Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

«El Corsario» (Montevideo, 1840), ¿un proyecto romántico?

Luis Marcelo Martino



«Nuestros románticos [...] discutían como románticos
sobre el cadáver del romanticismo».


Arturo Berenguer Carisomo                






El 1 de marzo de 1840 aparece en Montevideo un semanario dominical de sugestivo nombre: El Corsario. Periódico semanal, compilador; universal (Zinny 1883: 44; Pelliza 1874: 137; Mayer 1973: 302). A cargo del timón de la publicación se encuentra Juan Bautista Alberdi, exiliado argentino y miembro de la llamada «generación del 37». La publicación está encabezada por un «Prospecto», atribuido a Alberdi, en el que se ponen de manifiesto sus propósitos: «acelerar la vida de la inteligencia», destacando la importancia de «la literatura, las artes, las costumbres» en épocas de crisis y guerra civil («Prospecto», El Corsario, 1 de marzo de 1840, 2). Se consagrará principalmente, según advierte su redactor, a reproducir y sintetizar artículos de otras publicaciones europeas y latinoamericanas, así como también novelas por entregas (de Eugène Scribe, Victor Hugo, George Sand), con el propósito de captar la atención del «pueblo» y constituirse en representante de sus gustos («Prospecto», 2). A pesar de su optimismo y buenas intenciones, las velas de El Corsario no se desplegarán por mucho tiempo: el último número aparece el 5 de abril de 1840 (Pelliza 1874: 139), apenas un mes después, tras anunciar que «obstáculos insuperables» dificultan la continuidad de la publicación1.

Consideramos que la crítica especializada no le ha dedicado la debida atención a este efímero periódico. Se ha minimizado y negado su importancia e influencia, tal vez debido a que el propio redactor ya en el texto inaugural anticipa el carácter poco original de su publicación, compuesta en su mayor parte por el botín arrebatado a otros diarios latinoamericanos y europeos en sus ataques piratas. Antonio Zinny lo caracteriza como un simple «periódico de circunstancias», aunque no deja de reconocer sus méritos literarios, garantizados por la presencia de Alberdi (Zinny: 44). Mariano A. Pelliza, a su vez, reduce su propósito a «condensar en forma de libro portátil, de fácil circulación y cómodo transporte, todo cuanto de interés general en la política y la literatura se publicará en la prensa diaria». Su corta vida se explicaría, para este crítico, en el hecho de que «sus trabajos especiales eran escasos y no de gran mérito» (Pelliza 1874: 138-139).

Si bien es cierto que la mayor parte del material publicado carece de originalidad, las páginas de El Corsario alojan algunos textos no reproducidos antes, de cierto valor para el estudio de la prensa y la literatura argentinas. La importancia del periódico puede medirse además por las reacciones que generó en el campo periodístico e intelectual de la época. El prestigioso diario montevideano El Nacional le da la bienvenida y los habituales enemigos de los «jóvenes reformadores» reciben su aparición con desprecio pero no con indiferencia. Por otra parte, la polémica mantenida con El Correo, también de Montevideo, en torno al Clasicismo y al Romanticismo -compuesta de textos escritos ad hoc por ambos diarios- constituye un elemento más de peso a la hora de juzgar el valor de El Corsario.

Una vez establecida la importancia de nuestro semanario, cabe preguntarnos por los rasgos de su proyecto editorial. Dado que la crítica y la historiografía literarias adscriben a su redactor a la generación romántica argentina, conviene indagar puntualmente en la eventual caracterización de El Corsario como una publicación romántica.

