Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —607→  

ArribaCapítulo IX

El ilustrísimo señor Arteta


Oportunamente hemos estudiado diversos aspectos de la obra pastoral y de la personalidad del ilustrísimo señor doctor don Nicolás Joaquín de Arteta y Calisto, vigésimo séptimo obispo de Quito. Sin embargo, siguiendo nuestro método de reunir, a propósito de cada materia, datos que, si bien conocidos en otras, son necesarios para el pleno esclarecimiento de ella, daremos aquí una ojeada general sobre esa obra y personalidad, dejando para el segundo volumen el examen de los últimos años de la vida y ministerio del noble Pastor y su ascensión al Arzobispado.

Nació aquel esclarecido compatriota el 24 de enero de 1771, en el seno de hogar tan hidalgo como respetable por la virtud. Bendijo el cielo la unión de sus padres, el doctor don Joaquín de Arteta de Larrabeytia y doña Leonor Caliste, con abundante prole: diez y seis hijos, de los cuales fue el primero el futuro obispo365. Dos   —608→   de sus hermanos, los doctores José María y Pedro José366, brillaron en diversos ejercicios de la vida pública y en el Foro.

Hizo Arteta sus estudios con notable lucimiento en la Universidad de Santo Tomás, hasta coronarlos con el grado de doctor en ambos Derechos y en Teología, y con la incorporación al Cuerpo de abogados de la Real Audiencia el II de agosto de 1795. La misma Universidad le llamó muy luego a dictar la Cátedra de Prima de Leyes, en la cual reveló una vez más sus talentos jurídicos. Empero, a poco dio de mano a la abogacía y entró en el estado eclesiástico, sin abandonar por eso el asiduo cultivo de la jurisprudencia civil, en que adquirió verdadero renombre.

No obstante que los antecedentes de su familia, sus méritos personales y su labor docente, le llamaban desde entonces a elevados cargos en el sacerdocio, no desdeñó comenzar su ministerio por la cura de almas; y fue durante algunos años, según testimonio de Núñez del Arco, párroco ejemplar de Amaguaña, por su virtud y celo pastoral. Conoció así todas las amarguras y dificultades de la vida parroquial entre nosotros; y aprendió a estimar la heroica labor cuotidiana del clero rural, tan menospreciada a veces por hombres frívolos e incapaces de comprender el sacrificio de ese apostolado.

Retrato de Nicolás Joaquín de Arteta

Ilustrísimo y reverendísimo señor doctor don Nicolás Joaquín de Arteta, primer Arzobispo de Quito

  —609→  

En dicho lugar sorprendiole la revolución de 1809. Legítimo era defender cualquiera de las dos causas y no le reprocharemos por su adhesión fervorosa a la monarquía, a la cual prestó importantes servicios, como afirma el mismo Núñez del Arco,

«desentendiéndose a todos los oficios, pastorales y excomuniones que dirigía su Prelado hasta ser separado de su beneficio, y no contentos con esto los sediciosos ocurrieron a prenderlo, y en junta de su anciana madre pudo escapar e incorporarse en el ejército real que se hallaba inmediato a la ciudad».



A poco, opúsose a la silla doctoral del Coro de Quito, triunfó sobre sus competidores e inició su larga y prudente labor canonical, que había de durar más de veinte años y culminar con el deanato en 1828. Merece particular alabanza la decisión con que se opuso en 1822 a la declaratoria de vacancia del Obispado.

En 1815 fue elegido administrador eclesiástico de Quito, por destierro del insigne prócer y obispo, ilustrísimo señor Cuero y Caicedo; y desde entonces gobernó la diócesis, salvo breves interrupciones, ya como primera autoridad, ya como Vicario general. Adquirió, pues, cabal y no superada experiencia de los negocios diocesanos; por lo cual, a la muerte del ilustrísimo señor Lasso de la Vega, el Consejo de Gobierno no vaciló en ponerle en primer término en la terna para el Obispado de Quito, prefiriéndole a venerables e intrépidos defensores de la ortodoxia, como los doctores José Miguel de Carrión y Joaquín Miguel de Araujo.

Por su acrisolada prudencia y mansedumbre, ejerció verdadera paternidad sobre todos sus diocesanos, en época de desatadas pasiones. A raíz   —610→   de su muerte pudo escribir con justicia el periódico oficial: «Su vida entera ha sido un modelo ilustre de perfección cristiana, de dulzura y caridad evangélica».

Fue cuanto podía ser un sacerdote en aquel tiempo: catedrático de teología moral, Vicerrector del seminario de San Luis, Visitador y Rector de la Universidad (1819-20), Presidente de la Academia de Emulación en 1827, Vicepresidente de la Asamblea Constituyente de 1830, Consejero de gobierno y Director de la Academia de Derecho práctico en el trienio de 1830 a 32. Jurisconsulto, letrado y eclesiástico austero: triple título para que se le discerniesen los más elevados galardones.

