Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —378→     —379→  

ArribaAbajoJosé Domínguez Caparrós (ed.): Hermenéutica

Diego Sánchez Meca


(Madrid: Arco Libros, 1997, 259 páginas)

UNED

Si es cierto que la Hermenéutica, en sus muchas y diferentes líneas de desarrollo, constituye en la actualidad una de las temáticas de mayor interés en el campo de las Humanidades, también es cierto que entre el inmenso caudal de publicaciones que sobre cuestiones hermenéuticas aparecen cada día es difícil encontrar libros como el que presentamos, con objetivos bien delimitados y un público concreto como destinatario preferente. El objetivo principal del libro es abrir un diálogo entre Hermenéutica y crítica literaria, un diálogo en el que el editor desea implicar, sobre todo, a los estudiosos de la Literatura. De ahí la elección de las colaboraciones que lo integran y su distribución: tras un apartado dedicado a la historia de la Hermenéutica, siguen los que tratan de la Hermenéutica filosófica y la Hermenéutica literaria, para concluir con una parte final que aborda la aplicación de la Hermenéutica a otros ámbitos como el jurídico y el religioso. Junto al trabajo de selección de los textos, Domínguez Caparrós ofrece una clarificadora introducción a la problemática del   —380→   libro y a cada una de las colaboraciones, así como una extensa y útil bibliografía.

En realidad, ya en el plano histórico, la problemática hermenéutica nace al hilo de interrogantes de tipo literario, aunque también epistemológico e, incluso, teológico. Cuando la Hermenéutica se tematiza conscientemente como teoría de la interpretación -en Husserl, por ejemplo-, esta problemática se expresa en el ideal de una fenomenología hermenéutica, mientras en autores como Dilthey, Bultmann o Heidegger la raíz común del interés hermenéutico surge de la preocupación por la Historia o de la Teología. Pero es con Heidegger con quien, propiamente, la Hermenéutica alcanza una auténtica universalidad filosófica y llega a identificarse con la Filosofía misma (al menos en lo que respecta al primer Heidegger, ya que en el segundo la concepción de la Hermenéutica como anuncio y no ya como interpretación representa un viraje de consecuencias importantes). En cualquier caso, lo importante es constatar cómo la Hermenéutica no queda reducida ya, como sucedía en el planteamiento de Schleiermacher, al rango de una metodología de la interpretación de los discursos escritos y orales, que trata de desentrañar el sentido de sus enunciados y no tanto la verdad de las cosas a las que se refieren (con lo que la Hermenéutica queda filosóficamente subordinada a la dialéctica como investigación de la verdad de las cosas), ni tampoco es ya, como en el proyecto de Dilthey, el órgano general o la sistemática de las ciencias del espíritu. Con Heidegger y su fundación ontológica de la Hermenéutica, la interpretación se convierte en un fenómeno constitutivo y originario que tiene que ver con la cosa misma y no sólo con su expresión lingüística, interviniendo, por tanto, antes de la artificiosa división del saber en Ciencias de la Naturaleza y Ciencias del Espíritu.

En realidad, éste es el marco último de referencia al que habría que remitir toda búsqueda de una integración de la Hermenéutica filosófica con otros ámbitos disciplinares, que no puede autoproponerse sin la adecuada comprensión de su vinculación común en el campo mismo de la Historia de la Hermenéutica y de su proximidad metodológica en la situación actual de las Ciencias Humanas. O, dicho con otras palabras, la generalización epistemológica de la Hermenéutica al ámbito de la crítica literaria no puede ser viable si no se establece una relación con esa experiencia común constituida por la tradición exegética, que está en la base de la Historia de la Hermenéutica, como muy bien señala Domínguez Caparrós en su Introducción. De modo que, para hacer comprensible la integración entre Hermenéutica y crítica literaria, es   —381→   preciso recuperar esa tradicional dimensión de la Hermenéutica, registrable con relativa constancia a lo largo de la dilatada historia de la exégesis de los clásicos, y tematizar el carácter retórico de la Hermenéutica. De hecho, la Hermenéutica ha sido siempre afín -y a partir del siglo XVII, alternativa- a la retórica como saber práctico que recompone los elementos de una tradición interrumpida: la disgregación de la polis griega, la ruptura entre Edad Media y Humanismo, o entre Catolicismo y Reforma, etc. Hoy, la finalidad práctico-integradora de la Hermenéutica se ejerce en la cultura moderna como construcción de puentes entre disciplinas que pueden complementarse mutuamente, insertando, en la cultura humanística, las temáticas epistemológicas que constituyen en la actualidad nuestra tradición, en un sentido análogo, por ejemplo, a como los poemas homéricos conformaban la visión del mundo tradicional en la cultura griega. El objetivo de la Hermenéutica y de su aplicación genérica en sentido retórico-práctico consiste, pues, no tanto en hacer de la crítica literaria una tarea científica, cuanto en recuperar cierto espíritu científico en el comercio con la literatura en el marco de un proyecto común de integración cultural, Así, la relación entre Hermenéutica y crítica literaria no se configuraría, en último término, como interés por conferir a esta última un fundamento que rebasara el nivel de las puras opiniones, sino más bien como la asintótica integración entre una racionalidad de carácter riguroso con la racionalidad de la vida y de sus formas de expresión.

