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ArribaConclusión: Sor Juana y el saber filosófico


Caudal de conocimientos

Sor Juana es conocida como erudita en muchas cosas, había asimilado muchos elementos de la cultura de su época: literatura, música, teología, etc. Pero es poco conocida su relación con la filosofía, sobre todo con la filosofía escolástica. En efecto, tres influencias principales de corrientes filosóficas se han detectado en Sor Juana: la de la filosofía hermética, la de la filosofía moderna y la de la filosofía escolástica. La de la filosofía hermética la recibió a través de Atanasio Kircher; la de la moderna, a través de Descartes, y la de la escolástica a través de Santo Tomás. El conocimiento de las obras de Kircher le vino por el obispo de Puebla, el que adoptó el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, Manuel Fernández de Santa Cruz, quien era amigo de Alejandro Favián, corresponsal del jesuita austríaco y que poseía varios de sus libros y los hacía circular entre algunos novohispanos connotados. También quizá por Sigüenza y Góngora, que cita a Kircher y a Schott en su Libra astronómica y filosófica. El conocimiento de Descartes no se sabe bien a bien si fue directo o a través de expositores; en todo caso pudo ser por libros que le habría prestado su buen amigo don Carlos de Sigüenza y Góngora, catedrático de astronomía en la universidad, y que cita a Descartes, Gassendi y otros en sus obras astronómicas, como la mencionada Libra. Pero también conoce Sor Juana el tomismo; era uno de los ingredientes de la cultura de la época, se aprendía tanto en la universidad como en varios de los colegios de los conventos, y había una bibliografía muy abundante, parte de la cual habría llegado a esa ávida lectora y estudiosa que era sor Juana. (De hecho, en uno de sus retratos, el pintado por Cabrera, aparece en su librero el nombre de Santo Tomás).

En cuanto a la filosofía hermética, Sor Juana cita varias veces a Kircher (en ese mismo cuadro de Cabrera aparece el nombre del sabio jesuita), y muchas de las ideas propias de esa corriente están dispersas por su obra. El verbo «kirkerizar» aparece en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz y en algunos versos. Además, del legado renacentista, conoce y se opone a Maquiavelo, en su idea de la «razón de estado», vulgarizada por Guicciardini, y que aparece en un par de versos. (Por ejemplo, en la II.ª loa al cumpleaños del rey Carlos II, en Obras completas, ed. de A. Méndez Plancarte, México, Porrúa, 1972, p. 511b). También se ve la idea de microcosmos, que, aun cuando atraviesa toda la historia, desde los griegos a la modernidad, pasando por los medievales, se hizo muy   —136→   presente en los renacentistas. (Sor Juana se refiere a ella en el Primero sueño).

Mucho se ha escrito sobre la recepción que hizo Sor Juana de la filosofía moderna; tal vez se le ha adjudicado más de lo que se podría documentar. Ciertamente en el Primero sueño menciona ideas modernas, como los átomos, que, aun cuando venían de los griegos, habían sido revitalizados por Gassendi; pero sobre todo porque se ha llegado a ver en ella cierta actitud crítica y hasta escéptica, como la de la filosofía cartesiana. En fin, se ha creído encontrar en ella la presencia de Descartes, Gassendi y otros modernos.

Lo que ha sido poco estudiado es la presencia de la filosofía escolástica, la cual es innegable y puede documentarse con numerosísimos textos de la monja jerónima. Menciona (con un rango igual al de San Agustín) a Santo Tomás y también se advierte la presencia de otros escolásticos. Pero sobre todo se ve la del Aquinate. No que deseemos ver en Sor Juana una profesora de filosofía en la universidad o en las escuelas, que no lo era; tampoco pretendemos ver en ella una filósofa de profesión, aunque tenía los vuelos necesarios para ello; lo que vemos en ella es una plasmación de la filosofía en su poesía, y con pasable erudición. Era tanta su sed de conocimientos, que no se escaparon de su ámbito la filosofía ni la teología. Y era de esperar, pues ellas constituían lo más elevado del saber humano. Da muestras de haber hecho un buen estudio y asimilación de las mismas. Si se toma en cuenta que fue autodidacta, puede decirse que las asumió y asimiló para su cosmovisión, dentro de ese caudal de conocimientos, manifestado en sus poemas, que resulta cada vez más desconcertante. Ni profesora de filosofía (aunque sepamos de unas Súmulas de lógica que escribió, pero que no se conservan), ni filósofa por dedicación expresa, con todo Sor Juana integra esos conceptos filosóficos en su poesía, y nos da en varias ocasiones versos llenos de alto contenido filosófico.




Las disciplinas filosóficas

Se puede apreciar un cierto conocimiento de las diferentes materias de la filosofía por parte de Sor Juana. Menciona a Platón y a Aristóteles, así como a otros personajes de la historia de la filosofía, mostrando así que no le era desconocida. También, como hemos dicho, conoce a varios de los filósofos de su tiempo, especialmente a Kircher, de cuyo hermetismo filosófico se había empapado. Lo mismo se ven trazas de algunos filósofos modernos, como Descartes y Gassendi.

