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51

«In questo incesto rinnovato, tutto rimane sospeso: il tempo, la legge, la proibizione: niente si esaurisce, niente si desierta; tutti i desideri sono aboliti perché sembrano essete definitivamente appagati. Tuttavia, nel mezzo di questo abbraccio infantile, inmancabilmente, il genitale si fa sentire; esso viene a spezzare ldistinta sensualità dell'abbraccio incestuoso; la logica del desiderio si mette in marcia, riemerge il voler prendere, l'adulto si sovrappone al bambino e, a questo punto, io sono contemporaneamente due soggetti in uno: io voglio la maternità e la genitalità. (L'innamorato potrebbe definirsi un bambino con il membro eretto: tale era il giovane Eros)» (Roland Barthes, Op. cit., p. 13)

 

52

S. Freud, Tótem e tabù, cit., pp. 78-90. Por la razón señalada antes he traducido algunas frases tomadas textualmente de esta edición italiana. «La psicanalisi ci ha dimostrato che la prima scelta sessuale del fanciullo è incestuosa, poiché si riferisce ad un oggetto interdetto (alla madre o alla sorella)» (p. 78). «Il nevrotico [...] o non ha saputo liberarsi dai legami che legavano la sua psicosessualità all'infanzia (arresto dello sviluppo), oppure è ad essi ritornato (regressione)» (p. 78). «La prima e più importante prescrizione della nevrosi è, come nel tabù, quella che riguarda il contatto, da cui il nome di "fobia del contatto", délire de touchen», (p. 88). «Il divieto è perfettamente cosciente, mentre il piacere prepotente di toccare è inconscio» (p. 90).

 

53

El adiós, PP. Véase la interpretación que da O. Paz de este pasaje en Cuadrivio, cit., p. 118. Lo ve como una alegoría burlesca en que la intromisión de la conciencia crítica viene a minar la realidad anímica de Fuensanta, acentuando su realidad física.

 

54

Hoy como nunca, ZO. Allen W. Phillips ha señalado cómo «el motivo del agua se sostiene a lo largo de toda la composición, siempre en progresión ascendente: desde la lágrima del segundo verso hasta lo más caudaloso de las cataratas enemigas del último» (Op. cit., p. 211).

 

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Norman O. Brown, Life against Death (1959), trad. it. La vita contro la morte, Adelphi, Milán, 1978. Brown parte de estas ideas freudianas para construir su teoría que se opone al pesimismo freudiano. La doctrina de la neurosis universal de la humanidad sería, dice Brown, el equivalente psicoanalítico de la doctrina teológica del pecado original. Como médico Freud busca las vías para «mejorar» al hombre. Como filósofo cree que el hombre es incurable. Brown, partiendo del mismo Freud, sostiene que si el hombre ha roto la armonía biológica entre el instinto de vida y el instinto de muerte -armonía que permanece en todos los seres vivos y en todos los animales no neurotizados por el contagio del hombre-, puede recuperarla. El hombre ha puesto estos instintos en lucha y usa el instinto de vida para reprimir el instinto de muerte que, como todo lo reprimido, regresa continuamente, invadiendo y dominando el ámbito de la vida. Así, el instinto de muerte, como todo lo que proviene del inconsciente, es incontrolable. Brown cree sin embargo que es posible recuperar esa armonía inicial. En otras palabras, Brown cree posible recuperar el Paraíso. Su tesis, alimentada por un erudito conocimiento de la historia de la filosofía y por un profundo espíritu religioso, ha condicionado en parte mi lectura de López Velarde.

 

56

J. L. Borges, Avatares de la tortuga, en Otras inquisiciones, Emecé, Buenos Aires, 1960, p. 156.

 

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«Si el verbo ameritar, que aparece en un poema clave, no es de uso frecuente en México, el adjetivo ameritado tiene mayor difusión» (Allen W. Phillips, Op. cit., p. 269). Ambas voces, ameritar y ameritado, figuran en el Diccionario de mejicanismos de Francisco J. Santamaría (Porrúa, 3.ª ed., México, 1978); el verbo resulta sinónimo de «merecer», «dar mérito o motivo para una cosa». Coincide en ello con Charles E. Kany (Semántica hispanoamericana, Aguilar, Madrid, 1962, p. 92) que señala el uso de este vocablo no sólo en México sino también en Venezuela, Guatemala y Antillas. Martha Hildebrandt (Peruanismos, Lima, Moncloa-Campodónico, 1969) observa la difusión de este verbo, sinónimo de «merecer», también en el Perú. En el contexto velardeano, sin embargo, yo entiendo «ameritar» como «ganar méritos» o «hacer méritos», tal como lo traduce Lucio Ambruzzi en italiano, farsi meriti (Nuovo dizionario spagnolo-italiano, Paravia, Turín, 1977).

 

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Octavio Paz ha asociado por primera vez estos versos con el ritual azteca. «Esta evocación del sacrificio azteca -dice- resulta insólita, pues ni amaba a nuestro pasado ni lo conocía mucho. Se trata de una verdadera irrupción de un mundo que yacía enterrado en lo más profundo de su ser» (Cuadrivio, cit., p. 123). Creo sin embargo que la presencia en López Velarde de algunos arquetipos de la antigua cultura mexicana es más fuerte de lo que piensa Paz y surge en su obra repetidas veces, aunque en fuerte sincretismo con la mitología católica, como no podía ser de otra manera. La Diosa Madre es al mismo tiempo Tonantzin y la Virgen; la lluvia que limpia es el Diluvio y es Tláloc (v. Hoy como nunca, La lágrima, etc.); el padre de la patria es Cuauhtémoc V. La suave Patria).

 

59

Gastón Bachelard, Op. cit., pp. 291-298.

 

60

El deseo de que ella «le pise el corazón» (El piano de Genoveva, PP; Para tus pies, SD) se asocia a la caprichosa fantasía de unos pies que bailan sobre su entusiasmo produciendo una «hemorragia» (La estrofa que danza, ZO).