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ArribaAbajo5 -El mutuo

Con arreglo al sistema llamado entre nosotros de enseñanza mutua (o sistema mutuo), los niños se instruyen unos a otros, bajo la superior dirección del maestro, después que éste ha preparado a los mayores y más adelantados para que comuniquen lo que han aprendido, a sus compañeros.

La anterior definición es copia de autorizado origen y expresa el concepto de la mutualidad tan clara como sucinta y acertadamente.

También es extracto de lo ajeno la indicación de las agrupaciones infantiles, agentes directos de la enseñanza y marcha que en ella se sigue; reduciéndose todo ello a lo siguiente: Se consideran tantas clases generales como ramos de estudio, cada una de las cuales suele dividirse en ocho y algunas veces o sobre alguna materia, en diez; sin perjuicio de subdividirlas en los grupos o subsecciones que se reputen necesarios -Actúa dos veces por semana o en días alternos una especie de segundo maestro, que sigue en autoridad y categoría al titular de la escuela, que lleva el nombre de inspector de orden; que ha de reunir las condiciones necesarias para intervenir eficazmente en la marcha de las tareas y regularidad de los ejercicios, que se hallará en la escuela un cuarto de hora antes que la masa general de los niños, dará las señales de entrada y salida, dirigirá las correlativas oraciones, pasará lista e inspeccionará, con especialidad a otros funcionarios subalternos, los enseres y útiles didácticos -Figuran también tantos inspectores de clase como asignaturas se cursen en la escuela y que estarán en ésta cuando los de orden, velarán por la puntual entrega, cuidadoso empleo y conservación de los citados útiles didácticos, recorrerán las secciones con el objeto de procurar se haga en ellas lo procedente, conceder pequeños premios, aplicar leves correctivos y proponer los de mayor cuantía -Funcionan para cada ramo de enseñanza -aunque un mismo niño pueda hacerlo sobre distintas asignaturas- tantos instructores o monitores como grupos resulten del total de las secciones, y cuyo objeto, según claramente revela su nombre, es presentar, exponer, enseñar aquello que han de aprender, sobre que han de instruirse los discípulos puestos a su iniciativa y pericia pedagógica -Como ha de preverse lo que repetidamente ocurrirá en tan variado y numeroso conjunto de funcionarios infantiles, o la falta cotidiana de varios de ellos, precisa cifra prudencial, pero no escasa de suplentes.

Los grandes beneficios de que se ha reputado susceptible el sistema mutuo, encuentranse -con más o menos credulidad y en los actuales tiempos, en sentido negativo- en diversidad de obras pedagógicas y pueden sintetizarse así: 1º. Es para él allanamiento lo para los demás obstáculo insuperable, la concurrencia numerosa de discípulos que, lejos de embarazarle, le resulta ventaja y acondicionamiento; nada importa que aquella cifra se eleve a varios centenares de alumnos: cuatrocientos o quinientos le vienen como el zapato a su horma -2º. Un solo maestro, cuando por otro sistema precisarían bastantes más, un solo salón de clases, gran economía en el coste de la elaboración primaria y, por ende, no menores facilidades para hacerla popular, para que acudan, puerta franca, a recibir la instrucción, hasta los hijos de las familias más desvalidas -3º. La variedad y la suma de funcionarios infantiles permite destinar a cada uno para lo que le recomiendan su carácter, sus aptitudes y su suficiencia; consagrado, así cada cual a aquello que le cuadra y le agrada, todos actúan placenteramente y de buena voluntad; y como, además, ninguno está ocioso, en cuanto niños, se armonizan y hacen unos de buen grado lo que mandan, dirigen y facilitan otros, la escuela es afanosa y ordenada colmena -4º. Siempre ocupados, siempre trabajando en la misma forma y con los mismos guías, desaparece el magno inconveniente de hallarse inactivos, distraídos o en juego los más de los alumnos, mientras el maestro, por otro sistema, se ocupa con minoría, con una sección -5º. Los buenos instructores son preferibles a aquel maestro, porque no tienen que doblarse para bajar al nivel de los enseñados, porque hablan el mismo lenguaje, se entienden a la perfección -6º. Instructores e inspectores son conductos intermediarios entre el profesor y los discípulos, transmitiendo al primero lo que debe conocer acerca de los segundos, y a éstos, el deseo y el propósito del primero -7º. El maestro aparece en pronunciado relieve, a la debida altura y superioridad sobre la población escolar, vigilando, dictando, presidiendo.

Siete virtudes, según añejo, absurdo y bien desacreditado criterio de otros tiempos; para nosotros y para los pedagogos del día, siete pecados capitales o cabeza de otros muchos que, en síntesis, equivalen a utopia informada en pleno desconocimiento de lo que debe ser la racional, consciente, edificadora cultura de la niñez, y, por tanto, monstruosa desfiguración y funesta esterilidad en la obra escolar.

Comprobantes al canto, también numerados y en orden igual al de la exposición de las excelencias del sistema.

1º. No 500 alumnos, sí únicamente 300, exigen -conforme a los datos dimensionales que como tipos y término medio entre los distintos que se fijan, consignamos en el número 15 del capítulo XXVII- un salón cuyo suelo mida 375 m2, cuyo volumen ascienda a 3.000 m3. Al efecto, la longitud puede ser de 30 m., de 12'5 la latitud y de 8 la altura, sin duda excesiva, pero inevitable si la extensión superficial asignada a cada discípulo no ha de pecar por carta de más -Reservamos al más ligero discurso del lector el juzgar las facilidades de proporcionarse salón de tan descomunales dimensiones, adornado de solidez, temple y demás circunstancias en buena higiene de imposible omisión; y ellos podrán decidir también respecto a cómo se ejercerá siquiera mediana vigilancia en tan vasto departamento, cómo se logrará la audición y cómo se evitarán el desorden, el ensordecedor ruido, el caos de un infierno abreviado -Se preceptúan en tales hormigueros infantiles recursos artificiales para la vista y el oído, tablillas rotuladas y silbatos para transmitir órdenes y llamar la atención, y no nos extraña: casi, casi precisarían telégrafos ópticos y especie de disparos de armas de fuego o petardos, para la perceptible e instantánea llamada a silencio.

2º. Seguramente que si lo preconizable de la cosa alcanzara el subido grado en que ha venido presentandose, las localidades debieron apresurarse a adoptar el prodigio y el fecundo germen de general beneficio, pero el buen sentido, el llano, pero en el caso, sensato discurrir del común de las gentes no concedió a la mutualidad sino glacial indiferentismo -Cierto que el elemento directivo de la política comunión liberal patrocinó en algún tiempo a las escuelas lancasterianas; pero ni aun así, éstas prosperaron ni se multiplicaron, ni con ellas se habría llegado ni se arribará nunca a otra cosa que al aleccionamiento de la memoria mecánica, al huero rutinarismo, no a la cultura racional, o la conciencia cívica necesaria para inteligente y beneficiosamente, ejercitar el derecho y cumplir el deber en pueblo democratizado.

3º. Lejos de que la variedad y la suma de funcionarios proporcione el especial destino de cada niño a aquello para que le recomienden sus individuales circunstancias, tal variedad y tal suma obligan a asignar la mayoría de los cometidos fiscalizadores o de enseñanza a quienes carecen, al efecto, de las más obligadas prendas; a destinar a bulto, y salga lo que salga. Escuela elemental con 300 matriculados, supone 3 inspectores de orden, 7 de clase, 30 monitores para los diez grupos que resultarán en cada asignatura y siendo éstas 7, ascenderían a 210, y lo menos, 100 admitiendo que bastantes de ellos monitoríen sobre diversos ramos de estudio; a todo lo que precisa adicionar los suplentes, en sumo mínimum, 40; lo que arroja un total de 150 funcionarios infantiles, la mitad de los inscritos en la matrícula, y de lo que cualquiera puede inferir si cabrá asignar a cada cual la función para que sea estimable especialidad, u obligará a echar mano al montón, coger, al azar y decir: Dios nos los depare buenos.

Tan alta cifra de llamados, siquiera sea, entre ellos, exigua la de los escogidos o escogibles, asiste a la escuela con un objeto propio, especial y preferente, con el de adquirir la fundamental cultura primaria; y a fin de que ésta sea un hecho, se dice que la instrucción de los inspectores, instructores y suplentes se halla confiada al maestro en plazo distinto del reglamentario de la escuela; que hay dos clases, una la citada, de hora y media de duración, y otra para los demás discípulos; y que en la primera, el profesor instruye diariamente a los elementos inspeccional y monitorial, preparándoles, a más, a fin de que enseñen con fruto a los otros y ayuden en el cuidado del orden y la disciplina.

Y ¿todo esto es cosa tan llana que se cumple en el transcurso de noventa minutos, cual si se tratara, a semejanza de la receta exterminadora de molestos insectos, de cojo al infantil funcionario, abrole la boca, metole esencial extracto de idoneidad y catale apto para sí y para educar, enseñar y conducir disciplinariamente a los demás?

¿Ha de tomarse la cotidiana hora y media, de las tres reglamentarias por mañana o por tarde? -Pues lo vedan las disposiciones superiores, en cuanto fijan el plazo que todo discípulo ha de permanecer matutina y vespertinamente en su modelación escolar.

¿Permanecerán todos en el salón de clase, sin perjuicio de que, durante el mencionado plazo, el maestro desempeñe su cometido educativo, instructivo y preparatorio con sus subalternos luego en acción sobre los demás? -Aparte del falseamiento reglamentario que esto implicaría, sería, no de ver, de oír y soportar, sino de salvarse del jaleo y del rebullicio producido por los exentos de la lección y de la vigilancia de los agentes profesional, inspeccional y monitorial.

¿Aquellos noventa minutos, de extraordinaria pero ineludible tarea, serían aparte de las seis horas que legalmente y por día se deben a la cultura general en la escuela? -Pues ni al maestro quedaría tiempo para, a celeridad máxima, comer, reparar sus fuerzas físicas y psíquicas, ni los padres, obrando cuerdamente, consentirían que tampoco a sus hijos, por mor de ciertas jerarquías y cometidos escolares, se les privara del plazo indispensable para alimentarse, descansar, e higiénicamente, jugar, espaciarse, recrearse.

Hay más todavía: 150 discípulos que, al menos y según ya dijimos, habrán de funcionar como instructores o monitores, producen especie de subescuela, a la que por el total de su alumnado, corresponde el sistema mutuo o mixtura que le tenga por base y, en consecuencia, fiscalizadores y aleccionadores de quienes muy luego fiscalizarán y aleccionarán.

Y... hagamos punto en el cantar de este número; que la música es tan del género festivo, como que parecenos capaz de hacer reír a un Jeremías de estuco.

No son de índole más seria los números que aún hemos de tocar.

4º. Los niños, siempre ocupados, siempre trabajando en la misma forma y con los mismos guías, nunca ociosos; en fin, afanosa y ordenada colmena. Lástima no sea verdad tanta belleza, que ésta aparezca como revuelto conjunto apiario a que hostigan con un palo, o cual gruesa colección de zumbadores abejarrones; que los niños, si no ociosos, apenas si hacen, por donde no penetra la vigilante mirada profesional, otra cosa que conversar, distraerse, jugar, con el aliciente, ejemplo y directriz mediación de los instructores, al cabo chicos, como los a que se les encomienda que instruyan.

5º. Los buenos instructores son preferibles a los maestros -Aparte de lo rarísimo de tal bondad, en cuanto el aserto tuviere siquiera posibilidad de certeza, el ministerio del Maestro sería de lo más llano y baladí de todas las funciones sociales; como que, con ventaja relativa, podría confiarse a niños, no sólo de cultura rudimentaria y en estado de formación, sino de incompleto discernimiento racional -Pero aquel aserto, lejos de ser fundado, revelaría en quien pretendiese sustentarlo, desconocimiento o abstracción de lo que significa e impone educar y enseñar, o suficiencia antropológica, así que acerca de cómo ha de favorecerse y dirigirse armónica e íntegramente el desarrollo de nuestra doble naturaleza, de las complejísimas funciones, energías y modalidades psico-físicas; de cómo ha de allanarse, facilitarse, aclararse la racional, consciente y fructífera instrucción infantil.

Sólo cuando la enseñanza hubiera de restaurar, vigorizar y extender su anticuada y funesta manera de ser, que ha tiempo va en grande e incesante mengua y perderá los raquíticos y reducidos vestigios que aún conserva; sólo cuando hubiera de tomársela en el concepto y hecho de material presentación de signos, orales o escritos, pero siempre a transportar por los orgánicos conductos del oído o de la vista, A LA MEMORIA MECÁNICA; podría encomendarse a niños; que ellos o cualquier no muy ilustrado adulto bastan para tan burdo cometido, para anular la educación, para falsear aquella enseñanza y bajarla a lo sumo de la esterilidad y del empequeñecimiento -Mas en cuanto ella aparezca como debe aparecer, exhibiendo los conocimientos que el discípulo ha de asimilarse, pero de modo que LOS VEA, los adquiera la razón y pasen determinados, exactos, claros, VERDADERAS INTUICIONES, A LA CONCIENCIA; esto se escapa a las posibilidades del desempeño monitorial; esto únicamente es dado a los bien impuestos en la teoría y en la práctica pedagógicas, a los que conciben y tratan la enseñanza cual faz de la educación, a los que quieren y logran que el efecto de la primera o el fruto de la última sea la verdadera instrucción de la infancia.

Conste -y así es de justicia- que los primeros pedagogos españoles de este tan progresivo siglo, si no pudieron acomodar sus obras a avances posteriores a la publicación de las mismas, distaron mucho de reputar al sistema mutuo como en absoluto superior a los demás, y al citar sus decantadas excelencias, lo hicieron con dejos de incredulidad y hasta en sentido de reproche o franca negativa.

6º. La intervención monitorial y recíproca para que el maestro conozca las aptitudes, predisposiciones y hechos de los discípulos, así que éstos encuentren suavizada y puesta a su nivel la acción del primero, resultará ordinariamente desfigurada y maleada, noticiando, sí, con corrección y aumento, al profesor, de lo pecaminoso que ejecute aquel para quien el instructor se encuentre mal prevenido, callándole y aun procurando desconozca las faltas individuales o en comandita con el intermediario, de su amigote, compañero de juegos o que soltó la estampita, la perinola, las aleluyas, el peón...; desentendiéndose del deseo y del mandamiento profesional, faltando al cometido de delegación, cuando frecuentemente el instructor echa a un lado su deber de aleccionar y lleva la batuta en disimuladas conversaciones o entretenimientos.

7º. Que el maestro aparece en pronunciado relieve, a la debida altura -Tanta, como que llega a aseverarse que le aventaja un buen monitor; como que se le asciende a la categoría y superior cometido de celador en colegio de internos; como que según se consigna en un Diccionario de Educación y Métodos de enseñanza -aunque no para abonarlo, sí para reputarlo de exageración-, se dice que entusiasmado Lancáster por su sistema, llegó a afirmar que, con él ¡un autómata! podría ser ¡un excelente maestro de escuela! -¡Qué idea tendría Lancáster del trascendental ministerio del Maestro, de la suficiencia y de las virtudes que exige, de las condiciones que ha de reunir, de las energías que ha de desplegar y de la habilidad, celo y perseverancia con que ha de proceder el llamado a educar y a enseñar a la niñez!

Hemos preferido discurrir sobre lo que se ha supuesto era y lo que en realidad es el sistema mutuo, a hacerlo respecto a si su origen tiene fecha remota hasta ser casi tan antiguo como el mundo, si en China y en la India se le conocía antes de que Jesucristo viniera a redimirnos, si también figuró en el emporio de los romanos, si ya era turco u organizaba escuelas en Turquía ha quinientos años, si en el siglo XVII ya lo teníamos por aquí y en el inmediato era cosa corriente entre franceses, o si todo lo anterior es pura fábula y sólo realidad el que la mutualidad es oriunda del Asia, que de allá se trajo gérmenes a las Islas Británicas el inglés Bell, que entre él y su paisano Lancáster los cultivaron en muy concurridos colegios, puestos a su cargo, y que el fruto resultó lo bastante abundoso para facilitar semillas a otras naciones, entre ellas a España -tuviera o no ya hecha la implantación en los feraces campos (escolares) de Aranjuez-, resultando principalmente dos escuelas madrileñas, una de niños y otra de niñas, ambas con el calificativo de lancasterianas y sirviendo la última de base, génesis o punto de partida a la Escuela Normal Central de Maestras.

Nuestro profesorado primario tuvo el buen sentido suficiente para no dejarse fascinar; no descendió de buen grado al papel de celador, ni se puso en camino para llegar a ser, en cuanto autómata, el lancasteriano prototipo o bello ideal del excelente maestro. Ha venido resignandose, donde a ello le han condenado o todavía condenan el exceso de discípulos y la falta de coparticipación profesional, a utilizar la mutualidad, pero no íntegra, siempre reservándose hasta lo sumo la intervención directa e inmediata, aunque sucesiva y alternada, en la educación como en la enseñanza; dando así doble y estimable testimonio, de sesudo juicio crítico y de interés, celo y laboriosidad en el desempeño de su cometido.




ArribaAbajo6 -El simultaneo

Aquella educación y aquella enseñanza, en el sentido en que hoy se las considera y con el objeto que se las asigna, reclaman agentes profesionales, centros y medios de realización acondicionados a lo que hemos ya expuesto desde el principio hasta lo presente de esta obra; y, por tanto, organización también apropiada, ad hoc, en la que funcione directa, inmediata y constantemente idóneo maestro, en la que sin preterir y menos abstraer la observación individual y debida a las diferencias educativas que exija cada niño, subsista perenne y regular la correlación entre todos, a fin de que se manifiesten las tendencias, las pasiones, los sentimientos, el querer y el obrar en lo que sólo se produce al contacto con los demás; a fin de estimular, edificar con el ejemplo, crear y difundir los buenos hábitos; a fin de disponer de una sociedad en miniatura, pero viva, movida, real, en la que ensayar y acondicionarse para ulteriores funciones en las colectividades local y nacional.

Tal organización escolar la proporciona el único sistema que se adapta a la educación, a la enseñanza y a la instrucción, según hoy se las conceptúa; el sistema simultáneo, en el que son los niños procedentemente clasificados en cierto número de secciones, con cada una de las que, sin desentenderse de las diferencias a tratar por procedimiento individual, se actúa como si se tratase de un solo educando, con unidad, aunque colectiva.

