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ArribaAbajoAnna Pavlowa

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Ilustración

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Piernas
eternas,
que decís
de Luisa La Valliere
y de Thaís...

   Piernas de rana,
de ondina
y de aldeana;
en su vocabulario
se fascina la caravana.
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   Piernas
en las cuales
danza la Teología
funerales y epifanía.

   Piernas:
alborozos y lutos
y parodias de los Atributos.

   Piernas
en que exordia
la Misericordia
en la derecha,
y se inicia
en la otra la Justicia.

   Piernas
que llevan del muslo al talón
los recados del corazón.
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Piernas
del reloj humano,
certeras como manecillas,
dudosas como lo arcano,
sobresaltadas con la coquetería de las hadas.

   Piernas
para que circuyas
el espíritu, que se desarma
entre tus aleluyas;
si la violeta de Parma
tuviese piernas,
serían las tuyas.

   Mística integral,
melómano alfiler sin fe de erratas,
que yendo de puntillas por el globo
las libélulas atas y desatas.

   ¡Te fuiste con mi rapto y con mi arrobo,
agitando las ánimas eternas
en los modismos de tus piernas!



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ArribaAbajoGavota

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   Señor Dios mío: no vayas
a querer desfigurar
mi pobre cuerpo, pasajero
más que la espuma de la mar.

   Ni me des enfermedad larga
en mi carne, que fue la carga
de la nave de los hechizos,
del dolor el aposento
y la genuflexión verídica
de tu trágico pavimento.
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   No me hieras ningún costado;
no me castigues a mi cuerpo
por haber vivido endiosado
ante la Naturaleza
y frente a los vertebrales
espejos de la belleza.

   Yo reconozco mi osadía
de haber vivido profesando
la moral de la simetría.

   Amé los talles zalameros
y el virginal sacrificio;
amé los ojos pendencieros
y las frentes en armisticio.

   No tengo miedo de morir,
porque probé de todo un poco;
y el frenesí del pensamiento
todavía no me vuelve loco.

   Mas con el pie en el estribo
imploro rápida agonía
en mi final hostería.
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   Para que me encomiende a Dios,
en ta hostería, una muchacha,
con su peinado de bandós;
y que de ir por los caminos
tenga la carne de luz
de los perones cristalinos.

   Y que en sus manos, inundadas
de luz, mi vida quede rota
en un tiempo de gavota.



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ArribaAbajoEn mi pecho feliz

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   No he buscado poder ni metal,
mas viví en una marcha nupcial...
Me parece que por amar tanto
voy bebiendo una copa de espanto.

   Claro obscuro de noche y de día;
los tres nudos que tiene mi ser
a la buena y la mala mujer.

   En mi pecho feliz no hubo cosa
de cristal, terracota o madera,
que abrasada por mí, no tuviera
movimientos humanos de esposa.
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   ¡Desdichado el que en la hora lunar
en su lecho no huele azahar!

   ...Desposémonos con la sencilla
avestruz, con la liebre y la ardilla...



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ArribaAbajoLa Ascensión y la Asunción

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Ilustración

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   Vive conmigo no sé qué mujer
invisible y perfecta, que me encumbra
en cada anochecer y amanecer.

   Sobre caricaturas y parodias,
enlazado mi cuerpo con el suyo,
suben al cielo como dos custodias...

   Dogma recíproco del corazón:
¡ser, por virtud ajena y virtud propia,
a un tiempo la Ascensión y la Asunción!
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   Su corazón de niebla y teología,
abrochado a mi rojo corazón,
translada, en una música estelar,
el Sacramento de la Eucaristía.

   Vuela de incógnito el fantasma de yeso,
y cuando salimos del fin de la atmósfera,
me da medio perfil para su diálogo
y un cuarto de perfil para su beso...

   Dios, que me ve que sin mujer no atino
en lo pequeño ni en lo grande, diome
de ángel guardián un ángel femenino.

   ¡Gracias, Señor, por el inmenso don
que transfigura en vuelo la caída,
juntando, en la miseria de la vida,
a un tiempo la Ascensión y la Asunción!



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ArribaAbajoSi soltera agonizas...

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Ilustración

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   Amiga que te vas:
quizá no te vea más.

   Ante la luz de tu alma y de tu tez
fui tan maravillosamente casto
cual si me embalsamara la vejez.

   Y no tuve otro arte
que el de quererte para aconsejarte.

