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Consúltese los apartados correspondientes a la descripción de la personalidad y del estatuto social propios del humanismo renacentista en ascenso que hace Jacques Le Goff en Los intelectuales en la Edad Media, pp. 144-147. También, Jorge Ruedas de la Serna nos dice al respecto «El propósito mayor de la Arcadia era, como lo dice de manera manifiesta su fundador, 'restaurar' la lengua y la poesía portuguesas, lo que implícitamente significaba restaurar la dignidad de la nación [...], restaurar el buen gusto, es decir, acabar con los excesos a que había llegado el barroco, regresar a la lección de los clásicos griegos y latinos, restablecer la claridad y la economía en la expresión literaria, evitar las efusiones del sentimiento que le restan fuerza y brillo a la razón», en Arcadia Portuguesa, p. 31.

 

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Para muestra de su preocupación por corregir lo que se publicaba transcribimos esta composición: «Tanto verso reprobado / que en estos días ha salido, / y otras cosas que han tenido, / como de hombre su pecado: / a proponer me ha llevado, / haciendo papel de intruso, / que contendría mucho abuso / un docto Censor mensual, que dijese a cada cual / lo del güevo, y quien lo puso». El aficionado al Diario; véase DdeM., t. III, núm. 262, p. 201.

 

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DdeM., t. I, núm. 91, p. 393. También Martínez de Navarrete destacó el hecho de la efervescencia de poetas en su «Azote de Pegasos»: «No es este tiempo, no, como solía, / cuando hubo nueve musas y un pegaso, / pues hoy en horizontes muy amenos, / los pegasos son más, las musas menos». DdeM., t. XI, núm. 1541, p. 701.

 

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En el Diario se publicó una letrilla que hacía referencia y criticaba los arcaísmos utilizados en la poesía y se señalaba en particular al árcade Juan José de Güido. Un par de versos decían: «De aquellos poetas / que usan archaismos(a)» y con (a) se explicaba, al pie de página, la siguiente definición: «Archaismo es el uso de voces anticuadas. Es una de las causas de la obscuridad del lenguaje según Quintiliano, que reprende en varios lugares este defecto. Del mismo modo piensan los críticos del mejor gusto véase a Heinecio fundam styli cult., part. I, cap. 2, núm. 16. Un sabio aconsejaba a cierto literato demasiado aficionado a los usos antiguos, que viviese desde luego según la pureza de las costumbres de la antigüedad, pero que hablase el idioma de los presentes: y con razón, como que era a éstos, y no a los pasados a quienes debía dar parte de sus ideas. Los que quieren afectar locuciones antiguas incurren generalmente en la desgracia de sacar un estilo monstruoso que no corresponde a edad alguna. [firmaba] El autor de la letrilla», DdeM., t. II, núm. 133, pp. 161-162.

 

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Contestación al artículo titulado «Poesía» del Antipoeta, DdeM., t. II, núm. 198, pp. 421-422.

 

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«El Pasante» iniciaba su artículo criticando un par de poemas publicados por Barueq (el 7 y 9 de marzo de 1806), ya que a su juicio estos versos adolecían de «ciertos defectos harto notables». Transcribo parte esencial de su crítica: «Viniendo pues al asunto, digo que en los versos del día 7, las palabras constante, blasonante y semejante no se deben usar de consonantes en ninguna composición poética, mucho menos en la que fuere corta, pues se debe advertir que todos los acabados en ante son muy comunes, y por lo mismo despreciables. Mas constante y blasonante son adjetivos, y es un notable defecto el acabar los versos de una poesía de corta extensión en adjetivo [...] ¿Y qué diremos de la fastidiosa asonancia que resulta de juntarse en muy pocos versos tres consonantes en ante y tres en anto? [...] Los versos del día 9 están llenos de fluidez, y armonía como que al fin los acaban en adjetivo: y aquel retruécano que hace de acabarse algunos en able, y otros en ible es capaz de lastimar aun al que tenga oreja de tapia». DdeM., t. II, núm. 184, p. 366.

 

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DdeM., t. II, núms. 196-197, pp. 413-419, subrayados míos. Hay que recordar que Juan Wenceslao Sánchez de la Barquera también fungió como editor del Diario, de ahí la doble importancia de sus opiniones respecto de lo que debía ser la poesía.

 

58

DdeM., t. II, núm. 197, p. 419. Subrayado mío.

 

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Recuérdese que Jacobo de Villaurrutia tuvo entre sus proyectos más caros la modificación de la ortografía. Para nuestro letrado era esencial escribir como se pronunciaba. En el Diario publicó un número importante de artículos para promover reformas a la ortografía.

 

60

DdeM., t. XI, núm. 1482, p. 463.