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Pensar la nación mexicana a través del Apocalipsis ecológico en dos novelas distópicas de Homero Aridjis

Miguel López Lozano





En décadas recientes, el discurso sobre la industrialización y sus efectos en el medio ambiente ha cobrado gran importancia dentro de los paradigmas críticos de la sociedad global. Por todo el orbe el surgimiento de partidos políticos con agendas ecologistas subraya la preocupación de los ciudadanos mundiales por el impacto ecológico de la explotación excesiva de las fuentes naturales no renovables. Dentro de los países en vías de desarrollo, incluido México, el movimiento ecologista ha llevado a la creación de agencias oficiales a cargo de la preservación del ecosistema así como organizaciones alternativas a las corrientes políticas tradicionales como es el caso del Partido Verde Ecologista Mexicano (PVEM)1. En Latinoamérica el debate en torno a las consecuencias de la industrialización es de significado clave ya que por un lado se propone el incremento de la explotación de recursos naturales como única manera de acelerar la producción nacional y de alcanzar los niveles de consumo de los países desarrollados -como apoyan los globalófilos- mientras que por otro lado, aunque los gobiernos latinoamericanos tienen leyes de protección ambiental, suelen optar por subordinar la necesidad de conservación ecológica a las supuestas demandas del desarrollo industrial2.

Antes de abordar las novelas de Aridjis es necesario plantear la temática de estas obras dentro del marco de los estudios culturales de tema ecologista. Una de las principales prioridades de la llamada ecocrítica es el análisis de la relación entre humanidad y naturaleza con la intención manifiesta de criticar la explotación de materias primas en nombre del consumismo. A través de la historia de la modernidad occidental, la naturaleza ha sido subordinada al avance del «hombre», poniendo en un segundo plano la protección del medio ambiente. Los estudios ecologistas de la literatura y de la cultura popular (Ecocriticism y Green Cultural Studies) examinan la representación del medio natural con el objetivo de construir una esfera pública crítica que reflexione en torno a la explotación de los recursos y que cuestione la apropiación de la naturaleza como objeto de consumo por la humanidad (Hochman 1998: 6).

Dentro de los estudios ecocríticos y feministas, se ha desarrollado desde los años setenta una corriente que examina a fondo los presupuestos e implicaciones de lo que la cultura denomina como una relación afín entre mujer y naturaleza. En un ensayo clásico, la antropóloga Sherry Ortner expone que en las sociedades patriarcales las mujeres son recluidas en un status secundario por su supuesta afinidad con la naturaleza en comparación con el varón que es asociado con la cultura. Según Ortner, el hecho de que las mujeres sean percibidas como más cercanas a la naturaleza radica en el poder del cuerpo femenino de reproducir la especie y alimentar a su progenie. Ya que la cultura se empeña en subordinar tanto a la naturaleza como a la mujer, los ecofeministas se han dedicado a analizar críticamente esta asociación de la mujer con la naturaleza al igual que buscar la protección del medioambiente como complemento de un programa liberatorio. Como parte de este cuestionamiento ecofeminista, Val Plumwood ha añadido que:

The category of nature is a field of multiple exclusion and control, not only of non-humans, but of various groups of humans and aspects of human life which are cast as nature. Thus racism, colonialism and sexism have drawn their conceptual strength from casting sexual, racial and ethnic difference as closer to the animal and the body construed as a sphere of inferiority, as a lesser form of humanity lacking the full measure of rationality or culture.


(1993: 4)                


Al discutir la ecología desde el punto de vista femenino se intenta pensar cómo tanto mujer y naturaleza han sido históricamente marginadas de proyectos de nación en sociedades patriarcales. De esta forma, el ecofeminismo replantea la relación entre mujer y naturaleza señalando la necesidad de la participación de la mujer en esfuerzos por conservar el ambiente no como mediadora sino como agente activo en un nuevo orden social.

