Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice Siguiente


Abajo

Sor Juana, una filosofía barroca

Mauricio Beuchot



Cubierta



[Indicaciones de paginación en nota1]



  —III→  

ArribaAbajoIntroducción

Entregamos, a continuación, el estudio de algunos aspectos relacionados con la obra de Sor Juana Inés de la Cruz. Son trabajos que aparecieron en diferentes ocasiones y medios, pero que se unifican por el común objetivo de rastrear el saber filosófico y teológico de Sor Juana. En su ambiente novohispano del siglo XVII, en plena época barroca, ella reunió una notable erudición filosófica y teológica, que manifiesta en su poesía, tanto lírica como dramática. La antigüedad, la escolástica, el hermetismo y aun la modernidad, le dejan su huella. Fue atenta a todos esos movimientos del pensamiento, los supo recibir y transmitir.

Sobre todo es preciso destacar la abundancia del saber filosófico de Sor Juana, ya que no era usual en las religiosas de aquel tiempo. Nuestra genial monja jerónima exhibe un caudal filosófico muy amplio, plasmado en sus poesías y demás producciones literarias, pero adquirido por un estudio prolongado y profundo. La base de su filosofía es la escolástica aristotélica, pero también deja un lugar muy importante al neoplatonismo, al hermetismo y a la incipiente filosofía moderna. Se han estudiado muchos los aspectos no escolásticos de la poetisa, y queremos colaborar a destacar los contenidos escolásticos de su obra, que son los más numerosos, cual sucedía en aquella época. En ella, a pesar de la recepción de otras corrientes como el neoplatonismo renacentista, el hermetismo barroco y la filosofía y la ciencia moderna, la corriente base y el cimiento era la escolástica. Queremos contribuir a subrayarlo. Con todo, vemos la importancia que cada una de esas corrientes de pensamiento tuvo en la obra de Sor Juana.

Además, como una gran escritora barroca, supo transubstanciar esos elementos según lo pedía el momento literario, la situación epocal cultural. Sin corromperlos, les da un ser nuevo, novedoso, original. Se conjuntan en ella el ansia de preservación de lo antiguo, característico del humanismo renacentista, y el vértigo creativo del barroco. Juntos en su imaginación y en su inteligencia, la llevan a producir y a inventar un mundo simbólico, de resonancias dispares unidas armoniosamente, un cosmos analógico que supo ser confluencia del macrocosmos (natural y cultural) que la envolvía y del microcosmos (natural y cultural) que era ella misma.

Queremos, por último, expresar nuestro agradecimiento a algunas personas que discutieron con nosotros partes de este libro: Laura Benítez Grobet, Dolores Bravo, Rafael Moreno, Bernabé Navarro (†), José Pascual Buxó, Margarita Peña, Aureliano Tapia Méndez y Elías Trabulse.



  —1→  


ArribaAbajoEl Universo filosófico de Sor Juana

Para poder apreciar, más en particular, las influencias filosóficas que se hallan en Sor Juana, daremos una especie de mapa cosmográfico de las corrientes filosóficas que confluyen en ella. Son varias las corrientes que concurren hacia ella. Por un lado se encuentra la inevitable escolástica, la línea oficial en la colonia, sobre todo en el sendero de Santo Tomás de Aquino, el tomismo. Esa vertiente está cargada de la tradición de Aristóteles y los desarrollos que añadió el Aquinate, recogiendo muchas otras cosas de la Edad Media. También estaba la filosofía hermética, la cual había sido fomentada mucho en el Renacimiento, y era un eclecticismo muy fuerte, que pretendía reunir enseñanzas que se habían desplegado desde la más remota antigüedad, a partir del mitológico Hermes Trismegisto en Egipto. Pero más bien era un conglomerado de doctrinas neoplatónicas del helenismo, como fue mostrado por Isaac Casaubon ya en el año 16142. Finalmente, pueden señalarse rasgos de incorporación de la modernidad, sobre todo de Descartes, quien era estudiado, entre otros, por el amigo de Sor Juana, el catedrático de matemáticas y astronomía en la Universidad Mexicana, Don Carlos de Sigüenza y Góngora. Tenemos, así, tres corrientes principales (que a su vez agregan otras corrientes), a saber, tomismo, hermetismo y racionalismo cartesiano. Tal vez este último, el cartesianismo, pigmentó a Sor Juana de cierto escepticismo, muy acorde con el criticismo del filósofo francés iniciador de la modernidad.

