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Vislumbrando a Kafka en «Dónde estás con tus ojos celestes»

Graciela Noemí Balegno





¿Puedes acaso conocer algo que no sea una ilusión?

Si la ilusión desapareciera, deberías volver la mirada o te convertirías en estatua de sal.


Franz Kafka                


En algunas oportunidades cuando se leen determinados autores suelen recordar a otros. En este caso particular he de presentar un estudio sobre la última novela del escritor argentino Daniel Moyano, titulada: Dónde estás con tus ojos celestes. En ella, intentaré mostrar cierto matiz kafkiano. Esta novela cuenta la historia de un joven músico argentino que emprende un viaje a España, más precisamente a Madrid, en busca de su novia de la infancia, Eugenia y quizás también otros sentimientos internos.

Teniendo en cuenta que se tratará de demostrar la presencia de Kafka en esta novela de Moyano, puede decirse que, resulta una especie de punto de partida encontrar dentro de la misma referencias del autor a la obra del escritor de Praga1. Por otra parte en diversas narraciones o entrevistas a Daniel Moyano hay una mención explícita de la lectura de Kafka o recreación de su obra. Por lo tanto, cabe presumir que ante la admiración en torno a la escritura kafkiana, no sería extraño hallar coincidencias o correspondencias bajo estos supuestos.

En la obra de Kafka suele notarse cómo partiendo de una realidad, esta se va distorsionando por medio de mecanismos retóricos como por ejemplo la utilización de hipérboles, parábolas o amplificaciones, como así también la presentación de un carácter amorfo del tiempo. Franz Kafka, en su obra propone nuevas formas expresivas que muestran la opresión y el desconcierto de los más secretos sentimientos. Asimismo, alrededor de los personajes de la obra kafkiana están presentes la soledad, la frustración, la imposibilidad, la idea del mundo incognoscible, el mundo como un laberinto. Sus búsquedas son infructuosas pues siempre hay un eterno aplazamiento para llegar al objetivo planteado, las empresas son imposibles, «infinita postergación» dice Borges.

El escritor Jorge L. Borges en «El buitre» plantea que, dos obsesiones regían la obra kafkiana: la subordinación y el infinito, como lo son un número infinito de obstáculos que detienen y vuelven a detener a sus héroes idénticos. (J. L. Borges, 2000, 58).

Pensando en generalidades sobre la casi totalidad de la obra de Daniel Moyano, hay que tener en cuenta que fue un escritor que vivió varios años en exilio y culminó sus días en esa situación. En muchas de sus novelas y cuentos ha trabajado sobre este tema, pero, en el caso de la novela elegida, puede observarse que en algunos pasajes existe la relación con el tema mencionado acerca del exilio; mas, a lo largo de la trama se diferencian o se dividen los caminos propuestos, priorizando el de la búsqueda, esa búsqueda de su amada, quizás también sea la de su propio ser o la de su infancia, esencialmente su madre. Es esa espera, postergada infinita veces, de la revelación.

En Dónde estás con tus ojos celestes van apareciendo las características o elementos que permiten visualizar las relaciones entre el autor argentino y Kafka. Los matices kafkianos a los que he de referirme son por ejemplo: la búsqueda de tipo metafórico o simbólico, la utilización de la parábola, de situaciones hiperbólicas, la espera de la revelación, el orden, el desencuentro y la postergación entre el deseo del encuentro particular del protagonista y su propia identidad, el fracaso.

Desde el principio de la narración, el protagonista/narrador deja al descubierto el propósito de su llegada a España. «Mi nombre es Juan, soy músico y vine a España en busca de una mujer llamada Eugenia» (p. 17). Es en este comienzo donde queda revelada la necesidad que tiene el personaje de corporizar ese recuerdo de su infancia y la búsqueda obstinada e incierta que emprenderá a partir de ese momento. Una serie de razones personales se mezclan a ese deseo de encontrar a su amor. Su memoria, apenas guarda algún rasgo distintivo de Eugenia, el único recuerdo sustentable es el color celeste de sus ojos, esta imagen se funde con el recuerdo de su madre muerta cuando él era muy pequeño. Juan, casi dirigido por un impulso supersticioso y a modo de signo que colme de suerte su empresa, retorna a su casa natal, lugar donde se encontró con Eugenia por primera y única vez; para y, desde allí, emprender su viaje a la Madre Patria, entonces sí podría comenzar la búsqueda, su búsqueda particular y obstinada. A lo largo de todo el relato, el joven músico espera algo revelador, él espera hechos, los llama «nexos reveladores»2, cualquier acción azarosa le servirá a modo de guía. «Consciente de que las únicas posibilidades que tenía de encontrar a Eugenia dependían del azar, cualquier cosa era válida, y la variedad de los hechos abrumadora» (p. 21).