Achacase al sistema simultáneo un defecto que no es suyo, el de la deficiente eficacia en cuanto la ordinaria concurrencia de alumnos a la escuela no se limita a 50 o lo más, a 60 niños. A los seres naturales, como los artificiales, de poder y de efecto con alcance limitado, no ha de exigirseles mayor acción, energía o virtualidad, que, a lo sumo, el máximo de lo que a cada cual sea propio: pasado tal límite, está la impotencia, el fracaso, no por culpa de lo que falla, sino de quien le somete a más de lo que extremadamente puede dar.

No otra cosa acontece, y así debe resultar, con el sistema simultáneo, susceptible de organizar con éxito la obra extensiva a cincuenta niños, cuando se pretende dilatarla hasta doble o triple cifra; en cuyo caso, la decepción no debe achacarse al sistema, sino a quien le exige un imposible; lo que rebasa hasta duplicar o triplicar el debido campo de aplicación.

Estimamos oportuno señalar cómo la simultaneidad a que nos referimos es capaz de preciosos resultados con respecto al término medio de educandos que la Pedagogía moderna fija para cada educador y aun con relación al duplo de aquella determinación promedial, toda vez que generalmente se la concreta en 25 o 30 discípulos y el sistema simultáneo permite doblar las últimas cantidades.

Medio centenar de niños sobre quien verificar la compleja, difícil y penosa obra de la educación y de la enseñanza, es quehacer no sólo suficiente sino que excesivo, con relación a otro funcionario; no suele tener tal cifra de alumnos la generalidad de quienes componen las demás series del Profesorado; y eso que su tarea cotidiana no pasa comúnmente de una clase de hora y media sobre única lección de asignatura también única y ante escolares silenciosos, atentos, de por sí en orden y compostura; se encuentran mejor dotados, disfrutan más satisfactorio presente y están más tranquilos por el porvenir que los pobres maestros.

Pero la realidad hay que recibirla y afrontarla cual es en sí, y aun en medio de sus sinsabores y dificultades, esforzándose por el mejor éxito posible en cultivo cuya fructificación es decisiva para el hombre, la familia, la localidad y la patria.

En las escuelas cuya ordinaria concurrencia infantil fluctúe entre las 50 o 60 unidades que ya citamos, la empresa necesaria para estimable resultado será laboriosa, mas no grandemente ardua, facilitándose en la medida con que mengüe el alumnado; pero aunque ella bajara hasta 6 u 8 discípulos, el maestro -ya lo dijimos, y lo repetimos- debe actuar con respecto a cada asignatura, teniéndolos en conjunto, explicando, dialogando, enseñando a cada cual de la pequeña suma de escolares al nivel de sus individuales aptitudes, suficiencia y conocimientos; mas presenciándose y oyéndose recíprocamente aquella agrupación, para el mayor estímulo y aprovechamiento, para la educación cabal y extensiva a aptitudes, hechos, sentimientos y pasiones que sólo brotan o se manifiestan ante el contacto y el trato común; para el ensayo sobre la vida social.

Entiendase que recomendamos tan plena simultaneidad para el caso especial de la referencia, como impuesta por las circunstancias; que lejos de convenir con quienes quisieran que siempre una lección sirviera para todos los discípulos, discurrimos que ha de procurarse formar varias secciones con los últimos; que en cuanto el total de ellos lo consienta, las primeras aparecerán en su ordinario número, 5 o 6, puesto que, así, la labor educadora y de enseñanza es graduada, acondicionada, procedente y producente; porque, así, aquella labor se adapta al grado de desarrollo, aptitud y suficiencia previa en los grupos infantiles, basados en la afinidad de circunstancias.

Cuando el total de matriculados fluctúa entre 60 y 100, salta a la vista lo beneficioso de la acción de dos profesores, así que de tres, si aquéllos ascienden a 150, que es la suma máxima de niños que comúnmente acuden a un centro escolar, atendido lo considerable de las distancias que del último apartarían a muchas casas paternas -En tales casos, lo mejor sería la existencia de tantas salas de clase como unidades profesionales hubiese entre el maestro y su auxiliar o sus dos auxiliares, salas colindantes, pero independientes, menos para el fácil y pronto acceso de una a la otra -De no, se impondrá el funcionar en único salón el maestro y su auxiliar o auxiliares; pero con el apartamiento posible y con reparto discreto y equitativo sobre la incumbencia respectiva a cada cual.




ArribaAbajo7 -El mixto

Si se dan las expresadas cifras de discípulos, mas un solo agente profesional, la fuerza de las circunstancias y lo imperioso de la necesidad obligarán a aligerar un poco la abrumadora e insoportable carga, a tomar algo del sistema mutuo, inspectores de orden y de clase, que ayuden, pero que no releven al maestro; de instructores que cuiden, dirijan y allanen el estudio de las secciones que no se encuentren con el profesor; todo lo cual constituye el sistema mixto, en esencia; que en lo accesorio, circunstancial, de detalle, se presta a demasiada variedad.




ArribaAbajo8 -Sistema único

Pero como no admitimos que el maestro deje de hacer cuanto esforzada y sumamente pueda realizar de por sí, como partimos del principio de que aquél, si bien parcialmente ayudado, ha de vigilar, disciplinar, educar y enseñar de por sí, en cuantos momentos, ocasiones y formas le sea dable, y llamando cada día a su directa e inmediata elaboración a cuantas secciones le resulte factible y, sucesiva y alternadamente, a todas; queda por base, piedra angular o núcleo fundamental el sistema simultáneo, adicionado, modificado por elementos correspondientes al mutuo; no hay por qué ni para qué, considerar a la mezcla o aditamento como un sistema más, o el mixto.

Así cae por tierra el punto de apoyo o sostén respecto a que tal sistema mixto pueda tener por núcleo el mutuo, cuando éste aparezca predominando sobre el simultáneo; así resultará la singularidad de sistema, subsiguiente al hecho real de ser única la organización escolar acondicionada a lo que deben ser la educación y la enseñanza de la niñez; así la unidad de sistema, el simultáneo, puro en tanto que el maestro eduque y enseñe sección por sección, mixtificado, cuando el excesivo número de discípulos le obligue a confiar parte de sus genuinas funciones a algunos de ellos.




ArribaAbajo9 -Elementos personales que en él ayudan al primer maestro de la respectiva escuela

Resalta en lo que venimos exponiendo que en la escuela funcionan a veces diversidad de auxiliares, unos entresacados de los mismos niños, y otros, de la clase del Magisterio, con título profesional.

Hemos visto cuán múltiple y numeroso es el total de los primeros donde organiza el sistema mutuo; actúan inspectores de orden y de clase y también bastantes instructores; donde se recurre al sistema mixto, predominando el primero; y existen en el simultáneo en la manera y cifra que vamos a indicar.

Si le cuadra el calificativo puro, reclamará un solo funcionario infantil -llamese instructor, vigilante o guía- para cada sección, que en ésta vele por el orden y laboriosidad; dirija, encauce y aclare el estudio, en tanto que aquella respectiva sección no se halle bajo la directa e inmediata iniciativa profesional. Como los agrupados discípulos únicamente repasan, reflexionan, piensan, verifican lo conducente a asimilarse, a aprender la lección que ya se les tendrá señalada, tratada, expositiva o dialogadamente, en forma propia para la comprensión, sin duda satisfactoria de parte de algunos de los más aventajados alumnos, a uno de los mismos en cada sección podrá confiarse el encargo directivo y auxiliar de que hacemos mérito; y de esta suerte, no se aparta a ninguno de sus tareas escolares y, además, existe perenne aliciente de aprovechamiento, el legítimo deseo y el digno propósito de recibir el honroso cometido, el muy estimable premio de presidir y guiar las tareas del grupo a que se corresponde. Aun dado caso en que el encargo hubiera de recaer en niño de sección superior a la sobre que haya de ejercerse, siempre será escasa la cifra de los instructores.

Algo más crecida, no subirá, sin embargo, mucho donde se halle establecido el sistema simultáneo mixtificado: un solo inspector asumirá las funciones de los de orden y de clase en el sistema mutuo, bastando tres para el alternado desempeño y reemplazo del que falte; ocho instructores exigirán las secciones de cada asignatura; pero, aparte de utilizar, al efecto, algún recomendable niño de cada una, varios servirán para distintos ramos de estudio y su total, aun reemplazándose de materia en materia y de día en día, para que ninguno deje de trabajar como mero discípulo por más largo plazo que como vigilante o instructor, no excederá del triplo de las secciones o de veinticuatro, siempre solamente nueve figurando en el doble concepto indicado y los otros dos tercios, entregados a las tareas de su educación e instrucción.

Los auxiliares profesionales se recomiendan por su probada suficiencia pedagógica, por su edad, por sus satisfactorias prendas para obrar sobre la niñez con el acierto y la eficacia de verdaderos maestros; lo que, según ya manifestamos, verificarán más cumplida y fructíferamente, si a cada uno se asigna un subgrado de los de la subdivisión del elemental de la escuela y una sala de clase en que realizar lo de su especial cometido, si bien eslabonados los elementos de la división para que resulte la unidad de objetivo, de marcha y de medios, la uniformidad en la total educación y enseñanza de aquella escuela. Pero ya que tales auxiliares -actúe cada cual en su departamento, bien en el mismo que el primer maestro- habrán de tener superior jerárquico, subordinación y aun correr el riesgo -supuestas las naturales debilidades humanas- de que se les asigne quehacer en cantidad o calidad deficientemente equitativa; al menos precisa se les redima de la mísera situación económica en que viene teniendoseles. Para ellos no hay casa ni retribuciones, que existen en favor de los primeros maestros, y el sueldo, aunque relacionado con el de éstos, lo está a fin de fijarles los suyos como parte alícuota de los de los últimos y que viene a ser a todas luces insuficiente para responder a las más cortas exigencias, a las más apremiantes necesidades de la vida personal, doméstica y social; como consta a quienes hemos de estar al tanto de achaques del Magisterio y de lo que se convencerá quien los desconozca, sin más que enterarse de que, conforme a las disposiciones vigentes sobre el particular, está asignado a los funcionarios de que tratamos haber único de 1.100 pesetas en la generalidad de las capitales de provincia, de 825 en bastantes de las mismas, y de 625 en no pocas poblaciones que, en cuanto tienen auxiliar profesional para cada una de sus escuelas públicas, son ya de algo crecido vecindario y, en consecuencia, de no leves gastos ineludibles, cuando tan caro se ha hecho el sostén material en los corrientes tiempos.

Precisa, pues, que la dotación de los auxiliares en el Magisterio público deje de ser en ciudades y capitales inferior a la de los más secundarios escribientes de oficina, se eleve lo en rigor necesario para costear lo más inexcusable del corporal vivir, no se diferencie de la de los primeros maestros sino en algo que equivalga para éstos a especie de gratificación por sus funciones directivas -Precisa, además y a nombre de la justicia, que la ley reconozca computables los reales y palmarios merecimientos de los auxiliares, que hasta el día tan se reputan de nulo valor para ciertos puestos honoríficos y correlativas recompensas, como que se hallan excluídos quienes los contraen, de aumentos graduales de sueldo -por antigüedad como por mérito- y hasta de figurar, ni siquiera nominalmente, en los escalafones.






ArribaAbajoCapítulo XXIX


ArribaAbajo1 -Distribución de tiempo y de trabajo

Las disposiciones vigentes señalan como períodos de permanencia cotidiana en la escuela, tres horas por la mañana y otras tantas por la tarde.

No es corta la duración de la diaria tarea para un funcionario público y que se hace tanto más grave para el Maestro, cuanto que la que le incumbe es activísima, compleja, laboriosa y accidentada; y, sin embargo, comparada aquella duración con lo que mientras su transcurso ha de verificarse, resulta tan lo contrario de sobrada, que precisa economía de tiempo, gran tino al distribuirlo y que ni choque de quehaceres, espera de útiles o moratoria en su reparto, nada sirva de paréntesis.

A este propósito y con el de que el orden no se altere ni la disciplina padezca, se recomienda o, mejor, es de precepto, que la distribución del citado tiempo exista con carácter de uniformidad y permanencia, conste por escrito y en cuadro, con su correspondiente marco y cristal, se vea sobre uno de los lienzos de la plataforma y resulte que no se hizo omisión ni aun de lo que, cual las oraciones de entrada y de salida, tiene lugar en unos cuantos minutos.

Maestro que se atuviera lisa y llanamente a la estricta observancia del mandamiento legal, no señalaría contingente temporal a otra cosa que a las religiosas preces mencionadas, al pasar lista y al tratado didáctico de la Doctrina cristiana, Historia sagrada, Lectura, Escritura, Gramática castellana, Aritmética, con Agricultura o Industria y Comercio, según las localidades; que no más ramos de curso señala a «la primera enseñanza» el articulo 2º. de la vigente Ley de Instrucción pública y esto en cuanto tal primera enseñanza sea elemental completa que, si incompleta, podrá no abrazar «todas las materias expresadas» conforme al artículo 3º. de la misma Ley.

Nosotros, sin embargo, pasamos por alto distribución tan fácil, en cuanto tan pocas son las entidades llamadas a parte; menos aún en el caso de lo incompleto y que es extraño y tristísimo no se haya completado en el transcurso de cerca de cuarenta años, de los más progresivos que suelen contarse.

En cambio, llamamos la atención de los dignos y laboriosos maestros acerca de lo que si no se impone, tampoco está vedado; acerca de lo que, espontánea y loablemente, muchos ofrecen en sus escuelas; acerca de la lícita y bienhechora enseñanza ampliada, que puede extenderse a todas o a la mayor parte de las asignaturas cuyo tratado nos ocupó en la Didáctica pedagógica especial; que debe hacerse así, puesto que las aludidas materias son de palmario, frecuentísimo, general y útil aprovechamiento, y, además, facilitan preciosos recursos a la educación, según también tenemos razonadamente expuesto.

Aparte esta complementaria adición, ha de contarse al repartir el tiempo, con el rato de descanso, de recreo, de ejercicios higiénicos y educativos, de salutífera renovación de la atmósfera escolar; y que procede se dé, por la mañana como por la tarde.

Ítem más, las lecciones de cosas, que no están prohibidas por precepto legal alguno y sí recomendadas por los publicistas pedagógicos y hasta en documentos oficiales, habrán de merecer concreta y prudencial asignación de tiempo dentro de cada semana y entre los quehaceres realizados en la sala de clase.

Por último, no ha de ofrecerse abstracción de los paseos escolares, cuyo bondadoso efecto para la salud y cuya gran eficacia en el desarrollo psico-físico de la niñez ya señalamos en otra parte, y respecto a los que, si aún no existe imperativo mandato de la Superioridad, ésta ha adoptado providencias aprobatorias acerca de aquellas excursiones en determinadas localidades y comarcas; providencias que constituyen firme garantía de asentimiento y gratitud respecto a quienes verifiquen lo a que nos referimos, y fundamentan la esperanza de que el precepto obligatorio sobre el particular no será esperado por largo plazo.

Cuando escribimos esto (Marzo de 1896) la prensa de primera educación transcribe una reciente orden de la Dirección general de Instrucción pública, que nos parece oportuno copiarla y que dice: «Ilustrísimo Señor: Se ha recibido en este Centro directivo la comunicación en que V. S. I., como Presidente de la Junta provincial de Instrucción pública de Castellón, haciendo suya la propuesta del Inspector de la misma provincia, encarece la conveniencia de organizar paseos escolares, como medio para ampliar la esfera de las lecciones de cosas, y solicita se autorice a la expresada Junta para establecerlos durante la tarde de los jueves en todas las escuelas a que alcanza su jurisdicción. Con señalada complacencia ha visto la Dirección la iniciativa tomada por esa Junta provincial, y otorga su aquiescencia, previamente justificada por resolución de este Centro, que en orden de 27 de Agosto de 1885 aprobó los paseos instructivos para las escuelas de Madrid, y sancionada por S. M. en el art. 6º. del Real decreto de 1º. de Junio de 1894, al imponer a las Juntas de distrito de la Capital el deber de promover y facilitar la realización de los paseos, excursiones y visitas a los museos y centros de enseñanza. En abono de la ampliación reglamentaria a que la Junta que V. S. I. preside, interesa, es prudente aducir el voto unánime de autoridades técnicas, que juzgan ser los paseos escolares recurso pedagógico de eficacia segura, de positivo fruto y recomendable ensayo, no ya sólo por consejo que mira a la higiene peculiar del niño, sino más aún, como precepto impuesto por la índole educativa de la escuela primaria, una vez que al mecanismo de la organización antigua, a la disciplina inflexible que descansaba sobre una base de rigidez exagerada, y recibía impulso del esfuerzo mnemotécnico del pequeñuelo, ha sustituído el sistema de la tolerancia saludable; el trabajo del educando sobre materiales y dentro de límites en que la amenidad sea el distintivo de la labor, y la diversidad de forma, de lugar y de tiempo, factores esenciales para hacer ejecutivo un plan pedagógico razonable. En suma: al imperio del libro escueto y con exceso dogmatizante, ha sucedido la observación directa en el inmenso e inagotable libro de la Naturaleza, en cuya contemplación cesa la pasividad del niño, y se convierte éste en elemento activo de la función educadora. A la lectura en tan grandioso y magistral volumen, convidan las excursiones escolares que V. S. I. propone, y esta Dirección autoriza con beneplácito y aplauso para los propósitos bienhechores de la Junta provincial que V. S. I. preside.»

Huelga consignar nuestra general conformidad con documento que tan bien se adapta a los ideales y derroteros de la moderna Pedagogía; toda vez que la coincidencia de criterio resalta en varios párrafos de esta nuestra obra. Sólo disentimos en un detalle, susceptible de modificación por los mismos maestros, sin esperar a que desde arriba les llegue el mandato ni la venia para la rectificación. Nos referimos a la concreta fijación de la tarde de los jueves con destino al semanal paseo escolar, y que así precisado cuando el último habrá de verificarse, resultará repetidamente el desistimiento, por lluvia, viento fuerte, temple desapacible, y no, verificando la excursión en el día de la semana, a propósito por sus circunstancias térmicas y climatológicas.

Opinamos, pues, que lo de la presente referencia no debe tener día fijo para su realización ni figurar en el distributivo cuadro del tiempo: en la tarde o alguna vez la mañana del paseo, resultarían sin llevarse a cabo las tareas escolares que correspondiesen.

En la distribución del tiempo hay que observar ciertas consideraciones, de las que las principales son: Latitud o dificultad del aprendizaje respectivo a cada asignatura -Conveniencia de avanzar lo posible en algunas por utilizarlas en el curso de las otras -Sucesión de actitudes o de empleo de determinadas energías anímicas u órganos de la vida relativa: a ejercicio que suponga permanecer de pie, seguirá otro en que haya de estarse sentado; al en que predomine la atención, el que pida remarcadamente cálculo o memoria; al en que los alumnos hablan, el en que deban oír o mirar; no olvidándose de que la escritura, en cuanto se verifica sobre la fría superficie del papel y en su curso baja la temperatura corporal, no ha de practicarse a poco de entrar en la escuela por la mañana, ni ella ni la lectura lo último de por la tarde, cuando ya en el crepúsculo vespertino, disminuye considerablemente la luz.