Y en tanta abundancia de gloria, conservó el apacible sacerdote heroica humildad. Sobrellevó los ataques con igualdad de ánimo y jamás se le oyó una sola palabra descompuesta para sus adversarios, una sola frase que manifestase soberbia o recelo del mérito ajeno.

De tímido y apocado tachole el ilustrísimo señor Santander y Villavicencio, a quien acompañó como Vicario en su combatido gobierno; y esa misma fue la nota que, de tiempo en tiempo, se puso sobré su figura de administrador y obispo. Nacido en el siglo XVIII, el siglo de las grandes debilidades y del laberinto de las doctrinas, no tenía ciertamente la extraordinaria entereza necesaria para oponer duraderas vallas a la pertinaz intervención del regalismo en la vida de la Iglesia. Pero no dejó en ocasiones de protestar, serena y mesuradamente, contra la nociva ingerencia del Poder Civil en el Santuario. Su forma en tales casos fue sencilla, sin aparato de solemnidad, atendiendo más al éxito de su gestión,   —611→   que a la alabanza de su conducta. Enemigo de todo conflicto, temeroso de dar ocasión o pretexto a nuevos atropellos, procuraba solícitamente prevenir cualquier discordancia con los gobiernos cesaristas de su patria.

Se había tildado de codicia al ilustrísimo señor Santander. Arteta, en cambio, no sólo siguió las huellas de su predecesor inmediato, el santo monseñor Lasso de la Vega, sino que practicó la munificencia cristiana, la magnificencia mejor dicho, en la caridad y en el apoyo a todas las empresas patrióticas y religiosas que recurrían a su mano liberal. En época de egoísmo, fue prototipo de desinterés.

No tuvo el don augusto de la palabra, ni escrita, ni hablada. Aun en los Congresos sus intervenciones fueron cortas y raras. Para evitar los ataques a la Iglesia servíase más bien de su poderoso ascendiente social, de la autoridad que le conferían su virtud y su saber. Gracias a esa labor secreta, logró impedir en 1839 qué la legislatura llevase más adelante sus peligrosos proyectos. Su sola presencia en el Obispado detuvo muchas iniciativas contrarias a los intereses espirituales, por el general respeto con que le honraba la sociedad.

Ese respeto provino en buena parte de la admirable sagacidad con que adivinó el ministerio de amor y de paz que incumbe a la Iglesia en las tormentas políticas, manteniéndose alejado sistemáticamente de ellas. Oigamos lo que escribió el continuador de Ascaray:

«Sus bien acreditadas luces le han conducido al acierto en las disensiones y variaciones que en su tiempo han ocurrido con frecuencia en la República; nunca ha tomado parte en ellas, ni ha prostituido la dignidad episcopal   —612→   mezclándose en los asuntos políticos; contraído siempre al cumplimiento de sus deberes con dulzura, benignidad y desprendimiento».



Probó Arteta con su ejemplo que el sacerdote puede, y aun debe a veces, intervenir en la vida pública, con tal de no abanderizarse en ninguno de los campamentos políticos, para no rebajar el papel de la Iglesia, ni comprometer la universalidad de su magisterio. Hombre de Estado y hombre de Iglesia a la vez, su amor a Dios engendró en su alma la más acendrada y dulce piedad hacia la patria desvalida.

Uno de sus grandes anhelos fue el desarrollo de la instrucción pública. No se pagó con haber impulsado su adelanto desde los puestos de responsabilidad que le confió el Estado, como la Dirección de Estudios y el Rectorado de la Universidad; sino que se sirvió de su carácter episcopal para derramar a manos llenas la fecunda simiente de la cultura en las aldeas y aun en la misma capital. Arteta es uno de los más ilustres creadores de la educación primaria en la Arquidiócesis. Su nombre debería ser objeto de particularísima admiración por este concepto.

No sólo apoyó sin recelo alguno las iniciativas de Rocafuerte en pro de la instrucción popular, sino que con sus dineros procuró sacarla del caos en que estaba. Por medio del arzobispo de Bogotá, monseñor Mosquera, y de su hermano Manuel María, pidió libros para la enseñanza en la escuela del monasterio de la Concepción; escuela que sostuvo con largueza y entusiasmo. Empeñose asimismo en que los demás conventos de mujeres estableciesen planteles primarios, cedió las cuartas episcopales de Imbabura para el de las concepcionistas de Ibarra, etc. Aun la   —613→   enseñanza de obstetricia, fundada por vez primera en 1841, tuvo en monseñor Arteta munífico protector.

