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ArribaAbajoXVIII. Nuevo León

Los manuscritos del Archivo general que tanto nos han servido para otros Departamentos, casi nada nos dicen acerca de este. El tomo XXX contiene algunos documentos hacia el fin, con foliatura diferente (del 1 al 80) importantes para su objeto, y casi del todo inútiles para el nuestro. La carta acerca de las Misiones, del conde de Revillagigedo nos sirve un poco más, y de aquí y del artículo «Nuevo León» inserto en el Diccionario universal de Historia y de Geografía vamos a tomar nuestras noticias.

«Al finalizar el siglo XVI (en Septiembre de 1596), dice el señor don José Sotero Noriega, un religioso franciscano llamado fray Diego de León, residente en el convento de esta orden, fundada hacía pocos años en la entonces villa del Saltillo, guiado por algunos indígenas se dirigió como a 25 leguas hacia el Oriente de aquella población, con el objeto de establecer una misión en la gran tribu que según sabía dominaba a todas las demás de los contornos, y habitaba al pie del gran cerro llamado hoy de la Silla: los jefes de la tribu lo recibieron hospitalariamente, y habiendo sido invitados por el religioso a trasladarse a una llanura, que se extiende como a media legua al Norte del punto donde hoy se halla Monterrey, accedieron gustosos a ello y lo llevaron a efecto, verificándose de esta manera el establecimiento de una mision en el paraje conocido con el nombre de Piedra Blanca: el capitán don Diego Montemayor, que acompañaba   —298→   al padre León, dio a la misión el nombre de Villa de Nueva Extremadura; mas el virrey de México, que lo era entonces don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, informado de lo ocurrido, ordenó que a todo lo nuevamente descubierto, y a lo que después se descubriese, se le llamase Nuevo reino de León, ya para perpetuar la memoria del descubridor, ya por la analogía que se creyó encontrar entre las tierras reconocidas y el reino de aquel nombre en España; y que la misión fundada fuese la capital del nuevo reino y se llamase 'Monterrey': al mismo tiempo nombró gobernador al citado don Diego Montemayor, y remitió treinta y cuatro familias de artesanos y labradores para poblar la nueva ciudad, concediéndoles muchas mercedes y privilegios. En todo el siglo siguiente se fueron descubriendo diversos puntos y terrenos provistos de grandes comodidades, y en ellos se establecieron poblaciones de familias españolas, venidas del interior de la Nueva España, especialmente bajo el gobierno de don Martín de Zavala, sucesor de Montemayor; al mismo tiempo se transportaron muchas familias de tlaxcaltecas, que asociadas y mezcladas con las de las tribus del país, formaron diversas misiones o pueblos: de esta manera se fundaron las villas de Cerralvo (1629), Cadereita Jiménez, Salinas Victoria, Sabinas Hidalgo, Boca de Leones o villa de Aldama, la Mota, hoy Teran, y las misiones de San Cristóbal de Hualahuises (1646), San Pablo de Labradores, después Galeana (1659), y San Nicolás de Gualeguas (1675): en el siglo XVIII se establecieron la villa de San Felipe de Linares (1715), los valles de Santiago de Guajuco y de Santa Catarina, y las misiones de Guadalupe (1716), Concepción (1716), Purificación (1716) y San Nicolás del Pilon, hoy ciudad de Montemorelos (1718): la misión de Río Blanco fue descubierta y fundada en 1633, por el guardián del convento de franciscanos de Charcas, que caminando para la hacienda de Matehuala encontró algunos pames que lo guiaron a aquel punto, no habiendo sido agregada a Nuevo León hasta muchos años después. En estas misiones se asignaron tierras a los indígenas, quienes las poseían y trabajaban en común bajo las órdenes de un gobernador, nombrado de entre ellos mismos, hasta que consumada la independencia nacional se les distribuyeron en propiedad por iguales partes.»



Hasta aquí el señor Noriega. Entrando ya a decir lo que hemos podido averiguar acerca de las tribus, podemos asegurar que en la parte del Sur y en el terreno comprendido desde la sierra del Guachichil para San Luis Potosí, habitaban los indios cuachichiles, extendiéndose al Oeste por un gran espacio; su lengua era propia, y es una de las que han desaparecido.

Al Sur del valle de la Purísima y al Norte hasta Río Blanco, confinando al Oeste con los cuachichiles, vagueaban los pisones y los xanambres de Tamaulipas,   —299→   encontrándose reminiscencias de que los pames andaban también por allí, aunque los terrenos que ocupaban no nos sean perfectamente conocidos. La lengua de los xanambres se extinguió.

Las tribus de Tamaulipas ocupaban el centro de Nuevo León. Extendidas por toda la sierra ocupaban las vertientes occidentales, y en el interior del país ejecutaban correrías y depredaciones; esto lo prueba, lo que afirma fray Juan Lozada, religioso franciscano de la provincia de Zacatecas, al dar cuenta en 1732 de las paces ajustadas con los bárbaros, en cuyo documento se dice, que abandonaron las armas los cadimas, pelones, nazas, pamoranos, quedexeños, palmitos, pintos, quinicuanes y maquiapemes277, tribus que a excepción de una hemos encontrado que hablaban el tamaulipeco. Les debemos añadir los pamoranos al Norte de Laredo, los serranos de Tamaulipas y los pelones. Si todas las tribus de aquella región eran de la familia Tamaulipeca, había algunas, sin embargo, que no pertenecían al mismo tronco; tales son los hualahuises de San Cristóbal; los seguyones cerca de Río Blanco; los ayagua, los zima y los canaina hacia Serralvo; y para el Sur los borrados, los comepescados y los aguaceros, pues los malincheños son de Tamaulipas. Estos bárbaros se comunicaban igualmente con los de Coahuila, de los cuales no eran muy diferentes, siendo el Nuevo León el país donde terminaban las tribus de las sierras y comenzaban las de las llanuras del Oeste.

Al Norte del Estado y a lo largo del Río Salado, vivían los tobosos, nación bronca y brava, nunca domesticada.

Según estas truncas noticias, hallamos que se hablaron en Nuevo León, el pame, el xanambre, el que llamamos tamaulipeco a falta de nombre mejor, el hualahiases, que era dialecto diferente y en el que se deben filiar los borrados, comepescados, ayagua, zima, caraina y aguaceros, y por último el toboso.

Si a las denominaciones que arriba hemos hallado reunimos los nombres que se encuentran en la obra de flota Padilla, capítulo LXIX, encontramos quitando las que son comunes, treinta y un nombres de las tribus de Nuevo León, y son las siguientes:

  • Cuachichiles
  • Pisones
  • Xanambres
  • Cadimas
  • Pelones
  • Nazas
  • Pamoranos
  • Quedexeños
  • Palmitos
  • Pintos
  • —300→
  • Quinicuanes
  • Maquiapemes
  • Hualahuises
  • Seguyones
  • Ayaguas
  • Zimas
  • Canainas
  • Borrados
  • Comepescados
  • Aguaceros
  • Malincheños
  • Tobosos
  • Vocarros
  • Posuamas
  • Zalaias
  • Malahuecos
  • Pitisfiafuiles
  • Cuchinochis
  • Talaquichis
  • Alazapas
  • Pafaltoes.

Indígenas e idiomas han desaparecido en Nuevo León, quedando solo su memoria, y las nuevas hordas que nuestros vecinos nos empujan de la frontera.



  —301→  

ArribaAbajoXIX. Coahuila

La villa del Saltillo está fundada sobre el terreno que en lo antiguo ocuparon los indios cuachichiles, y era una población considerable, cuando en 1592 establecieron allí un convento los religiosos de San Francisco. Los bárbaros combatieron a tal punto el establecimiento, que el padre Gavira, fundador del monasterio, se retiró a Tópia, y los vecinos pidieron auxilios al virrey, asegurando que despoblarían la villa si no eran socorridos. Don Luis de Velasco el segundo gobernaba entonces, y ocurrió a la república de Tlaxcala, que tantos privilegios gozaba en la colonia, y la cual facilitó cuatrocientas familias destinadas a establecer pueblos alrededor del Saltillo, para defensa de la villa, y con su ejemplo atraer a los bárbaros a la vida doméstica. Los tlaxcaltecas partieron al mando de don Buenaventura de Paz, nieto de Xicotencatl, y de un franciscano, su ministro: recibiolos el capitán Francisco de Urdiñola, fundador del mayorazgo que poseyeron los marqueses de San Miguel de Aguayo, y con ellos se fundó el pueblo de Tlaxcala, calle por medio de la villa: los vecinos quedaron seguros, y de los tlaxcaltecas se fueron sacando colonos para otras partes278.

El padre fray Antonio Zalduendo se adelantó en 1603 hacia el Norte del Saltillo, redujo a los bárbaros a formar algunas poblaciones, y después de tres años de permanencia, tuvo que retirarse por no poder sufrir los insultos de los tobosos y de los cocoyomes. Quedó así desamparada la conversión, hasta que en 1670, el padre fray Juan Larios, también franciscano de la provincia de Jalisco, hizo nueva entrada, allanó los ánimos de los naturales, y con el proyecto de establecer algunos pueblos, dio la vuelta al Saltillo: el gobernador   —302→   don José García Salazar aprobó lo ejecutado, se reclutaron familias tlaxcaltecas, y el capitán don Francisco Elizondo recibió la orden de apoyar a los misioneros con setenta soldados. Monclova se había fundado en tiempo del virrey conde de la Monclova, y al Norte, a muy corta distancia, se fundó la primera misión llamada de San Miguel de Aguayo en 1675279.

Los misioneros franciscanos atrajeron de paz las tribus de obayas, boboles, tobosos, cotzales, manosprietas, catujanes, milijaes, tilijais, cabezas, contotores, bauzarigames, acafes, cantafes y otros, con los cuales fundaron cinco misiones. San Francisco de Coahuila, un cuarto de legua al Norte de Monclova, con indios boboles y obayas, a los cuales se agregaron algunos tobosos y veinte familias de tlaxcaltecas conducidas de San Esteban del Saltillo. Santa Rosa de Nadadores, puesta en 1677 a cuarenta leguas al Noroeste de Coahuila, de indios cotzales y manosprietas, trasladada junto al río de Nadadores para huir de la guerra de los tobosos, y colocada al fin, en 1693, a siete leguas al Noroeste de Coahuila: se le agregaron ocho familias tlaxcaltecas. San Bernardo de la Candela, con indios catujanes, tilijais y milijaes, y cuatro familias tlaxcaltecas. San Buenaventura de las cuatro Ciénegas, fundada por el padre fray Manuel de la Cruz, en 1673, veinte leguas al Oeste de Coahuila, con indios cabezas, contotores y bauzarigames: trasladada seis leguas más cerca, al lugar llamado de contotores, combatieron los bauzarigames contra las otras dos parcialidades hasta destruirlas, de manera que se extinguió la misión: repuesta en 1692 con los tocas y los colorados, se pasó a legua y media de Nadadores, donde fue suprimida en 1747. Santiago de Valladares, con apaches y chantapaches, sacados de Boca de Leones, a una legua de Candela, suprimida también en 1717280.

Fundáronse además otras misiones. San Antonio Galindo Moctezuma, en 1698, sobre el paraje llamado las Adjuntas, al Norte de Monclova y no lejos de la junta de los ríos de Nadadores y de Coahuila, poblada con indios mazapes y cenizos traídos de Nuevo León; se despobló al cabo por las extorsiones de los colonos blancos y por la guerra continua de los tobosos281.

El Santo Nombre de Jesús Peyotes tuvo principio por el padre fray Francisco Peñazco, con veinte familias de indios cotzales en el paraje llamado San Ildefonso, donde duró dos años: destruida por los bárbaros, la repobló el padre fray Agustín Carrera por otros cuatro años, acabando como la vez primera; por fin en 1698 los padres fray Bartolomé Adame y fray Manuel Borrego, la establecieron con la tribu de gijames en el paraje en que hoy se encuentra. El nombre de Peyotes viene de la abundancia en los alrededores   —303→   de una yerba que así se llama, medicinal, y con la cual se prepara también una bebida embriagante282. A tiro de escopeta se encuentra San Francisco Vizarrón de los Pausanes, comenzada por fray José Rodríguez en 1737 con familias de tinapihuayas, pihuiques y julimeños, aunque la mayor parte fueron pauzanes283. Luego que los apaches pasaron el río Grande, comenzaron a combatir estas misiones, y a fin de salvarlas se pensó en fundar una villa de españoles. Reclutáronse familias al intento, aunque con poco tacto en cuanto a su calidad; se les repartieron tierras y aguas, y se puso la población inmediata a Peyotes. La puebla recibió el título de villa, con el nombre de San Pedro de Gigedo, en memoria del virrey, aunque también se le llamó villa de Lugo por uno de los pobladores284. Así los tres establecimientos casi se redujeron a uno.

La misión de San Juan Bautista la fundó el padre fray Diego Salazar de San Buenaventura, religioso del colegio de Santa Cruz de Querétaro, a 24 de Junio de 1699, orillas del río Sabinas, con indios de las naciones mahuames, pachales, mescales, jarames, ohaguames y chahuames: a poco de congregados, los neófitos huyeron de la misión, robándose el ganado, cosa que no resfrió al misionero, sino que penetrando hasta el río Grande juntó parte de los fugitivos, y con ellos y con las tribus de pampopas, tilofayas, pachalocos y tusases situó de nuevo la misión de San Juan Bautista, junto al presidio del mismo nombre, cerca del río Bravo, el año de 1701285.

En 1703, a media legua corta de la anterior, se fundó la misión de San Bernardo por los mismos padres de la Cruz, después de haber mudado de sitio tres ocasiones; la poblaron con las naciones de ocanes, canuas, catuxanes, paxchales, pomulumas, pacuaches, pastancoyas, pastalocos y pamasus, a que se agregaron después los pacuas, papanacas, tuancas y otras.

El conde de Valladares, por decreto de 28 de Marzo de 1701, expedido a instancias de los padres de la Cruz, creó una compañía volante de treinta hombres, de los cuales veinte unidos a la guarnición del presidio de Santiago de la Monclova corriesen la tierra, y los otros diez quedasen de escolta para los misioneros de San Juan Bautista y de San Bernardo: los soldados establecieron sus casas, de donde resultó el presidio llamado también de San Juan Bautista, quedando agrupados los tres establecimientos en una pequeña extensión286.

La primera misión que los padres de la Cruz formaron, fue la de Nuestra Señora de los Dolores de la Punta, con indios pitas y pasalves.

La villa de San Fernando de Austria (San Fernando de Rosas), se fundó   —304→   a 1.º de Febrero de 1753, por el gobernador de la provincia don Pedro de Rábago y Teran.

Hemos apuntado hasta aquí la manera con que las misiones se fueron estableciendo, para dar una idea ligera del modo con que los religiosos fueron allanando la tierra, e ir al mismo tiempo recogiendo los nombres de las tribus y los lugares donde se encontraban. Añadiremos ahora, en confuso, las demás noticias que encontrarnos, para sacar al fin algún resultado. Los pampopas habitaban en el río de las Nueces, a 22 leguas al Sur de la misión de San Juan Bautista; los tilijaes más abajo de los anteriores; al Sur de estos los patacales, y los cachopostales cerca de los pampopas. Los pajalaques vivían en el río de San Antonio como a 40 leguas de la misión de San Bernardo; los pacos y los pastancoyas a 15 leguas en el paraje nombrado el Carrizo; los panagues a 18 leguas de la misión sobre el río de las Nueces; los pauzanes sobre el río de San Antonio, y los paguachis a 15 leguas del mismo San Bernardo287.

En la región del Oeste las cosas pasaron de otra manera. Cuando los españoles sólo habían extendido sus conquistas hasta Cuencamé, habitaban en las orillas de las lagunas de San Pedro y de Parras muchas tribus, de carácter manso y apocado, combatidas de continuo por los cocoyomes y por los tobosos, gente bárbara y cruel. Los misioneros, a pesar de sus deseos, no habían logrado reducir a aquellas naciones, hasta que el capitán Antón Martín Zapata, con familias tlaxcaltecas traídas del Saltillo, convocó gente, y en compañía del padre jesuita Juan Agustín de Espinosa, penetró en aquella comarca, y allanados los indios, sobre todo con la promesa de defenderlos de sus enemigos, fundaron en 1598 la villa de Parras. Diósele este nombre, por una planta semejante a la viña silvestre, y después por la abundancia de parras que los colonos sembraron y que prosperaron prodigiosamente. A la sombra de la villa fundaron en seguida algunas misiones; anexos a Parras los pueblos de Noria del Pozo, la Peña y Santa Bárbara; San Pedro de la Laguna, orillas del río Guanaval, con su visita el pueblo de la Concepción; San Lorenzo y sus sujetos los Hornos y Santa Ana; San Sebastián anexo San Gerónimo; San Ignacio y sus visitas San Juan de la Costa, San José de las Abas y Baicuco. Menos Parras, todos estos lugares están ahora o completamente despoblados o reducidos a haciendas.

La laguna grande de San Pedro o Tlahuelila, la forma el río de Nazas, que en ella viene a terminar; su circunferencia es de unas cuarenta leguas, que llega a sesenta en las crecientes; abunda en peces y en aves acuáticas, y produce el tule una semilla que los indios aprovechaban para hacer una   —305→   especie de pan. Eran los habitantes de sus orillas bastante hábiles, más bien hechos de talle y más dóciles que los infieles sus circunvecinos; en extremo tímidos y por eso muy dados a la superstición. El fondo de su creencia la componía el miedo a los malos espíritus, llamados en su lengua Cachinipa: al ver el polvo levantado por un remolino del viento, se arrojaban a tierra invocando repetidas veces a su dios, y lo mismo practicaban por la noche, al mirar correr por el cielo las exhalaciones: creían en los sueños; y para precaver de la muerte al padre o a la madre enfermos, ahogaban al más pequeño de los hijos, como una víctima expiatoria. Pariendo la mujer, el marido hacía cama, se abstenía por cinco o seis días de carne y de peces, por temor de que estos animales no se dejaran coger después en la caza o en la pesca: al término del tiempo venía un sacerdote y sacándole de la casa por la mano, terminaba el ayuno. Las cabezas de los venados matador en la caza, las guardaban para que les fueran propicias; si el propietario moría, a cabo de un año, los parientes salían con ellas al anochecer de la casa del difunto con canto triste y lloroso, y tras de todos una vieja con la cabeza del venado reputada principal, y la colocaban en una pira, encima de unas flechas; alrededor pasaban la noche llorando la anciana, y cantando y bailando los demás, hasta el amanecer, que encendida la hoguera, la cabeza, se reducía a ceniza, y quedaba sepultada la memoria del muerto. Cachinipa era el autor de la muerte, y estaban en la creencia de que si veían morir a sus parientes, ellos también morirían al punto; por eso enterraban a sus enfermos antes que acabaran de espirar. No guardaban ni recelaban sus doncellas, ni procuraban casarlas intactas, dejábanlas pues a su albedrío, por lo que muchos años vivían en libertad, y después descasadas, a su gusto dejaban un varón para tomar otro. A los muertos les lloraban sus parientes por algunos días, cantando y bailando, por la mañana y por la tarde, alrededor de la sepultura, con grandes gritos y alaridos, refiriendo las virtudes y las hazañas del difunto; pintábanse al efecto los rostros en la figura de una calavera con lágrimas en las mejillas, sin duda para tenerlas fingidas si no las encontraban en sus ojos verdaderas.

Las tribus que habitaban el Valle se nombraban irritilas, miopacoas, meviras, hoeras y maiconeras, y los de la laguna, paogas, caviseras, vasapalles, ahomamas, yanabopos y daparabopos, conocidos generalmente bajo la apelación de laguneros: añadiremos los mamazorras, peguales, salineros y baxaneros para estos, y los payos para aquellos.

En cuanto ha sido posible, hemos puesto las tribus por las regiones que habitaban; mas nos encontramos con otras que apenas podemos referirlas, formando un crecido catálogo. En la carta de Revilla Gigedo acerca de las misiones, suprimidos los nombres ya conocidos, encontramos babeles, gueiquisales,   —306→   pinanacas, cacastes, cocomaques, babiamares, apes, pachaques, bagnames, isipopolames, pies de venado, chacafes, payagues, gicocoges, goricas, bocoras, escavas, cocobiptas, codames, tasmamares, filifaes, jumees, toamares, bapancorapinacas, babosarigames, paceos, mezcales, xarames, chacaguales, hijames, terocodames y gavilanes.

