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ArribaAbajoLa filosofía escolástica en algunos poemas de Sor Juana

Señalaremos a continuación algunas ideas y términos escolásticos que utiliza Sor Juana en poemas suyos, agregando clarificaciones y explicaciones sobre dichos términos.

En el poema en el que se opone al poeta José Montoro, Sor Juana menciona la díada substancia y accidente, que trata ontológica y lógicamente, distinguiéndolos bien por el carácter de necesidad respecto del ser que tiene el primero, y el carácter de contingente del segundo. La substancia es necesaria, pero los accidentes pueden estar en ella o faltar, sin que eso signifique la desaparición de aquél; lo necesario es la substancia o esencia:


Mas no es esto esencia suya,
sino un accidente anexo
que tal vez los acompaña
y tal vez deja de hacerlo58.



No sólo trata a la substancia como esencia, sino que también se refiere a ella como supuesto (30, 41), a saber, como ente concreto e individual. Un poema festejando el nacimiento del hijo de los virreyes expresa el deseo que dice haber tenido la monja de que viniera al mundo, y lo hace utilizando términos metafísicos:



¡Cuánto deseé el que salierais
de ser mental compañero
de las criaturas posibles
que ni serán, son ni fueron!

[...]

No dejé Santo ni Santa
de quien con piedad creemos
que de impetrar sucesiones
obtienen el privilegio
que no hiciera intercesora,
que no hiciera medianero,
porque os sacase de idea
al ser, el Poder Supremo59.

En efecto, el mundo de los posibles era visto como una región de las ideas divinas, el mundo pensado por Dios; por eso Él lo había hecho pasar de la idea al ser.

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Junto con estas nociones tan fundamentales, se encuentran ciertos principios de la escolástica. Algunos son de metafísica, por ejemplo del orden de la causalidad, como aquel que se enunciaba «cessante causa, cessat effectus», y que Sor Juana pone en verso así:


Si de tus méritos nace
esta pasión que me aflige,
¿cómo el efecto podrá
cesar, si la causa existe?60



Otro parecido:


que es, si registras la causa,
preciso hallar el efecto61.



Dentro de ese orden de la causalidad, la causa principal era la final, cuyo máximo axioma era que el fin es lo primero en la intención y lo último en la ejecución, lo cual expresa así:


que aunque es muy bueno el intento,
es mejor la ejecución62.



Pasando de la metafísica u ontología a la física o cosmología, también susceptible de ser llamada filosofía natural, alude a los cuatro elementos, en algún paso, de manera general (8, 15), y de manera específica en otro:


Y todos concordes
se van a mi Dueño,
que Humanado le sirven
los cuatro elementos:
el Agua a sus Ojos,
el Aire a su Aliento,
la Tierra a sus Plantas,
el Fuego a su Pecho;
que de todos, el Niño
hoy hace un compuesto63.



Igualmente aparecen otros conceptos cosmológicos, por ejemplo los que dan expresión a esa idea fundamental del hilemorfismo, es decir, la composición de los cuerpos a base de materia y forma:


cuando, sin ser maravilla,
se hallaban en tu belleza
dos cuerpos en un lugar,
dos formas y una materia64.



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El hilemorfismo vuelve a mostrarse no sólo como ese conocimiento de la díada materia y forma, sino con la sutil distinción entre la forma natural y la artificial:


en quien la Naturaleza,
del arte competidora,
siendo forma natural
finge ser artificiosa65.



También sabe discernir la forma natural en inanimada y animada. Esta última, la animada, tiene como principal el alma racional, que es peculio de los seres humanos. Por eso dice:


¿No soy yo gente? ¿Ni es forma
racional la que me anima?66



De otra manera:


gloria mucha en poco vaso,
gran forma en parva materia67.



Asimismo:


Probable opinión es que, conservarse
la forma celestial en su fijeza,
no es porque en la materia hay más firmeza
sino por la manera de informarse.
Porque aquel apetito de mudarse,
lo sacia de la forma la nobleza;
con que, cesando el apetito, cesa
la ocasión que tuvieran de apartarse.
Así tu amor, con vínculo terrible,
el alma que te adora, Celia, informa;
con que su corrupción es imposible,
ni educir otra con quien no conforma,
no por ser la materia incorruptible,
mas por lo inamisible de la forma68.



En el ámbito de la misma física aristotélico-escolástica, menciona la idea antigua de la tendencia natural que se suponía en las cosas hacia un lugar determinado, que era su lugar natural, el centro que la atraía, o el peso que la arrastraba o inclinaba:


Carecer por vos de todo,
no hubiera sido en mi afecto
fuerza, que aun lo insensible
lo hace, por irse a su centro69.



Como una parte de la filosofía natural o física, se veía a la biología. Y conocimientos de esta disciplina, en su versión aristotélico-escolástica, se encuentran en Sor Juana. El alma es un acto del cuerpo (de hecho,   —28→   para Aristóteles, era el acto primero del cuerpo, el más fundamental). Por eso llama al cuerpo «tierra organizada», la cual es vivificada por el alma, que es acto o forma (76, 96). Alma y cuerpo se unen como compuesto (78, 98). Y el alma puede ser vegetal, animal o racional, aunque en el hombre es una sola, con esos tres aspectos. Así, no sólo habla de la dimensión racional y sensible o animal, sino también de la vegetal:


y cuando el vegetable
humor en él perece,
nos parece que vive
y no es sino que muere70.



También posee Sor Juana la teoría del conocimiento, que en la escolástica tiene que ver con las potencias o facultades cognoscitivas y sus objetos. La potencia o facultad es la que pone el acto, y el objeto es el aspecto de la cosa que se conoce, por ello está por parte de la cosa (a parte rei) conocida, y no por parte del cognoscente:


Ser potencia y ser objeto,
a toda razón se opone;
porque era ejercer en sí
sus propias operaciones.
A parte rei se distingue
el objeto que conoce;
y lo amable, no lo amante,
es blanco de sus arpones71.



