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ArribaAbajoAntonio Domínguez Rey: La llamada exótica. El pensamiento de Emmanuel Lévinas. Eros, Gnosis, Poíesis

César Moreno Márquez


(Madrid: Trotta/UNED, 1997)

Estudio de largo recorrido, por su extensión, y de fondo, por su contenido y profundidad, La llamada exótica significa, sin duda alguna, una aportación decisiva, por su madurez, al panorama de los estudios en castellano sobre uno de los filósofos sin duda más insignes y originales de la segunda mitad del siglo XX, a pesar de no haber frecuentado los circuitos de best sellers al uso ni las modas parisinas. Con su invitación a adentrarnos intensamente en el pensamiento de E. Lévinas, el presente estudio se incorpora, pues, a los anteriores de Vázquez Moro, González Arnáiz y Aguilar López, amén de tesis doctorales, libros colectivos, números monográficos de revistas (Anthropos. Signa 5, etc.) y artículos, que engrosan lentamente, pero creemos que con convicción, el panorama de la recepción de Lévinas en España.

El gran ensayo de Antonio Domínguez Rey es original -lo que me parece decisivo en nuestro panorama cultural-filosófico- en un doble   —384→   sentido al menos, pues se adentra en una temática que, aunque muy presente en Lévinas, ha sido abordada por los intérpretes con mucha menor frecuencia que otros temas más conocidos del filósofo lituano-francés. Aunque a Lévinas normalmente se le vincula (y con absoluto derecho) con el pensamiento ético -por más que en muchos departamentos de «ética» siga siendo sistemáticamente ignorado-, es muy importante que la dimensión genuinamente ética de su pensamiento no eclipse otras «proyecciones» de la relación deseante con el Otro, igualmente presentes en la obra levinasiana. El presente ensayo incide -nos atrevemos a pensar- en un Lévinas no exclusivamente ético, precisamente por su reivindicación de una perspectiva «erótico-poética» y porque vincula el pensamiento levinasiano con el ámbito del arte y la poesía, frente al que Lévinas no parece haber hecho, en algunos momentos de su propia trayectoria, demasiadas concesiones. Es un mérito de la investigación de Domínguez Rey haber destacado la importancia de escritos aparentemente «menores» sobre todo del joven Lévinas, muy desconocido en nuestro país (donde se ha recibido sobre todo Totalidad e infinito) entre otras razones por la ausencia de traducciones -prácticamente la única excepción es El tiempo y el otro, faltando traducciones de De l'existence à l'éxistant y de De l'evasion. Pero el presente estudio no es sólo original por orientar hacia nuevos senderos la comprensión de Lévinas, sino también, en otro sentido, por su propia textura, pues lo cierto es que el autor de La llamada exótica ha conseguido urdir con éxito y brillantez, a mi juicio, desde su propia experiencia filosófica y poética (teorizada al tiempo que practicada), una exégesis muy creativa desde dos de sus principales áreas de preocupación intelectual: el eros y la experiencia poética. Ello provoca que el texto alcance a veces cotas de profundidad y densidad que hacen desestimable por completo una lectura rápida. Quizás una de las originalidades del autor de La llamada exótica haya consistido en un sabio aprovechamiento de los recursos filosóficos que Lévinas nos ha brindado para acceder a una comprensión más original del logos poético. Antonio Domínguez, pues, ha extendido el proyecto levinasiano stricto sensu, dándole vida, expansionándolo hacia otras lindes imprevistas. De este modo, quien aborde La llamada exótica encontrará indiscutiblemente al autor en las entrelíneas de su texto. Por todas estas razones, y otras que señalaríamos en una más pausada ocasión, no es vano encomio, pues, considerar que este estudio constituye no sólo una novedad en nuestro país, sino también en el panorama internacional de los estudios levinasianos.

