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ArribaAbajo Carta al arquitecto Erich Mendelsohn de Berlín

Victoria Ocampo


«Neue Haus, Neue Welt» (Nuevas casas, nuevo mundo). El álbum con las magníficas fotografías de su casa en el Rupenhorn acaba de llegarme. Gracias por haber pensado en enviármelo; revive en mí el recuerdo de un inolvidable paseo.

Cuando tuvo usted la gentileza de hacérmela visitar no estaba aún del todo terminada. Tengo todavía presente en la memoria el placer que experimentaba al respirar el olor a pinos del Grunewald mientras lo atravesábamos, y la sorpresa de la llegada al límite del bosque, allí donde este cae a pico, desde una altura de 35 metros, sobre las aguas del Havel. Su casa se alza en ese lugar encantador. ¡Por lo demás no se alza! No puede emplearse tal término: se posa. Se posa, extendida y chata como esos pájaros mecánicos que no saben plegar sus alas. Se me ocurre que no le he dicho bastante cuánto me gustó, con sus terrazas; su fachada desnuda que apenas subraya una delgada cornisa; recorrida por sus ventanas como por una banda de cristal. Y luego todos los verdes de las pelouses de las plantas, de los árboles lanzándose al asalto de todos aquellos blancos. Sin contar el cielo. Recuerdo particularmente ese hall donde todo un lienzo de muro, de vidrio, desciende y desaparece en una ranura del parquet confundiendo así ese ambiente con la terraza   —171→   y el verde. ¡Y la sorpresa del paisaje reverberante del Havel invadiendo por las ventanas toda la casa! Recuerdo que, inmóvil entre los muros blancos abiertos a tanto cielo, a tanta agua, a tanto verde, pensaba yo en mi lejana América. Estas casas nuevas cuya mayor seducción proviene de que irrumpe en ellas el paisaje, de que son atravesadas por él, de que se adueñan y se hermosean con su magia, estas casas nuevas son las que sientan a nuestro genre de beauté. El día que tenga usted ante su vista la costa que va de Vicente López al Tigre, convendrá hasta qué punto es justo lo que digo. No conozco paisaje más vasto y dulce que el de esas barrancas que descienden hacia el Río de la Plata. Pero su extrema belleza es aún desconocida.

Morand, que nos visitó el año pasado, declara que nuestro país es el país del avión. También es el de las casas nuevas. Mientras nuestras ciudades se obstinen en remedar a las ciudades europeas y a los viejos estilos cuya belleza existe sólo cuando pertenecen a la época que los creó no tendremos más que horrores. «A substitute for the real thing», como dice Lawrence. Las casas nuevas no piensan ser a «substitute for the real thing». Son the real thing.

Una ciudad construida de acuerdo a las nuevas técnicas, con sus casas bañándose en jardines, no serían sólo «the real thing» sino «a thing of beauty». Desgraciadamente, por no sé qué anacronismo, nunca son nuestros jóvenes países los que tienen la visión de esta verdad, sino, una vez más y siempre, vuestra vieja Europa.

Gracias, Erich Mendelsohn, por su álbum. Su casa nueva me trae siempre al espíritu un verso de Claudel: «Autour de mon palais, dit le Roi, j'ai mis un anneau de ciel».