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ArribaAbajoSegunda parte


ArribaAbajo- 32 -

¡Castigado!


Luis y María, cogidos de la mano, caminan alegremente por la acera. Luis va contando a María un precioso cuento.

-«Un día -dice Luis continuando la historia- cuando Rosita estaba más triste...».

Luis suspende el relato, porque María su hermana, le ha soltado la mano y se ha inclinado hacia el suelo para recoger una cosa.

-¿Qué es? -pregunta el niño.

-Una cáscara de naranja -responde María, arrojándola hacia la calle-. Son muy peligrosas es tas cáscaras; las gentes pueden resbalar sobre ellas.

Luis continúa la historia.

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-Pues sí, «un día, cuando Rosita, estaba más triste en la ventana, mirando hacia el camino...».

Pero no puede continuar, porque María vuelve a inclinarse.

-¿Qué es ahora? -pregunta Luis.

-Un pedazo de vidrio, filoso y puntiagudo. Figúrate, si un ciego pasa por aquí con los pies desnudos...

María coge el vidrio con mucho cuidado, y lo tira a la calle. Después dice a su hermano:

-Sigue: ya te escucho.

-Pues sí -vuelve a decir a Luis- «aquel día en que Rosita estaba más triste que nunca, mirando el camino polvoso que se perdía a lo lejos...».

-¡Otro vidrio! -grita María. Y se inclina para recogerlo.

Pero esta vez su hermano, con indignación no contenida, le dice:

-¡Si vuelves a agacharte, ya no te cuento nada! María, dulcemente y sin responder, tira el vidrio, y se presta a escuchar de nuevo.

-Pues sí -dice Luis, ya de mal talante- «aquel día en que Rosa estaba mirando por la ventana...».

¡Pum! ¡Patatrás!... ¿Qué pasa?... Es Luis, que ha resbalado sobre una cáscara de plátano que estaba en la acera, y ha caído cuan largo es, sobre el pavimento; pero la postura que guarda es tan ridícula, es tan cómica, que todos han tenido que celebrarla a carcajadas...

-¿Ya lo ves? -le dice María.

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Y un loro parlanchín grita desde una ventana:

-¡Castigado!

Seguid el ejemplo de María, y quitad de la acera las cáscaras.


Cuestionario

-¿Qué hacía María por la calle? -¿Por qué se enojó Luis? -¿Qué fue lo que el loro le gritó? -¿Tenía razón ese lorito? -¿Qué le aconteció a Luis? -Además de las cáscaras, ¿qué otra cosa encontró María en la acera?






ArribaAbajo- 33 -

La mosca ilustrada


En esa hermosa tienda que se llama «El Gallo Rojo», hay quesos y jamones colgados del techo; en los armazones hay semillas; y sobre el mostrador se ven grandes pomos de vidrio, dentro de los cuales lucen sus variados colores los confites y los chochos.

Pero las moscas, en apretado enjambre, revuelan por el aire, inquietas, yendo y viniendo por todas partes, haciendo con las alas un rumor constante y monótono.

Los españoles de la tienda, que cuidan mucho sus mercancías, han puesto en ciertos lugares unos papeles muy grandes, llenos de miel, que dicen en letras muy claras: «Papel matamoscas».

Y estos bichos, atraídos por la miel de aquellos   —48→   papeles, se llegan a ellos con avidez, y después de chupar un momento el almíbar (que está envenenado) caen muertos, como si el rayo los fulminara.

Es una muerte caritativa, porque siendo tan rápida, las moscas no la sienten.

Hace unos días fuí a «El Gallo Rojo» para comprar unas ciruelas. Era ya de noche, y los papeles matamoscas se veían como campos de batalla, cubiertos por los cadáveres de los animalillos muertos.

Alcé mi vista hacia los jamones y vi que no volaba ni una sola mosca.

-¡Pobres insectillos! -pensé; todos han muerto.

Pero después de esto dije, oí una vocecilla aguda que salía de uno de los pomos de cristal... Me acerqué, y vi una mosquita muy graciosa, que agitaba las alas dentro del pomo abierto, mientras me decía:

-Ya lo ves... yo me he escapado...

-Pero ¿cómo es eso? -le dije-. ¿Por qué tú no has caído en los papeles?

-¿Por qué? -respondió con orgullo-. Por esto porque soy una mosca ilustrada; porque estuve en el colegio; porque sé leer, y porque bien he mirado que esos papeles tienen unos letreros que dicen: «Papel matamoscas»... Sé, pues, lo que eso significa, y me he guardado de acercarme por allí. Ya lo ves; ese es mi secreto.

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Dijo así la mosquita, y se puso alegremente a zumbar con las alas, dirigiéndose hacia la puerta y desapareciendo por ella.

¿Comprendéis ahora la utilidad de la lectura? Saber leer es una cosa de gran importancia. Procurad estudiar mucho, para que la mosquita del cuento no resulte más ilustrada que vosotros.


Cuestionario

-¿A qué se debió que la mosca se librara de la muerte? -¿Qué tenían los papeles matamoscas? -¿Qué hay en los pomos que están sobre el mostrador en la tienda de «El Gallo Rojo»? -¿Es útil saber leer?






ArribaAbajo- 34 -

Teresa


-Voy a platicar contigo -dijo su mamá a Teresa- y te hablaré de una niña que conocí, la cual era tan desordenada, que jamás sabía dónde colocaba las cosas.

Por la mañana nunca pudo asearse violentamente para estar a tiempo en la escuela, porque no encontraba el peine, porque el jabón no estaba en la jabonera, porque el cepillo no parecía...

Su canasta de costura daba miedo: allí, las agujas, las tijeras, el dedal, todo se enredaba entre marañas de hilo negro, blanco, rojo, verde... Aquello mareaba.

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En la cómoda de la niña, los zapatos estaban revueltos con los juguetes; la batita de seda, aplastada por la caja del sombrero; el sombrero, entre las medias; la ropa blanca mezclada con la de color...

La papelera de la niña, en el colegio, era de causar disgusto: el tintero, derramado: el lápiz, sin punta; los cuadernos, desperdigados; los libros, mal puestos y sin pasta; los dulces, rodando entre las plumas...

Aquella niña no podía ni jugar a lo que deseaba, porque nunca sabía dónde estaban los juguetes que necesitaba. Si quería escribir una carta, la pluma no parecía, y, además, en el tintero faltaba la tinta; si quería ponerse su traje de seda, no podía tener ese gusto, porque al sacarlo de la cómoda estaba convertido en una pasa arrugada.

Un día que quiso estrenar sus zapatos nuevos, no pudo porque una de las botas se había perdido.

Y en otra ocasión tuvo que ponerse una media blanca y otra crema, porque no había pares completos en ese mar alborotado de su cómoda.

-¿Qué dices de esta niña? -preguntó su mamá a Teresa.

-Digo -contestó ésta- que merecía un fuerte castigo por su desorden.

-¿Qué castigo crees tú justo?

-Ponerla un día entero a pan y agua.

-Pues bien -dijo la señora a su hija-; hoy estarás todo el día a pan y agua, porque tú eres esa niña.

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Y Teresa tuvo que sufrir en silencio el castigo impuesto por ella misma, comprendiendo que era de justicia aceptarlo.