Hallamos en la historia de Mota Padilla, capítulo LXIX, los pacpoles, coaquiles, zíbolos, canos, pachoches, sicxacames, siyanguayas, sandajuanes, liguaces, pacuazin, pajalatames y carrizos.

En la hoja 208 vuelta del tomo XXXI de los Manuscritos del Archivo general, los negritos, bocalos, xanambres, borrados, guanipas, pelones, guisoles, hualahuises, alasapas, guazamoros, yurguimes, mazames, metazures, quépanos, coyotes, iguanas, zopilotes, blancos, amitaguas, quimis, ayas, comocabras, mezquites.

La siguiente portada nos suministra también algunos nombres. «Manual para administrar los santos sacramentos de penitencia, eucaristía, extremaunción, y matrimonio: dar gracias después de comulgar y ayudar a buen morir a los indios de las naciones: pajalates, orejones, pacoas, tilijayas, alasapas, pausanes, y otras muchas diferentes, que se hallan en las misiones del río de San Antonio y río Grande, pertenecientes al colegio de la Santísima Cruz de la Ciudad de Querétaro, como son; los pacuáches, mescales, pampopas, tácames, chayopines, venados, pamaques, y toda la juventud de pihuiques, borrados, sanipáos y manos de perro. Compuesto por el padre fray Bartolomé García, predicador apostólico, y actual misionero de la misión de N.S.P.S. Francisco de dicho Colegio, y río de San Antonio, en la Provincia de Texas. México: 1760.» Según lo que en el texto se dice, esta lengua, con variantes en diferentes lugares, se extiende, desde Candela al río de San Antonio, en todas las misiones fundadas por los religiosos franciscanos.

Por fin, añadiremos otras apelaciones que encontramos sueltas, y son, rayados y cholomos, y habremos recogido un total de 148 nombres, en esta forma:

  • Cuachichiles
  • Tlaxcaltecas
  • Obayas
  • Boboles
  • Tobosos
  • Cotzales
  • Manosprietas
  • Milijaes
  • Tilijayas
  • Contotores
  • Bauzarigames
  • Acafes
  • Cantafes
  • Cabezas
  • Tocas
  • Colorados
  • Apaches
  • Chantapaches
  • —307→
  • Mazapes
  • Cenizos
  • Gijames
  • Tinapihuayas
  • Pihuiques
  • Pausanes
  • Julimes
  • Mahuames
  • Pachales
  • Mescales
  • Jarames
  • Ohaguames
  • Chahuames
  • Pampopas
  • Tilofayas
  • Pachalocos
  • Tusanes
  • Paschales
  • Ocanes
  • Canuas
  • Catujanes
  • Pomulumas
  • Pacuaches
  • Pastalocos
  • Pastancoyas
  • Pamasus
  • Pacuas
  • Papanacas
  • Tuancas
  • Pitas
  • Pasalves
  • Patacales
  • Cachopostales
  • Pajalaques
  • Pacos
  • Panagues
  • Paguaches
  • Irritilas
  • Miopacoas
  • Meviras
  • Hoeras
  • Maiconeras
  • Paogas
  • Caviseras
  • Vasapalles
  • Ahomamas
  • Yanabopos
  • Daparabopos
  • Laguneros
  • Cocoyomes
  • Mamazorras
  • Neguales
  • Salineros
  • Baxaneros
  • Payos
  • Babeles
  • Gueiquisales
  • Pinanacas
  • Cacastes
  • Cocomaques
  • Babiamares
  • Apes
  • Pachaques
  • Baguames
  • Isipopolames
  • Pies de venado
  • Chancafes
  • Payaguas
  • Gicocoges
  • Goricas
  • Bocoras
  • Escavas
  • Cocobiptas
  • Codames
  • Tasmamares
  • Filifaes
  • Jumees
  • Toamares
  • Bapancorapinanacas
  • Babosarigames
  • —308→
  • Paceos
  • Xaranres
  • Chacaguales
  • Hijames
  • Gavilanes
  • Terocodames
  • Pacpoles
  • Coaquites
  • Zíbolos
  • Canos
  • Pachoches
  • Sicxacames
  • Siyanguayas
  • Sandajuanes
  • Liguaces
  • Pacuazin
  • Pajalatames
  • Carrizos
  • Negritos
  • Bocalos
  • Xanambres
  • Borrados
  • Guanipas
  • Pelones
  • Guisoles
  • Hualahuises
  • Alasapas
  • Guazamoros
  • Yurguimes
  • Mazames
  • Metazures
  • Quepanos
  • Coyotes
  • Iguanas
  • Zopilotes
  • Blancos
  • Amitaguas
  • Quimis
  • Ayas
  • Comocabras
  • Mezquites
  • Orejones
  • Tácames
  • Chayopines
  • Venados
  • Pamaques
  • Sanipaos
  • Manos de perro
  • Rayados
  • Cholomos.

Los cenizos, mezquites, carrizos y venados son comunes a Coahuila y a Tamaulipas: estando los dos estados separados por Nuevo León, debemos creer que es casual esa identidad, y que las tribus de uno y de otro no tienen nada de común.

Los xanambres, borrados y pelones, se encuentran en los Estados arriba dichos y también en Nuevo León. De los xanambres pocos vivían en Coahuila, dispersos entre los indígenas, y ya sabemos que tenían su lengua propia: los borrados y los pelones eran de la familia tamaulipeca, y estaban en el mismo caso de los anteriores.

Comunes a Coahuila y a Nuevo León, se encuentran los cuachichiles, tobosos, hualahuises y alasapas.

Los cuachichiles con lengua propia, vivían en el partido del Saltillo.

Los tobosos, con idioma particular, se extendían por el Bolsón de Mapimí, y se les encuentra cometiendo depredaciones así en Chihuahua y en Durango,   —309→   como en las misiones de Parras, en las demás de Coahuila, y en el Norte de Nuevo León. Tribu bárbara y guerrera, casi nunca dejó las armas de la mano, y poco se redujo al cristianismo; perseguida con tesón, fue exterminada hacia el último tercio del siglo anterior. Los tobosos, son de la familia apache, y prepararon a estos la entrada a nuestras tierras, sirviéndoles como de vanguardia, pues mientras existieron, los apaches no frecuentaron las misiones al Sur del río Bravo. De la misma familia son los cocoyomes y los cabezas.

Los hualahuises tenían habla peculiar.

Los pajalates, orejones, pácoas, tilijayas, alasapas, pausanes, pacuáches, mescales, pampopas, tácames, chayopines, venados, pamaques, pihuiques, borrados, sanipáos y manos de perro, usaban la lengua, cuya gramática compuso el padre fray Bartolomé García: no dice el nombre de ella, y para distinguirla la nombraremos coahuilteca. A esta familia deben referirse todas las tribus que se encontraban al Este de las misiones de Parras y al Norte del Saltillo, hasta tocar con el río Grande; no olvidando que si todas hablaban el coahuilteco, se notaban en muchas algunas diferencias.

El irritila pertenecía a las tribus conocidas colectivamente bajo la de nominación de laguneros, que comprende a las que habitaban las misiones llamadas de Parras, y eran los irritilas, miopacoas, meviras, hoeras, maiconeras, paogas, caviseras, vasapalles, ahomamas, yanabopos, daparabopos, mamazorras, neguales, salineros, baxaneros, payos, rayados y cholomos288.

Las lenguas y las tribus se han extinguido.



  —310→  

ArribaAbajoXX. Durango

El Departamento actual de Durango formó parte de la provincia llamada de Nueva Vizcaya; la ciudad llevó un tiempo el título de Guadiana: los misioneros penetraron allí desde el siglo XVI, época de la cual debe contarse la reducción de los moradores de aquella tierra.

Las tribus principales en aquel terreno eran la acaxee y la tepehuana; otras se encontraban de menor importancia, ya de la filiación de las dos anunciadas, ya del todo diferentes.


Acaxee

Los religiosos jesuitas redujeron a los acaxees al cristianismo y a la vida política; los pueblos que con estos fundaron llevaron el nombre de misiones de Topia. Decían los misioneros, que la sierra de Topia se extiende desde el Nuevo México hasta Guadalajara; así es la verdad, atendiendo únicamente a la cadena de montañas que de Norte a Sur, deja al Este los Estados de Chihuahua y de Durango, y al Oeste los de Sonora y Sinaloa. Pero si el dictado de Sierra de Topia, se restringe a solo lo habitado por la nación acaxee, o a la parte que en la actualidad lleva tal nombre, entonces no cuenta tanta longitud. Las misiones de Topia se extendían por los dos Estados de Durango y de Sinaloa; y los jesuitas ponían como límite entre aquellas y la provincia de Sinaloa, el río Mocorito o de Sebastián de Evora.

«La provincia de Topia tomó el nombre de una tradición fabulosa, muy semejante a la de las metamorfosis de los griegos. Dicen que una india antigua de este nombre se convirtió en piedra, que hasta hoy ellos veneran en forma de jícara, que llaman en su idioma topia, de donde tomó   —311→   el nombre el valle más ancho y más bien poblado de toda esta región.»289

«La palabra acaxee parece ser la misma que la de acaxete, nombre de un pueblo perteneciente al Estado de Puebla, ambos corrupción de la palabra mexicana acaxitl, compuesta de atl (agua), y de caxitl (cazuela o escudilla), hoy también corrompida, cajete: el todo significa alberca, nombre perfectamente adecuado a la cosa, pues que Alcedo (Diccionario geográfico de América) dice que en Acaxete "hay una caja o arca de agua de piedra de cantería, en que se recogen las que bajan de la sierra y se conducen a Tepeaca"; el nombre, pues, nos dice, que si no la obra arquitectónica, a lo menos la idea y la ejecución vienen desde los antiguos mexicanos. El objeto y su destino expresado por la palabra topia, parecen indicar también una corrupción de la mexicana toptli (ídolo o efigie de una divinidad); y aun la significación que le oyeron dar los primeros misioneros, interpretándola por xícara, conviene exactamente por su forma con la de cazuela o escudilla290



La relación de las costumbres de estos indios la tomaremos del padre Alegre y de la obra del padre Andrés Pérez de Ribas. Vivían los acaxees junto a los ojos y charcos de agua en pequeñas fracciones, y sobre los picachos o mogotes difíciles de trepar, porque aunque eran de una misma nación y lengua, las rancherías se hacían entre sí continuada guerra; era la causa que por pequeño que fuera el agravio que alguno recibía, luego recogía a sus parientes y con ellos tomaba cumplida venganza; y a su turno este segundo tornaba a la carga, y así nunca terminaba la querella. Iban a la guerra con todas las riquezas que tenían en sus casas de tilmas, chalchihuites, plumería y armas. Estas consistían en arcos, flechas, carcaxes de pellejos de leones, lanzas de brasil colorado, y se adornaban con una «cola hecha de gamuzas teñidas negras, y sacadas unas tiras largas que salen de un espejo redondo, puesta en una rodaja de palo tan grande como un plato pequeño, y esa asentada en el fin del espinazo, baja la cola hasta las corbas en un cordel con que van ceñidos.» La macana llevaban atravesada como daga, la tilma cruzada por el pecho, y la cara, las piernas y los brazos pintados o embijados de amarillo, o de negro de hollín del comal y ceniza; el chimal guarnecido de plumería, «los cuales son como las vaseras de vidrios y cálices, con los cuales se revuelven y adargan metiendo todo el cuerpo debajo de ellos.» En la mano izquierda tienen el arco y la lanza, con la derecha flechan, y en cayendo un enemigo, con una hacha pequeña, que   —312→   también tienen, le cortan la cabeza, y esta se llevan, si no pueden todo el cuerpo. En volviendo a sus tierras, «si traen algún cuerpo, media legua antes de llegar al pueblo, para que las mujeres que ayunaban mientras iban a la guerra, y las demás que están en el pueblo le salgan a recibir; ellos esperan en un puesto que para esto tienen señalado, donde hay muchas piedras hechas a manera de canal larga, de más de cuatro pies y cubierta como albañal, por las cuales van metiendo los cuerpos que traen, y dan a las mujeres las manos para que las lleven colgadas al cuello como nóminas.» Llegados a sus casas, que son de terrado y con puerta muy pequeña, junto al árbol de zapote que tienen en el patio (y al pie del cual dejaron una flecha o un hueso de muerto para que su ídolo les diese victoria), sobre una piedra lisa dejan la carne mientras se pone a cocer: luego desmenuzan el cuerpo, cortándolo por las coyunturas, y lo ponen en dos ollas, teniendo cuidado del fuego dos viejos destinados al intento, durante toda la noche, que los demás gastan en baile y regocijo, con la cabeza del muerto en las manos. A la mañana sacan los huesos mondos, que guardan con las cabezas o los cráneos en sus casas fuertes en serial de sus victorias. La carne deshecha ya, la revuelven con frijoles o maíz cocido, y a cada uno de los que asistieron al baile dan su porción en un cajete; la primera ración dan a su ídolo y al guerrero vencedor, a quien hacen un agujero en el labio de abajo en medio de la barba, que pasa de un lado a otro, y allí le meten un hueso con un botón por dentro y que sale por fuera como tres dedos, y se hacen tantos agujeros como hombres han muerto.

Ayunan rigorosamente, y mientras dura, ni comen cosa con sal, ni tocan persona, ni hacen nada; sólo comen un poco de maíz tostado o pinole, que beben en una calabacilla que traen colgada en señal de que ayunan: esta ceremonia guardan cuando van a la guerra, o si ven algún xixime, que son sus enemigos, cuando siembran, cosechan, pasean o lo hacen por devoción. Llaman a sus ídolos Tesaba, y al principal Neyuncame, el que todo lo hace: el dios que cuidaba las sementeras tenía la forma de conejo o venado, para que estos animales no las talaran; el que cuidaba de la caza de los ciervos que se cogían para hacer tamales al recoger las sementeras, eran unas grandes astas de venado; una águila muerta era el numen para la volatería, y un navajón de pedernal servía para que las flechas no se descompusieran. Otros ídolos había en figuras humanas, o solo las cabezas, no faltando uno que «era la cabeza de un hombre bien hecha, con un cucurucho como de capilla de un fraile capuchino.» Cuidan de los dioses unos sacerdotes, que fingen tener el poder de sanar las enfermedades por medio de conjuros, hablar con los ídolos y remediar las necesidades comunes, por el imperio que tienen sobre los elementos.

  —313→  

«Tienen estos ídolos unos altares muy fijos, hechos de figura circular, comenzando con un círculo muy pequeño, de compás de dos palmos, y sube una vara en alto, hecho de piedras llanas con barro y luego otro mayor que cerca aquel del mismo altar, y luego otro y otro hasta que viene a ser un compás de dos varas. En este altar tenían los ídolos y ofrecían las ofrendas, y cuando no había otra cosa, ofrecían y ofrecen todavía una hoja de árbol puesta una piedrecita encima; otras veces un manojo de zacate, y encima la piedra para que no se vaya. En las juntas de los caminos suelen tener un montón de piedra, en el cual ponen un manojito de zacate y una piedra encima para no cansarse en el camino.»



Comúnmente andan desnudos; en la cintura llevan ceñido un cordel delgado, con flecos o borlas de un geme de largo y cuatro o seis dedos de ancho en la parte delantera; cúbrense algunos con tilmas de algodón, o de, pita sacada del maguey, que tiñen algunas veces de azul, o de pieles adobadas. Se sientan sobre la planta del pie derecho, doblando la rodilla y poniendo contra el suelo el empeine del pie, causa por la cual tienen allí muchos callos. Conservan largo el cabello y lo cuidan con esmero; se lo trenzan con cintas blancas de algodón. Traen al cuello grandes sartas de caracoles y de coscates de algunos mariscos, y lo mismo en las muñecas de las manos: se agujeran la ternilla de la nariz, y se cuelgan con un cordón una piedra verde de las que llaman chalchihuites; traen en las orejas muchos zarcillos negros, cada uno con una cuenta blanca, o arillos de plata o de cobre «tan grandes como manillas, y en grandísima afrenta entran ellos cuando alguna vez, estando borrachos, le desgarran las orejas.» Traen algunos liga en las piernas de las garras de los venados que han muerto, y lo mismo en la garganta del pie, porqué dicen que así trepan las montañas con facilidad; si se cansan, se sangran de las piernas con una flecha aguda; lo mismo practican en la frente y cerca de las sienes cuando les duele la cabeza.

Yendo de camino las mujeres llevan la carga en un cacastle, que tiene la forma de un huacal, solo que es angosto por abajo y ancho por arriba; en estos va la comida, que es el maíz blando en mazorca, y sobre ella los utensilios para comer, y envuelto en una tilma el niño arriba de todo, que allí va durmiendo, y a veces van dos: a los lados van los papagayos y las guacamayas, que crían y cuidan para tomarles las plumas y adornarse con ellas; y además penden las patas de los venados matados por el marido ensartadas en unos cañutos de caña, y los huesos de los mismos, que hacen ruido como cascabeles: cargando el marido a la espalda el muchacho más grande, van en esta forma hombre y mujer, llevando a cuestas toda su hacienda. Comen en los caminos y en la guerra un poco de maíz tostado, y como alguno derraman al sacarlo, si van muchos juntos, les siguen los cuervos para   —314→   comer el desperdicio, y esta era la señal por qué los españoles descubrían si se acercaban indios de guerra.

Es gente mediana de cuerpo, bien agestada y proporcionada, de color no muy oscuro, y no se rayan el rostro sino los de la provincia de Baimoa; son fáciles, alegres, y conversan con afabilidad y risa; ni son huraños, ni esquivos, ni melancólicos, ni retirados, ni temerosos, ni encogidos, sino largos, atrevidos y muy liberales, que acostumbran poner a la puerta de su casa una olla de pinole, y de ella bebe todo el que pasa, sea propio o extraño. Gozan de buen entendimiento, prosiguen con tesón lo comenzado, y no les eran extraños algunos rasgos caballerosos.

Juegan a la pelota como los antiguos mexicanos, con grandes esferas de ule, que no se tocan durante la partida, sino con los hombros o los cuadriles: en todos los pueblos hay para el efecto el vatey o plaza, y juegan los vecinos o unos pueblos contra otros, preparándose en este caso con tres días de anticipación con bailes, cantos y algunas ceremonias: apuestan sus efectos más preciosos o cosas como arrancarse las pestañas o pasarse chile bravo por los ojos abiertos. Las mujeres juegan al patole «que son cuatro cañas abiertas, y según caen, dando con ellas en una piedra, así van contando las rayas en unas piedras que tienen puestas en ringlera con dos puertas que han de salvar con el número que sale sin caer en ellas, que llaman ellos quemaderos, porque si caen en ellas comienzan a contar de nuevo: pongo por ejemplo, faltándome dos para llegar a la puerta: si caen tres, salvo la puerta, y si caen dos caigo en ella, y así vuelvo al principio.»

Los jesuitas ganaron para el cristianismo a los acaxees, y las poblaciones que con ellos fundaron tuvieron el nombre de misiones de Topia. Contaban tres partidos, dos de los cuales pertenecían a Sinaloa, correspondiendo, el último a Durango; en aquellos se hablaba la lengua tebaca, y el acaxee, en Bamupa y Soyatlan, como se lee en el artículo correspondiente. El mismo acaxee se usaba en el tercer partido, compuesto de San Ignacio Tamazula, San Ignacio Atotonilco, San Joaquín Chapotlan y San José Canelas, cuyos habitantes hablaban generalmente, además de su idioma propio, la lengua mexicana291. Los pueblos referidos, que corresponden hoy al partido de Tamazula, no eran los únicos que pertenecían a Topia y formaban la provincia de este nombre; deben añadirse San Pedro valle de Topia, el mineral de Topia, Asunción Sianori, San Antonio Tahuahueto y los Dolores de Agua Caliente, las cuales poblaciones marcan los terrenos habitados por los acaxees292, con los que después veremos.