Una de las actividades del intelecto es la de abstraer o prescindir; por ello habla de una


precisión que sólo pudo
formarla tu entendimiento72.



La abstracción es división, y esta precisión es la más fina, esto es, división de razón o mental. Toma muy en cuenta el axioma capital o primer principio del ser y del conocer, tanto de la metafísica como de la gnoseología y la lógica, que es el de no contradicción (6, 13).

También muestra el conocimiento de las relaciones, poniendo a la relación como una tensión que media entre dos extremos, los cuales son los correlatos, esto es, un término a quo y otro ad quem; en el primero se encuentra el fundamentum de la relación, que es lo más constitutivo de la relación misma, sin lo cual no puede darse. Esta teoría de la relación le sirve para plantearse, en el terreno de la ética, el problema de la búsqueda del bien, que es a lo que esta disciplina se dedica:


El término no es a quo,
que causa el pesar que veo:
—29→
que siendo el término el Bien,
todo el dolor es el medio73.



Ya que se refiere al bien, avanza en esa línea y nos muestra que conoce distintas clases de bienes, como el bien útil, que es el que prepara para el bien deleitable y el bien honesto, los cuales son superiores a él. Sor Juana alude asimismo a la comunicabilidad del bien, que la escolástica había reflejado en aquel adagio suyo del «bonum est diffusivum sui», en cuanto que siempre se deja participar:


El bien es comunicable,
y si llegara a faltar
con quién, siempre fuera bien,
más no fuera utilidad74.



En este mismo campo de la ética, se expone la doctrina de la virtud en el aristotelismo y el tomismo como tendencia al justo medio:


La confianza ha de ser
con proporcionado medio:
que deje de ser molesta
sin pasar a ser despego75.



Recordándonos algunos puntos de lógica o metodología escolástica, Sor Juana menciona la ley de las definiciones que ordena usar términos positivos para dar a conocer las ideas:


Aquel decirte más
cuando me explico menos,
queriendo en negaciones
expresar los conceptos76.



Comenzando el camino de la lógica, Sor Juana menciona conceptos escolásticos del tratado de los signos o semiótica y la filosofía del lenguaje. Hurgando en la relación del lenguaje con el pensamiento, revisa la conexión de los signos con la mente, a saber, cómo se daba la vinculación del término con el concepto o palabra de la mente (verbum mentis) o del corazón (verbum cordis), como preferían algunos, siguiendo a San Agustín:


Salgan signos a la boca
de lo que el corazón arde,
—30→
que nadie creerá el incendio
si el humo no da señales77.



Está aludiendo a la idea escolástica de que las palabras son signos y efectos del pensamiento, antes que de las cosas, aunque son signos de las cosas de manera definitiva y principal. En cuanto a los signos, que se dividen en naturales y artificiales, menciona al humo como signo natural del fuego, ejemplo que era muy frecuente en los manuales de lógica al uso.

Tiene Sor Juana varios versos y aun poemas que son todo un ejercicio y aplicación de la teoría escolástica de la argumentación, así por el modo de hablar y exponer, como por los términos técnicos que aparecen. De este modo, encontramos que dice a José Montoro:


Al modo de aquellos que
sutilmente defendieron
que de la nieve los campos
se visten de color negro,
de tu sutileza fue
airoso galán empeño,
sofística bizarría
de tu soberano ingenio.
Probar lo que no es probable,
bien se ve que fue el intento
tuyo; porque lo evidente
probado se estaba en ello.
Acudistes al partido
que hallastes más indefenso
y a la opinión desvalida
ayudastes, Caballero.
Este fue tu fin; y así,
debajo de este supuesto,
no es ésta ni puede ser
réplica de tu argumento,
sino sólo una obediencia
mandada de gusto ajeno,
cuya insinuación en mí
tiene fuerza de precepto.

Extraño gusto que tenía Sor Juana por la argumentación lógica, que nos hace creíble el que haya escrito esas Súmulas de dialéctica que se le han atribuido y que ahora andan perdidas78. Vuelve a mostrarnos su posesión del arte y los tecnicismos de la argumentación en estos versos:

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en quien tienen, cuerpo y alma
un tan indeciso pleito,
que de cuál vence, se están
en utrum los argumentos.
Una Gramática nueva
es su hermosura y talento,
donde el más se verifica
sin que se suponga el menos.
No hay Lógico que se atreva
a definir cómo, siendo
sólo un término, en él solo
se da relación y exceso.
Ni yo sé cómo os explique
este enigma; sólo entiendo
que aquello parece más,
que se imagina primero.
Porque como a su beldad
es corto el conocimiento,
para comprehenderla toda
va de concepto en concepto79.



Pero con mucha modestia y pudor comenta:


yo en mi lógica vulgar
os pusiera un silogismo
que os hiciera confesar
que ése fue sólo el motivo80.



Por otra parte, a un caballero le dice:


Edipo en los enigmas, tu ingenio,
énfasis intrincados penetra:
físico, si las causas conoce;
lógico, si la forma argumenta81.



Y sigue jugando, con idéntica sonoridad y cadencia de esdrújulos:


Júbilos de mi amor a tus años
plácidos, a tus aras ofrezcan
índices de una Musa que, inculta,
Súmulas de escribir sabe apenas82.



¿Será ésta una alusión a su trabajo de sumulista, que debió ser muy competente, así haya sido sólo de ocasión y tal vez sin un mayor propósito? Quizá no dio clase de súmulas a nadie, pero su estudio le permitió bromear y conjuntar ahora la lógica y el amor:


No sé en qué lógica cabe
el que tal cuestión se pruebe:
—32→
que por él lo grave es leve,
y con él lo leve es grave83.



En otros versos se alude a la teoría de la argumentación más de pasada, apuntando de modo especial a la forma lógica de los silogismos, dado que la función de esta disciplina es desentrañar esa forma lógica de los conceptos, definiciones, enunciados, razonamientos, etc. De ahí que señale una verdadera catástrofe cuando dice:


Perdióse (¡oh dolor!) la forma
de sus doctos silogismos84.



