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161

Carmen de la Fuente, Op. cit., p. 117.

 

162

Sergio Salvi identifica patria con estado y matria no exactamente con regionalidad sino con nacionalidad (Op. cit., p. 40 y p. 52), sin explicar sin embargo las razones teóricas de una semejante elección terminológica. En el catálogo de una exposición de grabados para ilustrar la Araucana, el pintor chileno Sebastián Matta usa el neologismo para referirse a la dictadura de Pinochet: «Porque los indios que amenazaban derrumbar España, el Imperio, hoy amenazan la Matria militar» (La Araucana di Matta, Stamperia della Bezuga, Florencia, febrero de 1979). Pienso que matria es una síntesis de madre y patria. Matria evoca madre y materno como patria evoca padre y paterno, sobre todo por la existencia de expresiones como patria potestad. La nacionalidad es una matria, entonces, porque es indiscutible y segura como la madre, a diferencia del padre o la patria que pueden ser discutibles. Pienso que en este sentido, seguramente, usa la palabra Salvi. Pero además matria es sin duda una síncopa de madre-patria, nombre con el cual España quiso dulcificar sus imposiciones culturales (además de económicas y políticas) a las colonias y quiso enmascarar la prepotencia con que obligó a los indios a renunciar a sus tradiciones. Creo que es en este sentido que usa el vocablo Matta; él ve la actual dictadura militar chilena, que oprime las minorías indígenas, como una siniestra reencarnación de la vieja madre-patria.

 

163

Agrego, por lo tanto, una tercera significación del vocablo, derivada sencillamente de la concepción que de «patria» ofrece mi poeta.

 

164

O. Paz. Cuadrivio, cit., p. 90.

 

165

La industrialización iba a modificar también la ciudad de México y varias veces el poeta se muestra nostálgico de esa vieja ciudad, todavía pueblerina y muy mexicana, que él alcanzó a conocer. La industrialización iría acompañada de una norteamericanización que disgustaba al poeta. Decía en un artículo publicado en «Pegaso», ciudad de México, el 8 de marzo de 1917: «Plateros... San Francisco... Madero... Nombres varios para el caudal único, para el pulso único de la ciudad. No hay una de las veinticuatro horas en que la Avenida no conozca mi pisada. Le soy adicto, a sabiendas de su carácter utilitario [...] A mí no me es lícito reírme de las doncellitas que se precaven del tráfico, porque allá, en tiempos, suspiré a hurtadillas por alguna humildad y mojé la almohada en vasallaje a María de Lourdes Valdés, quiero decir, a la Paciencia. Ahora, ¡Dios mío!, "ya no hay princesa que esperar"... [...] Conocí a un demente que me despertaba a deshora para repetirme: "Plateros fue una calle, luego una rué; y hoy es una street. No creo lo último. Pero me inquieta el porvenir al pensar en los letreros en inglés de la Avenida y en el templo protestante que la flanquea» (La Avenida Madero, en Don de febrero y otras crónicas).

 

166

José Emilio Pacheco, Op. cit., t. II, pp. 164-165. El mismo López Velarde habla de ello explícitamente al comienzo de La Avenida Madero, citada en la nota anterior. Dice allí: «Le soy adicto [a la Avenida], a sabiendas de su carácter utilitario, porque racionalmente no podemos separarla de las engañosas cortesanas que la fatigan en carretela, abatiendo, con los tobillos cruzados, la virtud de los comerciantes del Bajío, accidentalmente en ésta por exigencias de El Fiel Contraste, La Fantasía o El Ancla de Oro».

 

167

Gastón Bachelard, La poética del espacio, cit., p. 223. «En la soledad del campanario el hombre contempla a esos hombres que "se agitan" sobre la plaza blanqueada por el sol del estío. Los hombres parecen "grandes como moscas", se mueven sin razón "como hormigas" [...] El soñador se da gratuitamente una impresión de dominio [...] Desde lo alto de su torre, el filósofo de la dominación miniaturiza el universo. Todo es pequeño porque él está en lo alto. Es alto, por lo tanto es grande. La altura de su albergue es una prueba de su propia grandeza» (ibidem, p. 224).

 

168

Véase además Gilbert Durand, Le strutture antropotogiche dell'immaginario, Dedalo, Bari, 1972, p. 212 y ss. y 275 y ss.

 

169

«Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza / De polvo y tiempo y sueño y agonías?» (J. L. Borges, segundo soneto de Ajedrez, en El otro, el mismo. Obra Poética, Emecé, Buenos Aires, 1967).

 

170

«Después de andar como el chupa rosa, teniendo relación con una, después con otra, sin hacer pie con ninguna» (Astucia, I, 303, citado por Francisco J. Santamaría, Diccionario de mejicanismos, cit.).