Cuidad de no merecer la pena aplicada a Teresa. Tened orden, y no seréis castigados.


Cuestionario

-¿Por qué no pudo esa niña estrenar sus zapatos nuevos? -¿Cómo estaba su canasta de costura? -Su cómoda ¿estaba arreglada? -¿Quién era esa niña? -¿Quién ideó el castigo para ella? -¿Teresa merecía esa pena?






ArribaAbajo- 35 -

La gallina que ponía huevos de oro


(Fábula de Esopo)


Cierto hombre tenía una gallina que ponía huevos de oro; y creyendo que dentro de ella se encerraba una masa de este metal, mató al animalillo, hallándolo semejante en todo a las demás gallinas.

De modo que, por haber ambicionado una gran riqueza, perdió la pequeña que poseía.

Esta fábula demuestra que debe cada uno estar contento con los bienes que posee, sin entregarse a la codicia.



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ArribaAbajo- 36 -

Versos


(Para recitar de memoria)



   En todas partes, ¡oh niño!
con tus palabras sinceras
y con tus buenas maneras,
procura inspirar cariño.
   El hijo obediente y bueno  5
se verá de bienes lleno.



José Rosas.




ArribaAbajo- 37 -

Pajaritos al aire


-¡Pajaritos! -¡Pajaritos...! -gritaba un chiquillo por la calle de la Rosa, llevando al hombro una jaula con pájaros de todos colores que subían y bajaban alocadamente dando aletazos contra los carrizos.

En ese momento, un caballero muy distinguido, que portaba un elegante bastón con puño de oro, se detuvo y preguntó al muchacho:

-¿Cuánto valen tus pajaritos? -Cincuenta centavos cada uno, señor.

-No -dijo el caballero-; yo no deseo saber cuánto vale cada pájaro, sino cuánto valen todos juntos, porque quiero comprártelos todos.

El chiquillo, asombrado, miró de arriba abajo a aquel señor, y después de observarlo unos instantes,   —53→   volvió su rostro hacia la jaula, contó las pájaros, hizo violentamente la cuenta y respondió:

-Son seis pesos, señor.

-Muy bien -dijo el caballero, abriendo su portamonedas-; toma, aquí está el dinero.

El niño lo recibió en su mano, alegremente, y preguntó en seguida:

-¿Adónde llevo los pájaros?

-A ninguna parte -dijo aquel señor-; vas a ver...

Y sin decir más, buscó la puertecilla de la jaula y la abrió.

Al punto los pajarillos salieron como flechas, y en un momento la jaula quedó vacía.

-Pero ¿qué hacéis, señor? -dijo el niño asombrado-; acabáis de perder todos vuestros pájaros... ¿Qué tenéis?

-Raro te ha de parecer, efectivamente -dijo el caballero-; pero has de saber que yo, por un error fatal del juez, estuve tres años en una prisión, y desde entonces no puedo ver un pajarillo enjaulado...

Tomad ejemplo de ese caballero, y compadeceos de los pajarillos presos entre los barrotes de las jaulas.


Cuestionario

-¿Cuánto pidió ese niño por los pájaros? -¿Cuánto valía un pajarito? -¿Por qué aquel caballero se compadecía de las avecillas enjauladas? -¿Qué hizo el señor después de pagar al niño? -¿Cómo voceaba el chiquillo su mercancía? -¿Debemos compadecer a los pájaros enjaulados?





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ArribaAbajo- 38 -

La rana


(De Esopo)


Un pequeño renacuajo se acercó a la orilla del charco en que vivía, y quedó asombrado al ver un buey que estaba bebiendo allí.

Nunca había visto un animal tan grande.

Lo observó detenidamente, y después se fue hacia las piedras donde estaba escondida su madre.

-Mamá -le dijo-, he visto un animal muy grande, que no sé cómo describirte; era enorme, inmenso.

-¿De qué tamaño sería? -preguntó la madre al renacuajo.

-Pues no encuentro nada con qué comparártelo -respondió el renacuajillo, buscando con los ojos alguna cosa de tamaño grande.

-¿Sería como yo? -volvió a preguntar la madre.

-No, mamá, ¡mucho más grande que tú!

La rana, medio ofendida por la respuesta del pequeño, comenzó a hincharse. Y cuando estuvo de doble tamaño al que tenía ordinariamente, preguntó a su hijo:

-¿Así?

-No, no, mucho más, mucho más.

Entonces la rana vanidosa, sintiéndose humillada de no poder tener el tamaño de un buey, se hinchó tanto, y con tal fuerza, que reventó.

He aquí el justo castigo de la vanidad.


Cuestionario

-¿Dónde vivía el renacuajo? -¿Qué vio a la orilla de la charca? -¿Qué fue a decir a su madre? -¿Qué aconteció a la rana? -¿Cuál era el defecto de esa rana? -¿Qué debemos evitar?





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ArribaAbajo- 39 -

La hormiga y la cigarra


Trabajaba muy afanosa una hormiga acopiando granos para comer durante el invierno, mientras que una cigarra cantaba alegremente, y hasta solía burlarse de los afanes de la hormiga oficiosa.

Llegado el invierno, la cigarra se encontró desprovista de alimento, y acudió a los almacenes de la hormiga.

-Vecina -le dijo- préstame algunos granos para pasar esta escasez que estoy sufriendo, porque si tú no me auxilias, es seguro que moriré de hambre.

-¿Y qué hiciste en el verano, cuando tanto abundaban los granos por todas partes?

-Pasé el tiempo cantando, amiga mía.

-Pues ahora -dijo la hormiga- baila para celebrar tu muerte; porque no es justo que los que trabajamos en el buen tiempo, ahora que los llanos están secos, regalemos nuestra comida a los perezosos, y seamos los trabajadores los que muramos de hambre.

La cigarra suspiró melancólicamente, y salió. Pero la hormiga, que tenía un corazón generoso, llamó a la cigarra, y le dijo, dándole un saquillo con provisiones:

-Toma por hoy, y que te sirva de experiencia   —56→   para que en el verano venidero cantes y trabajes a la vez, que todo puede hacerse.

No gastéis cuanto dinero recibáis; tened una alcancía y ahorrad algo en ella, para que cuando vuestros padres no puedan daros la moneda del domingo, la encontréis vosotros dentro de la alcancía. Imitad a la hormiga previsora.


Cuestionario

-¿Qué hizo la cigarra durante el verano? -¿Qué hizo la hormiga mientras la cigarra cantaba? -La hormiga ¿se compadeció de la cigarra perezosa? -¿Tenía buen corazón la hormiga? -¿Qué debemos hacer con nuestro dinero?






ArribaAbajo- 40 -

El sándalo


El sándalo es un árbol muy alto y muy hermoso. Su tronco es grueso, y cuando el hacha del leñador lo corta, un perfume delicioso sale de él.

Escuchad estos bellos versos que compuso el poeta F. I. Sala, recordando ese árbol y su olor exquisito:



-¿Das perfume celestial
al hacha que te asesina,
pobre sándalo?

-Sí tal:
cumplo con la ley divina;
le devuelvo bien por mal.



