1838. Aunque la prensa comenta, con motivo de su estreno, que la edición de El rey monje se encuentra ya a la venta, no he podido localizar un ejemplar de esa primera edición; cito por la segunda, en Madrid, Yenes, 1839.
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En sus traducciones, García Gutiérrez no pierde nunca la perspectiva del espectador a quien se dirige su texto. Así, en la nota que acompaña su edición de Calígula (Madrid, Yenes, 1839) señala: «El traductor ha procurado antes que todo en la versión de esta tragedia, facilitar su ejecución en los teatros de España. Con este motivo ha creído deber suprimir algunos trozos que embarazan y hacen lenta la acción en el original»
(p. 62). Las elisiones, sin embargo, no siempre vienen determinadas por cuestiones de tempo dramático, sino que se relacionan también con aspectos espectaculares y de propiedad en el contenido. Sobre estos aspectos Zaragoza 2006. Da cuenta del repertorio de traducciones del gaditano Armenta Fernández 1996.
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Menarini 1982.
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Sin embargo, tal y como ocurría también en Margarita de Borgoña, el dramaturgo hace especial hincapié en que el amor entre madre e hijo es absolutamente espiritual y puro. Muy significativas resultan, a este respecto, las palabras de Margarita, en el desenlace del drama, tomadas literalmente del original francés:
(V, 7, p. 77) |