Ardía en tanto celo por el mejoramiento de la instrucción, que no desdeñó trabajar por la enmienda de los defectos que por entonces tenía. Fue el primero que entre nosotros levantó autorizada voz para pedir la restricción del período de vacaciones, tan dilatado aun, a pesar de los esfuerzos que posteriormente se han hecho para acortarlo. Con su piadoso compañero de candidatura al Obispado, doctor Joaquín Miguel de Araujo, promovió la extinción de las escuelas mixtas, toleradas por la pobreza del país.

Verdadero civilizador, su actividad se extendió a la conservación de la salud pública. Intervino espontáneamente en la elección de lugar conveniente al hospital de leprosos; y preocupose de la reforma de los cementerios y de que se enterraran los cadáveres de los individuos fallecidos en el hospital de Quito en lugares cerrados. Esa institución y el hospicio le merecieron considerables donativos.

La acción externa de la Sociedad espiritual tuvo, pues, en él, un campeón de amplísimo espíritu, que no escatimó sacrificio para mantener y dilatar la influencia episcopal. Pero mucho más intensa y fecunda fue su labor propiamente eclesiástica, a pesar de sus dolencias y de su venerable ancianidad.

Cuando en toda América existía la más anticanónica facilidad para las ordenaciones, monseñor Arteta inició saludable reacción, exigiendo la comprobación severa de la capacidad del aspirante. Por eso muchos jóvenes levitas procuraban eludir su intervención, recurriendo a prelados   —614→   de otros países. Gracias a sus exigencias se establecieron, además de la Academia Eclesiástica, las conferencias morales bisemanales en el colegio de San Buenaventura, a las cuales debían concurrir, por seis meses consecutivos, todos los sacerdotes reprobados en los concursos. Sin el certificado de estudios por ese lapso y sin la práctica de los ejercicios espirituales de San Ignacio, no podían presentarse a nueva oposición.

Con la formación completa y profunda del clero, tales medidas hubieran sido innecesarias; pero el regalismo ponía insuperables obstáculos a toda reforma cabal de los estudios eclesiásticos. Ya hemos visto cuánto trabajó el insigne prelado para recuperar la plenitud de la jurisdicción sobre el seminario y, consiguientemente, para que desapareciese su carácter mixto. Merced a su intervención se obtuvo en 1836 la reorganización del plantel, que prometió opimos frutos; promesa que luego quedó fallida por las medidas de Rocafuerte, mantenidas por el general Flores. A causa de la deficiencia del «San Luis», monseñor Arteta se empeñó en que no se pusiesen obstáculos a la fundación de otros planteles de enseñanza eclesiástica, como los de «San Felipe» y «San Diego».

La rehabilitación del brillo de los claustros era tan necesaria como la reforma del clero secular; y Arteta no ahorró esfuerzos para lograrla. En su carácter de delegado pontificio, intervino con elevada prudencia en numerosos asuntos de regulares, especialmente en la visita de 1839, procurando llamar a aquellos a nueva vida. Opúsose discretamente a los proyectos de disolución de las órdenes religiosas; y trató de evitar la   —615→   imprudencia y ligereza con que se solicitaban y concedían las secularizaciones, ya que con ellas contribuían los mismos frailes a la realización paulatina, pero segura, del programa anticlerical de algunos prohombres ecuatorianos.

Sin dar publicidad a sus reclamos, con secreta energía, contuvo la propaganda protestante, que empezó el hábil educacionista Wheelwright, bajo el patrocinio del impetuoso Rocafuerte.

El clero tuvo en él defensor tranquilo y firme. Gracias a esa defensa, los gobiernos se vieron en el caso de respetar sus derechos y reprimieron, mal de su grado, la violencia con que a veces se le quiso ofender, interpretando errónea o malévolamente sus actos. Aun en los casos en que la actitud del clero estaba en contradicción con las ideas del prelado, como en el del juramento del artículo 6.° de la Carta de 1843, la conducta de monseñor Arteta fue noble y paternal, a pesar de las agrias circunstancias de la época y la extrema rigidez de las fórmulas patronales.

Tal vez en el alma del virtuoso e ínclito Pastor, quedó algún involuntario resabio regalista de su educación colonial; y ese resabio influyó en su actitud en aquellas circunstancias. Pero si erró, debió de ser sólo por debilidad, o acaso porque su recta inteligencia no alcanzó a descubrir, con la debida y oportuna claridad, cuál era su obligación; nunca por desviación de ideas. Jamás fue partidario en principio de la tolerancia de cultos. En 1839, al contestar a una consulta que, según columbramos, le hizo el Delegado Apostólico sobre el estado de las cosas eclesiásticas en el Perú, escribió estas significativas palabras:

  —616→  

«Del señor Luna Pizarro me informan que además de ingerirse en los asuntos políticos, es de dictamen que en América se establezca la tolerancia de cultos; tacha bastante para excluirlo de cualquier opción»367.