Mas el texto que nos muestra más a las claras la pericia de Sor Juana en estas cosas tan arduas, es un villancico, todo él escrito en registro de lógica, lleno de expresiones escolásticas, que bien vale la pena reproducir entero:




Estribillo

¡Oigan un Silogismo, señores, nuevo,
que solamente serlo tendrá de bueno!
Es punto tan escondido
y misterio tan subido,
que ni en la Antigüedad cupo
ni Aristóteles lo supo,
de donde ser nuevo pruebo.
¡Oigan un Silogismo, señores, nuevo!
¡A los Lógicos digo: sic argumentor!


Coplas

Cual Sumulista pretendo
iros, Pedro, replicando;
y pues vos, a lo que entiendo,
hicisteis juicio negando,
yo haré discurso infiriendo.

¿Quién os trajo a tanto mal,
que al mismo que antes, altivo,
con ánimo sin igual,
confesasteis por Dios vivo,
negáis por hombre mortal?

Dejadme, pues, que me asombre,
que al Hijo del Hombre allí
le deis de Dios el renombre,
y al Hijo de Dios aquí
le neguéis conocer Hombre.
—33→

Mirad, que en esta ocasión,
como es Dios-Hombre mi compuesto
por hipostática unión,
para negar el supuesto
no os vale la distinción.

Mal lógico, Pedro, estáis,
pues cuando a Dios conocéis
y por tal le confesáis,
antes se lo concedéis
y ahora se lo negáis.

Dicen que las señas son
las que os hacen más patente,
y sin mirar la ilación,
dejando el antecedente,
le negáis la conclusión.

Si de una mujer la ciencia
tiene razones precisas,
mirad, Pedro, que es violencia,
concedidas las premisas,
negarle la consecuencia.

¿Quién de vos, Pedro, dijera,
siendo de ciencia un abismo,
que el argumento temiera,
pues el Evangelio mismo
dice que os hicisteis fuera?

Mejor las razones hila
vuestro acero sin misterio,
pues cuando su corte afila
contra Malco, arguye en ferio,
y en caelarem con la ancilla.

Vuestros bríos arrogantes
negaron con juramento
el que le servisteis antes:
pues, Pedro, no hay argumento
contra principia negantes.

Mas ya veo que advertido,
viendo el caso sin remedio,
lloráis como arrepentido;
que es arte de hallar el medio
de no quedar concluido85.



Sor Juana sabe afirmar, negar, distinguir, conceder e inferir con los términos propios de la técnica de la discusión escolástica; lo hace con expresiones muy formales. Ello nos muestra un conocimiento muy amplio y profundo que tenía Sor Juana de la lógica de su momento, y se   —34→   ve que muy bien pudo escribir ese tratado de Súmulas de lógica que se le adjudica. Principalmente, nos muestra lo mucho que sabía aquella que llegó a afirmar que vivía estudiando:


Fuerza es que os llegue a decir
que sin salud llego a estar,
de vivir para estudiar
y no estudiar el vivir86.



Llegando a la conclusión, podemos decir que estos poemas de Sor Juana nos hacen ver que su conocimiento de la filosofía era muy amplio, y no sólo en las líneas hermética y cartesiana, muy reconocido y estudiado, sino también en la escolástica, que, por lo demás, era el ingrediente de su contexto cultural que tenía más extensión. En su espíritu abierto, curioso y estudioso a la vez, no pudo faltar ese elemento cultural.



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ArribaAbajoIdeas escolásticas en las loas de Sor Juana

Sor Juana se caracterizó siempre por su gran amor al saber. Recorrió y abarcó muchos ámbitos de éste. Entre ellos estuvo el de la filosofía y, concretamente, según ya hemos visto, la filosofía escolástica. Esta sale a relucir en sus escritos, tanto en verso como en prosa. Muestra un buen conocimiento de la filosofía tomista, que era la parte principal y más extendida de la escolástica, corriente más estudiada en esa época. Se cultivaba la filosofía hermética, de corte renacentista, y ya se comenzaba a conocer en la Nueva España la filosofía moderna, sobre todo cartesiana. Pero estaba muy presente el tomismo. Veremos algunas muestras de ello en poemas de Sor Juana, especialmente en algunas de las loas que escribió para diversas ocasiones.

En uno de sus poemas, expresa Sor Juana su aprecio por el saber, el cual era tan grande, que llega a ver el saber como intercambiable con el vivir, de manera que sólo es vivir el saber, y sólo por el saber se puede en verdad vivir. Esta es una idea de abolengo aristotélico, recogida por la escolástica. La primacía de la vida teórica sobre la vida práctica, o la directividad de la contemplación sobre la acción, de modo que la vida mejor es la del conocimiento:


Quien vive por vivir sólo,
sin buscar más altos fines,
de lo viviente se precia,
de lo racional se exime;
y aun de la vida no goza:
pues si bien llega a advertirse,
el que vive lo que sabe,
sólo sabe lo que vive87.



En otra parte, contrasta el rigor de las escuelas (que puede tomarse como la universidad, los colegios y, sin más, la escolástica) con la blandura de la corte palaciega. Con ello muestra su aprecio por la discusión cerrada y formal que se estilaba entre los escolásticos, y no el discurso más bien superficial y basado sólo en el ornamento que se usaba entre los cortesanos.


(si alguno repara el modo,
respóndele, Lisi bella,
que no se entiende en Palacio
el rigor de las Escuelas)88.