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Por lo que hace a la lógica, se dice que había escrito las mencionadas súmulas o compendios de esta materia, las cuales se han perdido, y nos habrían revelado mucho sobre su saber, de haberse conservado. Eso nos habla del conocimiento que tenía de la lógica, la cual, aunque era materia introductoria, era difícil además de árida, no imaginable en la pluma de una poetisa. Se la ve hablar de las tres operaciones de la inteligencia: conceptualización, juicio y raciocinio. En cuanto a los conceptos, habla de su intensión y su extensión, diferenciándolas nítidamente. Maneja los predicables: género, especie, diferencia, propiedad y accidente. Se refiere a los diez predicamentos o categorías. Conoce los silogismos, alude a algunos de sus modos, inclusive con sus nombres mnemotécnicos (Barbara, Celarent, Darii...). Menciona algunos puntos de lógica modal (el modo posible, por ejemplo). Usa algunos términos propios de la argumentación o disputa escolástica, como «conceder», «negar», « poner en contra», «pasar», etc. Y habla de premisas, inferencias, y de poner argumentos en forma. Señala también los sofismas («sofísticas redes»). Y, en cuanto a la retórica como teoría de la argumentación, maneja muchos conceptos de esa disciplina y elogia en varias partes su poderío persuasivo. En cuanto a la filosofía de la ciencia, sostiene que la ciencia es hija del discurso o raciocinio, apunta a la teoría de la subalternación de los saberes, cuando expresa que la música está subalternada a la aritmética, y por ser una de sus diferencias, esto es, uniendo lo discreto con lo sonoro. Por lo que hace a la filosofía del lenguaje, que se asociaba a la lógica, habla de la denominación de una cosa a partir de otra, y los cambios que hay en ello, sin que las mutaciones de los vocablos inmuten la esencia o substancia de las cosas. Menciona la convertibilidad de las proposiciones y la ilación; y hasta hace algunos silogismos y otras inferencias en sus versos.

También de retórica, que se veía como aledaña a la filosofía -junto con la gramática y la lógica-, hace una muestra de conocimientos. Menciona a dos de los más grandes retores, uno griego y otro romano: Demóstenes y Cicerón. Define la retórica como el arte de hablar bien, su objeto es la cuestión de la que hay que persuadir. Enumera las partes de la pieza oratoria, que son exordio, narración, confirmación y epílogo. Habla de los principales tipos de retórica: el epidíctico, el judicial y el deliberativo. Sus instrumentos son la cuestión, la proposición y el silogismo, a los cuales se añade la complexión, como encargada del ornato. Inclusive recita algunos de los recursos para el ornato, como son los tropos y las figuras. De entre los primeros alude a la sinécdoque, la antonomasia, la metáfora, el énfasis y el enigma.

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Tocante a la teoría del conocimiento, Sor Juana habla del origen sensorial del conocer en la experiencia, de lo cual se eleva hasta la ciencia más sutil. Inclusive la experiencia ajena puede servir para hacer ciencia. Menciona la antecedencia del entender sobre el discurrir. El entendimiento sirve para obtener principios o premisas, el raciocinio para extraer conclusiones o probar tesis. El entender es perspicaz, y el discurrir es sutil. Pero el primero es más perfecto que el segundo, ya que el primero es intuitivo, propio de Dios y los ángeles, mientras que el segundo es fatigoso y arduo, el que de manera peculiar y característica pertenece al ser humano. Por eso el raciocinio es el más propio de la ciencia, en tanto que la intuición es más propia de la sabiduría. Alude al conocimiento de las causas por los efectos (i. e. a posteriori). Explica que las potencias o facultades tienen objetos a los que se dirigen y por los que son actualizadas. Toma en cuenta los simulacros o especies de las cosas que se forman en los sentidos, así como en el intelecto. Son los objetos visibles e inteligibles, a los que a veces llama «ideas». Hace alusión a la fantasía o imaginación y a la estimativa, que son de los sentidos internos. Habla del conocimiento de los relativos, en el que al conocer a uno se conoce al otro por estar implicado. Dice que la sabiduría infusa por Dios es superior a la adquirida mediante el estudio. También habla del conocimiento que Dios tiene de las cosas, con un acto puro e infinito, con el cual ve todo lo pasado y lo futuro como presente.