Pero junto con su ánimo pertinaz que lo lleva una y otra vez a tratar que se produzca el encuentro, marcha de su mano la frustración, la que va marcando inexorablemente su camino. «¿Tenía pálpitos?» (p. 43), se pregunta nuestro personaje, pero luego niega su idea y plantea la ambigüedad de sus sentimientos de éxito, de seguridad respecto a lo que se refiere a su interior, de su cometido, en fin, de su camino. Todo lo que lo envuelve, el contexto es incierto.

La frustración, compañera ineludible desde mucho antes de su salida de Argentina, irá haciéndose cada vez más intensa, la marca se ahonda en el mismo momento en que llega a Madrid, pues, mientras mira las caras de las mujeres que pasan, no reconoce en ninguna de ellas a su Eugenia. Eugenia es la imagen de la frustración y de la esperanza a la vez. A ella está unida la imposibilidad de volver a tener a su madre. Para el personaje, la búsqueda de Eugenia significa mucho más que encontrarla, esa búsqueda encierra también el reencuentro con su madre muerta «salí de mi país en busca de Eugenia cuando tuve la certeza de que sólo encontrándola podría rescatar a mi madre» (p. 26).

Juan se sentía perdido, su recorrido era tan confuso como él, por las calles de esa ciudad a través de las cuales vuelve varias veces al mismo edificio en diferentes lugares, a pesar de que toma como punto de partida estación de trenes3 para encontrar a su amor, lo llama «punta del hilo» (p. 21). Aquí podemos detenernos nuevamente a analizar su estado personal y la imposibilidad de otra conexión con algún elemento propicio para concretar su objetivo. Así también en el siguiente pasaje se ratifica la desesperanza inicial: «mi vocación de violonchelista estuvo determinada por ella, para que pudiera palparla en cada nota que tocara, en el caso de que no nos encontráramos nunca más» (p. 22).

Se plantean diferentes ejemplos de situaciones que parecen próximas a la revelación y al encuentro, pero a su vez frustrantes pues se da cuenta que por más que lo intente una y otra vez, siempre surge algún obstáculo, por ejemplo, se lamenta no haber retenido los latidos del corazón de su amada como retuvo los de su madre, pues le atribuye a ello un signo trascendental para la búsqueda4, más adelante, al finalizar el capítulo dos, insiste sobre los latidos como fundamentales para «las búsquedas concretas»5. El personaje siente en esos latidos signos reveladores. La siguiente cita muestra de qué manera el protagonista continúa sin descanso, buscando y esperando la revelación: «las veces que iba a pasearme por los muelles mirando el horizonte marino a la espera de que llegase un barco, un barco cualquiera, total a todos los relacionaba con Eugenia y su posible regreso» (p. 32). Otra duda se suma en torno al buen fin de su propósito y, es la idea de cruzarse con su amada de la infancia en esa búsqueda, y por lo tanto, la imposibilidad del tan esperado encuentro «Y daba por cierto que acaso Eugenia hubiese viajado a Buenos Aires para buscarme allá de la misma manera que yo la buscaba aquí, acaso en ese barco con el que nos cruzamos en alta mar y que nos saludó con un toque largo de sirena» (p. 34).

El mar, para Juan, es importante no sólo por la vastedad que remite a la multiplicación del infinito, sino porque desde niño siempre supo que ella estaba del otro lado; esa enorme masa de agua se convertía en la barrera física entre ellos. Quizás, otra relación posible sea entre el mar y el color de los ojos de Eugenia y los de su madre. Signos que se siguen sumando a la revelación.

Por otra parte, la última cita presentada, puede remitir a uno de los cuentos de Kafka, «Una confusión cotidiana», allí, dos vecinos no pudieron encontrarse nunca por más intentos que hicieran gracias a desencuentros involuntarios.

En el capítulo diez de la novela en cuestión, el narrador nos remite a una leyenda folklórica japonesa, la alegoría forma parte de un sueño que luego será una revelación para el personaje al momento de despertarse. En esta instancia nos encontramos frente al uso de la parábola como un recurso que lleva a posibles sentidos. Moyano, en voz del narrador nos remite a una leyenda, de la misma manera que Kafka lo hace en sus obras, como por ejemplo, en «Ante la ley»6 (Kafka, 2008).

