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«¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués; mas he aquí que veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles: ¡qué queréis!, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer; y a un presidente de República, no podré saludarle en el idioma en que te cantaría a ti, ¡oh Halagabal!, de cuya corte -oro, seda, mármol- me acuerdo en sueños... (Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en Palenke y Utatlán, en el indio legendario y el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman). Buenos Aires: Cosmópolis. ¡Y mañana! (*) El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: "Éste -me dice- es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega, éste Garcilaso, éste Quintana". Yo le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: "¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)". Luego, al despedirme: "-Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París"» (Darío, R., 1991: 57-9).

 

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Quetzalcóatl (náhuatl: Quetzalcoâtl, «Serpiente emplumada») es una deidad de las culturas de Mesoamérica, en especial de la azteca. Es considerado por algunos investigadores como dios principal dentro del panteón de esta cultura prehispánica, sin embargo León Portilla considera a Tezcatlipoca como el dios principal, y aun otros autores consideran a los dioses que dieron origen a Quetzalcóatl como los dioses principales. En contrapartida, autores como Alfredo López Austin y otros dedicados al estudio de las religiones mesoamericanas, lo consideran como la deidad principal a partir de la cual se generan los demás númenes, por medio de un fenómeno por el cual la divinidad se desdobla en otras.

 

3

El señor Teuctli era una palabra náhuatl que se empleaba para distinguir el grado más destacado de la nobleza entre los Mexicas antes de la conquista. Los teuctli además encabezaban los consejos reales y desempeñaban otros importantes cargos en la administración pública. El aspirante a Teuctli debía necesariamente provenir de la nobleza, haber demostrado valor en las campañas militares, así como tener la edad y recursos necesarios para hacer frente a los gastos que acompañaban la toma de posesión de este grado. Antes de ser digno de tomar posesión del título, el candidato a Teuctli debía probar su constancia durante un año, en el cual debía mantener el ayuno y soportar la frecuente ofrenda de sangre, además de soportar con paciencia los malos tratos a que era sometido. Finalmente durante la toma de posesión, era liberado de las ropas que había utilizado todo este tiempo y era vestido con las mejores galas: se le adornaba el cabello con vistosos tocados de plumas y pendía de su nariz una bolsita de cuero conteniendo polvo de oro. Para dar cabida a esta magna ceremonia se utilizaba el majestuoso patio del Templo Mayor de Tenochtitlán. Al concluir este ritual, un nuevo teuctli surgía para asistir a un gran festejo que en su honor se dedicaba a los demás señores teuctlis.

 

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Arracadas, una clase de aros pequeños, pendientes (aretes) tradicionales en forma de media luna usados en México. Hay muchas clases de aretes. Las arracadas fueron introducidas a España por los árabes y a México por los españoles. Durante la guerra de castas (1847), los valientes guerreros mayas que se llamaban a sí mismos cruzo'ob, usaban una arracada en la oreja para distinguirse. Es posible que las arracadas con figura de media luna tengan relación con las antiguas deidades femeninas y con la feminidad.

 

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«¡Cuánto es bella la tierra que habitaban/ los aztecas valientes! [...] ¡Qué silencio! ¡Qué paz!», etc. (Heredia, J. M., 1993: 199-203).

 

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Moctezuma Ilhuicamina o Moctezuma I el Grande fue el quinto tlatoani o emperador azteca (1440-1469). Como hijo del emperador Huitzilíhuitl II, asumió en 1417 el mando del ejército azteca. Moctezuma Ilhuicamina fue elegido soberano del Imperio Azteca bajo el cual inició una era expansionista. Extendió sus dominios hacia las zonas de Guerrero, Hidalgo, Puebla, Oaxaca y parte de Veracruz, dominando todo el altiplano de Anáhuac. Con estas victorias pudo afianzar un poder absoluto, teocrático, frente a la predominante influencia de la nobleza militar y sacerdotal. Sin embargo, le fue imposible evitar que una serie de catástrofes naturales, tales como inundaciones y hambrunas, devastaran su imperio, lo cual terminó recayendo en una nueva ola de sacrificios humanos para aplacar la ira de los dioses. Debido a eso, se dio inicio a las llamadas guerras floridas (1450), las cuales fueron campañas anuales contra las ciudades independientes de Tlaxcala y Huejotzingo que eran destinadas a capturar prisioneros para sacrificarlos en sus rituales. A partir de 1456, cuando todos los impedimentos se vieron superados, el Estado azteca recobró la prosperidad y su capital, Tenochtitlan (actual Ciudad de México), se encontró con una época de esplendor económico y artístico sin precedente alguno. A pesar de su carácter severo y autoritario y de su inhabilidad de incapacidad de dar al imperio una administración eficiente, Moctezuma I pudo ganarse la estima y el respeto de sus súbditos y conservarlo hasta la muerte. Amplió el territorio de la Triple Alianza. Organizó un sistema de tributos que permitió a Tenochtitlan convertirse en una ciudad muy poderosa.

 

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Macana se llama a las mazas de madera que utilizaban los guerreros precolombinos, pero también a los garrotes pesados. Las más famosas macanas son las mexicas, llamadas en náhuatl macuahuitl o maquahuitl, que eran del tamaño de un machete, hechas de madera dura (como el ocote), con varias hojas afiladas de obsidiana incrustadas en los bordes y una cinta en el extremo inferior para sujetarla al brazo del guerrero. El objetivo principal de esas macanas no era el de matar a los enemigos, sino poder malherirlos o aturdirlos para que pudiesen ser capturados después. Para los mexicas era más valioso un enemigo malherido que uno muerto, pues así podía ser sacrificado en los templos. Al dar sus primeros golpes las macanas eran mortales, pero mientras golpeaban, las piedras se iban rompiendo en el curso de la batalla. Cuando ya no tenían ninguna, no eran más que simples garrotes de madera.

 

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Todos los textos en Nervo, Amado, 1967, Obras Completas, Tomo II, Prosas-Poesías, ed., estudio y notas de Francisco González Guerrero (prosas) y Alfonso Méndez Plancarte (poesías), Aguilar, Madrid.