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De hecho, Sor Juana tiene piezas en las que, como vimos, reproduce la disputa escolástica en alguno de los diálogos. Pero también tiene palabras un poco duras para la escuela, o la teología que se hacía en las escuelas. Le reprocha apartarse de la devoción, que nutre la reflexión teológica, pues sin ella se corre el peligro de encerrarse en la erudición y en la vanidad. Tiene el riesgo de quedarse en palabras vacías, que, sin el fervor, se marchitan. Alude a la frase de San Pablo: «la ciencia hincha, el amor edifica» (I Cor., 8:1) . También se refiere a las palabras del libro de la Sabiduría: «la sabiduría no entra en corazón malévolo» (Sab., 1:4). Señala con ello las condiciones morales del conocimiento, es decir, hay condiciones de posibilidad para la marcha del intelecto que se hallan en el corazón o la voluntad, y que, juntamente con las del entendimiento, configuran la vida moral, la cual no puede desprenderse de la vida intelectual. Esto se da en la Loa en la celebración de los años del rey Carlos II, donde el Entendimiento increpa así a la Escuela:


¿Y tú, Escuela, cómo necia,
de la Devoción te apartas?
Pues tus razones, sin ella,
más serán, que doctas, vanas.
¿No ves que las sutilezas,
aunque vuelen remontadas,
si el calor no las fomenta,
se mueren en las palabras?
Pablo dice que la ciencia
ensoberbece y levanta;
y el que la Ley ejecuta,
no el que la sabe, se salva.
La Eterna Sabiduría
nos amonesta, y declara,
que no entrará la sapiencia,
cuando es malévola el alma89.



En esa vena intelectualista. Sor Juana habla del amor espiritual, radicado más en el entendimiento que en los sentidos. Por ello no necesita del alimento material que pudiera brindarle la vista. Es un amor que se nutre de la consideración interior, con el recuerdo del ser amado, sobre el cual reflexiona y pondera los motivos que lo hacen amable:


Y también sabéis que como
es mi amor de entendimiento,
no ha menester de la vista
materiales alimentos,
—39→
pues radicado en el alma,
independiente y exento,
desprecia de los sentidos
el inútil ministerio90.



Pasando a la teoría del conocimiento, Sor Juana se refiere al dato cognoscitivo o contenido del conocimiento como un simulacro, refiriéndose a la teoría de la species o especie, es decir, semejanza o similitud (simulacro) de la cosa, semejanza o asimilación realizada en los sentidos para conocer el objeto por medio de un intermediario psíquico o «intencional» en el que pueda estar representado dentro del alma. Inclusive, siendo un simulacro, se resalta su carácter de signo, ya que es un signo formal, el más perfecto de los signos:


Celebrad ese, de vuestra
propia aprehensión, simulacro,
para que en vosotros mismos
se vuelva a quedar el lauro91.



Habla del orden y del caos, su opuesto. El mayor orden es el del cosmos, el cual tiene sus grados o jerarquías, no sólo de lugar, sino en el ser. Esos grados son precisamente los que constituyen el orden natural. Es el orden creado por Dios, y alude a la creación a partir del caos. Pero no parece desdecir la creación a partir de la nada, sino que le da otra forma de expresión, como si el caos fuera la nada. Hubo algunos, como San Agustín, que al ver el pasaje del Génesis que dice que Dios había creado primero la tierra, pero que ésta estaba caótica, lo interpretaban como que había creado primero la materia, y ésta se hallaba informe, en espera de las distintas formas. Pero Sor Juana no parece hacerlo así. Por la escolástica tomista sabía que la materia no puede subsistir sola y sin formas, de modo que no podía haber sido creada en estado de desnudez de toda forma. Así, en una de las loas, dice el Amor:


El orden será, decir
siguiéndose por sus grados,
guardando el natural orden
que la poderosa Mano
de Dios a todos nos puso,
cuando nos sacó del Caos92.



En otra loa a los años del rey (la III.ª), reproduce ideas cosmológicas de la filosofía antigua, platónica, pero que también pasó a la escolástica.

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Los astros giran y, al hacerlo, producen una armonía que sólo pueden oír los que atienden a ella con la clave de los números, esto es, la astronomía como una ciencia matemática, y la música como algo conectado con ella. Es también una idea que recogió el renacimiento, en clave y registro platónico, semejante a la que expresa Fray Luis de León en su famoso poema a Francisco de Salinas y semejante también a lo que recoge Galileo Galilei de esa tradición platónica (y, en el fondo, pitagórica). Con todo, a pesar de ese carácter platónico, la idea de la astronomía como una ciencia matemática también es aristotélica y escolástica. Dice el Cielo:



Oye, pues, la armonía
que hacen, con giros varios,
mis Orbes, que se mueven
con giración, trepidación y rapto93.

Otra idea de filosofía natural escolástica es la que atribuye al sol la virtud generativa que hace crecer a las plantas y les da vida. En efecto, las plantas tienen vida por su ánima vegetativa, y sin el sol (y otros elementos nutrientes) se morirían. Por eso el sol era considerado un universal en el causar; esto es, siendo uno, con su virtud generativa causaba el nacimiento, y propiciaba el crecimiento, de muchos seres vivos. Esto aparece en otra loa (la IV.ª) a los años del rey, donde habla así el dios Pan:



Y pues la generativa
virtud del Sol es quien puede
hacer entoldar los troncos
de lozanos capiteles...

[...]

Semidioses que, silvestres,
son vegetativas almas
que hacen las Plantas vivientes,
los convocar, porque
al ver que el Sol amanece,
¡crezcan, crezcan, crezcan lucientes!94



Una cosa muy importante es el recuerdo que hace Sor Juana de Mercurio o Hermes, como el dios de la oratoria. Así lo proclama el Sol, en la V.ª de las loas a los años del rey; y el propio Mercurio dice de sí mismo que es el que, con la elocuencia, hace ostentación del saber. En efecto, sin la elocuencia no se logra transmitir el saber, ni tampoco el   —41→   deseo; por eso dice que quien no sabe persuadir no es temido ni amado. Y termina diciendo que la elocuencia aprisiona en el oro de sus cadenas.

SOL
Mercurio suba, que del Cielo gloria,
es elocuente Dios de la Oratoria95.