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¿Comprendéis esto, pequeños? El sándalo, en vez de ofenderse por el golpe que recibe del leñador, le regala su delicioso perfume. Esto se llama devolver bien por mal.

Sed como el sándalo. Huid de la venganza, y pagad los males con bienes para que tengáis la conciencia tranquila.


Cuestionario

-¿Qué hace el sándalo cuando el hacha corta su tronco? -¿Debemos huir de la venganza? -Un niño que se venga, ¿podrá tener la conciencia tranquila? -¿Debemos ser como el sándalo?






ArribaAbajo- 41 -

El vendedor de manzanas


(Versos para recitar de memoria)




    ¡Manzanas llevo, dulces manzanas!
¡Manzanas llevo para vender!
¡Manzanas dulces de aroma grato,
manzanas dulces como la miel!

    Tienen mejillas color de rosa,  5
su pulpa es blanca como el jazmín,
y son tan lindas y son tan buenas,
que el que las pruebe será feliz.
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    Hijas del campo, fueron mecidas
por vientos suaves de la estación;  10
tuvieron cuna en la verde rama,
después que el árbol estuvo en flor.

    ¡Dulces manzanas, ricas manzanas
llevo, señores, para vender!
Sabrosas, lindas, de aroma grato,  15
¡manzanas dulces como la miel!




ArribaAbajo- 42 -

Los dos osos



- I -

Rizos de Oro se llamaba la niña; y era bella como un rayo de sol.

Tenía los ojos color de cielo, y sus rizos eran como hebras de oro.

Un día Rizos de Oro se fue al monte a coger flores, y en el camino se encontró una casita con la puerta abierta.

Hay que decir que en aquella casa vivían dos osos. Uno de ellos era Oso Grande, y el otro se llamaba Oso Pequeño.

Los dos osos habían salido a paseo.

Rizos de Oro entró en la casa, y como no había nadie, se sentó en la silla de Oso Grande, pero era tan dura, que no pudo permanecer en ella; entonces fue a sentarse en la de Oso Pequeño, pero era tan débil, que se rompió.

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En seguida entró a otra pieza, y vio dos platos de sopa sobre una mesa redonda. Uno de los platos era grande y el otro pequeño.

Probó la sopa, de Oso Grande, y estaba tan fría, que no pudo tomarla. Probó la de Oso Pequeño, y estaba tan sabrosa, que se la acabó.

Después entró Rizos de Oro al dormitorio. Allí había dos camas: una grande y otra pequeña. Se acostó en la de Oso Grande, pero era muy dura. Se acostó en la de Oso Pequeño, y era tan blanda, que se quedó dormida.




- II -

Poco después volvieron los osos a la casa.

-¿Quién se sentó en mi silla? -gritó con voz áspera Oso Grande.

-¿Quién habrá roto mi silla? -refunfuñó Oso Pequeño.

Después pasaron los osos al comedor.

-¿Quién ha probado mi sopa? -dijo Oso Grande con voz de trueno.

-¿Quién se ha comido la mía? -dijo con voz chillona Oso Pequeño.

Fueron entonces al dormitorio, y exclamó Oso Grande con voz terrible:

-¿Quién se ha acostado en mi cama?

-La mía -dijo Oso Pequeño- está aún caliente del cuerpo que ha estado en ella. Salgamos a ver quién vino aquí.

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Los osos, precipitadamente, se asomaron a la puerta; pero Rizos de Oro, que había despertado con sus voces, terribles, iba ya de huida y corría a lo lejos, dejando flotar sus cabellos como hebras de oro tendidas en el aire...

-¡Lástima que vaya tan lejos ya! -dijeron los osos, porque, si no, la devoraríamos.

Jamás cometáis ninguna imprudencia, si no queréis exponeros a un fatal accidente.




Cuestionario

-¿Cómo se llamaba esta niña imprudente? -¿Cómo se llamaban los osos? -¿Qué cosa hizo Rizos de Oro dentro de la casa? -¿Por qué despertó la niña? -¿Qué dijeron los osos al verla correr a lo lejos? -¿Debemos imitar la conducta de Rizos de Oro?






ArribaAbajo- 43 -

El roble



    Un viajero que pasaba
por una asolada senda,
sembró al paso una bellota
y continuó su carrera.
Otra vez, siendo ya anciano,  5
volvió a pasar por la senda,
y allí calmó su fatiga
la sombra agradable y fresca
de un alto roble nacido
de la bellota pequeña.  10

Siembra el bien por donde pases, sin pensar para quién sea.



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ArribaAbajo- 44 -

Dura lección


Federico era un niño malo y desobediente, que jamás quería hacer caso de las indicaciones de su maestro.

Mientras el profesor explicaba la lección, el chico se divertía raspando el pupitre, royéndose las uñas, mirando volar las moscas, cortando el libro con la navaja, picando los cuadernos con alfileres...

¡Vamos, que aquel niño era una calamidad completa!

Un día, mientras el maestro, desde el pizarrón, hacía explicaciones a los alumnos, Federico se divertía con un portaplumas de acero, donde acababa de colocar una pluma muy larga y puntiaguda.

-Niño -le dijo el profesor- deja ese portaplumas, porque no atiendes a lo que estoy explicando y puedes lastimarte con él.

Federico sonrió maliciosamente, con risilla de burla, y fingió que iba a guardar el portaplumas en la papelera. Pero apenas el maestro volvió el rostro hacia el pizarrón para continuar sus explicaciones, Federico sacó nuevamente el portaplumas y comenzó a jugar con él, alisándose las cejas y recorriendo la frente con las puntas de la pluma.

En ese instante un cuadro se desprendió del clavo, cayendo al suelo con violento ruido, y Federico, asustado por el golpe, se estremeció nerviosamente y se hundió la pluma en el ojo.

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Las consecuencias fueron terribles, pues después de varias curaciones dolorosísimas, que no dieron ningún resultado y que obligaron al niño a padecer, hubo que sacarle el ojo.

Ved el castigo duro que, por su desobediencia, tuvo que sufrir Federico.

Seamos dóciles con nuestros maestros.


Cuestionario

-¿Qué defecto tenía Federico? -¿Qué estaba haciendo en la clase aquel día? -¿Qué le dijo el maestro? -¿Cuál fue el resultado de su desobediencia? -¿De qué modo se hubiera librado de esa desgracia?






ArribaAbajo- 45 -

Londres


Muy lejos de nosotros, y separado por el mar, hay un país que se llama Inglaterra; y la capital de ese país es Londres.

Londres es una gran ciudad. En sus calles, en sus jardines, en sus plazas, van, vienen y se agitan varios millones de habitantes.

Acaso os cueste mucho trabajo pensar lo que es esa cantidad; pero no os esforcéis por comprenderlo muy bien: pensad solamente que las plazas y las calles están llenas de gentes que caminan en todas direcciones.

Las casas tienen muchos pisos; algunas parece que van a juntarse con el cielo.

El humo de las fábricas invade las calles, y la niebla lo envuelve todo.

En Londres pocas veces sale el Sol durante el invierno.

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Y a veces la niebla es tan espesa y tan negra, que en pleno día hay que encender la luz eléctrica, como por la noche, y los policías recorren las calles con antorchas en la mano.

