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Influencia de Louis Veuillot (1813-1883) y de la prensa ultramontana francesa en las publicaciones católicas españolas del siglo XIX

Solange Hibbs-Lissorgues





Bien es conocida la actuación del eclesiástico integrista Félix Sardá y Salvany (1841-1916) mediante la prensa en la movilización de los católicos españoles. Escritor y periodista, acérrimo polemista, Sardá se había convertido en uno de los más destacados apologistas de la segunda mitad del siglo XIX. En su afán por desarrollar la propaganda católica, siempre desde una postura defensiva e intransigente, definió un periodismo de «combate» para defender la religión, las instituciones eclesiásticas y «contrarrestar la maléfica influencia» de las corrientes secularizadoras y revolucionarias1.

El semanario la Revista Popular que surgió en Barcelona en 1871, y del que fue director Sardá hasta 1916, se convirtió en una de las publicaciones españolas de más resonancia en un contexto religioso y político crítico. Es de destacar, para el período que nos interesa, que algunos de los acontecimientos más importantes tanto en España como en otros países, eran las divisiones y conflictos que desgarraban a los católicos europeos y la beligerancia del sector ultramontano e intransigente totalmente identificado con la política antiliberal de Pío IX. Este fraccionamiento del sector católico dividido entre varias corrientes repercutió de manera desfavorable en el desarrollo de los acontecimientos políticos en España y en Francia, países en los que el catolicismo integrista tuvo especial protagonismo.

Los que interesa resaltar en este trabajo no son los pormenores de las crisis político-religiosas de los dos países arriba mencionados, sino las consecuencias que tuvieron en la publicística católica: ¿de qué medios de presión y de poder se valieron los ultramontanos e integristas y cuáles fueron las influencias mutuas que se manifestaron en la prensa?

En efecto, las publicaciones y la propaganda de estos sectores del catolicismo se convirtieron en un instrumento de impregnación de la opinión pública y también de presión constante desde dentro de una plataforma logística formada por las asociaciones, los apostolados y respaldada por los seminarios que actuaban como centros de movilización de los católicos.

La prensa intransigente española, cuyos representantes más destacados fueron, a partir de la década de los años 1860, El Pensamiento Español (1860-1873) de Francisco Navarro Villoslada, la Revista Popular y El Siglo Futuro (1875-1936) de Cándido Nocedal, tuvo como modelo a la prensa ultramontana francesa, y más especialmente L'Univers de Louis Veuillot, cuya vocación de periodista militante inspiró incluso a escritores y apologistas más moderados como Jaume Collell, director de La Veu de Montserrat (1878-1891).

Colaborador y luego principal redactor del periódico legitimista L'Univers, Louis Veuillot fue uno de los propagandistas católicos más activos desde 1843 basta 1879, fecha en la que le sustituye su hermano Eugène Veuillot. El período más revelador en cuanto a la resonancia de esta publicación en la prensa católica española fue el que cubre los años 1870 a 1878. Corresponde dicho período a la instauración de la III.ª República en Francia cuando L'Univers llegó a desempeñar un auténtico magisterio sobre la Iglesia2. Sus constantes ataques contra los católicos-liberales así como miembros conocidos del episcopado trances dejaron profundas huellas en España. Félix Sardá y Salvany, que tenía frecuentes contactos con Veuillot, reivindicó la misma línea de conducta belicista desde las páginas de la Revista Popular e hizo suyo el concepto de periodismo defensivo acuñado unos años antes por el director de L'Univers3.

Del mismo modo que existía una «internacional de los buenos libros», existía una red internacional de la «buena prensa» y de las «buenas lecturas» en la que revistas y periódicos europeos y, más precisamente, franceses, españoles e italianos compartían opiniones, conductas y estrategias comunes4. Merecen destacarse, por ejemplo, dentro de esta red de influencias mutuas, publicaciones estrechamente vinculadas a las orientaciones del Vaticano durante el papado de Pío IX. No cabe en este estudio el análisis pormenorizado del protagonismo de una revista como La Civiltà Cattolica, publicada por los jesuitas en Roma a partir de 1850 y portavoz del sector ultramontano italiano. Muy vinculada al Vaticano, La Civiltà Cattolica publicó numerosos artículos doctrinales cuyo contenido fue trasladado a las páginas de L'Univers, de la Revista Popular, de El Siglo Futuro5. Nos limitaremos a mostrar la filiación ideológica y las convergencias estratégicas entre dos publicaciones de particular relevancia en sus respectivos países: L'Univers y la Revista Popular.