  —315→  

Eran de esta familia los papudos y los tecayas que vivían hacia el real293. Los baimoas al Norte, y los sabaibos. De estos sabaibos dice el padre Alegre294 que eran nación distinta de la acaxee aunque hablaban la misma lengua; pero en la relación de las misiones, tantas veces citada295, encontramos que la lengua sabaiba se nombra como distinta de la xixime y de la acaxee, por lo cual hemos clasificado el sabaibo como lengua hermana del acaxee. Los sabaibos habitaban en el partido de San Ignacio Otatitlan, con los pueblos de Paiba, Alaya y Quejupa, que corresponden al Estado de Sinaloa.




Xiximes

Los xiximes vivían en el corazón de la Sierra, en los puntos más escabrosos e intransitables. Era sin comparación la tribu más bárbara y brutal: enemiga jurada de los acaxees con quienes estaba en continua guerra. Más que ningunos otros bárbaros, tenían la repugnante y atroz costumbre de comer carne humana; y no sólo era esto con los prisioneros que caían en sus manos, sino que cada uno para proveer de sustento a su familia salía a las montañas en busca de un acaxee, como si fuera a caza de un venado: los huesos y las calaveras los colgaban como trofeos en las paredes y en las puertas de sus habitaciones y en los árboles vecinos. En el traje y en las costumbres eran semejantes a sus vecinos: traían largo el pelo, que se trenzaban con cintas de diversos colores, usaban de las mismas armas y tenían lengua particular, llamada xixime, aunque hermana de la acaxee.

Los jesuitas redujeron a esa nación, formando con ella cuatro partidos: 1.º San Pedro Hetasi, con sus sujetos San Pedro Guarizame y Santa Lucía. 2.º Santa Cruz de Yamoriba y San Bartolomé de Humase. 3.º Santa Polonia, con la Concepción y el Nuevo Santiago. 4.º San Ignacio, con San Gerónimo, San Juan y San Francisco Cabazan296. Este último corresponde a Sinaloa.

Debemos ahora añadir los cuatro partidos de las misiones llamadas de San Andrés: el 1.º compuesto de San Ignacio Otatitlan, Paiba, Alaya y Quejupa; ya hemos visto arriba que era de los sabaibos; el 2.º San Ildefonso de los Remedios, Santa Catalina y el Palmar, y el 3.º San Gregorio, Soibupa, San Pedro y San Mateo Tecayas, debemos juntarlos a los acaxees, con lo cual queda cerrada la determinación de su territorio; y el 4.º Santa María Otaiz, Santiago Batzori, presidio de San Hipólito y Guapijuxe297, son de   —316→   xiximes. En todos cuatro, demás de su idioma particular, debe notarse y muy mucho que hablaban en general el mexicano.

Los xiximes tenían también algunas familias salidas de su tronco. Los hinas, habitantes de las márgenes del río de Piaztla, y los humes. De estos dice el padre Luis de Ahumada, testigo de vista, que su principal pueblo era Guarizame, y los demás Toministame, Queibos, Yazaboitia, Acuz, Yomocoa, Tomisitua, Zipamoytia y Mosas: «los moradores de esta quebrada se llaman humes, nación distinta de los xiximes aunque, tienen una misma lengua: es gente política, obedecen todos a un gobernador que en cada pueblo tiene sus particulares caciques; son grandes labradores, y lo que más me admiró fue ver sus sementeras que hacían en las lomas más a pique, donde se da tan fértil el maíz, que nos admiró la grandeza y colmo de las mazorcas: siembran también frijoles, chile, calabazas, chia y otras semillas a este modo; tienen muchos cañaverales y cañas dulces, zapotes, guayabas y otras frutas de tierra caliente, porque lo es mucho lo profundo de la quebrada, y por el contrario muy fríos y destemplados los altos de ella, tanto que nos hubimos de helar con las muchas nieves que cayeron en todo el tiempo que estuvimos en los altos: el traje de estos indios es muy vistoso y variado de tilmas de muchos tochimites, vestidos de la cintura arriba, coronadas sus cabezas de diademas de varias plumas de papagayos y guacamayas con algunas hojas de plata batida: usan flechas con varillas de brasil, lanzuelas de lo mismo, hachuelas de fierro en lugar de macanas; traen unas colas postizas de varios animales y en ellas algunos cascabeles; corresponden a estas desde el nacimiento unos pequeños espejuelos que rescatan a los indios que salen a tierra de paz. Es gente de muy buen entendimiento y discurso, viven en casas de adobes y terrado embarradas y embijadas, a nuestro modo pintadas; consta cada ranchería de cinco o seis casas, puestas en contorno de una pequeña plazuela que tienen muy llana y limpia; dejan entre casa y casa un pequeño portillo en orden a defenderse con poca gente de muchos enemigos, y a esta causa tienen las casas unas sumamente pequeñas puertas que mejor parecen ventanas, algo altas del suelo por donde no se puede entrar sino paulatinamente y por partes, primero la cabeza y luego los brazos apoyándose siempre en ellos, y las manos se dejan caer para entrar el resto del cuerpo, todo en orden a guarecer sus hijos y mujeres en tiempo de rebatos, que los tienen a menudo, y varias guazabaras con sus vecinos xiximes, tepehuanes e hinas, que por particulares intereses tienen entre sí guerras continuadas. Están estas rancherías con grande arte en esta fragosa quebrada, porque por el aire de una a otra hay un pequeño espacio, de manera que a voces moderadas se hablan y comunican; mas para   —317→   ir a ellas hay bien que sudar y venir por la profundidad de las barrancas y la fragosidad de las cuestas que las dividen, por donde van ellos como unos gerifaltes, y nosotros por prisa que nos demos, a buen mediar, no hacemos poco en atravesar de una a otra en tres y cuatro horas, y esto a pié, agarrándonos con manos y pies.»298

En cuanto a los hinas, encontramos en el padre Ribas299, que su primer pueblo era Guaimino, Iztlan después San Francisco Javier, y Queibos, llamado por los mexicanos Quilitlan y después Santiago: este Queibos debe ser sin duda otro pueblo del mismo nombre del que arriba hemos nombrado, a no ser que los padres Ribas y Ahumada se contradigan en este punto, en cuyo caso me atengo a lo que el segundo afirma.

Los xiximes con las tribus de su filiación ocupan el partido de San Dimas.




Tepehuan

Pasemos ahora a los tepehuanes. La provincia tepehuana, según el padre Alegre300, se extiende «desde la altura misma de Guadiana (Durango), a poco menos de 25º hasta los 27º de latitud septentrional. Sus pueblos comienzan a las 25 leguas de la capital de Nueva Vizcaya, hacia el Noroeste en Santiago de Papasquiaró. Al Norte tiene a la provincia de Taraumara, al Sur la de Chiametlan y costa del seno californio, al Oriente los grandes arenales y naciones vecinas a la laguna de San Pedro, y al Poniente la Sierra Madre de Topia, que la divide de esta provincia y la de Sinaloa. La religión, las costumbres, el traje y las armas de estas gentes, eran con poca diferencia las mismas que hemos dicho de Sinaloa.»

Si estos límites se refieren a las misiones de tepehuanes, o a la provincia tepehuana, muy bien podrán ser; mas si esos rumbos señalan el terreno habitado por la tribu, entonces no son exactos, como muy pronto veremos.

De las costumbres se asegura que son las mismas de los sinaloas; añadiremos lo que hemos leído acerca de los habitantes del partido de Ocotlan. «Estos gentiles, dice el padre Juan Fonte, guardan la ley natural con grande exactitud. El hurto, la mentira, la deshonestidad está muy lejos de ellos. La más ligera falta de recato o muestra de liviandad en las mujeres, será bastante para que abandone su marido a las casadas y para jamás casarse las doncellas. La embriaguez no es tan común en estas gentes como en otras más ladinas, no se ha encontrado entre ellos culto de algún dios, y aunque conservan de sus antepasados algunos ídolos, mas es por curiosidad   —318→   o por capricho, que por motivo de religión. El más famoso de estos ídolos era uno a quien llamaban Ubamari, y había dado el nombre a la principal de sus poblaciones. Era una piedra de cinco palmos de alto, la cabeza humana, el resto como una columna, situada en lo más alto de un montecillo sobre que estaba fundado el pueblo. Ofrecíanle los antiguos flechas, ollas de barro, huesos de animales, flores y frutas.»301

La emigración mexicana dejó huellas en el país de los tepehuanes. Cerca del Zape, «en la sima de una roca, nace una fuente, y al derredor hallaron los padres muchos ídolos y fragmentos de columnas al modo de las que usaban los mexicanos. En el valle observaron también algunas ruinas de edificios, que les hicieron creer que habían hecho allí asiento los mexicanos, en aquella famosa jornada desde las regiones septentrionales que están constantes en sus historias.»302 En otra parte se hace notar que los nombres Ocotlan, Atotonilco y otros, son enteramente mexicanos, y se añade: «Cavando delante de la iglesia que ahora se fabrica, se hallaban a cada paso ollas bien tapadas, con cenizas y huesos humanos, piedras de varios colores con que se embijan, metales y otras cosas, y lo que les causaba más admiración eran las estatuas y figuras que descubrían de varios animales. A mi me la causó con ver una que parecía vivamente un religioso con su hábito, cerquillo y corona muy al propio. Y lo que he podido entender de indios muy viejos, es que pararon aquí los antiguos mexicanos que salieron del Norte a poblar ese reino de México, y no debieron de ser pocos, pues una media legua está llena de estos como sepulcros y ruinas de edificios y templos.»303

Las misiones que los jesuitas fundaron entre los tepehuanes de Durango, contaban cuatro partidos: 1.º Santiago Papasquiaro con San Andrés Atotonilco y San Nicolás; 2.º Santa Catalina y Tepehuanes; 3.º San Ignacio del Zape y San José; 4. San José del Tizonazo y Santa Cruz de Nazas, sobre el río de su nombre. Acerca, de ellos haremos estas aclaraciones; el pueblo de San Nicolás no era de tepehuanes sino de xiximes; en el Tizonazo hubo indios de las tribus de salineros y de cabezas, que habiendo tomado parte en el alzamiento de los tobosos fueron exterminados, en consecuencia se repobló la misión con ópatas de Sonora, que hablaban la lengua ure304.

No eran los habitantes de estos pueblos los únicos que en Durango hablaban el tepehuan, debemos añadir Durango, el Tunal, Santiago, San Francisco del Mezquital, San Miguel Yonora, San José de Joconostla, Santa María, Santiago Teneraca, San Francisco Ocotan, San Pedro Jícara, Santa María Guazamota,   —319→   San Bernabé, San Antonio, San Lucas de Galpa, Lajas, Santa María Milpillas, Magdalena Tajicaringa, San Antonio Ilamatech, Pueblo Nuevo, San Diego del Río305, Canatlan, Cacaria, etc., incluyendo los pueblos de los partidos de Durango, Santiago Papasquiaro, el Oro e Indehec, y parte de los del Mezquital, Nombre de Dios, San Juan del Río y Nazas. Al Norte, entre los tarahumares de Chihuahua hay tepehuanes, como después veremos, de manera que comienzan en el Estado de Jalisco, tocan en Sinaloa, se extienden por Chihuahua, y confinan al Este con la tribu zacateca y con los laguneros de Coahuila por el partido de Mapimí.

En San Juan de Analco, pueblo que forma como un barrio de Durango, poblaron tlaxcaltecos, llevados allí como colonos.

El señor don Fernando Ramírez tiene noticia de que en Cacaria existió la tribu cácari que se extinguió, sin dejar rastro ninguno.

La parte Este del Estado estuvo habitada por los zacatecos, que se extendían hasta el río Nazas306. Cuencamé, Cerro Gordo, San Juan del Río, Nombre de Dios, quedaban comprendidos en esta demarcación: demás del zacateco, se encontraban muchos que hablaban el mexicano307.

La parte del partido de Mapimí al Este, lo ocupaban los pueblos de la lengua irritila; sobre los cuales ejercían grandes depredaciones los tobosos. Aunque en un pequeño espacio, Durango tiene tarahumares; vivían en San José de Bocas, cabecera de una de las misiones de los jesuitas.

Determinadas las tribus que se encuentran en Durango, con los lugares que ocupan, diremos algo de sus lenguas. Se hablan el acaxee, el xixime, el sabaibo, el tepehuan, el tarahumar y el mexicano; lenguas perdidas el cácari, el zacateco, el irritila, el toboso y el ópata.




Acaxee

Lengua que de una manera dudosa hemos hecho hermana del mexicano; si los acaxees resultan de diverso tronco etnográfico que los aztecas, no hay duda alguna que ambas tribus tuvieron un roce íntimo y prolongado. Balbi pone una lengua topia como diversa de la acaxee; en nuestro concepto no existe esa diferencia, y en nuestra clasificación dejamos ambos nombres como sinónimos. El acaxee se extiende por Durango y por Sinaloa: lo limitan al Norte y al Este el tepehuan, al Sur el xixime y al Oeste el sabaibo y el tebaca. Lo hablan los acaxees, papados, tecayas y vaimoas.



  —320→  
Xixime

Idioma que tiene parentesco con el acaxee, y que por lo mismo se debe referir al grupo en que este se coloque sea cual fuere: está clasificado en la familia mexicana porque allí le llevó el acaxee. Se encuentra en Durango y en Sinaloa: tiene al Norte el acaxee, al Este el tepehuan, al Sur el tepehuan y el mexicano, y al Oeste el mexicano y el sabaibo. Lo hablan los xiximes, los hutas y los humes.




Sabaibo

De la familia de los dos idiomas anteriores; nosotros le hemos colocado como dialecto del acaxee. Tiene al Este el acaxee y el xixime, al Norte el acaxee y el tebaca, y por los otros rumbos el mexicano. Se extiende por Durango y por Sinaloa, y lo hablan los sabaibos.




Tepehuan

De la familia ópata-tarahumar-pima; se encuentra escrito tepehuan, tepeguan. Se extiende por Durango, Jalisco, Chihuahua, Coahuila y Sinaloa: lo limitan al Norte el concho y el tarahumar, al Este el irritila y el zacateco, al Sur el zacateco y el cora, y al Oeste el mexicano, el xixime, el acaxee y el tebaca.




Tarahumar

Lengua propia de Chihuahua, y que toca una muy pequeña fracción en Durango.




Mexicano

Usado entre algunas de las tribus enumeradas, conforme al dicho de los misioneros.




Lenguas perdidas

Totalmente el cácari, el zacateco, el irritila y el toboso; parcialmente en Durango el ópata.





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ArribaAbajoXXI. Chihuahua

El Estado de Chihuahua junto con el de Durango, compusieron lo que se llamó en un tiempo la Nueva Vizcaya; agregados Sonora, Sinaloa y el Nuevo México, tenían el nombre de provincias internas de Occidente, gobernadas por un comandante general, dependiente unas veces del virreinato de México, sujeto otras solo a la corte de Madrid.

Los misioneros conquistaron propiamente aquel país: sus gobernadores no sirvieron de más, que de hacer la guerra a los bárbaros y destruir hasta cierto punto la población.

Entrando a la enumeración de las tribus que habitaban el Departamento, comenzaremos por los tarahumares. El principio de su reducción se atribuye al padre jesuita Juan Fonte en 1607; la Compañía de Jesús redujo a pueblos aquellas tribus, que en 1771 pasaron a la dirección de los religiosos de Guadalupe. De estas misiones, algunas se secularizaron, y el resto vino a decadencia en poder de los nuevos ministros que se les pusieron. En cuanto a las costumbres de los tarahumares, asegura el padre José Pascual, uno de sus misioneros más antiguos, «que es gente política, y aun en su gentilidad se cubrían ellos, y mucho más ellas, con un tejido de pita hecho de unas palmillas silvestres de que sacaban hilo, y tan tupido que la agua en él se contiene sin derramarse o consumirse, mucho más cuando está tirante. Son grandes labradores, crían aves de Castilla en abundancia, y muchos tienen sus manadas de ovejas, con lo cual mantienen algún trato y comercio con los españoles, que les ferían ropa y otras cosas. Son belicosos y en las ocasiones que se han ofrecido han mostrado mucho valor, o por los españoles o contra ellos. Al Oriente tienen el río de los Conchos y al Poniente la Sinaloa, Sonora y las regiones del Nuevo México,   —322→   al Norte y al Austro la Nación de los Tepehuanes, cuya lengua hablan también comúnmente

Los pueblos pertenecientes a los tarahumares se conocen en general por la terminación en chic, aunque hay algunos que fundados por los misioneros recibieron nombres arbitrarios. Se dividían en tarahumares altos y bajos, o viejos y nuevos. Los jesuitas establecieron entre aquellos cinco partidos, y ocho entre estos; los franciscanos fundaron otras misiones, de manera que, en 1793, se habían encargado once misiones a curas doctrineros, diez y ocho estaban a cargo de los religiosos del colegio apostólico de Guadalupe de Zacatecas, y había ocho que estos mismos habían fundado.

Los pueblos que les correspondían eran estos:

Partido de Aldama:

  • Julimes.

Partido de Balleza:

  • Baquiarichic
  • Guasarochic
  • Tecorichic
  • Joya
  • San Felipe
  • San José de Olivos
  • San José
  • Guadalupe
  • San Javier
  • San Gerónimo
  • Piedras bolas
  • Santa Ana.

Partido de Batopilas:

  • Guapalaina
  • Mamorachic
  • San Ignacio
  • Santa Ana
  • Satebó
  • Tubares
  • Yoquivo
  • Refugio
  • Chinatú
  • Dolores
  • Navogame
  • Tahonas
  • Guazápares
  • Cerocahui
  • Guadalupe
  • Gueguachic
  • Temoris
  • Tepachic
  • Chinipas
  • Agua caliente
  • Loreto
  • Santa Ana
  • San Andrés
  • San Miguel
  • Tenoriva
  • San José de Cruces
  • Baborigame
  • Basonopa
  • Cinco llagas
  • Guerechic
  • Santa Rosa
  • Tierra colorada
  • Toallana.

Partido de Chihuahua:

  • Santa Isabel
  • Satevó
  • Chuviscar
  • Nombre de Dios
  • Cuevas
  • Santa Rosalía
  • —323→
  • Babonollaba
  • San Andrés
  • San Lorenzo.

Partido de Concepción:

  • Ariziochic
  • Bachiniva
  • Tomochic
  • Paquirachic
  • Cajurachic
  • Yepachic
  • Basaseachic
  • Tutuaca
  • Santo Tomás
  • San Miguel
  • Matachic
  • Cocomorachic
  • Tejolocachic
  • Temosachic
  • Yepomera
  • Moris
  • Uruachic
  • Batopilas
  • Jicamorachic
  • San Luis.

Partido de Cusihuirachic:

  • Coyachic
  • San Bernabé
  • Isoguichic
  • Bocoyna
  • Cusarare
  • Guacaivo
  • Alamos
  • Pachera
  • Bichechic
  • Temechic
  • Norogachic
  • Papajichic
  • Tetaguichic
  • Nonoava
  • Carichic
  • Bacaburiachic
  • Baquiachic
  • Papigochic
  • Teguerichic
  • Carretas
  • San Bernardino
  • San Borja
  • Santa Ana
  • Paguichic
  • Saguarichic
  • Teporachic.

Partido de Paso:

  • El Real
  • Socorro
  • Senecú
  • Isleta.

Partido de Rosales:

  • San Francisco de Concho
  • San Pedro.

Esta relación, tomada del Ensayo Estadístico sobre el Estado de Chihuahua, difiere algo de las otras relaciones que consultamos, y como ellas, contiene no solo a los tarahumares sino también a los otros pueblos que habitan en aquella fracción política, para encontrar con precisión lo que buscamos, fuerza será ir separando las diversas tribus, a fin de dejar el resto a la lengua tarahumar.

En la visita que el señor Tamarón hizo a su obispado de Durango (Manuscrito en poder del señor don Fernando Ramírez), se encuentra que pertenecen a los tubares los pueblos de Concepción, San Ignacio y San Miguel; en Cinco llagas   —324→   pone además de los tubares o tovares, como les llama, tepehuanes, tarahumares y tintis. Los tubares que habitan uno de los afluentes del río del Fuerte, hablan idioma particular, que es un dialecto del tarahumar, distinto del varogio y del guazápare; se llama tubar.