El aspecto de Londres es triste, pero es al mismo tiempo interesante.

Cuando llega la Primavera, el Sol disipa las densas neblinas y lanza sus rayos a través del humo de las fábricas.

Entonces todo cambia de aspecto; los campos, desnudos y ennegrecidos durante el invierno, reverdecen, y Londres misma se alegra abandonándose a la dulzura de los rayos estivales.




ArribaAbajo- 46 -

El burro y la cigarra


-¡Oh, qué canto más delicioso! -dijo el burro al oír chillar a una cigarra.

Y tanto se entusiasmó, que se decidió a aprender a cantar como ella.

A los primeros solfeos, la maestra le dijo:

-Tu garganta está echada a perder con esos ásperos bocados que tragas a cada instante, y es preciso, si quieres cantar bien, que cambies de alimentación.

-¿Qué comes tú? -le preguntó el burro.

-¿Yo? Me alimento con el rocío de las hierbas y de las flores -contestó la cigarra.

Desde entonces el burro se puso a dieta de rocío, y se murió sin haber cambiado de voz.

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No comprendió el muy necio que no había nacido para cantar.

No pretendamos alcanzar más de lo que podemos, llevados por la vanidad. No todos nacen para lo mismo; hay sabios muy notables, pero también hay artesanos que saben hacer maravillas con la madera y con el hierro. Cada uno en su esfera puede lucir y valer alguna cosa. No sólo el que canta es algo.


Cuestionario

-¿Con qué se alimentaba la cigarra? -¿Qué pretendía el burro? -¿Qué dijo la cigarra al jumento? -¿En qué paró la dieta del burro?






ArribaAbajo- 47 -

Manos ásperas


[Manos ásperas]



   Las manos venerad, recias y oscuras,
de las gentes que habitan en los campos.
Ellas conducen al hogar las vacas
al través de las salves y los pastos.

    Ellas colectan la dorada espiga  5
que el pan produce nutritivo y blanco,
y el fruto de la vid que nos da el vino,
y el café de perfume delicado.

    El aire libre fortalece el cuerpo;
y a la campiña es donde va el Estado  10
a reclutar guerreros valerosos
que sirvan, a la Patria, de soldados.
—65→

   Las manos venerad, recias y oscuras,
de las gentes que habitan en los campos.
Ellas son puras, venerables, nobles  15
aunque ásperas estén por el arado.




ArribaAbajo- 48 -

La lámpara y el sol


Una lámpara que ardía en una ventana, dijo al Sol poniente:

-Amigo Sol; eres ya viejo, y mi luz es más viva y brillante que la tuya.

-¡Puff! -dijo una racha de viento, que en ese instante pasaba.

Y la lámpara se apagó inmediatamente.

Pero su dueña vino a encenderla de nuevo, y entonces el viento dijo a la muy vanidosa lámpara:

-Te dejaré alumbrar en paz; pero no olvides que al Sol no puede apagarlo nadie y que tampoco necesita que lo enciendan.

Ya se dijo una vez, y ahora se repite nuevamente: huyamos de la vanidad, porque ella sólo sirve para ponernos en ridículo.


Cuestionario

-¿Qué dijo la lámpara al Sol? -¿Qué respondió el viento a la lámpara? -¿Qué defecto tenía esa lámpara habladora? -¿Debemos ser vanidosos?





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ArribaAbajo- 49 -

La gallinita blanca


[La gallinita blanca]

Un día, la gallinita blanca estaba escarbando en el corral, cuando de pronto vio un grano de maíz muy granelé y hermoso.

-¿Quién quiere sembrar este maíz? -preguntó la gallinita blanca.

-Yo no -dijo el ganso.

-Yo tampoco -dijo el ratón.

-Yo menos -dijo el gato.

-Pues yo sí -dijo la gallinita blanca.

Y sembró con gran cuidado el grano de maíz. Después salieron los brotes, y el maíz comenzó a crecer.

¿Quién quiere regar este maíz? -preguntó la gallinita blanca.

-Yo no -dijo el ganso.

-Yo tampoco -dijo el ratón.

-Yo menos -dijo el gato.

-Pues yo lo regaré -dijo la gallinita blanca.

Y ella lo regó muy bien regado.

Cuando salieron las mazorcas, la gallinita blanca dijo:

-¿Quién quiere desgranar las mazorcas y moler el maíz?

-Yo no -dijo el ganso.

-Yo tampoco -dijo el ratón.

-Yo menos -dijo el gato.

Y ella sola las desgranó y molió el maíz en el molino.

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-¿Quién hará las tortas con esta harina -preguntó la gallinita blanca.

-Yo no -dijo el ganso.

-Yo tampoco -dijo el ratón.

-Yo menos -dijo el gato.

-Entonces yo las haré -dijo la gallinita blanca.

Y ella hizo las tortas y las coció.

Al sacar del horno las ricas tortas, la gallinita blanca preguntó:

-¿Quién quiere comerse estas tortas tan ricas?

-Yo -dijo el ganso.

-Yo -dijo el ratón.

-Yo -dijo el gato.

Pero la gallinita respondió.

-No, señores: eso, como todo lo demás, lo haré yo sola.

Y diciendo y haciendo, la gallinita blanca se comió todas las tortas.


Cuestionario

-¿Era justa la disposición de la gallina? -¿No os parece que el ganso, el ratón y el gato habían sido unos egoístas? -¿Qué debieron haber hecho esos animalillos? -¿Debemos evitar el egoísmo?





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ArribaAbajo- 50 -

Flores y lluvia


[Flores y lluvia]



Es bueno, florecitas,
   que llueva un rato.
El Sol, después del agua,
    será más grato.
No temáis de las nubes  5
    el pardo velo,
porque está detrás de ellas
    azul el cielo.




ArribaAbajo- 51 -

Los chiquillos y las ranas


Jugaban varios muchachos a la orilla de una laguna en la que echaban barcos de papel.

Lino de los chiquillos vio una rana y tiró una piedra sobre ella. Todos los demás comenzaron a hacer lo mismo, y al poco tiempo caían las piedras como lluvia sobre toda la extensión del agua.

Entonces una rana grande, asomándose a la orilla opuesta, dijo a los muchachos:

-No tiren, por Dios, más piedras, pues lo que para ustedes es una diversión, es muerte para nosotras.

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Los muchachos, comprendiendo cuánta razón había en la súplica de aquella pobre rana, dejaron de arrojar piedras a la laguna.

La diversión no es buena. Si ha de fundarse en la desdicha ajena.


Cuestionario

-¿Que estaban haciendo esos chiquillos? -¿Qué dijo la rana a los muchachos? -¿Tenía razón la rana en pedir lo que pedía?






ArribaAbajo- 52 -

La florecilla azul


Mi padre era un sabio; amaba todas las ciencias a un tiempo, y aunque yo era muy pequeño, me decía sus nombres y me enseñaba a amarlas también. «Apresúrate a hacerte hombre, me decía, a fin de que puedas conocerlas todas».

No he olvidado nunca el primer día en que me habló de esa gran ciencia que se llama Historia Natural.