El ultramontanísimo e integrísimo en Europa: un aliciente para un periodismo «beligerante»

En la segunda mitad del siglo XIX, la prensa católica, y más particularmente la prensa de talante radical e intransigente, constituyó un verdadero contrapoder dentro y fuera de la Iglesia. Esta actuación cobró particular violencia y singular resonancia a partir de la década de los 50, en un momento en que el panorama político-religioso europeo era bastante dramático.

El Pontificado de Pío IX (1847-1878) sintió la necesidad de consolidar las filas del catolicismo para hacer frente a la creciente secularización de la sociedad. Las revoluciones, el progreso de la ciencia que cuestionaba los fundamentos mismos de la religión, la difusión de las ideas liberales y los intentos por parte de ciertos sectores del catolicismo europeo para conciliar la práctica religiosa y los cambios sociales suscitaron una reacción de defensa que se plasmó en la corriente ultramontana.

Los principios de esta corriente ideológica reaccionaria en el sentido etimológico de la palabra habían sido definidos por filósofos tradicionalistas como De Maistre, De Bonaldy Donoso Cortés. Este absolutismo doctrinal volvió a adquirir renovada vigencia a partir de 1850, cuando el catolicismo adoptó una postura cada vez más defensiva y de hostilidad hacia el liberalismo.

El ultramontanismo suponía una total adhesión a la autoridad del Pontífice en contra del poder centralizador de un estado o de cualquier otro gobierno (Campomar Fornieles, 1984, p. 16). Los ultramontanos consideraban el liberalismo del siglo XIX como el heredero del regalismo o el galicanismo de épocas anteriores. La desamortización de los bienes del clero, la secularización de la enseñanza, la creciente intervención del poder civil en la vida social, cultural y política, y la pérdida, por parte de la Iglesia, del poder temporal, eran cuestiones que cobraron una actualidad particular. Con la llamada cuestión romana, «aumentó el ya existente conflicto regalista entre lo nacional y lo romano, poniendo en una difícil situación al católico de mediados de siglo» (idem, p. 17).

En un contexto políticamente difícil para el Vaticano, ser católico suponía la defensa absoluta de la superioridad del poder espiritual y religioso sobre el civil, el magisterio infalible del Pontífice. Dos acontecimientos iban a intensificar el radicalismo religioso que prevalecía entonces: el Syllabus de Errores de 1864 y el Concilio Vaticano I en 1871.

El Syllabus era un catálogo de todos los errores conllevados por la revolución de 1789, el regalismo, el positivismo y el liberalismo filosófico propiciadores de la emancipación de la razón humana. La proposición 80 del Syllabus afirmaba que el catolicismo era incompatible con la sociedad liberal. Esta declaración provocó una escisión en el catolicismo con un enfrentamiento entre dos sectores irreconciliables: los que adherían incondicionalmente a los principios del Syllabus y no admitían ninguna concesión a la sociedad moderna y los que intentaron buscar soluciones conciliadoras entre la Iglesia y el liberalismo más moderado.

El Syllabus que llegó a tener fuerza de dogma para los integristas, asentó la postura defensiva del Vaticano y constituyó el núcleo a partir del cual se cristalizó el integrismo europeo (Hibbs, 1995, p. 21). El cisma que se verificó en aquellos años en el ámbito católico europeo se confirmó con la celebración del Concilio Vaticano I.

Este Concilio que había sido preparado por el ala más radical del catolicismo pretendía imponer el dogma de la infalibilidad pontificia. Es de notar la significativa intervención de una publicación como La Civiltà Cattolica que reflejó hasta cierto punto la postura oficial del Vaticano6.