Con un título tan clarividente como el de La llamada exótica se condensa la que es, sin duda, una de las grandes aportaciones de Lévinas:   —385→   llamar la atención del pensamiento contemporáneo sobre una posible y necesaria crítica al Sujeto, tan ontológicamente poderoso, autárquico, dueño de sí y dominador de lo que le adviene, en favor de una apelación venida de Fuera, de la exterioridad. Llamada procedente de lo Otro (Autre) y, sobre todo, del Otro (Autrui), al que el Deseo -que Lévinas llama metafísico- aspira infinitamente y que desestabiliza anárquicamente al Mismo, al tiempo que inspira a la subjetividad, impregnando obsesivamente la vida de un Sí-mismo (Soi), que Lévinas recupera, en el face à face con el Otro, sobre todo como deseo -ya lo hemos dicho- y responsabilidad (respuesta a la llamada). Como sintetiza con claridad Domínguez Rey, Lévinas ha operado un conjunto de «transformaciones» decisivas para poder seguir pensando o para hacer tal vez algo mejor que pensar al uso tradicional: «rostro por evidencia; huella en vez de inteligible; otro antes que objeto; alteridad opuesta a subjetividad y objetividad; asimetría donde proporcionalidad analógica; an-arquía antecediendo a orden y principio -arché-; substitución frente a identidad; tertium quid entre ser y no ser. En dos palabras, Bien mejor y más alto que Ser» (pág. 13). De aquí el importantísimo tema del eros, que el presente ensayo confronta con El banquete platónico, para al mismo tiempo pensar, frente a Grecia, el eros hebraico como paternidad y filiación. Temas frecuentes en el primer Lévinas y en el de la primera parte de Totalidad e infinito se dan cita en torno a la pasividad del afecto o de la sensación (en la exquisita y original fenomenología levinasiana) y su inspiración exótica. Domínguez Rey toma como hilo conductor en ocasiones la experiencia artística (frente a la objetividad) para analizar el tiempo y el lenguaje en contexto erótico, es decir, en el contexto del deseo y de la ruptura con el continuo de la representación objetiva que lo erótico comporta. De aquí que se refiera al entretiempo del eros «en cuanto simultaneidad de lo visible y lo invisible con prelación de éste, en tanto sombra, sobre todas las figuras, fachadas y pronombres del orden cognoscitivo. Los diversos modos existenciales confirman una excedencia y relación alterativa fundamental, desde la que abocan al Infinito como Deseo, donde el Bien, presente como Rostro y Nombre, preside la dispersión múltiple de los singulares hermanados en la figura del Padre-Hijo» (pág. 14). Desde el sordo rumor del Hay anónimo al Eros y el Lenguaje, exaltados poéticamente, pasando por el surgimiento del existente-hipóstasis, la precaria plenitud de la sensación frente a la existencia, la evasión, la apertura al Otro, etc., este ensayo a cuya detenida lectura invitamos al lector aborda un itinerario apasionante y complejo como el levinasiano, en el que Domínguez Rey nos introduce con fidelidad a Lévinas y, al mismo tiempo, gesto indiscutiblemente original.

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El libro se compone de seis grandes capítulos y unas conclusiones, en los que se recorre prácticamente toda la obra levinasiana. Sería pretencioso e inútil resumirlas aquí, en este apretado espacio. Incumbe por completo al lector entregarse con deleite -y serenidad- a la lectura de este importantísimo estudio sobre, como decía al principio, una de las figuras más emblemáticas del pensamiento en la segunda mitad de nuestro siglo. Sin duda no sólo los filósofos podrán acercarse al texto con gran provecho, sino también filólogos y quien quiera que esté interesado en el arte y el lenguaje -porque me atrevo a pensar que en el eros el interés (fea palabra: mejor el deseo) es inconmensurable por profundo y universal.

Finalmente, indicar que aunque no creemos que se trate de un estudio para principiantes, es muy de agradecer que el autor haya ofrecido, en un esfuerzo pedagógico encomiable, una muy útil relación comentada de las obras de Lévinas, que de seguro ayudarán al lector que desee acercarse a su pensamiento.