En San Andrés Chinipas vivían los chinipas, a que se agregaron los guailopos y maguiaguis: en Nuestra Señora de Guadalupe de Voragios o Taraichi, los hizos: en Nuestra Señora de Loreto de Voragios o Sinoyeca y en Santa Ana, los varogios; después se les juntaron los husorones, cutecos y tecargonis. En estos cuatro pueblos y en sus rancherías, que formaban dos partidos de misiones, hablaban la lengua varogia, semejante a la tarahumar, aunque tenía marcadas diferencias308.

Habitaban en Santa Teresa de Guazapares o Guazayepo, los guazápares; y los temoris en Santa María Magdalena, Nuestra Señora del Valle Humbroso, Cerocahui y algunas rancherías; hablaban el guazápare, dialecto semejante al varogio, pero mucho más cercano al tarahumar309. En casi todas las relaciones están estas tribus confundidas en su nombre y en su idioma con los tarahumares.

En el pueblo de Pachera, que los misioneros nombraron Santa Rosa de Santa María, se encuentran los tarahumares pacheras310.

La descripción topográfica de las misiones de propaganda-fide de nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas, en la Sierra Madre311, pone como pueblos de tepehuanes Nabogame, Baborigame, Cinco Llagas, Basonopa, Guerachic; y de tepehuanes y tarahumares Chismal (Chinatú) y Santa Ana. La relación de las misiones312 asegura ser también de esta tribu San Pablo de Tepehuanes (Balleza), San Juan Atotonilco y San Gerónimo Huexotitlan. En cuanto a la misión de Jesús del Monte de Tutuaca, compuesta de la cabecera y de los pueblos de San Juan Evangelista Tosonachic, Santiago Yepachic y San Juan B. Maguina, no están conformes las relaciones consultadas313; unas dicen que los habitantes son pimas, otras que tepehuanes, y no falta quien las ponga como de solo tarahumares. En nuestro sentir, la mayor parte eran pimas, aunque no faltaban tepehuanes: como se encuentran también dispersos hacia el Norte confundidos con los tarahumares.

Sigamos ahora con los conchos: «Esta es nación bastante numerosa, dice el padre Alegre314, que se extiende hasta las orillas del río Grande del Norte. Por la parte del Septentrión confina con los laguneros y al Medio   —325→   día tiene algunos pueblos de los tepehuanes y valle de Santa Bárbara.» La tribu hablaba la lengua particular llamada concha: mas no solo eran los conchos quienes las componían, sino otra porción de familias que usando el mismo idioma llevaban distintos nombres. Los primeros que se presentan son los mejuos; los tapacolmes en Santa Cruz de Tapacolmes (hoy Rosales); los anchanes que poblaron a la orilla del río Conchos, y después se juntaron con los julimes; los cholomos en el pueblo de San Pedro, orillas del mismo río. Los pueblos que compusieron las misiones llamadas de la junta de los ríos (el Conchos y el Bravo), que son Santiago Apóstol de la Ciénega de Coyame, Nuestra Señora de Begoña el Cuchillo Parado, Nuestra Señora de Loreto de indios mezquites; San Juan B. de indios cacalotes; San Francisco de Asís la junta de indios oposines; Nuestra Señora de Aranzazu de indios conejos; Nuestra Señora de Guadalupe de indios polames y sívolos; señor San José de indios puliquis; San Antonio de Padua de indios conchos; San Cristóbal de indios pasalmes315. Deben añadirse los mamites, colorados, arigames, otaquitamones, pajalames y poarames.

Pasando ahora al Oeste nos encontramos con los ovas, tribu que vive principalmente en Sonora, y que habla la lengua ova, jova o joval, dialecto del ópata: en Chihuahua está poblada orillas del río Papigochi (el Yaqui), llegando hasta cerca de Yepomera, de la misión de tarahumares de Matachic; sus rancherías se llamaron Oparrapa, Natora, Bacaniyahua o Baipoa, Orosaqui y Xiripa.

Los tarahumares, estrechados entre las naciones que hemos mencionado, se extendían por el Norte hasta más abajo de San Buenaventura; el terreno restante hasta el río Bravo lo ocupan los apaches, y lo habitaron en aquellos siglos varias tribus que fueron sus precursores, y de las cuales algunas tenían con ellos la misma filiación. Tales eran los janos, con quienes se fundó el presidio de ese nombre; los tobosos tan perjudiciales por todos aquellos rumbos; los sisimbres, chizos, cocoyomes, coclamas, tochos, chizos, babos y nures.

Los chinarras o humas estaban avecindados hacia el Sureste, en el pueblo de Santa Ana, y hablaban un dialecto mexicano.

Por último, los julimes, congregados después de su conversión en el pueblo de su nombre, hablaban el julime, lengua que tiene afinidad con el tepehuan.

En las márgenes del Bravo se encuentran el Paso, San Lorenzo o el Realito, Senecú, la Isleta, el Socorro y el Carrizal, que antiguamente pertenecieron al Nuevo México y hoy quedan en jurisdicción de Chihuahua; en los   —326→   pueblos de junto al río habitaron indios piros y sumas, hablando el idioma piro.

Resumiendo lo que va asentado, diremos que en Chihuahua se hablan las lenguas tarahumar, voragio, guazápare, pachera, tubar, tepehuan, jova, pima, apache, concha, chinarra y piro; lenguas perdidas el julime y el toboso.


Tarahumar

Tarahumar, tarahumara, lengua que tiene afinidad con el ópata y el pima, con las cuales forma familia particular; Balbi reconoce el parentesco entre el tarahumar y el ópata, y dice que aquel tiene afinidad con el mexicano, aserto que ya sabemos lo que puede significar. El tarahumar se derrama por Chihuahua, Durango y Sonora: tiene al Norte el apache, al Este el concho, al Sur el tepehuan y al Oeste el ópata y el pima. Cuenta varios dialectos.




Varogio

Varogio, voragio, varohoo, chiripa, dialecto del tarahumar, hablado por los varogios, voragos, varohios, chiripas, guailopos, maguiaquis, laizos, husorones, cuatecos y tecargonis.




Guazápare

Dialecto del tarahumar; lo hablan los guazápares y los temoris.




Pachera

Dialecto del tarahumar; propio de los pacheras.




Tubar

Dialecto del tarahumar, nombrado por Balbi como lengua que no pertenece a esta familia; lo usaban los tubares y tinos.




Tepehuan

Lengua de las que componen el grupo que se encuentra en estas regiones, de la cual dijimos en Durango lo que le corresponde.




Joya

Dialecto del ópata, y cuyo principal asiento está en Sonora.



  —327→  
Pima

Lengua particular de Sonora, en donde la encontraremos muy de espacio.




Apache

Lengua particular, formando una familia distinta; se extiende por una gran parte de la frontera. Véase al fin el artículo Apaches.




Concha

Concha o concho; lengua afín del mexicano: nosotros la hemos clasificado como su dialecto. Sería bueno dejarle la terminación femenina, para no confundirla con el concho de Californias, con el cual no sabemos que tenga, parentesco. Lo hablan los conchos o conchas, mejuos, tapacolmes, anchames, cholomos, mezquites, cacalotes, oposines, conejos, polames, sívolos, puliques, pasalmes, arigames, otaquitamones, pajalames, poarames, mammites y colorados.




Chinarra

Dialecto del mexicano, usado por los chinarras o humas.




Piro

Idioma sin clasificar, de los piros y de los sumas.




Lenguas perdidas

El julime, de la familia tepehuan, que no hemos sabido hallar donde se encuentra en la actualidad, y el toboso de filiación apache.





  —328→  

ArribaAbajoXXII. Sinaloa

En nuestras divisiones políticas actuales, el Estado de Sinaloa ocupa el terreno comprendido entre el río Cañas al Sur; que lo separa de Jalisco; el río del Fuerte, al Norte, límite con Sonora; el mar Pacífico al Oeste, y la gran cadena de montañas que al Este lo divide de Durango y de Chihuahua. Durante los últimos tiempos del gobierno colonial, la geografía encontraba en ese espacio diversas denominaciones, de que se hacia uso en los documentos oficiales y en las noticias de los misioneros. Alegre316 da el nombre de Sinaloa a la parte comprendida entre la margen izquierda del río Yaqui, y la derecha del pequeño río de Mocorito, desde los «24º 20' hasta los 28º 15' de latitud.» Es necesario advertir, que en esta demarcación, en que son muy inexactas las posiciones geográficas, se abraza, además de la Sinaloa propiamente dicha, el país de Ostimuri, que se extendía entre los ríos Yaqui y Mayo. Villaseñor317 señala mejor los términos de la provincia, colocándola entre los ríos de Culiacán y el Mayo. Tomando la dirección al Sur del repetido río Mayo, se encuentra el río del Fuerte, y que se conoce por el Zuaque, y de Corapoa, porque a sus márgenes estuvo situada la villa del mismo nombre, no lejos del lugar en que después se estableció el fuerte de Montesclaros, de donde el río tomó apellido, no faltando quien le llame, como el padre Andrés Pérez de Ribas, río de Sinaloa. Viene después el Petatlan, río de San Felipe y Santiago, Tamotchala, Tamazuela, conocido hoy por de Sinaloa por hallarse en su orilla la capital de la provincia. Sigue el pequeño río de Mocorito o de Sebastián de Evora, que en   —329→   las descripciones de los misioneros sirve de límite entre Sinaloa y Topia. Adelante queda el río de Culiacan, término de la provincia, según Villaseñor. Queda abajo el río de Piaztla o de Elota; entre este y el anterior quedaba la provincia de Culiacan, división política distinta de la de Sinaloa y fuera ya de sus linderos. El terreno que se extiende hasta el río Mazatlan o Mazatan, en cuya embocadura se encuentra el puerto del mismo nombre, componía la provincia de Copala. Desde aquí al río Cañas se contaba la provincia de Chiametla o del Rosario, quedando a su Este la pequeña provincia de Maloya, compuesta, únicamente de cuatro pueblos de indios mexicanos: la Maloya quedaba situada en la falda occidental de la Sierra de Topia.

El padre Ribas llama al país la Calimaya. El padre Alzate asegura que, en el idioma de los aborígenes se le decía Pusolana; los españoles le apellidaron Nuevo Reino de Aragón, y los misioneros le nombraron Sinaloa, tomando el nombre de la numerosa nación de los sinaloas, avecindados en una parte de las orillas, hacia las fuentes del río del Fuerte.

Los jesuitas catequizaron y redujeron a vida política a los habitantes de Sinaloa, comenzando su larga tarea desde el siglo XVI. Los usos y las costumbres de aquellas tribus se encuentran largamente referidas en el padre Alegre318: de su obra tomaremos lo necesario, extractando y copiando a veces al pie de la letra.

Habitan estos vastos países muchas diferentes, aunque poco numerosas naciones. La diversidad la causa por lo común el idioma o la situación de sus rancherías, y muchas veces la sola enemistad, aun entre pueblos de una misma lengua. Las chozas son de bejucos o de carrizos entretejidos, sostenidos por horcones, con las cubiertas de madera, y revocadas con barro: en los pueblos de la Sierra, y en algún otro, había además dos grandes casas de piedra, en una de las cuales se recogían de noche las mujeres, y en la otra los hombres, para estar expeditos caso de una sorpresa. Para defenderse de las inundaciones, formaban sobre los árboles más próximos una especie de tablados, con tierra encima, para poder encender fuego. Las puertas de las casas eran muy bajas, y delante de ellas había un cobertizo o portal, a cuya sombra pasaban los calores del día, y en cuya parte superior secaban sus frutos. Cultivaban el maíz, el frijol y algunas otras semillas groseras, las que sembraban a corta distancia de sus chozas, y recogían a los tres meses: solo conocían de frutas la tuna, la pitahaya, y algunas otras silvestres de ellas y del maguey, sacaban bebidas embriagantes para sus fiestas. La embriaguez no era vicio particular y vergonzoso, sino público y autorizado   —330→   por la nación; la ponían principalmente en ejercicio en la junta en que se deliberaba la guerra, y en el punto de salir a campaña. Vueltos de esta, plantaban en una lanza la cabeza, brazo o pie de los enemigos muertos, a cuyo rededor bailaban al son de roncos tambores y descompasados gritos, añadiendo el canto, en que se tomaba por asunto de la letra, alabar la nación y afrentar a los vencidos. En el baile se mezclaban las mujeres y los jóvenes, pero terminado, sólo los guerreros tomaban parte en las libaciones, y en fumar el tabaco en cañas delgadas y huecas: si el tabaco se fumaba en compañía de una nación diferente, nacía una alianza solemne, cuya transgresión se vengaba cruelmente. Sus armas eran el arco, la flecha con ponzoña, que siendo fresca no curaba antídoto alguno, porras de maderos pesados, picas o churos de palo del Brasil: las defensivas consistían en adargas o escudos de cuero de caimán: pintábanse el rostro y cuerpo de colores brillantes, y se adornaban con plumas de guacamayas.

Tenía entre ellos particular estimación la virginidad; en algunos pueblos las doncellas traían una concha nácar, primorosamente labrada, en señal de su condición, y era una afrenta perderla antes del matrimonio. Este no se contrae sino con el expreso consentimiento de los padres; y a la presencia de estos y de los parientes, quita el marido a la desposada la concha de las vírgenes. Se repudia a la mujer con pretextos livianos; solo los jefes tienen muchas esposas; una doncella camina por los campos, y de una en otra nación, sin temer insulto alguno: hombres de infame trato había en Culiacan y en Chiametla, casos se daban en Sinaloa, pero eran mirados con horror.

No reconocían gobierno ni ley; el poder de los jefes consistía en ciertas distinciones atribuidas a su nobleza, y en la facultad de convocar a la nación, para hacer la guerra o contraer alguna alianza. La ancianidad gozaba de las mismas prerrogativas que la sangre, y una y otra tenían preeminencia sobre el valor y la gloria militar. Practicaban generosamente la hospitalidad, con propios y extraños, menos con los enemigos. Las mujeres se cubrían de la cintura abajo con lienzos de algodón; los hombres andaban de común del todo desnudos. Jamas reñían con los de su pueblo, ni con sus aliados: el homicidio, el hurto, el engaño, el trato inicuo no tenía casi ejemplar entre ellos; la carne humana no la comían sino los pueblos de la sierra. No tenían altares, ni ídolos, ni culto de ninguna clase; solo tenían miedo a algunos ancianos, especie de médicos, que gozaban reputación de hechiceros. Su única ceremonia consistía en encender una gran hoguera en la plaza del pueblo, a cuyo rededor se sentaban los guerreros y los ancianos, y comenzaban a fumar cañas con tabaco; en medio de un profundo silencio se levantaba el de mayor autoridad, y comenzaba a pronunciar un discurso conforme al objeto para que se habían reunido; el orador decía al principio   —331→   con voz mesurada, dando lentamente vuelta, a la plaza; a medida que la importancia del asunto crecía, la voz era más fuerte, mayor la aceleración del paso, y en el silencio de la noche llegaba a oírse en todo el pueblo. Media hora o más duraba el discurso, el que concluido, tomaba el orador asiento en medio de universales aplausos, convidándole con la pipa: otro se alzaba en su lugar, y así se pasaba gran parte de la noche. Aquellas arengas, llenas de figuras y de desahogos, que a los pueblos civilizados parecerían groseros, tenían la fuerza bastante para conmover el corazón de los salvajes y encender en su pecho el amor de la patria y la venganza contra el enemigo: vigorosas, varoniles, recuerdan para mí los discursos de los héroes de la Ilíada, y sea esto dicho corriendo el peligro de que alguno pueda sonreírse con desdén.

La mayor parte de estas naciones vivían a lo largo de los ríos, para gozar de agua y de terrenos que cultivar, en pequeños pueblos o aldeas, apartados más o menos según las comodidades de la tierra. Los habitadores de las montañas y de las marismas se sustentaban de caza, raíces, frutas silvestres, y bebían de la agua estancada de las lluvias; los de la costa gozaban del pescado, sirviéndoles de pan para comer el fresco, el que preparaban seco: esto no era obstáculo para que alcanzaran salud y larga vida. Los sinaloas eran de más alta estatura de todas las naciones de Nueva España, «y aun de las de Europa» , y muy sueltos y ligeros. «Cuando llueve, si quieren defenderse del agua, el remedio es coger una macolla, o manojo de paja larga del campo. Este atan por lo alto, y sentándose el indio lo abre, y pone sobre la cabeza, de suerte que le cubra el cuerpo alrededor, y ese le sirve de capa aguadera, y de techo, y casa o tienda de campo, aunque esté lloviendo toda una noche. Esta es la defensa de la lluvia, y para la de los soles fortísimos de esta tierra no la tienen mejor. Porque todo el reparo es hincar unos ramos de árboles en la arena, y sentarse, vivir y dormir a esta sombra.» El viento lo reciben sobre el cuerpo desnudo, y el abrigo contra los fríos del invierno consiste en encender candeladas, entre las cuales se acuestan sobre la arena. Para caminar en las noches destempladas usan llevar en la mano un tizón, el cual aplican cerca del estómago para recibir el calor, llevando el resto del cuerpo a la inclemencia. «Este tan peregrino género de gente es mucho menor en número que las labradoras, y con tal modo de vivir están más contentos que si tuvieran los haberes y palacios del mundo.»319 Sus tradiciones estaban contestes en haber venido del Norte, y en el trato con las tribus mexicanas.   —332→  

Comenzando ya a tratar de las tribus que ocupaban a Sinaloa, empezaremos por el río del Fuerte, llamado constantemente Zuaque por los misioneros. Cuatro naciones principales se encontraban a sus márgenes; los sinaloas al Este, donde el río sale de las montañas, podían poner unos mil guerreros en campaña; seis leguas al Oeste del último de sus pueblos seguían los teguecos o tehuecos, que con sus aliados podían levantar mil quinientos guerreros; los zuaques estaban adelante, a cinco leguas de los tehuecos, y sus tierras corrían por espacio de diez leguas; cuatro leguas distante, y hasta la mar, continuaban los ahomes320.

Los misioneros jesuitas tenían divididas las misiones de los ríos Fuerte y de Sinaloa en diez partidos321. En las orillas del primero permanecen aún Vaca, Huiris y Toro, que correspondían a los sinaloas y a los hichucios. Tehueco, la villa de Montesclaros (el Fuerte) no lejos de donde subsistió la antigua villa de Carapoa, Sivirijoa y San José Charay, correspondían a los tehuecos. Mochicahuy (pueblo principal) y San Miguel Zuaque, pertenecían a los zuaques. Los habitantes de estas poblaciones hablaban la lengua cahita y el mexicamo que entendían; además que en Zuaque usaban también del vacoregue o guazave.

Los de Ahome tenían la lengua vacoregue o guazave. Entre ellos subsistía la tradición de haber salido del Norte; en sus tierras colocaban el paraíso y la habitación de las almas de sus difuntos; eran de buena índole y de mejor talle que los demás habitadores del río. Por espacio de un año entero, una hora al salir el sol, otra al ponerse, daban grandes gritos y sollozos en memoria de sus difuntos. Esta nación era evidentemente diversa de sus vecinas del río, y le correspondían algunas tribus que tenían su mismo idioma. Los vacoregues vivían en las playas del mar y en los médanos, y se sustentaban de la pesca que con medios imperfectos podían proporcionarse; reducidos al cristianismo fundaron un pueblo, orillas del río, no lejos de Ahome. Los batucaris se mantenían de la caza y frecuentaban un lagunazo a tres leguas de Ahome; solicitados por los jesuitas se reunieron a este pueblo, abandonando su vida vagamunda. Los comoporis existían en una península, siete leguas de Ahome; eran pescadores y de carácter feroz, valientes hasta haber derrotado a los zuaques, quienes gozaban en la provincia fama de guerreros. Los guazaves, habitadores de San Pedro Guazave y de Tamazula, orillas del río Sinaloa, que dieron nombre al idioma común, aunque la apelación propia sea el vacoregue. En Guazave se reunieron de diversas parcialidades, y aunque se les reputa por guazaves hablan el mexicano para entenderse entre sí: en todas partes este es el idioma civilizador.