En este período es cuando se fija la línea dogmática y ofensiva que iba a imperar en varias publicaciones del mundo católico. Esta prensa sostenida tanto por laicos como eclesiásticos se dedicó a la defensa apasionada de la autoridad pontificia y antepuso la defensa del Vaticano ante los intereses de las Iglesias nacionales. El periodismo se convierte en un campo de batalla ideológico en el que «las palabras son armas» como lo declaró el propio Veuillot en 18707.




Louis Veuillot: Un apóstol del catolicismo intransigente

Louis Veuillot (1813-1893), colaborador y luego principal redactor del ultracatólico y legitimista periódico L'Univers, lo convirtió en el principal órgano de prensa del partido ultramontano francés.

Veuillot entró en el periódico en 1843. A pesar de su relativamente limitada tirada (15000 ejemplares para sus 2 ediciones y 7000 ejemplares para la edición diaria), disfrutaba de una situación financiera bastante próspera y constituía el modelo de periodismo combativo para la prensa ultramontana de provincia (Bellanger, 1980, p. 184). Su consigna era «royalistes avec le roi, catholiques avec le pape». Muy difundida entre el clero y los seminarios, ejercía una profunda influencia en la Iglesia católica francesa8. Esta influencia se verificó durante todo el imperio de Napoleón III (1852-1879) y a principios de la III.ª República.

Muy compenetrado con el Vaticano, amigo de Pío IX, Veuillot se hizo el adalid del absolutismo religioso y se implicó en constantes polémicas con los republicanos, el partido conservador y el sector católico. Tuvieron gran resonancia entre los católicos europeos sus enfrentamientos con Monseñor Dupanloup, obispo de Orléans, especialmente después del Congreso de Malinas en 1863 en el que varias corrientes del catolicismo moderado francés habían expresado su voluntad de independizarse del poder dogmático de Roma. Este grupo de católicos en el que se incluía Montalembert se expresaba desde 1848 en las columnas del periódico L'Avenir9.

Entre las polémicas que sostuvo L'Univers con el obispo de Orléans, dos fueron célebres. La primera fue en 1850 con motivo de la ley de Instrucción promulgada por el conde Falloux, ministro de Luis Napoleón, y la segunda en la época del Concilio en 1870.

L'Univers era por lo tanto un periódico religioso pero que defendía los intereses de la religión y de la Iglesia desde el terreno de la política. Esta publicación, que nunca cesó de condenar a Thiers, de Broglie, Falloux, a los bonapartistas, a los orleanistas y a los católicos liberales, sostuvo con fuerza la causa del conde de Chambord.

A partir del Concilio Vaticano I, multiplicó las declaraciones de sumisión a las directrices de Roma10. Esta total adhesión espiritual a Roma y al Pontífice se expresó en varias obras apologéticas y en algunas de carácter polémico. Estas obras que fueron reeditadas muchas veces hasta finales de siglo representaron una fuente de inspiración frecuente para publicaciones como la Revista Popular y El Siglo Futuro. Entre estas obras se destacan Rome et Lorette (1841), Les Odeurs de Paris (1860), Les libre-penseurs (1848) y más particularmente Rome pendant le Concile (1872)11.

Cumpliendo con su vocación de diario combativo, L'Univers propició la instrumentalización político-teológica de romerías, peregrinaciones y otras manifestaciones de adhesión a Pío IX como la recaudación de fondos v suscriciones especiales para «el Papa pobre». Esta línea de conducta de un militantismo exacerbado fue la que transmitieron la Revista Popular y el eclesiástico Sardá, para quien Veuillot constituyó el modelo del periodista «íntegramente» católico.

No es ninguna casualidad si la Revista Popular reservó un espacio preferente a los folletines y artículos publicados por Louis Veuillot en Francia. Dichos folletines fuero traducidos y propuestos a los lectores desde 1873 hasta finales de siglo. También es interesante notar la presencia de varias crónicas literarias como la que redactó con ocasión de la muerte de Alejandro Dumas «el desdichado autor de tanto monstruoso engendro» (Revista Popular, 1.º de enero de 1871, p. 11). Sardá y Salvany declara, en varias ocasiones, que quiere rehabilitar a un «escritor eminente de quien casi reniega la Francia» y dedica numerosos artículos de la «Revista de París» a Veuillot:

«Vamos a consagrar nuestra revista a un francés ilustre [...]; escritor eminente sobre quien han publicado en francés muchos libelos, y del cual no conocemos una sola biografía; gigante campeón de la verdad, cuya principal grandeza estriba en haber sabido atraer sobre sí todas las iras y los ataques infernales todos, de cuantos han declarado la guerra a Dios; apóstol insigne de la doctrina católica, cuyo nombre quedará, hijo preclaro de la Iglesia, amigo querido del gran Pío IX, Luis Veuillot en una palabra».