MERCURIO
Yo, que tengo la eminencia
de ser el más elocuente,
para que la ciencia ostente,
le quiero darla Elocuencia:
pues goza tal preeminencia
la suavidad del decir,
que aunque llegue a conseguir
en otras prendas el grado,
nunca es temido ni amado
quien no sabe persuadir.
MÚSICA
¡Que la Elocuencia
aprisiona en el oro
de sus cadenas!96


Hay una clara idea en Sor Juana de que el ornato del discurso ayuda a comunicar el saber, e incluso a profundizar en él. En este caso, es la retórica, pero también es la poética, la que apoya al conocimiento. Tímidamente hace mención de los Hados, que gobiernan las contingencias humanas; pero pone buen cuidado en aclarar que de todas maneras existe ese reducto de la libertad que es el libre albedrío o arbitrio del hombre, por el que trasciende esos influjos de los astros y conserva la capacidad de decidir su acción, esto es, de elegir lo bueno o lo malo, con lo cual es susceptible de premio o castigo por su responsabilidad, y así no desaparece la ética. Dice allí el Sol:


de cuyo supremo arbitrio [el de los Hados],
y gobierno soberano,
dependen las contingencias
de los sucesos humanos!
Pues dejando la excepción
—42→
que, por privilegio raro,
le dio Dios al Albedrío,
para que obrase espontáneo
(cuyo siempre libre obrar
para elegir, bueno o malo,
no lo fuerzan los influjos,
aunque pueden inclinarlo)...97



Menciona los cuatro elementos, y su relación con lo animado y lo inanimado. Coloca lo viviente en la tierra y en el agua, y lo inerte en el viento y en el fuego. Aunque en el aire se podría situar el reino de las aves, Sor Juana prefiere colocarlas en la tierra, ya que en el aire sólo están secundariamente, y en la tierra de manera principal. Prefiere ver el aire, al igual que el fuego, como inhóspito lugar para lo vivo. Por eso dice el planeta Marte:


Cuanto animado linaje
en Agua y en Tierra asiste;
y en Fuego y en Viento, cuanto
existe, pero no vive98.



En la Loa a los años de la reina Doña María Luisa de Borbón, se tocan los objetos del sentido, que son signos sensibles (metáforas) de las ideas del entendimiento. Las esencias son el contenido de las ideas, y son de suyo invisibles; pero pueden representarse en las imágenes simbólicas. En dichas imágenes se representan allí las tres potencias del alma: entendimiento, memoria y voluntad. Así, aunque las tres son una misma cosa en el alma, al igual que el alma es una sola cosa en el cuerpo, así en la loa de Sor Juana son tres cosas, representadas por tres personajes, pero que hablan de su unidad. Así, dice el Entendimiento:


Ya que, en objetos visibles
de metafórica idea,
de la interior perfección
del Alma, racional muestra
queremos dar en los tres,
porque pueda la rudeza
del sentido percibir
las invisibles esencias,
y por aquéllos alcance
(con su condición grosera)
y pueda elevarse a amar
las cosas que no penetra,
—43→
haciendo, con esta industria,
que de un mismo asunto, sea
una cosa la que mire
y otra cosa la que entienda;
y pues yo al Entendimiento,
tú a la Voluntad, y aquélla
representa a la Memoria,
siendo todos una mesma
cosa en el Alma, aunque somos
operaciones diversas
(pues todas tres son el Alma,
y el Alma es toda cualquiera,
en que cada parte es todo,
como indivisible esencia),
y pues al Entendimiento
tocan todas las propuestas,
que después la Voluntad
las admite o las reprueba,
yo quiero empezar99.



Al hablar de la memoria, se menciona de pasada la estimativa, que es, junto con ella -y el sentido común y la imaginación-, uno de los cuatro sentidos internos. Se alude otra vez a las especies cognoscitivas, «mentales caracteres» con los que se representan las cosas y se guardan en el recuerdo. Se trata, en verdad, de las ideas e imágenes consideradas como signos, pues son en verdad -para la escolástica, y así lo recupera puntualmente Sor Juana- signos formales, distintos de los signos instrumentales, que son los restantes. Habla el Pasado:


Memoria: pues a ti sólo te es dado
hacer que sea presente lo pasado;
pues resucitas, en tu estimativa,
de la ya muerta gloria, u imagen viva,
guardando en sus mentales caracteres,
las cosas que tener presentes quieres,
¡ya está aquí, a tu mandado,
el volumen del Tiempo que ha pasado!100



En una Loa a los años del virrey, marqués de la Laguna, aparece la idea de supuesto, que es lo mismo que substancia individual o esencia individualizada, la cual está dispuesta para la existencia, y cuando ella le adviene resulta un ente individual. La personificación de Belona exclama:

  —44→  

Vivan Marte y Adonis
en un supuesto,
porque también sean una
Belona y Venus101.



Finalmente, en una loa representada en unas huertas donde se divirtió la virreina, un personaje, el Céfiro, habla de metafísica de las causas y dice un axioma en verso:


pues cesando las causas,
es preciso que cesen los efectos102.



Ciertamente era un principio muy conocido, casi de sentido común; pero también recibe en ella la formulación adecuada que tenía en las escuelas. Así se expresaba como principio escolástico de la suspensión del influjo causal sobre los efectos. Téngase en cuenta que no se puede decir con propiedad que Sor Juana usara los conceptos filosóficos escolásticos para hacer un tratado o una disquisición sobre esos asuntos, pues su intencionalidad es poética. Se vale de esos conceptos porque en parte estaban en el legado común de la mentalidad de su época y porque en parte eran señal de cultura, erudición y hasta buen gusto, dado que también eran vistos como la enseñanza superior brindada en los colegios y universidades.

