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La precedente relación del tumulto de México está muy exacta, y de todo punto conforme con lo que se lee en la compilación de documentos históricos pertenecientes al reinado de Felipe IV el grande, que con el carácter de inéditas se publicó en el tomo 1.º de la Revista Mexicana, impresa en esta capital en la oficina de don Ignacio Cumplido en 1835, páginas 81, 107 y 199. La lectura de dicho documento es tan fastidiosa por su estilo como exacta, y llama singularmente la atención porque hace ver que la deposición del virrey Iturrigaray por los oidores de México, se formó sobre el tipo de la del conde de Gelves, procediendo ambas de una misma causa; es decir, del odio y mala voluntad que los oidores de México tuvieron a los virreyes, y con quienes siempre rivalizaron. Esta emulación que por otra parte dio por resultado el equilibrio de ambos poderes, y de que resultó no poco bien al pueblo mexicano, pues si alguno de ellos se desquiciaba y quería sobreponerse a las leyes, el otro le contenía e iba a la mano; equilibrio que hoy no se conoce porque sobreponiéndose el actual gobierno que preside los destinos de México a la constitución y a las leyes, obra como le place sin responsabilidad alguna; defecto grande que hace suspirar a los mexicanos en gran parte por el pasado régimen, viviendo hoy sin garantías después de haber hecho inmensos sacrificios de toda especie por constituirse en nación libre, soberana e independiente.

En la cronología de los virreyes se notan sus títulos de Castilla con denominaciones muy aproximadas, y cuyos gobiernos son hasta cierto punto análogos y muy marcados por hechos ruidosos a saber, el conde Gálvez, el de Gelves y el de Galve, en los gobiernos de los dos primeros hubo tumultos bastante [sa]ngrientos en el tercero se notaron por parte del virrey grandes conatos a la independencia de esta América a imitación de la que en sus días habían conseguido los Estados Unidos del Norte. Podrase comprobar esta verdad con la lectura de su gobierno de que se habla en el tomo 3.º, Historia de los tres siglos de México durante el gobierno español, desde la página 56 a la 69 que publiqué en 1836, imprenta de don Alejandro Valdés en México. (N. del A.)

 

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Influyó mucho para la población, San Sebastián de Aparicio, situada en un punto inmediato llamado de las Carretas de que en esta América fue plantador para recoger limosnas hasta Zacatecas, y de allí comenzó a formarse la población de la ciudad. Su conquista tiene aire de romántica. Conviniéronse los otomis con los mexicanos en pelear a puñadas, quedando los vencidos a voluntad de los vencedores. Depositáronse y custodiáronse las armas de los combatientes para no hacer uso de ellas, y comenzó la lid de los moquetes desde salido el sol hasta ocultarse en el cerro del Sangremal, donde hoy se halla el colegio llamado de propaganda fide. Triunfaron los mexicanos, y comenzó a establecerse allí el gobierno labrándose la cruz de una cantera inmediata. La conquista de Querétaro era necesaria por su camino para tierra adentro, donde eran salteados los viandantes. (Manuscritos del Padre Vega que se hallan en la librería del convento de San Francisco de México). (N. del E.)

 

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Hoy existe un convento de Propaganda en Orizava, y otro en la Popam, suburbio de Guadalajara. (N. del E.)

 

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Este es el famoso sumidero llamado Pantitlán de que habla el padre Sahagún y que se ha solicitado inútilmente por el ayuntamiento de México. (N. del A.)

 

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Parece que fueron los dominicos. (N. del A.)

 

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El padre Vega en sus manuscritos inéditos que existen en la librería del convento de San Francisco de México, y de que se remitió copia a España de orden del rey para que escribiera su historia al Nuevo Mundo el señor don Juan Bautista Muñoz, presenta el croquis de estos edificios que he visto. (N. del E.)

 

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Cuando Voltaire medio compuso la fachada de una iglesia que le afeaba su casa hizo poner lleno de orgullo esta inscripción... Erexit Deo, Voltaire... ¿Con cuánta mayor satisfacción y más justicia podían decir los jesuitas... Erigimos al Dios verdadero sobre las ruinas de la idolatría más de cien iglesias a Jesucristo? ¿Y aun tiene valor el espíritu de contradicción e inmoralidad para dudar si convendrá reponer en América esta corporación que ha multiplicado tantas pruebas de su necesidad y utilidad? El cuadro que ha trazado en bosquejo el padre Alegre es efectivo, y nadie osará desmentirlo. (N. del E.)

 

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Uno de los ministros fue el padre Juan de Ávalos que dio cuenta por una carta al Ilustrísimo, y éste la remitió al rey. Su Majestad, en carta escrita desde Cuenca, fecha a 12 de junio de 642, al señor Palafox, le dice: «Y a Juan de Ávalos, religioso de la Compañía de Jesús, uno de los misioneros, le daréis gracias por lo bien que ha procedido en estas materias, y le diréis ha parecido bien lo que escribió en carta de 4 de abril del año pasado, cuya copia me remitisteis, etc.». (N. del A.)

 

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Éste es uno de los sucesos más notables y escandalosos ocurridos en la Nueva-España, y de que he dado idea en un impreso que publiqué en México en 1831 en la imprenta de don Alejandro Valdés, intitulado: El venerable señor don Juan de Palafox y Mendoza justificado en el tribunal de la razón, por haber remitido a España y separado del virreinato de México al excelentísimo señor don Diego López Pacheco, duque de Escalona. Este procedimiento tiene muchas simpatías con el que usó la real audiencia de México con el virrey don José Iturrigaray, y en ambos, sus autores menos se guiaron por principios de justicia que por amor a la dependencia de la América con la España. La idea de la independencia los espantaba y hacía que viesen culebrinas y fantasmas cuando se la figuraban posible: suceso que al fin se verificó por los mismos medios de que se valió el gobierno para impedirlo porque sic erat in fatis. (N. del E.)

 

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¡Ojalá que los revoltosos de nuestra época... del progreso, tuvieran presente este razonamiento! ¡Qué diversa sería nuestra suerte! (N. del E.)

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