(1.º de diciembre de 1876, p. 366)                





La Revista Popular y L'Univers: una filiación evidente

Infatigable periodista y prolífico escritor, Félix Sardá y Salvany estaba convencido de que el periodismo era el gran campo de batalla de las ideas y que el propagandista católico tenía que poner su pluma al servicio de la defensa de los intereses de la Iglesia. En los largos años de su publicación, la Revista Popular dedica un sinfín de artículos al desarrollo de la prensa católica como nueva arma de combate. El planteamiento de un militantismo combativo que tiene que expresarse también en la prensa y mediante la colaboración de laicos y del clero es uno de los cambios más significativos que se produce en la historia de la Iglesia católica a partir de la década de 1850. Esta preocupación por «ocupar el terreno» colonizado por una prensa liberal y por actuar como un contrapoder se expresa en las publicaciones más destacadas del ámbito católico europeo. Muchas de las iniciativas acometidas por laicos, eclesiásticos españoles se inspiraron en los esfuerzos de los católicos italianos y franceses. Nuestro propósito en este trabajo es valorar las vinculaciones existentes entre periódicos ultramontanos franceses como L'Univers y la prensa integrista española tanto a través de su evidente filiación ideológica como a través de su integración respectiva en una red publicística católica europea.

La Revista Popular no es más que una publicación entre muchas otras de esta red. Sin embargo, tiene particular interés en este estudio por la atención que presta a los acontecimientos protagonizados por los ultramontanos franceses y por la singular repercusión que tuvieron en su evolución los artículos doctrinales y la propaganda periodística de la revista L'Univers.

La publicación de Sardá y Salvany había tenido mucha difusión gracias al fuerte arraigo del integrismo en Cataluña y algunas otras regiones de España, especialmente donde estaban implantados seminarios jesuitas. De hecho era, juntamente con El Siglo Futuro de Cándido Nocedal en Madrid, uno de los órganos más representativos del sector integrista y de la estrecha vinculación del integrismo español con el Vaticano y el ultramontanismo europeo.

Desde el principio afirma su carácter radical y militante y, hecho significativo, reivindica su adhesión espiritual a Roma y al Pontífice distanciándose desde los primeros números de las posturas y sensibilidades diferentes que se expresaban a nivel nacional en la Iglesia española.

La rigidez de conceptos y la intransigencia reflejadas en los primeros editoriales de este semanario prefiguran los acentos integristas del opúsculo El liberalismo es pecado (1884) y de posteriores publicaciones en las que Sardá y Salvany iba a fijar normas de comportamiento íntegramente católicas para los periodistas. El lenguaje radical que recuerda las declaraciones del propio Louis Veuillot en materia de periodismo, implicaba un rechazo absoluto con respecto a cualquier acontecimiento político contrario al pontificado de Pío IX. Aunque pretendía mantenerse alejada de la política, la Revista Popular acabaría practicando religión política y crear opinión católica. Conviene citar a este respecto la declaración de principios de 1871, anunciadora de la línea de conducta de la revista. Bajo el epígrafe, La política y la religión, Sardá hacía una auténtica declaración de periodismo combativo y ofensivo:

«Las cuestiones religiosas preséntanse muchas veces enlazadas con arduas cuestiones políticas. La Religión no invade jamás el terreno de la política; la política, sí, es quien invade a menudo el campo de la Religión. Cuando tal sucediera, defenderemos nuestro puesto hasta donde sea posible a nuestras fuerzas la defensa; sostendremos con brío el ataque, procuraremos rechazar de nuestro terreno a los enemigos».