Tanto en metafísica, como en teoría del conocimiento y en las demás disciplinas, Sor Juana da muestras de conocer la filosofía escolástica, y de conocerla no de modo superficial o cursi, sino de modo bastante logrado y hasta profundo. Esto es lo que manifiestan los versos suyos que hemos considerado, confeccionados con nociones de esta escuela filosófica. Y, aunque pudiera decirse que sólo ocasionalmente son puestos allí, o que se usan de pasada y sin un propósito de hacer explícitamente disertaciones filosóficas, su uso es correcto y adecuado, inteligente y oportuno; y, así, esa utilización poética de tales conceptos nos revela la competencia filosófica que había llegado a tener Sor Juana, precisamente en la corriente que inundaba su tiempo, a saber, la complicada y difícil filosofía de las escuelas, la escolástica.

La conclusión a la que nos conduce la consideración de la obra de Sor Juana es que manejó muchas cosas, y las manejó con holgada competencia. Tanto en la filosofía como en la teología escolásticas muestra un uso fino y acertado de las nociones, que refleja en sus poemas. Ellos nos sirven de camino y de indicador para rastrear los conocimientos que acumuló nuestra célebre monja literata. No podemos   —45→   pensar en ella como alguien que tuviera profesión de filósofa o de teóloga, que nunca lo hizo, ni lo pretende en sus escritos, que son de índole literaria y no ejercicios de esas disciplinas. Pero tiene un conocimiento muy notable en cada una de ellas. Sin ser especialista en esas materias, está informada de ellas, y llega a hacer un uso de esos saberes que la coloca como una de las personas más instruidas en la Nueva España de ese momento.



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ArribaAbajoLa presencia de la Filosofía escolástica en los Villancicos de Sor Juana

En los villancicos de Sor Juana Inés de la Cruz103 palpamos la presencia de la filosofía. El villancico III del primer nocturno a la Asunción, de 1676, es todo él un dechado de conceptos filosóficos y teológicos. Si quitamos el estribillo, encontramos sus ocho estrofas cargadas de este tipo de conocimientos. Tiene alusiones a las costumbres de las escuelas, esto es, de la universidad y de los colegios, que tal vez conoció por lecturas o por relatos de sus amigos profesores, como el propio Carlos de Sigüenza y Góngora. Comienza así:


La soberana Doctora
de las Escuelas divinas,
de que los Ángeles todos
desprenden sabiduría,
por ser quien inteligencia
mejor de Dios participa,
a leer la suprema sube
Cátedra de Teología.
Por Primaria de las ciencias
es justo que esté aplaudida,
quien de todas las criaturas
se llevó la primacía104.



Alude a la participación ontológica que la Virgen tenía de la Inteligencia de Dios, por el singular privilegio que le concedió por ser su madre. En efecto, ella tuvo primacía ante todas las creaturas. Y, dado que la sabiduría participada o infusa es superior a la adquirida o teológica, por eso ella es la que puede tener la cátedra más subida de teología. Y demuestra que la Virgen tuvo el mejor conocimiento de las principales materias del currículum teológico, porque las experimentó en su propia vida y persona.


Ninguno de Charitate
estudió con más fatiga,
y la materia de Gratia
supo aun antes de nacida.
Después la de Incarnatione
pudo estudiar en sí misma,
con que en la de Trinitate
alcanzó mayor noticia.

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Esto hace que la Virgen esté por encima de los ángeles, que tienen un intelecto muchísimo más puro que el del hombre, e intuitivo. Ella les da clase en el cielo, dice Sor Juana, fabricando, por supuesto, una imagen graciosa, pues los ángeles no necesitan lecciones, al ser espíritus puros, no discursivos. Y los llena tanto de amor a ella, que recibe su aplauso y su asentimiento completo:


Los soberanos Cursantes
que las letras ejercitan
y de la Sagrada Ciencia
los secretos investigan,
con los Espíritus puros
que el eterno Solio habitan
(e Inteligencias sutiles,
Ciencia de Dios se apellidan),
todos la votan iguales,
y con amantes caricias,
le celebran la victoria
y el triunfo le solemnizan105.



Juega Sor Juana diciendo que los ángeles le dan su voto a la Virgen, como hacían los alumnos con los profesores cuando concursaban por alguna cátedra. Y alude al «vítor» o aplauso de victoria que se le daba a alguien cuando se doctoraba o conseguía ganar alguna oposición. Otro de los villancicos, el VII de esa parte, es toda una lección de retórica (que en ese entonces estaba aparejada a las artes o filosofía), con varios de sus principales elementos. Ello es muestra de que Sor Juana tenía un conocimiento nada despreciable de estas cuestiones. Galanamente introduce su exposición de la retórica mencionando a dos de los más grandes oradores clásicos, como son Demóstenes y Cicerón, uno de la tradición griega y otro de la romana o latina. Lo hace en el estribillo, que dice así:


La Retórica nueva
escuchad, Cursantes,
que con su vista sola persüade,
y en su mirar luciente
tiene cifrado todo lo elocuente,
pues robando de todos las atenciones,
con demóstenes mira y Cicerones106.



También es aquí la Virgen la catedrática. Al paso que la presenta, Sor Juana define la retórica como el arte de hablar bien, y el objeto de la   —49→   misma, que es la cuestión, en este caso la de Dios, por lo cual es interminable y puede darse en un discurso sin fin.


Para quien quisiere oír
o aprender a bien hablar,
y lo quiere conseguir,
María sabe enseñar
el arte de bien decir.
En enseñar ejercita
la dulzura de su voz
que a tiempo no se limita;
que como su asunto es Dios,
siempre es cuestión infinita.

Enumera las partes del sermón, o pieza oratoria, que son: exordio, narración, confirmación y epílogo, pues en la primera se capta la benevolencia del público y se plantea el problema o el caso; en la segunda se expone la tesis que se va a sustentar; en la tercera, que es la más ardua, se argumenta a favor de la mencionada tesis, no sólo con lo intelectual sino con lo sentimental; y en la última se saca la conclusión y se acaba de persuadir de ella.


Su exordio fue Concepción
libre de la infausta suerte;
su Vida la narración,
la confirmación su Muerte,
su epílogo la Asunción.