Ateniéndose a las consideraciones que preceden, cabe formar atinado cuadro de la distribución de tiempo y trabajo, sin que descendamos a indicar la manera de formarlo o de establecer la sucesión de las tareas, cosa llana para el maestro y de cuya suficiencia no estaríamos muy seguros, si juzgáramos procedente presentar aquí una especie de modelo para la material formación indicada.




ArribaAbajo2 -Clasificación en las asignaturas y de los niños

La clasificación o división de cada ramo de estudio ha de subordinarse al número de secciones correlativas al sistema escolar. Si las últimas fueran cinco, igual sería el número de las partes en que se seccionarían las materias de aprendizaje, cuidando de que el contenido de cada una de aquéllas fuera prudencial, proporcionado, atinado.

A la división se correlacionarán los programas, aplicables al curso de la enseñanza e instrucción y también a los exámenes; ajustados a lo racional y no a lo mecánicamente memorioso y que deben adjuntar reseña de puntos para las lecciones de cosas y excursiones escolares, con el doble objeto de su hecho y de la comprobación del fruto obtenido de las unas y de las otras.




ArribaAbajo3 -Marcha en las tareas escolares

No hemos de entregarnos a una exposición minuciosa, nimia, que surge natural y fácilmente, de cómo habrá de hallarse predispuesto todo, respecto a la marcha ordenada y sucesiva de las tareas escolares, desde su principio hasta su término, por la mañana y por la tarde.

En cambio, llamaremos la atención sobre lo que dotará a aquella marcha de regularidad, desembarazo, orden y resultados.

El comienzo de los quehaceres debe ser puntual, acorde con el momento que en el distributivo cuadro a cada uno esté señalado.

La entrada a su hora en punto, ya el maestro y auxiliares en su sitio y actitud para funcionar y falten o no algunos discípulos, sin perjuicio de llamarles la atención, pedirles el motivo del retraso y aun reconvenirles cuando proceda.

Las entrevistas con los padres, las inscripciones en matrícula y demás que haya de embargar la atención profesional, ha de tener asignada hora fuera de las de clase: exceptuando a las autoridades, a quien necesite tratar algún asunto con el maestro, se le cita para cuando no distraiga del pedagógico quehacer: durante las clases, nada de visitas, recepción de particulares, y menos lo que hubiera de producir paréntesis en la educación y enseñanza, o siquiera distracción o desorden en el alumnado.

Cada discípulo conocerá previa y exactamente su función, ora meramente como tal, bien en concepto de auxiliar; y, de este modo, sin desacierto ni vacilaciones, ocupará su sitio, adoptará su actitud, se dispondrá a obrar según le corresponda.

Los útiles en disposición de emplearlos y los que se conservan, en orden y apropiado lugar, conservados, de fácil y pronta traslación a donde proceda, muy luego se les verá distribuídos o en su oportuno punto; de la misma manera que se recogerán luego los que hayan de ser vueltos a su centro, enterándose de si se les manchó, rasgó, estropeó extraordinariamente, para dar con el autor del mal trato y hacerle las debidas observaciones o reconvenciones.

Para los cambios de ejercicios, los niños marchan en fila, ordenada y acompasadamente; al llegar a cada semicírculo o sitio seccional, cuando ha de actuarse de pie quedan en él los discípulos que allí tienen tarea; continúan los demás; van deteniendose donde les corresponde y, al fin, todos aparecen distribuídos en los respectivos puntos superficiales -Si el trabajo ha de verificarse sentados, es igualmente regular la llegada hasta los correlativos asientos y la ocupación de éstos; se realiza lo conducente a que el banco de cada cual resulte en la dirección y a la distancia convenientes respecto a la mesa; luego comienza la simultánea tarea y, ultimada, se ejecuta lo encaminado a la natural y uniforme salida, a que los bancos queden bien y a que el pase a otro ejercicio sea un hecho, en la forma antes indicada.

El maestro como el auxiliar, inspector e inspectores, los subalternos ayudantes del primero, observan si en el acto de escribir cada discípulo se encuentra debidamente distanciado de la mesa, así que los pies, el tronco, la cabeza y las extremidades, en las posiciones higiénicas y necesarias para actuar satisfactoriamente; y de la misma manera, evitan que en las secciones formen irregular pelotón, logran que constantemente aparezcan en línea, en semicírculo; que este fiscalizador particular se presta a ser cumplido conjuntamente con la doble acción de educar y enseñar.

Si alegre el aspecto de la sala-escuela, ésta capaz, de aire no malsano y suficiente luz, el espíritu se reanima y aplace, los pulmones reciben en condiciones satisfactorias su caudal alimenticio y las tareas se verifican clara y distintamente; si las actitudes no son incómodas y ni el movimiento encuentra resistencias que vencer, ni las estaciones de quietud adolecen de demasía; si en el maestro se armoniza la bondad con la firmeza de carácter; si, amando a sus discípulos, les tiene natural y recíprocamente encariñados; si observa atento y hacen lo propio sus subalternos auxiliares, para apercibirse de lo que merezca atinada rectificación; si educando acertada y fructíferamente, el efecto de la edificadora obra se manifiesta; si la enseñanza no es en exclusivo material, presente a los sentidos, a fin de que con fidelidad rutinaria pase a la memoria orgánica; si, por el contrario, las transmisiones didácticas se acondicionan para ser dominadas por la razón y vistas por la conciencia infantil; si todo esto se asocia a las delineaciones sobre el orden, ruta, sitios y acción múltiple y rítmica en el proceso de la labor escolar, la marcha lisonjera, estimable y productiva surgirá como obligado corolario.

Sin embargo, hay que sustraerse a exageradas e irrealizables esperanzas; hay que tener en cuenta lo fallido y adverso de la triste realidad; hay que advertir cuánto suelen contrariar las deficiencias de local y de mobiliario o útiles didácticos, así que la ordinaria demasía de alumnos en razón del elemento profesional; hay que dispensar prudente indulgencia y serena resignación a las inquietudes, ligerezas, travesuras e irreflexiones de los niños, en general; y en particular, no extrañarse, ni menos caer en exasperación o desaliento por que entre la masa escolar, en la miniada sociedad haya individuales unidades en que ya se exhiban característicos brotes, difícilmente extirpados por completo, que en pleno desarrollo, aunque atenuados por la buena educación, en la edad adulta constituirán al díscolo, al pendenciero...; a los que se doblan en funestos sentidos, cometen pecaminosos actos.

Por otra parte, si en otros centros de pública enseñanza, si en los Institutos, por ejemplo, se dan las desaplicaciones, las terquedades, las desobediencias, no obstante ser muy otra la edad de la reglamentaria en las escuelas elementales, distinta la previa idoneidad, una sola la materia a cursar en cada clase de hora y media de duración, sin cambio de actitudes, de tareas, de ejercicios, ni diversidad de marchas; si ni en tan correlativamente favorables circunstancias, es completa la ausencia de lo desagradable y negativo; ¿cómo no explicarse que en superior grado, resulte en los centros de cultura infantil; cómo extrañarlo y menos censurarlo los libres de mediación en tan compleja, ardua y penosa empresa; cómo los llamados a intervenir en ella directa e inmediatamente, no percibirán de antemano y afrontarán serenos las dificultades y las decepciones, decididos a destruirlas o aminorarlas en lo posible?

Reconociendo lo exactísimo de cuanto dejamos expuesto, la familia, la autoridad local, el pueblo, no exigirán del maestro más de lo que humanamente puede obtener, ni éste pretenderá de la niñez lo que íntegro no producen los hombres, regularidad perfecta, orden inalterado, éxito cumplido, silencio religioso -Por el contrario, serán, con justicia, prudentemente benévolos, reconocerán lo peculiar de la edad, admitirán un cierto grado de ruido y descompasado movimiento, irremisibles en la sala escolar; se vendrá a mutua conformidad respecto a lo beneficioso y aun preciso de dar suelta a los niños, cuando se les hace de necesidad imperiosa el cese en la quietud, el hablar en tono algo elevado, estirar las piernas; el período de recreo, mientras el que se templa su musculatura, se refresca su espíritu, se aplace su sentir, se rehace su voluntad y vuelven a aptitud para proseguir su trabajo instructivo, en el salón de clase que, durante el breve asueto infantil, renovó su aire, quedó libre de impuras emanaciones, recobró cualidades para ofrecer grata permanencia.




ArribaAbajo4 -Disciplina, alicientes, correctivos y útiles disciplinarios

Expuesto lo que tiene el doble aspecto de manifestaciones y medios de disciplina, no hemos de cometer la redundancia de tratarla ahora, habiéndonos ocupado de ella en los números 5 y 6 del capítulo XVI.




ArribaAbajo5 -Registros, libros y documento oficial

Tampoco necesitamos otra cosa, respecto a premios y castigos que remitir al lector a lo que consignamos en los números 8 y 9 del capítulo XVII -Considerando a aquella disciplina y a estas recompensas y correctivos en su doctrinal y general sentido, los tratamos en su verdadero lugar, dentro del propio contenido de la Educación.

Reputadas allí las disciplinas, la palmeta, la correa... cual se merecen, o como bárbaros, crueles, odiosos y bien proscriptos instrumentos de un régimen duro, antieducativo y hasta inhumano; se infiere, desde luego que no hemos de incluir entre los útiles disciplinarios a repulsivos adminículos disciplinadores.

En cambio, citamos como provechoso y muy empleado medio de llamar de súbito la atención del personal conjunto escolar, de predisponerle a oír, a suspender o cambiar el quehacer, etc.; la campanilla, el timbre u otro análogo objeto, así que la adopción combinada de ellos cuando proceda les usen el maestro y uno o varios auxiliares, en cayo caso, cada cual deberá tener el suyo, distinto de los de los demás.

La palabra profesional ha de intervenir mucho en la educación y en la enseñanza: la elevada voz, escatimarla hasta lo sumo. En la medida con que el maestro grita o alza el acento, se quebranta su respetabilidad: los mandamientos repentinos, sin previa llamada para atender y oírlos, alteran, mueven, desordenan -De todo ello se deduce el fundamento con que los nombrados artefactos merecen ser tenidos por útiles disciplinarios, del propio modo que lo son otros de muy distinta naturaleza y forma, gráficos y de que nos ocuparemos inmediatamente.

Entre los registros escolares, figuran el de matrícula, el de clasificación y la lista para anotar las faltas de asistencia, por la mañana como por la tarde, de parte de los inscriptos en la matrícula del establecimiento.

Los dos primeros pueden y deben adquirirse impresos y encuadernados, en folio doblemente apaisado y, así, en cada uno de ellos ofrecen, de izquierda a derecha, superficie y encasillado suficientes para cuantas consignaciones son propias del uno y del otro.

En el orden indicado, hay verticales casillas para consignar correlativamente el número de la matrícula correspondiente a cada inscripción, nombres y apellidos del inscripto, ídem de los padres o encargados, vivienda y ocupación habitual de éstos, fechas del ingreso y de la definitiva salida de la escuela y, por fin, para observaciones.

Por más que la admisión de los niños a la escuela, resolver si los padres son o no pobres y en este último caso, qué cuota habrán de satisfacer por retribuciones, cuando no se hallen convenidas, no es atribución del maestro, es su deber velar por la salud de aquellos a quienes educa y por que el centro que dirige no se convierta en infeccioso foco.

Con tan bienhechor propósito, ha discreta y eficazmente de excitar e insistir, cuando necesario sea, cerca del alcalde y del médico con especialidad, y de las juntas locales de primera enseñanza y de sanidad, en general, a fin de que a la papeleta de admisión a la escuela acompañe siempre otra facultativa y afirmando que el nuevo discípulo no padece enfermedad contagiosa.

De todos modos, el profesor observará detenidamente al último y de advertir en él manifestaciones eruptivas o de otra índole que puedan ser efecto de dolencia transmisible a los demás, interrogará a quien presente al niño, y de no tranquilizarle las explicaciones, gestionará con los citados alcalde y médico en pro de la higiene escolar y de la salud del alumnado.

Beneficiosa sería, sin duda alguna, la vacunación previa y obligatoria para el ingreso a que nos referimos; pero, de una parte, falta superior providencia que así lo preceptúe, taxativa, inexcusable y terminantemente, y de otra, en las pequeñas localidades rurales -que son las mayores en número y muchas de las que reciben la asistencia médica de quien reside en otra cercana población- aquella ineludible circunstancia daría por resultado el que bastantes niños quedaran sin recibir la cultura primaria -Hay, pues, que esforzarse hasta lo sumo en el particular, pero no es dado llegar al precepto imperativo sobre admisiones escolares que ni siquiera incumben al maestro, de modo directo e inmediato. En las capitales y pueblos de crecido vecindario, médicos y familias procuran de por sí la vacunación; la verifican en épocas determinadas y son los menos los pequeñuelos que quedan sin ella: en lugares y aldeas no hay sino conformarse con lo que den de sí el consejo y la excitación.

Siempre, pero en tiempos de epidemia local con gran especialidad, ha el maestro de enterarse de la naturaleza y del curso de la enfermedad contraída por cualquiera de sus discípulos, exigiendo para el reingreso en la escuela expresión escrita de quien haya prestado la asistencia facultativa y en la que se consigne que el contacto del ya restablecido, con sus compañeros, no envuelve peligro para la salud de los últimos.

Conviene también que al inscribir en matrícula se inquiera si el admitido padece ataque nervioso, accidente epiléptico o algo que exija adoptar algunas precauciones o determinados recursos contra ello, cuando se produzca.

Consignar la ocupación habitual y dónde habitan los padres o encargados de los alumnos, no es de gran necesidad en las pequeñas localidades, porque todos se conocen recíprocamente; mas importa en las populosas, donde, de otro modo, se ignorarían, por lo común, aquellos dos factores, que ilustran bastante acerca del génesis y cura de ciertos achaques morales que temprano suelen manifestar algunos niños: además, precisa al maestro saber la morada paterna, en cuanto le son forzosas mutuas relaciones con aquellos que en el hogar doméstico laboran en la modelación infantil, que ha de procurarse vaya acorde con la profesional; así que para noticiarles de las irregularidades en la asistencia o de ciertos defectos individuales, a corregir por el maestro, pero mancomunadamente con la familia.

Como la disciplina es ley, orden, serie de atribuciones y deberes, salta a la vista el fundamento para considerar a lo de que nos ocupamos como medio peculiar de aquélla, para denominar, según se denomina al libro o cuaderno de inscripción en la matrícula escolar, registro disciplinario.

El de clasificación se encuentra, según dijimos, en la hoja derecha de las dos apaisadas del libro, prolongadas en ella las líneas horizontales de la de la izquierda y una de las que, sucesivamente, se destina a los datos sobre cada discípulo.

Tiene aquella hoja de la derecha tantas casillas como son las asignaturas correspondientes a los grados elemental y superior, con más la respectiva a Labores; y, así, quienes imprimen y despachan el libro de nuestra referencia, le ofrecen aplicable a ambos grados y, también, a las escuelas del uno y del otro sexo.

Cada cual de las antedichas casillas se encuentra subdividida en ocho o en diez porciones iguales y, lo mismo que las primeras, en dirección vertical.

Matriculado un niño y el primer día en que asiste al establecimiento, sufre examen justipreciador de su suficiencia; si comienza su instrucción primaria, se le hará figurar en la casilla correspondiente a la primera sección; y de poseer algunos conocimientos, en la correlativa a los mismos sobre cada materia de las cursadas.

La consignación de los procedentes datos ha de hacerse en forma tan lacónica que quepa en el estrecho encasillado de las subdivisiones; pero ello es cosa fácil y, de ordinario, se verifica como presenta el doble ejemplo que sigue: Si el alumno a clasificar, ha de aparecer en lo comprendido por la segunda sección de la Lectura y de la Escritura, así que en lo inicial de la Gramática, y las anotaciones se consignan el 9 de Marzo de 1896, en la segunda subcasilla de las generales destinadas a dichas Lectura y Escritura se manuscribe 9/3º. 96, y lo mismo en la primera de la Gramática; o sea, por numerador, el número de una o de dos cifras que exprese el día del mes, y por denominador, otro signo ordinal, en conformidad con tal mes, un guioncito y, a la derecha, los dos guarismos que representan las decenas y unidades de la fecha anual.

Señalados así los puntos de partida en la marcha escolar de cada niño, hay que marcar, además, los que determinen su relativa lentitud o celeridad en el caminar, las etapas en el progresivo o ascensional avance, cosa tan llana de comprender como de realizar: si en Lectura, verbigracia, se pasa a la segunda sección el día 5 de Mayo del mismo año 1896, la expresión en la debida subcasilla será 5/5º. 96.

Estas anotaciones han de verificarse puntualmente, en el transcurso de la clase en que se acuerden, y con verdadera fidelidad o sin consignar adelanto gradual que exceda a la real suficiencia.

Es previsora y recomendable investigación, respecto a quien se posesiona de una escuela, examen general del alumnado, retrovolviendo en punto a las secciones a quienes no figuren en el lugar relacionado con sus conocimientos; y aun procedería, si las infidelidades descubiertas en el particular, fueren algo numerosas, solicitar de la junta local que aquel examen se reprodujera ante la misma; pero, obrando, en correcto ajuste con el espíritu de clase, con respeto al compañero y al ausente, alegando por motivo el justificado deseo de marcar punto divisorio entre lo ejecutado y lo a realizar, para que a cada cual se le asigne, en pro o en contra, lo estrictamente suyo.

También puede y debe adquirirse la lista de cotidiana asistencia en impresa y encuadernada colección, en libro que contenga ejemplares de aquélla para crecido número de meses y varios años.

En forma de folio y apaisada con serie de horizontales líneas para otros tantos renglones y discípulos, y 31 casillas verticales -y así se adapta a todos los meses, incluso Febrero, sea o no bisiesto-; se destina a cada mes, cuyo nombre se manuscribirá por encabezamiento, una página, dos o las necesarias; se escriben los nombres y apellidos de todos los matriculados y al pasar lista por la mañana se marca corta y vertical rayita en el día respectivo y lugar correspondiente al que falte, y haciendo lo propio sobre las individuales ausencias de por la tarde, pero en diminuta línea horizontal -Claro está que el no acudir a una ni a otra clase del día, dará por resultado una crucecita.