(Revista Popular, 1.º de enero de 1871, n.º 1, p. 2)                


Muy pronto dicha revista iba a poner en práctica su militantismo mediante manifestaciones de propaganda político-teológica. Desde los años 50, la utilización de los actos públicos de fe como manifestación de adhesión al Papa Pío IX, símbolo de la resistencia a una sociedad moderna, se habían multiplicado. Periódicos como L'Univers en Francia habían abierto la vía a estas demostraciones del radicalismo religioso, demostraciones que eran una característica esencial del ultramontanismo religioso.

En el primer año de su publicación, la Revista Popular recoge en su sección Crónica general los sucesos de la política francesa y más especialmente todo lo relacionado con la campaña a favor de Pío IX: «L'Univers lleva remitidos a Monseñor Keller diputado por Belfort varios pliegos con 5130 firmas para la petición dirigida a la Asamblea (francesa) en favor de los derechos del Papa» (Revista Popular, 26 de agosto de 1871, p. 278).

El impacto de la Commune en Francia, la celebración del Concilio Vaticano I que ya no dejaba resquicio para matizaciones doctrinales de ningún tipo, justificaban a ojos del director de la revista un activismo religioso en el que tenían que implicarse tanto los laicos como el clero. Inspirándose abiertamente en las iniciativas de los ultramontanos franceses, la Revista Popular organizó una auténtica «cruzada» por el Papa. Se trataba ante todo de colectas de fondos en la prensa para el «Papa pobre y encarcelado». En Francia, las primeras iniciativas de este tipo habían sido la Obra del Dinero de San Pedro, asociación de marcado carácter militante que recogía fondos gracias a una movilización de los fieles encauzada por los diarios. Dichos diarios publicaban regularmente las cantidades recibidas y los nombres de los donantes estableciendo de este modo un «censo» de los buenos católicos.

A lo largo de su existencia periodística, la Revista Popular menciona con especial interés los acontecimientos de la política francesa y las reacciones del sector católico. En dos importantes editoriales publicados en 1880 y titulados Lo de Francia, Sardá valora la «ejemplaridad» de una nación en la que se produce «la lucha entre la Iglesia y la revolución»: «Nadie se extrañe de que encabecemos hoy con este título una serie de artículos. Lo de Francia es hoy lo de todo el mundo católico y la tremenda batalla religiosa que allí se da no es sino un episodio de la gran lucha universal entre la Iglesia y la Revolución [...]. Lo de Francia es además un grande ejemplo para todo el que sepa ver y aprender; ejemplo de artera maldad en unos y de inquebrantable constancia en otros» (17 de junio de 1880, p. 409). Si Francia es ejemplar por el arraigo en su tierra de las «ponzoñosas» revoluciones y del anticlericalismo, lo es ante todo por la movilización de los católicos y por la presencia en la lucha antirrevolucionaria de personalidades como Louis Veuillot.

Con tono apocalíptico y un lenguaje ofensivo, propios de la revista, se menciona la especial vigilancia que los católicos españoles tienen que mantener con respecto a los riesgos de contaminación política e ideológica: «Lo de Francia será, por fin, en plazo más o menos lejano lo de todas partes; que nada de los que sucede en la vecina nación ha dejado de ser copiado más o menos tarde por las demás naciones europeas, meros satélites de ese planeta revolucionario» (ibid.).

Lo que nos interesa en este punto es la fuerza ofensiva que debe ostentar el «verdadero» periodismo católico en determinados momentos político-religiosos. Como se ha mencionado anteriormente, la referencia a los acontecimientos de la nación vecina es un pretexto para suscribir plenamente a la línea de conducta seguida por los legitimistas franceses y por Louis Veuillot. La admiración de Sardá es constante y se centra tanto en el hombre de las luchas políticas como en el periodista militante:

«Léanse los magníficos escritos de Veuillot y de nuestro popular Aparisi, sin excluir a otros y otros escritores, que en la nuestra y en todas las naciones se han mantenido fieles a la Iglesia durante este trabajoso periodo. Ved si, a pesar de lo bien hilado de la trama infernal y de lo brillante del colorido, ha quedado error alguno sin protesta, sofisma alguno sin refutación, lazo alguno sin su correspondiente grito de alerta».


