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291

J. de Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias, ora in edizione moderna a cura di E. O'Gorman, México, Fondo de Cultura Económica, 1962 (2ª ed.).

 

292

Ivi, p. 318.

 

293

Scrive l'Acosta, in op. cit., p. 318: «En Tepoztotlán, que es un pueblo siete leguas de México, vi hacer el baile o mitote que he dicho, en el patio de la iglesia, y me pareció bien ocupar y entretener los indios, días de fiestas, pues tienen necesidad de alguna recreación, y en ella que es pública y sin prejuicio de nadie, hay menos inconvenientes que en otras que podrían hacer a sus solas, si les quitasen estas. Y generalmente es digno de admitir que lo que se pudiere dejar a los indios de sus costumbres y usos (no habiendo mezcla de sus errores antiguos), es bien dejallo, y confirme al consejo de San Gregorio Papa, procurar que sus fiestas y regocijos se encaminen en honor de Dios y de los santos cuyas fiestas celebraren».

 

294

Le divinità messicane delle «semillas» etano numerose, da Centéotl, dio del mais, a Xinhteucli, dio dell'erba, a Tláloc, dio dell'acqua e della fecondità della terra. Il Méndez Plancarte (note al vol. III delle Obras Completas di Sor Juana, pp. 503-504) propende per Huitzilopoxtli, dio della guerra e massimo dio di Tenochttitlán, appunto per la sua identificazione col Sole. Ma forse più probabilmente la suora pensava a un dio generico germinatore, allorchè si riferiva al dio delle «semillas».

 

295

Loa para el Divino Narciso, in Obras Completas, III, vv. 307-321.

 

296

Non a torto ha parlato A. Mendéz Plancame (note al III vol. delle Obras Completas, p. 522) di «desfiles cinematográficos». Naturalmente ciò era frequente nell'auto sacramental, ma nel Divino Narciso la successione di queste scene avviene con particolare dinamismo e misura.

 

297

Cfr. Fray Toribio de Benavente (Motolinía), Historia de los indios de la Nueva España, pp. 78-79, cit. anche da H. Schilling, op. cit., pp. 47-48. Il frate allude a monti, alberi, fiori e animali, cui ricorrevano per le loro rappresentazioni gli indigeni.

 

298

Cfr. A. De María y Campos, op. cit., pp. 20-22, che lo riporta per esteso. Scrive il frate: «Tenían hecho el portal de Belén en el patio de la huerta de la Iglesia, casi arrimado a la torre de las campanas, y en él tenían puesto al Niño y a la Madre y al Santo Joseph. Era hecho el portal de unos palos, muy pobre, cubierto con otros palillos, sobre ellos de uno como moho o machojo, que se cría en aquella tierra y en la de México y otras, en las encinas y robles y otros árboles, y es a manera de raicillas o barbas, asidas unas con otras, muy blandas y delicadas, que en lengua mexicana se llama paxtle, sirve para muchas cosas; a un lado del patio tenían hecha, algo apartada del portal, una ramada, donde estaba Herodes sentado en una silla con grande acompañamiento, representando mucha gravedad y majestad.

Desde lo alto de un cerro, de los que están junto al pueblo, vinieron bajando los reyes a caballo, tan despacio y poco a poco, así por la gravedad, como porque el cerro es muy alto y tiene muy áspero el camino, que se tardaron casi dos horas en bajar y llegar al patio. Traían los reyes un indio a pie con un guión, y éste venía delante, y detrás de ellos venía otro de más de ochenta años con un chiquitle a cuestas con los dones y ofrendas que habían de ofrecer al Niño...» (Cfr. ivi, pp. 20-21).

 

299

M. Menéndez y Pelayo, op. cit., I, p. 75.

 

300

Si veda A. Méndez Plancarte, note al vol. III delle Obras Completas di Sor Juana, pp. 513-515.

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