Volviendo al texto de Moyano podemos leer:

Según una leyenda folklórica japonesa escenificada por Junji Kinoshita, las grullas suelen convertirse en mujer para ayudar a los hombres solitarios necesitados de afecto. En la grulla crepuscular, el personaje Tsu despierta en su choza una mañana y siente que a su lado está tendido el cuerpo de una mujer, Tsuru, que en realidad es una grulla. Tsuru lo ama y realiza grandes sacrificios por él, pero Tsu al final la pierde por no saber mantener omacaso por no tener la costumbre de la felicidad. Eso se me reveló la mañana en que desperté y al estirar el brazo sentí a mi lado la extensión del cuerpo de Eugenia. «La grulla», dije.


(p. 129)                


Este ejemplo que, como dije antes, remite a Kafka, a partir de una especie de sueño, el personaje piensa en esa nueva mujer que llega a su vida como un signo revelador, Juan nombra a la Eugenia que le ha presentado su amigo, «Grulla», para no confundirla con la otra, la verdadera, la de su imaginación. Esa Eugenia, falsa para Juan, quiere justificar su aparición ante el personaje, en el primer encuentro, diciendo que su estadía en Buenos Aires fue por muy poco tiempo pero conduce sus palabras hacia la confusión para crear en Juan la esperanza de encontrar en ella a la que está buscando. Pero, ante la posibilidad de encontrar en esa mujer a la verdadera Eugenia, el joven músico prefiere seguir buscando y mantener intacto su recuerdo. Surgen, inexorablemente la postergación y también el número infinito de obstáculos para llegar a ella, su indiscutible amor.

Dentro del capítulo mencionado anteriormente puede leerse la confesión de la «Grulla», quizás profética, diciendo que en su pueblo sólo dos familias fueron a Buenos Aires con una niña de ojos celestes, una fue la suya y, la otra familia después de un tiempo en la Argentina también regresó a Europa, pero creía que habían ido a vivir a Francia. Esta aparente Eugenia lo insta a ir a esa aldea, de donde es oriunda, para continuar su búsqueda, allí, los pobladores, seguramente podrán orientarlo. Entonces, Juan continúa su búsqueda, siempre está esperando la revelación y a cada paso surgen obstáculos y situaciones de frustración «si me apuraba tendría tiempo de tomar un tren para Gijón... me amparaba en medio de ese ámbito nuevo y vacío en el que debía moverme hasta encontrar, o no, el objeto de mi búsqueda» (p. 144).

En ese instante de decisión, el protagonista reconoce la fuerza de la figura de la Grulla. Ella era quien lo empujaba con aparente certeza, le estaba proporcionando datos y se le revelaba nuevamente como un signo: «Ahora que iba a dejarla ella me revelaba de golpe la fuerza casi atroz de su existencia» (p. 145).

Sin embargo sale de allí para embarcarse una vez más en su empresa y ahora llevaba consigo esas palabras promisorias de la Grulla. La duda ante la imposibilidad de lograr su objetivo vuelve a someterlo a pensamientos y planteos sobre lo fortuito del encuentro. «Estaba manipulando cosas muy delicadas de los seres y del tiempo con una terrible irresponsabilidad; [...] como quien saca una Eugenia de adentro de otra Eugenia, [...] hasta llegar a la nada» (p. 176). Kafka continúa presente en las situaciones planteadas por Moyano, pues como en El castillo en donde se muestra la «inconmensurabilidad de las aspiraciones humanas»7, en nuestra obra notamos esa inconmensurabilidad en la aspiración de Juan.

El destino se interpone en su búsqueda y Juan sin saberlo ha tomado un tren que llega a un determinado punto y vuelve a Madrid, nuestro protagonista regresa junto a la Grulla. Otra vez el infinito de las situaciones, una acción dentro de otra y la repetición de las mismas, la postergación. En este caso Grulla se convierte en el punto de partida y de llegada. Vuelven las reflexiones y los paseos de la memoria por distintos personajes de su infancia hasta que al final no puede con ellos. «Nos queda la posibilidad de esperar, aunque no sepamos concretamente qué... y siempre vivos o muertos, estaremos dando vueltas dentro de ella les digo...» (p. 222).

La búsqueda continúa a pesar de las dudas. Juan emprende nuevamente el camino a la estación de trenes. «En realidad pensaba en esas cosas para disimular de alguna manera la exultación que me poseía ante la partida inminente hacia la realidad de Eugenia» (p. 224).

Ese amor por Eugenia hace que Juan siga construyendo su anhelo por encontrarla y persista en la búsqueda llevando consigo las indicaciones de la Grulla. Él viaja en un tren que lo conduce por pueblos de montaña y no puede dejar de pensar que en uno de ellos específicamente, dice Juan: «respira Eugenia».

La derrota, el fracaso que posiblemente es parte de la lucha constante para llegar a la revelación; puesta desde el comienzo de la obra, sea en el final la demostración de una quimera; surge un planteamiento interior y es el miedo que siente al aproximarse a Oviedo por todo lo que tendría que hacer nuevamente para empezar su búsqueda. «Los laberintos internos para llegar a ese momento me pesaban y Eugenia además de una mujer era el símbolo de muchas cosas [...] No había ninguna seguridad de encontrarla» (p. 242).