Como llovía y no podíamos salir, mi padre me llevó a la sala de nuestra casa, donde había una colección de animales de todas clases; allí se veían aves de diversos países, y de brillantes colores, y cuadrúpedos que parecían vivos aún, por más que estaban disecados. Dios sabe cuántas preguntas hice a mi padre acerca de aquellos animales: él me respondió con la mayor paciencia, contándome la historia de ellos, y yo le escuché sin cansarme. Cuando hubo terminado, me dijo:

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-¿Sabes el nombre de la ciencia acerca de la cual acabas de interrogarme? Se llama la Historia Natural. Se divide en tres partes: la primera trata de los animales, la segunda de los vegetales y la tercera de los minerales.

-¡Oh! -exclamé yo-; el estudio de los anima les debe de ser muy entretenido; esa ciencia me gusta mucho; pero las otras que tratan de las piedras y de las plantas...

No me atreví a acabar la frase, porque el rostro de mi padre adoptó un aire muy severo.

-Hablas como un niño que eres -me dijo-; todas las ciencias son hermosas, todas nos hacen admirar el Universo y amar la verdad. Ven conmigo.

Diciendo esto, me llevó a una pieza vecina, donde estaba su colección de piedras y su herbario. Este contenía una multitud de hierbas y de flores colocadas con orden en sus papeles.

¡Cuántas veces había yo visto a mi padre ocupado en secar plantas, en ordenarlas y en estudiarlas! Pero nunca había yo llegado a comprender lo que podía interesarle aquel estudio.

-¿Ves? -me dijo-. Aquí hay plantas de nuestro país y de casi todas las regiones del mundo. Sé de dónde viene cada uno de esos tallos secos: me habla del país que habita y me refiere los viajes de sus semillas arrastradas por el viento. No siempre son las más grandes y más bellas las que más cosas tienen que contarme.



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ArribaAbajo- 53 -

La florecilla azul


(Concluye)

-Mira -dijo mi padre, colocándome sobre sus rodillas y desdoblando una hoja de papel amarillento, entre cuyos dobleces vi una florecilla azul: es de mi país natal; paréceme que, al contemplar su corola seca, vuelvo a ver los años de mi juventud.

Cuando la cogí, tenía yo apenas quince primaveras; era una planta rara, y había yo recorrido largo tiempo la montaña en su busca. Al divisarla entre la hierba, me arrodillé para cortarla: en su cáliz temblaba una gota de rocío. ¡Cuán linda estaba así la florecilla azul de las montañas!

Radiante de júbilo por poseerla, al fin alcé los ojos para mirar en torno mío; el aire estaba tan puro, que se veía hasta el último confín del horizonte: el cielo estaba azul como la florecilla brillaba el Sol: la naturaleza entera, desde la hierbecilla de los campos hasta el Sol radiante, era de tal modo grandiosa, de tal modo bella, que me sentí conmovido de admiración y dispuesto a llorar. Como por propio impulso, mi pensamiento iba más allá de la tierra, subía hacia el cielo; así se alzan en la primavera las corolas de las flores. ¡Oh! hijo mío, esta planta seca que aquí ves hoy pálida y sin vida, me habla aún de Dios cuando la miro.

Al decir esto, mi padre tenía los ojos húmedos. Había vuelto a tomar en sus manos la flor azul, y como su vista había disminuido mucho, se la acercaba a los ojos. No sé si cayó alguna lágrima sobre la flor, pero me pareció que ésta adquiría nuevo brillo; me representé entonces con el pensamiento   —72→   a mi padre joven aún, arrodillado en la hierba y con la misma flor en la mano.

En aquel momento había cesado la lluvia, y, al igual del tiempo de que me acababa de hablar, brillaba el Sol en el cielo y el campo aparecía verde y alegre.

Sentí mi corazón tan conmovido como el de mi padre, y ambos, silenciosos, pensábamos en la bondad infinita que se revela lo mismo en la florecilla de los campos que en la inmensidad del cielo luminoso.

-No hay nada pequeño en la Naturaleza, dijo mi padre; y toda ciencia, agregó, es grande y bella.

Amemos las ciencias, porque todas encierran hermosura y verdad.




ArribaAbajo- 54 -

Estudio


¿Cómo se llama lo que alumbra de día a la Tierra? ¿Cómo se llama lo que ilumina la noche?

¿Las estrellas sólo se ven de noche? ¿Todas las noches hay estrellas?

Los árboles ¿están lo mismo en la primavera que en el invierno?

¿Qué estación os gusta más, el invierno o la primavera?

¿Por qué os gusta más; una estación que la otra? ¿Sabéis cómo se llama la ciencia que trata de los números?

¿Cómo se llaman las casas donde se venden los libros?

¿Quiénes tocan los organillos por las calles, hombres o mujeres?



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ArribaAbajo- 55 -

Arañita ocupada


[Arañita ocupada]

La pequeña Laura tenía que acompañar a su mamá para visitar a unas amigas, pero habiéndose desgarrado el traje que tenía puesto aquel día, fue necesario transferir la visita, porque Laura, en vez de to mar la aguja y reparar el daño, se entretuvo en llorar y en lamentarse de su mala suerte.

La madre, después de oír las inútiles lamentaciones de la niña, la tomó de la mano y fue hacia un rinconcillo del cuarto, donde se guardaban los trastos viejos, para mostrarle una arañita que en aquellos momentos estaba afanosamente ocupada en tender su tela, en el mismo lugar donde la escoba de la criada había barrido otra que ella había acabado ese mismo día.

-Aquella tela -dijo la madre- que la pobre araña había tejido a costa de trabajo y tiempo, fue destruida esta mañana, y el pobre animalillo, autor de ella, a duras penas pudo librarse de la escoba de María; sin embargo, hija mía, observa cómo sin perder tiempo en inútiles lamentaciones y sin dar quejas al aire, nuestro animalito se ha puesto de nuevo a la obra, y con su perseverancia e industria tiene ya casi concluida una habitación tan perfecta como la anterior. ¿Por qué no sigues su ejemplo, y en vez de quejarte de los males, no te pones a remediarlos, ya que no los has evitado de antemano?

Comprendió la niña la justicia de estas observaciones, y pudo medir cuánto mejor hubiera sido que en vez de lanzar suspiros y dirigir recriminaciones   —74→   a la fortuna, se hubiese puesto a zurcir su traje, con lo cual habría podido ir a la visita, donde mucho se hubiera divertido.

Tomad ejemplo de la arañita tejedora, y no gastéis el momento que puede ser de trabajo útil, en inútiles lamentaciones.


Cuestionario

-¿Por qué no pudo Laura acompañar a su madre a la visita? -¿Qué hizo la niña en vez de coser el desgarro de su traje? -¿Comprendió Laura la lección que quiso darle su madre? -¿Debemos imitar a la arañita?





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ArribaAbajo- 56 -

La primavera




    Bendita, Señor, tu diestra,
que hizo la tierra y el cielo.
Cuanto se ostenta en el suelo,
tu amor y piedad nos muestra.

   Con la lluvia y el rocío  5
crecen la flor y la fuente,
baja del monte el torrente,
surca los campos el río;
nace la hierba en el prado,
y entre la hierba, las flores  10
con sus vistosos colores
y su aroma delicado.

   Y el ave, el insecto, el bruto,
campos, arroyos y flores,
Todos cantan tus loores  15
y te dan; Señor, tributo.