Merece extraordinario aplauso el celo con que acogió los proyectos de restablecimiento de la invicta Compañía de Jesús en 1843, y la largueza con que se aprestó a secundarlos en pro de la restauración de la piedad y de las misiones, cuyo progreso fue uno de sus más ardientes desiderátums.

Por la moralización del clero no dejó de trabajar un solo día y en su visita iniciada en 1836 tomó enérgicas providencias de reforma. Además, procuró el establecimiento de Oratorios de San Felipe y la venida a nuestro país del célebre padre Francisco de la Villota, prepósito del de Pasto, a fin de que emprendiese esa creación, tan benéfica en todas partes para el mejoramiento del clero.

Otra obra provechosísima fue la de limpiar las fiestas religiosas de sus adherencias profanas, especialmente de las corridas de toros. Muy poco consiguió, sin embargo, porque los abusos eran inveterados. La bastedad de las costumbres   —617→   ponía obstáculo insuperable a tales reformas.

Vimos en otro lugar el abundante número de cofradías que se fundó en los primeros años de su gobierno episcopal, número que seguramente fue creciendo más tarde. Esas asociaciones sirvieron sobremanera para vigorizar el espíritu religioso del pueblo y retemplar su fe tradicional.

¡Cuánto más habría podido hacer el Obispo si lo hubiesen consentido su salud, la dura condición de las cosas religiosas y la nociva intrusión del Estado en el campo espiritual! Para subsanar el primer inconveniente nombró un Auxiliar que, como hemos dicho, contrapesaba con su energía y vigor, alguna deficiencia de su carácter. Desventuradamente, la labor episcopal del ilustrísimo señor Obispo de Botrén fue deshecha por la torpe mano de la política nacional.

Memoria duradera merece aquel manso y dulce pastor, modelo de cortesanía, admirable benefactor de los pobres, que presentó a los hombres turbulentos la Cruz de Cristo, como símbolo de paz y reconciliación, y a los amigos del saber la luz de la ciencia, y a los humildes el Evangelio de la Caridad.







  —[618]→     —619→  
Índice de obras consultadas

ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA (Ecuador), Documentos para la Historia, 1922, vol. I.

Actas de los Primeros Congresos Ecuatorianos (Constituyente de 1830, Congresos del 31, 32, 33, Constituyente de 1835 y Congresos de 1837 y 39) precedidas de introducciones históricas por Francisco Ignacio Salazar, Quito, 1888-1894.

AIGRAIN, Abbé R., Ecclesia. Encyclopédie populaire des connaissances religieuses, París, 1927. (Obra escrita en colaboración con numerosos especialistas).

ÁLVAREZ ARTETA, Segundo, La cuestión de límites entre las Repúblicas del Ecuador y el Perú. Apuntes y documentos, Sevilla, 1901.

ANDRÉ, Marius, «La révolution libératrice de l'Amérique espagnole», Le Correspondant, 10 juillet, 1921. (El fin del Imperio español en América).

—, Bolívar y la democracia, Barcelona, 1924.

ARAGÓN, Arcesio, La Universidad del Cauca, Monografía histórica, Popayán, MCMXXV.

ARAUJO, Dr. Joaquín Miguel de, «Disertación sobre la lectura de la Biblia en Lengua vulgar, con breves notas», en Antología de prosistas ecuatorianos, Quito, 1895, tomo II.

ARBOLEDA, Gustavo, miembro de la Academia de Historia de Bogotá, Diccionario biográfico de la República del Ecuador, Quito, 1911.

Diccionario biográfico y genealógico del antiguo Departamento del Cauca, Cali.

Archivo Santander, volúmenes VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, XXIII, XXIV.

AYARRAGARAY, Lucas, La Iglesia en América y la dominación española, Buenos Aires, 1920.

  —620→  

BARRERA, Isaac J., Rocafuerte. Estudio histórico-biográfico, Quito, 1911.

—, «Quito colonial. Siglo XVIII. Comienzos del siglo XI», en Memorias de la Academia Nacional de Historia, Quito, 1922, vol. I.

BAYLE S. J., R. P. Constantino, La cruz y el dólar. Propaganda protestante en la América española, Madrid.

BERTHE, R. P. A., García Moreno, Presidente de la República del Ecuador, vengador y mártir del Derecho Cristiano, obra escrita en francés y traducida al castellano por don Francisco Navarro Villoslada, París, 1892, 2 tomos.

BORJA, Dr. Luis Felipe, «Los escritos de un prócer», en Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, Quito, 1919, tomo I.

BORRERO, Dr. Alfonso María, Cuenca en Pichincha, Publicaciones del Centro de Estudios Históricos y Geográficos del Azuay, Cuenca, 1922.

BORRERO, C., Dr. Antonio, Refutación por A. B. C. del libro titulado «García Moreno, Presidente del Ecuador, vengador y mártir del Derecho Cristiano (1821-1875)», por el R. P. A. Berthe, Guayaquil, 1889.