  —333→  

Los zoes, tzoes o troes, como les encontramos llamados, vinieron del Norte junto con los ahomes; y aunque de diferente lengua y ocupando lugares distantes, conservaron constante amistad: los zoes se establecieron a las faldas de la Sierra, en las fuentes del río del Fuerte cercanos a los sinaloas. Al reducirse al cristianismo, los misioneros los pasaron a esta otra parte del río, fundando un pueblo que contuvo toda la tribu: hablan su lengua particular, el zoe322, aunque comúnmente hablan el cahita y también el mexicano. «Confinan con los tubares que están emparentados con ellos, nación serrana que confina por una parte con guazápares y por otra con tarahumares, y según lo que se ha reconocido también con chicuras y tepehuanes.»323 Los yecoratos pertenecían a esta familia.

Los huites, en lengua de Sinaloa flecheros, formaban una tribu guerrera, antropófaga, en pugna abierta con todos sus vecinos. Vivían en la Sierra, a siete leguas de los sinaloas: bárbaros y desnudos, por el hábil manejo de los misioneros se fueron reduciendo poco a poco hasta formar pueblo, confundiéndose después con los repetidos sinaloas. En la relación de las misiones lo encuentro con el nombre de Santiago Huires, en la visita del señor Tamarón se lee Vites, y Huites es su verdadero nombre. La indicada nómina le asigna por idiomas el cahita y el mexicano; esto sería en 1678, época del informe, en que con el trato y parentesco entre sinaloas y huites, tenían ya un idioma común, pues de la relación del padre Ribas324 se infiere que usaban de lengua diversa, aunque no se le asigna el nombre; yo le llamo el huite.

Correspondía al segundo partido el pueblo de Santa Catalina Baimena, seis leguas al Sureste de Vaca; la lengua de los habitantes es semejante, aunque diferencia algo de la zoe, por la que creemos aquella un dialecto de esta: confina también con los tubares.

Los de Santiago Ocoroni usan de la lengua particular ocoroni: tuvo sujeto el pueblo de Bauria, que se destruyó325.

Sobre el río de Sinaloa hemos visto que se encuentran los guazaves; al Este se sigue Nio, con su lengua propia, el nio, aunque usan también el mexicano326.

La Concepción Bamoa fue fundada con los indios pimas, que vinieron acompañando en su peregrinación a Cabeza de Vaca y a sus compañeros en aquel famoso viaje que dio origen a la fábula del reino de Quivira y de las siete ciudades. Asentados a la orilla del río, recibieron tiempos después una buena porción de sus compatriotas, quienes atraídos de la fama de los misioneros, antes de que estos llegaran a su país, se pusieron en camino para   —334→   admitir el cristianismo. Hablan el pima, y generalmente el mexicano, siendo también peritos en la habla castellana.

San Lorenzo de Oguera está situado a seis leguas al E de la villa de Sinaloa y sobre el río; formose con indios de los pueblos destruidos, por lo que se compone de ohueras, gente bozal, y de cahuimetos, gente resabida y serrana: ambas parcialidades conservan sus respectivos idiomas, si bien hablan comúnmente el mexicano, que se usa en aquellos lugares327.

Sobre el mismo río, metido ya en la sierra, y a siete leguas al E de Oguera, se encuentra la Concepción de Chicorato; se reunieron en esta misión de dos parcialidades diversas, chicoratos y basopas, con sus hablas respectivas, aunque para entenderse hablan el mexicano. Cinco leguas al Norte tiene a San Ignacio de Chicuris, en que los habitantes son también basopas328. Los chicuras eran vecinos de los chicoratos.

El último partido de estas misiones lo componían los pueblos de Mocorito y de Bacubirito; en ambos se congregaron indios de cuatro parcialidades, con su idioma cada una, que trocaron por el mexicano, sin que de la relación pueda inferirse si son lenguas diferentes o no de las mencionadas329.

Las misiones que los jesuitas llamaron de Topia constaban de tres partidos. Con poca diferencia, los dos primeros pertenecían a Sinaloa, y aquí mezclados con los acaxees, moraban más bien los individuos de la nación tebaca, con idioma particular, el tebaca, lengua que tiene afinidad con el acaxee. De sus costumbres hablamos en Durango, y ahora solo diremos, que el primer partido se componía de los pueblos de San Juan Badariaguato, los Reyes Conimeto, Santa Cruz y San Francisco Alicamac, en los cuales hablaban el acaxee y el tebaca, usando comúnmente el mexicano entre sí y con los otros pueblos. Del segundo partido, en San Martín Atotonilco, Santiago Merirato, San Ignacio Coriatapa y San Pedro Guatempa, hablaban la lengua tebaca y el mexicano, que como repetimos a cada paso, es el idioma civilizador; en San Ignacio Bamupa y en Soyatlan, veinte leguas al Norte de su cabecera, usan del acaxee y también del mexicano330. Para nosotros, todos aquellos pueblos forman la demarcación de la tribu y de la lengua tebaca, y estos dos últimos son ya de los acaxees.

Las misiones que los jesuitas fundaron con el nombre de xiximes, pertenecen en realidad a Durango. Corresponden a Sinaloa los sabaibos, con su lengua particular, y que habitaban en el partido de San Ignacio Otatitlan y pueblos de Piaba, Alaya y Quejupa: algunos xiximes caían dentro del Estado, principalmente de la tribu que llevaba el nombre de hinas. (Véase Durango.)

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En el resto de los pueblos de Sinaloa se hablaba el idioma mexicano. Además de lo dicho, como correspondientes al Departamento encontramos los biaras y los matapanes331.

Las lenguas de Sinaloa serán: el tehueco, el vacoregue, el acaxee, el sabaibo, el xixime, el tebaca, el tepehuan y el mexicano; lenguas perdidas, el pima, el baimena, el zoe, el huite, el ocoroni, el nio, el oguera, el cahuimeto, el chicorato, el basopa, el mediotaguel, el tahue y el pacasa.


Tehueco

Telateco, thehueco, tegueco, zuaque; dialecto del cahita, hablado por los tehuecos, thehutecos, teguecos, zuaques, hichucios, biaras y mazapanes.




Vacoregue

Vacoregue o guazave; dialecto también del cahita, hablado por los vacoregues, guazaves, guaguaves, zuaques, ahomes, batucaris, y comoponis.




Acaxee

En una pequeña fracción, y donde vienen a terminar los acaxees de Durango.




Sabaibo

Idioma que en Sinaloa tiene poco uso, perteneciendo principalmente a Durango.




Xixime

Se encuentra en el mismo caso de los dos anteriores.




Tebaca

Lengua hermana de las tres anteriores, por cuya razón la clasificamos en la familia mexicana.




Tepehuan

De Durango, y que viene a terminar por este rumbo en Sinaloa.



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Mexicano

Lengua la más extendida en Sinaloa, en donde termina el ancho espacio que ocupa en México, y está marcado en nuestra carta etnográfica.




Lenguas perdidas

El zoe, tzoc, troe y el baimena; parece que tenían afinidad: sin poderles asignar procedencia, el huite, el ocoroni, el nio, el oguera, el cahuimeto, el chicorato, el basopa, el mediotaguel, el tahue o tahueca, y el pacasa. Véase nuestra clasificación.





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ArribaAbajoXXIII. Sonora

Acerca de la etimología de la palabra Sonora, no están conformes las relaciones consultadas. Afirman unas que viene de la voz Señora, y que mudada la ñ en n quedó Senora, para convertirse después en Sonora; otras aseguran que se deriva de la mucha riqueza de la tierra. Un escrito anónimo, de un religioso jesuita, asienta que: «el nombre de Sonora, según la opinión de los indios viejísimos que aún viven (Julio de 1730), le viene de un ojo de agua cenagoso que está a media legua del pueblo de Guepaca, y parece el medio de la provincia; en este ojo de agua había antiguamente una numerosa ranchería de indios que usaban hacer sus casitas de las cañas y hojas de maíz; a estas llaman en su lengua Sonot en el recto, y en el oblicuo Sonota; oyeron los primeros españoles el vocablo, y no pareciendo bien Sonota pronunciaron Sonora, de donde cogió toda la Provincia el sonoro y armonioso nombre.» Aún pudieran añadirse otras opiniones.

La provincia de Sonora propiamente dicha, no ocupaba la misma superficie que el Estado actual; se extendía solo desde el río Gila hasta el Yaqui, quedando fuera de su demarcación el terreno que se extiende hasta el río del Fuerte. Confinaba, pues, la Sonora con el río Gita al Norte; al Este con la Sierra Madre y los tarahumares; al Este y al Sur con la provincia de Ostimuri; y al Oeste con el mar de Cortés, apellidado también mar Rojo, mar Pímico, golfo de California, mar Rubro.

El río Yaqui o Yaquimi, límite de la provincia al Sur, es el mayor de la comarca; nace en Tamitzopa, pueblo despoblado de la misión de Baserac; en Guasavas toma la denominación de Grande, y no se le dice Yaqui hasta pasar el pueblo de Buenavista y atravesar las poblaciones de los yaquis; los jesuitas le apellidaron río del Espíritu Santo. Esta era la antigua provincia; el Estado actual de Sonora se extiende hasta el río del Fuerte, que lo divide   —338→   al Sur del Estado de Sinaloa. Ese terreno, intermedio entre ambos ríos, llevaba el nombre, en tiempo de la dominación española, de la provincia de Ostimuri. El río de Oposura, hasta incorporarse en el Yaqui, era la línea divisoria con la Sonora, aunque no en toda su longitud, pues propiamente comenzaba a este rumbo el Ostimuri en los pueblos de Nacori y Pónida, confinando en Onapa con la provincia de Chinipas: sus otros límites eran al Norte el Yaqui, al Este Chihuahua, al Sur el río del Fuerte, y al Oriente el mar de California. Riega aquel terreno el río Mayo, que nace en la Sierra de los tubares.

Las lenguas de Sonora son, el ópata, el eudeva, el jova, el pima, y sus dialectos el pápago, el sobaipuri, el yema y el cajuenche, el séri, y sus dialectos el guaima y el upanguaima, el cahita y sus dialectos el mayo y el yaqui, y por último, el apache; lenguas perdidas el vayema, el putima, el baturoque, el teparantana, el tepahue y el macoyahui.


Ópata

La lengua ópata, llamada también ure, ore, tegüima, sonora, es una de las principales ramas de la familia ópata-tarahumar-pima.

Los ópatas confinan al Norte con los pimas y con los apaches; al Este con la Tarahumara; al Sur con la Pimeria baja, y al Oeste con los pimas y con los séris. Los ancianos de la tribu conservaban la tradición del paso de los aztecas por sus tierras durante su peregrinación, y aseguraban «que cansadas muchas familias de tan dilatado viaje, se quedaron en este ojo de agua (de Sonora) y comenzaron a poblar sus llanos y cañadas y vegas del río; y de estas familias se formó la numerosísima nación ópata, conservando hasta hoy en su idioma muchas voces de la lengua mexicana y también sus supersticiones.» «De aquí tuvo entre ellos origen un error oculto a los primeros misioneros y descubierto en estos años por algunos padres peritísimos en la lengua ópata, este era, que estaban persuadidos de que su primer principio, no solamente en cuanto a su población en esas tierras, sino en cuanto al ser y existencia, era Moctezuma332, y así le llamaban en su lengua tamo mota, que quiere decir nuestro primer principio.»

Las costumbres de los ópatas tenían puntos de semejanza con las de las otras naciones; por lo mismo, lo que vamos a decir les toca en común, reservando para cada una lo que peculiarmente le corresponda. No reconocían   —339→   dioses, ni tenían ídolos, ni altares, ni culto; algunos ancianos que unían el oficio de curanderos al de doctores y de mágicos, eran los que enseñaban ciertas doctrinas, las supersticiones para domeñar a los elementos y obligar a la naturaleza que les diera los bienes que habían menester; basado su oficio sobre la superchería, la especie de sacerdocio que ejercían tenía más bien por objeto el provecho particular, sacado por medio del terror, que el enseñamiento de la moral y de los preceptos de la virtud. Los ópatas creían que las almas de los muertos iban a una espaciosa laguna, en cuya orilla septentrional estaba sentado un enano nombrado Butzu Uri: este las recibía y en multitud las colocaba en una canoa para remitirlas a la banda del Sur, a una vieja de apellido Vatecom hoatzíqui, quien las tomaba una especie de residencia; a las que encontraba pintadas las arrojaba al lago, y se tragaba las blancas, que iban a gozar al vientre de cierta bienaventuranza. Por esto los hombres pequeños y contrahechos gozaban en aquella tribu de todo respeto y admiración, admitiéndoles los ópatas en sus casas y proporcionándoles los mejores mantenimientos. Recuerda esta creencia la fábula de la laguna Estigia.

Tienen muchos agüeros: si un viento fuerte se levanta, piensan que vienen los apaches; se figura el mordido de víbora que debía morir de rayo, y para no ser picado otra vez, arroja todo lo que lleva, y al cabo de año se echa una olla de agua de la cabeza a los pies; llamaban a las nubes para obtener lluvia por medio de un baile durante la noche, ejecutado por niñas vestidas de blanco o en camisa; tomaban un género de langosta llamada hupitni, agarrada por la cabeza, y le interrogaban por dónde venían los enemigos, y admitían por respuesta que el animal alzara alguna pata, teniendo por seguro que los apaches vendrían en la dirección señalada; durante la tempestad, cuando más retumba el trueno, ellos se ponían regocijados saltando de placer; herido de rayo un indio, vivo ni muerto volvía a su casa; si vivo, en el lugar de la catástrofe le dejan y allí le llevan sus alimentos; si muerto, abandonan tres días al cadáver para que resucite, pues el alma, que anda espantada con el trueno, podrá volverse a introducir en el cuerpo, enterrándolo después de cumplido el término; ponen a la puerta de sus casas un carrizo u otate parados para impedir siga cayendo granizo; a las orillas de los caminos había grandes montones de piedras, encima de las cuales los caminantes arrojaban palos, ramas y otras cosas para dejar con ellas el cansancio; tal vez esos montones cubren el cadáver de alguno muerto de frío, y para calentarle le arrojan encima aquellos objetos.

No usaban tanto el embriagarse como otras naciones: formaban sus bebidas del maíz, del mezcal, de la tuna y del saúco, cuyo efecto duraba por varios días. Les eran sí comunes las reuniones nocturnas de las demás tribus,   —340→   en que los hombres pasan la noche, bebiendo, bailando, y escuchando las prolongadas declamaciones de sus capitanes, en que a grandes gritos se dicen denuestos contra los enemigos, y se loa el valor de los guerreros allí reunidos. Los matrimonios se practicaban de una manera singular. Puestos en dos hileras los y las jóvenes que se iban a desposar, en presencia de toda la tribu, a una señal echaban a huir las mujeres; a cierto tiempo después, a otra señal, partían también a la carrera los hombres, empezando una persecución, que terminaba cuando cada uno había tomado a una joven, agarrándola por la tetilla izquierda; esta era su novia, y bastaba este acto para que ambos quedaran casados. Seguía el baile, en que los desposados tomaban parte en el traje de la primera edad; en determinada sazón, ponían cada par de casados entre dos petates, uno de cama y otro de cubierta, prosiguiendo en el baile los convidados.

Recién nacidos los niños, con una espina les pican alrededor de los párpados, y con tizne les dejan impresos dos arcos de puntos negros, repitiendo la operación por la cara y el cuerpo, conforme van entrando en edad: los pimas tienen estas pintas como medio para realzar su hermosura. Cada niño o niña tiene su péri, es decir, un hombre o mujer respectivamente, de sus parientes o de los extraños que, para ello se ofrecen; dicen al infante cuáles son sus obligaciones, tentándole el cuerpo y tirándoles de los brazos y de las piernas, después de lo cual la persona escogida recibe el nombre de péri y queda identificada con el niño.

Enterraban a los muertos poniéndoles en la sepultura todos sus vestidos, armas, una porción de pinole y una olla llena de agua. Las madres, por algunos días continuos, recogían en una jícara leche de sus pechos, para irla a verter sobre el sepulcro de su hijo.

Entre los ópatas principalmente, para que un mozo fuera promovido al grado de guerrero, era menester que hubiera hecho su noviciado saliendo algunas veces contra el enemigo; habiéndose portado con valor, el capitán del pueblo procedía a darle el grado. Reunidos los guerreros, se escogía un padrino, quien ponía las manos sobre los hombros del candidato; en esta forma, el capitán le hacía una plática acerca de sus deberes, y sacando del carcaj una garra seca de águila, le arañaba, hasta hacer brotar la sangre, desde el hombro hasta la muñeca, no siguiendo la línea recta sino ondulada; después sobre el pecho, y luego en los muslos y en las piernas: la prueba debía ser sufrida con valor, sin dar muestra de debilidad. Incorporado entre los guerreros, no acababan aquí sus trabajos; mientras era el menos antiguo le tocaba velar de continuo, no se acercaba a la lumbre por más fría que fuera la noche, y si se dormía o pretendía calentarse, le arrojaban agua encima, le denostaban y hacían que sufriera la intemperie sin murmurar.   —341→   Para salir a campaña, se preparaban la noche anterior con una junta en que el capitán recordaba a todos su deber y sus proezas, diciendo ellos que así se preparan para las trasnochadas; astutos y cautelosos como todos los salvajes, su principal intento es dar un albazo, y conseguido, en vez de perseguir al enemigo hasta exterminarlo, se contentan con el despojo que toman, y cortando la cabellera a los muertos la bailan sobre el mismo campo de batalla. Si fueron derrotados vuelven a su pueblo de noche y sin ruido; si retornan vencedores, salen las mujeres precedidas de una vieja y de la mujer del capitán, saludan a los guerreros, y mientras estos colgando las armas a las puertas de sus casas quedan de espectadores, aquellas toman la cabellera, la pisan, la llenan de ceniza, le echan agua caliente, y bailan al son de las canciones que tienen compuestas al intento: a los prisioneros de cualquier sexo o edad, las viejas les queman el cuerpo con tizones, principalmente los muslos, y les hacen bailar y les evitan el sueño hasta que caen rendidos. Los ópatas acostumbraban traer la mano de uno de sus enemigos, para revolver con ella el pinole con que se obsequia a los danzantes.

Por lo que toca ya particularmente a los ópatas, diremos, que entre todas las de Sonora, es la nación más adelantada: se dedicaba a la agricultura y sabía tejer sus lienzos en un telar peculiar que aún todavía usan las indias, y en el cual, atendida su máquina, fabrican telas prodigiosas. En cuanto a lo demás, según la expresión del señor don Agustín Escudero, en su estado actual, «esta es otra de las tribus sometidas más numerosa y valiente que hay que considerar. Ella desde la conquista hasta hoy ha sido uno de los frenos más poderosos que han contenido las incursiones de los apaches en nuestras fronteras. Sus pueblos, que fueron muy ricos en tiempo de los jesuitas, están diseminados en la parte más principal y céntrica del Estado de Sonora, lo que concurre a hacer más temible una sublevación, que haría la desgracia de este Estado, el de Sinaloa y Chihuahua, pues concluirán con los habitantes, los pocos ganados y las propiedades de todo género que aún han quedado existentes todavía.

Los ópatas son tan honrados como valientes; su educación, única cosa que han heredado de sus padres, es más bien guerrera que supersticiosa, como generalmente son los indios reducidos; sus juegos, bailes y cantos, conspiran al ejercicio de las fuerzas físicas y del ánimo, manteniendo entre si la emulación más viva sobre quién maneja mejor las armas. Los domingos se reúnen los varones a jugar el guachicori o el gomi. Para hacer el primero, se dividen en dos partidas, mandadas por un capitán nombrado allí mismo por los que han de pelear en la carrera, que emprenden llevando por delante de sí unos huesos mancornados, que llaman manea, en la que van interesadas las mujeres de los jugadores, de uno y otro bando,   —342→   y los mismos contendientes: es juego de agilidad en la carrera, sufrimiento y audacia. No es permitida en él otra arma que una varita muy delgada, que solo les sirve para tirar hacia adelante la mancuerna de huesos, y no pueden usar de ella para ofender o defenderse. Muchas veces una caída o empujón casual han causado la muerte de un contrario, aunque no haya dado motivo de queja o disgusto.