Un primer elemento a tener en cuenta es el nombre mismo del semanario. Emilio Carilla menciona a El Corsario como una de las evidencias de la influencia de José de Espronceda en escritores y obras hispanoamericanas del siglo XIX (Carilla 1958:101). Se refiere, naturalmente, al título de la publicación, que se habría inspirado en la «Canción del Pirata». Desde el propio bautismo, entonces, se pretende colocar a la publicación bajo el manto protector y consagratorio del popular escritor español y su conocido poema. Dicha filiación se refuerza, a nuestro entender, en el texto del «Prospecto» publicado en el primer número, donde Alberdi declara que su periódico es, en realidad, «Más bien Pirata que Corsario», porque «atacará sin distinción de bandera» («Prospecto», 3). Esa suerte de rectificación del nombre contribuiría a señalar de manera más explícita la relación con Espronceda y su «Canción del pirata», en una suerte de guiño al lector.

Carilla explica el prestigio e influencia de Espronceda en Hispanoamérica por «su prédica libertaria, su espíritu disconforme, su escepticismo, su 'romanticismo social'»2 (Carilla: 98). Esta tendencia -caracterizada como una segunda etapa de la escuela romántica, «cuando dejó la especulación puramente estética y se lanzó a las 'reformas' político-sociales» (Berenguer Carisomo 1971: 47)- es la que marca el ideario de Alberdi y su grupo, quienes, no obstante, no se refieren al movimiento como «romanticismo social» o «socialista», sino simplemente como «arte socialista» o «socialismo»3. Una nota propia del «romanticismo social» es la particular exaltación del «pueblo», esa categoría difusa, al que consagran todos sus esfuerzos. En consonancia con esta nota, en el prospecto de El Corsario se enuncia enfáticamente el propósito de la adecuación a los gustos e intereses populares: «Pensamos que el pueblo tiene sus gustos y su criterio político, literario, artístico, moral y nosotros procuraremos seguir siempre el criterio y los gustos del Pueblo en todo sentido. He aquí la ley que debe presidir a la confección del Corsario» (123)4.

La presencia de Espronceda en el semanario es más acentuada y se deja sentir más allá de su título. En su primer número (páginas 4-9) se publica un poema sin firma titulado precisamente «El Corsario», que reconoce explícitamente su deuda al incluir como epígrafe dos versos de la «Canción del pirata»: «Es mi Barco mi tesoro, / es mi Dios la Libertad» (4)5. El poema es atribuido a Bartolomé Mitre -quien, al igual que Alberdi, ya había colaborado con El Iniciador algunos años atrás-, e incluido en la edición en libro de sus Rimas, con el agregado de un subtítulo aclaratorio: «Prospecto de un diario político en 1840» (Mitre 1943: 39). Dicho subtítulo ha llevado a algunos críticos a atribuir a Mitre el texto «Prospecto» que encabeza el primer número de El Corsario (De Marco 1998: 36; 2006: 160). Carlos Casavalle, en su edición de las poesías de Mitre, declara que el poema es el prospecto del semanario (Mitre 1876: 37), declaración que podría haber sido el germen de interpretaciones erróneas.

No obstante, si nos atenemos a la aclaración de Mitre al reeditar, con modificaciones, su poema, podríamos considerar que se trata efectivamente de un prospecto en verso que acompañaría al prospecto en prosa, escrito por Alberdi. De hecho, ambos textos comparten ciertas ideas centrales, tales como la exaltación de la libertad y el odio a la tiranía y la esclavitud, ideas que entroncan directamente con la «Canción del pirata»6. Por lo tanto, no es aventurado arriesgar que la publicación de ambos textos en el primer número del periódico, uno a continuación del otro, fue concebida como una doble estrategia de presentación, compuesta por una exposición programática de los postulados guía de El Corsario y de una dramatización lírica de dichos postulados.

En consonancia con la preocupación por satisfacer los intereses literarios del «pueblo», Alberdi promete en el prospecto la publicación de textos de Jules Gabriel Janin, George Sand, Eugène Scribe, lord Byron y Victor Hugo, estos dos últimos dirigidos especialmente al público femenino con intención moralizante («Prospecto», 4). Esta promesa, sin embargo, se cumple parcialmente, ya que, de los autores prometidos, sólo se publican Claude Gueux, de Hugo, y Judith o El palco de la ópera, de Scribe7. Ambas obras aparecen por entregas en la sección denominada «Literatura romántica».