Tanto el neoplatonismo como el hermetismo han sido señalados en el pensamiento de Sor Juana. El neoplatonismo, por Robert Ricard y por Octavio Paz3. El hermetismo, por Carl Vossler, por Francisco de la Maza, por el mismo Ricard, por Paz y por Elías Trabulse4. Igualmente se ha resaltado su modernismo cartesiano, por obra de Francisco López Cámara, José Gaos, Rafael Moreno y Laura Benítez5. Pero el tomismo de Sor Juana lía sido escasamente tratado. A veces se lo ha mencionado en forma de aristotelismo, como por Ramón Xirau y José Pascual Buxó6. Propiamente de su tomismo, algo dijo de él Alfonso Méndez Plancarte, en algunas notas al Primero sueño; Octavio Castro López lo menciona en un par de páginas de su comentario a ese poema; y C. M. Montross en un libro, pero sólo en el plano de la ética y no en el de las otras partes de la filosofía7. A resaltar esta vena escolástica sorjuaniana hemos dedicado otros trabajos8. Haremos un balance de esas influencias y cómo se presentan en Sor Juana, insistiendo en esa presencia de la escolástica que hemos venido señalando.

  —2→  
Escolástica

Una cosa que llama mucho la atención es que en las bibliografías se reportan unas súmulas de lógica escritas por Sor Juana, ahora perdidas9. Es lástima que no se conserve esa obra lógica de la monja, ya que nos mostraría muy a las claras su vena escolástica, pues no había nada más escolástico que las súmulas. Eran éstas unos compendios (de ahí su nombre, proveniente del latín, de «súmulas» o pequeñas sumas) en que se albergaba lo más esencial de la dialéctica. Encontramos también mención de las súmulas en la Respuesta a Sor Filotea, donde dice: «Todo esto pide más lección de lo que piensan algunos, que, de meros gramáticos, o, cuando mucho, con cuatro términos de Súmulas, quieren interpretar las Escrituras y se aferran del Mulieres in Ecclesia taceant, sin saber cómo se ha de entender»10. Se refiere a los que quieren hacer exégesis bíblica sin suficiente preparación, no sólo teológica sino también filosófica; que apenas han cursado la gramática y un poco de la filosofía, representada en la disciplina más básica de las que la configuran, a saber, la lógica, en las súmulas que son su comienzo, antes de la dialéctica, y de ello sólo un poco también, apenas algunos conceptos.

En la misma Respuesta a Sor Filotea alude Sor Juana a la lógica como una disciplina auxiliar de la teología, sobre todo y precisamente para la interpretación de la Escritura, para la cual es necesarísima. Dice: «Proseguí dirigiendo siempre los pasos de mi estudio a la cumbre de la Sagrada Teología; pareciéndome preciso, para llegar a ella, subir por los escalones de las ciencias y artes humanas; porque ¿cómo entenderá el estilo de la Reina de las Ciencias quien aún no sabe el de las ancillas? ¿Cómo sin Lógica sabría yo los métodos generales y particulares con que está escrita la Sagrada Escritura?...»11. Junto con ella agrupa las demás partes de la filosofía, que sirven de criadas al saber teológico.

Muchos textos de Sor Juana son paradigmáticos de su conocimiento y utilización de la escolástica. Pero atenderemos ahora al Primer sueño, donde encontramos varios pasajes que lo indican. En él aparecen, de entrada, alusiones a la filosofía del hombre. Se enumeran las facultades cognoscitivas del ser humano, y entre ellas son mencionados los sentidos internos. En la escolástica eran cuatro: el sentido común, la fantasía o imaginación, la cogitativa o estimativa y la memoria sensitiva. Sor Juana equivoca un poco el nombre de la cogitativa, y la llama «estimativa», que era más bien el nombre con el que se designaba esa facultad en los animales: el hombre tenía cogitativa y los animales estimativa. O tal vez en ese momento se usaban de manera indistinta e intercambiable. La   —3→   cogitativa era muy importante, pues se dedicaba a percibir las representaciones que no eran captadas por los sentidos (intentiones insensatae)12. El sentido común no era tanto lo que hoy entendemos por él, sino lo que daba unidad a los datos de los sentidos propios o particulares, que eran los cinco ya consabidos. La memoria sensitiva guardaba en su reservorio los datos de los sentidos, tanto externos como internos. Por lo que hace a la fantasía, Sor Juana la ve como una especie de pintor:


... así ella, sosegada, iba copiando
las imágenes todas de las cosas,
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosos
colores, las figuras
no sólo ya de todas las criaturas
sublunares, mas aun también de aquellas
que intelectuales claras son Estrellas...13



Para el funcionamiento del conocimiento sensible y del inteligible, los escolásticos ponían las especies (cf. v. 403), o representaciones mentales de las cosas, que eran las formas mismas de los objetos que en ellas tenían un ser físico, y en el alma un ser psíquico o intencional, signo interior de las cosas. Las especies intelectivas (no las sensitivas) eran los conceptos. Mas, dado que muchos nominalistas negaban estos intermediarios cognoscitivos, Sor Juana pone buen cuidado en subrayar que son indispensables para el funcionamiento del conocer:


... como el entendimiento, aquí vencido
no menos de la inmensa muchedumbre
de tanta maquinosa pesadumbre
(de diversas especies conglobado
esférico compuesto),
que de las cualidades
de cada una, cedió...14



Cómo se ve la desesperación de nuestra monja jerónima al atender a las especies o conceptos confusos, que se obtienen muchísimas veces, cuando no es alcanzable un conocimiento distinto y preciso. Eso ocurría con su entendimiento,


... permitiéndole apenas
de un concepto confuso
—4→
el informe embrión que, mal formado
inordinado caos retrataba
de confusas especies que abrazaba...15



Allí señala bien la teoría aristotélico-escolástica del conocimiento como información, en el sentido de recibir las formas de las cosas en el alma. Pero como en muchos casos es una información defectuosa, la llama «informe embrión», confeccionado con especies confusas o conceptos imprecisos. Avanzando a otra disciplina filosófica, Sor Juana habla de la física aristotélica, la que apenas estaba siendo suplantada por la cartesiana, ya no cualitativa, sino cuantitativa, ya no dinamicista, sino mecanicista. Pero nuestra monja jerónima todavía guarda mucho de esa física escolástica, por ejemplo cuando habla de Dios como causa final hacia la que tienden todas las cosas, causalidad que iba a ser excluida de la nueva ciencia. Dice:


... y a la Causa Primera siempre aspira
-céntrico punto donde recta tira
la línea, si ya no circunferencia,
que contiene, infinita, toda esencia-16.



Igualmente es escolástica la partición que nuestra monja admite del alma en vegetativa, sensitiva y racional, división a la que Descartes fue muy opuesto. También aborda la metafísica, la más subida de las ciencias humanas. Ya al mencionar las causas lo hacía, pero también lo hace ahora al hablar de las categorías. Son las diez categorías aristotélicas: la substancia y nueve accidentes, a saber, cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo, situación y hábito. Eran el esquema de predicamentos en los que tenían que caber todas las cosas; por eso ella tenía que hacer esto:


... una por una discurrir las cosas
que vienen a ceñirse
en las que artificiosas
dos veces cinco son Categorías17.



Podría desconcertar el que Sor Juana llame «artificiosas» a las categorías. Estaríamos tentados a interpretar eso como otro rasgo más del fuerte criticismo y sutil escepticismo de la monja, como crítica o incluso oposición y rechazo de la teoría tradicional, signo de su modernidad o, por lo menos, de su libertad de espíritu. Pero no parece serlo, sino más   —5→   bien algo menos peyorativo. Octavio Castro nos dice que «artificiosas» debe entenderse no como «artificiales» o «arbitrarias», sino como «ingeniosas»18. Es decir, no como contrapuestas a lo natural en cuanto antinaturales, sino como obra del ingenio humano, que reflejaba lo natural. Aunque siempre queda abierta la duda de si estaba en verdad criticando al aristotelismo.

Un indicio de que tal vez no era crítica del aristotelismo en bloque es que a Sor Juana no se la ve rechazar la metafísica, sino plantearla como camino de conocimiento, aunque ciertamente con reservas. Su propuesta principal es la reducción metafísica. La reducción o resolución -ambos nombres le daban los escolásticos- era el análisis de los griegos, principalmente tal como lo había expuesto Aristóteles. Tal reducción era un ascenso inductivo por el que se resolvían las cosas en sus principios y causas más universales. En cambio, el análisis de los modernos, como el de Descartes y Leibniz, consistía en descomponer las nociones en partes cada vez más simples. Después de llevar las cosas a sus causas y principios, se realizaba la composición o síntesis, que era el descenso opuesto, el camino deductivo, por el cual se daba cuenta explicativamente de todas las cosas a partir de esos principios encontrados. La metafísica era al mismo tiempo intelecto y ciencia, intuición y discurso, pero preponderantemente intuición, por ser inducción, más que deducción. Sin embargo, Sor Juana, alegando que la intuición intelectiva no puede brindar el conocimiento firme, lo coloca en el discurrir argumentativo, aunque para darse cuenta luego de que tampoco éste colma sus aspiraciones.