Desde finales de la década de los ochenta el tema de la protección ambiental ha tomado gran ímpetu en México debido a las discusiones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Mientras que los representantes de los gobiernos canadiense, mexicano y estadounidense ultimaban detalles referente a las primeras fases del tratado3, el intelectual y activista ecologista Homero Aridjis publicaba su novela futurista La leyenda de los soles (1993), seguida unos años después por la secuela, ¿En quién piensas cuando haces el amor? (1996) donde se nos presenta la combinación de un mito de fundación azteca y la crítica ecologista, mostrando una imagen única de México en las primeras décadas del siglo XXI4. Estas dos obras apocalípticas subrayan la importancia del género literario de la distopía5 y su capacidad de sugerir alternativas para el futuro, al mismo tiempo que se ofrece una crítica del presente modelo de desarrollo apoyado por los grupos hegemónicos en México. La forma de la novela distópica, por su crítica inherente al uso indiscriminado de la tecnología y de la industrialización sin regulación, se presenta como un marco propicio para cuestionar el valor de la globalización neoliberal y sus repercusiones en el ámbito político, cultural y ecológico.

En años recientes el género de la literatura distópica ha resurgido como respuesta a la globalización en varias partes del mundo6. El crítico literario Sean Cubitt nota que:

In some European science fiction, [...] the theme of home and nature lost under the burden of transnational capital has become a sort of allegory of the struggles for the land, now reinvented as nature, as a source of identity.


(2002: 18)                


Es dentro de este marco analítico desde donde sugiero estudiar La leyenda de los soles y ¿En quién piensas cuando haces el amor? de Homero Aridjis como una crítica del modelo de desarrollo nacional en el momento en el que el debate en torno a la globalización empieza a tocar las esferas locales en México. Por medio de sus ensayos, obras literarias y activismo ecológico, Aridjis trata de crear un diálogo con la sociedad mexicana, en el cual el tema del uso prudente de los recursos naturales es parte de la agenda central.

Para motivos de este ensayo, defino novela distópica en el sentido de un contrarrelato que a través de la parodia de una sociedad ideal -en el caso de México la utopía del progreso representada por la industrialización y globalización -ofrece la posibilidad de encontrar alternativas al presente modelo de desarrollo propuesto por las élites nacionales desde mediados del siglo XX. Adelanto que la novela distópica en México se caracteriza por los siguientes elementos: la parodia burlesca de los afanes de la clase media de construir un país moderno al estilo occidental; la crítica de los proyectos de las administraciones posrevolucionarias; y la interpretación irreverente de la historia nacional como patrimonio de una clase política decadente. En general la distopía mexicana se centra en la representación de la ciudad de México como una zona metropolitana en continuo proceso de renegociación y recomposición de sus márgenes. Es también característica de este género en México la representación alentadora de las posibilidades del país y de sus pobladores de ofrecer alternativas viables para el futuro distanciándose de los clásicos del género distópico europeo en donde la sociedad se ve destinada a perecer y el individuo a someterse irremediablemente a los deseos del estado dictatorial.

Tanto La leyenda de los soles como ¿En quién piensas cuando haces el amor? se centran en la descripción apocalíptica de la Ciudad de México en el año 2027 en donde las condiciones deplorables de la urbe son exacerbadas por los efectos de la planeación deficiente, la migración masiva del campo, y la corrupción política, convirtiendo la capital en una auténtica pesadilla social y ecológica. En el presente ensayo pretendo detallar la estética distópica de Aridjis como una práctica de la ecocrítica ya que busca a través de sus textos establecer un diálogo entre el proyecto de nación y los estratos subordinados por la modernidad occidental. A la manera tradicional de la novela de ciencia ficción, La leyenda de los soles y ¿En quién piensas? ofrecen explicaciones críticas para los problemas sociales, en este caso empleando el mito azteca del Quinto Sol como una metáfora para describir las condiciones de deterioro ambiental que afligen a la sociedad mexicana, subrayando cómo el fin del mundo no va a ser causado tan sólo por los desastres naturales sino en parte también será propiciado por la mano del hombre7.