También da indicios Sor Juana de conocer los tres famosos tipos de retórica, que son el epidíctico, el judicial y el deliberativo. En el primero se hace elogio o vituperio de las personas; en el segundo se trata un caso forense; y en el tercero se ventila una cuestión, sobre todo política. Ella sólo alude al segundo, pero no podía hacerlo sin conocer los que lo acompañan:


De persuadir la eminencia
lo Judicial lo pregona,
pues rendido a su elocuencia
el Juez Eterno, perdona
cuando lo mueve a clemencia.
Retórica se acredita
con todos los que la ven,
y a deprender los incita;
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mas, ¿qué mucho diga bien
quien en todo fue Bendita?

Menciona además los instrumentos argumentativos de la oratoria, que son el problema o pregunta (al que no alude porque ya lo había hecho bajo la forma de la cuestión), la proposición y el silogismo. En ellos se plantea la tesis y con ellos se defiende. Y se añade la complexión, que es la composición efectuada con los adornos.


Hace de su perfección
al silogismo galante
segura proposición,
y con su Asunción triunfante
va a la eterna complexión.

En el ámbito de esa complexión por el ornato, habla de varios recursos de la ornamentación elocutiva, y si excluye algunos, se ve que lo hace por las exigencias de la rima y porque sólo le bastaban unos pocos para dejar constancia de que los conocía. Tales recursos son los tropos y las figuras. De entre los tropos menciona la sinécdoque, la antonomasia y la metáfora, el énfasis y el enigma; y alude a las figuras:



Si a los tropos la acomodo,
ha ejercitado en el arte
el sinécdoque, de modo
que eligió la mejor parte
y la tomó por el Todo.

Como Reina, es bien acete
la antonomasia sagrada
que como a tal le compete;
y hoy, al Cielo trasladada,
la metáfora comete.

Siendo Virgen, ha nacido
el Verbo, de ella humanado
énfasis tan escondido
y enigma tan intrincado,
que sólo Dios lo ha entendido.

Sus figuras peregrinas
son las antiguas mejores
que las figuras divinas;
que en sus retóricas flores
nunca se hallaron espinas.

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Al terminar el villancico, Sor Juana nos deslumbra con una brillante paradoja: la exposición teológica de la Virgen es la más completa y amplia, a la vez que la más lacónica, porque se reduce a decir una sola Palabra o Verbo, que es el Hijo de Dios. Por ello merece el lugar más encumbrado en el cielo:



Tan lacónica introduce
la persuasión, que acomoda
cuando elegante más luce,
que su Retórica toda
a sólo un Verbo reduce.

En fin, por ser su oración
en todo tan singular,
hoy con muy justa razón
al Cielo sube a gozar
la eterna colocación.

Algo de los usos de la discusión dialéctica y del conocimiento de la lógica por parte de Sor Juana se ve en otro villancico a la Inmaculada Concepción de la Virgen. Sin necesidad de expresar muchos de los términos usuales en la lógica o dialéctica aristotélico-escolástica, la monja jerónima da la impresión de una capacidad inferencial y argumentativa que iba a la par de su habilidad poética. En efecto, allí dice:

1
La Maternidad sacra
es en María
prueba de que sin mancha
fue Concebida.
2
La Concepción es, de eso,
premisa clara,
pues para tanto sólo
fue Preservada.
1
¿Quién la ve de Dios Madre
que no discurra
que de quien la Luz nace,
nunca fue oscura?107


Allí se detecta la presencia de las nociones de premisa, discurso y prueba. Y un poco más adelante, en el estribillo, se pone un ejemplo de esa inferencia limpia y precisa a la que hemos aludido:

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1
Luego a la Preservación
prueba la Maternidad.
2
Luego es, de esa Dignidad,
premisa la Concepción.
1 y 2
La ilación
de uno y otro hemos sacado,
y aun convertibles mostrado,
porque a dos sentidos cuadre:
1
¿Sin pecado? ¡Luego Madre!
2
¿Madre? ¡Luego sin pecado!108


Donde aparecen, además de las anteriores, otras dos nociones de la lógica, como son la de la ilación y la de convertibilidad entre enunciados. Asimismo, en otro villancico, al hablar de cómo Dios determinó conservar a la Madre de Cristo limpia de pecado, Sor Juana da muestras de conocer el modo como en la teología se explica el conocimiento que tiene Dios de las cosas. Dice:


Dios, que con un acto puro
mira todo lo crïado,
del infinito pasado
al infinito futuro,
determinó su Poder,
que todo lo considera,
prevenir lo que no era
para lo que había de ser109.



Menciona más adelante lo formal y lo material110, haciendo alusión al hilemorfismo aristotélico. Y, al hablar de Santa Catarina mártir de Alejandría, muestra buena parte de su defensa de la condición femenina contra todas las privaciones que se le imponían -sobre todo la del cultivo del intelecto-, y dice con mucho gracejo:



Ésta (qué sé yo,
cómo pudo ser),
dizque supo mucho,
aunque era mujer.
Esperen, aguarden,
que yo lo diré.

Porque, como dizque
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dice no sé quién,
ellas sólo saben
hilar y coser...
Esperen, aguarden,
que yo lo diré.

Pues ésta, a hombres grandes
pudo convencer;
que a un chico, cualquiera
lo sabe envolver.
Esperen, aguarden,
que yo lo diré.

Y aun una Santita
dizque era también,
sin que le estorbase
para ello el saber.
Esperen, aguarden,
que yo lo diré111.



Esta es una de las defensas más decididas a la vez que discretas y garbosas que Sor Juana ha hecho de la mujer, sobre todo en lo que más padeció ella, que fue el que por su condición femenina vieran mal el que tuviera erudición. Por eso uno entiende lo que ha dicho Rosario Castellanos: «En la historia de México hay tres figuras en las que encarnan, hasta sus últimos extremos, diversas posibilidades de la femineidad. Cada una de ellas representa un símbolo, ejerce una vasta y profunda influencia en sectores muy amplios de la nación y suscita reacciones apasionadas tanto de adhesión como de rechazo. Estas figuras son la Virgen de Guadalupe, la Malinche y Sor Juana»112. Es símbolo por el afán que siempre mantuvo firme de avanzar en las letras, hasta donde su sociedad y su momento histórico se lo permitieran. Trascendió la moral de su época en punto de educación femenina, por su intencionalidad decidida113.