M. de la Rosa.



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El tío Jacobo


Cerca de la casa de Alfonso habitaba un anciano, a quien todo el vecindario conocía con el nombre de «el tío Jacobo». Era éste un antiguo soldado, que servía como bombero del municipio, y vivía sólo en su casa.

Tenía mucho cariño a Alfonso, y todos los días, sentado junto a su puerta, tomaba al niño sobre sus rodillas y le refería interesantes y maravillosas historias de batallas, que divertían grandemente al niño y le obligaban a abrir la boca y los ojos en medio de un asombro sin igual.

Pero llegó un día en que el viejo soldado no salió a su puerta.

Alfonso miró por la ventana de la casita, y descubrió a su viejo amigo solo completamente, en el rincón de su hogar, con la cara muy triste y la cabeza apoyada sobre una de sus manos.

El soldado tenía una antigua herida que se le había abierto de nuevo y ésta era la causa de su en cierro forzoso y de su tristeza.

Al ver al pobre viejo sentado en aquel rincón, Alfonso tuvo un buen pensamiento.

-Tío Jacobo -le dijo- usted me ha divertido muchas veces contándome bellas historias; ¿quiere usted que, a mi vez, yo procure distraerlo un poco?

-¡Cómo no! -respondió el soldado alzando la cabeza y mirando al niño con ojos enternecidos y llenos de agradecimiento.

-Pues bien -dijo Alfonso-; vuelvo al instante. Y a poco, el niño, que entró violentamente en su   —77→   casa, volvió a la del viejo soldado, trayendo en la mano un libro de historia.

-Voy a leer a usted cosas que le van a interesar -dijo Alfonso al tío Jacobo.

Y en efecto, con voz muy clara, el niño leyó al viejo cosas muy bellas de guerras heroicas y de valientes campañas, que hicieron sonreír al soldado y que pusieron en su rostro el brillo de la gloria y de la alegría.

Distraído por el relato, el tío Jacobo había podido olvidar los dolores de su herida; y cuando Alfonso se levantó para marcharse, el viejo, poniendo en su frente un largo beso de ternura, le dijo:

-Nunca olvidaré tu noble acción, y por ella mereces la «Cruz de Mérito Militar», pues has salvado a un viejo soldado de morir de fastidio y pena.

Si vuestro amigo está triste, no os regocijéis vosotros, sino hasta que le hayáis devuelto la alegría.


Cuestionario

¿Por qué estaba triste el tío Jacobo? -¿Supo Alfonso aliviar la pena del buen viejo? -¿Qué hizo para devolver le la alegría? -¿Divirtió la lectura al tío Jacobo? -¿Qué dijo el viejo soldado al niño cuando éste concluyó de leer?





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ArribaAbajo- 58 -

Compañera inseparable


Un día el maestre: dijo a sus discípulos:

-Tengo a mi lado una pequeña compañera que no se aparta nunca de mí. Si doy un paso, lo da ella conmigo; si me detengo, se detiene. Ustedes tienen también su pequeña compañera, que les sigue a todas partes. El gatito tiene igualmente la suya, y, durante una hora, lo he visto entretenerse corriendo detrás de ella. Adivinen ustedes su nombre.

A los niños les costaba gran trabajo adivinar; pero Rafael, que era muy inteligente y aplicado, acabó por decir:

-¿Será tal vez, nuestra sombra?

-Precisamente -respondió el maestro-. Esta compañera no hace ruido ni es molesta; pero si la miramos atentamente, puede enseñarnos alguna cosa; por ejemplo esto: cuando es la hora del mediodía, si se la mira, observaremos que permanece vuelta hacia el Norte. Corran ustedes tras ella, como lo hacía el gatito, y la sombra los llevará directa mente al Norte. Entonces el mediodía estará detrás de ustedes en el punto que se encuentra el Sol: el Este se hallará a la derecha, y el Oeste a la izquierda. Ven ustedes, pues, que la sombra de nuestro cuerpo puede sernos útil, indicándonos los plintos cardinales.

¿Han visto ustedes un cuadrante solar en una pared? La sombra de la aguja es la que indica la hora como con el dedo. La sombra da vueltas alrededor del cuadrante, a medida que el Sol va de Levante   —79→   a Poniente, y la sombra señala en el cuadrante las horas sucesivas, lo mismo que la aguja movible de un reloj.

Ved que en este mundo nada hay inútil, pues hasta la sombra sabe prestar un servicio.

Procurad que la sombra no sea más que vosotros, es decir, no hagáis vosotros menos servicios que la sombra.




ArribaAbajo- 59 -

Valentín


Un día que Valentín volvía de la escuela, llovía a cántaros; el niño se detuvo en la fragua de su padre.

El padre de Valentín estaba labrando una ancha barra de hierro, y alzaba, a dos manos, un pesado martillo.

¡Pam! ¡Pam! ¡Pam!

El martillo caía sobre el hierro, haciendo brotar una lluvia de chispas.

La gran fragua estaba toda iluminada por resplandores rojizos; el rostro del padre parecía igualmente rojo, gracias al fuego de la fragua. De cuando en cuando enjugaba su frente bañada en sudor.

-¡Cómo se fatiga mi padre! -pensó Valentín- Y la lluvia sigue cayendo!... Al volver a casa vendrá todo mojado y podría enfermarse.

Ante este pensamiento, Valentín partió corriendo hacia su casa. Diez minutos después estaba de regreso,   —80→   trayendo a su padre una prenda de más abrigo que su blusa.

El padre, conmovido por la atención cariñosa de su hijo, le besó con ternura, mientras que su rostro, ennegrecido por el humo de la fragua, se veía iluminado por una sonrisa.

Todos los obreros de la herrería aplaudieron aquel rasgo generoso del chiquillo, y desearon, los que tenían hijos, que éstos fuesen tan amorosos y tiernos como el pequeño Valentín.

El padre del niño, orgulloso y contento de tener un hijo tan noble, abrazó repetidas veces a Valentín. Y al obscurecer, mientras la lluvia caía a torrentes, padre e hijo, cobijados bajo el mismo paraguas, salieron de la herrería cogidos del brazo, y se encaminaron al hogar, donde al fuego del brasero calentaron sus manos y saborearon después las tortas de maíz y las patatas asadas.

No solamente debemos amar a nuestros padres, sino que es preciso demostrarles nuestro cariño y agradecimiento por medio de obras.


Cuestionario

-¿Dónde trabajaba el padre de Valentín? ¿Qué fue a traer el niño para que se abrigara su padre? -¿A qué horas salieron los dos de la herrería? -¿Qué hicieron junto al brasero al llegar? -¿Cuál fue su alimento una vez en la casa?





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ArribaAbajo- 60 -

Un león y un ratón


(Fábula de Fedro)


Esta fabulilla aconseja que nadie haga daño a los pequeños, porque pueden estos ser tan útiles como los grandes.

Estaba durmiendo un león en la selva, y los ratoncillos del campo jugaban no lejos de él.