De acuerdo a los documentos que sobrevivieron la destrucción de la conquista, según la cosmovisión azteca el mundo había tenido cuatro etapas previas -llamadas soles- que a su vez fueron devastadas por fenómenos naturales como terremotos, erupciones volcánicas e inundaciones. Significativamente, por cada sol destruido, se sucede una superación de la etapa previa, implicando un proceso de perfección tanto humana como animal y mineral. Según esta creencia, los habitantes del primer sol fueron gigantes y acabaron siendo devorados por ocelotes. El segundo sol sucumbió por los efectos del viento y sus habitantes se transformaron en simios. El tercer sol terminó en una lluvia de fuego y sus habitantes se convirtieron en mariposas, perros y guajolotes. El cuarto sol fue destruido por inundaciones y sus habitantes se convirtieron en peces. Y finalmente, el Quinto Sol se diferencia de los primeros cuatro en que en éste se expresa un balance cósmico ya que ninguna fuerza predomina. Los aztecas creyeron que este Quinto Sol -la etapa en que vivían en el momento de la conquista- estaba marcado para su destrucción por terremotos y hambruna, al igual que los otros soles, pero que eventualmente un nuevo sol emergería para reemplazar a éste, continuando con ello el orden del universo (León Portilla 1959, Velázquez 1945).

En sus novelas distópicas, Aridjis incorpora la versión azteca del Apocalipsis como una advertencia contra la confianza ingenua en la industrialización y la globalización en cuanto a su capacidad de mejorar el estándar de vida para la inmensa mayoría de los habitantes de México. El uso de esta imagen del Quinto Sol llama la atención al hecho de que el discurso modernizante basado en el mito del progreso ilimitado subyuga tanto mujer como naturaleza a los intereses de la iniciativa privada. Las dos obras demuestran cómo en la época de la globalización industrial la manera en que la gente depende excesivamente de la tecnología junto con la corrupción política conducen al fin de la modernidad occidental en México en las primeras décadas del nuevo milenio. La leyenda de los soles y ¿En quién piensas? terminan cuando un terremoto masivo destruye la Ciudad de México y la ficticia Ciudad Moctezuma anunciando la extinción del Quinto Sol, pero en vez de significar el fin de la civilización humana, marca el principio de otra forma de vida potencialmente mejor, ya que Aridjis cierra las dos obras con un renacimiento de la naturaleza y de la sociedad civil8. En lo que sigue, discutiremos cómo las dos novelas aquí estudiadas retratan el daño ecológico en la ciudad más poblada del mundo y ofrecen alternativas positivas para el futuro.

Las preocupaciones ecologistas de Aridjis se ciernen en torno al tema del impacto de la industrialización expresadas en su activismo y en sus trabajos previos en prosa y verso y toman un perfil definitivo en las novelas La leyenda de los soles y ¿En quién piensas cuando haces el amor?9. En estas obras los narradores describen la destrucción del medio ambiente a escala global en el año 2027 debido a la dramática combinación de desastres causados por la naturaleza y la mano del hombre. De este modo hambrunas, terremotos, sequías, infección y contaminación ambiental asaltan al planeta forzando a naciones denominadas por Aridjis como «el cuarto mundo» a pelear guerras para asegurar el suministro de agua y la supervivencia humana. En esta versión de un futuro impredecible, reservas naturales como el delta del Amazonas y la selva Lacandona han desaparecido y se han convertido en zonas áridas.