En la muy cuidada selección de trabajos que este volumen incluye se abordan, desde diferentes ángulos, las posibilidades que, en el ámbito de la crítica literaria tiene la introducción de la Hermenéutica. Estas posibilidades van, desde el intento de restablecer para la Hermenéutica un carácter puro de técnica práctica (Peter Szondi), que se plantea, como centro de su preocupación, la cuestión de la validez de las interpretaciones (E. D. Hirsch), hasta el intento no necesariamente antiepistemológico, aunque sí ligado a una manera peculiar y extrametódica de plantear el problema de la interpretación, de recuperar en el ejercicio hermenéutico toda la tradición de las ciencias del espíritu y, en general, toda la tradición de los estudios humanísticos (H. G. Gadamer). Esta última tendencia ha sido cuestionada y contestada desde dos frentes principalmente. Por un lado, autores como Habermas o Derrida se han preguntado si no resulta unilateral limitar el apoyo de una teoría hermenéutica al ámbito de las ciencias tradicionales del espíritu, debiendo incluir también las Ciencias Humanas críticas como el Psicoanálisis y la crítica de las ideologías. Por otro, autores como   —382→   Paul Ricoeur no están de acuerdo en esa filiación exclusivista de la Hermenéutica con la tradición historicista hegeliana y ensayan un diálogo interesante de la teoría de la interpretación con las filosofías que, en un sentido genérico, podríamos llamar trascendentales-kantianas.

Sin embargo, en la dirección de esta tendencia que trata de recuperar el carácter práctico-social del discurso científico se acaban por atenuar los prejuicios ultrahumanistas de Gadamer al tiempo que se muestra con mayor relevancia la búsqueda, por parte de Ricoeur, de una lógica hermenéutica. Pues en el mundo moderno, la reconciliación de la sociedad consigo misma y con sus orígenes encuentra en el sentido común del espíritu científico un elemento de unificación y de consenso mucho más regulador que el del gusto literario o artístico. De hecho, la Historia universal y la Literatura universal acaban por resolverse, en la teleología histórica de la modernidad, en el ideal universalizador representado por la ciencia. Desde esta perspectiva se puede comprender, por ejemplo, la peculiar relación que entre epistemología y Hermenéutica plantean los magníficos artículos de Hirsch y Mailloux. En el mundo anglosajón, la quiebra del dogma del empirismo lógico deja al descubierto el irracionalismo que subyace a un privilegiamiento heurístico y axiológico de los juegos lingüísticos de las ciencias y justifica la perspectiva, suspendida entre historicismo y pragmatismo, de la pluralidad de los juegos de lenguaje como análoga a la pluralidad de las formas de vida, al mismo tiempo que se reintroduce una visión hermenéutica de la epistemología considerada en su carácter social y en su dimensión no fundacionista sino retórica. No sólo existen los juegos lingüísticos de las ciencias, sino también los juegos lingüísticos de una pluralidad de formas de vida literariamente expresadas con la misma relevancia desde el punto de vista de la cultura y entre las que es preciso que funcionen criterios de validez y de juicio crítico.