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1

Cfr. Todorov y Barrenechea; cfr. además Mórulas 75-82, donde Barrenechea hace una lectura actualizada del problema.

 

2

Acerca de la ironía, cfr. entre otros Muecke y Booth.

 

3

Cfr. por ejemplo Naharro, Fraser y, en otro sentido, Rivera Rodas. Mi propuesta es en parte deudora de lecturas del Modernismo como la de Jrade y de cuestionamientos a la autosuficiencia del lenguaje como los de Frege, Gilson o Steiner.

 

4

Cfr. Darío (Poesías completas 699). Recordar esta ambivalencia sirve también para matizar las propuestas que apuntan en dirección contraria, como la de Mery Erdal Jordán, cuando identifica el lenguaje modernista con el lenguaje mimético-simbólico del Romanticismo, capaz por su calidad globalizante de expresar la totalidad de lo real y de asegurar el conocimiento del mundo natural y el sobrenatural. Aunque Erdal justifica su propuesta reproduciendo textos románticos originales, creo que basta recordar las frustraciones artísticas del Bécquer de «Yo sé un himno» o de «El miserere» para mostrar que el Romanticismo también tuvo su parte escéptica y que así la doble concepción modernista del lenguaje habría acabado también por recoger la del Romanticismo, como en tantas otras cosas.

 

5

Cfr. entre otros Hahn (1998: 19), Meléndez (47), Schaffer (107) y Chirinos. A éstos y a otros ejemplos citados hasta el presente («La serpiente que se muerde la cola» frente a «Las ruinas circulares» y «La doctrina de los ciclos») podrían añadirse otros nuevos, como «La alegría de los ciegos» que recuerda a los relatos de Borges donde el visionario es un ser sensorialmente impedido, como ocurre en «El aleph», «Funes el memorioso» o «Las ruinas circulares».

 

6

Cfr. entre otros los trabajos clásicos de Barrenechea, Bessière, Campra, Dehennin, Jackson y Todorov, y también el más reciente de Erdal y las recopilaciones de Risco y Morillas.

 

7

Cfr. por ejemplo Dehennin (359), Campra (99) o Jackson.

 

8

Sobre esta trayectoria y evolución de las finalidades de la literatura fantástica cfr. entre otros, Campra (97), Dehenim (362), Morillas (224) y Erdal.

 

9

Sigo aquí las propuestas de Jackson y Bessière, que proponen que lo fantástico no sería propiamente un género sino más bien un modo o incluso una muy concreta sintaxis o lógica narrativa.

 

10

Tomo esta expresión de Carter Wheelock cuyo artículo, sin embargo, contiene chocantes interpretaciones de algunos relatos y también una superficial evaluación de las fantasías modernistas.