Para empeorar las cosas, mares enteros como el Mediterráneo se han secado convirtiendo la cuna de la civilización occidental en un verdadero desierto. En esta descripción apocalíptica del futuro, varias especies han perecido debido a la destrucción de su ecosistema. Como consecuencia de las emisiones debido al uso excesivo de vehículos motorizados y fábricas industriales, la capa de ozono se amplía sobre la región Antártica. En resumen, el calentamiento global y las severas sequías han llevado a que se desencadenen hambrunas y plagas en varios países en vías de desarrollo, causando con ello el éxodo de las poblaciones del interior a las ya de por sí sobre pobladas capitales. Haciendo eco a la obra de Carlos Fuentes Cristóbal Nonato (1987), la única precipitación pluvial que recibe la megalópolis futurista de las novelas aridjidianas es producto de la lluvia acida. Acrecentando el sentido apocalíptico, la inversión térmica causada por la evaporación de aguas negras capturadas en la campana de smog que cubre la Ciudad de México crea una continua onda de calor, aumentando la ya aguda sensación de opresión en la otrora «región más transparente del aire».

El narrador de Leyenda compara la zona metropolitana del siglo XXI desfavorablemente con el valle de México en el siglo XVI:

Corría el año 2027, la ciudad se estaba hundiendo y los volcanes se habían perdido de vista en el paisaje del altiplano. Y no sólo las montañas legendarias ya no se veían, del paisaje original del valle ya no quedaba ni huella.


(Leyenda; 15)                


Observando los cambios ecológicos que se han desatado desde la conquista de Tenochtitlán, el protagonista Juan de Góngora lamenta el estado deplorable del medio ambiente en este futuro distópico:

[S]upo que ésta no siempre había sido esa inmensidad irrespirable que hacía llorar los ojos y raspaba la garganta, sino un valle luminoso cubierto de lagos resplandecientes y verduras inmarcesibles.


(Leyenda: 15)                


Esto recuerda al lector del antiguo paisaje utópico del valle de Anáhuac, cuya abundancia de agua se contrasta tajantemente con la sequía que abate al México moderno. Al criticar el modelo moderno de desarrollo nacional, Aridjis yuxtapone la destrucción ecológica de la megalópolis futura con sus orígenes prehispánicos para llamar la atención del lector a la conexión entre la colonización y el ecocidio contemporáneo10.

En Leyenda y ¿En quién piensas? los políticos corruptos sobrevaloran la modernización industrial sin fijarse en las consecuencias funestas para el ambiente natural. La contaminación llega al punto en que los citadinos no pueden distinguir las estaciones del año:

Antes aquí las gentes platicaban de las tolvaneras de febrero, de los aguaceros de mayo, de la luna de octubre y de los fríos de diciembre, ahora hablan de las partículas suspendidas, de las inversiones térmicas y de las concentraciones de ozono.


(Leyenda: 42)                


La Ciudad de México padece una sequía severa: «el dios de la lluvia ya no lloraba sobre México, una sequía aérea agrietaba el cielo atormentado y no nos bendecían los aguaceros ni los rayos» (¿En quién piensas?: 159). La única agua en la urbe estéril es el resultado de «una lluvia acida y gris, una lluvia triste que irritaba los ojos y el ánimo» (Leyenda: 30).

Los residentes de la zona metropolitana están tan acostumbrados a la vida urbana monótona y dominada por la máquina que apenas perciben la desaparición de árboles, pájaros y plantas de los espacios públicos. En su lugar, el único fenómeno estético que los habitantes pueden presenciar irónicamente es producto de la industrialización que contamina la biosfera:

El día era hermoso, no por límpido, sino por las posibilidades estéticas de la contaminación. El día era aromático, no por los perfumes del campo, sino por las combinaciones aéreas de sustancias innombrables.


(¿En quién piensas?: 28)                


La contaminación imita la belleza natural, creando un «halo turbio, semejante a una nube arco irisada en torno al Sol» (¿En quién piensas?: 28).