La novela de Hugo -que en El Corsario aparece con el título de Claudio Geux- reviste una importancia especial, dado que se trata de una traducción que ya había sido leída fragmentariamente en el Salón Literario, aquel foro de lectura y discusión organizado en 1837 en Buenos Aires en torno a la librería de Marcos Sastre (Weinberg 1977: 81-82; Mayer 1973: 190). En los avisos de los diarios de la época que contienen el programa de las reuniones del Salón no se menciona al autor de la traducción8. Podemos conjeturar que el responsable de la misma habría sido Alberdi, dado que estaba en su poder al momento de la publicación de El Corsario9.

La sección «Literatura romántica» del semanario sólo consta de las novelas mencionadas. En ambos casos se registra sólo al autor de las mismas, sin incluir datos accesorios -tales como la fecha y lugar de publicación de la obra original o el responsable de la traducción- ni textos introductorios o aclaratorios. No obstante, tras la reproducción de la segunda y última parte de Claude Gueux se publica un artículo sin título, cuyo comienzo contiene una referencia a la novela:

«Cada vez que veamos publicarse una invectiva contra el romanticismo y los románticos, hemos de publicar un artículo como el que acaba de leerse: es la mejor respuesta que pueda darse a burlas impertinentes y miserables».


(El Corsario, 15 de marzo de 1840, 79)                


La invectiva a la que se hace mención aquí no es otra que el artículo «Del romanticismo y los románticos» de Ramón de Mesonero Romanos, que días atrás se había reproducido por entregas en el diario montevideano El Correo10. Dicha reproducción desata una extensa polémica entre este diario y El Corsario, cuyo puntapié inicial es precisamente el artículo que aparece a continuación del final de Claude Gueux11. De este modo, la publicación de la novela de Hugo constituiría un arma defensiva, en tanto respuesta al ataque al Romanticismo percibido en el artículo de Mesonero Romanos y su reproducción.

Pero a renglón seguido, inmediatamente después de asumir su defensa, El Corsario declara su distanciamiento con respecto al Romanticismo, en un intento por demostrar el carácter imparcial de su postura: «Lo hemos dicho en otras ocasiones: no tenemos el honor de ser románticos; no deseamos tampoco este honor; no defendemos pues nuestro partido» (El Corsario, 15 de marzo de 1840, 79). El tono irónico y crítico de estas palabras es evidente. Ser románticos se considera un honor, pero un honor que la redacción de El Corsario declina y menosprecia. Esta declaración no puede leerse de manera aislada. Necesariamente debemos remitirnos al tan citado artículo de La Moda -aquel efímero gacetín porteño- donde Alberdi reniega de los aspectos góticos y sentimentales del Romanticismo, aunque identificando a todo el movimiento con dichos aspectos12.

La articulación explícita entre la novela de Hugo y la declaración de principios y posturas remite a una estrategia de instrumentalización de las obras literarias como medio de ejemplificación, exposición y polémica. No es la primera vez que estos intelectuales, que conciben a la literatura como una valiosa herramienta didáctica y de adoctrinamiento, implementan este tipo de estrategias. Recordemos que en las páginas de La Moda se publica en cierta ocasión un poema sin título -titulado «A ella (cielito)» y atribuido a Juan María Gutiérrez, uno de sus colaboradores- acompañado de una crítica despiadada13. El poema -a juicio de Alberdi, autor de la crítica- representaría un ejemplo negativo de literatura por los valores egoístas e individualistas plasmados en él. Alberdi -y la redacción de La Moda- presentan de este modo una suerte de antimodelo, a la manera de Ismenias de Tebas, aquel maestro mencionado por Plutarco en su biografía de Demetrio para ilustrar la finalidad moralizante del género biográfico, quien presentaba a sus discípulos a un pésimo ejecutante de flauta para que aprendieran cómo no se debía tocar el instrumento (Demetrio 1).