El gomi es otro juego de carrera, que se hace con dos bolas de madera del tamaño de una naranja, con las que marchan o vuelan dos o más contendientes en número par, tirándolas hacia adelante con la punta del pie, y avanzan hasta la distancia de una o dos leguas. A más de estos ejercicios gimnásticos tienen el táguaro, baile de guerra, en que fingen un asalto de apaches que se roban los ganados y las mujeres, y salen los del pueblo a atacarlos y a quitarles el robo. En seguida pasa la plaza, en donde está de antemano preparado un alto palo con su muñeco al extremo, que es el táguaro; los viejos llegan sacudiendo unas sonajas que acompañan a sus cantos, mientras que los guerreros tiran jaras al táguaro, recibiendo las alabanzas o rechiflas, según el acierto o ineptitud de cada uno.

Tienen también el dagüinemaca, que es otro baile emblemático, en que recuerdan la conquista y sus paces con los españoles. Y el jojo, que pa rece ser en memoria del paso de los aztecas por aquellas tierras, y la venida de Moctezuma, a quien esperan, como los judíos al Mesías. Este baile parece menos alusivo y demasiado supersticioso a los que no ven en él más que ideas de idolatría o magia; pero en el fondo es puramente histórico.

Sobre todo llama la atención el dagüinemaca (dame y te daré), en que recuerdan el día en que hicieron las paces con los españoles, y cuya fiesta la celebran anualmente. En ella se acostumbra que hombres y mujeres bailan delante de aquel por quien sienten mayor inclinación o afecto, y le ofrecen algún obsequio, como un caballo, vaca, pollos, etc.; luego abrazan a la persona agraciada, obligándola a que dé una o dos vueltas al compás del canto, y con esto queda concluido un tratado de alianza y amistad entre ambas partes, que no lo relaja sino la muerte. Estos se llaman noraguas, es decir, amigos; pero tan sinceros y buenos, que el indio deja a sus hijos y su mujer por su noragua; y cuando sabe que trata de emprender una caminata peligrosa, o que puede prestarle algún servicio, se apresura a ofrecerlo con la mejor voluntad. Por lo regular no son pagados en tan buena moneda. Al año siguiente se ha de retribuir el presente y las vueltas de baile, 'lo que perfecciona el tratado, que según la tradición se instituyó al tiempo de la conquista como prenda de la buena fe de ambas partes.' En efecto, desde entonces esta nación valiente y guerrera ha sido consecuente y fiel.

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En fin, los ópatas son amantes del trabajo, pero no emprenden tampoco emigraciones con sus familias como los yaquis para facilitarse ocupación. Es muy general entre ellos el uso de la lengua castellana, que la hablan sin ocultar el que la saben; pero a pesar de eso conservan la propia con una pureza que parece increíble. Sus terrenos son fértiles y producen con abundancia trigo, algodón, cañas de azúcar y moreras, con cuya hoja puede criarse el gusano de seda. El río Yaqui que riega estas posesiones, les ofrece en sus aguas y en sus arboledas inmensas ventajas, que solo podrían sacar si se hallasen más capaces de hacerlo que lo que están en la actualidad. Las montañas de la Sierra Madre, en los pueblos de Buena vista a Babispe, son otros tantos bancos de plata, aunque de baja ley.»

Los pueblos ocupados por los ópatas son los siguientes, señalando el número que llevan junto, el año en que los misioneros comenzaron los bautismos en cada lugar.

  • Nuestra Señora de la Asunción Arizpe: 1645.
  • San Lorenzo Guepaca: 1639.
  • Bacoaiz, Bacoatzi, Bacoachi: 1650.
  • San José Chinapa: 1645.
  • Nuestra Señora de los Remedios de Beramitzi, Banamitzi: 1639.
  • San Ignacio de Soniquipa: 1646.
  • Purísima de Babicora, Babiacora, Babicori: 1639.
  • Guasavas: 1645.
  • Oputo: 1645.
  • Bacadeguatzi: 1645.
  • Nacori: 1645.
  • Mochopa.
  • Bacerac: 1645.
  • Babispe: 1645.
  • San Juan Guachirita.
  • Oposura: 1644.
  • Cumpas: 1644.
  • Cuquiaratzi: 1653.
  • Cuchuta: 1653.
  • Teuricatzi: 1653.
  • Tepache: 1675.
  • Terapa.
  • Pivipa.
  • Yecorí: 1673.
  • Jamaica.
  • Real de Nacosari.
  • Guatzinera: 1645.
  • Batepito.
  • Santa Rosa de Coradeguatzi, Fronteras (presidio).

Conforme a las Noticias Estadísticas del Estado de Sonora, por don Francisco Velasco, la nación ópata se subdivide en ópatas tegüis, avecindados en los pueblos de:

  • Opodepe
  • Terapa
  • Cucurpe
  • Alamos
  • Batuco.
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En ópatas tegüimas en:

  • Sinoquipe
  • Banamichi
  • Huepaca
  • Aconchi
  • Babiacora
  • Chinapa
  • Bacuachi
  • Cuquiarachi
  • Cumpas.

Opatas cogüinachis en:

  • Toniche
  • Matape
  • Oputo
  • Oposura
  • Gluasavas
  • Bacadeguachi
  • Nacori (otro)
  • Mochopa.

Los del pueblo de Santa Cruz se dice que son de nación contla.

Los batucas, en el pueblo de Batuco, corresponden también a los ópatas, así como los sahuaripas, los himeris y los guasabas.

Los ópatas ocupan en el Estado de Sonora los actuales partidos de Sa huaripa, Oposura, Ures, Arizpe y parte del de Magdalena.




Eudeve

Eudeve, eudebe, hegue, equi, en algunas relaciones, y en su gramática llamada heve eudeva, dohema, es lengua dialecto del ópata, del cual se diferencia como «el portugués del castellano.» La hablan los eudeves, eudebes, hegues, hequis, heves, eudevas, batucos y finalmente los dohme, como ellos se dicen dándose un apellido nacional. En el plano van puestos juntos con los ópatas, y los pueblos que les corresponden son:

  • Matape: 1629.
  • Nacori: 1629.
  • Los Álamos: 1629.
  • Robesco, ranchería: 1673.
  • Bacanora: 1627.
  • Batuco: 1629.
  • Tepuspe.
  • Cucurpe: 1647.
  • Saracatzi.
  • Toape: 1647.
  • Opodepe: 1649.


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Jova

Jova, jobal, ova, dialecto también del ópata; se extiende a Chihuahua y lo hablan los jovas, jobales, ovas y sahuaripuas. Le pertenecen los pueblos de:

  • San José Teopari: 1676.
  • Los Dolores.
  • Sahuaripa, donde hay también ópatas: 1627.
  • Pónida.
  • Santo Tomás.
  • Arivetzi: 1627.
  • San Mateo Malzura: 1674.



Pima

Pima, cora, nevome, es tronco principal de la familia ópata-tarahumar-Pima. Los pimas, como les llaman los españoles, se nombran en su idioma otama en singular, y en plural ohotoma. «Es tan numerosa esta nación (dice un misionero jesuita) y escondida, que no falta quien diga y afirme se hallan muchos pimas en las cercanías de México, y más probable es que hay algunos entre los tepehuanes que viven en la Sierra, y aun hay rancherías de ellos entre las incontrastables barrancas y cerros que están entre la nación tarahumara y tepehuana, Sierra de Topia y Tubares, y en las nuevas misiones de Nabogame y Naborigame pertenecientes a la visita de los tepehuanes y tarahumares viejos, y están en la Sierra, cuarenta leguas de la misión de Santa Cruz.

No carezco totalmente de datos para creer que los indios nayares son pimas, o al menos descendientes de ellos, y sí lo único que no hemos podido jamás poner en claro, es esa multitud de pimas que se aparece como por encanto desde Yepache en la Sierra Madre y por todas las misiones de Yecora, Onapa, Moris, Movas (o Navas), Tecoripa y Ures que administra la Compañía de Jesús en pueblos grandes, aunque mezclados con indios de nación eudebe y otros que viven en San Marcial, Nidope y Guaimas, conocido por Pimeria vieja.»

El señor Escudero describe así sus costumbres:

«Los aduares o establecimientos de estos indígenas están a la parte más oriental y al Norte del Estado de Sonora y gozan generalmente de un clima templado, aunque los de la Magdalena a Oquitoa son, con muy poca. diferencia, tan calurosos como Buenavista y Guaymas. Estos indios son los más atrasados en la civilización, y los que menos se han acostumbrado al trato con los blancos; sin embargo, los que viven en los pueblos, principalmente del río de San Ignacio, se hallan menos atrasados que los   —346→   otros, y con propensiones más marcadas a los goces de la sociedad, trato y comercio con las gentes civilizadas, entre las que viven pacíficamente. Se dividen en pimas altos y bajos, que son los conquistados y reducidos a pueblos desde el siglo XVI, de los que hay siete, cada cual gobernado por un anciano, y todos por el general de la nación, que en otro tiempo nombraban los indios, y era confirmado por el intendente, a quien se le presentaba para recibir un vestido de paño ordinario y un bastos con puño de hoja de lata, ignorándose todavía entre ellos cómo se hace actualmente. Son labradores y cazadores: enemigos mortales de los apaches y yumas, a quienes hacen una guerra perpetua. Esta nación es flemática y perezosa, pero honrada y virtuosa por naturaleza, de manera que son proverbiales entre los que hablan el idioma cora, la fiel puntualidad en sus compromisos, así de sus gobernantes como de los individuos en particular, y la más acreditada justificación en sus jueces y magistrados. Multitud de las personas que han estado en los pueblos del Gila y que han hecho el camino de Tubutama a Californias, pueden dar testimonio de la hospitalidad de los pimas y cómo son también escoltados por los pápagos de Caborca y Tubutama, para pasarlos con bagajes del otro lado del río. Jamás se ha oído decir de una violencia o robo, a pesar de ser muy frecuentes los pasajeros que transitan a los pueblos del Gila, adonde concurre una multitud de vecinos de los presidios del Tucson, Santa Cruz y río San Ignacio, a una especie de feria que tienen anualmente, en la que aquellos pacíficos indígenas cambian sus tejidos de algodón, llamados mantas pimas, que son unos cobertores blancos y hermosos; unas canastas llamadas coros o coritas, y los indios yumas o apaches que han hecho prisioneros. Estos se bautizan, adoptan y educan por los compadres, y forman una gran parte de la servidumbre doméstica en las Sonoras.

Los pimas y los ópatas han contenido, siempre a los apaches: son guerreros y valientes en la campaña, sufridos y constantes en las penalidades y privaciones de esta guerra extraordinaria en todo, y que se hace por terrenos despoblados y asolados por el mismo enemigo. En su trato familiar son dulces, aunque la mujeres pápagas trabajan en triple proporción que el marido: sin embargo de lo cual son tan buenos esposos como los ópatas; buenos padres e inmejorables amigos; siendo muy de notar, que aunque por pundonor jamás olvidan los agravios, no por esto son vengativos, cuya cualidad es análoga a la elevación natural de sus almas. El soldado pima lleva consigo su mochila o maleta, su fusil o lanza, y víveres de boca y guerra para quince días: camina veinte y cinco o treinta leguas diarias, y jamás se queja de la fatiga, ni de la mala calidad de los alimentos, aunque estos se reduzcan ordinariamente a cecina y pinole.»



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Los pimas altos ocupan los partidos de la Magdalena y del Altar; lindan al Norte con el Gila; al Este con los apaches y con los ópatas, sirviendo de límite el río de San Pedro o de Sobaipuris; al Oeste el mar de Cortés, y al Sur el terreno que ocuparon los séris. No todo este terreno está poblado; los indios reducidos a pueblos se encuentran en la parte del Oeste, el demás terreno, sobre todo, las marismas donde vaguean tribus errantes, está casi yermo. Todas las tribus de esa superficie hablan el mismo idioma, con pocas variaciones; idioma que es idéntico al que usan muchos de los bárbaros al otro lado del Gila. Aunque todos de origen pima, solo los reducidos conservan este nombre; las demás parcialidades reciben distintas denominaciones, de común nacidas de una clasificación arbitraria.

Los pueblos de los pimas altos son:

  • San Pablo del Pescadero
  • Pitiquin
  • Rosario de Nacameri: 1638
  • Santos Ángeles
  • Hecatazi
  • Taraichi
  • Santa Ana
  • Tubutama
  • Santa Teresa
  • Atic
  • Oquitoa
  • Caborca
  • Bussani
  • Bisani
  • San Ignacio
  • Imuris
  • Santa María Magdalena Soanca
  • Arivac
  • Nuestra Señora de los Dolores del Saric
  • Altar
  • Los Dolores
  • Los Remedios
  • Cocospera, Coespan
  • Terrenate
  • Sonoita
  • San Javier del Bac
  • Tucson
  • Tubac
  • Tumacacori
  • Calabazas
  • Guevaví-Gussudac
  • Bonostac
  • Occuca
  • San Lorenzo.

Indicamos arriba que algunas tribus, aunque pimas, llevan diferentes nombres. Para clasificarlas con claridad las distribuiremos en tres grupos; las que habitan en el interior, las que se encuentran en las márgenes del Gila (río del Tizón), y las de las orillas del Colorado (río del Coral, río Grande, el buqui aquimuti de los pimas). Estas dos últimas divisiones ya no quedan en terrenos de México desde los tratados de Guadalupe y de la Mesilla; los ponemos para no dejar tan incompleto lo que a los pimas corresponde.

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1.º Los sobaipuris asientan sus aduares sobre el río de San Pedro y en el hermoso llano a que ellos dieron su nombre, y quedan al Este de los pimas reducidos.

Los sobas ocuparon a Caborca, encontrándose también en los alrededores.

Los pápagos, papahotas, papalotes, viven al Oeste del Estado; tribu numerosa, no ha sido del todo reducida, resistiendo al influjo de la civilización. Las rancherías que se les han conocido como más estables, son: Zoñi, Cubic, Quitovac, Sonoita, Tachilta, Raíz del Mezquite, Tecolote, Santa Rosa, Ati y Caborqueños.

Lo potlapiguas se mencionan como nación gentil cerca de Babispe y de Bacerac, colocada en la frontera.

Llaman piatos a los pimas de Caborca, Tubutama y aquella region.

2.º Comenzando de Este a Oeste, siguiendo el curso del Gila, hallamos también sobaipuris desde el río Sobaipuris hasta cerca de las Casas grandes.

En estas antiguas ruinas y por diez leguas más abajo, los gileños o xileños se extienden por las amenas vegas del río: la principal ranchería de esta parte del río es Tussoninio, y de la otra Sudacson, o la Encarnación.

Diez leguas más allá de donde los ríos Verde y Salado se incorporan en el Gila, comienzan los aduares de los ópas y de los cocomaricopas, a entrambas orillas del río, en distancia de unas treinta y seis leguas. Sus rancherías principales, Stucabitic, Ojiataibues, Uparch, Tuquisan, Sudacsassaba, y la última Tumac. Hablan un dialecto del pima, más suave y más fácil que este, pues tiene la vocal e, que falta a los pimas, y en cuyo lugar ponen la u.

Sigue un gran espacio despoblado hasta dar con las tierras de los hudcoadames, últimos pueblos de este río.

3.º En las márgenes del Colorado entre la unión de este y del Gila y por doce leguas a la orilla de aquel se encuentran los yumas.

En el recodo del río tiene asiento la nación cuhana, en unas ocho leguas. De aquí hasta el desemboque del Colorado en el mar Rubro, como le llaman los misioneros al golfo de Californias, vaguean por último los quíquimas.

Añadiremos que en la relación del viaje que el Muy reverendo padre fray Francisco Garces emprendió al río Colorado en 1775-6, se encuentran las siguientes noticias acerca de las naciones que allí habitan y de los idiomas que hablan.

En el Río Gila
PápagaA
PimaA
CocomaricopaB
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Río Colorado
CucapaC
JallicuamayC
CajuencheC
YumaB
JalchedumB
JamajabsB

Naciones que vi y tuve noticia desde los jamajabs para arriba, a una parte y otra del río Colorado.

Norte
Chemegue cajuala D
Chemegue sebita D
Chemeguaba E
Chemegue E
PayuchasE
YutasE
Noroeste
JaguyapayE
YavipaicajualaE
Yavipai CuercomacheE
Yavipai jabesuaE
Yavipai muca oraive F. G.

Tuve noticia que al Norte de las naciones arriba dichas, se hallan las siguientes: guamoa, guanavepe, guallibas, aguachacha, japiel, baquioba y gualta.

En el día de hoy (prosigue diciendo), todas las del río Gila y Colorado están en paz, y todas sus colaterales, menos los yavipaistejua, enemigos de los pimas y de los cocomaricopas. No aseguro la perseverancia, y por esto diré las amistades y enemistades antiguas que pueden prevalecer: primeramente los cucapa han sido siempre amigos de los cuñai, y enemigos de los pápagos, de los jallicuamais y cajuenches: los jallicuamais, amigos de los cajuenches, de los quemeyá y de los jalchedunes, y enemigos de los yumas y pápagos: los yumas, siempre amigos de los jamajabs, yavipaistejua y de los pápagos de Sonoitac, y enemigos de los jalchedunes, de los cocomaricopas, pimas, gileños de los del desemboque, y de los   —350→   jecuiches de la sierra: los jalchedunes, amigos siempre de los cocomaricopas, pimas, gileños, de los pápagos del Norte, de los yavipais hasta Oraive inclusive (menos la Tecua), de los jecuiches y genigueches, y de todas las naciones de los yumas para abajo, y han sido enemigos de los jamajabs, yavipaistejua, chemeguet y de los yumas: los jamajabs han sido amigos de los yumas, de los yavipaistejua, y a la otra banda del río, de los chemeguets y de todas las naciones de San Gabriel y San Luis; sus enemigos han sido los yavipais, menos los tejua, los jalchedunes, los genigueches y jecuiches; el pueblo de Oraive tiene amistad con todos los yavipais desde el Gila y Colorado, menos los tejua, con los yutas, con los demás pueblos del Moqui, con las misiones del Nuevo México y con todos los yavipais del Sur, que son los que infestan estas provincias; sus enemigos son los yavipaistejua, los yutas del Colorado, chemeguabas, los yumas, los jamajabs, los pimas gileños y cocomaricopas; los yavipais, del camino del Moqui, son amigos de Oraive, jalchedunes, chemeguabas, cocomaricopas, pimas, yutas, baquiobas, yavipais, lipanes, y yavipais, natafé; son enemigos de los yavipaistejua, jamajabs, yumas, y con fundamento digo, que también del Nuevo México; los yavipaistejua son amigos de los yumas, jamajabs, chemeguabas, yavipais, navajai, y yavipais, gileños, y enemigos de los jalchedunes, pimas, gileños, cocomaricopas, y de los yavipais del Norte y de Oraive; los chemeguabas son amigos de los yutas, de todos los yavipais, y de todas las naciones del Poniente, y enemigos de los comanches del Moqui y de los jalchedunes; los del río Gila todos son amigos entre sí y con los jalchedunes, y enemigos de los tejua y apaches.»



Hasta aquí el padre Garcés. A primera vista parece que no están conformes la relación que acabamos de copiar y lo que antes habíamos dicho, supuesto que en aquella encontramos, que las naciones que habitan el Colorado, comenzando por su desemboque, son los cucapá, jallicuamay, cajuenche, jalchedun y jamajab, mientras nosotros habíamos puesto los quiquimas, cuhanas y yumas; la contradicción desaparece considerando, que los cuhanas y los cucapá son un a misma tribu, y que las otras no son más de familias derivadas de los pueblos que hablan dialectos pimas. En nuestro concepto, todas las gentes que aparecen más allá y más acá del río Gila, sacan su filiación, unas de los pimas, los demás de los apaches, que son los yavipais.

Agregaremos todavía otras denominaciones.

Los cocomaricopas y jalchedunes llaman a los jamajabs, cuesninas o cuismer.