La naturaleza se subordina completamente al deseo de los gobernantes de aparentar una imagen afluente de progreso y modernidad. Incluso el smog es referido por el alcalde de Ciudad Moctezuma como muestra exitosa del avance tecnológico «[e]l progreso tiene cien metros de alto, no cabe duda» (¿En quién piensas?: 28). Este deseo de crear la imagen de la ciudad y del país como una sociedad de primer orden compele a que los «competitivos alcaldes [de la ciudad de México y Ciudad Moctezuma] se dedi[quen] afanosamente a tumbar árboles, aplanar montículos, rellenar barrancas, entubar ríos, derrumbar monumentos históricos y a desaparecer ruinas arqueológicas» (¿En quién piensas?: 42). A través de ejemplos como éstos, Aridjis cuestiona los logros de una industrialización mal planeada dentro de un contexto de corrupción política y devastación ecológica.

La contaminación del aire y del agua afecta no tan sólo la calidad de vida de los seres humanos sino también causa la muerte de varias especies animales y vegetales. En la ciudad del futuro, la flora y la fauna virtualmente han desaparecido, y si los residentes por casualidad ven una mariposa, la interpretan «como sobreviviente de la extinción biológica y como fantasma de migraciones pasadas, fuera de lugar y de tiempo» (¿En quién piensas?: 25). Las plantas que logran reproducirse en la metrópoli también resultan como una aberración: «Como un prodigio de la fertilidad de la Naturaleza, unas plantas verdísimas crecían en medio de un arroyo tan pútrido y espeso que había perdido todo movimiento» (Leyenda: 42). Paradójicamente, en las tiendas de Ciudad Moctezuma, al lado de animales vivos cuyo hábitat ha desaparecido, se venden también adornos hechos de pieles, colas y patas de especies en vías de extinción.

Con la sobrepoblación, la contaminación ambiental y la falta de agua, la Ciudad de México -antiguamente Tenochtitlán, la ciudad maravillosa fundada sobre los lagos- se ha convertido en un trágico testimonio de la industrialización:

Un olor nauseabundo flotaba en la ciudad, gatos, perros, gorriones y ratas aparecieron muertos en las calles [...]. Los únicos que corrieron con puntual fetidez fueron los ríos de aguas negras y los basureros líquidos, reminiscencias viles de lo que un día fue la Venecia americana.


(Leyenda: 19)                


La antigua capital del imperio azteca se ha transformado en una verdadera pesadilla ecológica:

La ciudad de los lagos [...] ya no tenía agua y se moría de sed. Las avenidas desarboladas se perdían humosas en el horizonte cafesoso y en el exBosque de Chapultepec la vegetación muerta se tiraba cada día a la basura como las prendas harapientas de un fantasma verde.


(Leyenda: 17)                


Debido a la escasez de agua, la vegetación fenece, forzando a los jóvenes a conocer la naturaleza a través de representaciones artificiales, sean éstas películas documentales, fotografías, o exhibiciones en museos. Para evitar que el público se fije en el daño ecológico causado por la falta de planificación urbana, en las dos novelas el gobierno cubre las calles y los parques con plantas artificiales: «En el Paseo de la Malinche no había ni un árbol, ni una planta, sólo pasto pintado de verde, arbustos de plástico, fuentes secas» (Leyenda: 29). Esta operación grotesca tiene sus ejemplos en varias instancias en donde se señala la sustitución de la naturaleza por construcciones artificiosas:

En el centro de la plaza surgió un árbol de metal. En sus ramas tubulares estaban cantando pájaros autómatas, que abrían y cerraban el pico y las alas a cada trino. Flores artificiales, iluminadas por dentro, fosforecían. Turistas y niños rodeaban ese novísimo árbol de la vida.


(¿En quién piensas?: 48; énfasis mío)                


En las dos novelas, el énfasis en la paulatina destrucción del medio ambiente y su reemplazo insidioso con imitaciones sintéticas sirve para criticar una cultura hiperconsumista donde la industrialización arrasa la naturaleza y luego toma su lugar como objeto de consumo.