A diferencia del poema «A ella», la novela de Hugo no es enjuiciada severamente, sino todo lo contrario. En la breve e incidental crítica se la caracteriza, como vimos, como la mejor respuesta a «burlas impertinentes y miserables» hechas al Romanticismo. En otras palabras, como un digno exponente de dicha escuela. Naturalmente, los valores que la redacción de El Corsario descubre en Claude Gueux, en tanto responden a la línea del «romanticismo social», justificarían su incorporación en el semanario14, gesto coherente con la defensa del movimiento frente al ataque de Mesonero y de El Correo. Sin embargo, esa defensa resulta un tanto ambigua. La redacción adopta, como vimos, una posición distanciada con respecto al Romanticismo, al que -en el fragor de la polémica con El Corsario- califican de escuela «ya decadente», al tiempo que juzgan necesario su destronamiento y reemplazo por un nuevo sistema literario (El Corsario, 15 de marzo de 1840, 80).

Por lo tanto, no deja de sorprender la inclusión de una sección titulada precisamente «Literatura romántica» en un semanario que ya ha decretado su muerte y que se ha impuesto como ley «tomar siempre lo que más diga con las necesidades actuales», tal como afirmaban en el «Prospecto» (2). Esta contradicción en la que incurre El Corsario se pone de manifiesto de manera más significativa al esgrimir la defensa de Victor Hugo, destacando su brillo y su gloria, mediante la metáfora de los rayos de luz que rodean al escritor y que Mesonero y El Correo, según lo entiende el semanario, quieren oscurecer (El Corsario, 15 de marzo de 1840, 82)15.

Cabe preguntarse si la publicación de la novela de Hugo y de la sección «Literatura romántica» estaba programada y prevista al momento de concebirse el periódico, o bien, si se trata de una estrategia puesta en funcionamiento para salir al cruce del gesto de ataque al Romanticismo articulado, a su entender, por parte de El Correo. Si bien ya desde el prospecto se anunciaba la publicación de obras de Hugo, Scribe y Sand, entre otros, hay que tener en cuenta que el primer número de El Corsario sale a la luz el 1 de marzo, es decir, cuando ya han aparecido en El Correo tres entregas del artículo de Mesonero. Se podría pensar entonces que en la concepción y elaboración del prospecto -además de las ideas previas, propias de las convicciones doctrinarias de Alberdi- ejerció algún condicionamiento el gesto de El Correo.

Dado el carácter hegemónico del Romanticismo en el sistema literario de la época -hegemonía negada y reconocida al mismo tiempo por el redactor de El Corsario-, la inclusión de una sección consagrada a reproducir obras de la tendencia literaria de moda, probablemente constituya una simple estrategia de venta o captación de lectores. Siguiendo esta hipótesis, podríamos aventurar que, al aparecer el artículo de Mesonero en las páginas de El Correo, la sección romántica, a través de una hábil resignificación, se convierte en arma y escudo.

¿Cómo caracterizar, entonces, la postura de El Corsario? Todo proyecto creador, en términos de Pierre Bourdieu, se define en el cruce entre las «necesidades intrínsecas» de la obra y las «restricciones sociales» a las que debe enfrentarse (Bourdieu 2003: 251). El proyecto editorial de El Corsario se articula polémicamente en un campo literario dominado por la tendencia romántica, a la que debe recibir en su seno si pretende lograr la aceptación popular. No obstante, el material literario que publica es cuidadosamente seleccionado en función de dos criterios: por una parte, su adecuación a los postulados del semanario, embanderado en el «romanticismo social», tal como ocurre con Claude Gueux; por otra parte, su aceptación popular, como es el caso de Judith o El palco de la ópera.

