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Un tema costumbrista: Las casas por dentro en L'Hermite de la Chaussée d'Antin, El Observador y El Curioso Parlante

José Escobar Arronis



La determinación del artículo de costumbres como forma literaria diferenciada consiste fundamentalmente en adaptar a las circunstancias madrileñas el esquema del «tablean de moeurs» puesto de moda en Francia por Étienne Jouy, L'Hermite de la Chaussée d'Antin. Es a partir de 1828, con los artículos del Observador en el Correo Literario y Mercantil, cuando los costumbristas españoles imitan al escritor francés de una manera sistemática. Mesonero Romanos adopta el mismo esquema en sus artículos de las Cartas Españolas y La Revista Española, a partir de 1832. Una muestra de la adopción de los mismos procedimientos de Jouy la constituyen los artículos «Una casa en el barrio de las Platerías», del Observador, y «Las casas por dentro», del Curioso Parlante, los dos inspirados en «Les six étages d'une maison de la rue Saint-Honoré», de L'Hermite. La comparación de los tres artículos nos muestra cómo los costumbristas del Correo y de las Cartas desarrollan, con diferentes anécdotas, el tema propuesto por el costumbrista francés en el artículo citado, es decir «las casas por dentro», tal como expresa el título del artículo de Mesonero y el dibujo de Vallejo que ilustra dicho artículo en la edición de 1845 de las Escenas Matritenses. Los tres costumbristas, como nuevos «diablos cojuelos», se proponen examinar el interior de una casa de vecinos. Lo cual es una prueba más de que el papel de iniciador del artículo de costumbres en España, que repetidamente se atribuyó Mesonero a sí mismo, no le corresponde a él. El concepto del artículo de costumbres había ya quedado fijado anteriormente en el Correo Literario y Mercantil.





A finales de la «ominosa década», cuando los periódicos empiezan a salir de nuevo en Madrid, los artículos de costumbres al estilo de Jouy se ponen de moda en sus páginas; primero en el Correo Literario y Mercantil y luego en las Cartas Españolas, El Pobrecito Hablador, La Revista Española.

Hacía ya algunos años que había empezado a notarse el rastro de Jouy en el desarrollo de la literatura que se escribía en los periódicos. Recordemos que George Le Gentil señaló las primeras influencias del costumbrista francés en un periódico de 1817, La Minerva o el Revisor General, dirigido por José María de Olive: una referencia a Jouy («escritor ingenioso y muy fino y sagaz observador que ha sobresalido en un género que perfeccionaran los ingleses»)1 y un artículo titulado «La ciencia del pretendiente o el arte de obtener empleos» («un premier essai, visiblement inspiré de Jouy, dans un genere qui devait faire une singulière fortune en Espagne, celui des costumbristas») (íbid.). Según el mismo historiador de las revistas literarias en la primera mitad del siglo XIX, en El Censor, semanario de Lista, Reinoso, Hermosilla y Miñano, «nous assist ons à la formation d'une littérature dite "de costumbres" et plus ou moins calquée sur l'Hermite de la Chausée d'Antin» (p. 16). También en Mis ratos perdidos o ligero bosquejo de Madrid de 1820 y 1821, folleto anónimo, publicado por Mesonero Romanos en 1822, se ha señalado la influencia de Jouy, «in style, tone and even content»2 según H. Chonon Berkowitz, pero sin especificar la comparación. El rastro siguiente aparece en el primer número del Duende Satírico del Día3, publicado por Larra en febrero de 1828.

Pero todas estas influencias de Jouy anteriores al Correo Literario y Mercantil, cuyo primer número sale el 14 de julio de 1828, se integran en la corriente periodística iniciada a mediados del siglo XVIII y no representan ninguna novedad esencial en la intención de sus autores. Son precedentes de un género específico (como pueden serlo los artículos del Duende especulativo sobre la vida civil, El Pensador o El Censor), es decir del «artículo o cuadro de costumbres» que queda definido a finales de la «ominosa década». Nos referimos, por lo tanto, al «costumbrismo moderno» que Margarita Ucelay Da Cal especifica como «una forma literaria perfectamente diferenciada, expresada en el "artículo de costumbres", y que florece vinculada a la prensa periódica en el segundo cuarto del siglo XIX. Tiene antecedentes cercanos en los principios del siglo y en la segunda mitad del XVIII, y otros más remotos en la literatura clásica de fines del Siglo de Oro»4.