(... reducción metafísica que enseña
los entes concibiendo generales
en sólo unas mentales fantasías
donde de la materia se desdeña
el discurso abstraído)
ciencia a formar de los universales,
reparando, advertido,
de no poder con un intüitivo
conocer acto todo lo crïado,
sino que, haciendo escala, de un concepto
en otro va ascendiendo grado a grado
y el de comprender orden relativo
sigue, necesitado
del de entendimiento
limitado vigor, que a sucesivo
discurso fía su aprovechamiento...19



  —6→  

Cuando se topa Sor Juana con este fracaso de lo filosófico, en sus más altas expresiones, da paso a la teología, que conoce con la fe, más que con la razón, y sobrepasa su conocimiento racional con un conocimiento místico. Más que una racionalista cartesiana, vemos que Sor Juana es como algunos escolásticos que, desde un sistema a veces muy cerrado y pesado, llegaron, después de criticarlo, a una postura mística de fe por encima de todo. Pensamos en el canciller Juan Gerson y aun en Nicolás de Autrecourt, ambos del siglo XIV20.




Hermetismo

Sor Juana recibe el hermetismo sobre todo a través de Athanasius Kircher, el erudito jesuita, que llegó a mantener correspondencia con algunos novohispanos21. Hay varios temas herméticos en sus poemas, singularmente en el Primero sueño. Sólo aludiré a algunos de ellos, para dar apoyo a mi afirmación de la presencia que en ella tuvo el hermetismo. Uno de esos temas es la torre de Babel, mencionada en dicho poema. Es un tema que aparece en la obra de Kircher Turris Babel, de Amsterdam, 1679. Igualmente el tópico de las pirámides y los jeroglíficos, que aparece en otras obras de Kircher, principalmente en Lingua aegyptiaca restituta, Roma, 1643; Oedipus aegyptiacus, Roma, 1656; y Obeliscus aegyptiacus, Roma, 166622.

También se puede ver en el influjo renacentista, como en el motivo del microcosmos, que nos recuerda mucho a Pico de la Mirándola, con su diálogo sobre la dignidad del hombre y a Luis Vives, con su fábula del ser humano. El mismo motivo del sueño es hermético, porque como que separa el alma del cuerpo, y parece hacerlo más sutil y ágil. Por una parte es la abstracción, por otra parte es una especie de revelación, como la que daba Dios a los profetas por medio de algún ángel o espíritu puro. En todo caso, permitía una intuición muy sutil, precisamente porque arrebataba el alma del cuerpo y de los sentidos. Era una intuición intelectual, y la más pura que se podía alcanzar.




Modernidad

Un rasgo de modernidad en Sor Juana es la manera como en el propio Primero sueño trasciende el hermetismo hacia el racionalismo, cambiando el medio de conocimiento del hermetismo, que era la intuición, por el de la modernidad, que es el raciocinio deductivo. Este último es el que prefiere Sor Juana, declarando impotente a la intuición   —7→   para dar la verdad; pero sólo pasa al deductivismo cartesiano para declararlo incapaz al poco de haberlo adoptado23.

Otros rastros de un sutil escepticismo, aunque no declarado ni pleno, se encuentran en algunos poemas de Sor Juana. No llegan, ni mucho menos, a un escepticismo fuerte como el pirrónico, ya que Pirrón no aceptaba ningún argumento, ni los suyos, y no era cognitivista, con lo cual se apartaba de la discusión filosófica y se condenaba al silencio; o, mejor dicho, buscaba la paz del alma. Ni siquiera llega Sor Juana al escepticismo académico, centrado no en la suspensión del juicio -como el anterior-, sino en la duda, y, por lo mismo, menos completo y radical. El escepticismo académico, el dubitativo, encontraba un representante en Descartes, con su duda metódica. Es innegable que hay rasgos de este escepticismo en algunos versos de Sor Juana, como los siguientes:



Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan vanos,
que lo que el uno que es negro,
el otro prueba que es blanco.

[...]

Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

[...]

Para todo se halla prueba
y razón en que fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto24.

Pero no se le puede adjudicar un escepticismo académico que sea completo. Allí alude a la contraposición clásica entre Heráclito, a quien se representaba siempre llorando, y Demócrito, a quien se pintaba siempre riendo. Ambas posturas mostraban que tanto valía lo uno como lo otro. Parece también recoger la inquietud cartesiana del continuo desacuerdo entre los filósofos, con lo cual Descartes criticaba los fundamentos de toda la filosofía, y decía que sólo en matemáticas se llegaba a algo claro. Pero también parece tratarse de una actitud lúcida que ve con humildad realista la finitud y las limitaciones del conocimiento. Por eso se refugia en el no-saber de la teología y la mística, un no-saber que es, sin embargo, el mayor saber, según lo decía Nicolás de Cusa en su concepción de la docta ignorancia, con lo cual Sor   —8→   Juana se muestra como tocando el renacimiento y la modernidad. Esto se ve en algunos versos como:



No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

[...]