En esto, uno de los ratones se atonta en su carrera y va a dar encima del león. El rey de las selvas, el formidable león, echa su pesada garra sobre el ratoncillo infeliz; pero éste, después de suplicarle que lo perdone, pues ha llegado allí sin darse cuenta y sin idea ninguna de molestar a su señoría, es perdonado por el león, y huye a escape.

Algunos días después, el león, vagando por el campo, cierta noche oscura, cayó en una trampa. Luego que se vio enredado en los lazos, comenzó a rugir con voz terrible.

El ratoncillo, al oír aquellos rugidos, fue adonde estaba el león, y al ver el lazo en que se hallaba, le dijo:

-Nada tienes que temer, querido león; no he olvidado el beneficio que un día me hiciste, y ahora voy a correspondértelo.

Y así diciendo, el ratoncillo comenzó a roer con sus agudos dientes los lazos de la trampa, y cuando ya comenzaba a amanecer, el león pudo salir de aquella red de cuerdas, triunfante y feliz, mientras el ratoncillo, dichoso y contento, lo veía alejarse a pasos graves hacia los bosques.



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ArribaAbajo- 61 -

«Soy valiente y seré general»


[«Soy valiente y seré general»]

-Yo soy valiente, iré a la guerra y seré general. Así decía a su madre Luisillo, mientras se metía en la cama para recogerse.

Pero un pajarito me contó que, a media noche, despertó Luisillo y creyó ver delante de la ventana a una mujer blanca con la cabeza redonda y brillante.

Luisillo, sobrecogido de inmenso terror, se ocultó bajo la colcha, gritando:

-¡Mamá! ¡Mamá!

Su madre acudió inquieta a ver qué pasaba.

-Mamá -dijo Luisillo con voz ahogada-: hay un aparecido en la habitación, yo lo he visto. Es una mujer blanca, con la cabeza brillante...

La madre de Luisillo, tranquilizada inmediatamente, se echó a reír, y procurando imitar la voz del niño, dijo:

-Yo soy valiente, iré a la guerra y seré general. Vamos, señor general, saque la cabeza y venga conmigo a guerrear contra los aparecidos.

Luisillo se atrevió al fin a mirar.

Y ¡oh, sorpresa! El aparecido, la mujer blanca, no era otra cosa que la gran cortina iluminada por la luna, y la cabeza redonda y brillante era la misma luna, que se veía a través.

-Mamá - dijo Luisillo besando a la señora-,   —83→   otra vez no diré que soy valiente, pero procuraré serlo.

Evitad la cobardía. Los aparecidos no existen. El que se muere, descansa y no vuelve a este mundo. Los niños deben ser valientes.


Cuestionario

-¿Qué decía Luisillo a su mamá? -¿Qué figura vio el niño a media noche? -¿Qué cosa era esa figura? -¿Vuelven los muertos? -¿Cómo deben ser los niños? -La cobardía ¿es un defecto? -¿Debemos evitar la cobardía?






ArribaAbajo- 62 -

Tratemos a los criados como a iguales


Maruquilla estaba sirviendo en una casa de campo.

Se había levantado antes de que naciera el Sol, y desde esa hora estaba trabajando.

Ya al obscurecer, la pobre chiquilla se sintió muy cansada; pero le faltaba todavía barrer el gran patio de la casa, y como Maruquilla era muy cumplida, fue por la escoba y comenzó la tarea de barrerlo.

Como sus brazos estaban ya cansados, nunca le había parecido tan grande aquel corral. Pero era preciso barrerlo todo.

Elena, la niña de la casa, que estaba jugando con su muñeca en ese mismo patio, observó el cansancio de Maruquilla, y, sin decir palabra, fue por otra escoba y comenzó a ayudar a la criadita.

  —84→  

-¿Qué hace usted, señorita? -dijo Maruca sorprendida, pretendiendo quitar la escoba de las manos de la niña.

-¿Qué hago? -dijo Elena-. Te ayudo; yo barreré todo este lado del patio, tú barrerás el otro, y nos encontraremos en el centro. ¿No te parece que es una buena idea?

-No -le dijo Maruquilla-; no es buena, por que la hija de los amos no ha nacido para barrer corrales.

-Si yo hubiera sido pobre como tú, -dijo Elena- habría estado sirviendo también, y si alguna vez me hubiera yo sentido tan cansada como tú lo estás ahora, habría sido muy feliz con que la hija de los amos me hubiese ayudado. Pues bien, yo te ayudo ahora, y no hay nada más que decir.

Maruquilla, enternecida y llorando, puso sus labios en las mejillas de Elena; y aquel beso, empapado en lágrimas, fue para el corazón de la niña, más hermoso que todos los que hasta entonces había recibido.

Si hoy somos ricos, mañana podemos ser pobres. Procuremos ser siempre buenos y justos.


Cuestionario

-¿Dónde estaba sirviendo Maruquilla? -¿A qué hora se levantaba? -¿Qué hizo Elena cuando vio que la criada estaba ya cansada? -¿Qué hubierais hecho vosotros en el mismo caso? -¿Con qué correspondió Maruca las palabras de Elena?





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ArribaAbajo- 63 -

La nieve y el hielo


[La nieve y el hielo]

En algunos países, durante el invierno, cuando hace mucho frío, se ve caer del cielo una especie de lluvia blanca, parecida al delicado plumón de las aves: es la nieve.

Al tocarla se siente muy fría, se deshace entre los dedos, y se vuelve agua, porque, en efecto, no es más que agua congelada por el frío, que llega al suelo en copos blancos.

A los niños les gusta mucho ver la nieve, que es lindísima en los árboles y sobre las casas.

Pero no les gusta a los pajarillos, porque cuando la nieve cubre la tierra, les es muy difícil encontrar granos o insectillos para alimentarse.

Cuando hace frío, sucede también que el agua se convierte en una masa sólida y cristalina: ese es el hielo.

En las montañas elevadas hay masas enormes de nieve que nunca se derriten completamente, pero de las cuales corre el agua sin cesar. Esta agua forma arroyuelos que van engrosando poco a poco hasta formar ríos muy grandes.

La nieve es hermosa, porque es blanca.

Cuando quiere uno decir que algo tiene una blancura sin igual, se dice: «Es tan blanco esto como la nieve».

La blancura de la nieve es la imagen de la pureza. Procurad que vuestra alma sea tan blanca como la nieve.


Cuestionario

-¿Qué es la nieve? -¿Qué pasa cuando se la toca? -¿Por qué se vuelve agua? -¿Qué es el hielo? -¿Qué hay en las montañas elevadas? -¿Debemos procurar que nuestra alma sea tan blanca como la nieve?





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ArribaAbajo - 64 -

Pastillas de chocolate


Julio tenía la mala costumbre de tomar para sí algunos objetos que eran ajenos.

Esta es una mala costumbre digna de la más dura reprensión.

El maestro de Julio dejó un día sobre la mesa cuatro lindas pastillas de chocolate. Y el niño, aprovechándose de la salida del profesor, pasó violenta mente junto a la mesa, tomó una de aquellas lindas pastillas, y, en menos tiempo de lo que canta un gallo, se la devoró.

Vuelve el maestro a la clase, y nota que le falta una pastilla. Entonces pregunta con voz severa -¿Quién ha tomado una de las pastillas que he dejado aquí? Eran cuatro cuando yo me retiré, y ahora sólo encuentro tres. Tened la bondad de decirme quién ha tomado ese dulce.