Los pimas gileños les dicen a los yavipais, taros y nijores. A propósito de los nijores o nijoras diremos, que unas relaciones aseguran la existencia de   —351→   una nación de este nombre, al Norte del río Gila, negándolo otras; fúndanse estas en que nijor quiere decir cautivo; que los cocomaricopas roban los muchachos a sus enemigos y vienen a venderlos a los pimas, de lo cual resulta que el nijor que venden es un cautivo, y no un individuo de nación que así se nombre. Conforme a lo que hemos encontrado, satisface esta explicación.

Los jamajabs se dicen cosninas, culimisnas, culisnurs.

Los chirumas son los yumas.

A los yutas llaman los cocomaricopas yum yum y jut joat.

El padre Jacobo Sedelmair pone la nación quicamopa a lo largo del Colorado, desde su desemboque hasta su unión con el Gila.

En la confluencia del Colorado y del Gila, hallo como naciones principales los yumas y quihuimas, y además los yuanes, cutganes, alchedomas y bagiopas.

Los pimas bajos confinan al Norte y al Este con los ópatas; al Este con los tarahumares; al Sur con los pueblos del Yaqui y del Mayo; y al Oeste con los séris: en el Estado están derramados por los distritos de los Alamos, Guaymas y Hermosillo. Fueron los primeros que se redujeron a la vida social y al cristianismo, y como ya vimos se les conocía con el nombre de nebomes. Los pueblos que les pertenecen son:

  • San Miguel de Ures (tiene ópatas)
  • Soyopa (tiene eudebes)
  • Tecoripa: 1619
  • Suaqui: 1619
  • Comuripa: 1619
  • San Ignacio Onabas: 1622
  • Tonitsi (tiene eudebes): 1628
  • Nuri: 1622
  • Santa Rosalía Onapa: 1677
  • Movas, Navas: 1622
  • Buena Vista
  • San José de Pimas
  • San Antonio de la Huerta
  • Yécora
  • Maicoba.

Las familias que les corresponden son: los sibubapas, como les dicen a los indios del pueblo de Suaqui.

Los nures, habitadores del pueblo de Nuri.

Los hios, a ocho leguas al Este de Tepahue, y los huvagueres y los tehuisos sus vecinos: más al Este seguían los basiroas y los tehatas.

Los sisibotaris, según el padre Ribas, tomaron nombre de un su buen cacique Sisibotari, amante de la doctrina y de los castellanos. «Los sisibotaris se halló ser la nación más dócil y más culta de todas las que hasta allí se habían descubierto. Habitan en unos valles de bello cielo y saludable temple, cercados de montes no muy altos. En el traje son muy diferentes   —352→   de los yaquis y mayos. Los hombres se cubren con una pequeña manta pintada de la cintura a la rodilla, y cuando hace frío usan unas mantas grandes de algodón y pita. Las mujeres van cargadas de vestidos, y al entrar en la iglesia hacen tanto ruido como si fueran españolas. Los faldellines que usan llegan hasta el suelo, de pieles bruñidas y blancas como una seda, con pinturas de colores o de algodón y pita, que tienen en abundancia. Se ponen además de eso un delantal de la cintura abajo, que en muchas suele ser negro, y parece escapulario de monjas. Las doncellas especialmente usan una especie de jubones o corpiños muy bien labrados; a todo esto añaden en el invierno unos como roquetes, y así todas son honestísimas. Son estos indios muy sobrios en el comer, y por eso gozan de muy buena salud. Sus casas son de barro y de terrado, a modo de las que se hacen de adobes, y mejores, porque aunque el barro es sin mezcla de paja, lo pisan y disponen de manera que queda como una piedra, y luego lo cubren con maderas fuertes y bien labradas. En las danzas que hacían en muestra de alegría, fue muy de notar que aunque danzaban juntos hombres y mujeres, ni se hablaban ni se tocaban inmediatamente las manos, sino asidos a los cabos de mantas o paños de algodón, y las mujeres con los ojos en el suelo con grande compostura y recato. Así afrentaban unos indios gentiles la poca circunspección de los cristianos muy antiguos.»

Los aibinos tenían por primeros pueblos a Teopa y Matape, con las mismas costumbres de los sisibotaris.

Los pimas bajos hablan la misma lengua que los altos. De la lengua pima dice Balbi333 «que se habla por los pimas, que son la nación más numerosa de la Pimeria, que se extiende desde el paralelo 31º hasta casi el 34º. Los pápagos o papabi-cotam, que moran hacia los paralelos 33º y 34º hablan un dialecto del pima. Esta lengua distingue por flexión el singular del plural de los nombres sustantivos; coloca las preposiciones después de sus regímenes y las conjunciones al fin de las preposiciones: la sintaxis es muy complicada y del todo distinta de la de las lenguas Europeas.»

El mismo Balbi334 nombra como lenguas correspondientes a Sonora el cinaloa, el guaymas, el pima, el tarahumara, el ópata, el eudeve, el moba, el onava, el nure, el comoripa, el tecoripa, el aibina, el sisibotari, el batuta, el sonora, el yema, el casas grandes, el yavipai y el apache. No estamos conformes con estas, denominaciones. El cinaloa o sinaloa es el cahita; el guayma es dialecto del séri, y este no consta en la lista; existe el ópata, con su dialecto el   —353→   eudeve, así como el pima, el tarahumar en Chihuahua, el yuma dialecto del pima, y el apache que es el mismo yavipai; mas en cuanto a lo demás, nos parece que ninguno debe aparecer como lengua, no siendo otra cosa que nombres de pueblos o de parcialidades de tribus que nos son conocidas. Movas, Onavas, Nuri, Comuripa y Tecoripa son pueblos de la Pimeria baja, en los cuales se habla el pima; los aibinos y los sisibotaris son subtribus de los pimas altos; Batuco es pueblo donde se habla el eudeve; casas grandes si existe como nombre de tribu, debe de ser una fracción de los yumas; y finalmente sonora es sinónimo de ópata. Nos parece que el señor Balbi copió estos errores del padre Ribas.

Nosotros hemos formado la clasificación siguiente, en cuanto a las lenguas y a las tribus que las hablan:

Pimas, nevome, cora, de los pimas altos, pimas bajos, sobas, potlapiguas, piautos, sibubapas, nures, hios, huvagueres, tehuizos, basiroas, tehatas, sisibotaris, aibinos, movas, onavas, comuripas, tecoripas, nevomes o nebomes, y finalmente, los pimahaitu como ellos se dicen por apellido nacional, u ohotoma según su lengua.




Pápago

Dialecto del pima, hablado por los pápagos, papahotas, papabotas, papelotes, papavicotam.




Sobaipuri

Dialecto del pima, usado por los sobaipuris.




Yuma

Dialecto del pima, lo tienen los yumas o chirumas, gileños o xileños, opas, cocopas, cocomaricopas, hudcoadanes, jamajabs o cuesninas o cuismer o cosninas o culisnisnas o culisnurs y los quicamopas.




Cajuenche

Dialecto del pima, pertenecen a esta sección los cucapá o cuhanas, jallicuamai, cajuenches, quiquimas o quihuimas, yuanes, cutganes, alchedomas, bagiopas, cuñai y quemeyú.




Séri

Los séris, comprendidos entre el mar al Oeste; los pimas altos al Norte; al Este los ópatas, y los pimas bajos; al Sur los pueblos del río Yaqui, son la nación más pequeña de Sonora, mas también la más cruel, la más falaz, la   —354→   que menos ha querido reducirse a vida política. Apenas se han juntado en cortas poblaciones, como el Pópulo y Belén y al resto de la nación, a punto de perecer, y que está constantemente en una guerra cruel, a sido preciso perseguirla y exterminarla. Sus madrigueras las han tenido en el famoso cerro Prieto, doce leguas al Oeste de San José de los Pimas, en la cadena que se extiende hacia Guaymas, en el rincón de Marcos, en las sierras de Bocoatzi Grande, en la sierra de Picu cerca de la costa, y sobre todo en la isla del Tiburón, situada en el Golfo de Californias, a una legua de la playa. Por corta que la tribu haya sido, se conocían de ella tres fracciones.

Los salineros hacia los confines de la Pimeria alta.

Al Sur de ellos los tepocas, los más próximos a la isla del Tiburón.

Los guaymas y upanguaymas que ocupaban el terreno en que ahora se encuentra el puerto de ese nombre, y que se redujeron al pueblo de Belén, confundiéndose con los indios del río Yaqui.

Feroces y salvajes, han preferido morir en la guerra contra los blancos, antes que adoptar sus usos y sus costumbres; perezosos, indolentes, se entregan con tanta pasión a la embriaguez, que las madres dan con la boca el aguardiente a los niños más pequeños. Son altos, bien formados, y las mujeres no carecen de belleza. Es proverbial la ponzoña con que envenenan sus flechas, por su efecto mortífero; componen el jugo venenoso con multitud de ingredientes, y añaden al confeccionarlo prácticas supersticiosas.

Hablan el idioma séri los séris, céris, tiburones, tepocas y salineros. En nuestra clasificación formamos con esta lengua familia particular, compuesta de la principal y de los dialectos el guaima y el upanguaima.




Guaima

Dialecto del séri, hablado por los guaimas que son los guayamas del mayor Pike, y por los cocomaques.




Upan guaima

Dialecto del séri, usado por los upanguaimas.




Cahita

Los indios conocidos con los nombres de yaquis y de mayos, ocupan la parte Sur del Estado de Sonora, a lo largo de los ríos de donde toman el apellido.

  —355→  

«Estos indios, dice el señor Escudero, tienen un carácter dulce y tratable, y están dotados de una imaginación viva y fogosa: son hombres de ideas y de potencias despejadas; y aunque dados a la música y a los placeres, y grandes amigos de fiestas y golosinas, en la guerra son audaces, intrépidos y aun feroces, cualidades a primera vista opuestas a las otras. Son asimismo trabajadores e industriosos, cuyas cualidades no tienen los pueblos degenerados o sibaritas. En Sonora y Sinaloa son los arrieros, los labradores, los vaqueros, los buzos, los marineros, los mineros, los gambusinos o explotadores materiales de los placeres o criaderos del oro, y cuanto hay de trabajo u obra de mano suelen hacerlo, porque generalmente tienen talento y disposición para toda clase de artes, oficios y ocupaciones a que se les destine. Trabajan con asiduidad y constancia todo el año para juntar algún dinero con que ir al pueblo del Yaqui a la fiesta de San Juan, en la estación de las frutas, como lo hemos dicho arriba. Y tienen la extraña y vituperable costumbre de celebrar también otra fiesta o baile llamado tutile gamuchi (cambio de mujeres), en la que no es yaqui de buen gusto el que no cambia la suya, de la misma manera que lo hacían los espartanos para multiplicar y perpetuar su raza guerrera. Su espectáculo favorito es el que presenta un bufón despejado, y si no ingenioso, maligno y agudo, que divierte con sus dichos y gestos aun a los que no saben su idioma, y salta y danza al compás de un pito y tamboril en los ratos en que no tiene nada que decir. Este fantástico baile se llama del pascol, porque se celebra con más particularidad en los días de Pascua. El que lo desempeña se cubre con una máscara muy deforme que lleva en la cara, y sonajas en los pies, brazos y cintura, y una sola en la mano con que acompaña a la música, llevando el compás. La institución de este baile podría decirse que se haría siguiendo el principio de Horacio, canendo et ridendo corrigo mores; porque en él se satirizan los vicios y se dicen chistosos epigramas, que casi siempre agradan a los espectadores, a cuyo fin se buscan por lo regular hombres de edad, de ingenio, que sepan referir o inventar anécdotas o cuentos morales y satíricos a su auditorio, haciendo variar la diversión, que de otro modo sería monótona y fastidiosa. El violín y la arpa son instrumentos comunes entre los yaquis y mayos, y los tañen y acompañan armoniosamente, lo que prueba el gusto de estos indígenas por la música, y que este gusto no es nuevo entre ellos.»



Los yaquis viven en la orilla del río Yaqui, Hiaqui, Yaquimi, distribuidos en los pueblos del Espíritu Santo de Cocorin, Santa Cruz Bacum o Bahium, San Ignacio Torin, la Santísima Trinidad Vicam o Bicam, la Asunción de Raum, la Santísima Trinidad de Potam, Huirivis, Nuestra Señora de Belem: en todos se habla la lengua cahita, y en Belem también el séri.

  —356→  

Los mayos, sobre el río Mayo, llevan una denominación homónima con los de Yucatán, aunque nada tienen de común; hablan también el cahita y están distribuidos en los pueblos de Santa Cruz de Mayo, Espíritu Santo Echojoa o Echonova, Natividad Navajoa o Navohoua, Concepción Cuirimpo, San Ignacio de Tesia, Santa Catalina Cayamoa o Camoa, San Bartolomé Batacosa, Masiaca.

Balbi, en la tabla XXXII de su atlas, hablando de este idioma dice: «Cinaloa, hablado en las provincias de Cinaloa, de Hostimuri y en la parte meridional de Sonora, en la intendencia de este nombre. Esta lengua comprende tres dialectos principales muy diferentes; el zuaque, hablado en la parte meridional de la provincia de Cinaloa y en otros lugares; la maya, hablado a lo largo del río Mayo en el Hostimuri y en Sonora; el yaqui o hiaqui, hablado a lo largo del río Yaqui, en la provincia de Sonora.» No nos conformamos con la mayor parte de estos asertos. Según la gramática de esta lengua, no se llama Sinaloa sino Cahita, y cuenta tres dialectos; el mayo hablado por los mayos, que son los indios habitadores de las orillas del río Mayo; el yaqui, de los indios del río Yaqui; y el thehueco y también zuaque que se usa en Sinaloa por los indios de las márgenes del río del Fuerte. El cahita es lengua hermana del tepehuan y de las que forman la familia ópata-tarahumar-pima.




Apache

Véase el artículo particular acerca de esta nación.




Lenguas perdidas

Colocamos en primer lugar el tepahue, hablado por «gentes serranas y de mucho espíritu, habitadores de una península que forman dos ríos o brazos del Mayo al Oriente de los de esta nación.» Era lengua particular de los pueblos de San Andrés Conicari y la Asunción Tepahue.

En las vertientes del río, antes de los tepahues, se encontraban los tecayaguis, cues o macoyahuis, con su lengua particular el macoyahuy: sus restos se encuentran en el pueblo de la Concepción de Macoyahui.

Por fin el vayema, el putima, el baturoque y el teparantana. (Véase la clasificación.)





  —357→  

ArribaAbajoXXIV. California

Entre otras, la etimología de la palabra California la traen de la frase callida fornax, que se cree dijo el conquistador don Hernando Cortés, y puso como nombre al puerto a que arribó, a causa del sumo calor; del puerto se hizo extensiva la denominación a toda la península. Es conocida por la Baja, la Antigua, para diferenciarla de la California de los Estados Unidos; Drake le puso nueva Albion; algunos geógrafos le han dicho isla Carolina. Parecerá extraña esta última denominación, supuesto que el plano levantado en 1541 por el piloto Domingo del Castillo, pone a la California no como una isla sino como península; más debe recordarse, que esa noción verdadera se perdió en los siglos siguientes, en que se tuvo a la California como completamente separada del continente, hasta que se puso de nuevo en claro la verdad el siglo pasado. A las aguas que tiene al Este llaman golfo, mar de California, de Cortés, Rojo, Bermejo, Lauretano, Rubro.

Los californios hallados por los misioneros jesuitas estaban en un estado completo de barbarie, y los vestigios encontrados en sus tierras, revelan que allí vivió una raza más antigua no tan atrasada en civilización. «Entre los 27º y 28º de latitud, dice Clavigero335, existen grutas cavadas en la roca con pinturas de hombres y de mujeres y de animales, conservándose perfectamente los colores, y cuyos trajes y fisonomías no eran por sin duda de los habitantes de la península. Una de las grutas tenía de largo unos cincuenta pies, de ancho quince y otro tanto de alto, y estaba formada a manera de bóveda apoyada sobre el pavimento. Como por la parte de su   —358→   entrada estaba toda abierta, recibía bastante luz para poder observarse las pinturas de su parte interna y más allá. En ella estaban representados hombres y mujeres con vestidos semejantes a los de los mexicanos, pero absolutamente descalzos. Los hombres tenían los brazos abiertos y algo levantados, y una de las mujeres estaba con el pelo suelto sobre la espalda y un penacho en la cabeza. Había también varias especies de animales, tanto de los nativos del país 'como de los extranjeros'.»

En toda la California civilizada, dice otra relación336, de Sur a Norte, y especialmente en las cuevas y peñascos lisos, se dejan ver varias pinturas toscas. Sin embargo de su desproporción y poco arte, se distinguen muy bien las semejanzas de hombres, pescados, arcos, flechas, y juntamente diversas rayas a manera de caracteres. Los colores de estas pinturas son cuatro, amarillo, colorado, verde y negro. Las más de las imágenes están pintadas en lugares altísimos, y de aquí infieren algunos ser verdad la constante tradición que anuncia, haber habido gigantes entre los antiguos californios. Sea de esto lo que fuere, en la misión de Santiago, que se halla al Sur, se descubre en un peñasco liso de mucha altura, una serie de manos estampadas de colorado. En los peñoles altos, hacia las playas, se ven pintados peces de varias figuras y tamaños, arcos, flechas y algunos caracteres oscuros. En otras partes indios armados de arco y flecha, y a sus pies diversos géneros de sabandijas, culebras y ratones, con rayas y caracteres de otras formas. Se ve una piedra plana, de dos varas de longitud, en que están estampadas como insignias o escudos de nobleza, y renglones de varios caracteres.»

Hacia el Purmo, como treinta leguas adelante de la misión de Santiago del Sur, se descubre un peñol como de ocho varas de largo, y en su centro se ve una inscripción que parece de letras góticas, entretejidas con caracteres hebreos y caldeos. «Por más que se ha preguntado a los indios californios, qué significan las figuras, rayas y caracteres, no se ha podido conseguir razón alguna que satisfaga. Lo más que se ha averiguado por sus noticias, es que son de sus antepasados, y que los de hoy ignoran absolutamente la significación.»

Los californios actuales decían haber venido del Norte a consecuencia de una guerra emprendida por sus mayores, en que vencidos tuvieron que abandonar sus tierras. Son sanos, robustos, de buena estatura; en el rostro, cabello, barba y color, son semejantes a los pueblos de México. Tienen como ellos el cabello grueso, lacio y negro, la, barba escasa y ningún vello en los brazos, muslos y piernas; la frente estrecha, la nariz un poco gruesa, los dientes blancos, iguales y fuertes; la boca, ojos y orejas regulares, exceptuando   —359→   a los que se educan en el gentilismo, que se desfiguran las narices y las orejas con pendientes que en ellas se ponen por adorno. El color de los que habitan en los lugares mediterráneos, es castaño claro; pero los que viven continuamente en los litorales le tienen más oscuro. «Raro es entre ellos el deforme: son rudos, limitados de ideas, perezosos, inconstantes, precipitados, amigos de juegos y diversiones; mas en compensación no son amigos de la embriaguez, ni hurtan, ni riñen más de con sus enemigos, y sí son dóciles, fáciles para dejarse persuadir; puerilmente sencillos.»

No tenían casas, ni trastos de barro, ni lienzos de ninguna clase; desconocían del todo la agricultura y la cría de los animales. Comían frutas y raíces amargas o insípidas, gusanos, arañas, langostas, lagartijas, culebras gatos y leones, y hasta pieles secas; un perro les parecía sabroso manjar, mas nunca comieron carne humana a pesar de su hambre, ni tejón, porque según ellos se parecía al hombre. Los productos naturales de la tierra eran toda su esperanza, y por eso el tiempo de la pitahaya era el de su mayor alegría. La escasez de mantenimientos les hacía adoptar algunas prácticas asquerosas; hartos de pitahayas en su tiempo, recogían después las pepitas arrojadas y no digeridas, para lavarlas con esmero, tostarlas y comerlas de nuevo. Los de la parte del Norte atan a un cordel delgado un pedazo de carne y en esta forma lo tragan, después de dos o tres minutos la extraen del estómago, tirando del cordel que ha quedado pendiente, y vuelven así a mascar y tragar y extraer repetidas veces hasta que la carne se consume: algunas veces se juntan varios indios, y a la redonda va corriendo el bocado de uno en otro. Comen la carne fresca y casi cruda, secada al sol o asada casi quemada; las semillas tostadas y molidas, y no beben más de agua.