¡Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio
habla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!25

Este saber por padecimiento, pathos o empatía, es también el de la mística, según lo exponía el Pseudo Dionisio, saber no por discurso, sino por connaturalidad, con la cual sobre todo se conocía -de acuerdo con lo que de ese autor recogía Santo Tomás de Aquino- lo que podía conocerse de Dios. Llevaba a un conocimiento de Él más pleno y perfecto que el que se alcanzaba en el raciocinio. Por lo demás, Sor Juana alude asimismo a un conocimiento contrapuesto al teórico, un saber útil, cual era el saber moral, más bien del lado de la teología, que en la concepción cristiana se postula como un saber de salvación:



También es vicio el saber:
que si no se va atajando,
cuanto menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.

[...]

Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los hijos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.

[...]

¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!26



  —9→  

Hay, pues, en Sor Juana un innegable criticismo, pero no parece llegar a constituir escepticismo. Por otra parte, en el Primero sueño encontramos asimismo la mención de los átomos y de los espíritus vitales. La idea de átomos ya venía desde los griegos, pero fue subrayada por modernos como Descartes y Gassendi en la idea de los corpúsculos básicos. Los espíritus vitales parecen corresponder a los espíritus animales, que para Descartes «son partículas sutiles de sangre que pasan del corazón al cerebro y mueven la glándula pineal para que ésta envíe información al alma o bien reciben los movimientos de la glándula y se mueven a través de los nervios para producir las respuestas de los diferentes músculos de nuestro cuerpo»27. Igualmente, como ya se ha dicho, el subrayar los límites de la razón es un rasgo general del cartesianismo28.




Balance

Vemos, pues, a Sor Juana, distendida entre su gran ansia de saber y su desengaño del conocimiento, su duda y su desconfianza del conocimiento perfecto, su desencanto de los alcances del conocer humano29. Pero de alguna manera colmó sus aspiraciones de saber, cuando entró en el silencio místico, y sobre todo cuando entró en el silencio de la muerte. Es lo que trata de cantar acerca de nuestra poetisa-filósofa el doctor don Juan de Avilés en un soneto fúnebre dedicado a ella, que dice:



Si en la pequeña clara luz de un día
vive la fresca Rosa edad entera,
la Rosa -cuando el día muere- muera,
pues ya no ha de crecer su gallardía.

Si su débil fragante bizarría
no ha de ser más -aunque su vida fuera
émula de la Délfica carrera-,
muera, que ocioso su vivir sería.

Pues si esta Rosa, que la Fama llora,
en nueve lustros siglos ha tenido,
ya no ha de saber más, ya nada ignora.

Muera ya, pues que docto acuerdo ha sido
que a quien todo lo sabe en una hora
le sobra mucho tiempo en lo vivido30.







  —[10-12]→     —13→  

ArribaAbajoLa escolástica en algunas piezas de Sor Juana

Además del conocimiento que tenía Sor Juana del hermetismo y de la filosofía moderna, encontramos en ella un manejo bastante aceptable de la filosofía y teología escolásticas. Ya que esto ha sido poco resaltado, ofreceremos un puñado de muestras tomadas de algunas composiciones de la ilustre monja jerónima. La escolástica era la corriente de pensamiento que atravesaba la época colonial; y, dados sus intereses intelectuales, Sor Juana no podía permanecer ajena a dicha corriente. Y llama la atención el conocimiento tan notable que la poetisa alcanzó en este ámbito.

En uno de los Romances que escribió, precisamente el que funge como Prólogo al lector, Sor Juana aborda el problema que tanto preocupó a los teólogos escolásticos sobre el libre albedrío. Aunque Dios impulsa al hombre y en todo lo apoya, sin embargo, no lo mueve ni fuerza a hacer nada contra su voluntad. Además, todo lo que el hombre hace Dios lo conoce como libre, id est como realizado con libertad. Sor Juana presenta esta doctrina de manera correcta y abreviada:


No hay cosa más libre que
el entendimiento humano;
¿pues lo que Dios no violenta,
por qué yo he de violentarlo?31



En otro romance, Sor Juana habla de las operaciones ontológicas y cosmológicas (o metafísicas y físicas) de las cualidades de las cosas. Las cualidades que se allegan a los cuerpos son las que producen en ellos las alteraciones. Esto se ve en el amor. Explica que, a semejanza de Dios, su naturaleza no es abarcable por el humano entendimiento; y sólo se conocen sus efectos, pero a través de ellos no se alcanza a llegar plenamente a su esencia. Dice, pues, acerca del amor:


No hay cualidad que en él pueda
imprimir alteraciones,
del hielo de los desdenes,
del fuego de los favores.
Su ser es inaccesible
al discurso de los hombres,
que aunque el efecto se sienta
la esencia no se conoce32.