—, «Biografía del padre Solano», en Obras de fray Vicente Solano.

CALDAS, Francisco José de, Cartas de Caídas, Biblioteca de Historia Nacional, Bogotá, 1917.

CARRIÓN Y VALDIVIESO, Dr. José Miguel, Cortas reflexiones sobre el juramento de obediencia a la Constitución dada en Quito en 1843, folleto escrito en colaboración con otros eclesiásticos, Quito, 1843.

—, Defensa del Obispo titular de Botrén y auxiliar de Quito, José Miguel Carrión, tocante a las órdenes conferidas por él a unos religiosos de Santo Domingo en la ciudad de Loja, año de 1844, Piura, 1845.

CEVALLOS, Dr. Pedro Fermín, Resumen de la Historia del Ecuador desde su origen hasta 1845, 1886, 2.ª edición, 5 volúmenes.

  —621→  

CLAVIJO, Dr. José de Jesús, «Examen del folleto titulado Cuatro palabras a los sabios», en Antología de prosistas ecuatorianos, Quito, 1895, tomo II.

COMPTE, R. P. Francisco María, Varones ilustres de la Orden Seráfica en el Ecuador desde la fundación de Quito hasta nuestros días, Quito, 1886, 2.ª edición, 2 tomos.

CORDERO PALACIOS, Dr. Octavio, Crónicas documentadas para la Historia de Cuenca. La Emancipación, Cuenca del Ecuador, 1920, tomo I.

CORNEJO, Dr. Mariano H. y OSMA, D. Felipe de, Documentos anexos a la Memoria del Perú presentados a S. M. el Real Árbitro, Madrid, 1905, tomo III.

CUERVO, Luis Augusto, Epistolario del doctor Rufino Cuervo, 2 volúmenes.

CUEVAS S. J., R. P. Mariano, Historia de la Iglesia en Méjico, tomo V.

CHANTRE Y HERRERA S. J., R. P. padre José, Historia de la Compañía de Jesús en el Marañón español, Madrid, 1901.

DESTRUGE, Camilo, Álbum biográfico ecuatoriano, 5 volúmenes.

—, «Historia de la prensa de Guayaquil», en Memorias de la Academia Nacional de Historia, Quito, años 1924 y 1925, vols. II y III.

DONOSSO, Bartolomé, «Serie cronológica de los Obispos de Quito, desde su erección en Obispado y algunos sucesos notables en esta ciudad», en Anales de la Universidad de Quito.

ENDARA, Dr. Julio, «El Obispo Pérez Calama y su "Plan de Estudios de la Real Universidad de Quito"», en Boletín de la Biblioteca Nacional del Ecuador, MCMXX.

ERRÁZURIZ, Ilmo. Sr. Dr. D. Crescente, Los Orígenes de la Iglesia Chilena, 1540-1603, Santiago, 1893.

ESPEJO, Escritos del doctor Francisco Javier Eugenio Santa Cruz y Espejo, con prólogo y notas   —622→   del Director de la «Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos», 1912, 2 tomos.

EYZAGUIRRE, Dr. José Ignacio Víctor, Los intereses católicos en América, París, 1859.

FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor, Orígenes del Régimen Constitucional en España, Barcelona, Editorial Labor, 1928.

FIORE, Pascual, Tratado de Derecho Internacional Público, versión castellana por Alejo García Moreno, Madrid, 1894-95, 2.ª edición.

FLORES, Dr. Antonio, El Reino de Quito, según las relaciones de los Virreyes del Nuevo Reino de Granada, las de antiguos autores y los documentos del tiempo de la Metrópoli, Santiago, 1870.

FLORES CAAMAÑO, Alfredo, José Mejía Lequerica en las Cortes de Cádiz de 1810 a 1813, Barcelona.

—, «El Centenario de la República del Ecuador. Causas de la división de la antigua Colombia y el establecimiento del Estado del Ecuador», en El Debate de Quito, n.º 196 y sgts., 1930.

FRÍAS S. J., R. P. Lesmes, Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia moderna de España, tomo I.

GANGOTENA Y JIJÓN, Cristóbal de, «Documentos históricos», en Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. VI, págs. 129-137.

—, «Índice cronológico de los abogados de la Real Audiencia de Quito», en Boletín de la Biblioteca Nacional de Quito, 1921.

—, «Arteta», en Boletín de la Academia Nacional de Historia, Quito, edición especial de los n. º 21-23, 1924.

GONZÁLEZ SUÁREZ, Ilmo. Dr. Federico, Historia general de la República del Ecuador, Quito, 1890-1901, 7 volúmenes.

—, Estudio histórico sobre la cédula del 15 de julio de 1802, Quito, 1995.

  —623→  

—, Nueva miscelánea o Colección de opúsculos, publicados por Federico González Suárez, Arzobispo de Quito, Quito, 1910.

