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Varios ejemplos de la figura retórica llamada oxímoron se hallan en Dejad que la alabe, Tus dientes, A las vírgenes, La niña del retrato. También los personajes de Memorias del circo parecen vivir en medio de la paradoja o de la contradicción.

 

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Podría decir con William Blake, «Energy is the life, and is from the Body; and Reason is the bound or outward circumference of Energy. / Energy is eternal Delight», The Marriage of Heaven and Hell, en Complete Writings, Oxford University Press, 1966, pp. 181-182. Traduzco directamente: «La Energía es la vida y proviene del Cuerpo; y la Razón es el límite o la circunferencia externa de la Energía. / La Energía es eterna Delicia».

 

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Véanse Transmútase mi alma. El viejo pozo, Las desterradas, Dejad que la alabe, Memorias del circo, Hormigas.

 

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Véanse Que sea para bien, Fábula dística, Hormigas, Anima adoratriz, Como las esferas, Jerezanas.

 

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Véanse Transmútase mi alma, Que sea para bien, Día 13, Despilfarras el tiempo, Mi corazón se amerita, Tierra mojada, El candil, Todo.

 

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George Bataille, Op. cit., p. 56.

 

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A pesar de que había declarado muchas veces, inclusive por escrito, que nunca se casarla y sobre todo que no tendría hijos (véase Obra maestra en El minutero), parece ser que Margarita Quijano lo había hecho cambiar de idea (cfr. Elena Molina Ortega, Op. cit., pp. 50-55; pero la biógrafa no está en condiciones de dar una explicación sobre el rompimiento). A propósito de La lágrima, dice su amigo Pedro de Alba: «Aquel poema de íntima y dolorosa desgarradura que se titula La lágrima... fue el poema de la derrota sentimental y de la herida sangrante. El dolor cósmico y el naufragio en el vacío atestiguan la liquidación de su grande amor de madurez y plenitud. Después de que se malograron los planes que él había imaginado compuso ese poema de varonil desolación como palabra final y no quiso hablar más con persona alguna sobre la mujer que había sido oriente ilusionado de una época radiosa de su vida» (Pedro de Alba, Ramón López Velarde, Ensayos, Imprenta Universitaria, México, 1958, pp. 16-17).

 

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Hay asimismo romances que se ubican en la otra línea, por ejemplo Amor más poderoso que la muerte (los títulos son de Ramón Menéndez Pidal, Flor Nueva de Romances Viejos, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1938).

 

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Cfr. Roberto Paoli, Eguren, tenor de las brumas, «Revista de crítica literaria latinoamericana», n.º 3, Lima, 1976, pp. 25-53.

 

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José Emilio Pacheco ve el mismo problema más sencillamente, reduciéndolo a la imposibilidad del poeta de unirse a una mujer: «Sólo el harem -pluralidad en que cada mujer sigue siendo única- puede reconciliar en su imaginación la pasión casta -hacia Fuensanta y hacia Margarita- con la avidez que le despiertan las otras, las "consabidas náyades arteras". Como tantos hombres que llevan dentro de sí la noción cristiana de culpa, López Velarde no ama a las que desea y no desea a las que ama. Sigue creyendo que el deseo es pecado y profanación de la inocencia virginal. Nervo -que también estaba "entre dos aguijones"- resolvió el conflicto de alma y carne al encontrar a Ana Cecilia, y ello fue en detrimento de su poesía. López Velarde no encontró a la "hurí" (el término es suyo: la criatura de un paraíso en que las bienaventuradas pueden, sin culpa, dar rienda suelta a su sexualidad) capaz de permitirle conocer el absoluto amor que vuelve a los opuestos complementarios. O no quiso encontrarla porque la convivencia y la domesticidad amansarían la fiereza del amor-pasión y las "victorias opulentas / se han de volver impedimentas". De esta indigencia del hombre, de esta fatalidad, nació la plenitud del poeta» (J. E. Pacheco, Antología del modernismo 1884-1921, cit., pp. 162-163).