En lo concerniente a la filosofía natural o cosmología, se la ve en varias partes aludir al hilemorfismo, o la teoría de la composición de los entes corpóreos de materia y forma. Menciona asimismo la privación, que es el otro principio fundamental junto con esos dos. Alude a que la materia es menos perfecta que la forma. Pero la materia y la forma constituyen la esencia o naturaleza, por ello se refiere a la Naturaleza como la causa segunda de todas las cosas, siendo Dios la causa primera, a la cual ayuda y sirve. Mas, ya que habla de las naturalezas o esencias, también considera las cuatro esencias básicas o elementos (agua, aire, fuego, tierra). Y no las menciona a sólo ellas, sino además a la famosa quinta esencia, que es la de los cuerpos celestes. Así, la esencia es la naturaleza, y la naturaleza es la causa segunda, supeditada a la primera, que es Dios. De los elementos, alude a sus cualidades opuestas, y a cómo éstas entran en equilibrio cuando forman parte de los cuerpos. Habla de las alteraciones de las cualidades de esos cuerpos, realizadas por los cambios de equilibrio de los elementos. Dice que el agua es húmeda y fría, y se opone diametralmente al fuego, que es cálido y seco. La tierra es fría y seca, con lo cual sólo queda que el aire sea húmedo y caliente. Trata de la generación y la corrupción, del cambio substancial y del   —139→   accidental. En un texto hace mención de la bilocación, que es ocupar dos lugares, como problema que se discutía en las escuelas, hecha de manera milagrosa. También habla del compuesto substancial o supuesto, que es el ente individual y concreto. Lo mismo de la acción, en especial la inmanente. Se refiere al centro natural de las cosas, que era donde se creía que tenían su lugar propio y al cual tendían. Anota el movimiento del cielo y el influjo de los astros sobre los seres sublunares. Por otro lado, los orbes del cielo, al moverse, ejecutan una armonía. Por eso ve que la matemática contiene como una de sus partes a la música, subalternada a la aritmética, en cuanto ésta le brindaba algunos principios y elementos para sus explicaciones. Pero es que entiende la música, como lo hacían los pitagóricos y pasó a la cristiandad a través de Boecio, como la armonía de las esferas, escrita por Dios en números, y que había que desentrañar. Habla de la virtud generativa atribuida al sol, que hacía brotar y crecer a las plantas. Ellas tienen alma vegetativa. Hace alusión a la luz. (Llega a mencionar la búsqueda de la cuadratura del círculo, que algunos -como Kircher- llevaban a cabo). Maneja la idea que también pertenece a la lógica de intensión, sólo que aquí aplicada a los cuerpos. La intensión de los cuerpos es el crecimiento en alguna propiedad accidental que tienen, e inclusive se discutía si podía haber un crecimiento o intensificación de la misma forma substancial.

La metafísica también tiene presentes aspectos suyos en los textos de Sor Juana. Se habla de las causas, y se añade que al cesar la causa cesa el efecto. La conexión entre el efecto y la causa, y también del efecto de una cosa con la esencia de la misma. Menciona todo el esquema causal completo de Aristóteles (guardado por los escolásticos), con las cuatro causas: final, eficiente, formal y material. Se distingue entre esencia y accidentes, entre substancia y accidentes, y entre esencia y existencia. Sabe que la esencia es lo más constitutivo del ente, de manera que, si se negara ésta, se ha de negar también aquél. Se habla de la acción y la pasión, principalmente de la acción inmanente. Distingue la potencia del acto. También se refiere a los universales, diciendo que las especies subsisten aunque los individuos mueran. Menciona que los individuos se dan por parte de la materia y los universales por parte de la forma. Hace mención de la ontología de las relaciones, esa categoría que es la más débil de todas, pero que une a los entes con sus cadenas, de tal manera que al conocer uno de los relativos se conoce al otro, dado que se implican mutuamente. Conoce la participación de todas las creaturas del Ser de Dios.

En la antropología filosófica, Sor Juana habla de las tres potencias o facultades anímicas del hombre: memoria, entendimiento y voluntad.   —140→   Insiste en la libertad, ni siquiera violentada por Dios, ni tampoco por los astros, a pesar de que se admitía cierta influencia suya en las acciones humanas. También, por supuesto, habla del amor, sobre todo del que se tiene conforme al bien. Y pondera el apetito de amor que tiene todo ser humano. Trata de los hábitos y las virtudes. La costumbre engendra el hábito, que puede ser bueno (virtud) o malo (vicio). El hombre es un compuesto de materia y forma, esto es, de cuerpo y alma. La vida es el ser para el hombre, como viviente que es. Es el acto esencial, los demás son actos accidentales. El hombre sin vida no es hombre, sino cadáver, pues donde están divididos el cuerpo y el alma no hay ser humano, que es el compuesto de ambos. Habrá, por una parte, un cadáver y, por otra, un alma separada. La vida más alta es la racional o intelectual. En efecto, el alma es la parte más perfecta, y se eleva a conocer y amar las cosas inmateriales o espirituales. El alma está toda en todas las partes del cuerpo, pues es de esencia indivisible. El hombre es un microcosmos, y, dentro de él, el entendimiento es el compendio de todo lo existente.

Por lo que respecta a la ética, menciona a la sindéresis, que es el hábito de los primeros principios en el intelecto práctico, el primero de los cuales es buscar el bien y evitar el mal, con lo cual se funda el orden moral. Es decir, el hombre, con su libre albedrío puede elegir lo bueno o lo malo, y eso funda la posibilidad de lo moral. La razón y la virtud son las que deben orientar esa vida ética y, buscando el bien, combatir los vicios. La razón del amor debe sobreponerse a la razón de estado (que es maquiavélica). Habla de los derechos naturales y de los derechos positivos. Pero no hay que separar el conocimiento del amor, sobre todo, respecto de Dios. Esto último constituye el mayor bien y fin del hombre. También recalca que la recta intención es lo más constitutivo del acto moral, y la que decide la bondad o maldad del mismo.





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