—, Memorias íntimas.

GORCE, Pierre de la, de l'Academie Française, Histoire religieuse de la Révolution Française, París, 1917-1923, 5 volúmenes.

GOYAU, Georges, Histoire religieuse de France, París.

—, «Un tournant d'histoire religieuse. 1830. Catholicisme et liberalisme», en La Vie Intellectuelle, 10 janvier 1930.

GROOT, Dr. José Manuel, Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, Bogotá, 1869-1870, 3 tomos.

GUTIÉRREZ, R. P. Arístides, El Oratorio de San Felipe Neri de Pasto.

HAYWARD, Fernand, Histoire des Papes, París, 1929.

HEFFTER, A. G., Derecho Internacional Público de Europa, traducción de G. Lizárraga, Madrid, 1875.

HENAO, Jesús María, y ARRUBLA, Gerardo, Historia de Colombia, Bogotá, 1911-1912, 2 volúmenes.

HEREDIA S. J., R. P. José Félix, La antigua provincia de Quito de la Compañía de Jesús y sus misiones entre infieles, Riobamba, 1924.

HERNÁEZ S. J., R. P. Francisco Javier, Colección de bulas, breves y otros documentos relativos a la Iglesia de América y Filipinas, Dispuesta, anotada e ilustrada por..., Bruselas, 1879, 2 tomos.

HERRERA, Dr. Pablo, Antología de prosistas ecuatorianos, Quito, 1895, 2 tomos.

—, «Ensayo sobre la Historia de la Literatura Ecuatoriana. Nueva Edición», en Publicaciones de la Biblioteca Nacional de Quito, Quito, 1927.

—, «Reseña histórica de la Universidad de Quito», en Primera serie de los Anales de la Universidad. (Con   —624→   apéndice que contiene el elenco de los Rectores desde 1767).

HUBY, Joseph, Christus, Manuel d'Histoire des religions, París, MCMXXIII.

IZAGUIRRE O. M., fray Bernardino, Historia de las misiones franciscanas y narración de los progresos de la Geografía en el Oriente del Perú, Lima, 1923.

JERVES O. P., R. P. Alfonso M., Apuntes biográficos del doctor Juan Bautista Vázquez, por Alvio de Alves, Cuenca, 1923.

—, «La provincia dominicana en el Ecuador», en El Ecuador en cien años de independencia, Quito, 1930.

—, «Las misiones dominicanas en el Oriente ecuatoriano», en El Oriente dominicano, 1928.

JIJÓN Y CAAMAÑO, Jacinto, Política conservadora, tomo I, Riobamba, 1929.

—, Quito y la Independencia de América, Quito, 1922.

JOURNET, Charles, «La pensée thomiste sur le "pouvoir indirect"», en La Vie Intellectuelle, 15 avril 1929.

JUAN, Jorge, y ULLOA, Antonio, Noticias secretas de América, Madrid, edición de la Biblioteca Ayacucho, 1918, 2 tomos.

KNOPFLER, Dr. Luis, Manual de Historia Eclesiástica, Friburgo de Brisgovia, 1998.

LAGARDE, Georges de, Recherches sur l'esprit politique de la Reforme, París, 1926.

LARREA, Carlos Manuel, «Un cuadro de Goya y breves noticias sobre un Obispo de Quito», en Boletín de la Academia Nacional de Historia, Quito, 1921, vol. I.

LASSO DE LA VEGA, Rafael, Documentos para la historia de la diócesis de Mérida, recogidos y publicados, por el ilustrísimo señor doctor Antonio Ramón Silva, Obispo de la misma diócesis. Pontificado del ilustrísimo señor Lasso de la Vega. (Sus trabajos en el orden político), Mérida, Venezuela, 1922.

  —625→  

LECLERCQ, Abbé Jacques, Professeur a la Faculté de Philosophie et lettres de l'Institut Saint Louis a Bruxelles, Leçons de Droit Naturel. II. L'Etat ou la Politique, 1929.

LECUNA, Dr. Vicente, Cartas del Libertador, Caracas, 1929-30, 10 volúmenes.

LE GOUHIR S. J., R. P. José María, o J. L. R., Historia de la República del Ecuador, Quito, 2 volúmenes, 1920 el 1.° y 1925 el 2.°.

—, Un gran americano (García Moreno), Quito, 2 ediciones, 1921 y 1923.

—, El nueve de ode 1820. Reseña histórica, Guayaquil, 1920.

LETURIA S. J., R. P. Pedro, El ocaso del Patronato Real en la América española. La acción diplomática de Bolívar ante Pío VII, 1820-1823 a la luz del Archivo Vaticano, Madrid, MCMXXV.

—, «La célebre encíclica de León XII sobre la independencia de la América española en 21 de setiembre de 1824», en Razón y Fe, mayo de 1925.