No debe pasarse lista como primer acto de los de la escuela, porque se signarían como ausentes a varios que muy en breve se presentarían; pero, tampoco, ha de aplazarse el recuento para demasiado corrido el período reglamentario; que esto sería de efecto contrario en lo a procurar en punto a los perezosos -En todo caso, al que se retrase en verdad y, muy principalmente, si lo hace con alguna frecuencia, habrá de llamarsele a mayor puntualidad o reconvenirle y aun dar cuenta a los padres o encargados, enterándose del origen del retraso.

La Real orden de 31 de Agosto de 1884 exigió de los maestros y maestras de las escuelas públicas de todas clases y grados, que consignaran al fin de cada lista mensual de asistencia el término medio de alumnos concurrentes durante el respectivo y citado plazo, mandando aquellos funcionarios en la primera quincena de Enero de cada año, al Inspector provincial correspondiente una nota comprensiva «del total general de alumnos inscritos en los libros de matrícula y el término medio de su asistencia por meses».

Otra Real orden, de 6 de Abril de 1888, dice «que se suspenda por ahora la formación del resumen del número de alumnos inscritos cada año en los libros de matrícula de todas las escuelas, mandado formar por Real orden de 31 de Agosto de 1884 y Orden de la Dirección de 28 de Septiembre del mismo año; pero sin perjuicio de que los maestros y maestras de las escuelas públicas prosigan cumpliendo lo preceptuado en el párrafo primero de la expresada Real orden» o sea lo del término medio por meses.

Ha, pues, de continuar sacandosele, en cumplimiento de superior precepto; mas aunque éste desapareciese, el maestro no debería dejar de formar aquél, en previsión de que un día se lo reclamen datos para estadísticas locales, provinciales o generales, para correlacionar las deficiencias en los éxitos de su obra educadora con las de impuntualidad en el concurrir los niños a la escuela y aun para justificarse contra ciertos cargos que sobre tal déficit podrían alguna vez formularse.

Fácil la determinación del repetidamente nombrado término medio, allanaremos todavía más la cosa, mediante concreto ejemplo.

Supongamos que se trate de escuela de 45 discípulos por matrícula y de Febrero de 1896, con 29 días, como de año bisiesto, pero reducidos a 22, por haberse dado 7 no lectivos o 4 domingos, lunes y martes de carnaval, con miércoles de ceniza. Si en el día primero asisten 39 y 40 por mañana y tarde, respectivamente, el término medio será 39+40/2 =39/2 = 39'50; en el siguiente, verbigracia, 38+42/2 =80/2 = 40, y en los demás tales como 38, 37'50, 39..., hasta obtener las 22 cifras, que sumadas darán un total, supongamos que de 833'50, el que habrá de dividirse por 22 y arrojará un cociente entero de 37'85, término medio mensual, pero que en punto a éste se dirá que es 37.

Obtenidos por análogo procedimiento los de los 10 meses restantes -puesto que Agosto todo es vacación-, se les suma al anterior, se divide el resultado por 11 y el cociente ofrecerá el término medio anual, por ejemplo, así: 37'88 + 37'46 + 36 + 35'90 + 37'42+ 38 + 39'20 + 33 + 35 + 36'12 + 38'10 = 404'08 : 11 = 35'82. El término medio anual sería en redondo número entero, 35; con toda verdad, cerca de 36.

Intencionadamente, hemos preferido ejemplo de puntualidad nada satisfactoria en la asistencia a la escuela; puesto que un promedio de faltas que asciende casi al quinto del total de los matriculados, habría de decidir al maestro a precisar las causas de las mismas y a no omitir de su parte medio alguno para aminorarlas hasta lo sumo.

Cuando la escuela es mixta, proceden dos listas mensuales, una para la concurrencia de cada sexo, e igual número de términos medios, el referente a los niños y el de las niñas, sin perjuicio de sacar también el de la suma de ambos.

Salta a la vista que el registro de clasificación y la lista de asistencia diaria a la escuela son con gran fundamento considerados como recursos disciplinarios. Un padre pide el porqué de la extraordinaria lentitud en los adelantos de su hijo, y la más cumplida y conveniente respuesta será exhibirle las considerables faltas de asistencia, y de ser ésta puntual, se le haría fijarse en buen número de otros discípulos que ingresaron cuando el aludido o algo después, que no lo hicieron con superiores conocimientos relativos y que, sin embargo, en las distintas materias de estudio figuran en secciones de mayor avance que las que ocupa el rezagado: el retraso, pues, no responde a deficiencia profesional.

Los citados registros son, asimismo, indicadores fieles y de doble efecto, defensa o acusación del maestro: que alguno o reducida cifra de alumnos aparezca en lenta marcha, nada dirá en contra de quien preside la excursión educadora-instructiva; pero de notarse aquella lentitud en la generalidad de los matriculados, habría que explicarla por torpeza o desaplicación, también generalizadas, lo que se tendría por inverosímil e inadmisible; o en escasez de pericia, acierto o laboriosidad en el profesor, que sin duda se reconocería como motivo más lógico y aceptable del advertido fiasco -Vease por qué los registros de nuestra presente diferencia deben llevarse con rigurosa exactitud, y cómo las falsificaciones en los mismos, una vez comprobadas, presentarían al adulterador incurso en responsabilidad.

Disciplinario es igualmente otro libro que ha de existir en la escuela, el de inspección. Tiene carácter oficial e impersonal; no corresponde a determinado maestro o maestra, sí al establecimiento, aunque en él se consignen datos referentes a quienes vayan sucediendose en los cargos profesionales del mismo, ya como primer funcionario, bien en concepto de subalternos auxiliares -De aquí, que en el nombrado libro no han de consignar sus impresiones ni juicios o advertencias sino quienes, al efecto, posean autoridad para ello; que figure inventariado como lo demás perteneciente a la escuela; que a los que ejercen en ésta sus educadores cargos les está vedado alterarle, suprimirlo nada de por sí y que, al cesar en su cometido oficial, aquél debe ser uno de tantos objetos de la inventariada, autorizada y general entrega -Si algún maestro o auxiliar quisiere medio de acreditar algo de lo que a él se refiera y conste en dicho libro, podrá pedir y le será desde luego facilitada copia literal y en certificación de los extremos que le convenga acreditar, a él sólo se refieran y no haya atendible óbice en contrario -Del propio modo -y con especialidad en localidades a que temporalmente acudan personas de significación y notoria suficiencia, para justipreciar la labor educadora- podrá el maestro o la maestra disponer de libro adecuado, pero de índole particular, en el que quepa consignar conceptos que no tienen valor oficial, que sin duda serán satisfactorios para el funcionario a que se refieran y que éste podrá llevarse consigo, al cesar en su cargo.

El maestro y lo mismo la maestra, tienen correspondencia particular, oficial y la que, aunque de esta última clase, se refiere a intereses personales, comprende algo que, hasta cierto punto, permite llamarla mixta.

La primera corresponde en exclusivo al individuo y él hará de ella la custodia o uso que le parezca.

La segunda -cual presupuestos o cuentas escolares, con sus oficios de remisión, comunicaciones de la Superioridad, reclamando datos, etcétera- pertenece al establecimiento y en él debe conservarse, archivarse.

La tercera -como concesión de licencia para ausentarse, de aumento de sueldo, etc.- es desde luego oficial, pero interesa directamente al sujeto que desempeña cargo público.

Si en las escuelas primarias funcionara, a semejanza de en las Normales y otros centros, personal jerárquico-administrativo, la matriz, la resolución original se archivaría, después de trasladarla de oficio al interesado; pero como no sucede así, precisa que el último se guarde la primera, dejando su simple copia entre la documentación del establecimiento o extractando algo detalladamente al anotar la entrada en registro de que nos ocuparemos en breve.

Todos los pliegos que se reciban de entidades oficiales y hagan exclusiva referencia a la escuela o a la función profesional, han de conservarse, ordenados por años, en legajo y bajo carpetas -Otro tanto se hará con las minutas que deben preponerse y guardarse, sobre presupuestos, cuentas, inventarios, comunicaciones, etc., etc.

Procede un libro de correspondencia oficial, en el que se registren las entradas de cuanto tenga el carácter que expresa el remarcado calificativo, así que las de lo que hemos denominado mixtas. En punto a la documentación que haya de archivarse, bastará consignar respecto a cada ejemplar, la entidad de quien proceda, la fecha de su recibo y el particular de que trate; pero según dijimos, cuando el pliego haya de recogerle el funcionario a que afecta, el extracto será algo amplio, punto menos que copia o ésta íntegra -Dividido en dos mitades el libro a que nos referimos y que ha de ser en folio y estar foliado, la primera se destinará a las mencionadas entradas, y la segunda, a las salidas o anotación de los documentos que se dirijan a alcalde, inspector, presidente de junta, etc., habiendo de consignar a quién se manda el documento, su fecha y su objeto -Este libro es propiedad de la escuela y en ella se conservará, varíen cuanto se quiera los funcionarios de la misma.

Los fondos para adquisición de material del establecimiento tienen asignada su concreta partida y expresos los objetos y formalidades de su inversión.

Conviene también un especial libro de contabilidad, en el que se expondrá acerca de cada año económico: Copia de presupuesto aprobado para la inversión del material en el ejercicio de que se trate -Las cantidades que por el concepto indicado vayan percibiendose, con la fecha en que ello tenga lugar -Transcripción de la cuenta, asimismo aprobada por cada período económico -Íd. del justificante de haber ingresado en el arca municipal lo que al finar el año y cerrar la cuenta hubiera quedado sin invertir y, en consecuencia, sobrante -Y, si se quiere, traslado de los inventarios que acompañan a cada presupuesto, remitido a examen y aprobación.

Al cesar como maestra o maestro público, obliga la entrega formal de todo lo perteneciente a la escuela, con los fondos existentes y los recibos de las adquisiciones, ajustadas al respectivo presupuesto, extremos que pueden consignarse en el libro de contabilidad, mas sin perjuicio de entregar al que cese justificante en regla de la citada entrega.

Aparte de lo que queda expuesto sobre contabilidad, quien por su profesional carácter, interviene en ella directa e inmediatamente, debe llevar, para su guarda y uso particular, un libro de esta naturaleza y que sea la copia del oficial, hasta algo ampliada en punto a los artículos, fecha y sujeto que suscribe cada recibo de adquisiciones o servicios; previsión tan juiciosa como se patentiza más de una vez, cuando fuera ya del cargo y aun de la localidad en que se desempeñó, se formulan reclamaciones y faltarían los indispensables datos para contestarlas, sin el previsor registro a que nos referimos.




ArribaAbajo6 -Exámenes y exposiciones

Los exámenes verificados en las escuelas públicas de primera educación -semestrales, conforme a las disposiciones vigentes, mas, por lo común, sólo una vez al año, al aproximarse el principio del asueto veraniego- suelen revestir, salvando loables casos en contrario, una fórmula que los desvirtúa y aun constituye en viceversa de lo que habrían de ser, sobre todo en las localidades de no gran vecindario o la mayoría de las españolas.

Parecen predispuestos en abstracción completa de lo educativo o con referencia exclusiva a la enseñanza e instrucción deficientes, parciales, rutinarias, mecánicas, rigurosamente memoriosas.

Presidenlos colectividades miopes o ciegas en cuanto a la conciencia de lo que son la naturaleza humana, en general; la del niño, con especialidad; de lo que deben ser el impulso y la guía sobre el desarrollo de las energías y funciones psico-físicas en la infancia; de cómo ha de exponerse, aclararse, facilitarse, enseñarse, para que el discípulo se instruya racional y conscientemente, con fruto y con verdad; de qué ha de inquirirse y justipreciarse en la importantísima prueba de nuestro discurrir.

Si el maestro tiene ganadas -muchas veces por vínculos de familia, de política o de compadraje favorable- las voluntades de los censores, el prejuicio va ya ultimado al ocupar las sillas los fiscalizadores; la inquisitoria es mera fórmula, ora los últimos la verifiquen de por sí, ya la confíen al profesor que, para tal caso, bien podría tener ensayado y reensayado el conjunto de respuestas preasignadas o prácticos ejercicios, con relación a tales o cuáles alumnos.

Si, por el contrario, los censores se hallan de antemano mal prevenidos, por resentimientos, antagonismos u otros no menos menguados móviles; también el fallo va hecho, desfavorable y de no difícil, aunque torcido fundamento, variando las preguntas, adoptando entonaciones del desagrado y aun de la reprimenda, con lo que vacila, se ofusca y yerra el asustado y aturdido discípulo.

La calidad de los premios y los motivos que suelen informar su distribución, frecuentemente corren parejas con el pseudo-examen: diplomas, cintajos, medallas, que se asignan a granel, atendiendo con parcialidad a la procedencia familiar de los galardonados y textificando, en lauro de primera clase, aptitud, aplicación y aprovechamiento, sobre el ni listo, ni laborioso, ni aventajado escolar.

Los exámenes, por tanto, responden, en buen contingente de su totalidad, a las magnas deficiencias, enormes vacíos y pronunciados falseamientos, de la formación normalista del Magisterio, a sus cortísimos sueldos, a la impuntualidad suma con que se les satisface, a lo pésimo de los más de los locales y de los didácticos útiles escolares, a los raquitismos de la educación, a las desfiguraciones de la enseñanza, al baldío e infecundo rutinarismo de la instrucción, a las atrofias y defectos del ya caduco y por todo extremo inadecuado organismo que en el gran núcleo de nuestras poblaciones presenta la cultura fundamental.

Reformese aquél, otorguensele las bienhechoras innovaciones, los despliegues, los perfeccionamientos que para él claman necesitados los primordiales intereses patrios; y en aquella general y salvadera reforma, figurarán los exámenes para justipreciar acertada y cabalmente, cómo se atiende a las evoluciones, a la higiene y a la salud corporal de los niños; a las de la inteligencia, de la sensibilidad y de la voluntad; a la educación íntegra y ordenada; a la enseñanza que exhibe ante el espíritu infantil; a la instrucción que elabora y adquiere el poder racional, que se aloja y luce en la conciencia de quien aprende; a la manera y grado con que las familias, las autoridades y las corporaciones locales cooperan en la bendita y trascendental obra escolar; a la altura en que se encuentran la aptitud, el celo y el resultado del trabajo del elemento profesional; a las condiciones que adornan o desdoran, acondicionan o no a su objeto las salas de clase, el mobiliario, los medios educadores e instructivos.

Investigación tan compleja, necesaria y beneficiosa sólo será posible después que la urgente y general reforma antes indicada sea realidad, en hecho y en ulteriores efectos; incumbirá principalmente y en representación de los altos poderes del Estado, a los Inspectores, haciéndola detenida y minuciosa en toda localidad a que lleguen en desempeño de su cometido; e incumbirá asimismo a legítimas y en lo sumo posible, competentes representaciones municipales, en que figuren el párroco, el médico, el farmacéutico, el abogado, sujetos que por sus carreras o por su notorio saber, sean aptos para el satisfactorio desempeño de un encargo difícil y de primordial valía.

Por último, el examen, en el contenido, modo y forma que hemos señalado, podría y aun debería celebrarse únicamente de año en año, habría de extenderse a lo inductivo como a lo deductivo, a lo teórico como a lo práctico, a lo educativo como a lo instructivo, a valorar los conocimientos sobre las asignaturas del programa escolar, y también la firmeza y el acierto en el discurrir de los niños, sus ejercicios recreativos y de desarrollo corporal, lo verificado en excursiones y en lecciones de cosas, los trabajos manuales, planas, dibujos, cuadernos de problemas, de redacción, de clasificaciones, etc.; todo lo que convendría que figurase en exposición, para que a observarla acudiera quien a bien lo tuviere y, después, reservarse parte de lo exhibido para, poquito a poco, pero indefinida y progresivamente, ir constituyendo el modesto, mas valioso y significativo museo escolar.

Presentados -según lo hicimos en el número 3 del capítulo XXIV- partidarios de la educación obligatoria, libres los padres para elegir el agente, el centro y el medio de verificar la de sus hijos, pero en la precisión de que ella sea un hecho suficiente a los fines personales y del Estado, a que responde; salta espontáneo o de por sí el corolario de que, conforme también consignamos, a los exámenes sobre que ahora discurrimos habrían de someterse todos los niños comprendidos en el período reglamentario de tiempo o edad; y respecto a los que apareciesen con notorias y considerables lagunas en educación, enseñanza e instrucción, atajar eficazmente el mal, sin debilidades, contemplaciones ni demoras, llegando hasta imponer de precepto la asistencia a la escuela pública, único centro capaz de subsanar en modelación e ilustración fundamental el funesto daño ocasionado por la ignorancia, el indiferentismo o el abandono de ciertos jefes de familia.




ArribaAbajo7 -Sobre las diversas clases de escuelas públicas y especialmente, acerca de las del grado superior

Resulta acerca de cuanto hemos venido exponiendo en punto a Organización pedagógica, aplicación extensiva -aparte variantes de que no es difícil apercibirse- a las escuelas de cualquier grado, del uno como del otro sexo.

Aplicación a todas ellas tiene, en tesis general, lo desenvuelto sobre la intervención del educando, de las familias, del municipio, de la provincia y del Estado en el organismo a que nos referimos; sobre la materia legislativa, sobre las entidades administrativas, fiscalizadoras y profesionales; sobre las cualidades y deberes del Magisterio...: sobre locales, mobiliario, útiles didácticos y sistemas escolares.

En cuanto a las escuelas del grado elemental, existen, sí, diferencias en educación, en enseñanza y en instrucción, correlativas al sexo, pero predominando lo de carácter general o de índole específica y ya señalamos en el curso de la obra cuáles son y en qué consisten aquéllas; hay también algo en el número y en el curso de las asignaturas, así que en los medios de aprendizaje, que varía con el sexo, cual las labores femeniles y las mesas bancos, por ejemplo; mas ya discurrimos sobre las primeras, cualquiera conoce cuáles son sus instrumentos y materiales; no es empresa ardua determinar el método, la forma y el procedimiento didácticos en el particular, ni lo que al mismo ha de concederse en la distribución del tiempo y del trabajo, ni el acondicionar las mesas a fin de utilizarlas en el ejercicio de aquellas labores, sin más que almohadilla por niña, que se une a las primeras mediante espigones, o mejor, bandas almohadilladas, una en cada mesa, tan larga como ésta, en su borde anterior, articulando por bisagras y quedando en posición vertical y hacia abajo, cuando no sean necesarias, cual en las prácticas de escritura.