La publicación del artículo de Mesonero en El Correo incide en su proyecto y le exige, por una parte, un pronunciamiento. El Corsario, entonces, articula la defensa del Romanticismo, a pesar de desahuciarlo y negar su pertenencia a la escuela. Este gesto defensivo resulta ambiguo y confuso. El artículo de Mesonero, en definitiva, criticaba los aspectos lúgubres, tenebrosos, góticos del Romanticismo, con los que el propio redactor de El Corsario -si consideramos sus palabras en La Moda- estaba en desacuerdo. Por otra parte, al enzarzarse en una polémica literaria y estética, altera su plan inicial de publicación, desatendiendo el interés de los lectores de novelas románticas. En ese espacio de negociaciones, El Corsario despliega sus velas, constituyéndose en un proyecto editorial polémicamente romántico.






Bibliografía

  • BERENGUER CARISOMO, Arturo (1971): Las corrientes estéticas en la literatura argentina. Tomo II: La poesía lírica. Los románticos, Buenos Aires: Huemul.
  • BOURDIEU, Pierre (2003): «Campo intelectual y proyecto creador», Textos de teorías y crítica literarias (Del formalismo a los estudios postcoloniales). N. Araújo y T. Delgado, selecc. México/La Habana: UAM-Iztapalapa/ Universidad de La Habana, pp. 239-286.
  • CARILLA, Emilio (1958): El romanticismo en la América hispánica, Madrid: Gredos.
  • CURIA, Beatriz (2002): «La estética literaria de la generación del 37 en una carta inédita de José Mármol», Arrabal IV, pp. 41-49.
  • HAUSER, Arnold (2011): Historia social de la literatura y el arte. Tomo II. Desde el rococó basta la época del cine, Barcelona: Debolsillo.
  • IRIARTE, Tomás de (1947): Memorias, tomo 5: Luchas de Unitarios, Federales y Mazorqueros en el Río de la Plata, Buenos Aires: Sociedad Impresora Americana.
  • —— (1948): Memorias, tomo 6: La tiranía de Rosas y el bloqueo francés, Buenos Aires: Ediciones Argentinas SIA.
  • MARCO, Miguel A. de (1998): Bartolomé Mitre. Biografía, Buenos Aires: Planeta.
  • —— (2006): Historia del periodismo argentino. Desde los orígenes hasta el Centenario de Mayo, Buenos Aires: Editorial de la Universidad Católica Argentina.
  • MARTINO, Luis Marcelo (2012): ¿«Guerra de los diarios» o «rencillas de escuela»? Crónica de una polémica en la prensa uruguaya de 1840, La Laguna: Universidad de La Laguna, (Cuadernos Artesanos de Latina 31).
  • MAYER, Jorge M. (1973): Alberdi y su tiempo. Tomo I, Buenos Aires: Biblioteca de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales.
  • MILIANI, Domingo (1985): «Historiografía literaria: ¿períodos históricos o códigos culturales?», La literatura latinoamericana como proceso. Ana Pizarra (coord.), Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, pp. 98-112.
  • MITRE, Adolfo (1943): Mitre periodista, Buenos Aires: Institución Mitre.
  • MITRE, Bartolomé (1876): Rimas, ed. Carlos Casavalle, Buenos Aires: Imprenta y Librerías de Mayo.
  • PELLIZA, Mariano A. (1874): Alberdi. Su vida y sus escritos, Buenos Aires: Imprenta y Librería de Mayo.
  • PICARD, Roger (2005): El romanticismo social, México: Fondo de Cultura Económica.
  • RAMA, Carlos M. (1977): «El utopismo socialista en América Latina», Utopismo socialista (1830-1893), Carlos M. Rama (comp.), Caracas: Biblioteca Ayacucho. IX-LXVII.
  • WEINBERG, Félix (1977): El Salón Literario de 1837. Con escritos de M. Sastre-J. B. Alberdi-J. M. Gutiérrez-E. Echeverría, Buenos Aires: Hachette.
  • ZINNY, Antonio (1883): Historia de la prensa periódica de la República Oriental del Uruguay 1807-1852, Buenos Aires: Imprenta y Librería de Mayo.


 
Indice