  —14→  

Habiendo partido de las propiedades accidentales, sigue hablando de las propiedades en general de un ente individual o sujeto, señalando que las propiedades contradictorias no pueden darse simultáneamente en él:


Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto33.



Alude a un tema de la lógica y la filosofía del lenguaje, el de la denominación extrínseca. La denominación o significación hecha por los vocablos respecto a las cosas no altera la substancia íntima de éstas:


Varias denominaciones
a una misma cosa hallamos,
sin que la substancia inmute
lo exterior de los vocablos34.



En otra parte muestra una idea escolástica de cosmología. Los elementos son contrarios, pero el movimiento de las esferas, que discurren por celestiales ejes, hace que lleguen a un equilibrio, ya que no a la armonía perfecta, que es impensable entre ellos, dada su oposición:


De los Celestiales Ejes
el rápido curso fija,
y en los Elementos cesa
la discordia nunca unidas35.



Habla también de las causas, tema de física y de metafísica. La causa, si es tal, lo es porque produce un efecto. Así, una potencia o facultad se especifica y determina por su objeto. Es lo que significan dos de sus versos:


¿Hay causa sin producir?
¿Hay potencia sin objeto?36



Cita a Aristóteles y a Galeno, príncipes del saber antiguo. Menciona una cuestión de índole escolástica, la de si es posible una presencia bilocada o el estar presente un mismo cuerpo en dos lugares al mismo tiempo. Alude a la privación como un estado negativo. Y habla del supuesto, que es el ente individual o substancia completa en todos sus constitutivos, ya dispuesta para la existencia o inclusive con existencia. Al hablar del queridísimo hijo de los virreyes, dice:



Es una Filosofía
que Amor pone en sus cuadernos
-que ni Aristóteles supo,
—15→
ni la conoció Galeno-,
donde la cuestión reñida
por tan agudos ingenios,
de Presencia Bilocata,
resuelve sin argumentos.

[...]

Quien se aparta de la Gloria
se va a la pena derecho;
que basta la privación
sin positivo tormento.

[...]

a gozar en vuestro hermoso
feliz heroico Heredero,
el ver vuestras dos mitades
unidas en un supuesto37.



Como ya se ha mencionado al hablar de la causalidad, las potencias o facultades tienen un objeto, al que se aplicaban; y cuando se aplican a él, realizan su ejercicio propio. Por eso dice Sor Juana que sólo saliendo del ocio podrá la voluntad ganarse el nombre de potencia activa:


o porque la voluntad,
saliendo del ocio, pueda
con un poco de ejercicio
legitimarse potencia38.



Se refiere también a la sindéresis, hábito de los primeros principios prácticos, radicado en el mismo intelecto. Allí se contiene el primer principio de la vida práctica que es buscar el bien y evitar el mal. Por ello dice que con la sindéresis elegirá lo mejor:


¿No hay sindéresis en mí
con que lo mejor elija,
y ya que bien no lo entienda
por lo menos lo perciba?39



En un poema al capitán don Pedro Velázquez de la Cadena, menciona a varios filósofos y literatos de la tradición, mostrando así la erudición que tenía en diversas letras:


A vos, de quien aprender
pudiera a hacer en su siglo
Tácito los documentos,
—16→
y Platón los silogismos,
Aristóteles lo agudo,
Demóstenes lo bien dicho,
Séneca lo sentencioso,
y lo métrico Virgilio40.



En otro poema a un caballero que le había escrito un romance burlesco, Sor Juana parece apuntar a la discusión escolástica de la naturaleza de los ángeles, es decir, la de si cada individuo angélico constituía una especie, al no tener un principio material que lo individualizara:


¿Que yo soy toda mi especie
y que a nadie he de inclinarme,
pues cualquiera debe sólo
amar a su semejante?41



Dice eso con mucha ironía, rechazando el que ella sola llenara una especie. También trata de la acción inmanente, que es la que se queda en el agente, cual sucedía con las acciones anímicas, o sea, el entender y el querer. Se contraponía a la acción transeúnte o transitiva, que salía al exterior, como era la mayoría de las acciones del ser humano:


Con que quedándose en vos
lo que es sólo de vos digno,
es una acción inmanente
como verbo intransitivo...42



Menciona la teoría aristotélico-escolástica de los opuestos. Cuando se trata de un amor según Dios, se tiene una cualidad sin opuesto, no existe esa pugna que puede deshacer el compuesto, sino que se tiene sólo armonía. Más aún, se ocupa el centro natural o el lugar propio en el que se realiza el equilibrio:



¡Oh cuánta fineza, oh cuántos
cariños he visto tiernos!
Que amor que se tiene en Dios,
es calidad sin opuestos.