Los magnos y variados inconvenientes de las escuelas de asistencia mixta, que indicamos en el número 5 del capítulo XXVI, se acentúan también y se multiplican en la organización pedagógica, sin que necesitemos exponerlos, que bien a la vista y pesar están de cuantos contemplan y lamentan de cerca la triste y funesta realidad del bisexualismo educativo o coeducación de los dos sexos, incoherente y perjudicial mezcolanza escolar, que sólo desconocerán y negarán sinceramente quienes fantaseen acerca de lo distanciado y sólo visto en delineaciones imaginativas.

Las escuelas de párvulos presentan diferencias más numerosas y marcadas, reclaman condiciones de ellas peculiares; pero ya dijimos que apenas si haríamos otra cosa que citarlas cuando surgiera la oportunidad, reservando su tratado a las publicaciones que las toman como su objeto especial.

Aplicable es a las superiores lo que en el lugar debido expusimos acerca de la educación, en aquellas de mayor amplitud e intensidad; pero, al cabo, prosecución de la obra de las del grande elemental, ampliativo ciclo, cuyo perímetro determina con el limitador de las últimas, la zona de las primeras -Lo mismo cabe decir respecto a las materias que se cursan en las unas y, continuadamente, en las otras; y en cuanto a las privativas de las superiores, presentado hemos también su didáctica especial -A ambos grados es común lo respectivo a intervenciones oficiales, a cualidades y deberes del Magisterio, a locales, a mobiliario, a útiles didácticos y a sistemas escolares, con ciertas particularidades, algunas de las que serán objeto de ligeras indicaciones.

El mobiliario habrá de adaptarse a su propio destino; las mesas y los bancos, con dimensiones correlacionadas a la probable edad de los discípulos; saltando a la vista lo beneficioso de que exista departamento ad hoc para concretos trabajos manuales, como el dibujo, que, además, reclama adecuados tableros, láminas, cuerpos sólidos y otros indispensables útiles -Las prácticas de agrimensura y de topografía piden igualmente sus medios materiales, y es de sentido común que las Ciencias físico-naturales demandan su modesto caudal de recursos intuitivos, y otro tanto exige la Geografía.

Mas como para todo gasto escolar -papel, tinta, plumas, textos, objetos y servicio de limpieza, alimento de la artificial calefacción... y los anteindicados útiles didácticos- sólo se consigna una partida equivalente a la cuarta parte de la dotación del primer maestro, menos su quinto, que ya dijimos se destina al fondo de derechos pasivos y premio de habilitación; cualquiera puede discurrir qué será dado invertir para el uso en la enseñanza de las nombradas asignaturas, predominantemente intuitivas, prácticas -Menor todavía será la cantidad líquida o liquidada, disuelta, desvanecida, en las escuelas superiores de las capitales de provincia, a las que se halla adicionada otra elemental; y, sin embargo, el material no asciende a la suma de los sueldos del primero y del segundo maestro, o del regente y del auxiliar; sino al 25 por 100 del de aquél; exigüidad pecuniaria que a duras penas alcanza para adquirir lo más ineludible y rudimentario.

Cuando se verificase lo procedente y legal, cuando los niños no ingresaran en escuela superior sin haber terminado en cualquiera de las elementales lo a éstas respectivo y sólo patentizado en exámenes, las inscripciones en la matrícula de las primeras tendrían lugar después de los de Junio, en principio de Septiembre inmediato o sea, finadas las vacaciones veraniegas -Los nuevos discípulos formarían el primer grupo, sección o, con más propiedad denominado, curso; los del año anterior, el segundo, y los del precedente el tercero o último, suponiendo trienal el total período de asistencia a una escuela superior -El establecimiento presentaría tres agrupaciones graduales, susceptibles por la edad y otras favorables circunstancias de quienes las constituirían, de un número relativamente crecido de individuos, quince y hasta veinte cada una; el sistema simultáneo se exhibiría en su ideal; alumnos de nueve o más años, ya en considerable desarrollo psico-físico, bastante formales, aptos para comprender en breve, estudiar de por sí y asimilarse las lecciones; lo expositivo, lo dialogístico, lo aclaratorio y amplificador, de parte del maestro, disminuiría en el grado en que se acrecentase el estudio individual, y sucesivamente cada cual de los tres cursos a presencia y acción directa e inmedia del profesor, lo preguntado a uno suscitaría en todos tácita respuesta, y todos también en abreviado tiempo habrán ultimado lo suyo respecto a la correspondiente asignatura.

Pero el tránsito a la escuela superior, más bien que consecuencia de haber terminado la obra de la elemental, suele serlo de la voluntad paterna, de la preferencia en pro de éste o del otro maestro, efecto de lo que, en ocasiones, vense en la última niños que deberían haber pasado a la primera y, viceversa, en ésta, otros que aún habrían de permanecer en aquélla -En las escuelas prácticas de las Normales existen, sí, los dos grados y se halla preceptuado que cada uno funcione en su correspondiente salón; pero no son pocos tales centros de doble graduación con una sola sala de clase y, de por fuerza, mezclado lo superior con lo elemental, fundido lo uno con lo otro, quedando escuela de la última categoría, aunque ampliada y con subida cifra de discípulos.

Las precedentes consideraciones explican la gran diversidad numérica en las escuelas superiores; que en unas baje tanto el total de alumnos, que sea dado destinar bien pocos a cada sección; que en otras fluctúe entre 50 y 60, resultando muy factible la formación de los tres cargos de nuestra preferencia, y que en bastantes sea tan elevada la suma de los niños, que precise recurrir al sistema mixto o mixtificado, hasta con la preponderancia del mutuo que señalan algunos pedagogos.






ArribaAbajoCapítulo XXX

Puntos finales.



ArribaAbajo1 -Medios beneficiosos al organismo escolar y que reciben la denominación de instituciones pedagógicas

Vacilantes acerca de si haríamos o no reseña histórica del evolutivo proceso de la Pedagogía en el transcurso del tiempo y de quienes más se han distinguido en su tratado especulativo y experimental o práctico; al fin, desistimos del intento, porque realizado en la forma y latitud indispensables para informar al lector sobre algo en punto al sentido y efectos de lo expuesto o realizado por tal o cual escuela, sistema o personalidad de relieve y resonancia, aumentaría bastante las dimensiones de nuestro trabajo, que ya va revistiendolas mayores de las que le habíamos preasignado; y a escueta referencia, poco más de la mera denominación, preferible es remitir a aquel lector a las extensas y magistrales obras que explanan el punto de la presente referencia con latitud proporcionada a la total de las mismas.

En cambio, discurriremos un tanto sobre lo comúnmente denominado Instituciones pedagógicas, especiales recursos educativos, eficaces complementos de la cultura fundamental en la niñez, bien directamente a ésta referidos, ya para refluir en su beneficio, aunque en concepto inmediato aparezcan encaminados a mejorar la idoneidad profesional o los medios didácticos por el Magisterio utilizados en el ejercicio de su cometido.




ArribaAbajo2 -Paseos escolares

Entre las nombradas instituciones, figuran los paseos o excursiones escolares, que citamos en primer lugar, porque, para nosotros, más bien que suplementario aditamento, son factor integrante, de alta eficacia y hasta de esencialidad en el organismo de la Educación, de la Enseñanza y de la Instrucción de la infancia, a él se hallan natural e íntimamente adheridos y, por esto, nos fue preciso citar aquellas excursiones, razonar sobre las mismas en la parte segunda de este libro, como en la Didáctica y en la distribución del tiempo y del trabajo en una escuela.

Aunque supusiéramos a las salas de clase adornadas de condiciones inmejorables de capacidad, temple, luz, pureza de medio ambiente -que es suponer un imposible- todavía sería excesiva y nada favorable al desarrollo corporal del niño la sin remedio larga reclusión, en espacio que, densele las dimensiones que se quieran, tendrá al tierno alumnado como al pájaro en la jaula: así como el último saltará, que no volará, el primero, a pesar de los cambios de ejercicios y de las enfiladas marchas, despacito y a paso reducido, se resentirá del exceso de quietud, de la carencia de libre, rápido, recreativo e higiénico ejercicio y de aire no encajonado y comprimido, sí en expansión y oxigenal riqueza.

El cobertizo, el patio, el campo de esparcimiento permiten más amplitud al respirar y al discurrir de acá para allá; pero siempre con dejos de la monotonía, obligada secuela de lo no variado; siempre dentro de limitado y circuido recinto, siempre por breve plazo; que no cabe otro, tratándose de tregua intermediaria o dentro de la reglamentaria duración de las tareas escolares, por mañana o tarde.

Si clarísimas y palmarias, saltan a la vista, irrefutables, la gran bondad y la precisión de los paseos, con respecto a cualquier escuela de niños; superiores aún han de presentarse aquéllas tratándose de centros educativos -cual la generalidad de los nuestros, hasta en ciudades, capitales de provincia o de la Nación- cuyos departamentos de labor educativo-instructiva son deficientes en dimensiones y cualidades aéreas, térmicas y lumínicas, y, por lo común, ellos no tienen patio, cobertizo, campo de recreo, otra cosa que la reducida sala de clase -Esto así, los paseos de que tratamos se recomiendan, aparte su fundamental y general objeto, como tregua a la molestia, al sufrimiento y aun a la contrariedad en el desarrollo corpóreo; como parcial subsanación del daño ocasionado por las adversas condiciones insinuadas y en otro sentido, según ya dijimos, de negativo efecto para el desenvolvimiento anímico, para la viva atención, el sereno razonar, la actividad intelectiva armonizada con la de sensibilidad y de la voluntad.

Ha de tenerse, asimismo, en cuenta el excesivo número de discípulos y la complejidad del quehacer a que de ordinario responde cada maestro, obligándole a no conceder a cada materia de estudio y con respecto a cada sección y cada niño sino brevísimo tiempo, por lo que se le presenta de todo punto forzoso patentizar, generalizar más de lo conveniente, abreviar en excesivo grado, acortar lo intuitivo, consagrarse algo de tarde en tarde a las lecciones de cosas; y todo esto certísimo e inevitable en la escuela, hace resaltar lo beneficioso y preciso de los paseos escolares, en España con especialidad y por circunstancias que, si adversas, irán quebrantandose y amenguándose en lo sucesivo y en la medida de lo posible.

Pero, aunque se las debilitara y aminorase hasta desaparecer y dejar el puesto a lo satisfactorio y por todo extremo irreprochable, quedaría la excursión como de virtualidad superior, como que la lección sobre el objeto material, y menos la mera enseñanza, no logrará nunca aplacer y acondicionar el instrumental y corpóreo organismo de que se sirve el alma y empeñar la plena y rítmica actividad de la última, cual el paseo escolar, que revivifica y acondiciona las energías materiales y ante el hermoso, interesante y variadísimo panorama de la Naturaleza o las obras del Arte, cautiva la atención, promueve y agranda el pensar, informa las delineaciones imaginativas, despierta el placer, empeña a la voluntad; todo lo que no cabe dentro del salón-escuela -Y si no cabe y si tampoco ha estado legalmente autorizado el paseo a que nos referimos, veanse el porqué y el sentido del párrafo primero de la página 214: idóneos, laboriosos, desvividos por la cultura de sus discípulos, no son posibles la indicación, el estimulo, el auxilio de los educadores al conjunto de sus educandos, mientras no se les consienta sacarlos de la escuela y llevarlos frente al monumento del Arte o el espectáculo de la Naturaleza; no lo intentarán siquiera, en cuanto su deber es la obediencia, se atienen a ella y en la sala de clase permanecen tres horas por la mañana y otras tantas por la tarde, con daño para la educación, la enseñanza y la instrucción infantil: con daño también para la salud, el vigor psico-físico del profesor, y en consecuencia, sintiendo éste no poder realizar lo encaminado al bien de sus discípulos y del suyo propio.

No estamos conformes con quienes opinan que los paseos escolares decrecen en necesidad e interés en las pequeñas localidades. Si bien es en éstas más sano el ambiente que en los grandes centros de población y en ellas los niños a poco que se distancien de las casas paternas, ya se encontrarán en el campo; en cambio, las salas de clase suelen revestirse de medianas o pésimas cualidades, haciéndose así más desagradable y nociva la prolongada permanencia en las mismas, recomendándose, por tanto, las excursiones de nuestra referencia, bajo otra consideración beneficiosas y de facilísimo aprovechamiento y numerosos objetivos sobre que fijarse: según dijimos en la página 387, cabe encaminarse con los infantiles excursionistas a donde se are, cave, siembre, escarde, pode, riegue...; a donde se formen o apliquen abonos; a donde se vendimie, se extraiga o cueza el mosto, se trasiegue...; a donde se consagren a los quehaceres propios del hortelano o del jardinero; a donde existan árboles, arbustos, matas en desarrollo y evoluciones naturales o con sujeción a los principios y reglas del humano arte; a colmenares, puntos de esquileo, de ordeñar y de la fabricación del queso; a donde los infantiles escolares puedan observar y aprender; el profesor, aclarar, ampliar, rectificar y aconsejar, lo mismo a sus aleccionados que, discreta y atractivamente, a los que actúen en el concreto punto de la atención.

Evidenciase, pues, el beneficio de los paseos escolares en las pequeñas localidades, con tanta mayor facilidad en la mayoría de ellas, cuanto que el corto número de alumnos permitirá que todos figuren en la excursión, mientras que cuando son demasiados, obliga el prescindir de parte de los mismos, cosa no llana si se carece de auxiliar que quede en la escuela con el grupo destinado a ulterior paseo.

La orden de la Dirección general del ramo, que ya transcribimos, lleva fecha del 8 de Febrero de 1896 y honra al Sr. D. Rafael Conde y Luque, que la suscribe, expresa complacencia por la iniciativa de la Junta del ramo en la provincia de Castellón y autoriza a ésta para establecer semanales excursiones escolares con relación a los discípulos de los centros oficiales de cultura primaria en aquella comarca; mas parecenos la medida insuficiente al objeto de generalizar tan beneficiosa institución pedagógica, en cuanto creemos que la providencia no se ha llevado a la Gaceta, la conocemos únicamente por su transcripción en la prensa del Magisterio y, si autoriza, no hace taxativamente extensivo el consentimiento a las demás provincias, ni aun las excita en manera terminantemente explícita a imitar a la de la nombrada circunscripción.

Sin embargo, el espíritu de la orden y el criterio de la Superioridad aparecen sin asomo de duda, favorables a tan útiles excursiones, previéndose que no ha de transcurrir mucho tiempo sin que se dicte la excitación o quizá el precepto general acerca del particular; y entre tanto, seguridad plena puede abrigarse de que aquella Superioridad no negará a ninguna Junta la venia otorgada a la de Castellón.

Por su parte, el Magisterio público debe ir realizando algunos paseos escolares, por vía de ensayo y, con más propiedad, de palmaria demostración respecto a la bondad de aquéllos, seguramente demasiado desconocida por los pueblos y no bien percibida en localidades de superior número de habitantes, importancia y cultura relativas.

Utilizando oportuna festividad intersemanal y hasta domingo, se realiza alguna que otra excursión en compañía de cierto número de infantiles alumnos; se prefieren acertadamente el sitio y los objetos de observación; los niños regresan contentos y deseosos de repetir lo verificado; hacen encomiásticas referencias que satisfacen a las familias; acaso algunas personas mayores pasaron por el lugar del recreativo y educador acto pedagógico, se enteraron de su índole y efectos y, así, van deponiendose los escepticismos y hasta las refractarias actitudes contra lo que nos ocupa.

La gran mayoría de quienes actúan en el Magisterio se encuentra apta para presidir, encauzar y hacer provechosas las excursiones; quienes, por su abreviada carrera u otras circunstancias, duden o vacilen, pueden y deben consultar las obras que del asunto tratan y al generalizado adiestramiento servirán con eficacia el desarrollo y la controversia de temas sobre lo que motiva nuestras consideraciones, en las Conferencias pedagógicas habidas por precepto mientras la vacación veraniega.

Las Escuelas Normales han de verificar lo propio, imponiendo a los alumnos en el fructífero modo de dirigir, realizar y aprovechar las repetidamente nombradas excursiones.

Desde el año 1882, en que nos posesionamos de la dirección de la de Maestros de Segovia, se verifican aquéllas; los alumnos describen bastantes, de las más notables por lo largo o complejo del recorrido, por la índole de lo examinado; alguna vez tuvieron lugar hasta en puntos separados por 10 o más kilómetros de la Capital, como las hechas al Real Sitio de San Ildefonso y a la fábrica de aserrar maderas que también establecida tiene el Real Patrimonio en la Pradera de Valsaín -Los paseos del curso anterior se encaminaron a fábricas de papel, harinas, electricista, loza y cerámica en las cercanías de la Ciudad y, por segunda vez, a las ya citadas y visitadas localidades de San Ildefonso y Valsaín -Los del corriente año escolar no comenzaron aún, porque suelen ser hechos durante la primavera y se proyecta recorrer entre otros centros, los muy importantes de resinería que existen en la célebre y antiquísima Coca, unida por línea férrea a la también histórica ciudad natal de Juan Bravo.




ArribaAbajo3 -Colonias ídem

Consagrado el número 5 del capítulo XII a presentar sucinta idea de la hermosa y bienhechora institución pedagógico-caritativa denominada colonia escolar, sólo nos queda recomendar la lectura de la extensa y minuciosa circular de la Dirección general de Instrucción pública, fecha 15 de Febrero de 1894 y cuyas subsiguientes instrucciones comprenden la definición y el objeto de dicha colonia y tratan además, de su Junta directiva, preparación e instalación de aquélla, casa, ajuar, servicio, formación del conjunto excursionista, elección de colonos, equipo, advertencias para antes del viaje, viaje, llegada, plan de vida, aseo, desayuno, trabajo, sobriedad, baño de mar, comida, juegos, paseos, cena y sueño, otras ocupaciones, regreso y modelos de autorización, de hoja antropológica, de datos anatómicos y fisiológicos, cuestionarios y resultados físicos de la colonia; exponiendo con un lujo de detalles, de desmenuzador análisis, de excesivo concretismo, que no sólo basta para enterar al por menor, sino para restringir la debida libertad y la provechosa iniciativa de los encargados de dirigir la salutífera y desarrolladora expedición.




ArribaAbajo4 -Conferencias pedagógicas

Las Conferencias pedagógicas, cuya utilidad, de no desfigurarlas o bastardearlas, es incuestionable, según patentizaremos más adelante, vienen celebrandose, aunque con variantes de nombre, desde ha ya más de un siglo en España.

«Aunque con más modesta denominación -dice el Sr. Carderera en su Diccionario de Educación y Métodos de Enseñanza-, las Conferencias equivalen a nuestras Academias de maestros.»