Lo que determina esta especificación es la voluntad explícita manifestada por ciertos escritores de periódicos, entre 1828 y 1832, de adaptar de una forma sistemática la fórmula de Jouy a las circunstancias madrileñas. Frente a las influencias esporádicas y más o menos vagas hasta aquí señaladas, ahora se intenta una verdadera imitación, de modo que se ha podido hablar de «fuentes». «Se diría -dice Montesinos- que en un principio todos trabajan con el libro de Jouy sobre la mesa»5.

En estos años iniciales, los costumbristas españoles coinciden en declarar abiertamente y sin empacho que su intención es imitar a Jouy. El primero en hacerlo es un periodista que, con el pseudónimo de El Observador, escribe una serie de artículos titulada «Costumbres de Madrid» en el Correo Literario y Mercantil. En el primer artículo de la serie (núm. 12, 8 de agosto de 1828), El Observador declara: «no tenemos por despreciable un trabajo, que han creído digno de su pluma los Mercier y los Jouy; y, que nos contentaríamos con saber imitar a cualquiera de los dos, como lo intentaremos». El siguiente en el turno es Mesonero Romanos en las Cartas Españolas (cuaderno 46, 5 de abril de 1832): «deseando ensayar un género que en otros países han ennoblecido las elegantes plumas de Addison, Jouy y otros, me propuse, aunque siguiendo de lejos aquellos modelos y adorando sus huellas, presentar al público español cuadros que ofrezcan escenas de costumbres propias de muestra nación, y más particularmente de Madrid»6. Es posible que a Addison lo «siguiera de lejos», pero a Jouy lo siguió bien de cerca, como demostró Berkowitz en el artículo antes citado. Tres meses después, en su presentación a los lectores de La Revista Española, se confiesa abiertamente «imitador del género puesto a la moda por el inmortal autor del Ermitaño de la calle de Antin» (núm. 2, 1.º de noviembre de 1832). Y por aquellas mismas fechas (agosto de 1832) Larra inaugura su Pobrecito Hablador con un «artículo mutilado, o sea refundido, Hermite de la Chausée d'Antin»7.

Como hemos dicho en otro lugar, el primer artículo de la serie del Correo, «Costumbres de Madrid» (núm. 12, 8 de agosto de 1828) representa un programa de lo que iba a ser el costumbrismo de la década siguiente. Basándose en Mercier, El Observador indica cuál es el camino que han de seguir sus sucesores: «el retrato de los habitantes, de sus costumbres públicas y de las particulares, de su clase, de sus vicios y de sus virtudes»; la observación de la actualidad: el tema de sus escritos ha de ser «lo que [en la corte] pasa hoy»; el tono, crítico, pero «festiva y decorosa crítica»; la intención moral, corregir las costumbres. Para la historia del costumbrismo español la importancia de este artículo consiste en que por primera vez se declara explícitamente el propósito de adoptar la imitación de L'Hermite de la Chausée d'Antin para surtir sistemáticamente al periódico de una literatura que responde, cada vez con más aceptación, al gusto de los lectores.

Como luego harán El Curioso Parlante y El Pobrecito Hablador, El Observador trabaja «con el libro de Jouy sobre la mesa» (Montesinos, loc. cit.) y también con el Tableau de Paris, de Mercier. «Artículo mutilado, o sea refundido» llama Larra al primero del Pobrecito Hablador, y lo mismo podía haber hecho el costumbrista del Correo con el de «Una casa en el barrio de las Platerías» (núm. 48, 31 de octubre de 1828)8, destacado por los historiadores del constumbrismo español como el más característico del género en dicho periódico. Pero nadie, hasta ahora, que sepamos, ha indicado que El Observador adapta a L'Hermite en este artículo, como luego harán sus seguidores.

