Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

11

Donde más plásticamente queda registrado ese proceso es quizá en la figuración de los personajes sobrenaturales, y en especial de los demonios de «La diablesa» y «El diablo desinteresado». Esos personajes ya no son los seres caprípedos y subterráneos que se asomaban en las Tradiciones de Ricardo Palma y también en algún cuento de Darío («La extraña muerte de fray Pedro»); ahora son caballeros urbanos, unos gentlemen que reflejan la alteración de las referencias morales de la secularización cuando se convierten en portavoces de los discursos personales de Nervo y, entre éstos, de los de carácter más ético y positivo (cfr. Nervo Obras completas I: 131 y 309).

 

12

Sobre los particulares del discurso nerviano de la felicidad me he extendido ya en mi introducción a En voz baja y La amada inmóvil.

 

13

Que yo recuerde, sólo el dariano «Cuento de Pascuas» puede considerarse un relato apocalíptico «globalizante» pero, en cualquier caso, ajeno a la ciencia-ficción. Lo mismo cabría decir tal vez de «La lluvia de fuego» de Lugones. El «Ensayo de una cosmogonía en diez lecciones» de Lugones, aunque globalizante, tiene como referencias las doctrinas esotéricas y el evolucionismo, más que los avances de la técnica, pero está sobre todo enfocado hacia el pasado y no hacia el futuro, como suele ser preceptivo en los relatos de ciencia-ficción.

 

14

También «Kábala práctica» y «El escuerzo» de Lugones cuentan con receptores femeninos, aunque en ambos casos son intradiegéticos.

 

15

Sobre ellos me extiendo en la introducción a En voz baja (73-81).

 

16

Cfr. sus afirmaciones de «El estilo exuberante»: «La palabra dice y quiere decir. El autor dice con ella esto o aquello, pero no logrará apoderarse del ritmo íntimo de las cosas sino cuando quiere decir esto o aquello, cuando intenta expresar lo que no se expresa de por sí, cogiendo simplemente las palabras necesarias, sino lo que sólo acierta a expresarse después de mirar muchas palabras al trasluz, a fin de ir descubriendo su significación escondida [...]. Y este Don Juan (Valera) jamás se asomó al mundo interior del léxico, a lo que está en lo hondo de la palabra, a lo que conserva aún el sello enigmático y lejano de su origen celeste: "En el principio el Verbo era Dios y el Verbo estaba en Dios, y por el fueron todas las cosas y sin Él no fue hecha cosa alguna [...]". Este Don Juan no penetró jamás a uno de esos callados claustros, donde las palabras nunca dichas son como invioladas monjas, a fin de robarse a Doña Inés, a ese incontaminado vocablo que expresa hasta lo inefable y que suele prenderse como gota de luz a los puntos de la pluma y caer sobre las cuartillas como un diamante, a condición de que la pluma esté sostenida por la mano de un genio» (Nervo, Obras completas II: 54-55; cursivas de Nervo).