De lo lícito no puede
hacer contrarios conceptos,
con que es amor que al olvido
no puede vivir expuesto.

Yo me acuerdo ¡oh nunca fuera!,
—17→
que he querido en otro tiempo
lo que pasó de locura
y lo que excedió de extremo;

mas como era amor bastardo,
y de contrarios compuesto,
fue fácil desvanecerse
de achaque de su ser mesmo.

Mas ahora, ¡ay de mí!, está
tan en su natural centro,
que la virtud y razón
son quien aviva su incendio.

[...]

Tan precisa es la apetencia
que a ser amados tenemos,
que, aun sabiendo que no sirve,
nunca dejarla sabemos43.



Se centra en la teoría de los hábitos. La costumbre engendra el hábito, en el sentido más fuerte de cualidad inherente en el hombre; si es un hábito bueno, es llamado virtud, y si es malo, vicio. Pero ambos surgen de la costumbre y tienen la misma dificultad en ser removidos. Por eso, dado que Sor Juana tenía adquirida ya una costumbre, le era difícil quitarla y suplirla por la virtud que le interesaba:


La virtud y la costumbre
en el corazón pelean,
y el corazón agoniza
en tanto que lidian ellas.
Y aunque es la virtud tan fuerte,
temo que tal vez la venzan,
que es muy grande la costumbre
y está la virtud muy tierna44.



Las potencias o facultades requieren de un incentivo para llegarse mejor a su objeto. La necesidad es lo que más las agudiza para que operen. Debido a eso, si no hubiera necesidad, la potencia se quedaría sin objeto sobre el cual ejercerse, y así sería frustránea o vana:


que a no haber necesitados,
no hallara objeto capaz,
y era frustránea potencia
a faltar necesidad45.



  —18→  

Entre las endechas compuestas por Sor Juana, encontramos una que hace hablar a una viuda que llora mucho al marido muerto. Allí vuelve el tema de la información del cuerpo por el alma, que es en lo que consiste la relación hilemórfica en el compuesto humano. Hace decir a la viuda afligida:


¿Él sin vida, y yo animo
este compuesto débil?46



Hay asimismo uno de los sonetos en el que menciona los silogismos, de una manera muy especial, pues aquí son hechos por los colores, que, por ser perecederos, resultan en engaño y tienen entonces carácter de argumento falaz o sofístico:


Este que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido...47



Siguiendo con el tema de la lógica, en otro de los sonetos usa términos de la disputa escolástica: «negar», «conceder», «poner en contra» un argumento:


Niégasme ser capaz de ser querido,
y tú misma concedes esa gloria:
con que en tu contra tu argumento ha sido...48



En una de sus Letras, alude a la posibilidad como elemento de la lógica modal, es decir, nombrado con su tecnicismo: «en el modo posible», es decir, con el modalizador o functor modal de posibilidad, que afecta a lo que adyace a él con esa cualificación modal o modalidad de lo meramente posible, abierto continuamente:


Es porque su inmenso Amor,
de penar no satisfecho,
quiere, en el modo posible,
estar siempre padeciendo...49



En una de las loas agrupadas bajo el rubro general de «Otras loas», más precisamente, en la Loa de la Concepción, la Devoción en su parlamento usa el adjetivo «sofísticas», aplicado a unas redes, como   —19→   sinónimo de «engañosas», que es como se toman en la lógica las falacias o sofismas. La Devoción dice:


enmendar la furia loca
de tus sofisticas redes50.



Allí mismo, al hablar la Música, distingue, en el ámbito de la física y la metafísica, el cambio accidental del cambio substancial. Cuando se da este último, hay un cambio de esencia, y la cosa se transforma en otra; pero en el caso del primero, sólo cambian los accidentes, permaneciendo la esencia inmutada:


¡Que aunque los accidentes
distintos sean,
no puede la substancia
mudar la esencia!51



Continuando con el tema cosmológico, en la primera Loa a los años del rey Don Carlos II, el Amor, en su parlamento, se refiere a los cuatro elementos, que, aun cuando son contrarios entre sí, unidos dan origen a muchas cosas, tanto con su oposición como con su acuerdo. El cielo, que tiene movimientos rotativos debidos a sus esferas, también produce efectos en la tierra, como las estaciones, las lluvias y otros fenómenos meteorológicos:


Y ya que juntos os miro,
nobles Elementos cuatro,
cuya fecunda discordia
es madre de efectos tantos:
vosotros, que variamente
con paz y guerra luchando,
sois contrarios muy amigos,
y amigos muy encontrados;
y a ti, Cielo, que influyendo
en sus movimientos varios,
divides hermosamente
en cuatro partes el año,
pues todo lo sublunar,
a expensas de tu cuidado,
vive a merced de tus lluvias
y al influjo de tus astros...52



  —20→  

El Amor vuelve a tomar la palabra, y hace alusión a la razón de estado, inventada por Maquiavelo y muy usada por Guicciardini, con la cual se justificaban muchas malas acciones que pudieran beneficiar a un gobernante (pocas veces a su pueblo):


El Mundo con tal agrado,
os reverencie, Señor,
que a la razón del Amor,
sobre la razón de Estado53.