La más antigua (de estas últimas) o por lo menos, de la que se conservan datos y la que parece haberse sostenido por más años, aunque con diversos títulos y destino, es la de Madrid, fundada en 1742 y confirmada por el rey D. Felipe V en el año siguiente.

Esta sociedad, llamada Congregación o Hermandad de San Casiano, tenía por objeto protegerse mutuamente los maestros y mejorar la enseñanza. Disfrutaba de varias preeminencias y prerrogativas, entre ellas, la de examinar a los aspirantes al Magisterio.

Extinguida la Congregación de San Casino (1780), se estableció en su lugar el Colegio Académico del noble arte de primeras letras, a fin de fomentar, con trascendencia a todo el Reino, la perfecta educación de la juventud en los rudimentos de la fe católica, en las reglas del bien obrar, en el ejercicio de las virtudes y en el noble arte de leer, escribir y contar.

En el año 1786 se había formado en Madrid una Academia particular de profesores de primeras letras y aficionados a este arte, con las licencias necesarias y fue autorizada por S. M. con el título de Real Academia de primera educación, siendo Ministro el Conde de Floridablanca. Con la caída del Ministro, quedó suprimida la Academia y continuó el Colegio académico ejerciendo sus atribuciones, casi las mismas que las de la antigua Congregación de San Casiano.

En 1801, empezaron a menoscabarse las prerrogativas y atribuciones que no había sabido conservar el Colegio académico y desde entonces empezó a decaer, hasta que pasando por varias alternativas, quedó convertido en 1810 en Academia de Maestros de primera educación. Con este título, estableció algunas enseñanzas, que tuvieron muy poca duración, limitándose luego a tratar y discutir entre los miembros de la Academia varios puntos relativos a la instrucción primaria, como se practicaba en otras Academias del Reino de igual clase y en las que se conocen en otros países con el modesto (y más propio) título de Conferencias

Aunque no con las prerrogativas que las académicas colectividades pedagógicas de Madrid, existían otras análogas en varios puntos de la Nación; pero todas ellas en forma embrionaria, rudimento, preliminar, acomodada a la escasa suficiencia y pequeños ideales de aquellos tiempos, en materia de cultura fundamental.

Los poderes centrales trataron de regularizarlas, así que otros importantes extremos, y en Real decreto de 23 de Septiembre de 1847, se dispuso que en cada capital de provincia se formara una Academia de profesores de instrucción primaria, que las Comisiones superiores promovieran la creación de aquéllas y propusieran al Gobierno, para su aprobación, los oportunos estatutos reglamentarios y que tales Academias, de acuerdo con los respectivos Ayuntamientos y Comisión superior, procurasen formar bibliotecas -A mayor abundamiento, se dio la circular de 24 de Enero de 1848, mandando a las Comisiones provinciales organizar dichas Academias y remitir a la Superioridad los citados estatutos, y en las Instrucciones de 12 de Octubre de 1849 sobre el Reglamento de Inspectores de 20 de Mayo del propio año, se mandó a estos funcionarios procurasen la creación y mejora de las Academias de Profesores, asistiesen a las sesiones, para cerciorarse de que no se apartaban de su objeto e indicaran los puntos que habían de tratarse, así que la marcha y orden en las discusiones.

No debieron ser satisfactorios, al menos para el Gobierno de aquellos tiempos, los resultados de las Academias del Magisterio, cuando en Real orden de 5 de Enero de 1853, se manifestó que, considerando la poca uniformidad de las bases por que se regían y la inoportunidad y perjuicios de las cuestiones y conflictos que algunos habían promovido, con descrédito de la misma institución, S. M. se servía mandar que ínterin era resuelto definitivamente el expediente general, se suspendían todas las sesiones.

Abrióse, pues, un paréntesis sobre tan útiles y recomendables reuniones y tareas, que no cerró la ley de 9 de Septiembre de 1857, sino que ni las mencionó siquiera; cuyo término no habría de verse hasta después de transcurridos treinta y cuatro años.

Las Conferencias no fueron en tan largo período objeto de ningún precepto oficial; pero no se hallaron en inexistencia absoluta, gracias al Magisterio de algunas provincias, que las celebró de por sí, por su amor a la profesional cultura, a la escuela y a lo conducente a la educación de la niñez.

Entre aquéllas, hemos de citar a una, en la que apenas si su Magisterio dejó de celebrar los actos a que nos referimos; que regulares, frecuentes, con marcha ordenada y éxito satisfactorio, los presentaba desde fecha no muy posterior a la de la vigente ley de Instrucción pública -Aludimos a la de Valladolid, donde fuimos Profesor de su Escuela Normal de Maestros desde Enero de 1878 a Febrero de 1882 y, casi por igual tiempo, director de una revista de primera enseñanza, órgano de las Conferencias y de la Asociación del Magisterio en la nombrada comarca castellana.

Las unas y la otra tenían en la capital su Junta superior directiva, a más de las subalternas, una para cada cual de las doce secciones en que la libre y bienhechora institución estaba dividida; localizadas las últimas en Valladolid, Medina del Campo, Nava del Rey, Olmedo, Peñafiel, Medina de Ríoseco, Mota del Marqués, Tordesillas, Esguevillas, Mayorga, Villalón y Montemayor.

Tenemos a la vista las colecciones de nuestro periódico, transcritas bastantes de las actas de las sesiones en que se trataba, de una parte, de lo conducente a los legítimos intereses de la clase y de sus individuos, y de otra, de lo respectivo a la gradual e indefinida mejora en la suficiencia profesional -De entre los asuntos de la primera índole, citaremos solamente el proyecto de Asociación de socorros, que llegó a efectividad y han venido recibiéndolos viudas o huérfanos de los fallecidos coasociados; y con respecto al segundo extremo, en las aludidas actas consta quiénes y cómo, familiar, sencillamente, sin más auditorio que miembros de la clase, resolvían aritméticos problemas, analizaban párrafos en concepto gramatical, todo controvertido y en la forma propia para educar y enseñar a la niñez; daban lecciones sobre materia religiosa, agrícola, geográfica...; se ocupaban de puntos correspondientes a la educación, a la didáctica o al organismo escolar; exhibían buenas y repetidas muestras de lo sobre que deben versar, así que del tono y del carácter genuinos de las Conferencias pedagógicas.

Por último, llegó el día del cierre al paréntesis oficial que ya dejamos anotado. La ley de 16 de Julio de 1887 preceptuó en su artículo 1º. que las escuelas públicas de todas clases y grados de la primera enseñanza vacarán durante cuarenta y cinco días en el curso del año y que el Ministro de Fomento adoptaría las medidas oportunas para la ejecución del anterior precepto y para que durante el tiempo destinado a vacación se celebren en cada provincia Conferencias y reuniones encaminadas a favorecer la cultura general y profesional de maestros y maestras.

Consecuencia y complemento de lo precedente, fueron las Reales órdenes de 19 de los propios mes y año, disponiendo lo necesario con respecto a los actos en el mismo, y de 6 de Julio de 1888, que vino a reglamentarlos de la manera que seguramente conocerá la generalidad, si no el total de nuestros lectores, por lo que nos reducimos a consagrarla comedidos y ligeros comentarios.

En Comisión organizadora constituida con diversidad de elementos, caben antagonismos, rivalidades, que si latentes, no por eso dejarían de producir efecto sustractivo en cuanto al éxito y concurrencia en los actos.

La reglamentadora Real orden parece referirse preferentemente a las capitales de provincia, toda vez que si autoriza Conferencias en las localidades cabezas de distrito judicial, es cuando lo solicite bastante número de maestros, a juicio de la Comisión organizadora de la de la capital, con especialidad para la que se dan las reglas de la citada providencia superior y a las que se acomodarán en lo posible los trabajos en las primeras -Que sepamos, no han tenido lugar hasta el día sino en las capitalidades provinciales.

Habrían de dilucidarse los temas sólo ante auditorio profesional, y la presencia de personalidades tan respetables para los maestros como los individuos de los Claustros de las Normales y el Inspector, así que la probabilidad de que acudiesen el Gobernador civil o algunos vocales de la Junta de Instrucción pública, bastarían para que los actuantes se esforzaran, no en aparecer ajustados a la prístina naturaleza de las tareas, sí a la altura de las circunstancias.

Pero las controversias pedagógicas son públicas; la totalidad del concurso puede resultar tan numerosa como variada; el pundonor individual y hasta el buen nombre de la clase demandan intervenir satisfactoria y luminosamente; ni la carrera ni el ejercicio escolar del Magisterio se adaptan a producir oradores; falta la costumbre de hablar en público; hay que adoptar de antemano las oportunas precauciones en evitación de un fiasco; y todo ello aconseja a los más abstenerse prudentes, ya que el tomar parte en los desarrollos o debates de los puntos a discusión queda al arbitrio de cada cual; y a quienes se deciden en contrario sentido, que confeccionen sus trabajos, los graben fiel y seguramente en la memoria y luego los emitan en exacta repetición.

Tomado este acuerdo, el encargado de desenvolver un tema estudiará y dará forma a su lucubración; consultará, al efecto, no al acopio de sus observaciones en la escuela, ni tampoco a lo posible y beneficioso en el ejercicio de la educación y de la enseñanza; sí a las publicaciones de más alto vuelo, siquiera muy deficientes en verdadera aplicación; expondrá y encomiará lo que ni habrá utilizado ni utilizará en su labor profesional; bordará y floreará su prehecho y preestudiado discurso, en busca de aplausos más bien que provecho positivo en la cultura de la niñez -No otra cosa harán los objetantes, los demás que tengan su papel en la controversia; ésta brillará por su ausencia o inexistencia; a un discurso seguirá otro o seguirán varios, acaso parecidos cual si se les hubiera cortado por el mismo patrón; quizá desacordes, sin que por ellos se controvierta y dilucide, como que las réplicas sólo caben acomodándose a lo oído y en lo que no obtiene conformidad, y las piezas oratorias, si tejidas del modo indicado, lejos de correlacionarse, harán resaltar su mutua independencia.

Señalamos lo que puede ser, resulte o no así, por más que a ello encaminan la localización de los actos en las capitales de provincia y otras circunstancias de los mismos, que también dejamos insinuadas -Y si tales resultaran, darían el completo viceversa de lo que cuadra a las familiares, sencillas, prácticas Conferencias, informadas en la sinceridad y en la realidad, en lo que unos ensayaron con fruto en sus escuelas y lo recomiendan a sus compañeros; en las modificaciones que sobre lo presentado por el disertante estimen otros ventajosas.

La prensa periódica del Magisterio viene diciendo con relación a bastantes provincias que, a falta de profesorado primario que se brinde para tomar parte activa en las Conferencias, tienen que cumplir lo que les preceptúa la Real orden de 6 de Julio de 1888 los Profesores de las respectivas Normales y el correspondiente Inspector; desapareciendo así aquellas Conferencias, tornándose en irreplicado discurso, en especie de lección de aula -Sensible es que tal acontezca, pero no extraño ni motivo de censura a los abstenidos maestros; que ni tienen condiciones ni motivos para el brillante alarde oratorio, ni querrán exhibir como suyo precioso mosaico con constituyentes extraídos de ajenas propiedades o disfrazarse de pavo real; ni les placerá ensalzar lo que no utilizaron ni precisa emplear en sus cotidianas tareas profesionales; y que si se retraen, usan de su derecho al retraimiento, ya que no se obliga a conferenciar o discursear, ni faltando la oferta espontánea, a quienes por mérito ocupan lugar y disfrutan premio de escalafón.

La citada prensa periódica ha dicho repetidamente que, en general, era muy escasa la concurrencia a los actos de que tratamos y hasta que, en tal o cual punto se había desistido de celebrarlos, por encontrarse sola -íntegra o en parte- la Comisión organizadora -Tampoco esto, aunque contraríe o apene, debe sorprender; tiene lógica explicación: Magisterio ínfimamente dotado y con irregularidad satisfecho, mal dispondrá de recursos pecuniarios para hacer viajes -muchos a buena distancia- y costear el residir en la capital con motivo de actos, si interesantes y beneficiosos, al cabo de libre acuerdo individual el acudir o no a ellos -Tengase, además, en cuenta lo que consignaremos meramente o en absoluta abstracción de crítica en pro ni en contra: que la Real orden de 19 de Julio de 1887 dijo que «antes de que llegue la época de la formación de los presupuestos provinciales y municipales, el Ministerio excitará el celo de las Diputaciones y Ayuntamientos, a fin de que consignen los créditos que les sugiere su interés por la enseñanza, con objeto de conceder a los maestros y maestras de las escuelas públicas gratificaciones que les permitan sufragar los gastos de viaje para asistir a las Conferencias pedagógicas en la época de vacaciones»; que ignoramos si se ha hecho la ofrecida excitación, y no ha llegado a nuestro conocimiento que la Comisión organizadora y los disertantes de parte alguna, si lograron lisonjero éxito, hayan sido objeto de laudatoria y superior expresión.

Como podría creerse que el dejo de escozor con que nos expresamos responde a contrariedad por el fracaso de lo confiado a nuestra iniciativa, creemos oportuno y aun de obligado testimonio a la justicia, consignar lo que vienen siendo las Conferencias pedagógicas de la capital en que escribimos; consignación no sólo fundamentada, sino que a cubierto de que se nos tilde de formular el propio elogio: si aquí los resultados son de halagüeño sentir, bien poco se debe a nuestra humilde y débil iniciativa. Cabenos la honra y la satisfacción de presidirlos, así que sus preliminares; pero esto, si redunda en nuestra complacencia, producenlo primordial y decisivamente otras entidades: bien poco, apenas nada habríamos conseguido a virtud de nuestro único esfuerzo, si no se nos hubieran adunado, cual vienen adicionandose, la valiosa, sincera y decidida cooperación de los Claustros de una y de otra Normal y de la Inspección; el loable proceder de maestros y maestras, brindándose a conferenciar y concurriendo numerosos a oír y aprovechar lo expuesto; la dignificación, el realce, el aliciente de la Junta provincial de Instrucción pública, siempre especialmente representada en la mesa presidencial de las sesiones, a más de figurar en la última dos vocales de aquélla o Director de la Normal e Inspector, y otorgando un voto de gracias -dos bastan para pasar por mérito a los premiados lugares del escalafón- a maestros y maestras disertantes o secretarios de la nombrada mesa -Y, valioso aditamento, la concurrencia de crecido, variado y aun selecto auditorio, extraño al Magisterio; los estimuladores y laudatorios juicios de la prensa local y aun de otros puntos por medio de sus corresponsales.

A pesar del corto plazo que desde la fecha de ya citada Real orden -la del 19 de Julio de 1887- disponía la Comisión organizadora, al objeto de «acordar los medios oportunos para celebrar Conferencias pedagógicas durante las vacaciones» que inmediatamente iban a comenzar, se verificó la apertura de los actos el 22 del próximo Agosto, seis días fueron invertidos en los mismos, la concurrencia ascendió, por cotidiano término medio, a unos 150 individuos de la clase, entre los del uno y los del otro sexo, elevándose a igual cifra la de los concurrentes no maestros; La Tempestad, la Revista de la Sociedad Económica Segoviana de Amigos del País, El Adelantado y el Boletín del Magisterio o cuantos periódicos se publicaban entonces en Segovia; La Iberia, El Correo y El Noticiero de Madrid, así que El Norte de Castilla (Valladolid) hicieron largos relatos y formularon encomiásticos conceptos acerca de los trabajos, versando éstos sobre lo que sigue: 1º. Disciplina escolar y su verdadero fundamento. El premio y el castigo como medios disciplinarios. Premios y castigos que deben usarse y cualidades que requiere su aplicación. Perniciosos efectos del castigo corporal. Por qué, sin embargo, no se consigue que desaparezca completamente de las escuelas -2º. Deberes del Maestro -3º. Necesidad de que la materia religiosa fundamente e informe el aprendizaje y la práctica del Maestro -4º. Importancia del estudio del idioma patrio y cuál se le concede en nuestro país. Carácter que debe tener esta enseñanza en las escuelas primarias -5º. Importancia verdadera de la memoria y cómo ésta debe educarse y ser aprovechada en las escuelas infantiles -6º. Importancia de los deberes de la Maestra y medios que ésta ha de emplear para llenarlos cumplidamente -7º. Importancia, naturaleza y doble objeto de la enseñanza de la Aritmética en las escuelas primarias elementales, con el método y el procedimiento apropiados a tan fundamental asignatura -8º. Cursos de adultos, su importancia como escuelas supletorias elementales y como complementarias o técnicas. Medios de sostenerlos y darles interés. Su organización pedagógica -9º. Importancia y necesidad de la Educación. Partes que ésta comprenda y cuál es la más excelente y necesaria. Diferencia entre la Educación y la Instrucción -10. Estudios del Maestro y necesidad en continuarlos después de la salida de las Escuelas Normales. La cultura del Maestro en relación con la general del país -11. Educación física, su importancia y medios que el Maestro actual puede emplear para educar físicamente a sus discípulos -12. Educación, su fundamento e importancia, así que de la Pedagogía y quiénes necesitan más particularmente conocerla y atenerse a ella -13. Sistemas de Educación de los antiguos, de la Edad Media y de la Moderna -14. Enseñanza de labores y su división. Labores peculiares de cada grado de aquella enseñanza e índole de la escuela y asignaturas que pueden simultanear con la nombrada -15. El hombre es racional, sociable y perfectible -16. El Maestro considerado bajo su doble aspecto de educador e individuo social -Como Presidente, cumplimos nuestro doble deber de pronunciar el discurso inaugural y de resumir los de los demás; y el Excelentísimo Sr. D. Feliciano Herreros de Tejada, entonces Consejero de Instrucción pública y por temporada, residente en el Real Sitio de San Ildefonso, se impuso algunas venidas a Segovia, para dispensarnos el alto honor de realzar y presenciar varias sesiones, cerrándolas con un notable discurso de clausura -Terciaron 2 individuos de cada Claustro, 10 Maestros y, 2 Maestras de escuela pública.

Emplearonse en las reseñadas Conferencias seis de los diez días que legalmente podrían invertirse. Limitadas después numéricamente y con el propósito de facilitar la concurrencia en el grado en que se disminuyera la duración, en el año siguiente los temas fueron 4, interviniendo en su desarrollo y debate 8 Maestros y 4 Maestras e invirtiendo 4 días -Lo que no ha amenguado ha sido la concurrencia, siempre crecida, poco más o menos, como el primer año de los actos.