Una tribu se compone de las familias consanguíneas y vive al cielo raso, junto a alguna fuente; de los calores se defiende bajo la sombra de los árboles, y en las noches frías se mete en las cuevas. Algunos fabrican emparrados en forma de cabañas, y otros duermen en fosas de unos dos pies de profundidad; las habitaciones más comunes son cercados de unos cinco pies de diámetro y dos de altura, de piedra suelta y sin cubierta, adonde se recoge una familia; ponen fuego y lo atizan cada vez que despiertan. Los hombres andan absolutamente desnudos, y cuando lo vieron, les pareció ridículo el vestido de los europeos; las mujeres andan cubiertas, y en especial las de la tribu pericué. Llevan estas un capotillo que les cubre de los hombros a la cintura, y una especie de enaguas compuestas de dos piezas cuadradas, una de las cuales baja de la cintura hasta media pierna por la parte posterior, y la otra hasta la rodilla por la parte anterior; no son tejidas, sino que están compuestas de gran número de cuerdecillas separadas, pendientes de un cordón puesto en el cuello y de otros dos cordones en la   —360→   cintura: sacan los hilos de las hojas de una palma de aquellos lugares, que machacada produce una pita muy blanca. Las guaicuras no llevan el capote sino sólo las enaguas, por detrás de pita y por delante de hileras de nudos de carrizos enhebrados en cordones. Las cochimíes llevan el delantal de nudos de cañavera, y cubren la parte posterior con una piel. Las que viven más al Norte tienen el capote de piel de nutria, de conejo o de liebre. Todas son muy recatadas; apenas nace una niña cuando la cubren luego cuidadosamente. Los californios andan siempre descalzos, menos cuando van de viaje, que usan del cacli de los mexicanos.

A pesar de su desnudez, los hombres se distinguían por algunos adornos. Los pericués tenían el cabello largo, adornado con perlas y entrelazado con plumas blancas. Los guaicuras de Conchó llamados lauretanos, se ponían un bello cinto y una red curiosa en la cabeza a manera de venda, añadiendo algunos un collar de figuras de nácar, y manillas y brazaletes de lo mismo. Los pericués usaron vendas de caracolitos blancos y redondos que parecían perlas; sus mujeres usaron el cabello largo, suelto, tendido a la espalda, pendientes del cuello a la cintura muchos hilos de perlas, caracolitos, figuras de nácar, bayas y cañutitos dispuestos con gracia. Los cochimíes tenían algunas guedejas cortas de cabello, y una especie de corona, compuesta de pedazos pequeños de nácar, ensartados en una cuerda.

Todo el menaje de una familia consistía en una batea, un plato, un palo para encender lumbre, un hueso agudo para agujerar, una red para cargar con los niños, y otra para recoger los frutos del campo. La batea es de varas flexibles, unidas de manera que no dejan salir el agua, o de la madera de una palma, y sirven para limpiar las semillas o para tostarlas, echando en ellas algunas brasas y agitando el todo continuamente. El plato o escudilla es de lo mismo, semejante a la copa de un sombrero, sirve para comer, de vaso para beber, y de sombrero a las mujeres: los cochimíes le llaman adda. Las redes son del hilo del mezcali, las fabrican las mujeres, pues a ellas pertenecen todas las haciendas, menos la caza, la pesca y la guerra.

Las armas eran, el arco, de cuatro o cinco pies de largo; la flecha, armada para la guerra de punta de pedernal y para la caza pequeña, y de madera dura. Reconocen con admirable perspicacia la huella del animal para perseguirlo, y conocerán también la del pie de una persona de su tribu, y a quién pertenece la flecha que se encuentran. Pescan con redes en las orillas, o en el mar, alejándose cuatro o cinco millas de la costa; en este caso, forman una balsa compuesta de tres, cinco o siete leños de madera ligera, clavados entre sí con estacas y bien atados; el de en medio, más largo que los demás, sirve de proa; dos o tres hombres montan sin miedo esa frágil embarcación. La guerra la hacían como los demás pueblos salvajes, sin orden,   —361→   con grandes alaridos, con más furia que valor; añadían para ella el dardo, y la porra de varias especies.

Sus bailes eran representaciones de la caza, de la guerra, de la pesca, de sus viajes, etc., y los repetían en todos los actos plausibles para ellos, siendo más frecuentes y más solemnes en tiempo de la cosecha de la pitahaya. Una de las fiestas mayores era la que celebraban anualmente los cochimíes para repartir a las mujeres las pieles de ciervo que los hombres de la tribu habían matado.

Las naciones las formaba la identidad del idioma; la tribu el parentesco de las familias que la componían. Nada de rey, de cacique, de superior; nada era el nacimiento ni la riqueza; los principales eran los que se hacían temer y respetar, y estos mandaban en la guerra, conducían la caza, disponían la pesca, y allí acababa su poder: sólo era respetado el padre en su familia.

El matrimonio se concertaba de varias maneras: entre los guaicuras, el pretendiente enviaba a la joven una batea de las que arriba hablamos; si ella aceptaba, correspondía con una red, y el contrato quedaba perfecto: en las otras tribus se hacía el concierto después de un gran baile a que todos concurrían. El marido tenía autoridad absoluta sobre la mujer, y los hombres no tenían más de una esposa, a excepción de los pericúes que usaban la poligamia. Las mujeres de estos se esmeraban en servirlos a porfía, porque siendo repudiadas al capricho, no encontraban después con quien casarse. La viuda casaba con el pariente más próximo del difunto. El adulterio sin consentimiento del marido, era gran delito e injuria que no quedaba sin venganza; pero si se desafiaban a la lucha o la carrera, la mujer del vencido solía ser el premio del vencedor. No amaban tanto a sus hijos, que no mataran a los que no podían mantener, y las mujeres primerizas procuraban con frecuencia el aborto, porque aquel hijo no fuera débil y enfermizo; para defender a los niños de la intemperie les untaban el cuerpo con carbón molido y orina fresca. Las pericúes cargan a sus hijos en una batea más profunda que aquella que les sirve en sus usos domésticos; las demás californias los llevan en una red a la espalda y apoyada en la frente, con yerbas o pieles para que el niño no se lastime. Llegados los muchachos a cierta edad, les horadan las orejas y el cartílago de la nariz para ponerles pendientes.

No tenían ninguna creencia religiosa, ni ídolo, ni altar, ni culto externo. Los pericúes decían, que Niparaja habitaba en el cielo, todo lo había hecho y todo lo podía hacer; tenía su mujer llamada Anajicojondi, de quien sin tocarla, por carecer de cuerpo, tenía tres hijos. El llamado Cuajaip fue engendrado en los montes de Acaragui, fue hombre poderoso, porque cuando quería entraba debajo de la tierra de donde sacaba hombres, y a estos los   —362→   doctrinaba; sus vasallos le fueron al fin ingratos, le mataron, y al matarle le atravesaron la cabeza con un ruedo de espinas. El cielo estaba más poblado que la tierra, y allí hubo antiguamente una guerra promovida por el orgullo de Tuparan según unos, o de Bac según otros; Niparaja salió vencedor, quitó a su enemigo las pitahayas y todas las frutas deliciosas, le arrojó del cielo con todos sus parciales, y puso a Tuparan en una gruta cercana al mar, criando a las ballenas para que le sirviesen de guardianes. Niparaja no quería la guerra y Tuparan la apetecía; eran una faz del principio del bien y del principio del mal, que se combaten casi siempre en las teogonías asiáticas. De aquí resultaron dos sectas entre los pericúes; los sectarios del primero eran graves, circunspectos, dóciles a la razón; los del segundo, falsos, embusteros, inquietos y obstinados. Estos últimos creían que las estrellas eran de metal, y habían sido criadas por un numen llamado Purutahui; así como la luna por Cucunumic.

Según los guaicuras, habitaba en el Norte el espíritu principal Guamongo, quien mandaba a la tierra las enfermedades; en un tiempo mandó a otro espíritu, nombrado Gujiaqui, o que visitara la California, y cumplió su comisión sembrando las pitahayas y señalando los lugares para la pesca, hasta un punto de la costa oriental (Puerto escondido), en donde se encerró por algún tiempo, servido por espíritus inferiores, comiendo pitahayas y peces, y ocupado en hacer capas de los cabellos de sus devotos para los embusteros, de quienes luego diremos; salió al cabo de su retiro, concluyó su visita, y se retiró para el Norte. Afirmaban también que el sol, la luna y los astros mayores eran mujeres u hombres que al desaparecer en el horizonte caían en la mar, de donde salían a nado al día siguiente; las estrellas eran fogones encendidos por el espíritu visitador, vueltos a encender después que se apagaban en el agua.

Para los cochimíes, habitaba en el cielo un gran Señor llamado en su lengua el que vive, quien sin concurso de mujer tenía dos hijos, el veloz y la perfección o el término del barro, existiendo también otro personaje bajo el nombre de el que hace Señores; los tres no eran más de uno; el cual había creado todas las cosas y a la mujer. El que vive crió también unas seres invisibles, mentirosos y engañadores, enemigos del hombre, y que se apoderaban de los muertos para meterlos debajo de tierra y que no vieran al criador. Los cochimíes de más allá de los 30º decían de un hombre que vino del cielo a la tierra para beneficiarla, y por eso le llamaban Jamá ambei ucambi tevivichi, el hombre venido del cielo. No le adoraban, mas se hacía una fiesta preparada por el engaño, pues magüer bárbaros y ateos sabían sacar provecho de la superstición. Pocos días antes de la fiesta, las mujeres buscaban por todas partes los manjares que les servían de alimento y los   —363→   colocaban bajo un emparrado; llegado el día, un joven, encargado de hacer el papel del numen, vestido de pieles y pintado el rostro para no ser conocido, se dejaba ver de improviso en lo alto de un monte cercano, en medio de la afectada admiración de los demás, bajaba al emparrado corriendo, devoraba la comida en compañía de los hombres, y desaparecía después también corriendo; quedaban edificadas las engañadas mujeres y hartos a su costa los farsantes maridos. Los indios cochimíes, que tanto gustaban comer del trabajo ajeno, tenían además otro engaño. Fingían que los muertos que habitaban en los países del Norte, venían cada año hacerles una visita; para recibirlos, las mujeres hacían la recolección de los manjares, y mientras ellas y los niños lloraban en un lugar retirado la pérdida de sus parientes, los hombres devoraban los mantenimientos. Estos secretos se guardaban con tanta fidelidad, que un joven que lo reveló a su madre, fue muerto en el acto mismo por su padre.

No faltaban charlatanes entre los californios, que se hacían pasar entre las tribus por curar las enfermedades, disponer de los elementos y conocer los futuros destinos de los hombres: entre los pericúes se llamaban, según la secta, Niparaja o Tuparan, entre los guaicuras Dicuinocho, y entre los cochimíes Guama. Su traje de ceremonia era una gran capa que les cubría desde la cabeza hasta los pies, formada de los cabellos de los devotos y de los enfermos, y además sobre la cabeza un penacho de plumas de gavilán y en la mano un abanico de lo mismo; los pericúes solían llevar en lugar del penacho una corona de colas de ciervo, y los cochimíes tenían además dos hilos de pezuñas de ciervo en la cintura. Sus conjuros los hacían en unas tablitas, sobre las cuales trazaban figuras misteriosas, copia, según decían, de las que les había dejado el espíritu visitador. Curaban las enfermedades con emplastros o unciones de algún zumo; si no valía, dizque sacaban la enfermedad chupando las partes del cuerpo por un cañuto, o tirando de dentro de la boca del enfermo; si este estaba muy grave se ponían a su rededor a dar grandes aullidos; y si se adormecía le daban golpes en la cabeza para despertarle. El funeral se hacía sin aparato, enterrando o quemando el cadáver; si querían honrar al difunto, levantaban en lo alto de un palo una figura grosera de ramas, y un guama decía alabanzas. Los guamas se hacían respetar y se proporcionaban los más escogidos alimentos, prometiendo grandes bienes, o amenazando con todos los males, según que les obsequiaban o se mostraban reacios, portándose siempre parciales e interesados.

Los religiosos jesuitas redujeron a los californios al cristianismo; la conquista de la península se debe al padre Juan M. de Salvatierra, hombre que por sus virtudes y por su grandeza de alma merece mayor loa que la alcanzada por muchos de los capitanes conquistadores. En los setenta años que   —364→   allí permanecieron fundaron diez y ocho misiones; pero suprimidas las de Londó, Liguig, La Paz y San José del Cabo, porque habiendo disminuido notablemente, los neófitos que quedaron se agregaron a otras misiones, restaron solo catorce, una entre los piricúes, cuatro entre los guaicuras y nueve entre los cochimíes, en esta forma:

  • Santiago (con San José del Cabo), fundada en 1719.
  • Todos Santos o Santa Rosa, 1719.
  • La Virgen de los Dolores, en Tagnuetía. San Luis Gonzaga.
  • La Virgen de Loreto, capital entonces de California, 20 de Octubre de 1697.
  • San Francisco Javier, 20 de Octubre de 1699.
  • San José de Comondú, 1708.
  • La Purísima Concepción, 1718.
  • Santa Rosalía de Mulegé, 1705.
  • Nuestra Señora de Guadalupe, 1720.
  • San Ignación de Radakaamang, 1725.
  • Santa Gertrudis, 1752.
  • San Francisco de Borja, 1762.
  • Santa María, 1767.

Expulsos los jesuitas en 1767, el cuidado de las misiones se encargó a los religiosos de San Fernando de México, quienes salieron de esta capital en 14 de Julio de aquel año, se embarcaron en San Blas en 12 de Marzo de 1768, llegando a Loreto en 1.º de Abril. Fundaron la misión de San Fernando de Belicatá en 14 de Mayo de 1769, trasladando la que los jesuitas tenían con el nombre de Santa María.

Los de propaganda fide entregaron las misiones a los religiosos dominicos en 1774, y estos establecieron:

  • Nuestra Señora del Rosario de Biñadaco, 7 de Enero de 1774.
  • Santo Domingo de la frontera, 30 de Agosto de 1776.
  • San Vicente Ferrer, 20 de Agosto de 1780.
  • San Miguel de Encino, 25 de Marzo de 1787.
  • Santo Tomás, 26 de Marzo de 1791.

Pasemos ya a hablar de las tribus y de sus lenguas. Según el sabio historiador Clavigero, cuyos relatos tomo para la mayor parte de este artículo, las naciones de la California cristiana son tres, «los pericúes, los guaicuras   —365→   y los cochimíes. Los pericúes ocupan la parte austral de la península desde el cabo de San Lucas hasta los 24 y las islas adyacentes de Cerralvo, el Espíritu Santo y San José; los guaicuras se establecieron entre el paralelo de 23º 30' y el de 26º, y los cochimíes tomaron la parte septentrional desde los 25º hasta los 33º y algunas islas del mar Pacífico. Cada una de estas tres naciones tenía su lengua propia. A los 33º comienza otra nación que habla distinta lengua, y hay otras en las márgenes del río Colorado; pero como son poco conocidas y ajenas de nuestro propósito nada diremos acerca de ellas.

La lengua pericú ya no existe, y los pocos individuos que han quedado de aquella desgraciada nación hablan hoy la española. La guaicura tenía tantos dialectos diversos cuantas eran las ramas de la nación que la hablaba, a saber: guaicuras propiamente dichos, aripas, uchitas, coras e indios de Conchó, llamados después lauretanos, por el pueblo de Loreto que se fundó cerca de ellos. La rama de los uchitas y la de los coras se extinguieron; los lauretanos abandonaron su lengua por la española y los otros restos de aquella nación conservan la que hablaban antiguamente. Aunque muchísimos de los cochimíes han aprendido el español, se conserva también su lengua en cuatro dialectos tan diversos entre sí, que al poco versado en ella pueden parecerle lenguas distintas.»

Hasta aquí Clavigero, y veamos si se pueden añadir algunos pormenores. Hemos visto que en la California había tres naciones principales; los pericúes, los guaicuras y los cochimíes.


Pericú

Los pericúes habitan en la misión de Santiago, que tiene sujeto a San José del Cabo y en las islas de Cerralvo, el Espíritu Santo y San José. Hablaron la lengua pericú.




Guaicura

Los guaicuras se subdividen en guaicuras, cocas, conchos, uchitas y aripas. Los guaicuras vivían principalmente en la costa del Pacífico, desde el puerto de San Bernabé hasta el de la Magdalena. Los coras en la costa del golfo, desde los pericúes hasta la misión de los Dolores, comprendiendo el puerto de la Paz. Entre los guaicuras, los cocas y los pericúes estaban los uchitas o uchines. Hasta el mismo Loreto, o muy cerca llegaban los conchos o monquíes, a quienes los jesuitas pusieron lauretanos; tenían guerra constante con una rama de su nación nombrada monquí-laimon o monquíes del interior,   —366→   porque vivían lejos de la costa, y se encuentran también nombrados por solo laimones. Los aripas, al Norte de los guaicuras.

De este idioma dice Balbi337: «Waicura, hablado por los waicuras o guaicuras, que son los monki o monquí de Hervás y de algunos otros autores. Esta nación, numerosa en otro tiempo y que ocupaba el centro de la península, está reducida actualmente a un pequeño número de individuos. Parece que el cora y el aripa son sus principales dialectos, o bien lenguas hermanas. En las misiones de la Paz y de Dolores se habla el waicura más puro. Faltan a esta lengua los sonidos correspondientes a las letras f, g, 1, o, x, z; es pobre e imperfecta en la declinación y en la conjugación; esta no tiene más de tres tiempos y aquella no distingue los casos diversos. No tiene expresiones para significar los sustantivos metafísicos de las cosas y de sus cualidades, le faltan muchos adjetivos, y posee muy pequeño número de preposiciones y conjunciones.

Vchiti; hablado por una nación poco numerosa llamada Vchiti por el P. Mich. del Barco y Vtschiti por el P. Bägert. Este pueblo habita al Norte del terreno ocupado por los pericúes. El idioma tiene mucha afinidad con el waicura, sin que sea no obstante dialecto suyo como malamente lo ha considerado el P. Mich. del Barco.»

Sin embargo de estos asertos, damos la preferencia a los dichos de Clavigero, y a los de los misioneros que tenemos consultados, por creerlos mejor instruidos en la materia, y con ellos formamos la familia guaicura, compuesta de esta lengua y de sus dialectos el cora, el concho o monqui, el uchita y el aripa.




Cochimí

Los cochimíes ocupaban la península desde Loreto hasta poco más allá de nuestra frontera. Los de las misiones de San Francisco Javier y San José Comondú se llamaban edúes; los de San Ignacio didúes. La lengua de los neófitos de San Francisco de Borja, Santa Gertrudis y San Fernando (Santa María) era un dialecto diverso, de los dos anteriores y del que usaban los indios más al Norte.

De aquí sacaremos que las lenguas de California son, el guaicura con sus dialectos y el cochimí con los suyos; es de advertir que desaparecen rápidamente en la península y queda ya poca memoria de ellos. Lengua perdida el pericú.



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Guaicura

Lengua con la cual hemos formado familia particular; tiene como dialectos los cuatro siguientes.




Cora

De la familia guaicura, lo hablan los coras, cantils y cayeyus.




Uchita

Uchita, uchiti; dialecto del guaicura hablado por los uchitas, uchitis, utschiti, uchitíes y uchitils.




Aripa

Dialecto del guaicura, hablado por los aripas.




Concho

De la familia guaicura; le corresponden las tribus de conchos, monquíes, lauretanos, laimones y monquíes-laimones.




Cochimí

Lengua distinta de las de California, con la cual hemos formado familia separada: son sus dialectos:


Cochimí del norte

De la familia cochimíf, hablado en la parte boreal de California.




Edú

Dialecto del cochimí, hablado por los edúes.




Didú

Pertenece al cochimí y lo hablan los didúes.






Lengua perdida

El pericú, del cual únicamente sabemos.