El Observador nos refiere la visita que hizo a una casa de vecinos acompañando a un arquitecto que tenía que hacer una inspección, pues el edificio había sido denunciado por ruinoso. Como la base del carácter de todo escritor costumbrista que se precie es la curiosidad («soy naturalmente escudriñador», había declarado en su artículo de presentación del núm. 22, 1 de setiembre), el redactor del Correo no desaprovecha la oportunidad de husmear la casa por dentro observando las habitaciones y la gente. En la planta baja y en el entresuelo visitan el establecimiento y la vivienda de un tendero, después de recorrer «la cueva, llena de comestibles y licores»; el tendero cuenta sus pesos duros mientras que su mujer grita porque no tiene «una sala decente donde recibir sus visitas». El principal lo ocupa un escribano; a los visitantes los recibe su mujer («con tal agrado, que sin duda, nos tuvo por litigantes ricos y con mal derecho») y esperan mientras los escribientes no paran de escribir. En el cuarto segundo, una criada les dice que su señora no los puede recibir..., se deja traslucir una sospecha sobre qué clase de señora será esa. Más arriba, en medio de un gran desbarajuste, viven juntos un estudiante de medicina y un pintor. Por fin, en la buhardilla encuentran a dos hermanas, una lavandera y la otra planchadora. Los visitantes se conmueven con el contraste que ofrecen estas dos angelicales habitantes de la buhardilla con el resto de los inquilinos: «aquella fue la habitación en donde estuvimos más complacidos, cosa que no podrán comprender los que desconocen los encantos de la virtud, cuando la ven pobre y mal vestida». Terminada la inspección, el escritor se retira a su casa para apuntar sus observaciones.

Al componer este «cuadro de costumbres», El Observador tenía sobre la mesa dos «tableaux de mœurs» de L'Hermite de la Chausée d'Antin: «Les six étages d'une maison de la rue de Saint-Honoré» y «Une maison de la rue des Arcis»9. En ambos utiliza Jouy el mismo esquema imitado por el redactor del Correo. En el primero, el costumbrista francés («nouvel Asmodée», pp. 136-37) nos cuenta la visita que hace a la casa de la rue Saint-Honoré acompañando a un amigo que quiere comprar una casa; en el segundo, la visita se debe a que L'Hermite es el casero y ha de reconocer su propiedad guiado por el portero, a falta de «un Diable Boiteux a ses ordres» (p. 279). Tanto en el artículo del Observador como en los dos de L'Hermite, las visitas, naturalmente, no son más que excusas para describir las habitaciones y los inquilinos. Los artículos del francés son mucho más extensos porque el autor se extiende en la introducción y en digresiones «filosóficas» y «eruditas»; además, pone un marco más amplio a su cuadro. El Observador es mucho más esquemático, pero el plan es exactamente el mismo.

El Observador sigue los pasos de L'Hermite en la visita que hace con su amigo a la casa de Saint-Honoré. Al amigo lo hace arquitecto y traslada la casa de la calle parisina al barrio madrileño de las Platerías. En los dos edificios se encuentran los visitantes en primer lugar con un rico tendero; el de París no era de «ultramarinos», sino «mercier». La segunda visita es muy semejante en los dos artículos: L'Hermite y su amigo entran en el despacho de un notario y tienen que esperar en una sala donde «huit ou dix jeunes gens... travaillaient en silente, et l'on n'y entendait d'autre bruit que celui des plumes, dont les becs effilés sillonnaient le papier timbré d'une façon très expeditive» (p. 138). Lo sorprendente es que los visitantes de la casa madrileña también tuvieran que esperar a su escribano «sin que... se interrumpiese el silencio más que por el ruido que hacían los escribanos con las plumas sobre los pliegos del papel sellado» (Correa, p. 68o, col. 2).