(Revista Popular, 23 de junio de 1880, p. 426)                


Sugiere Sardá y Salvany el fortalecimiento de lo que ya empezaba a manifestarse en el ámbito del catolicismo ultramontano e integrista, una «internacional católica». En otro esclarecedor editorial del año 1878, Sardá comenta el desarrollo de la prensa católica francesa. En el momento del congreso católico de Poitiers, la asociación de las conferencias de San Vicente de Paul que desempeñaba un papel activo en la difusión de la propaganda católica, establece un catálogo de las obligaciones y de los deberes de los católicos en materia de prensa12. Ya se había inspirado el director de la Revista Popular de esta asociación para el Manual del Apostolado de la Prensa (1873) y la instauración del apostolado de la buena prensa en los años 1870. Sobre el modelo del Apostolado creado por Sardá, distintas asociaciones españolas que contaban con el apoyo del clero, de algunos estamentos del episcopado y de los laicos se convirtieron en circuitos de distribución de «buenas lecturas» y se comportaron como apéndices de las publicaciones más íntegramente «ortodoxas»13.

Esta necesidad de recurrir a la prensa como arma de combate se explicita aún más, siempre con el ejemplo de Veuillot, en otro editorial de 1880. Sólo una Iglesia combativa y abiertamente militante puede mantenerse: «La nave de la Iglesia no fue botada al agua por el soplo de Dios para que navegase blandamente impelida por las humanas corrientes sino para que en estos charcos corrompidos del mundo y de la carne bogase ella siempre contra corriente» (Revista Popular, 25 de noviembre de 1880, p. 346).

Por lo tanto la pluma tiene que sustituir a la espada. Sólo este periodismo comprometido ideológicamente puede servir la causa de la Iglesia. Difundir las verdades católicas, prolongar el magisterio moral y el adoctrinamiento religioso, proponer un plan de campaña contra la mala prensa, desacreditar «al enemigo» eran algunos de los más fundamentales cometidos de la prensa para los integristas españoles y, en este ámbito, Louis Veuillot y su periódico eran referencias insoslayables.

En varios editoriales como se ha mencionado pero también en una crónica especial titulada «Revista de París» que pretende reflejar todos los acontecimientos más relevantes de la persecución religiosa y del anticlericalismo franceses, aparece la figura de Louis Veuillot y se proponen cartas y declaraciones suyas. En los años del Sexenio y después de 1875, durante el período álgido de las polémicas político-religiosas, Sardá iba a inspirarse en varios documentos de Veuillot para definir la misión de una publicación «auténticamente» católica en materia de política religiosa. A ojos de Sardá, el combate entre el catolicismo íntegro y todos los que hacían concesiones al liberalismo político y filosófico era el mismo en España y en Francia. Era Veuillot quien había mostrado con el ejemplo de L'Univers los «deberes del periodismo católico»:

«Luis Veuillot ha sido el hombre de su tiempo porque poseía en alto grado los defectos y las cualidades de su tiempo. A las luchas de los campos de batalla había sucedido el debate en la arena periodística, la pluma sustituía a la espada [...]. Luis Veuillot apareció y naturalmente dejóse arrastrar por el impulso dado ya por los que le habían precedido. No era la polémica pacífica y templada la que encontraba a su llegada, sino el grito envenenado de guerra que provoca el combate».


(Diciembre de 1876, pp. 366-367)                


En esta editorial publicada poco años después del Concilio Vaticano I, el director de la Revista Popular hace explícitamente referencia a las luchas que oponían en Francia a los católicos ultramontanos y legitimistas y el sector más moderado del catolicismo liberal desde los años 50 con motivo de la Ley Falloux. Dicha ley, que otorgaba un lugar preponderante a la Iglesia católica en el sistema docente francés, había suscitado enfrentamiento con el sector más moderado del catolicismo ya que éste no había reaccionado contra el mantenimiento de la enseñanza universitaria14.

Los ataques de L'Univers iban a cobrar especial virulencia durante los dos períodos que se extienden de 1852 a 1883: el Second Empire (1852-1870) con la política de Napoleón III, violentamente rechazada con motivo del reino de Italia, y el período de la III.ª República durante la que episodios como la Commune y las manifestaciones de una prensa furiosamente anticlerical provocaron hondas fracturas en la vida política francesa.

