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Como es bien sabido, los poetas que conformaron nuestra Arcadia no suelen satisfacer nuestras expectativas estéticas actuales de creación literaria; sin embargo, como bien señala Jorge Ruedas de la Serna, «desde el punto de vista histórico, el fenómeno merecería mayor atención, por haber sido uno de los poquísimos ejemplos de agremiación literaria espontánea en el periodo colonial», véase Los orígenes de la visión paradisíaca de la naturaleza mexicana, p. 46. Nosotros añadimos que esta «agremiación literaria» independiente se caracteriza por ocupar un lugar histórico privilegiado: el periodo correspondiente a la gestación del proceso ideológico de Independencia.

 

42

DdeM., t. II, núm. 181 p. 355. Los primeros poemas con los cuales se dio a conocer Martínez de Navarrete en el Diario constituyen la serie de odas «Las flores de Clorila», que comenzaron a publicarse el 2 de enero de 1806. Una «N» sirvió también como firma de identificación de Martínez de Navarrete. DdeM., t. II, núm. 94, p. 5. Por otro lado, Luis G. Urbina nos informa que antes de que Martínez de Navarrete se diera a conocer en las páginas del Diario, «el nombre del poeta sonaba en los grupos literarios. Algunas obras suyas corrían, manuscritas, entre los cultivadores líricos». Antología del Centenario, p. XXI.

 

43

DdeM., t. XI, núm. 1425, p. 236.

 

44

El poema fue publicado el 2 de octubre de 1807. DdeM., t. VII, núm. 733, pp. 125-126. Al inicio de la composición de Lacunza se leen estos versos de Martínez de Navarrete: «Mira Anarda el otoño, que cargado / de frutos viene a nuestro suelo amado», y finaliza con: «Y nuestra voz se eleve al numen santo / que en el otoño nos regala tanto».

 

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Los poetas a los que hace mención Martínez de Navarrete son Juan Wenceslao Sánchez de la Barquera (Quebrara), Agustín Fernández de San Salvador (Mopso), Ramírez (Arezi), Mariano Barazábal (Aplicado). José Mariano Rodríguez del Castillo (JMRC), Juan María Lacunza (Can-azul), Joaquín Conde (Deoquin) y Juan de Dios Uribe (Uribe). DdeM., t. VIII, núm. 870, pp. 185-186 y DdeM., t. VIII, núm. 881, p. 229, respectivamente.

 

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Existe una carta de Martínez de Navarrete que dirige a Lacunza en la cual se certifica la amistad entre ambos, a pesar de no conocerse personalmente. Encontré esta carta en el Acervo Genaro García de la Benson Latin American Collection, hasta entonces inédita. Respecto a ese punto, véase Esther Martínez Luna, «Una amistad arcádica: fray Manuel Martínez de Navarrete y Juan María Lacunza», en Visiones y revisiones. Memoria del Segundo Coloquio «Letras de la Nueva España», pp. 187-193. También hay una referencia en el Diario, donde Antpeve (Antonio Pérez Velasco) dice haberse criado con Martínez de Navarrete y que el fraile fue quien lo motivó a escribir. Sin embargo, parece que la producción de Pérez Velasco fue escasa, pues sólo dos poemas suyos fueron publicados en el DdeM., t. II, núm. 133, p. 121.

 

47

«Vejamen al descubrimiento de cuatro poetastros», en DdeM., t. XI, núm. 1541, p. 701.

 

48

DdeM., t. III, núm. 924, pp. 303-304. Al parecer, el poema en cuestión pertenecía a un escritor inglés de apellido Thompson y había sido traducido por Benito Gómez Romero, DdeM., t. VIII, núm. 882, p. 135.

 

49

DdeM., t. XI, núm. 1422, p. 223. Esta fábula versificada la escribió en respuesta a una publicada en prosa y firmada por el Sr. Observador. Mariano Barazábal acompañó la suya con la siguiente nota: «He versificado, según pude, la fabulita, mas permítame el Sr. Observador que lo desmienta en la aplicación que de ella quiso hacer contra sí mismo, y en mi obsequio por un efecto de su modestia y cortesanía. Ya verán los censores de mis notas no he debido excusar la presente».

 

50

DdeM., t. I, núm. 99, pp. 25-26.