—, «León XII y Bolívar», en Razón y Fe, n.º del 25 de diciembre de 1930.

LÓPEZ, Canónigo J. Alejandro, La integridad territorial y el clero, Quito, 1905.

MAINAGE O. P. TH., Les mouvements de la jeunesse catholique française au XIXe siècle, París, 1918.

MARITAIN, Jacques, Primauté du Spirituel, París, MCMXXVII.

MÁRQUEZ, Dr. Ezequiel, Fray Vicente Solano, Cuenca, agosto de 1918.

—, Simón Bolívar y la enseñanza de Derecho, Cuenca, 1924.

—, «La imprenta en Cuenca», en Revista del C. de E. H. y G. del A., 1921.

—, «Una sedición en Cuenca a favor de la Monarquía», en Id., 1923.

MATOVELLE, Dr. José Julio María, Imágenes   —626→   y santuarios célebres de la Virgen Santísima en América, Quito, 1909.

MAURA, Don Antonio, Defensa de los derechos de la República del Ecuador en su contienda con la República del Perú, Madrid, 1906.

MAURTUA, Dr. Víctor M., Juicio de límites entre el Perú y Bolivia. Contestación al alegato de Bolivia, Buenos Aires, 1907, tomos VI y XII; y Barcelona, 1906.

MENÉNDEZ PELAYO, don Marcelino, Historia de los heterodoxos españoles, Madrid, 1932, tomo III de la primera edición, tomo VII de la segunda.

MERA, don Juan León, Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana, Barcelona, 1893, 2.ª edición.

—, García Moreno, (Libro inédito), Quito, 1904.

—, «El doctor Joaquín Miguel de Araujo. Apuntes biográficos y críticos», en Revista Ecuatoriana, Quito, octubre-diciembre de 1893.

MONCAYO, Dr. Pedro, El Ecuador de 1825 a 1875, Quito, 1906.

—, Colombia y el Brasil. Colombia y el Perú. Cuestión de Límites, Valparaíso, 1862.

—, Cuestión de límites entre el Ecuador y el Perú, según el Uti Possidetis de 1810 y los Tratados de 1829, Quito, 1860.

MONGE, D. Celiano, Lauros, Quito, 1910.

—, Documento de Oro. Constitución del Estado de Quito, 1811-1812, Quito, 1913.

MONROY, R. P. Joel Leonidas, La Santísima Virgen de la Merced de Quito y su santuario, Quito, 1933.

—, «El muy reverendo padre fray Antonio Albán», en Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, Quito, 1920, tomo IV.

MONSALVE, General José D., El ideal político del Libertador Simón Bolívar, Madrid, Editorial América, 2 tomos.

  —627→  

—, «Estudios sobre el Libertador Simón Bolívar», Bogotá, 1930.

MORENO, Dr. José Ignacio, Ensayo sobre la Supremacía del Papa, especialmente con respecto a la Institución de los Obispos, 1831-1836, 2 tomos.

—, Cartas peruanas, Lima, varios años.

MOURRET, Fernand, professeur d'Histoire au Séminaire de Saint Sulpice, Histoire générale de l'Eglise, tomos 6, 7, 8 y 9.

MUÑOZ VERNAZA, Dr. Alberto, Obras de Espejo en «La Unión Literaria» de Cuenca, mayo, junio y octubre de 1913.

NAVARRO, Monseñor Nicolás E., Anales Eclesiásticos Venezolanos, Caracas, 1929.

NAVARRO, Cgo. doctor José María, «Apuntes para la Historia de la diócesis de Guayaquil», en Boletín del Centro de Investigaciones Históricas, n.º I-III.

NAVAS E., Pbro. Juan de Dios, Guápulo y su Santuario, Quito, 1926.

—, Después de un siglo. El ilustrísimo y reverendísimo señor doctor don Rafael Lasso de la Vega, Obispo de Mérida y de Quito, Quito, 1931.

—, «Una serie cronológica de los Obispos de América», en Boletín de la Academia Nacional de Historia, 1921, vol. II.

NOURRISSON, Paul, Histoire légale des Congrégations religieuses en France depuis 1789, París, 1928, 2 volúmenes y suplemento.

O'LEARY, General Daniel F., Memorias, tomo IV.

OLIVART, Marqués de, De los principios que rigen la sucesión territorial en los cambios de soberanía, Madrid, 1906.

PARDO Y BARREDA, Dr. José, Documentos anexos al Alegato del Perú presentados a S. M. el Real Árbitro, Madrid, 1905, tomo I.

PASTOR, Luis, Historia de los Papas, Barcelona.

PERAGALLO, Dr. Roberto, Iglesia y Estado, Santiago de Chile, 1923.

  —628→  

PÉREZ Y SOTO, Juan B., El crimen de Berruecos. Asesinato de Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, Roma, 1924, 4 tomos.