Y vuelve el rostro hacia todos lados. Pero cada uno de los niños va respondiendo

-Yo no he sido.

-Yo no he sido.

Nada dice el maestro, y queda en silencio por un buen rato. Mas a poco, Julio se pone pálido y em pieza a llorar, gritando:

-¡Me muero! ¡Me muero! ¡Un dolor!...

-Eres tú quien ha tomado la pastilla. Yo, al ver que a cada momento se me pierden las cosas, man dé preparar esas pastillas para descubrir al niño malo que aquí se toma los objetos ajenos. Esa pastilla contiene unos polvos purgantes. Ningún daño grave te acarreará; pero ha servido para descubrirte   —87→   y para castigarte, poniéndote en ridículo delante de todos tus compañeros. Espero que esta lección, aplicada a tiempo, te sirva para corregirte.

Julio, muerto de vergüenza, juró no volver a tomar lo ajeno. Y de allí en lo de adelante fue un niño muy aplicado, que supo reconquistar el cariño de su profesor y de sus condiscípulos.

Las cosas ajenas, aunque sean del tamaño y del valor de un alfiler, deben considerarse como sagradas. No lo olvidéis, pequeños.


Cuestionario

-¿Qué hizo el maestro para descubrir al niño malo? -¿Cómo se aclaró que Julio era quien había tomado la pastilla? -¿Sirvió este castigo a Julio? -¿Cómo era Julio después?






ArribaAbajo- 65 -

El zorro


[El zorro]

Este animal es peligroso y dañino.

Habita generalmente a las orillas de los bosques, para tener el placer de oír el canto del gallo y no perder la ocasión de llevarse a la gallina y a los pollos.

Ronda, durante la noche, alrededor de los gallineros y ¡ay del corral donde puede entrar!

Es animal que no pierde el tiempo. Luego que toma su presa, se retira con ella y corre a esconderla debajo de la hierba o dentro de su madriguera; en seguida sin probarla, vuelve, toma otra, y va a colocarla a un nuevo sitio; después vuelve por más,   —88→   y no descansa sino hasta qué oye algún ruido o ve llegar la luz del día.

Cuando descubre el lazo o la liga que está puesta para coger aves, se las roba antes de que llegue el cazador.

Persigue a los conejos en el campo; saca de sus madrigueras a los gazapillos; busca los nidos de las perdices y, cuando los encuentra, se roba los huevos o se come a los pajarillos recién nacidos. Si nada de esto encuentra, entonces se contenta con devorar culebras, ratones, sapos o lagartijas.

No le abandona su inteligencia cuando se ve perseguido, y manifiesta entonces más astucia que cuando él mismo persigue a otro animal. Su recurso más seguro es ocultarse en la madriguera, que siempre es profunda y está abierta en los peñascos o entre raíces.

El zorro es muy parecido al perro en la forma del cuerpo; pero tiene la cabeza más grande que éste, el hocico mucho más aguzado y la cola gruesa y larga.

El zorro se encuentra en algunos países fríos, es muy buscada para hacer con ella abrigos elegantes que se usan en el invierno.


Cuestionario

-¿De qué se alimenta el zorro? -¿Qué diferencia tiene este animal con el perro? -¿Qué hace cuando encuentra un lazo puesto para coger pajarillos? -¿Persigue a las liebres? -¿Hay zorros en América? -¿Qué se hace con la piel del zorro?





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ArribaAbajo- 66 -

El aguacero




   Mirad, mirad una nube
y tras ella muchas más;
los árboles ya se inclinan
cual si quisieran pensar.

    Una gota ya cayó,
y muchas otras caerán;
¿no miráis? Relampaguea;
¡corramos! Va a comenzar.

   Bajo los sauces tupidos
aguaceros llegad;
caiga la lluvia, que aquí
no nos habrá de mojar.

   ¡Bien hayan los altos fresnos
que amiga sombra nos dan,
y amorosos nos protegen
del soplo del vendaval!

    De las colinas y el monte
los corderos bajan ya,
y tras ellos los pastores
que les guardan, bajarán.

    Mas ved que todas las nubes
se comienzan a rasgar,
y entre ellas nos manda el Sol
un beso de claridad.
—90→

   Todo en la tierra renace,
nueva vida a disfrutar;
que después de un aguacero,
vive todo y goza más.



Ángela Lozano.




ArribaAbajo- 67 -

La casa y el nido de golondrinas


Una golondrina había construido su nido bajo el alero de cierta casa que habitaba una numerosa familia.

Por las mañanas, la golondrina oía las frescas voces de los niños, y el ruido de los besos que los papás ponían en sus mejillas rosadas.

La hermana mayor entraba muy temprano a despertar a los chiquillos.

-¡Arriba! -decía abriendo la ventana-; ¡arriba, señores, que ya la golondrina trajo el desayuno a sus hijuelos!

Las niñas y los niños dejaban inmediatamente el nido sabroso, y procedían a levantarse, dirigidos por la hermana mayor.

La golondrina no oía jamás disputas ni palabras descompuestas.

Cuando ya todos los niños se habían lavado y peinado, pasaban al comedor para el desayuno, y en seguida corrían uno tras de otro al cuarto de sus papás, a fin de pedirles la bendición y despedirse.

  —91→  

Después salían para la escuela.

Pero antes de bajar la escalera, todos los niños dirigían sus ojos hacia el nido de la golondrina. Y si ella asomaba la cabecita negra, todos a una voz le gritaban cariñosamente:

-Buenos días, golondrina; adiós, adiós...

Y este alboroto y estos gritos alegres no asustaban a la golondrina, porque ella sabía ya que ninguno, en esta casa, era capaz de causarle el menor daño.

La golondrina contestaba con un trino, y los ni ños desaparecían.

-¡Qué feliz soy! -decía el pajarillo acomodándose en su nido-. ¡Qué casa tan hermosa y qué familia tan buena!

Cuando llegó el invierno, la golondrina partió; pero al volver la primavera, vino de nuevo al alero. La casa no había cambiado; pero los pequeños amigos de la golondrina no habitaban ya en ella. Otra familia había venido a instalarse allí, numerosa también, pero muy distinta. A menudo los hermanos y las hermanas reñían entre sí y se lanzaban palabras agrias.

La golondrina había perdido la confianza, y en su lugar entraba el temor.

No era sólo un presentimiento.

Cierto día en que la golondrina había ido al campo en busca de hierbecillas para acabar de construir su nido, se encontró, a la vuelta, con que los niños de la casa, armados de largos palos y de plumeros, habían echado abajo ese nido que tanto trabajo le había costado formar.

  —92→  

Asustada y triste, la golondrina huyó lejos de aquella casa que en otro tiempo había sido hospitalaria.

Y una vieja vecina, que lo había observado todo, dijo tristemente:

-Se ve que la paz y la dicha no habitan ya en esa casa; las golondrinas la han abandonado.

Tomad ejemplo de esa buena familia que primero ocupaba la casa, para que las golondrinas y la felicidad vivan también en vuestra morada, y no haya una voz que diga alguna vez:

-De esta casa inhospitalaria huyen hasta los pájaros.