Y, hablando de moral, en las «Letras Sagradas para cantar», hay una que habla del valor que en la ética tiene la intención recta o buen deseo:


A Dios le basta el deseo,
que en estando consentido,
lo da por ejecutado
en la cuenta de su Libro114.



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Es decir, el deseo cuenta tanto en el acto moral, que el consentir a algo es casi como ejecutarlo, y así lo toma Dios para el Libro de la Vida, donde se apuntan las obras buenas de los hombres que han de salvarse.

Y junta los procedimientos de discusión con los conocimientos o, más bien, creencias relativas a la cosmografía y al cielo como casa de Dios, en otra letra que dice así:

La más decente morada
de la Majestad Divina,
es la Esfera cristalina
del Empíreo dilatada,
en que bienaventurada 5
vista lo goza sin velo:
luego es más feliz el Cielo.
3
Niégolo
2
Pruébolo115


Pasando a los villancicos atribuibles a Sor Juana, en uno de ellos vuelve a hablar de la Virgen como teóloga, que es algo que ya le hemos visto hacer varias veces, aunque ahora de manera un tanto diferente:


Cuantos conceptos espacia
y en capítulos conforma,
son un argumento en forma
de la materia de Gracia116.



Pero el asunto es el mismo: la Virgen es una demostración viva e insuperable en la materia, disciplina o tratado de la gracia. Y, después de llamar a los ángeles «Celestiales substancia»117, repite el tema aludido, y que ya había tratado antes, de que los ángeles son los discípulos de la Virgen en su cátedra del cielo. También alude allí mismo a varias costumbres de la universidad. Por ejemplo, el de los puntos o temas de examen:


A la Minerva Divina,
para darle el mayor Lauro,
sobre el punto más subido
le están a puntos tocando.
Repitiendo para Reina
con puro, elocuente garbo,
por el tiempo de su vida,
ya su hora se ha llegado.
En el examen de Pura fue
su lección un milagro,
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por el punto que le cupo,
sola De Verbo incarnato118.



Viene la oración o discurso, el claustro, la urna de los votos, la aprobación, la defensa o argumentación, la pompa y el paseo, el vejamen, el grado y el cancelario:



A la Oración, con Gabriel
entró; y al salir del Claustro,
en la urna de su opinión
Tres Personas la aprobaron.

La venia de su argumento,
sin réplica se la han dado
en la Escuela de la Gloria
Aquéllos más graduados.

Sin dispensarle la pompa,
para el Empíreo Palacio
vistosamente el Paseo
es, de majestad y aplauso.

[...]
Sin el vejamen de Adán
con todo el género humano,
entre todas las criaturas
hoy se le da el mejor Grado.

Coronándole las sienes
el divino Cancelario,
por la virtud de su ciencia
ocupa el mayor Teatro.

La oración, que era la defensa de la tesis, se tenía en claustro pleno, el cual aprobaba por votos, que estaban en la urna aludida; después de eso se tenía el paseo, con la pompa de los graduados, que incluía las ínfulas correspondientes al grado obtenido. Eso lo concedía el rector, pero estaba atento a ello el cancelario. Y el vejamen era un juego en el que en forma de pieza teatral, se hacía burla de los que se recibían. Así es la Virgen coronada con el grado de doctora en teología y titular de la cátedra más excelsa.

Algo parecido, de expresiones acostumbradas en las aulas, lo vemos en otro de esos villancicos dedicados a San Pedro119:

1
Y pues tiene la duda solución,
¡cese, cese, pues, la cuestión!
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2
¡Cese, cese en buena hora,
que el gozo se mejora,
siendo penas de Pedro tan crecidas
glorias accidentales repetidas!120


No solamente sobresalió Sor Juana en la poética castellana, sino que incluso se animó a hacer varias composiciones latinas, a veces glosas de otros poetas, a veces ensayos propios. Cosas muy curiosas de filosofía dice en uno de esos villancicos en latín:



Nec Philosophia Platonem
adibit; qui etsi profusis
verbis det explicationem,
clarius tu divinae Lucis
aperiebas intentionem.

[...]

memor nostri, Regina,
in Caelo imbuta Theosophia;
Stella eris Matutina,
Lingua, Poesis, Philosophia,

Eloquentia ac Medicina!



121

Se canta otra alabanza de San Pedro cuando se menciona su lucha contra Simón el Mago, gnóstico que le quiso comprar su poder de hacer milagros, para usarlo en volar, y no pudo, cayendo con gran estruendo:


-Hoy al Cielo me avecindo,
dijo un mago; y Pedro oró,
conque dio en tierra, y quedó,
¡oh, qué feo! -¡Oh qué lindo!
-¡Oh, qué corrido que vas
sin correr!, le dijo Pedro;
y el mago: Contigo medro
eso menos. -¿Eso más?122



Y culmina:


Díganme los teólogos, díganme,
¿cuál será la razón
de que Pedro se lleve la gloria
de más docto en el ser del Hijo de Dios?123



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Como se puede ver, Sor Juana da muestras cada vez más notables de solía de todo aquello que su inmensa lectura le hizo adquirir. Ella solía dolerse de que, por ser mujer, le fueron cerradas las puertas de la universidad. Pero la verdad es que en su convento logró entregarse de manera muy amplia al cultivo de las letras, tanto divinas como profanas. Tal vez no sea deslumbrante en sí el caudal de conocimientos que en sus poemas muestra Sor Juana; pero lo es si pensamos en las dificultades que ella misma tuvo que arrostrar para poder dedicarse al estudio, dificultades que, como sabemos, se le presentaron en todas las épocas de su vida.



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