Esta situación de constante enfrentamiento alimentada muchas veces desde las páginas de la prensa fue definida por el propio Veuillot cuyas palabras premonitorias con respecto a los futuros conflictos de la Iglesia española se encontraban en un editorial de la Revista Popular: «La Iglesia, ha dicho Veuillot, así como sabe ciertamente que ninguna persecución la podrá destruir, sabe del mismo modo que la persecución nunca le ha de faltar» (25 de noviembre de 1880, p. 345). Cuando Sardá retoma estas palabras de Veuillot, ya se habían publicado numerosos artículos ofensivos en la Revista Popular sobre la «doctrina» de los católicos intransigentes en materia de periodismo batallador. Una de las «misiones» prioritarias que se asigna dicha publicación es formular «clara y distintamente las ideas capitales que deben servir de norma y luz» en materia de propaganda católica. En una serie de esclarecedores artículos titulados «La propaganda católica» y publicados en el año 1882, Sardá y Salvany desarrolla el tema de su conocida obra El liberalismo es pecado. Una vez más el lenguaje es ofensivo y recuerda que el periodismo para los verdaderos católicos del siglo es un campo de batalla:

«Los soldados de la causa de Dios, que lo son todos los verdaderos creyentes [...] han procurado esgrimir, cada cual como mejor supo, sus armas respectivas [...]. La propaganda católica es una milicia como que se trata por medio de ella de una formal ofensiva y defensiva; ofensiva contra el error, que bajo formas mil pugna pro entronizarse y reina en la sociedad cristiana».


(Revista Popular, 12 de enero de 1882, pp. 17-18)                


La violencia de estas palabras recuerda la del apologista francés caracterizado por Sardá como «soldado valeroso e infatigable, cuyos golpes en la pelea producían heridas de muerte. Hombre que tan gran destrozo ha hecho en las filas del enemigo» (Revista Popular, 26 de abril de 1883, p. 263). En una conocida carta escrita a un amigo suyo en 1871, Veuillot, que confiesa «su odio por la prensa», admite que «es un peligro de tal naturaleza que sólo se evita con otros de su clase». Por lo tanto el periodista tiene que cumplir con «los deberes de cristiano y de patriota [...] ya que es el último descendiente de los antiguos caballeros» (Revista Popular, 14 de junio de 1883, p. 375).

El radicalismo de los propósitos y de los términos empleados refleja la exacerbación del catolicismo íntegro y ultramontano: «San Gregorio VII repetía mucho este versículo de Jeremías: "Maldito el que veda a su espada el verter sangre", porque el respeto a la justicia, que es la ley del Señor, debe pasar antes que el amor a los hombres» (ibid.).

Con la misma vehemencia, Sardá iba a preconizar una conducta radical y ofensiva desde las páginas de su opúsculo, El liberalismo es pecado. En varios capítulos como el XXI titulado «De la sana intransigencia católica en oposición a la falsa caridad liberal» y el XXIII: «Si es conveniente al combatir el error combatir y desautorizar la personalidad del que lo sustenta y propala», el eclesiástico catalán afirma que es conveniente «encarnizarse en la personalidad del que sustenta el error» (p. 87), «que no es malo el apasionamiento producido por la santa pasión de la verdad» (p. 83), y que la verdadera caridad, la que está «al mayor servicio de Dios» es la que «corta la gangrena con el bisturí» ya que «se puede amar y querer bien al prójimo (y mucho), disgustándole y contrariándole, y perjudicándole materialmente, y aun privándole de la vida en alguna ocasión» (pp. 78-79).

Este lenguaje extremado era inherente a una actitud que se manifestaba de forma exacerbada en determinados sectores del catolicismo. Dicha actitud integrista iba a perdurar en la Iglesia española hasta bien entrado el siglo XX. La «teología de la guerra» de un eclesiástico como Sardá se basaba en valores políticos y religiosos presentes en otras naciones europeas y se difundió mediante una estrategia periodística común. En 1883, año de la muerte de Louis Veuillot, la Revista Popular resumió con esas contundentes palabras lo que significaba la intransigencia religiosa: «Ser enemigo de hacer concesiones porque la fe no transige [...] ser el soldado de Cristo» (19 de abril de 1883, p. 254).





 
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