Para enfatizar como fauna y flora desaparecen de la vida diaria en el futuro del valle de México, el narrador relata cómo los niños de Ciudad Moctezuma visitan el parque zoológico de Chapultepec para ver los restos de la naturaleza pero grotescamente en su lugar encuentran simulacros:

Miles de pupilos deambulaban aquí y allá comiendo alimentos chatarra y mirando los árboles de plástico y las estatuas de los próceres de la historia oficial. Árboles y próceres no sólo ofendían los ojos con sus colores chillones, eran una agresión material a la estética y a la ecología. Aunque los delfines en el lago artificial eran de hule, el espectáculo hechizo que representaban cada dos horas tenía sus admiradores y los mozalbetes ya hacían largas filas para presenciarlo.


(¿En quién piensas?: 163; énfasis mío)                


Aquí vemos como el aniquilamiento del ambiente natural coincide con una pérdida de conciencia histórica ya que los ciudadanos tienen acceso únicamente a la versión oficial del pasado. Las novelas de Aridjis así llaman la atención al hecho de que la historia y la ecología son igualmente vulnerables a la manipulación de parte de un gobierno dominado por una mentalidad de consumismo global.

Paradójicamente incluso los esfuerzos por conservar la naturaleza a través de la ciencia biogenética no pueden prevenir la extinción de varias especies:

Los ingenieros genéticos cruzaron plantas incompatibles entre sí. Buscaban hacerlas resistentes a los insectos, a los virus, a los herbicidas y a la contaminación. Pero no pudieron hacerlas resistentes a la mano del hombre.


(Leyenda: 121; énfasis mío)                


Mientras que las acciones del hombre terminan destruyendo el medio ambiente, la mujer se nos presenta como capaz de salvar la naturaleza y sus criaturas para generaciones futuras. La mujer, cuya histórica exclusión de la estructura social se ha intensificado con las políticas neoliberales, aquí se muestra como idónea para renovar la sociedad.

En las dos obras, los personajes femeninos se representan como activas en la formación de un mundo futuro en que los seres humanos vivan en armonía con la naturaleza. Notablemente, en La leyenda de los soles, Natalia tiene un santuario que alberga diversas especies animales en el Desierto de los Leones en las afueras de la ciudad de México mientras que en ¿En quién piensas? la casa de Arira se transforma en un refugio ecológico para las plantas y las aves. De esta manera, en las dos novelas, las mujeres son las que se dedican a la conservación ecológica y al postulado de nuevas alternativas para la organización social.

Refiriéndose a su hermana Natalia, el corrupto jefe de policía Carlos Tezcatlipoca explica la inclinación de la ecoactivista por la protección ambiental:

Desde niña se preparó para conservar a los animales en peligro de extinción. Sin apoyo de nadie y con poco dinero, logró reproducir monos aulladores, jaguares, guacamayas, teporingos, quetzales, zopilotes y chachalacas. Ha dedicado quince años de su vida a la labor secreta, subversiva, de constituir un santuario con las sobras del paraíso.


(Leyenda: 69)                


Natalia dedica su vida a la conservación de especies que una modernización mal planificada ha puesto en peligro de extinción: «Mi hermana tiene animales que ya sólo se hallan en la memoria de los hombres o disecados en los museos de historia natural o cosidos en un abrigo» (Leyenda: 70). Los esfuerzos ecologistas de Natalia quedan truncados, sin embargo, ya que el malvado jefe de policía destruye su santuario, eliminando los animales y asesinando a su propia hermana.

Si en Leyenda de los soles apenas se desarrolla el personaje de Natalia antes de su muerte, en la siguiente novela se elabora más el tema de la participación de las mujeres en la construcción de alternativas ecológicas para el futuro. De diferentes maneras, todos los personajes femeninos de ¿En quién piensas?, Arira, María, Rosalba, Facunda y Yo, señalan la importancia de la incorporación de las mujeres en todo empeño por conservar el ambiente. La novela empieza con la muerte de Rosalba, pero sus hermanas María y Arira y amigas Facunda y Yo conservan la memoria de su extraordinaria capacidad de criar pájaros:

Rosalba niña le devolvió la vida a un jilguero -contó Arira-. La muerte del pájaro duró una noche. Ella, con sólo pasarle la mano por la cabeza hizo que se movieran sus ojillos apagados, que las patitas tiesas se estiraran y que abriera el pico pidiendo alimento.