También otra visita ofrece curiosas coincidencias en los detalles. En el segundo piso de la casa de París, una criada dice a los visitantes que su señora, una actriz del Vaudeville, no está en casa y no les permite examinar la vivienda, como igualmente ocurre en la casa madrileña. L'Hermite y su amigo no dan mucha importancia al caso: «Comme nous savions que le second étage n'était qu'une répétition du premier, nous montâmes au troisième,» (p. 141). El arquitecto madrileño reacciona del mismo modo ante la negativa, pues da la casualidad que en la casa de las Platerías ocurre lo mismo que en la de Saint-Honoré: «supuesto que el cuarto segundo no era más que una repetición del sitio y distribución d e las piezas del primero, lo daba por visto» (p. 681, col. 1).

La semejanza más próxima entre el artículo del Observador y el segundo de Jouy, el de la casa de la rue des Arcis, propiedad de L'Hermite, consiste en la última visita que se nos describe en el artículo francés y en el español. Como se recordará, El Observador queda conmovido ante el edificante espectáculo que ofrecen las pobres hermanas de la buhardilla; tan honradas y trabajadoras, se ganan la vida lavando y planchando. En la casa de la rue des Arcis, el casero termina la inspección no menos conmovido al comprobar cómo en el último piso vive una viuda con una hija angelical, dedicadas al honrado oficio de confeccionar flores artificiales; las pobres se avienen mal, por su delicadeza, con el ambiente del vecindario.

Se ha considerado el artículo «Una casa en el barrio de las Platerías» próximo a los cuadros de costumbres de Mesonero Romanos: «abigarrado desfile de vecinos de una casa madrileña, que pudiera considerarse germen de las escenas que más tarde pintará Mesonero Romanos», según E. Correa Calderón (ob. cit., p. XXIII, col. 2). En realidad el parecido observado no se debe meramente a vagas aproximaciones literarias, sino que obedece a razones muy concretas, es decir a que ambos costumbristas españoles utilizan los mismos modelos y se proponen adoptar en periódicos diferentes el mismo «género de escritos absolutamente nuevo en nuestro país», como califica Mesonero (Obras, I, 39n, col. 1) a los artículos de que se en cargaron él y Estébanez Calderón en las Cartas Españolas; es decir, el «género puesto a la moda por el inmortal autor del Ermitaño de la calle de Antin» (loc. cit.), para usar la expresión del mismo Mesonero en La Revista Española.

En efecto, tanto el artículo del Observador «Una casa en el barrio de las Platerías», publicado en el Correo en 1828, como el artículo del Curioso Parlante, «Las casas por dentro», aparecido en las Cartas Españolas en 1832 (cuaderno 59, 5 de junio), se inspiran en fuentes textuales comunes. Como indicó Berkowitz (art. cit., p. 566), «Las casas por dentro» se asemeja a «Les six étages d'une maison de la rue Saint-Honoré». Por otro lado, este artículo y el de «Une maison de la rue des Arcis», que hemos señalado aquí como fuentes de «Una casa en el barrio de las Platerías», también se pueden relacionar con otros del Curioso Parlante10.

En «Las casas por dentro», Mesonero utiliza un esquema anecdótico diferente al de sus predecesores, pero en los artículos de los tres costumbristas la anécdota que los sustenta no es más que un recurso para presentarnos una casa por dentro, como indica el título del Curioso Parlante; título que podría servir también para los artículos de L'Hermite y El Observador, convertidos los tres -en cuanto escritores de costumbres- en modernos «diablos cojuelos»11.

El artículo de Mesonero está en forma epistolar. Un lector provinciano le escribe al Curioso Parlante para describirle la casa en que vivió en Madrid. Después de informarle de cómo era la vivienda principal, sugiere que juzgue de las demás:

Pues siendo cual era, tenía dos tiendas, y en ellas vivían un sombrerero y un ebanista; el zapatero del portal dormía en un chiribitil de la escalera; un diestro de esgrima en el entresuelo; un empleado y un comerciante, en los principales; un maestro de escuela y un sastre, en los segundos; una ama de huéspedes, una modista y una planchadora, en los terceros; un músico de regimiento, un grabador, un traductor de comedias y dos viudas, ocupaban las buhardillas, y hasta en un desvancillo que caía sobre éstas había encontrado su asiento un matemático, que llevaba publicadas varias observaciones sobre las alturas del globo..