Temas que sucesivamente han sido tratados: ¿Precisan al Maestro ciertos conocimientos antropológicos para realizar consciente y satisfactoriamente su cometido? Dificultades que contra su cabal adquisición oponen en el día las obligadas deficiencias de los estudios en las Normales = Deducir del significado de la palabra intuición que ésta en su aplicación graduada pero general, no puede producir cultura predominantemente materialista. Conveniencia y ventajas de la intuición en la educación y enseñanza de la niñez =Bondad y aprovechamiento de los paseos escolares. Cómo actualmente se los utiliza y cómo será dado verificarlos en las condiciones presentes de maestros y discípulos =Qué es en realidad el llamado método activo para la enseñanza y si se le conoce y aplica desde remota fecha. Necesidad del ejercicio armónico y simultáneo de las diversas aptitudes del discípulo sobre cada punto de aprendizaje, a fin de educar a aquél y de que la instrucción proporcione a la inteligencia claros y verdaderos conceptos =La mano como instrumento del alma y su educación en las escuelas. Los trabajos manuales en las de uno y en las del otro sexo y, con especialidad, en las de niñas =Y, extractando los temas, para no extendernos tanto: sobre método, procedimiento y forma en la enseñanza de la Lectura; sobre Ciencias físico-naturales, sobre Agricultura, sobre las labores femeniles en las escuelas mixtas, sobre conocimientos cosmográficos, sobre Higiene y Economía domésticas, sobre el Decálogo y las Obras de misericordia como base de la educación y de la enseñanza moral en las escuelas, sobre la predisposición de la futura ama de casa, sobre la influencia de la escuela, sobre las condiciones, mobiliario y útiles didácticos en las salas de clase, sobre las escuelas dominicales, sobre exámenes y premios, sobre la gimnasia peculiar de la niñez, sobre los sistemas de organización escolar, etc., etc.

Terminadas las Conferencias en cada año, aparece en la revista profesional de nuestra dirección y propiedad, minuciosa reseña de las mismas y comprensiva de nominal lista de cuantos a aquéllas acudieron; solemos publicar en folleto el desarrollo y debate de los temas, y con referencia a 1888, se hizo un libro de 176 páginas en 4º., esmeradamente impreso y encuadernado; todo en la creencia, confirmada por la realidad, de que así resultaría un eficaz estímulo más para el logro de lo que debemos proponernos.

Puesto que reputamos las Conferencias pedagógicas como muy beneficiosas, opinando, en consecuencia, que debe tenerlas el Magisterio público; hemos a la vez, de discurrir que procede, al efecto, adiestrar al último en el transcurso de la carrera académica, y así vinimos haciéndolo desde a muy poco de posesionarnos en nuestra función directiva, conferenciando, de verdad, los alumnos en los días festivos, objetándose recíprocamente y, por último, interviniendo el profesorado primario de la Capital, que espontáneamente se ofreció a ello y desde luego se aceptó su estimable y estimada oferta.

Hecho el bosquejo histórico de las Conferencias pedagógicas, en general y muy particularmente, con relación a la provincia de Segovia, expondremos lo que entendemos deben ser aquellos actos, habida consideración a quienes los realizan, al objeto que debe perseguirse y hasta a cómo definen la denominación de lo a que nos referimos los más autorizados diccionarios, claro está que, en primer término, el de la Academia Española de la Lengua.

Conferencia, según ellos, es el hecho de tratar entre varios algún punto o negocio y, también, en ciertos centros de enseñanza, el simultáneo tratado de concreta lección por el profesor y el alumno; es la plática entre dos o más personas que dilucidan algún asunto, y plática -en una de sus acepciones, en la correspondiente al caso que nos ocupa- la conversación, el acto de hablar distintos sujetos acerca de determinado motivo.

Nunca decimos que hemos conferenciado, sin que se sobreentienda que con alguien; discursear sin que nadie objete, replique, controvierta, no es conferenciar; como tampoco la conferencia conservará su primitivo carácter, si no es sencilla, llana, sin floreos retóricos ni abrillantamientos oratorios.

Y esta propia naturaleza de la conferencia en general, lo es, si cabe, con mayor precisión o especialidad, tratándose de modestos maestros que en forma gráfica, tangible y fielmente ajustada a la realidad, dilucidan sobre el mejor método, procedimiento, forma o útil didáctico; sobre el más hacedero y producente modo de educar esta o la otra facultad o función; sobre los recursos más llanos y eficaces en el auxilio, en la enseñanza encaminada a la buena instrucción; sobre el resolver problemas y analizar períodos, verificándolo tal y advirtiendo u objetando cual; sobre la ingenua presentación de las dudas y su sincero y acertado desvanecimiento; sobre infinitud de particularidades pedagógicas, tratadas con la confianza y llaneza propias de comprofesores, que se aleccionan recíprocamente, que aumentan y depuran su idoneidad, al paso que extienden y estrechan los vínculos del compañerismo, el espíritu de clase.

Acordes con lo precedente, juzgamos que las Conferencias pedagógicas habrían de organizarse así: Los alumnos de las Escuelas Normales, de maestros como de maestras, las tendrán durante su carrera, en la forma, en los días y sobre los puntos que señale el respectivo Claustro y dirigidos por alguno o por varios de los individuos del mismo -Serán también de precepto para el Magisterio oficial, dividiendo, al efecto, cada provincia en los distritos necesarios a fin de que ninguno de los obligados a asistencia haya de alejarse sino a lo más, 20 kilómetros de la localidad en que respectivamente se ejerza; división que incumbirá a las Juntas de Instrucción pública, con aprobación del Inspector general del ramo -Los Inspectores provinciales determinarán la forma, días y puntos a dilucidar, así que propondrán a aquellas Juntas quienes hayan de formar la mesa directiva -compuesta de Presidente, Vicepresidente y Secretario-, eligiendo a los maestros, maestras y auxiliares más acreedores y mejor acondicionados para ello -Los mismos Inspectores procurarán dirigir cuantos actos de los aludidos les sea posible, siempre que no les embarguen otras atenciones o aprovechando la oportunidad de su visita escolar, con la que harán coincidan Conferencias, a fin de justificar ante la práctica la pericia profesional en la educación y enseñanza -Podrá darse publicidad a los puntos sobre que hayan de ocuparse en determinado distrito, aceptando las ofertas espontáneamente hechas acerca de terciar en los actos y, en último término, designando las mesas a quienes hayan de verificarlo entre los presentes -Convendrá pasar lista de los que deban concurrir, mandando luego relación de quienes falten, a la Junta provincial, para que resuelva lo procedente, sobre todo, si las ausencias se repiten y no se justifican -Los Secretarios de las mesas habrían de extender actas, expresivas, autorizadas por los presidentes y remitidas copias literales de las mismas a dichas Juntas provinciales, que acordarían lo meritorio en favor de los a ello creedores, así que lo desagradable en contra de quienes lo motivaran.

Desprendese de por sí, a virtud de cuanto dejamos expuesto, que si no nos satisfacen las Conferencias en las capitales, por lo que obligan a discursear y lo que enrarecen o anulan el controvertir sencilla y prácticamente con verdad; menos hemos de prestar nuestra conformidad a las Asambleas regionales de que se ocupa la orden de 6 de Noviembre de 1893, que tuvieron lugar en Pontevedra, Vitoria y Valladolid; porque distancian más que lo estaban las discusiones entre el Magisterio oficial de lo que deben ser, porque significan exceso en paralelo con las Conferencias pedagógicas, y minoración respecto al Congreso pedagógico.




ArribaAbajo5 -Congresos pedagógicos

Éste, de carácter general, como generales son sus objetivos, encarna importancia y beneficio de innecesaria demostración, en cuanto se encuentran al alcance común y, por tanto, constan a quienes muy especialmente consagramos nuestra obra.

Se recomienda localizarlos en la capital de la nación, por lo que ello allana el que en concepto directivo, de auditorio o de oradores, figuren personalidades de excepcional valía y superior ascendiente; por lo que agranda la concurrencia el haber bastantes de tratar -a la vez que lo respectivo a la Asamblea- de asuntos particulares en las dependencias ministeriales, y, acerca de España, el promediarse las distancias, por ocupar Madrid el centro de la Península -Pueden, sin embargo, darse circunstancias que aconsejen celebrar el Congreso en otra localidad, cual en Barcelona en 1888, con motivo de su Exposición Universal.

Debe dejarse ancha amplitud para organizar la Asamblea, predisponer sus trabajos y discutir los temas; confiándolo a la libre iniciativa, sin perjuicio de mediación oficial, en punto a apertura de las tareas, presidencia de varias sesiones, etc.; todo con el objeto de imprimir, suave pero eficazmente, ciertos derroteros, justipreciar con la fidelidad sólo obtenida por la directa y personal observación, las aspiraciones de los congregados; haber tomado parte activa en lo que dará original para un libro y que, aunque hasta ahora no se haya hecho, debería publicarse por cuenta del Estado y encargo del Ministerio de Fomento.

Tres Congresos pedagógicos van celebrados entre nosotros durante la última cuarta parte de este siglo, y en todos ellos se patentizó el atinado concepto que se posee sobre la Educación, la Enseñanza y la Instrucción, su actual manera de ser, sus necesidades y mejoras que reclama; en todos ellos se puso el dedo en la llaga, se señalaron los puntos en que radica el mal y los procedentes recursos curativos: si hubiéramos tenido la dicha de verlos aplicados, otra sería la suerte de la Escuela Normal y de la primaria, de sus respectivos profesores, de la Inspección, del organismo de la cultura fundamental.

En el Congreso nacional habido en Madrid en 1882, por iniciativa de la Sociedad El Fomento de las Artes, cuya sesión inaugural presidió el malogrado Rey D. Alfonso XII, así que las sucesivas el inolvidable soldado y estadista a quien tanto deben las Escuelas Normales, el general Ros de Olano; cuyo resumen de trabajos hizo el también finado e insigne pedagogo D. Mariano Carderera, y a los que realzó con su presencia y su palabra el que fue esclarecido patricio y al que nunca olvidarán los amantes de la cultura española, D. Claudio Moyano Samaniego; en el Congreso madrileño de 1882, repetimos, se votó por la enseñanza obligatoria y gratuita, por la igualdad categórica y conservación numérica de todas las Escuelas Normales, sin más demora perfeccionadas y vigorizadas; por la Inspección, en mejores condiciones, por que 1.000 pesetas sea el sueldo mínimo del maestro público, por el encargo de parte del Estado de todas las obligaciones de la Educación primaria; con otras conclusiones no menos atinadas y beneficiosas.

Resaltó en los debates tal orden, tal alteza de miras, tal dominio de los asuntos, que entusiasmado y conmovido el venerable Sr. Moyano, dijo: «Las Escuelas Normales han dado los resultados que estamos tocando aquí. ¿De dónde salen los que enseñan a los niños, los profesores? -De las Escuelas Normales =Y ¿dónde se han educado éstos, cuyos discursos nos han admirado, por los conocimientos, por la ilustración, por el buen sentido que revelan? ¿Dónde han recibido esos conocimientos? -Pues en las Escuelas Normales. -Sí, yo he estado lleno de placer estos días; me acordaba del gozo que debe tener un padre, cuando en el examen oye contestar a su hijo admirablemente. A fuerza de mis años, decía yo: Pues, señor, éstos son mis hijos.»

En aquella Asamblea nos cupo la honra de resolver uno de los seis temas, el siguiente: «Reformas que reclaman nuestras Escuelas Normales -Instituciones pedagógicas que con ellas deben concurrir a la formación de los maestros y a elevar la cultura de la mujer: carácter de esta cultura

El Congreso nacional pedagógico de Barcelona fue inaugurado el día 5 de Agosto de 1888; también satisfactorios su curso y sus resultados, como lo patentizan las conclusiones a que se llegó, tales como que los padres de familia no pueden, por motivo alguno, dejar de intervenir en la educación de sus hijos; que la organización de nuestras escuelas primarias era defectuosa, no permitiendo la aplicación de los adelantos pedagógicos, y demandaba urgente y profunda reforma; que conviene que en cada sala de clase no figuren más de 50 niños; que el programa general primario debe ser el que rige en las escuelas superiores; que había que mejorar locales y material, así que las Escuelas Normales y la Inspección, etc., etc.

El tercer Congreso pedagógico o de Octubre de 1892, celebróse en Madrid; en su iniciativa tuvo también parte El Fomento de las Artes y aquél constituyó importante número del programa acordado para conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América.

Se le denominó Congreso pedagógico hispano-portugués-americano; fue internacional y, en consecuencia, más extenso que los anteriores, en este concepto, así que en el de la materia de su tratado y en las series profesionales de quienes se inscribieron como miembros de la Asamblea y terciaron en las discusiones, por lo que dijimos en el número 13 del Capítulo preliminar, que la concurrencia de individuos del Profesorado, oficial y libre, civil, militar y eclesiástico, revelaba cambio radical de criterio, aspiración y realidad; constituía una de las notas características de aquella Asamblea: el solemne reconocimiento y el subsiguiente procedimiento de que la Pedagogía o Antropogogía ha de informar las funciones de todo el que educa y enseña y, por tanto, debe a todos interesar -No nos atrevemos, sin embargo, a formular aserto sobre si, aun con tal integridad de comprensión o contenido, nos conviene que, por lo menos, varios Congresos pedagógicos se consagren en exclusivo a la Educación primaria y sus temas sean discutidos sólo por el Magisterio de la niñez, el de las Escuelas Normales y el personal de nuestra Inspección; el de aquella primordial cultura, en una palabra.

Se votaron conclusiones de carácter general, así que sobre la enseñanza primaria, sobre la secundaria, sobre la técnica, sobre la superior y sobre la mujer, siendo las relativas a ésta las en que se dibujaron más dos contrapuestos criterios, se debatió más ardorosa, empeñada y apasionadamente y hasta se penetró en los espacios de la exageración.

No podemos enumerar dichas conclusiones, por lo excesivo de su cifra; pero si consignar que, al fin, prevaleció el buen sentido y lo votado es sin duda aceptable y se inspiró en la moderna, concienzuda y beneficiosa Antropogogía.

El tema con cuyo desenvolvimiento se nos honró y que, en efecto, explanamos, fue: «Requisitos que deben exigirse para el ejercicio de la primera enseñanza, pública y privada -Por quién, cómo y de qué manera deben nombrarse y pagarse los maestros públicos

Resultan, pues, tres Congresos pedagógicos en España, durante un período de diez años, y como se camina tan a paso de tortuga en punto a reformas, resultan asimismo las imperfecciones a corregir multiplicadas y agrandadas por la destructora acción del tiempo y, de ello, lo preciso de repetir en una Asamblea lo señalado y lo recomendado en la anterior: deben, pues, celebrarse después que sea conocido el efecto de innovaciones realizadas y exista algo para que pedir amplitud, variante o rectificación; han de transcurrir entre una y otro cinco o seis años, por lo menos.




ArribaAbajo6 -Certámenes ídem

Certamen, procedente de certre o contender, pelear, es hermosa y noble lid de la inteligencia, en la que se disputa el premio ofrecido por entidad oficial o libre, individual o colectiva, a quien mejor trate determinada materia, concreto punto científico, artístico, literario..., pedagógico, en el sentido con que aquí le damos.

Implica, pues, contienda, triunfo y gráfico signo de la victoria; supone estudio, trabajo a priori, de parte de quienes acuden a la convocatoria, y presentarse en el concurso reportará siempre el beneficio del acentuado estudio. Del propio modo redundará en provecho general, toda vez que buen número de lo presentado aparecerá luego en folleto, memoria o libro, que en el objeto de su contenido adjuntará riqueza teórica o práctica, a que no igualarán, por lo común, ni aun los tratados magistrales; y de aquí, el extendido beneficio, aparte de lo mucho que el llamamiento despierta el deseo y resuelve la voluntad acerca de la concurrencia a ulteriores actos de la índole de los que nos ocupan.

Patente la bondad de los certámenes pedagógicos, con respecto a los mejores resultados de la educación y de la enseñanza de la niñez, los llamados, por su carácter oficial, a dotarlas de perfeccionamiento, y los amantes de las mismas, deben convocar frecuentemente a las competencias a que nos referimos, sobre puntos que estén al alcance de la generalidad de quienes regentan las escuelas primarias, de los maestros prácticos, lo que apenas si se ha tenido en cuenta en los escasos certámenes de procedencia gubernativa -Poquísimo vienen haciendo en tan importante extremo las corporaciones provinciales y municipales y no mucho más la iniciativa particular: con génesis en la misma clase educadora, se convoca a veces en el asunto y con el sencillo carácter que hemos recomendado; por ejemplo, ha algunos años, la redacción del periódico El Profesorado de Granada, y en estos últimos, el propietario de El Monitor de Primera Enseñanza de Barcelona, sobre lacónicos pero recomendables temas de premios, castigos, método, procedimiento y forma peculiares de especial asignatura; todo a tratar en pocas páginas y acondicionado para publicarlo en uno o dos números de revista profesional.




ArribaAbajo7 -Exposiciones pedagógicas

La exposición pedagógica o el hecho de exhibir obras, recursos, útiles, materiales y productos de la Educación y de la Enseñanza, es de tanta importancia como virtualidad y puede verificarse con diversos grados de duración, publicidad, variedad y latitud.

Según ya dijimos, debe ser principalísimo factor de los exámenes en las escuelas de niños como en las Normales; en unas y en otras y proporcionalmente a la índole, extensión y densidad de los prácticos ejercicios, colecciones caligráficas, de aritméticos problemas, de párrafos analizados, de dibujos y de otros trabajos manuales -En la Escuela Normal que nos cabe la honra de dirigir, se ordenan, guardan y oportunamente se exhiben, colección de planas, cartas, solicitudes y otra variedad de la documentación inherente a la utilizada escritura; conjuntos de problemas y láminas de dibujo, resultados de la composición y análisis gramatical, disertaciones pedagógicas, simulacros de ejercicios escritos en reválidas y actos opositorios, descripciones de paseos escolares...: parte de ello figuró y obtuvo premio en la Exposición Universal de Barcelona.

En las poblaciones que sostienen varias escuelas primarias, podrían exhibirse productos originales de los respectivos discípulos infantiles, siempre que del público paralelo y de las correspondientes justipreciación y recompensas resultara cada cual con su merecido, todos noble y bienhechoramente estimulados, no en fatal y enconada rivalidad; lo que no nos parece muy fácil de predisponer y conseguir.

Alargando el radio, cabe exponer lo seleccionado en cada escuela de la provincia respectiva, presentándolo en la capital de la misma; cabe que el hecho revista la índole y la superficie de regional; cabe que sea nacional, internacional y aun universal; agrandándose proporcionadamente la variedad y el número de lo exhibido, trabajos de alumnos, obras didácticas o pedagógicas, útiles de enseñanza, mobiliario, etc.