(¿En quién piensas?: 50)                


Después de su fallecimiento, las hermanas de Rosalba continúan su labor, conservando centenares de pájaros en la casa de Arira.

Las protagonistas de ¿En quién piensas? se ocupan en la conservación tanto de la flora como de la fauna en la contaminada zona metropolitana. Por ejemplo, a la muerte de Rosalba, su gemela María expone: «Rosalba tenía buena mano para los pájaros, como yo la tengo para las plantas» (56). Y de similar manera, Arira, hermana mayor de María y Rosalba y quien había sido una actriz célebre, combina esa conexión con aves y plantas, ya que de acuerdo a un crítico de teatro: «Con esa voz Arira podría hacer cantar los pájaros y hacer crecer las plantas» (60). El jardín de la vetusta casa que comparten las hermanas y sus amigas expresa su esperanza en el poder de regeneración de la naturaleza dañada por la urbanización:

Desde este ombligo vegetal Arira había creído que la Naturaleza renacería un día en el valle de México y al pasear sus ojos por ese yermo vislumbraba en su centro el árbol futuro: su raíz, su tronco, su copa, su racimo, su vástago, su caducidad, su muerte.


(¿En quién piensas?: 245)                


En este pasaje, vemos como a través del principio regenerador, la naturaleza se destruye y se vuelve a hacer cíclicamente. Al incorporar la noción azteca de la constante destrucción y regeneración del mundo en lugar de la lógica occidental que promueve la industrialización sin la necesaria producción de una conciencia ecológica, Aridjis cuestiona el presente modelo de desarrollo global y sus dudosos beneficios para México.

Frente al deterioro del mundo natural, ¿En quién piensas? nos presenta los esfuerzos de personajes como Arira y María por rescatar la naturaleza a través de un santuario ecológico en medio de la ciudad contaminada, anidando especies animales y vegetales en peligro de extinción. El jardín de la casa de Arira aparece como una vida oculta al ojo público en cuyos interiores toma efecto un renacimiento: «Detrás de su fachada ruinosa palpita un organismo consciente» (¿En quién piensas?: 243). La referencia a la naturaleza como un ente pensante subraya un cambio paradigmático en la mentalidad humana donde la tierra deja de ser objeto de explotación y de consumo para ver en ella un ser vivo que se relaciona armónicamente con los otros seres del universo, así fincando la posibilidad de un desarrollo sostenido que no dañe irreparablemente el ecosistema global11.

Según las creencias milenaristas reflejadas en el mito del Quinto Sol, el futuro sólo se hace posible a través de una destrucción masiva del pasado. Según el pensamiento de Aridjis, para evitar el ecoapocalipsis, se requiere la formación de lo que el autor llama un principio «biosófico» que garantice la vuelta a una relación armoniosa de los humanos con su ambiente. Las dos novelas aquí discutidas ofrecen personajes femeninos que forjan alianzas para resistir la rápida destrucción ecológica a los niveles local y global, así deslegitimizando el poder de la ciencia occidental sobre la naturaleza.

Coincidiendo con la visión apocalíptica de las comunidades aztecas, Aridjis describe la destrucción del mundo presente como un paso necesario para la fundación de una sociedad futura. De acuerdo a la filosofía nahua, la aniquilación de los soles previos no implica el fin de la humanidad sino efectivamente representa una forma de evolución en donde tanto seres humanos, animales y plantas se adaptaron a los cambios ambientales que dieron forma a Mesoamérica antes del arribo de Cristóbal Colón. Como el nahuatlaco mexicano Miguel León-Portilla apuntala:

Para el pensamiento indígena el mundo había existido, no una, sino varias veces consecutivas [...]. En esas edades llamadas «Soles» por los antiguos mexicanos, había tenido lugar una evolución «en espiral», en la que aparecieron formas cada vez mejores de seres humanos, de plantas y de alimentos.