(Obras, I, 84, col. 2)                


El grabado de Vallejo que acompaña «Las casas por dentro» en la edición de 1845 de las Escenas Matritenses (Madrid: Ignacio Boix, p. 59) es una ilustración de este pasaje del artículo. Representa el corte transversal de un edificio que permite ver la distribución interior -la casa por dentro- desde la planta baja hasta las buhardillas, con las correspondientes habitaciones y las escenas propias de los tipos que viven en ellas: el sombrerero, el ebanista, el zapatero, el maestro de esgrima, etc. El dibujante, en vez de levantar el techo, como hubiera hecho el Diablo Cojuelo, tiene que quitar la fachada del edificio para que se vea lo que pasa dentro. Modificando las escenas y los tipos, el esquema de este grabado alusivo al cuadro de costumbres del Curioso Parlante, podría servir para ilustrar también «Les six étages d'une maison de la rue Saint-Honoré», de L'Hermite, y «Una casa en el barrio de las Platerías», del Observador, en cuanto el grabado basado en «Las casas por dentro» refleja gráficamente la concepción común de los tres artículos.

Grabado

Grabado de Vallejo para el artículo de Mesonero Romanos «Las casas por dentro» en la edición de 1845 de las Escenas Matritenses. Reproducción autorizada por la Biblioteca Nacional, Madrid.

Todo esto nos indica que, aparte de la calidad literaria, el concepto del «artículo o cuadro de costumbres» que tenía El Observador en el Correo Literario y Mercantil de 1828 era el mismo que iba a plasmar El Curioso Parlante en las Cartas Españolas de 1832. «Si el costumbrismo hasta el año 1830 -dice Correa Calderón- se había producido en curiosas y dispersas manifestaciones, ...a partir de esa fecha se constituye en género y escuela por virtud de unos cuantos escritores que se consagran decidida y sistemáticamente a su cultivo» (ob. cit. p. cix, cols. 1-2). Lo que estimula decisivamente a estos cuantos escritores a cultivar el costumbrismo de manera que llega a constituirse en género y escuela es la intención de adoptar la fórmula y la técnica de Jouy. Y esto es precisamente lo que intentó El Observador en 1828. Por lo tanto, el redactor del Correo no sería el último de los que Clifford Marvin Montgomery considera «early costumbrista writers», anteriores a 1830. Según este autor, «with this essay "Una casa en el barrio de las Platerías' we come to the end of the second phase of the costumbrista movement proper»12. Es decir, al final del período que a partir de 1750 contendría -de acuerdo con Montgomery- dos fases preparatorias del florecimiento definitivo. Sin embargo, por todo lo que aquí hemos expuesto, bien podríamos poner este artículo del Observador al comienzo de la etapa definitiva en que el costumbrismo llega a constituirse en género y escuela por obra de Estébanez Calderón, Mesonero Romanos y Larra.

Lo que le faltó al Observador fue la fuerza creadora para desprenderse de las andaderas del texto que trataba de imitar. No supo infundir a sus imitaciones de Mercier y de Jouy la inmediata realidad que pretendía reflejar partiendo de su propia observación. De ahí resulta la falsedad que Larra, en su Duende Satírico, reprochó al artículo «Fisonomía de esta villa»13. El Observador, al declarar sus intenciones literarias (núm. 12, 8 de agosto de 1828), había dicho que sus cuadros habían de tener vida, y es precisamente vida lo que les falta. Lo que sí aprendió de sus modelos fue las normas del género y por ello hemos de considerarlo iniciador en el Correo de lo que Mesonero Romanos, refiriéndose a sus propios artículos y a los de Estébanez Calderón en las Cartas Españolas, iba a llamar «un género de escritos absolutamente nuevo en nuestro país» (loc. cit.).





 
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