PÓLIT LASO, Excmo. Dr. Manuel María, Arzobispo de Quito, «Documentos Históricos» publicados en los n.º 2, 3, 4 y 5 de la Revista Católica de la diócesis de Cuenca, Ecuador, 1918.

—, «El ilustrísimo señor doctor don José Ignacio de Cortázar, Quinto Obispo de Cuenca», en Revista Católica, Cuenca, n.º 7, julio de 1918.

—, «Los deanes de Cuenca», en Id., n.º 8 y 9.

—, La muerte cristiana de Bolívar, Quito, 1930.

—, Los sentimientos religiosos de Sucre. Ensayo histórico psicológico, Quito, 1930.

PONCE, Dr. N. Clemente, Memorándum para el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Bolivia. Límites entre el Ecuador y el Perú, Quito, 1915.

—, «Alegato de Quiroga en el primer juicio iniciado contra los próceres en febrero de 1809», en Memorias de la Academia Ecuatoriana, Quito, 1922, número extraordinario.

POURRAT, R. P. P., «La spiritualité chrétienne», en Les Temps Modernes. II, París, 1928, tome IV.

RAIMONDI, Antonio, «El Perú», tomo III, Historia de la Geografía del Perú, Libro II, Lima, 1879.

RESTREPO, Juan Pablo, La Iglesia y el Estado en Colombia, Londres, 1885.

RESTREPO, José Manuel, Historia de la Revolución de la República de Colombia, Besanzon, 1858, tomo III.

RIOFRÍO, Canónigo Dr. Francisco J., La advocación de Nuestra Señora del Cisne, Quito, 1924.

ROCAFUERTE, D. Vicente, Rocafuerte a la Nación, Quito, 1908.

—, Cartas al general Juan José Flores. Fueron publicadas con el título «El Libro del doctor Pedro Moncayo», en El Nacional de 1887.

  —629→  

RODRÍGUEZ DE QUIROGA, Dr. Manuel, Alegato ya citado. Memorias de la Academia Ecuatoriana.

QUEVEDO, Belisario, Sociología política y moral, preliminar y apéndice de J. Roberto Páez, Quito, Editorial Bolívar, 1932.

SALAZAR Y LOZANO, Dr. Agustín, Recuerdos de los sucesos principales de la Revolución de Quito desde 1809 hasta el de 1814, Quito, 1910.

SOLANO O. M., fray Vicente, Obras, Barcelona, 1892, 4 volúmenes.

—, Cartas al doctor José María Laso en los años de 1840 a 1856, publicadas y anotadas por el presbítero doctor don Manuel María Pólit, Canónigo Honorario de la Catedral de Quito, 1902.

TOBAR DONOSO, Dr. Julio, García Moreno y la instrucción pública, Quito, 1923.

—, Desarrollo constitucional del Ecuador, Ensayo, Quito, 1925.

—, «La enseñanza particular en el Ecuador durante el primer siglo de vida independiente», en Problemas escolares, 1930.

—, La tradición mariana del Ecuador, desde la conquista hasta el año de 1906.

—, «El primer Concordato Ecuatoriano», en Memorias de la Academia Ecuatoriana, 1932, entrega 21.

—, Las relaciones entre la Iglesia y el Estado ecuatoriano, 1924.

—, La instrucción pública en el Ecuador de 1830 a 1930, 1930.

—, El Obispo de Botrén, doctor José Miguel de Carrión y Valdivieso, 1924.

TOBAR SUBÍA, Dr. Cristóbal, Monografía de Ibarra, Quito, 1930.

VACAS GALINDO O. P., R. P. fray Enrique, Colección de documentos sobre los límites ecuatoriano-peruanos, Quito, 3 volúmenes.

—, La integridad territorial de la República del Ecuador, Quito, 1905.

  —630→  

VÁZQUEZ, Dr. Honorato, Memoria histórico-jurídica sobre los límites ecuatoriano-peruanos, Quito, 1904, 2.ª edición.

—, Exposición ante Su Majestad Católica don Alfonso XIII en la demanda de la República del Ecuador contra la del Perú sobre límites territoriales, Madrid, 1906.

VELASCO IBARRA, Dr. José María, Estudios varios, Quito, 1928.

—, Democracia y constitucionalismo, Quito, 1929.

VITERI LAFRONTE, Dr. Homero, «El centenario de la República del Ecuador», en Boletín de la Unión Panamericana, agosto de 1930.

VIVERO, Dr. Luis Fernando, Lecciones de Política, París, 1827.

WEISS, Juan Bautista, «La supresión de la Compañía de Jesús, etc.», en Historia Universal, Barcelona, 1931, vol. XIV.

WOLF, Teodoro, Geografía y geología del Ecuador, Leipzig, 1892.

ZUBIETA, Pedro A., Apuntaciones sobre las primeras misiones diplomáticas de Colombia, Bogotá, 1924.