(1959: 15)                


Al presentar el ecoapocalipsis como parte de un paradigma precolombino de creación y recreación, Aridjis niega el valor de la mentalidad occidental en la cual la industrialización y el superconsumo se consideran como los mejores indicadores del progreso. Al interpretar la modernidad hegemónica como otra etapa -y no la más perfecta en el desarrollo humano-, Aridjis cuestiona el patrón dominante de la modernización en el momento de debate en México sobre el impacto de la globalización sobre los ecosistemas.

La leyenda de los soles y ¿En quién piensas cuando haces el amor? terminan con un retorno a la naturaleza y con la posibilidad de una regeneración de la relación entre los seres humanos y su ambiente. Los protagonistas de Leyenda dejan la Ciudad de México para dirigirse hacia Michoacán y al partir, en las faldas del volcán Ixtacíhuatl avizoran el despertar de la diosa azul, símbolo de la naturaleza y del nacimiento del sexto sol12:

Bernarda y Juan dejaron atrás las calles destruidas, salieron a la carretera a Toluca, camino al estado de Michoacán. En la punta, sobre un tunal vieron la figura azul de una mujer que tenía los brazos extendidos hacia el Sol, como si quisiera tomar de él el calor y el esplendor de la mañana. En su mano se posaba un pájaro dorado de plumas luminosas. Era el primer día del Sexto Sol.


(Leyenda: 198)                


Paralelamente, en medio de los temblores que anuncian la muerte del Quinto Sol, ¿En quién piensas? termina en una nota positiva:

Lo más curioso de todo es que en ese momento de destrucción masiva, de confusión general, de estremecimiento y estruendos, animados por las luces confundidas, todos los pájaros se pusieron a cantar, creyendo que era el alba.


(¿En quién piensas?: 273; énfasis mío)                


En ¿En quién piensas? los personajes Yo y Baltazar optan por quedarse en la recién destruida Ciudad Moctezuma, simbolizando la necesidad de reconstruir la ciudad y enmendar sus errores. Aun cuando la era del Quinto Sol ha terminado, el cantar de los pájaros y la brillantez del sol emergiendo de entre las montañas anuncia el despertar del sexto sol, una esperanza para el futuro13.

Como se ha demostrado arriba, tanto La leyenda de los soles como ¿En quién piensas cuando haces el amor? critican las agendas neoliberales del gobierno mexicano por su exclusión del sector femenino del proyecto de modernidad. Aun cuando estas obras distópicas presentan una visión pesimista del futuro de la nación, Aridjis ilustra como los sectores marginados pueden superar esta marginación histórica al iniciar una reforma de la conciencia ecológica y cultural de la nación. Al final de ambas obras, es claro que el autor no sólo cuestiona la imposición indiscriminada del concepto occidental del progreso, sino también apunta a un retorno a la naturaleza como la única respuesta posible para el futuro. Mientras que la noción occidental del Apocalipsis implica el fin de la vida humana, Aridjis adopta la lógica precolombina que ve la destrucción como una etapa necesaria para la perfección regenerativa, implicando con ello que la próxima generación estará mejor equipada tanto intelectual como físicamente para resolver el conflicto entre humanidad y tecnología. Entre estas profundas transformaciones ecológicas y socioculturales, los desenlaces de las dos novelas implican la búsqueda de un nuevo espacio nacional en donde se respete el medio ambiente y a todos los miembros de la sociedad. Por medio de su activismo político y su práctica literaria, Homero Aridjis nos proporciona un proyecto de nación esperanzador con el cual enfrentar el nuevo milenio.






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