En algunos pasajes se distingue el uso de hipérbole para profundizar el tema de la revelación y la imposibilidad, su uso da un matiz cómico al relato. Por ejemplo cuando Juan decide dejar a la Grulla e ir a buscar en esa misma noche a Eugenia, en su camino a la estación de trenes comienzan a salir enanos por donde quiera que va, estos enanos cada vez se multiplican más y se convierten en un elemento de temor para el personaje pero además de imposibilidad porque no le permiten avanzar. En determinado momento de la persecución de los enanos dice que hay cientos de ellos persiguiéndolo con cuchillos y con caras iguales a la de su padre8. Esta circunstancia, si se quiere ridícula, marca otro punto de contacto entre los autores conectados en este trabajo, por un lado la imposibilidad y por otro la relación enfermiza con el padre.

Kafka relaciona el sujeto con un orden, asimismo, el orden aparece en esta obra de Moyano en algunas oportunidades, por ejemplo cuando el músico dice que «cada nota tiene su lugar preciso en el violonchelo y en el mundo» (p. 22). En otro pasaje puede leerse la manera en que se refiere a sistemas posicionales como los números o, a los elementos que forman el universo, también habla de la organización de los «sentidos limitativos», entre otros.

El final se nos aparece desesperado y muestra por fin la derrota a su ilusión: «Acaso Eugenia solo fuese una visión de mi soledad... una especie de espuma» (p. 242).

Se sabe que Kafka en sus obras plantea universos de búsqueda, situaciones que quedan sin resolución, no son finales abiertos, son finales irresolutos, de la misma manera se nos presenta el final otorgado por Daniel Moyano para su obra.

«Y entrecerrando los ojos, en el tramo delimitado por la ventanilla del tren, era posible ver, como una concesión de la espera», «para siempre la canción eterna de la vida» (p. 242).

A lo largo de la novela puede observarse cómo a través de los diferentes recursos utilizados por el autor se logra la distorsión de la realidad.

Otro punto común con Kafka es a nivel autor-personaje, es el de la identificación de ese hombre extranjero en el mundo, no por el hecho mismo en sí, sino también por lo simbólico que ello encierra.

Desde el momento que presenté esta obra he pretendido mostrar la vinculación Kafka-Moyano, encontrar en la obra del autor argentino los ecos de Kafka. Si bien dentro de la misma obra, Moyano alude a Kafka9, como ya he mencionado anteriormente, eso no basta para decir que es clara su influencia, pero sí pues el indicio que nos lleva a pensar y a buscar a Kafka.

En esta obra póstuma de Moyano, nos encontramos frente a un juego permanente, al desafío de los laberintos e incertidumbres de la vida, de la multiplicación del infinito, el orden y el caos de la propia existencia del personaje, la clara imposibilidad de llegar a la revelación, se vive el mundo tangible de la incertidumbre. En ese juego, en cierta forma, queda atrapado el lector, pues también espera la revelación.

Además, no se puede dejar de pensar en este personaje protagonista, que es un ser solitario, que vive y no logra cumplir con sus sueños; siempre hay una postergación, Juan está solo como lo están los personajes de la obra de Kafkiana.

Se puede agregar que en la novela en cuestión el autor nos muestra un personaje con problemas psicológicos y esto lo despega un tanto de Kafka pero el final es la derrota, es el mismo final que Kafka prepara para sus personajes.

Como última apreciación puedo decir que no todo está dicho, seguramente caben dudas y preguntas, pero sí, algo queda a la vista y, esto es cada una de las semejanzas trazadas que nos permiten ver cómo un escritor puede incluir a otro en temas y abordajes diferentes, esto nos lleva a ponernos ante nuestra propia búsqueda.






Bibliografía

  • Borges, Jorge Luis, Prólogos con un prólogo de prólogos, Buenos Aires, Emecé, 1999.
  • ——, Borges en el Hogar 1935-1958, Buenos Aires, Emecé Editores, 2000.
  • ——, La Biblioteca de Babel. Prólogos, Buenos Aires, Emecé, 2000.
  • Kafka, Franz, El castillo, Buenos Aires, Booket, 2004.
  • ——, La metamorfosis y otros relatos, Buenos Aires, Centro Editor de Cultura, 2008.
  • ——, «Una confusión cotidiana», Biblioteca Digital Ciudad Seva, Cuentos Clásicos.
  • Moyano, Daniel, Dónde estás con tus ojos celestes, Buenos Aires, Gárgola, 2005.


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