   Si soltera agonizas,
irán a visitarte mis cenizas.
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   Porque ha de llegar un ventarrón
color de tinta, abriendo tu balcón.
Déjalo que trastorne tus papeles,
tus novenas, tus ropas, y que apague
la santidad de tus lámparas fieles...

   No vayas, encogido el corazón,
a cerrar tus vidrieras
a la tinta que riega el ventarrón.

   Es que voy en la racha
a filtrarme en tu paz, buena muchacha.



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ArribaAbajoEl perro de San Roque

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Ilustración

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   Yo sólo soy un hombre débil, un espontáneo
que nunca tomó en serio los sesos de su cráneo.

   A medida que vivo ignoro más las cosas;
no sé ni por qué encantan las hembras y las rosas.

   Sólo estuve sereno, como en un trampolín
para asaltar las nuevas cinturas de las Martas
y con dedos maniáticos de sastre, medir cuartas
a un talle de caricias ideado por Merlín.
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   Admiro el universo como un azul candado;
gusto del cristianismo porque el Rabí es poeta;
veo arriba el misterio de un único cometa
y adoro en la Mujer el misterio encarnado.

   Quiero a mi siglo; gozo de haber nacido en él;
los siglos son en mi alma rombos de una pelota
para la dicha varia y el calosfrío cruel
en que cesa la media y lo crudo se anota.

   He oído la rechifla de los demonios sobre
mis bancarrotas chuscas de pecador vulgar,
y he mirado a los ángeles y arcángeles mojar
con sus lágrimas de oro mi vajilla de cobre.

   Mi carne es combustible y mi conciencia parda;
efímeras y agudas refulgen mis pasiones
cual vidrios de botella que erizaron la barda
del gallinero, contra gatos y ladrones.

   ¡Oh, Rabí, si te dignas, está bien que me orientes:
he besado mil bocas, pero besé dies frentes!
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   Mi voluntad es labio y mi beso es el rito...
¡Oh, Rabí, si te dignas, bien está que me encauces;
como el can de San Roque, ha estado mi apetito
con la vista en el cielo y la antorcha en las fauces!



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ArribaAbajoVacaciones

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   De tu pueblo a tu hacienda te llevabas
la cabellera en libertad y el pecho
guardado por cien místicas aldabas.

   Metías en el coche los canarios,
la máquina de Singer, la maceta,
la canasta del pan... Y en el otoño
te ibas rezando leguas de rosarios.

   René, el gigante perro del pastor,
en un galope como si nadara,
te escoltaba, buscándote la cara.
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   Y detrás del René blanco y gigante
en aquel mapamundi de ilusión
cabalgaba sin brida el estudiante.

   René hacía tres veces el camino
yendo y viniendo desde ti hasta mí,
ladrando porque no y porque sí.

   René, acróbata de tu portezuela,
venía a hacer brincar su corazón
escandaloso, arriba de mi arzón.

   Luego mordía a las mulas; pero ellas,
al peligroso paso de tu río,
sólo pedían, por sacarte salva,
transfigurarse en un tiro de estrellas.

   A ti la voz confidencial del campo
de mañana llamábate la hija
mayor de la comarca, y en la tarde
de todo lo creado la idea fija.
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   Del mapamundi del amor, no más
yo en estas vacaciones sobrevivo;
pero fuera del mundo van un coche,
un estudiante de Santo Tomás
y un perro que les ladra sin motivo.



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ArribaAbajo¡Que adorable manía...!

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   ¡Qué adorable manía de decir
en mi pobreza y en mi desamparo:
soy más rico, muy más que un gran visir:
el corazón que amé se ha vuelto faro!

   Cuando se cansa de probar amor
mi carne, en torno de la carne viva,
y cuando me aniquilo de estupor
al ver el surco que dejó en la arena
mi sexo, en su perenne rogativa:
de pronto convertirse al mundo veo
en un enamorado mausoleo...
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   Y mi alma en pena bebe un negro vino,
y un sonoro esqueleto peregrino
anda cual un laúd por el camino...

   Por darme el santo y seña
se ata debajo de la calavera
las bridas del sombrero de pastora.

   En su cráneo vacío y aromático
trae la esencia de un eterno viático.
Y, al fin, del fondo de su pecho claro,
claro de Purgatorio y de Sión,
en el sitio en que hubo el corazón
me da a beber el resplandor de un faro!