En la segunda loa a los años del rey, la Vida habla de los derechos naturales como trascendiendo a las leyes positivas, al paso que exalta la prioridad del vivir sobre el gobernar, o de la vida sobre el gobierno. Es decir, aplica el dicho escolástico de que primero es el ser y luego cualquier otra acción («primero es el ser y luego el obrar», o «el obrar sigue al ser», operari sequitur ad esse):


¡Bueno es, Majestad, que quieras
que contra razón se rindan
los derechos naturales
a las leyes positivas!
El vivir es en el hombre
lo primero; y tan precisa
es en él esta elección,
que escoger, si le brindan
con una de las dos cosas,
el que más mandar estima,
la Vida sin Majestad,
no la Majestad sin Vida54.



Allí mismo, la Música reafirma lo anterior. Gobernar es un acto operativo o accidental, mientras que vivir es un acto entitativo o esencial. Está diciendo que el vivir es el ser o el existir (según otro adagio escolástico: «el vivir, para los vivientes, es el existir», Vivere viventibus est esse), y que la existencia adviene a la esencia; pero no dice que el hombre tenga por esencia la existencia (cosa que sólo puede darse en Dios):


¡Pues en el ser del hombre,
si bien se prueba,
mandar es accidente;
vivir, esencia!55



  —21→  

En seguida la Majestad explica que lo preciso o necesario no es unívoco, es decir, tiene jerarquías. No por ser necesaria una cosa es más perfecta. Puede ser de necesidad inmediata, pero menos perfecta. Así, la materia es necesaria para el compuesto físico, o cuerpo, pero la forma es más perfecta. Asimismo, el alimentarse es necesario para discurrir, pero el discurrir es más perfecto que el alimentarse, etcétera:


No en el ser precisa, sólo,
fundes el ser preferida;
que no puede hacer las cosas
mejores, el ser precisas.
La Naturaleza, siempre,
de lo imperfecto camina
a lo perfecto, y no habrá
quien, por eso sólo, diga
que es lo imperfecto mejor.
La materia se anticipa
a la forma; y no, por eso,
es por más noble tenida.
Del corporal alimento
vemos que se necesita
más que del discurso; y no hay
tan ciega Filosofía,
que diga que es mejor, que
la potencia discursiva56.



A la Majestad se le discute el que la vida sea esencial al hombre, ya que el hombre muerto también es hombre. A lo cual ella responde que no lo es. En efecto, ya no es hombre, sino cadáver; ya no tiene forma substancial humana, sino de cadáver. Se han dividido el cuerpo y el alma, y, así separados, se destruye el compuesto humano, y aquello no es ya un hombre, sino algo distinto: cadáver de hombre. El alma sola no es un hombre, sino un alma humana suelta, y el cuerpo solo no es un hombre, sino restos materiales de un hombre o cadáver. Sólo es hombre el compuesto de los dos, de alma y cuerpo:

MAJESTAD
Y eso asentado, no sufro
el pasar, porque me digas
que eres esencia en el hombre;
que el hombre, también sin vida
es hombre.
—22→
VIDA
No es hombre tal:
que, en estando divididas
las porciones de alma y cuerpo
(que allí el cadáver se mira
y allí el alma separada),
de entrambas se verifica
que es alma y que es cuerpo de hombre,
no que es hombre; y convencida
te debes mostrar, supuesto
que, sin que la unión las ciña,
no componen hombre, conque
no hay hombre mientras no hay vida.
MÚSICA
¡Que si el compuesto humano
es alma y cuerpo,
no puede quedar hombre
sin el compuesto!57


Esto último es reafirmar lo mismo que se dijo antes. Sor Juana da muestras de haber comprendido bien esta doctrina hilemórfica de la antropología filosófica aristotélico-escolástica. En general, da muestras de tener un conocimiento muy aceptable de la filosofía y la teología según esa corriente, y no sólo de la hermética, como ya se ha estudiado bastante (por Octavio Paz y Elías Trabulse), así como cierto contacto con la filosofía moderna (señalada por Rafael Moreno y Francisco López Cámara).



Indice Siguiente