ArribaAbajo8 -Museos pedagógicos

Museo (del griego muoseion, derivado de mosa o musa) significó en su primitivo y helénico valor, templo de las musas y más tarde, centro de instalación, custodia y vista de los productos de las Bellas Artes.

Extendido el valor ideológico de la palabra, ésta denomina desde ha tiempo el lugar donde existen ordenada y permanentemente, objetos de ciencia y de arte; el museo es de Historia Natural, militar, naval, antropológico..., pedagógico, que es el sentido que aquí asignamos al vocablo y que no precisa explicación, en cuanto ella se encuentra al alcance común.

Por lo que respecta a España, poseemos -puede decirse que con el carácter de nacional-, Museo pedagógico en Madrid, no mal dotado, pero poco concurrido. Más se visitarían los provinciales, porque el Magisterio de los pueblos no disfruta de tan diversos medios de examinar el complejo y propio contenido de lo que nos ocupa como el de la capital de la Nación, y quienes a ella acuden, suelen hacerlo para tan breve plazo y con tal multiplicidad de asuntos, que a los más no les pasa por la mente la idea de ver el nombrado Museo o quizá ni conocen ni averiguan dónde reside.

No acontece lo mismo a quienes se dirigen a la cabeza de la respectiva provincia, con menos quehaceres, más despacio y cortas distancias, efecto de lo que les es dado detenerse y desde luego bastantes se detienen a examinar en la Escuela Normal lo que, generalmente, no es museo, sino pequeña, deficiente, rudimentaria semejanza del mismo; que a otra cosa no se presta la muy corta cantidad que, para adquisición de todo material, se concede a la mayoría de los planteles del Magisterio.

Decimos la mayoría, porque se dan casos en contrario, uno de los que corresponde a esta provincia y centro profesional en que ejercemos. A poco de entrar en el desempeño de nuestro cargo, la Junta de Instrucción pública destinó a la Escuela, con asentimiento de la Superioridad y todas las formalidades legales, unas 6.600 pesetas de que era depositaria y después, la Diputación provincial 500, por término medio, en cada año o el importe del segundo plazo de la matrícula, mientras se satisfacían en metálico o hasta 1º. de julio de 1881, en que las Normales pasaron al Estado.

Con tan considerable contingente extraordinario, se mejoró en gran manera el material del Establecimiento y adicionado el fruto de la laboriosidad de profesores y alumnos, cabe exhibir, según ordenada y adecuadamente se exhibe, si no un Museo pedagógico, un conjunto de estimables medios de educación y de enseñanza, que los maestros pueden examinar con provecho y nos parece oportuno indicar aquí en testimonio de justicia y reconocimiento hacia quienes nos lo proporcionaron.

En grandes y varios volúmenes aparecen numerosas láminas de dibujo, hechas por los aspirantes al Magisterio, así que en otros, en folio o en cuarto mayor, ejercicios de análisis gramatical o lógico, de composición sobre cartas, oficios, solicitudes, exposiciones, de materia pedagógica, caligráfica, topográfica, aritmética, etc. -Es, además, dable observar dones de Froebel, juegos instructivos, colección en tamaño natural, de medidas y lo mismo de pesas métricas; cadena, cinta, grafómetro, cartabón de agrimensor, plancheta, niveles y jalones; cajas de sólidos geométricos, de madera y de cartón, cartas geográficas y entre ellas, el gran mapa geodésico; útiles didáctico-intuitivos para la enseñanza cosmográfica; mesa y banco respaldado, ambos sobre sus armazones de hierro fundido, pintados en color de caña y barnizados; una y otro con destino a dos niños; pupitre de iguales matiz y barniz, con su cajón y para vigilante escolar.

En material instructivo, peculiar de varias asignaturas y que a bastantes maestros convendrá examinar, existe moderna, buena y suficiente colección de instrumentos y aparatos de Física, entre ellos, modelos de cabrestante, cabria vertical, grúa, poleas, polipastros y generador del tornillo; de máquina de Wat, de locomotora Crampton y de buque de vapor (en cartón); balanza hidrostática, areómetro, alcohómetro, sifones, bombas, máquina neumática, globo para pesar el aire, tubo de Newton, anteojos, prismas, linterna mágica, cámara obscura, máquina eléctrica de Ramsden, botellas, batería, voltámetro, galvanómetro, electro-imán, teléfonos Edison y Siemens, telégrafo Morse, con los necesarios accesorios para funcionar, como funciona ante los alumnos; barómetro de Fortín y termómetros de mercurio, de alcohol, graduados en el vástago, de máxima, de mínima y diferencial de Leslie, etc. -En Historia natural, esqueleto de hombre, 6 mamíferos, 30 aves, 6 reptiles, varios peces, 200 ejemplares de moluscos, 10 de crustáceos y arácnidos, 120 de insectos y 44 de rayonados y zoófitos; unos 300 de minerales, numerosos de semillas, varios de fosforita, de sales de Starfurth, guano artificial, abono de Gobín, superfosfato de cal, tierra mantillosa y turbosa; y, además, modelos, en tamaño reducido, de diversidad de arados, rulos, sembradora, criba Pernollet, aventadora Tasker, prensa de husillo, ídem de viga, para vino y aceite, molinos harinero y de aceituna, agramadora, hidro-incubadora, colmena, sistema de alzas, etc.




ArribaAbajo9 -Bibliotecas

Biblioteca, en la acepción más corriente de la palabra, es muy numeroso conjunto de libros, destinado al uso público; y, en tal concepto, queda fuera de las necesidades y recursos pecuniarios de la Escuela Normal y de la de niños, así que de sus respectivos profesores.

Pero biblioteca, conforme a la estructura y al valor etimológico del vocablo (procede de las voces griegas biblion o libro y thh o receptáculo, depósito, estante), significa ordenada e instalada colección de libros, en corta, media o crecidísima cifra.

Ateniéndose a este último sentido, el Maestro puede y debe poseer su biblioteca profesional, para marchar al nivel de los adelantos en la ciencia y en el arte de educar y enseñar; para evitar que la suficiencia adquirida en la carrera, en lugar de mejorar, ni aun se conserve íntegra, sino que pierda por las sustracciones del olvido y acabe por la tosca y menguada aptitud, acondicionándose no más que para la rutina.

Cierto que la estrechez económica de nuestro Magisterio público se prestará difícilmente a restar de lo preciso para el sostén de la corporal vida algo con destino a alimento del espíritu; mas no será del todo imposible retirar para la adquisición de libros reducidos, pero selectos y substanciosos, sobre Pedagogía, Derecho administrativo y otras materias de muy necesario dominio e indefinido perfeccionamiento -Además, tenemos por factible consignar anualmente en el presupuesto para inversión del material del establecimiento primario que cada cual regente, cierta suma con que comprar obras que vayan constituyendo modestísima mas beneficiosa biblioteca escolar.

Las Normales deben poseer y, en general, de hecho poseen su biblioteca. A la del Centro de nuestro cargo, que de antiguo la poseía regular, alcanzó bastante de las extraordinarias y considerables sumas que dijimos se la otorgaron no ha mucho y en la actualidad cuenta, bien ordenados, instalados y al cuidado de Profesor bibliotecario, unos 500 ejemplares, en cerca de 800 volúmenes, de publicaciones sobre Religión y Moral, Pedagogía, Filosofía y Enciclopedia, Literatura y Gramática, Lectura y Escritura, Matemáticas, Geografía e Historia, Física, Química e Historia Natural, Agricultura, Industria y Comercio, Legislación, Memorias, Discursos y Catálogos.




ArribaAbajo10 -Prensa profesional

Clase de la naturaleza y del número de individuos que la del Magisterio primario, debe tener y tiene su prensa profesional, propia, ya técnica o dedicada exclusiva o predominantemente a materia doctrinal o de cultura e intereses generales, bien a lo particular, a cuestiones del día, a la transcripción de las providencias de la Superioridad, etc.

La primera no comprende ni necesita gran suma de revistas; pero la segunda, en cuanto noticia de los cambios de personal, vacantes, acuerdos de la Junta de Instrucción pública en la respectiva provincia, cuenta en España con más de 70 periódicos del ramo, en unas capitales para sostener de consuno los legítimos intereses de la clase; en otras, para reflejar, agrandar y ahondar las diferencias, los antagonismos, las rivalidades personales o colectivas.

De palmaria utilidad la existencia de la prensa del Magisterio primario, hay, sin embargo, que estar muy a la mira -en cuanto resulta abundosa y la brindarán originales los deficientes en aptitud o hábito de escribir para el público- contra los trabajos de pacotilla, las destemplanzas, los tonos fuertes, todo lo que desdiga nuestro carácter y nuestras cualidades pedagógicas; que en el periódico, como en el trato social, en toda ocasión y lugar, hemos de proceder y expresarnos conforme cuadra a buenos educadores.




ArribaAbajo11 -Ligas contra la Ignorancia y Amigos de la Instrucción

Dada la frialdad, si no el desvío, que en bastantes localidades suele sentirse contra la obra de la Escuela y del Maestro, glacialidad y desapego que existe o se condensa en no pocas Juntas locales de primera enseñanza; explicase y se recomienda de por sí la bondad de colectividades, espontánea y libremente constituidas, que defiendan a las dos citadas entidades, que promuevan apego y estima a los trascendentales cometidos que les están confiados.

Algunas de tan bienhechoras asociaciones tenemos en España, con los nombres de Liga contra la Ignorancia o de Amigos de la Instrucción; pero radican en las populosas localidades, no en donde más precisan, en las rurales, y a establecerlas en éstas deben encaminarse los esfuerzos.




ArribaAbajo12 -Apego y respeto al arbolado: Fiesta del Árbol

La calidad y el número de las ventajas que reporta el arbolado, lo mucho que de él se carece en vastas planicies iberas, lo enorme e inconsideradamente con que se viene descuajándole, lo escaso de sus renovaciones y la alta cifra de lo destruido a poco de la plantación, aconseja y aun demanda promover la última, así que el apego y el respeto a los tiernos ejemplares arbóreos.

Ello incumbe, en primer término, a los padres de familia, cumpliendo este su propio e importante deber, con la palabra y con el ejemplo; imitando a algunos -de nuestras comarcas septentrionales, por ejemplo- que imbuyen a sus hijos, y les obligan a convertir en hecho, la idea de que la edad infantil ha de simbolizarse en el coincidente desarrollo de un árbol, plantado a presencia y con directa intervención de cada niño, por éste después cuidado, respetando los de los demás, para que lo propio otorguen al suyo.

El Magisterio, por su parte, ha de persuadir, con animada y sentida expresión, con oportunos detalles y gráficos ejemplos, a sus discípulos de cómo los árboles y arbustos son fecundos gérmenes de nunca bastante preciados bienes; surten a las artes para las elaboraciones de sus talleres; prestan materia al tosco tablado y la banqueta del pobre, así que a la cabaña del pastor, al rico mobiliario y la suntuosa morada del potentado; para el flotante buque como para asiento de las barras de la vía férrea y apoyo de los hilos telegráficos o telefónicos; para fuego del hogar, bebidas, substancias medicinales, esencias, aceites y resinas; nos proporcionan sabrosas frutas, deleitan los sentidos; templan, rocían y embalsaman el ambiente; embellecen a plazas, paseos y jardines; saturan la atmósfera con su transpiración incesante, de vapores acuosos, promoviendo la esencialísima lluvia; mejoran las condiciones de salubridad; facilitan albergue a canoras avecillas; detienen o rompen el vendaval o la corriente desbordada; proporcionan al trabajador campestre sombra, fresco, plácida estancia para las horas de alimento y reparación de energías corporales; todo lo que patentiza lo funesto, insensato y bárbaro proceder del de quienes, en vez de renovar, multiplicar y proteger el arbolado, tronchan la tierna planta, para convertirla en vara que a poco rompen o tiran; la cimbrean, la privan de su adherencia a la tierra, la desarraigan, la matan.

Tales son los recursos más eficaces y susceptibles de empleo y generalización, para atenuar o, si posible fuere, destruir lo que en tal grado y con tal diversidad de efectos perjudica; pero ellos no excluyen otros, verbigracia, la Fiesta del Árbol, celebrada en Madrid pocos días antes del en que escribimos y que ligeramente reseñaremos, después de transcribir lo que encontramos en la prensa hoy llegada a nuestras manos.

«El origen de esta fiesta debese al acaudalado filántropo de la república norte-americana, Stterhling Morton, quien la organizó por vez primera en 1872, en Nebraska, donde anualmente se celebra, habiendo sido declarada fiesta nacional. Él la implantó, pero no mereció menos plácemes el poeta Whitier, que popularizó tan culto festival mediante admirables himnos de gloria, que hicieron popular el nombre del poeta americano.

En el presente año ascendía a 327 millones el número de árboles plantados desde 1872, lo que supone una gran labor arbórea en beneficio de la salud y de la higiene.»

La primera de tales fiestas en España ha tenido lugar en Madrid el 26 de Marzo de 1896, dos días antes del en que esto escribimos. La inició el diputado provincial Sr. Belmás; aceptó unánime el pensamiento la Corporación, que preside el Profesor de la Escuela Normal Central de Maestros y Consejero de Instrucción pública, D. Eugenio Cemboraín y España; la acogió igualmente el Ayuntamiento de la coronada Villa y S. M. la Reina Regente la dispensó su egregia protección.

En el citado día, sin nubes, hermoso y placenteramente primaveral, se realizó el festival, con tanta solemnidad como concurrencia, que ascendía a bastantes millares de personas, entre las que figuraban, primordial y presidencialmente, las Infantas Doña Isabel y Doña Eulalia, los Ministros de Fomento y de Gracia y Justicia, el Arzobispo de Madrid-Alcalá, el Gobernador civil, el Alcalde de Madrid, el Presidente de la Diputación, el Rector de la Universidad Central y otras altas entidades oficiales.

El acto tuvo lugar en el Cerro del Centinela, bastante distanciado de la Capital y al que, como protagonistas, fueron conducidos 2.000 infantiles discípulos de las escuelas públicas y de las privadas, a cada uno de los que se entregó una medalla distintivo-conmemorativa y se le designó su árbol -todos ya plantados y con la correspondiente e individual chapa indicadora-, siendo aquéllos ejemplares de pinos, tuyas y pinabetes y un hermoso bonetero, el dedicado a S. M. el Rey, que no pudo asistir, por impedirlo ligera indisposición. Fueron repartidas entre los concurrentes, recomendaciones impresas en papel de colores y que decían: «Se recomienda muy especialmente la mayor consideración a los pequeños árboles =Deben ser objeto de respeto; nadie debe tocarlos y el público culto procurará ampararlos cuando la aglomeración de gente los ponga en peligro de ser arrollados y destruídos =El más completo éxito coronará seguramente la obra de hoy».

No faltó, como oportuno recuerdo, la citación del proverbio árabe: «No ha cumplido su misión en la Tierra el hombre que, al morir, no deja un hijo, escrito un libro o plantado un árbol».

Los niños saborearon las meriendas oficiales que les estaban predispuestas -panecillo, con jamón en dulce, salchichón, embuchado, etc., en su interior; una naranja y seis pastas de repostería, a cada cual-; y recibieron sus correspondientes ejemplares del Álbum literario- artístico, conmemorativo de la fiesta y en el que habían colaborado los Señores Belmás, Mathet, Palacio, Acuña, Campoamor, Pí y Margall, Becerro de Bengoa, Ramos Carrión, Grilo y otros.

Las bandas del Hospicio y de San Bernardino amenizaron el acto con selectas piezas y se entonó el Himno del Árbol, música de Chapí y letra de Fernández Shav, que dice: «Cantemos al árbol -que voy a plantar -Si Dios lo protege del hombre y del viento-, salud y riqueza dará =Para el aire puro-, campestres aromas-; para el caminante-, regalada sombra -Templará los rayos de la luz del Sol-; por entre sus ramas-, colgarán las aves -sus nidos de amor =Cantemos al árbol..., etc. =Uno para el otro-, los dos viviremos-; él se irá elevando -y yo iré creciendo -Y si triste y solo llego yo a morir-, dejaré en el mundo -un árbol siquiera -plantado por mí =Cantemos al árbol..., etcétera.

No se registró, a pesar de la numerosísima afluencia de personas y vehículos, desorden ni ningún desagradable accidente personal.

Aunque no era posible que los niños interviniesen directamente en las plantaciones, ni aun que en una sola tarde se verificasen a su presencia; aunque el lugar destinado al hecho se halla bastante lejos de Madrid y muchos de los infantiles escolares quizá no vuelvan a visitar el sitio; el acontecimiento ha revestido demasiada solemnidad y obtenido relieve más que suficiente para que se le conserve en la memoria y surta bienhechores efectos; para que, también mediando autoridades, corporaciones y padres de familia, se reproduzca en otras localidades, donde tanto precisa plantar y respetar arbolitos; donde hay que esforzarse por que las personas cultas no hayamos de proseguir indignándonos, ante la bárbara tendencia de pequeñuelos y grandullones al dale que le das hasta aflojar o tronchar aquellos arbolitos; donde, si con menor concurrencia y menos aparato, con superior eficacia, se les plante a presencia y con positiva intervención de la infancia, que luego habrá de pasar repetidamente junto a ellos y los respetará más que en el día suele respetarlos.

Para coadyuvar en tan bienhechor propósito, hemos reseñado la festividad madrileña, hemos transcrito el himno entonado en la misma, por si el Magisterio reputa procedente incluirle entre los cánticos de las escuelas.




Arriba13 -Donaciones al organismo escolar

Cerraremos este capítulo, y también la obra, formulando la recomendación y el elogio que tanto se merece otra institución, sin duda pedagógica, la que comprende los legados particulares con destino al sostén pecuniario, en todo o en parte, de tal escuela, de cual maestro, de la educación fundamental en determinada localidad.

Nada que reporte más cuantiosos, duraderos y universales beneficios que el capital, la renta, la propiedad instituida en pro de la cultura fundamental. Así vienen comprendiendolo amantes del engrandecimiento moral y material de su país natal, con particularidad, y de la Patria en general; así viene procediendose en distintos puntos de España y muy especialmente, en nuestras comarcas septentrionales, y en Tierra de Cameros: y, así, tales regiones resaltan por su superior ilustración popular, por su puntual pago de las atenciones de primera enseñanza, por los que de sus hijos se elevaron a lo eminente del gobierno, del comercio y de la banca; que no hay fondos más reproductivos, ni semilla que rinda más pingüe cosecha que lo invertido e implantado en el feraz, hermoso y bendito campo de la Educación, de la Enseñanza y de la Instrucción primarias.