21
El hexadecasílabo en sus diversas modalidades fue usado por los modernistas (Darío, A. Machado, etc.) (Cfr. Tomás Navarro, Ob. cit., pp. 511-512).
22
Es ese aroma de lo cotidiano que plasmará el lenguaje de Los heraldos negros (1918), en cuyo poema inaugural Vallejo definirá los grandes dolores de la vida con un verso célebre: «son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema»
, que se acerca curiosamente al ejemplo que cito a continuación de López Velarde. Paralelos entre la poesía de César Vallejo y la del mexicano ya han sido instituidos: por ejemplo, Rodolfo Orozco, Dos poemas: «Mi prima Águeda» y «El encuentro con la amada» (Trilce, XXXV) en «Ábside». XLI - 2, 1977, pp. 123-137.
23
Melanie Klein, Analisi di un bambino, Boringhieri, Torino, 1971, p. 226.
24
Ibidem, p. 221.
25
«Sólo a la mano femenina toca la cultivadora faena de aventurarse, jaula adentro, a colocar los granos sustentadores; sólo ella sabe coger al cautivo sin hacerle daño»
: estos renglones de La vendedora de pájaros del Don de febrero, deben interpretarse con la Klein exactamente en el sentido anterior. «La vendedora de pájaros»
, la «provinciana ausente»
, es naturalmente Fuensanta.
26
M. Klein, Op. cit., p. 223.
27
«Tempo sacro e spazio sacro come nelle religioni. L'innamoramento ricostituisce la divisione fra sacro e profano ed ha fortissimo il senso del sacrilegio»
(Francesco Alberoni, Innamoramento e amore, Garzanti, Milán, 1979, pp. 35-36).
28
Es el soneto LXI del Canzoniere de Petrarca.
29
Considera entre otras «el nombre secreto o simbólico; la inaccesibilidad [...]; el obstáculo (matrimonio, enfermedad, separación y, sobre todo, el cuerpo y la conciencia de la caída en el cuerpo: la espada que interponen voluntariamente entre ellos Tristán e Isolda, los guantes negros); la Dama como guía espiritual (Beatriz y toda su descendencia); la unión después de la muerte (desde los provenzales hasta los modernos: la Aurelia de Nerval, la Sofía de Novalis); la confusión entre el lenguaje del amor divino y el humano; [...] la Amada como Ángel de la muerte, imagen de la liberación del espíritu; el universo imantado por la presencia de la Dama [...]; el amor casto que no impide la búsqueda del placer carnal [...]; la fidelidad absoluta a la Dama que no se altera inclusive si intervienen otros amoríos (por la misma razón maniquea); [...] en fin, la proyección del yo profundo en la figura de la Amada, la búsqueda de la identidad»
(O. Paz, Cuadrivio, cit., pp. 120-121).
30
«Encarna la provincia y los placeres ingenuos, pero no inocentes de la adolescencia: es lo que fue»
(ibidem, p. 93).